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El Salto del Tequendama

El salto del Tequendama, actualmente puede ser identificado por muchos como un
símbolo de terror, pero paradójicamente dice un mito Muisca que esta cascada
natural ubicada a 30km al suroeste de Bogota, se formó por acción divina.

Seguramente, así fue. Ese gran muro de roca bañado por la cascada es muestra de
la maravilla de la naturaleza, los reflejos de la luz se estrellan en la nube de vapor
que flota sin cesar por encima de la catarata; la división al infinito de esta masa
vaporosa vuelve a caer en perlas húmedas; el ruido de la cascada se parece al rugir
de un trueno y se repite por los ecos de las montañas; la oscuridad del abismo; el
contraste entre los arboles; las plantas tropicales crecen junto a la cascada, que
termina en un mar de espuma y de vapor; todo se reúne para dar a esta escena un
toque indescriptible y grandioso.

En 1923, al lado de la llamada creación divina, se construyó una casa inspirada en el


Museo Nacional de Río de Janeiro; fue inaugurada en 1927 por una firma alemana.
Su primer uso fue como estación terminal del ferrocarril del sur. Y luego empezó a
girar en torno a ser una casa aristocrática de estilo francés, en donde solo ingresaba
la primera clase de la élite capitalina. 

Para la época, era una construcción sorprendente, puesto que fue hecha en un
precipicio y no se había conocido algo similar en el país; por esto, todo el mundo
quería irla a conocer. Debido a la masiva visita de personas, se decidió convertir la
edificación en un hotel, claro, muy exclusivo, donde seguía asistiendo solo la elite de
Bogotá y personalidades de todo el país.

Eran 1.480 metros cuadrados de construcción, cinco niveles, dos sótanos, dos pisos
principales y mil leyendas que comenzaron a tejerse alrededor del lugar.

Como hotel, funcionó hasta mediados de los años 50. Después, el Ministerio de
Obras Públicas, como cosa rara, decidió vender la propiedad a un particular.  A partir
de ese momento, la construcción fue ocupada por varios dueños y ahí comenzó el
degeneramiento de la casa; a lo que se le sumó la contaminación del río.
El Salto del Tequendama fue la casa de mamuts hace millones de años. Este lugar
prestó sus piedras para que un sin numero de personas de lanzaran a deshacerse
de sus problemas. Recibió a las grandes plumas del periodismo para que cumplieran
con contar centenares de historias, a través de la crónica roja. Fue lugar de
recreación, de aguardiente y paseos sabaneros.

Pero, durante años este rincón de Soacha padeció del olvido de los ciudadanos y de
los gobernantes, las ventanas de lo que originalmente fue una estación de tren,
luego hotel de lujo y después un restaurante eran cristales rotos y manchados.

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