Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Introducción:
Leamos en Malaquías 1:2-3,
RVR60 NVI TLA
2 2
Yo os he amado, dice Jehová; «Yo los he amado», dice el «Israelitas, Dios los ama». Y
y dijisteis: ¿En qué nos Señor. « “¿Y cómo nos has ustedes preguntan: «¿Y
amaste? ¿No era Esaú amado?”, replican ustedes. cómo nos demuestra ese
hermano de Jacob? dice »¿No era Esaú hermano de amor?» Dios les responde:
Jehová. Y amé a Jacob, Jacob? Sin embargo, amé a «Recuerden, israelitas, que
3
y a Esaú aborrecí, y convertí Jacob yo preferí a Jacob y no a
3
sus montes en desolación, y pero aborrecí a Esaú, y Esaú, a pesar de que Esaú
abandoné su heredad para los convertí sus montañas en era su hermano mayor.
chacales del desierto. desolación y entregué su Recuerden también que yo
heredad a los chacales del convertí en un desierto la
desierto.» tierra de Esaú, a pesar de
que era una región
montañosa. Ahora sólo
viven allí los chacales.
Quiero leer nuevamente la primera parte del v.2, “Yo os he amado, dice Jehová”
Oremos: Querido Dios, tu palabra es suficiente para nuestras vidas. Que le podamos poner
el peso que tiene esta declaración de amor. Que esta mañana, puedas hablar a nuestra vida y
puedas animarnos a confiar más en ti. En el nombre de Cristo Jesús. Amén.
Caleb recuerda que en su niñez fue bastante rebelde con sus padres. Ahora ya no lo es. Ellos
lógicamente, ante su rebeldía lo disciplinaban. Recuerda también como cada semana, muy
amorosamente, como un cinturón de cuero, le golpeaba. Siempre, cada vez, que sus padres le
disciplinaban, él les miraba con desprecio, los miraba con reproche y les decía: —Tú no me amas
—. Esto es cierto, a mí me sucedió lo mismo. No sé a usted, pero cuando a mí me disciplinaban
uno siente dentro de sí hacia sus padres que como que no lo aman. “Tú no me amas, me
castigaste”. “Si tú me amaras no me harías sufrir”. En mi caso, ya con 50 años, alabo a Dios por
esa disciplina que me dieron mis padres. Porque ha hecho de mí la persona que soy.
El pueblo de Dios tiene un padre. Ese padre disciplina y el pueblo de Dios no entiende. Es
un poco de lo que vamos a ver hoy.
Malaquías, hermanos, profetizó alrededor del 450 a.C., y fue uno de los últimos profetas
antes de aquella pausa de 400 años entre el AT. y el NT. Los israelitas en ese momento habían
regresado del exilio babilónico. Jerusalén ya había sido completamente restaurada y el templo
también había sido reconstruido. Pero el pueblo no había aprendido la lección. Habían sido
exiliados porque había sido disciplinado por Dios y ellos habían comenzado a desobedecer
nuevamente. Pero de la peor forma. Y esa peor forma era el descuido y abandono de su propia
espiritualidad en varios aspectos de sus vidas: Había crecido el escepticismo frente al amor de
Dios. Había crecido el descuido al culto. Eran indiferentes a la verdad, desleales en sus
matrimonios, desobedientes al pacto, tacaños en sus ofrendas. El pueblo había descuidado su vida.
Por eso nuestra serie de estudios se llama: Mensajes para una vida descuidada.
Les decía que el Señor llamó a Malaquías como su mensajero. De hecho, Malaquías
significa literalmente ‘mi mensajero’, para darles un mensaje duro porque Dios en este momento
se había puesto serio con su pueblo. Un mensaje duro pero sin perder el brillo de su amor. El
asunto es que el pueblo no conseguía ver ese brillo de su amor.
Hermanos, como les decía en el primer sermón, Dios se pone serio no solamente con su
pueblo en aquella época sino también con todos nosotros. Porque la vida para el Señor no es un
juego. La vida, nuestra espiritualidad, nuestras tensiones, nuestras emociones, nuestras voluntades
no son un juego para Dios. Para Dios es importante. Y en el momento en que nosotros nos
abandonamos y descuidamos en los diferentes aspectos de nuestra vida a Dios le preocupa y Él
quiere llamarnos como un padre llama a su hijo para sostener una conversación franca y sincera.
En este sentido, entonces, no estoy seguro si todos nosotros estamos preparados para
escuchar una palabra dura de parte de Dios en todos estos sermones.
