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MARCO TEORICO

El mundo tiene hambre. Esto es una realidad para más de mil millones de personas cuando,
paradójicamente, se producen más alimentos que nunca en la historia. En muchos aspectos, el
mundo está enfermo de desigualdad e injusticia. No es solo la falta de comida lo que provoca la
tragedia, sino también la avaricia y la esclavitud en su versión del siglo XXI. 

En algunos lugares, las madres caminan bajo el sol arrastrando a sus hijos para conseguir un
poco de agua. Muchas de las que alcanzan los campos de ayuda más cercanos tienen que pagar
el doloroso peaje de ver morir lentamente de inanición a sus niños y esconder sus cuerpos de
los buitres con un poco de tierra. 

Mientras, en otras partes del mundo, donde la vida parece ser muy diferente, empiezan a
despertarse algunas conciencias. Numerosas situaciones catastróficas de algunos sitios son
provocadas por lo que se hace o, más mayoritariamente, por lo que no se hace en otros. 

Poner puertas al campo 

Inmersos en una economía global, ¿podemos intervenir en los procesos que se han desatado? En
cualquier caso, es algo que nos afectará, más tarde o más temprano. 

En el siglo XIX se cultivaban más de 7000 variedades de manzanas en Estados Unidos; en China
crecían miles de variedades de arroz; en todo el mundo se sembraban unos 5000 tipos de
patatas. Hoy, prácticamente solo se cultivan cuatro tipos de patatas. El 97% de las variedades de
verduras cultivadas a comienzos del siglo XX se han extinguido. La uniformidad genética
conduce a una mayor vulnerabilidad ante los insectos y las enfermedades. El aumento del uso de
fertilizantes, pesticidas y herbicidas ha elevado los costes, contaminado el agua y creado riesgos
para la salud. 

Hace un siglo, la gente compraba alimentos producidos en su entorno. Hoy la comida de los
supermercados del primer mundo ha viajado una media de 2500 km. Eso requiere más petróleo
e incrementa la dependencia de unos países con respecto a otros en cuanto a la comida. 

La cadena agroalimentaria se ha ido alargando. El productor y el consumidor están cada vez más
lejos entre sí y las empresas agroindustriales se han apropiado de las etapas intermedias. Los
agricultores y los consumidores son más vulnerables a las maniobras de quienes controlan el
camino que va desde la tierra hasta el humano que se alimenta de sus frutos. 

En poco más de tres años, se ha iniciado una carrera por hacerse con el control de tierras
cultivables en todo el mundo de tal magnitud que puede parecer increíble. Ya han cambiado de
dueño 56 millones de hectáreas, según datos del Banco Mundial, y decenas de millones más
seguirán la misma suerte muy pronto. Es una batalla desigual que está creando un nuevo orden
agrícola mundial, y en esta batalla hay ganadores y perdedores. 

En mayo de 2010 se reunieron en Nueva York financieros y especialistas en agricultura


globalizada de veintitrés países. Eran representantes de fondos de pensiones, fondos de
inversión, líderes del comercio de cereales y bancos. El mundo de las finanzas despertó en 2008
con la crisis financiera y se dio cuenta de que la agricultura era mucho más segura que la
especulación bursátil. 

Convergieron varios factores: crecimiento demográfico, bajo nivel de reservas alimenticias


almacenadas (en el caso de los cereales, el más bajo en treinta años) y aumento de la demanda
de alimentos en los países emergentes. Los especuladores se fijaron en el mercado de materias
primas; la Bolsa de Chicago, donde se fijan los precios mundiales, se convirtió en el foco de
atención. 
El temor a las malas cosechas disparó los precios de los productos alimenticios básicos. En los
países más pobres, cuya alimentación depende de la importación de cereales y arroz, el hambre
provocó serios disturbios. Algunos países ricos, como Japón, Corea y los países del Golfo,
tampoco pudieron abastecerse desahogadamente a pesar de tener dinero. Arabia Saudí ha
llegado a cultivar trigo en pleno desierto y exportarlo, gracias a una avanzada tecnología. Pero el
agua del subsuelo de la Península Arábiga se agota. 

