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Nietzsche como antecedente de Barthes

El autor como Dios ha muerto

J. G. Maestro

Cuando hoy en día se habla de autor y llega la hora de discutir su estatuto y función en el campo de los estudios
literarios casi siempre suele aducirse en primera instancia al nombre de Roland Barthes. Sucede sin embargo
que las ideas de Barthes sobre el autor literario, se han hecho tan populares, lo cual es muy lógico dadas su
simpleza, son muy poco originales, sobre todo si leemos a Nietzsche, a T. S. Eliot, a Edgar Foster, a William
Wimsatt, o a Monroe Beardsley, entre otros; por esta razón no convienen empezar por Barthes, cuando es el
final, sino por Nietzsche que es el principio. El popular artículo sobre el autor de Barthes (1968) no es sino un
collage –ya que estamos a la francesa– retorico y reiterativo, e igualmente teológico, del fragmento 125 de la
Gaya Ciencia de Nietzsche. Citamos a Nietzsche “…”. Termino aquí esta cita elocuente y tan grandilocuente de
Nietzsche que todo el mundo conoce, que todo Dios conoce –podríamos decir.

Sin embargo para los filósofos materialistas, Dios estaba muerto desde Tales de Mileto y su célebre afirmación
según la cual “todo está lleno de dioses”. Si todo es Dios nada es Dios. Un principio semejante estará en la
base de la filosofía ateísta de Benito de Espinoza, y del mismo modo en el motor inmóvil de la metafísica de
aristotélica, es otro dios completamente muerto y por entero ignorante de cualesquiera movimientos posteriores
a él. Nada más absurdo para Aristóteles que la asistencia de un dios consciente de un mundo cuya creación se
le atribuye. El dios de los filósofos, el dios de los teólogos, el dios de la ontoteología, siempre ha estado muerto.
El único dios vivo ha sido el dios de los teólogos poéticos entre los cuales Nietzsche ocupa un lugar privilegiado.
Y no solo por haber hecho de la filosofía un refranero, si las palabras de Nietzsche tienen alguna gravedad es
solamente porque al afirmar que dios ha muerto está afirmando en realidad que lo que ha muerto es la razón.
Nietzsche es un místico que identifica la razón con dios, es decir, que identifica y subordina la razón humana a
la razón divina, la razón antropológica a la razón teológica.

Nietzsche fue incapaz de pensar racionalmente al margen de dios, fue incapaz de realizar una razón
antropológica al margen de una razón teológica. Hasta tal punto esto es así para Nietzsche y sus admiradores
posmodernos como Barthes, Derrida o Foucault, que la muerte de dios es la muerte de la razón, de toda razón,
porque para ellos no hay más razón que la razón teológica. Piensan como curas, no como hombres. Hablan
como teólogos no como filósofos, es decir, usan metáforas no conceptos. Usan figuras retoricas no figuras
gnoseológicas, lo suyo es la antropología seductora no la ciencia explicativa. Gracias a Nietzsche el discurso
posmoderno es el discurso de quienes son incapaces de usar la razón y de pensar en términos seculares y
laicos. El discurso posmoderno se basa siempre en metáforas teológicas, en expresiones irracionales. En la
negación de la razón en tanto que razón identificada únicamente con un dios inexistente y omnipresente,
haciendo del mundo interpretado racionalmente, un mundo ilegible.

El psicoanálisis freudiano y sobre todo el lacaniano es una de las mejores expresiones de como la antropología
irracional se instituye como retorica explicativa de un cosmos humano. En realidad, el discurso posmoderno es
el discurso de la renuncia y de la impotencia. No saben usar la razón humana y viven declarando una y mil
veces la muerte de la razón teológica de la cual no saben ni pueden prescindir. Para los posmodernos, como
para los reformadores y los contrareformadores de los siglos XVI y XVII, la razón teológica es la única razón
posible. Viven en la nostalgia perenne y estéril de un pensamiento divino. Todo su discurso es una patraña.
Desde la nietzscheana muerte de dios, a la no menos mística palabrería lacaniana destinada a exaltar el
analfabetismo humano previo a la inserción del recién nacido en un orden cultural e inteligente. Si el estado
previo al individuo es el fetal y embrionario, tal como postula Lacan en sus escritos, asistemáticos y retóricos,
nada habrá más valioso y perfecto que el analfabetismo general del ser humano y de todo el género humano.

Sin embargo en un mundo en el que el desconocimiento de la ley no nos exime de su cumplimiento quizás sea
mejor aprender a leer y a escribir. Y todo esto aunque un retorico como Derrida condene la escritura mediante
la escritura, la difusión editorial y comercial de libros tan populares como irracionales.

La única razón posible y factible es la razón antropológica, secular y laica. El racionalismo teológico además de
idealista e ilusorio desemboca en el irracionalismo más absoluto y monista. La razón teológica es la metáfora
fraudulenta de quien no tiene nada que decir en este mundo que dicho sea de paso, es el único existente.

Como el propio Barthes, Nietzsche es un autor de lectura fácil. Muy fácil. Sus escritos son brillantes, siempre
iluminados por metáforas atractivas. Renuncian a toda sistematicidad a cambio de pensamientos y
declaraciones atomizadas, sueltas, fragmentarias, a modo de citas, sentencias o átomos psicológicos de muy
fácil digestión. Finalmente cabe añadir que su tono de protesta, de indignación, de arrebato contra todo y contra
todos, siempre da en algún blanco. Si lo criticamos todo siempre acertaremos en algo, de hecho la
posmodernidad no es más que una retórica, paráfrasis, de los escritos de Nietzsche. Se proscribe la expresión
sistemática del pensamiento en favor de exposiciones atomizadas de cosas sueltas. Se renuncia a la idea de
verdad, es decir, a la expresión conceptual y lógico-formal de la materia, para incurrir en una suerte de limbos
exclusivamente formalistas en el que solo habitan palabras, interpretaciones, dichos, en ausencia total de
realidades que permitan verificar la verdad de lo que decimos y la coherencia de lo que hacemos.

Se sustituyen los problemas reales por los problemas falsos que exigen soluciones igualmente falsas y por lo
tanto inaplicables, es decir, se reemplazan las dialécticas auténticas, ricos-pobres, justicia-injustica, feudo-
estado, ética-moral, por dialécticas fraudulentas, hombre-mujer, blanco-negro, homosexual-heterosexual,
ciudadano-emigrante, etc.

La posmodernidad nos otorga el discurso formalista, exclusivamente formalista, de una protesta indiscriminada
contra todo, sin reflexionar racionalmente sobre nada. Ni sobre las causas reales de los problemas, ni sobre las
consecuencias materiales que deben ser puestas en marcha para subsanarlos.
El discurso posmoderno solo está sirviendo como terapia de grupo, esto es, como ejercicio psicológico a gremios
autistas y minorías imperialistas. Los nuevos feudalismos que tratan de monopolizar cada uno a su modo, el
bienestar socioeconómico y el malestar retorico cultural de la vida cotidiana de occidente.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=_XrXXGm-i2I

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