Pero lo que sé es que Dios se encontró con el peor escenario. Cuando Dios esperaba que su
pueblo respondiera frente a esa interpelación que les hacía con gratitud y amor, su pueblo le
responde con desprecio, con reproche y con arrogancia. No sé cuál es el escenario con el cual Dios
se va a encontrar en esta iglesia. Pero ruego y anhelo que esta iglesia pueda recibir esta palabra
viendo el brillo del amor de Dios en cada una de estas predicaciones.
Antes de decir, lo que debo para el día de hoy, permítanme hacer un alcance. Mi
comprensión de lo que es ser un pastor fiel a la Escrituras, es que uno debe asumir el costo de cada
texto que uno predica. Y este texto le mencionaba a mi esposa que es uno de esos que no quiero
predicar. El asunto es que algunos textos de la Escritura son verdades, hoy de manera más
evidente, que no serán comprendidos por todos, y es por eso que hoy vengo con una carga especial
porque sé que no todos van a creer lo que voy a predicar de parte de Dios. No solamente en este
mensaje sino también en el próximo. Este mensaje va a ser más o menos leve pero el próximo va a
ser duro. Porque estamos hablando ahora, y para que ustedes ya de entrada, empaticemos con estos
mensajes, Dios le dice: “Yo amo a Jacob y aborrezco a Esaú”. ¿Cómo lidiamos con esto? ¿Cómo
lidiamos con un Dios que puede amar y aborrecer?
Entonces no por razones de comprensión racional sino por principalmente su entendimiento
espiritual, y le ruego a Dios que usted se coloque con humildad como lo hecho yo, y el Señor haga
comprender su palabra. Estos textos son de mucha utilidad para interactuar en las clases
dominicales, en las clases de teología, hasta en la de los candidatos a bautizos. Pero el Señor hoy
nos quiere decir que nos ama. El título de este sermón es: PORQUE YO TE AMO.
1) Y te lo he declarado
2) Y aunque me lo has cuestionado
3) Te lo he demostrado
¿Qué hacer con esta verdad? Hermanos, yo no sé aun lo que diríamos nosotros. Sinceramente,
esta semana hacía una reflexión: ¿Qué respondería la iglesia Emanuel? Honestamente, ¿qué es lo
que respondería la iglesia Emanuel? Lo que sí note es que el pueblo de Dios le responde con
escepticismo (desconfianza, recelo, sospecha, prejuicio) y reproche, y un cierto aire a arrogancia.
El pueblo tenía la expectativa, hermanos, ese es el problema, que su regreso del exilio iba a
traer prosperidad material, económica. Pero los años pasaron y nada de esto ocurrió. Por el
contrario, la política se debilitó, la economía se desbandó, la religión se relativizó, las familias
entraron en crisis de lealtad y, más encima, el Señor tiene la osadía de venir y decir a su pueblo
que los ama.
Si yo hubiera estado ahí, le hubiera dicho al Señor: —Por favor, ¿dónde está esa prueba de
amor? Míranos. Mira las gentes, mira las crisis matrimoniales que hay en nuestras gentes, mira
nuestras deudas, mira nuestras enfermedades. Por favor, ¿dónde está la prueba de amor? Estamos
desamparados. Y un Dios que ama a su pueblo no permite que este sufra. Eso le diríamos a Dios, o
por lo menos eso yo le diría. Porque lo que dijo el pueblo es eso: —Señor, ¿en qué nos has amado?
— Porque ese era el pensamiento de la época. Pero también es el pensamiento de esta época.
Cuando vamos y le decimos a una persona que está sufriendo, que ha perdido un ser querido
o ha recibido un desastre, y le decimos: —Dios te ama—. La persona tiene todo el derecho de
decir: —¿En qué Dios me ha amado? ¿En qué Dios me ha mostrado su amor?—
Es posible que haya cierto escepticismo y reproche en cada uno de nosotros. Y es válido y
natural. Pues al ver el caos y las circunstancias adversas en nuestras vidas y en las de nuestras
familias.
La pregunta que yo le haría a usted, entonces, es: ¿Cómo describiría usted el amor de Dios
para nosotros? En el intento de buscar una respuesta es posible que tú llegues a la misma
conclusión: ¿En qué nos has amado?
Hermanos, la raíz de todos los males de Israel era su falta de conciencia del amor de Dios.