En noviembre de 2009, Gobiernos de todo el mundo se reunieron en la sede de la FAO con


motivo de la Cumbre Mundial para la Seguridad Alimentaria, un acontecimiento financiado en su
totalidad por Arabia Saudí. 
¿Qué solución propusieron? Invertir en tierras cultivables de otros países para producir alimentos
y no depender del mercado internacional. ¿Dónde invertir? En todo el mundo: África, América del
Sur, Nueva Zelanda, Australia, Europa del Este y Asia Central para empezar. 

Etiopía, uno de los países más pobres del mundo, azotado por las hambrunas, se ha convertido
en foco de interés para los inversores. En 2009 se celebró allí una cumbre peculiar. El anfitrión
fue el reino de Arabia Saudí, con la presencia de cuatro ministros saudíes y algunos de los
jeques más ricos del mundo. Recibieron al primer ministro etíope en su propio suelo y a los
líderes de Somalia, Yibuti, Uganda, Ruanda, Tanzania y Kenia para exponerles los proyectos
agrícolas que albergaban para la región. Prometieron infraestructuras, tecnología y puestos de
trabajo a cambio de beneficios fiscales y arancelarios. 
Pero no eran los únicos. Ram Karuturi es un
inversor indio que llegó en 2004 a Etiopía y levantó un imperio de rosas utilizando excavadoras
traídas de Corea, invernaderos de Ecuador, sistemas de riego de Israel, motores de Alemania,
plástico de China y plantas de la India, destinando la producción a los mercados de Europa. La
deslocalización tiene como siguiente fase la agricultura. Las rosas darán paso al arroz y otras
materias primas, y para eso hay que acaparar tierras. No solo en Etiopía; también en Sudán y
Kenia. 

En Etiopía, los recién llegados pueden crear una sociedad en cuatro horas, importar su propia
maquinaria sin pagar aranceles y beneficiarse de exenciones fiscales durante varios años. El
propietario de todas las tierras es el Gobierno y nadie pregunta a las comunidades locales qué
piensan del hecho de que se les arrebate la tierra para dársela a extranjeros. Su acceso al agua
para el consumo humano y animal está también muy comprometido. 

Karuturi declara: “Todos los comerciantes de arroz del mundo estarán pendientes de nosotros
porque un tipo perdido en lo más profundo de Etiopía, con una capacidad productiva de tres
millones de toneladas de arroz puede hundir o levantar el mercado”. ¿Es esta la solución para
sacar de la pobreza a Etiopía, un país donde toda la población pasa hambre? 

En 2009, la multinacional surcoreana Daewoo firmó calladamente un acuerdo con el entonces


presidente de Madagascar que le permitía explotar 1.300.000 hectáreas de tierra (la mitad de las
tierras cultivables del país) durante 99 años sin ningún pago, solo con la promesa de creación de
puestos de trabajo e infraestructuras. Cuando el Financial Times de Londres dio a conocer la
información, el Gobierno fue derrocado. 

Del laboratorio al plato 

Usar la biotecnología para producir alimentos no es nuevo. Durante 6000 años, se ha usado la
levadura, un organismo vivo, para hacer crecer el pan y para fermentar la cerveza y el vino. Pero
ahora tenemos la ingeniería genética, es decir, estamos industrializando la comida a nivel de
células y genes. 

En el siglo XX, la fabricación de bombas de nitrógeno durante la I Guerra Mundial llevó al


desarrollo de fertilizantes químicos nitrogenados. El gas nervioso se modificó ligeramente para
hacer insecticidas. La química se acercaba inexorablemente a la tierra que producía alimentos. 

Entre los años 40 y 70, la llamada revolución verde consiguió multiplicar la producción agrícola.
Se comenzó a cultivar una sola especie en un terreno durante todo el año con grandes
cantidades de agua, fertilizantes y plaguicidas. El monocultivo se extendía. 

