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PROCURADURÍA DELEGADA DISCIPLINARIA PARA LA DEFENSA

DE LOS DERECHOS HUMANOS

Radicación: 008-119131/2005
Sepredh: D0000282
Disciplinados: CORDOBA CACERES ANTONIO
LOPEZ GRANDA JAIME
GONGORA MOSQUERA EFRAIN
COSSIO ALVAREZ HEYLER
PALACIOS PALACIOS SALVADOR
MONCADA WILMAR HADISON
Cargo y Entidad: Agentes y patrullero de la Policía Nacional
Quejoso: Edgar Aristizabal Gómez
Fecha queja: Junio 10 de 2004
Fecha hechos: Junio 25 de 2002
Conducta: Ejecución extrajudicial
Asunto Auto de cargos

Bogotá D. C., marzo 28 de 2007

I. ASUNTO

1.1. La Sala Disciplinaria mediante providencia del 18 de enero de 2007, ordenó a


esta Delegada continuar con la investigación disciplinaria, al considerar que las
razones que motivaron el archivo decretado el 14 de julio de 2005, resultaban
contrarias a los derechos a la justicia y a la verdad, por la ausencia de un material
probatorio que permitiera establecer las causas reales de la muerte de Aguirre
Calle y Barrera Loaiza, como las heridas de Osorio Valencia.

1.2. No obstante lo anterior, la Delegada considera que en el proceso de la


referencia se dan los presupuestos exigidos por el artículo 161 de la Ley 734 de
2002 para proferir pliego de cargos contra los disciplinados, por las presuntas
faltas disciplinarias de homicidio y tentativa de homicidio.

II. HECHOS

2.1 El 25 de junio de 2002, en el corregimiento de Santa Helena, jurisdicción de


Medellín- Antioquia, los servidores públicos de la Policía Nacional, vinculados a
esta investigación, se encontraban prestando servicio de vigilancia en un centro
educativo en el que se habían presentado enfrentamientos entre bandas de
adolescentes que hacían presencia en el claustro estudiantil.

2.2. Los mencionados uniformados fueron alertados por la central de radio de la


Policía, sobre un posible secuestro que se había presentado en el centro de la
ciudad, razón por la que se les ordenó trasladarse a las salidas de Medellín con el
fin de interceptar el automotor en el que se transportaba al secuestrado.
2.3. En cumplimiento de la orden impartida, se trasladaron a la vereda Santa
Helena en donde divisaron un automotor cuyas características coincidían con las
suministradas por la central de radio, razón por la que procedieron a su
interceptación, haciendo una señal de pare que no fue atendida.

2.4. Los agentes CORDOBA CACERES ANTONIO, LOPEZ GRANDA JAIME,


GONGORA MOSQUERA EFRAIN, COSSIO ALVAREZ HEYLER, PALACIOS
PALACIOS SALVADOR y el Patrullero MONCADA WILMAR HADISON, iniciaron
la persecución del automotor.

2.5. Como consecuencia de los disparos que efectuaron los agentes de la Policía,
el vehículo en donde se transportaba al secuestrado colisionó con un bus que se
encontraba estacionado en la vía. Al parecer se produjo un intercambio de
disparos entre los ocupantes del vehículo con los agentes de la Policía, quienes
afirman fueron atacados con armas de fuego desde varios puntos aledaños al
lugar de la colisión, al parecer, por grupos armados ilegales acantonados en el
sector.

2.6. Una vez finalizó el intercambio de disparos, los uniformados se acercaron al


automotor y observaron a tres sujetos, uno de los cuales ya se encontraba muerto
y otros dos con heridas.

2.7. Los heridos y el presunto secuestrado, quien igualmente resultó lesionado,


fueron trasladados a centros asistenciales cercanos al lugar de los hechos, en
donde uno de los presuntos secuestradores falleció.

III. CONSIDERACIONES

3.1. En el caso en estudio está debidamente demostrado que el 25 de junio de


2002, en la vereda Santa Helena, jurisdicción de Medellín- Antioquia, murieron
los señores Luís Enrique Barrera Loaiza y Luís Emilio Aguirre Calle y resultó
herido el señor Henry Alonso Osorio Valencia, por un enfrentamiento con los
agentes de la Policía Nacional CORDOBA CACERES ANTONIO, LOPEZ
GRANDA JAIME, GONGORA MOSQUERA EFRAIN, COSSIO ALVAREZ
HEYLER, PALACIOS PALACIOS SALVADOR y el Patrullero MONCADA
WILMAR HADISON, en momentos en que estos últimos llevaban perseguían a los
secuestradores del señor Rubén Darío Ruiz Pérez.