Que los lleva a tener dos actitudes frente al amor de Dios:
(1) Uno es la insensibilidad. Por causa del pecado el pueblo fue llevado a cautiverio pero
no vieron en la disciplina del Señor un gesto de amor. Como les decía al principio, mi padre venía
y me castigaba. Yo le decía: —Tú no me amas. Porque si me amaras, tú no me pegarías—. Lo
mismo hizo el pueblo con Dios. Dios los disciplinó, los mandó al exilio, y en ese momento, el
pueblo no consiguió ver el amor de Dios en ese acto. Insensibilidad. Perdieron la sensibilidad de
ver a Dios presente en cada una de sus circunstancias. Entonces, no darse cuenta de la presencia
amorosa y el cuidado paterno produce sensación de desamparo. Produce esa sensación de que
hemos sido olvidados por Dios, porque no conseguimos a ver el amor de Dios presente.
Que no le quepa la menor duda, hermanos. El pecado siempre encontrará una puerta abierta
donde el amor de Dios es colocado en duda.
Coloque en duda el amor de Dios y ciertamente el desamparo entrará en su vida. La angustia
y la ansiedad entrarán en su vida.
Por otro lado, a pesar de esta declaración de amor, a pesar de las evidencias históricas de
que Dios estuvo con su pueblo a lo largo de la historia, el pueblo se mostró ingrato.
(2) La segunda cosa: ingratitud. ¿Cuántas veces, hermanos, herimos el corazón de Dios
con nuestra ingratitud?
El pueblo de Dios estaba insatisfecho, juzgando a Dios, porque Dios les daba poco
materialmente. El pueblo estaba juzgando a Dios porque les estaba dando poco en sus relaciones
familiares o, por lo menos, ellos creían eso. Sin considerar las bendiciones espirituales de un Dios
que siempre estuvo con su pueblo, a pesar de ese pueblo. Yo te lo he declarado y tú me lo has
cuestionado.
Tan sólo un ejemplo nos maravilla. El pueblo de Dios siendo liberado de Egipto. Como
Dios dividió el mar y consiguieron pasar. Tan sólo esa obra ya debería ponerlos a ellos conscientes
del cuidado de Dios. Pero no lo podían ver.
El salmista David, en el Salmo 13:6, dice lo mismo: “Cantaré a Jehová, Porque [mirando
hacia atrás siempre] me ha hecho bien.”
Yo le quiero preguntar a cada uno de ustedes, ¿Qué es lo que el Señor, en tú historia, en el
pasado, te ha hecho, que te ha demostrado su amor y su cuidado? Sé que todos nosotros tenemos
algo para contar. Todos nosotros tenemos un testimonio para contar de lo que Dios ha hecho por
nosotros. Entonces, la pregunta es, ¿por qué nosotros, o por qué todo el pueblo de Dios insiste con
este cuestionamiento? “¿En qué nos amaste?” Y ahí es que el Señor responde. Dice: “Yo te lo he
demostrado”
CONCLUSIÓN:
No sé cuál va a ser tu reacción. Ahora quiero que puedas hacer esta reflexión junto conmigo.
Dios te está diciendo en este momento: no hay nada que me ha condicionado para que yo te amé, y
hoy te declaro a ti, que estás en este lugar, escuchando, que estás entendiendo todo lo que estoy
diciendo, dice Dios, porque yo te amo. Y, no hay nada que tú hubieras hecho o no hay nada que
has hecho en tu historia que ha condicionado mi amor por ti, porque tú no lo mereces. Pero yo te
amo libre, soberana e incondicionalmente. ¿Cuál es la sensación que te produce eso? ¿Qué
emociones brotan delante de ti? ¿Gratitud? ¿Desconcierto? ¿Adoración a Dios?
Hermanos, en el momento en que perdemos de vista esta verdad, vamos a alabar y adorar a
Dios todos los domingos como si el asunto fuera un simple trámite. En el momento que
reconocemos que este amor de Dios es inmerecido, le voy a cantar al Señor: “No hay amor como
el de Cristo” No hay amor como el amor que Dios me puede dar. Y le voy a exaltar a Dios, y le
voy a decir: ¡Oh amor, que nunca me dejarás! Porque no tiene nada que ver conmigo, tiene que ver
contigo. La duración y la estabilidad de tu amor tienen que ver contigo, Señor. Entonces, no hay
nada que yo pueda hacer que pueda quebrar tu amor por mí. Romanos 8:38,39 dice justamente
eso: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada
nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” porque no depende
de mí.
Gracias Señor, por eso. Damos gloria al Señor por eso.
La pregunta para los próximos domingos es: ¿Y Esaú?..... Aborrecí a Esaú.