Después, en los años 70, una de las mayores empresas químicas, Monsanto, amplió sus
actividades a la esfera agrícola. De sus laboratorios salieron el agente naranja (que se utilizó en
la guerra de Vietnam como defoliante y causó terribles secuelas a la población y a sus
descendientes, incluyendo a los propios soldados norteamericanos), el aspartamo (un
edulcorante polémico en cuanto a sus efectos sobre la salud), la hormona del crecimiento bovino
rBGH (prohibida en Europa) y los PCB (considerados residuos tóxicos peligrosos). Hoy el 90% de
los organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos son suyos, y está presente en
71 países, con clientes en muchos más. 

En 1970, Monsanto introdujo el Round up. Desarrollado para eliminar hierbas y arbustos, en
especial los perennes, es un herbicida total que se absorbe por las hojas. Con la nueva
tecnología, Monsanto modificó genéticamente sus semillas para hacerlas resistentes a su
herbicida particular. Ahora, la empresa que vende el herbicida vende también la semilla. 

Uno de los aspectos más polémicos de la revolución verde es la patente de semillas. En América
del Norte, cualquier granjero que compre semillas transgénicas debe firmar un contrato por el
que se compromete a respetar la patente que la compañía posee sobre el gen manipulado. De
esta forma, no tienen derecho a guardar granos para sembrarlos al año siguiente. Esta patente
permite a estas firmas utilizar una tecnología que desarrolle cosechas cuya posterior generación
de semillas podrían brotar pero serían estériles. En los años 90, las corporaciones patentaron no
solo semillas transgénicas, sino también semillas no modificadas. 

Si alguien patenta un carburador, el carburador no empieza a multiplicarse dentro del coche, con
lo que no puede ocurrir que aparezca un carburador que es de otro y demanden al dueño del
vehículo por violar una patente. Sin embargo, esto sí pasa en el caso de que uno tenga tierras
cultivables en lugar de un coche. Las plantas modificadas genéticamente se reproducen, y una
vez liberadas en el entorno no se pueden controlar. 

Existen sentencias judiciales que dicen que no importa cómo llegan las semillas a un campo, sea
por el viento, las abejas, los pájaros o cayéndose de un camión que las transporta. El hecho de
que estén allí viola la patente, y todo agricultor que tenga un árbol o una semilla que se contagie
con un gen patentado, aunque sea contra su voluntad y destruyendo sus propias plantas, estará
en posesión de plantas “robadas” a la empresa propietaria del gen. 
En 1998, Méjico prohibió la plantación de maíz transgénico para proteger su legado agrícola. En
el sur del país, existen más de 150 variedades locales, una gran biodiversidad que constituye un
tesoro universal. En el año 2000, el doctor Chapela descubrió maíz transgénico creciendo en
Oaxaca. El Instituto Nacional de Ecología confirmó la contaminación del maíz mejicano. La
semilla modificada genéticamente se cruzó con el maíz local y la contaminación penetró en la
cadena genética del grano originario. Fue una gran sorpresa comprobar que las variedades
tradicionales preservadas y mantenidas localmente desde hacía diez mil años ya estaban
contaminadas por transgénicos procedentes de Estados Unidos. 

A pesar de la prohibición de plantarlo, Méjico no puede impedir la importación masiva de maíz


americano, transgénico en un 40%, ya que existe un tratado de libre comercio firmado con
Estados Unidos y Canadá. Fuertemente subvencionado por la Administración de Washington,
para los mejicanos es más barato comprar grano de maíz importado de EE.UU. que cultivarlo
ellos mismos. 

A partir de 1995 se produjo un fenómeno


importante para el futuro de la alimentación: las compañías químicas empezaron a comprar
numerosas empresas de semillas. 