3.2. No obstante existir elementos de juicio, todos provenientes de la acción penal


adelantada por las autoridades competentes, que permiten señalar que el señor
Ruíz Pérez en la fecha de los hechos efectivamente fue retenido violentamente
por los señores Luís Enrique Barrera Loaiza, Luís Emilio Aguirre Calle y Henry
Alonso Osorio Valencia con el aparente propósito de secuestrarlo, le corresponde
a esta Delegada evaluar si en el procedimiento en el que se logró el rescate del
mencionado ciudadano, los servidores públicos que participaron en él y que
terminó con la muerte de dos de los secuestradores y heridas a un tercero, se
ajustó a su deber funcional.

3.3. En este sentido, es necesario determinar sí, en el presente caso, como lo


exige el artículo 162 de la Ley 734 de 2002, existen pruebas sobre la posible
comisión de una falta disciplinaria y sobre la presunta responsabilidad de los
investigados en su comisión. Veamos:

3.3.1. Mediante declaración rendida ante la Procuraduría Provincial del Valle de


Aburrá, el 9 de junio de 2004, el señor Francisco Javier Holguín Ocampo, testigo
presencial de los hechos, manifestó que el 25 de junio de 2002, cuando él se
encontraba en la carretera que conduce a vereda Santa Helena jurisdicción de la
ciudad de Medellín, vio a varios “… policías que hacían tiros a un carro que se
encontraba atravesado en la carretera al lado de un bus, cuando se calmaron los
disparos sacaron a unos muchachos de un carro particular al que le hacían los
tiros, los tiraron al suelo, unos agentes se arrimaron hacia los muchachos y
les disparaban en el suelo…” (fl 7 c. o.) (negrillas del Despacho).

3.3.2. El 28 de junio de 2005, ante este Despacho, el señor Holguín Ocampo se


ratificó en lo dicho en la anterior declaración. Por tanto, señaló que para el día de
los hechos se percató que miembros de la policía nacional disparaban contra un
vehículo que se encontraba atravesado en la vía por la cual él transitaba, sin
percatarse si las personas que se encontraban dentro del vehículo también
disparaban. Se ratificó en el hecho según el cual una vez cesaron los disparos,
dos de los ocupantes del vehículo fueron bajados por los efectivos de la Policía y
rematados en el piso (fls. 181 a 183 c. o.).

3.3.3. Esa declaración coincide con la que rindió Henry Alonso Osorio Valencia,
ante el Juzgado Segundo Penal Municipal de La Dorada-Caldas, único de los
secuestradores que sobrevivió a los hechos del 25 de junio de 2002. Este testigo
señaló “… en la entrada del barrio 8 de marzo de Buenos Aires, nos encontramos
con unos oficiales de la Policía, los cuales nos hicieron el pare, corrijo, no nos
hicieron el PARE, sino que le dispararon al conductor que era Luís Emilio Aguirre
Calle, luego el carro chocó con un bus que estaba más adelante y los agentes
siguieron disparando, luego de unos minutos nos bajaron del carro a todos tres, y
allí en el suelo nos dispararon, se escuchaban voces de personas los cuales los
policiales le decían que no se acercaran, que se trataba de un enfrentamiento…”
(fls 169 a 172 c.o.).

De estos dos testimonios, surge para esta Delegada prueba seria sobre el
presunto ilícito que cometieron los investigados el día del operativo en que se
rescató al ciudadano Rubén Darío Ruiz Pérez, pues si bien es cierto hubo una
persecución y un posible cruce de disparos, acontecimientos que se ajustan al
deber funcional que la Constitución le asigna a la Policía Nacional, no sucede lo
mismo con la forma en que al parecer murió uno de los secuestradores y las
heridas recibidas por otro, pues los testimonios antes enunciados evidencian una
posible ejecución extrajudicial por parte de los funcionarios de la Policía Nacional
que participaron en el operativo, ejecución que nada tiene que ver con la función
constitucional de prevención que les asigna el artículo 218 de la Constitución
Política.

