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El pachanga..

¿Mi nombre? José de Jesús Negrete, llave. Un nombre, erda, barro. Con olor a santo y
tal. Por eso me lo troqué, sabe, por uno más bacano:  El Pachanga, como me dicen hoy, y
tal. Eso, lo de mi nombre, es una historia medio larga y tal, pero ni tan complicada que
digamos, Nada más es darle un empujoncito al tiempo en retro y se ven las cosas claras.
Lo que pasó, la verdad, fue que llegaron los papás de la salsa, por los tiempos del viejo
Cortijo y su Combo teso, revolucionando cuanto baile de picó se armaba por ahí, y a mí
me trastornó su nuevo ritmo, sabe, la pachanga. Y yo, usted me conoce, que soy todo un
shortstop en asunto de moda (quiero decir, que no me escapa ni una bola), agarré el
nombre del nuevo ritmo, y rastrá, se lo zampé en letras colarás a la defensa del
camioncito que manejaba: La Pachanga. Del camión me lo pasaron a mí, ¿sabe?, porque
así es la gente. Pero, joda, faltaba más, permita dios, me cambiaron la La por el El, y
menos mal, porque yo de La no tengo ni la contraseña, cuadro. Total, ahí me tiene usted
hoy: El Pachanga.
Es que es legal, bacanísimo, ¿sabe?, sentirse uno mancorna con su llaguita, con su
camión, con su llave mionca, fuerte sabe, que la barra y todo el mundo nos tenga el
mismo apodo a los dos, uy hermano. Erda, mira cómo me suenan los dedos hoy pues...
íra, fuIl, hermano. Es que él y yo, somos hermanos en la mojosera que es la vida, quiero
decir, explicándome: en la jodidencia de este mundo; compañeritos de viaje, de corre-que-
te-cojo. Pero esto es de ayer pacacito nada más, ¿sabe?, porque ante de dar los veinte
mil manduca que me costó, fue mucho el timón ajeno que el viejo Pachanga tuvo que
tirar, uy hermano ... ni le cuento porque ahí muere usted de la impresión, sabe. Porque
eso fue duro, llave, dúuuro. Fue mucho el barrotra que hubo que pasar primero. Pero así
es la davi yuo know, que hay que manyar todos los días, y el estómago es nada lo que
espera, ¿sabe? Si uno no le da de comer a él y tal, es él el que se lo come a uno vivo,
vivo, se lo come: vivo.
Pues sí, hermano, tanto trabajo que pasé para conseguir los benditos veinte mil
manducas para venir a soltarlos así: chan con chan. Dá, eso fue lo que más me dolió
pues. Pero, cuadro, el consuelo que le queda a uno, ¿sabe cuál es? Que ahí le queda su
llaga pal rebusque. Óigase bien: su llaga. Porque este camión come más que una llaga.
Para mejor decirle, pues: come más que una mujer. Así como lo oye: más que, una mujer.
Positive; uy, ¡fuerte con el inglés! Si mano, serio: ¿que si come? Dígamelo a mí, que
desde los veinte, desde los meros tevein, ando ensopao tirando llanta a lo duro. ¡Qué no
he hecho, cuadro! Dígamelo. Y pelao que salí yo de la casa a buscar para la manyuta,
¿ah?, bien pelao. ¿Estudio? Nati... ; ¿cómo? Nati, Natividá Torralvo, viejo, ¡Esta que
estudio, mira vé! Eso es para ricos, cuadro; uno a su rebusque: busca-tu-charco-babilla,
conejo-a-tu-conejera. La vieja mía, vieja de uno al fin y al cabo, quería ponerme en el
colegio, pero nada, mano: cuando no se puede no se puede, hermano. Así es la vida,
¿sabe?, como un dominó: unos pasan y otros cierran el juego; y con doble seis algunos
cabrones de leche. La vida es eso, hermano: una película de vaqueros; con todo lo que
tienen las malditas: unos monos, boniticos y tal, los del lado el chacho, los que ganan, y
otros barbones y pelúos que, ni modo, son los que se esmierdan del caballo; los que el
chacho hace así, medio mueve el gatillo y van cayendo como quien tumba mango,
¿sabe? Y las mejicanas, las películas, digo; esas sí que son como la vida, hermano:
métase usted, óigase eso, métase usted que es negrito a asaltar una diligencia que le
aseguro que va a caer de papaya; métase usted que es negrito, hermano. Sí, señor, como
lo oye.

-Adió, ombe, adió, caras, que ya no te dejas ver, cuadro, qué pasa. Nada viejo, nada, yo
aquí, matando el tiempo y la desocupación con la lengua, pa' olvidar, mano, pa' olvidar.
Chau, nos vemos.

Uuuuy, eso sí; eso sí, si arrima por aquí la erre mayúscula, será la única forma de que me
vean mi linda cara otra vez. La erre mayúscula, cuadro, sabe de lo que le hablo, ¿verdad?
La erre mayúscula. La verdad es que yo no sé qué es lo que estoy esperando para
estrilar, cuadro, para irme, mano. Ahora que aprieten las lluvias... de que estrilo, estrilo:
¡El viejo Pachs is going, you know! Pero qué va, uno es pura agua de bollo, no se va ni
un carajo, lo dice uno, pero no lo cumple, sabe; se queda uno aquí, aunque el hambre lo
atropelle, el loriquero tiene eso: erda, sale uno de su tierra y se está es muriendo pues.
Pero le digo en serio, que si la vaina se sigue poniendo más tesa de lo que está (y va en
serio), toca estrilar, toca largarse, ¿sabe?, toocaaa.
La nube ha logrado soltarse de la torre del campanario. El sol como que quiere empezar a
colarse por los claros de fondo azuloso. El corredor de la iglesia alcanzó a salpicarse de
unas gotas descarnadas que ahora han empezado a secarse. Él sigue recostado a la
pared desconchada de la iglesia y ha dejado de hablar. Sabe que no tiene más remedio
que esperar. Está contento de que el mediodía se haya disfrazado de oscuro con la
arropada de las nubes; así puede hacerse el que es de mañana y el que faltan más de
tres horas para pensar en el almuerzo. Pero las campanas de la torre suenan: una, dos,
tres, cuatro -él cuenta-, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez - aprieta la cara como
esperando un golpe-, once, doce.

- ¡Mierdaaa nojoda! -dice, y se toca la barriga.

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