En el año 2001, muchos norteamericanos se enteraron de que llevaban tiempo tomando


alimentos transgénicos en su dieta, aunque nadie se lo había comunicado. Algunas
organizaciones extragubernamentales detectaron maíz transgénico no apto para el consumo
humano mezclado con derivados alimenticios, y no hubo más remedio que hacerlo público. En
Estados Unidos no es obligatorio etiquetar los alimentos modificados genéticamente; es más, se
ha seguido una política de no distinguirlos de los alimentos tradicionales. Cuando se agrega a
un alimento un nuevo colorante, un conservante o un producto químico, se le considera un
aditivo alimentario sujeto a toda clase de pruebas para demostrar que existe la certeza
razonable de que no será nocivo. Por el contrario, si se manipula genéticamente una planta,
nadie pregunta nada. 
A las corporaciones les favorece que esto sea así. El sistema alimenticio puede cambiar
rápidamente según las opiniones de la gente. Si hay etiquetas, los consumidores pueden elegir,
y además se podría seguir el rastro de los efectos en la salud en caso de necesitar hacerlo. 

Las grandes empresas, además, financian muchos trabajos de investigación en el mundo,


especialmente cuando el objeto de estudio se refiere a semillas, transgénicos o agroquímicos,
como el que Arpad Pusztai realizó sobre las patatas transgénicas en el Instituto Rowett, en
Escocia, para preparar la llegada de los transgénicos a Gran Bretaña, con un presupuesto de más
de dos millones de euros. Cuando la BBC le preguntó a qué conclusiones había llegado,
contestó: “Como científico que trabaja en este campo, considero que es muy injusto utilizar a
nuestros conciudadanos como cobayas”. A la mañana siguiente de la emisión de la entrevista,
fue despedido y su equipo disuelto. 

Actualmente la biodiversidad del planeta, es decir, todos los organismos vivientes de la Tierra,
se han convertido en materia prima para los transgénicos. Se está trabajando en el pescado
transgénico y crustáceos comestibles, pero también en ganado transgénico y aves de corral, así
como insectos y árboles. Se cree que si se soltaran tan solo 60 salmones modificados
genéticamente, toda la población de salmones podría extinguirse en 40 generaciones. 

La distancia no es obstáculo 

Los alimentos llegan donde queremos. El mundo ha dejado de tener distancias insalvables. Cada
día, cientos de circuitos de alimentación son recorridos febrilmente, en una contrarreloj
perfectamente organizada que lleva los alimentos desde la tierra que los produce a los mercados
prefijados. 

Las patatas de Egipto recorren en carretera unos 320 km hasta Suez y, desde allí, un gran barco
las traslada a los países de destino. Las judías recolectadas en Kenia realizan una proeza mayor.
En cuanto se separa una judía de su tallo, se corta su suministro de humedad y empieza a
secarse. Cada hora que pasa bajo las altas temperaturas significa un día menos de vida en un
supermercado. Una temperatura de 5º consigue que la judía se mantenga crujiente y fresca, así
que se las traslada hasta camiones frigoríficos y después al avión, para que lleguen frescas a la
Unión Europea y Oriente Medio. Holanda posee la cuarta parte de invernaderos de todo el
planeta. En ellos, una cantidad extra de luz artificial aumenta la producción y adelanta la
cosecha, así que aunque no haya sol, las plantas siguen creciendo. La capacidad tecnológica
permite producir y llevar comida a cualquier parte del mundo. 

El uso de contenedores estandarizados ha cambiado el transporte por completo. Los productos


pueden comenzar el viaje en camión, seguir en barco y terminar otra vez en camión sin salir de
su contenedor. En estos contenedores se puede controlar la temperatura, la ventilación y la
humedad. Con unos sencillos botones, se pueden mantener frescos los alimentos en trayectos
que pueden durar semanas. En todo momento, hay seis millones de contenedores recorriendo el
planeta. Las grúas de los puertos de mercancías más grandes del mundo descargan
contenedores las 24 horas del día. 
El hambre se combate con ética 

Entonces, ¿por qué hay hambre en el mundo? Podemos hacer que una judía recolectada en Kenia
se mantenga fresca durante 6500 km de viaje para acabar en una estantería de Europa. Pero no
podemos hacer llegar un poco de comida a los niños que mueren de hambre. 