3.3.4 Igualmente, en la historia clínica número 71261008 del Hospital Universitario


San Vicente de Paúl del 25 de junio de 2002, abierta a las 8:25 p.m; paciente
Henry Alonso Osorio Valencia, se consigna que éste “….recibió hdas por PAF de
carga múltiple en torax posterior derecho y brazo derecho” (fls 62 c.o.). La
utilización de un arma de carga múltiple que no coincide con las de dotación
oficial, corrobora que hubo utilización de armas distintas a las asignadas a los
investigados -fusil galil 7.62- las cuales pudieron ser manipuladas por uno de
éstos, en consideración a que, según el testigo y el propio Osorio Valencia,
quienes dispararon contra los ocupantes del vehículo fueron únicamente los
policías ya que ninguna otra persona tuvo acceso al vehículo ni a los occiso ni al
herido.

3.3.5. La historia clínica es debidamente ratificada por el informe técnico médico


legal de lesiones no fatales número 2005C-05010400256 de abril 19 de 2005,
practicado a Henry Alonso Osorio Valencia, en el que se dejó constancia de la
presencia en el cuerpo del examinado de por lo menos 17 cicatrices producto de
un disparo con arma de fuego de carga múltiple, que le produjo una deformidad
física de carácter permanente (fls. 173 y 174 c.o.).

3.3.6. En relación con el homicidio de LUIS ENRIQUE BARRERA LOAIZA, la


necropsia 02-2445 del 26 de junio de 2002, señala que éste recibió cuatro
impactos de proyectil de baja velocidad compatibles solamente con armas cortas,
y que uno de ellos fue hecho a una distancia intermedia ya que presenta un
tatuaje escaso, elemento éste característico de un disparo a esa distancia.

Igualmente, se resalta que en el diagnóstico macroscópico de la referida


necropsia que LUIS ENRIQUE BARRERA LOAIZA fue agredido con un arma
corta ya que “…presentó heridas por proyectiles de arma de fuego, de baja
velocidad (negrilla del despacho) dos en tórax, una de las cuales penetra y
produce heridas de pulmón y corazón…” (fls. 153 a 157 c. o.). Los proyectiles de
baja velocidad son utilizados en armas como revólveres y pistolas, las cuales son
diferentes a las de dotación que portaban los uniformados que participaron en el
procedimiento objeto de investigación.

3.3.7. No existe duda para esta Delegada que los disciplinados CORDOBA
CACERES ANTONIO, LOPEZ GRANDA JAIME, GONGORA MOSQUERA
EFRAIN, COSSIO ALVAREZ HEYLER, PALACIOS PALACIOS SALVADOR y
MONCADA WILMAR HADISON, fueron los que participaron en el procedimiento
policial que terminó con la muerte de dos de los secuestradores y las heridas al
tercero, pues así quedó consignado en el informe que rindió el investigado
Palacios Palacios ante el Fiscal 55 Local de la Unidad de Reacción Inmediata de
Medellín el 25 de junio de 2002, en su calidad de Comandante de la Patrulla de
Reacción 11 (fls. 47 y 48 c. o.), documento público que es ratificado con las
diferentes indagatorias, versiones y testimonios rendidos por éstos ante el
Juzgado 187 de Instrucción Penal Militar, la Fiscalía Delegada ante los Jueces
Penales del Circuito-CTI de Medellín y esta Delegada.

4. Si bien es cierto no existe una experticia técnica que establezca con exactitud
de qué arma se hicieron los disparos que recibieron Aguirre Calle, Barrera Loaiza
y Osorio Valencia, se puede deducir que en el caso de Barrera Loaiza y Osorio
Valencia, las mismas fueron disparadas por armas diferentes a las de dotación
que portaban los señores CORDOBA CACERES ANTONIO, LOPEZ GRANDA
JAIME, GONGORA MOSQUERA EFRAIN, COSSIO ALVAREZ HEYLER,
PALACIOS PALACIOS SALVADOR y MONCADA WILMAR HADISON, pero
presuntamente accionadas por éstos, teniendo en cuenta que ni los testigos ya
referidos ni los disciplinados, señalan que en el lugar de los hechos se
presentaran personas distintas a los uniformados, ni mucho menos cerca del
vehículo impactado.