¿No podemos o no queremos? 

La seguridad alimentaria implica garantizar que todo el mundo pueda comer, y eso quiere decir
que toda la población tenga acceso a la alimentación, aunque para eso haya que cambiar el
sistema agroindustrial dominante y las políticas que le dan apoyo. La tierra, el agua, las semillas,
el aire que respiramos, los animales y las plantas no pueden ser propiedad de unos pocos, si eso
supone condenar al hambre a otros muchos. La Naturaleza es una fuente de riqueza vital, pero
no un lugar de saqueo. Es nuestro deber protegerla. 

Es hora de pretender un mundo nuevo y mejor, y como seres humanos, hemos de pretender
también rescatar unos valores morales que nos hagan mejores. Un poco de ética servirá para
combatir el hambre. El principio “piensa globalmente y actúa localmente” sigue estando vigente. 

Para saber más: 


EL FUTURO DE LA COMIDA (DOCUMENTAL). DEBORAH KOONS GARCIA. 2004. 
EL MUNDO SEGÚN MONSANTO (DOCUMENTAL).  MARIE MONIQUE ROBIN. 2008. 
LA AUTOPISTA DE LA ALIMENTACIÓN (DOCUMENTAL). ROSS HARPER. BBC. 2009 
PLANETA EN VENTA. ALEXIS MARANT (DOCUMENTAL). 2010 

Esmeralda Merino 
Corresponsal de la revista Esfinge en Madrid
INTRODUCCION

Ética en la alimentación

La alimentación ética, a diferencia de los que muchos creen, inclusive a diferencia de la


mayoría de la información que circula actualmente, NO consiste solamente en el "NO
consumo de animales" en la alimentación. De hecho hay gente que vive en
determinados lugares y que come animales, y se podría afirmar que su alimentación es
ética.

LA ALIMENTACION ETICA: Es un conjunto de pautas que como vegetarianos y/o


veganos se deben tener en cuenta, las cuales se ven afectadas en gran medida por el
contexto donde vivimos y desarrollamos. Las cuales hacen que la alimentación cause el
menor daño posible.

La alimentación ética puede clasificarse en tres grupos:

1. Se opta a una alimentación ética por compasión a los animales.

2. Segundo por una conciencia ecológica.

3. Tercero sería por motivos de ética religiosa en algunas culturas.

Por compasión a los animales:

Es el concepto más fácil de entender, y la más difundida creencia que estamos teniendo
una alimentación ética. Ya que por compasión, es decir comprendiendo el sufrimiento
de estos seres, tomamos conciencia del valor de sus vidas, y optamos por una dieta
vegetariana/vegana. Comprendiendo que esta alimentación evitará el sufrimiento y la
matanza de los animales. Dando con esto por sentado que esta alimentación es ética y
"ecológica".

La alimentación ética ecológica:

Incluye completamente a la alimentación ética por compasión. Y tiene como fin la


preservación ecológica de la cadena de alimentos, desde su origen, su consumo, su
comercialización y el estudio de los desechos que estos producen.La alimentación ética
por compasión no necesariamente comprende a la alimentación ética ecológica. De
hecho podemos llegar a ser vegetarianos, o considerarnos veganos en nuestra forma de
alimentación, y tener un comportamiento muy poco ecológico, con la vida de los otros
seres y del entorno. Lo que supondría que por más que solo comiésemos legumbres y
lechugas nuestra alimentación nada tendría de "Ética".

La alimentación ética por causas religiosas:

Es aquella alimentación en la cual se dejan consumir determinados alimentos en


determinados períodos o siempre, porque las pautas religiosas así lo indican, y su
incumplimiento llevaría a un fallo "ético" de las normas religiosas, pero no se trataría de
una alimentación ética propiamente dicha.

La alimentación ética verdadera, es aquella en la cual producimos el menor daño al


planeta en todos los sentidos, ya que si no nos sirviese para esto la alimentación solo
nos servirá para creer que poseemos una "alimentación ética" lo que sería un verdadero
autoengaño.

Si pensamos que poseemos una alimentación ética debemos incluir en el listado todo lo
que consumimos, ya sea relacionado con los alimentos que tomamos cada día, como así
también nuestra indumentaria (incluidos zapatos, bolsos, cinturones etc.), la forma que
utilizamos para desplazarnos en nuestras actividades cotidianas, el uso que le damos a
nuestros medios de comunicación, y el grado de dependencia que tengamos de consumir
productos industrializados ya sean que estén o no relacionados con los alimentos, ya que
para algunos productos como jabones o cremas cosméticas se utilizan grasas animales
entre otros subproductos derivados de éstos (no siendo esto el único daño causado por la
industria).

El multicarnivorismo, y el veganismo (como estilo de vida, no solo por lo que


comemos), podríamos decir que son los extremos de las actuales pautas alimentarias,
pero en el medio hay una serie de caminos que podemos optar para realizar una
alimentación ética de acuerdo a las posibilidades que tengamos. Las cuales nunca
debemos olvidar.
Con esto no estoy afirmando que es el veganismo la panacea de la alimentación ya que
al encontrarse en el otro extremo, puede llevarnos a la confusión y a la creencia de que
es lo más ético, cuando en realidad puede no serlo.

Recuerdo haber participado en Inglaterra de un festival vegano, donde la comida y todo


era vegano, los jabones, la indumentaria y todo era libre de productos animales, pero la
cantidad de productos desechables de plástico, bolsas, papel, y cartón que fueron a parar
a la basura era impresionante, por lo que a mi entender, la apreciación directa de esa
cantidad de residuos convertían a aquello en un grotesco espectáculo, con carteles en
contra del uso de lana de oveja, cuando el esquilarlas les aporta a estos animales un
beneficio directo, y solo se le realiza una vez al año, no provocándole a los animales
ningún dolor. Pero los cientos de Kilos de basura inorgánica producida de derivados de
petróleo, y de papel provenientes de bosques a nadie parecía importarle. Por lo que a mi
entender aquello dejaba de ser ético automáticamente, por mas vegano que fuese.

Entonces el análisis debe ser global, abierto, cultural, histórico, geográfico, y con mucha
conciencia, ya que, la producción de basura es inherente al ser humano en esta etapa de
la Historia, pues si queremos participar de una alimentación ética, para que esta lo sea
realmente, además de preguntarnos ¿QUE COMEMOS?, deberíamos preguntarnos ¿DE
DONDE VIENE LO QUE COMEMOS?

Pero este de "donde viene lo que comemos" no solo si es local o importado sino de qué
tipo de envase viene, que lo contiene, cuánto daño hace, y si es realmente necesario
consumirlo o no. Ya que cualquier envase; el de una pizza por ejemplo; demorará unos
1000 años en degradarse, si es que lo hace por completo, provocando un daño hacia
adelante una vez depositado en la basura, tal vez mas o igual de grande del que produjo
hacia atrás en el proceso de elaboración de dicho envase.

La industria alimentaria, al igual tantas otras, en lugar de haber existido para ayudarnos
pareciera ser que existe para perjudicarnos, a nivel salud (debido a la cantidad de
sustancias no aptas para el consumo humano que tienen los productos), como así
también por todo el daño medioambiental que provoca cada día, produciendo millones
de toneladas de desechos, y el maltrato y la muerte de millones de seres cada día, como
así también la modificación irreparable de ecosistemas por los métodos utilizados, como
podría ser la pesca por arrastre, destruyendo en pocas horas lo que al mar le lleva años y
años de equilibrio.

Es entonces la alimentación ética un enorme concepto, por otro lado es muy factible de
ser realizado. Es en realidad un verdadero cambio de conductas que debemos ir
produciendo poco a poco en nuestras vidas, pero necesita ser realizado con constancia y
conciencia, para realmente obtener beneficios individuales y planetarios, (Ya que el mal
uso de la palabra global, la  deja esta sin un significado verdadero, prefiero referirme a
cambios planetarios, que beneficien a todos los seres vivos de este planeta azul).