4.1. Señalan los investigados en sus indagatorias y versiones, que fueron


atacados desde lugares aledaños a donde se produjo el presunto enfrentamiento,
lo que permitiría inferir que los disparos recibidos por los tres secuestradores
fueron realizados por quienes estaban disparando en la zona. Sin embargo, según
las pruebas técnicas practicadas al cadáver de Barrera Loaiza y lo consignado en
la historia clínica de Osorio Valencia, las heridas fueron causadas por un arma
corta y otra de carga múltiple disparadas a una distancia intermedia y no a larga
distancia, como se presume hubiere ocurrido, si efectivamente estos impactos los
hubiesen hecho desde lugares aledaños al lugar de los hechos, como lo han
pretendido hacer creer los investigados en sus argumentos defensivos.

4.2. Es necesario resaltar que de los testimonios que obran en el expediente


ninguno hace referencia a disparos provenientes de lugares aledaños a lugar en
donde ocurrieron los hechos.

4.3. Es importante resaltar que el Despacho en modo alguno está cuestionando la


muerte de Aguirre Calle, uno de los secuestradores, pues según la necropsia
número 02-2446, la única herida encontrada en su cuerpo fue producida por un
proyectil de arma de fuego de alta velocidad. Lo que se cuestiona en esta
providencia es la muerte de Barrera Loaiza y las heridas de Osorio Valencia,
porque de acuerdo con las pruebas técnicas que obran en el proceso, éstas
fueron causadas con por lo menos dos (2) armas diferentes a las de dotación
oficial que presuntamente fueron accionadas por los disciplinados, únicas
personas que tuvieron la posibilidad de acercarse al vehículo interceptado y como
tal tener un contacto cercano con los secuestradores.

5. Las anteriores consideraciones son suficientes para que el Despacho no


acepte por ahora los argumentos defensivos expuestos por los investigados en
sus versiones libres, pues los mismos presentan algunas inconsistencias frente a
la prueba recaudada en el proceso hasta esta etapa procesal. Según los
investigados, se limitaron a repeler el ataque directo de los secuestradores
cuando éstos trataban de eludir el cerco tendido con el fin de detenerlos,
enfrentamiento que concluyó con la muerte de dos de los secuestradores y
heridas al tercero de ellos.

Sin embargo, el testimonio rendido en dos ocasiones por Javier Holguín Ocampo
(fls. 7 y 181 a 183 c. o.) es reiterativo en afirmar que observó cuando los
policiales disparaban al vehículo que se encontraba chocado contra el bus y que
bajaron a sus ocupantes para matarlos en el suelo con armas cortas. Declaración
que encuentra apoyo en la necropsia médico legal de LUIS E. BARRERA LOAIZA
(fls. 153 a 157 c. o.), la historia clínica y el dictamen médico legal practicado a
Osorio Velandia (fls 62 y 173 a 174 c.o.), en los que se concluye que armas
diferentes a las de dotación de la policía fueron accionadas el día de los hechos y
que fueron éstas las que cegaron e hirieron a los ocupantes del vehículo particular
en donde se transportaba al señor Rubén Darío Ruiz Pérez. Estas pruebas
incriminan a los investigados por cuanto, se repite, éstos fueron los únicos que
presuntamente tuvieron contacto directo con el vehículo, con los agresores y con
la víctima del secuestro.

6. Según los investigados fueron atacados a tiros por los ocupantes del vehículo
y por tanto hubo un intercambio de disparos que duró un lapso considerable. Sin
embargo, el estudio técnico practicado a la única arma encontrada a éstos,
dictamen AB No. 1266 del 25 de septiembre de 2002 (fls. 105 al 113 c.o.),
concluye que la prueba de residuos de disparo es positivo, pero que el proveedor
tenía una carga completa, es decir, 8 cartuchos. El Despacho se pregunta: ¿por
qué no se encontró otro proveedor? ¿Por qué las 7 vainillas sometidas a estudio
no fueron percutidas por el arma analizada si ésta fue la misma que se encontró
en la escena de los hechos?