Alimentarse con ética

Alimentarse haciendo uso de la ética es la toma de conciencia ante la decisión de los


alimentos que formarán nuestra dieta, y esto es obvio que cambiará dependiendo del
lugar donde vivamos, de pautas culturales, y de las condiciones socio-económicas. Pero
puede (Y personalmente creo que debe) ser una herramienta utilizada por los seres
humanos, especialmente de los países del Primer Mundo, ya que se debe saber que: "Se
toma lo de los otros, cuando se vive en lo superfluo" este el título de un libro.

Al vivir en sociedades desarrolladas, debemos concientizarnos de las cosas que suceden


alrededor de lo que consumimos, no debe ser solo el valor económico que presentan lo
que nos debe hacer tomar la decisión de adquirirlas o no. Como budistas o simplemente
como seres humanos consientes de qué cosas se verán modificadas, por más pequeñas
que parezcan en el consumo de los alimentos que tomamos.

Hasta no hace mucho, en las cadenas de supermercados no era posible comprar una
manzana o dos naranjas, (Y en muchas este sistema sigue existiendo) sino que debíamos
comprar el paquete que el supermercado ofrecía, con seis manzanas, u ocho peras, y así
estaba todo. Estas frutas estaban colocadas en una bandeja de plástico, envueltas por
plástico transparente, el que contenía demás una pegatina de colores donde se nos
informaba el peso, el origen y el precio, y si a eso le sumamos la bolsa plástica que nos
daban en la caja cuando pagábamos, llegábamos a nuestra casa con seis manzanas y tres
elementos plásticos en el cual dos (la bandeja y la bolsa de la caja podía ser reutilizada
al menos una vez más) pero no así el envoltorio. O sea que tarde o temprano
terminaríamos tirando los otros dos que nos quedaban, esto sucedió y sucede
automáticamente cada día en las vidas de las personas que viven en países
desarrollados, y en países no desarrollados pero occidentalizados o con gran influencia
de esto sobre ellos.

Es decir el gran consumo de plástico, y de materiales no degradables, o contaminantes


de UN SOLO USO está tan asociado a la alimentación que pareciera casi imposible
tomar conciencia de esto. Cuando en realidad no está relacionado a la alimentación sino
a su industria, es la Industria alimentaria la que con su afán de generar más y más
ganancia fue ideando una serie de elementos que nosotros fuimos adquiriendo de una
manera natural y ya hay por lo menos tres generaciones, que les sería difícil hacerse
algún tipo de pregunta al respecto.

La degradación ocasionada en el planeta entrada la segunda mitad del siglo XX y los


pocos años que lleva este temerario siglo XXI, no tiene un período comparable en
ningún período histórico conocido. Dicha infame degradación es producida por la
avaricia, la codicia y la ignorancia que son inherentes al ser humano.

La ética en la alimentación y la agricultura

La producción, transformación y distribución de productos alimenticios y agrícolas


se aceptan generalmente como pautas rutinarias de la vida cotidiana en todo el
mundo. De ahí que estas actividades se hayan abordado pocas veces en el terreno
ético. Ahora bien, la alimentación y la agricultura, y los beneficios económicos que
derivan de la participación en el sistema alimentario y agrícola, son medios para
alcanzar fines que son propiamente éticos por su naturaleza. Sólo en pocas
ocasiones ha examinado la FAO valores éticos, aunque están enunciados en el
preámbulo de la Constitución de la Organización (véase el recuadro). Sin estos
valores éticos, de los cuales se analizan más abajo los más importantes, la FAO
tendría poca razón de ser.