El Despacho no está desconociendo que los ocupantes del vehículo pudieron


haber disparado el arma analizada, hecho que puede probarse con las
declaraciones del presunto secuestrado, ya que éste fue víctima de una herida
propinada con la misma. Lo que se pretende hacer ver es que ante esta
agresión, la reacción de los disciplinados pudo ser totalmente desproporcionada y
derivó en conductas ajenas al servicio, ya que una vez se repelió el ataque con
las armas de dotación, el Despacho presume que los investigados pudieron utilizar
otras para ejecutar extrajudicialmente a los captores del señor Rubén Darío Ruiz
Pérez.

7. Los disciplinados López Granda y Palacios Palacios, afirman que ellos no


saben que ocurrió después de terminado el intercambio de disparos, dado que
fueron los encargados de trasladar a Osorio Valencia al centro asistencial. Sin
embargo, en el Hospital Universitario San Vicente de Paúl, se consignó en la
historia clínica de Osorio Valencia que la atención inicial se produjo a las “20:25”
es decir, a las 8: 25 de la noche y según todos los disciplinados, los hechos
ocurrieron entre las 6 y 6:30 de la tarde, es decir, que los señores López Granda y
Palacios Palacios pudieron permanecer en el lugar de los hechos más del tiempo
que ellos manifestaron, lo que permite inferir que también participaron de los
hechos que se sucedieron con posterioridad a la finalización del contacto armado
o por lo menos los permitieron.

8. Se colige que con la conducta ejecutada por los uniformados CORDOBA


CACERES ANTONIO, LOPEZ GRANDA JAIME, GONGORA MOSQUERA
EFRAIN, COSSIO ALVAREZ HEYLER, PALACIOS PALACIOS SALVADOR y
MONCADA WILMAR HADISON, se afectó el derecho fundamental de la vida de
LUIS ENRIQUE BARRERA LOAIZA y la integridad física de HENRY ALONSO
OSORIO VALENCIA, conducta antijurídica, porque con ella se desconoció la
función pública y más concretamente el deber funcional de protección a la vida e
integridad que, en un Estado Social y Democrático de Derecho, como lo es el
Estado colombiano, cumplen sus autoridades, pero especialmente la Policía
Nacional, que en los términos del artículo 218 de la Constitución Política, está
para proteger y defender entre otros el ejercicio de los derechos y libertades, en
donde los derechos a la vida e integridad son fundamentales. Conducta que por
demás debe calificarse como dolosa, porque los disciplinados al momento de los
hechos eran conscientes de su actuar y reunían las condiciones físicas e
intelectuales que les permitían conocer el alcance de su actuación, pues es claro
que la ejecución extrajudicial riñe con el deber impuesto por la Constitución a esta
clase de funcionarios.

9. El comportamiento asumido por los uniformados CORDOBA CACERES


ANTONIO, LOPEZ GRANDA JAIME, GONGORA MOSQUERA EFRAIN, COSSIO
ALVAREZ HEYLER, PALACIOS PALACIOS SALVADOR y MONCADA WILMAR
HADISON, desbordó la función pública asignada, pues desviaron una actividad
legítima del Estado para ejecutar una conducta que trascendió la misión
constitucional asignada a la Fuerza Pública, como es la de protección a la vida e
integridad de las personas, cometiendo un acto ajeno al servicio, constitutivo por
demás de una violación gravísima a los derechos humanos, que como tal excluye
la aplicación del régimen disciplinario especial que rige a la Fuerza Pública, tal
como lo señaló la Corte Constitucional en la sentencia C-620 de 1998, y que
como tal impone la aplicación del régimen general, es decir, de la Ley 734 de
2002.

10. La ejecución extrajudicial del señor LUIS ENRIQUE BARRERA LOAIZA y la


tentativa de ejecución del señor HENRY ALONSO OSORIO VALENCIA,
personas cuya vida debía ser protegida por estos agentes, según lo ordenan los
artículos 11 de la Constitución Política; 1 de la Declaración Americana de
Derechos Civiles y Políticos; 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos; y 4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
instrumentos internacionales que forman parte del bloque de constitucionalidad en
los términos del artículo 93 de la Constitución Política, constituyen graves
violaciones a los derechos humanos que comportan falta gravísima al tenor de lo
dispuesto en el numeral 1 del artículo 48 de la Ley 734 de 2002.

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