Valor de los alimentos. Los alimentos son indispensables para la supervivencia de


los seres humanos; el hambre se deriva del olvido del derecho universal a los
alimentos. Tanto los sistemas éticos propiamente dichos como las prácticas éticas
de cada sociedad presumen la necesidad de proporcionar, a los que son físicamente
capaces, los medios necesarios para obtener alimentos y permitir que los que no
puedan procurarse alimentos los reciban directamente. El no hacerlo se considera
una injusticia, un acto poco ético, mientras que la supresión del hambre y de la
malnutrición se considera benéfica. En varios documentos internacionales se
proclama la validez de este principio ya arraigado, entre ellos la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (1948) y la Declaración de Roma sobre la
Seguridad Alimentaria Mundial (1996).

Valor de un mayor bienestar. Hoy día, casi todo Estado reconoce la necesidad de
mejorar el bienestar de sus ciudadanos. Son mejoras que también promueven la
dignidad humana y el propio respeto. Aunque son a veces necesarias obras de
beneficencia para responder a casos desesperados y angustiosos, con ellas no se
puede conseguir la mejora a largo plazo de ese bienestar, pues esto sólo puede
lograrse proporcionando a la población acceso a los conocimientos, al capital, al
empleo, la educación y las oportunidades. Además, para que florezcan una
agricultura y un desarrollo rural sostenibles, debe depararse una infraestructura
rural viable, junto con un entorno político que lo haga posible.

Valor de la salud humana. La salud humana se mejora suprimiendo el hambre y


la malnutrición. Una población sana está en mejores condiciones de participar en
los asuntos humanos y es más capaz de vivir una existencia productiva y con
sentido. Por otro lado, la protección de la salud humana también lleva consigo la
garantía de una nutrición suficiente y sirve de salvaguardia contra una alimentación
malsana. Sobre estos dos puntos, los países están de acuerdo, como miembros de
la Organización Mundial de la Salud (Constitución de la OMS, 1946) y la Comisión
del Codex Alimentarius (1963).

Fragmento del Preámbulo de la Constitución de la FAO

Los Estados que aceptan esta Constitución, decididos a fomentar el bienestar


general, intensificando, por su parte, la acción individual y colectiva a los fines de:

• elevar los niveles de nutrición y vida de los pueblos bajo su respectiva


jurisdicción;

• mejorar el rendimiento de la producción y la eficacia de la distribución de todos


los productos alimenticios y agrícolas;

• mejorar las condiciones de la población rural;

• y contribuir así a la expansión de la economía mundial y a liberar del hambre a la


humanidad; constituyen por la presente la Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación...
Valor de los recursos naturales. Todas las sociedades humanas reconocen la
importancia de los recursos naturales, que son parte del mundo natural que se
aprovechan para producir alimentos y otros bienes de valor y que son necesarios
para la supervivencia y prosperidad. Desde luego, ningún uso particular de estos
recursos tiene por qué socavar los otros usos legítimos a los que pueden
destinarse, ahora o en el futuro. Ningún uso actual tiene por qué condenar a
nuestra progenie a penalidades o privaciones sin fin.

Valor de la naturaleza. Cada vez es mayor el consenso en el sentido de que hay


que valorar la propia naturaleza. A medida que aumenta nuestro poder de modificar
la naturaleza, existe también un reconocimiento de la belleza, complejidad e
integridad de la naturaleza y de los límites para la reestructuración humana del
mundo natural. El Convenio sobre la diversidad biológica (1992) no sólo reconoce el
valor que debe atribuirse a cada uno de los organismos, sino también reconoce,
como hacen tantísimas culturas, que la propia naturaleza ha de valorarse por lo que
es.

En resumen, estos valores definen en parte quiénes somos y qué debemos hacer y,
aunque las distintas culturas pueden variar en la interpretación que de ellos hacen,
todas están de acuerdo en su importancia. Los valores de que hablamos no son en
modo alguno nuevos, y ocupan también un lugar primordial en la misión de la FAO.
Si es así, ¿por qué son de nuevo objeto de diálogo y debate? ¿Por qué la FAO se
siente obligada a plantear la cuestión de la ética en relación con la alimentación y la
agricultura?

Bibliografía

1. http://budismo-valencia.com/cafe/alimentacion-etica
2. http://www.fao.org/docrep/003/x9601s/x9601s03.htm#TopOfPage

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