Sunteți pe pagina 1din 3

EL PROBLEMA DE LA CAUSALIDAD DE LA ENFERMEDAD

Según el modelo propuesto por Rothman en 1976 (puede consultarse aquí) se puede


hablar de causa suficiente  (si el factor o causa está presente, el efecto o enfermedad
siempre ocurre) y causa necesaria  (si el factor o causa está ausente, el efecto o
enfermedad no puede ocurrir). Considerando esto, las tres propuestas pseudocientíficas
que hemos analizado más detalladamente consideran como causa suficiente y necesaria
de cualquier enfermedad la existencia de un conflicto emocional no resuelto. Esto
equivale a decir que no haría falta nada más para que se produjera la enfermedad. Esta
asunción es desde el punto de vista científico una aberración. No se ha demostrado que
ninguna enfermedad esté producida necesaria y directamente por conflictos
emocionales no expresados o experiencias traumáticas no resueltas.

Por poner un ejemplo, el tabaco –un agente cancerígeno demostrado– no estaría


implicado en la aparición de cáncer de pulmón según la biodescodificación. Este se
produciría únicamente por el conflicto de miedo a morir (“atrapar el pedazo de aire,
puesto que sin él muero de inmediato, es algo urgente»; Vilanova i Pujó, 2016),
el conflicto de amenaza en el territorio (puede ser una pérdida real como la de la casa,
el trabajo, la pareja, etc., o una pérdida simbólica como el miedo a perder la casa, el
trabajo, etc. ya que el inconsciente no diferencia entre lo real y lo simbólico, sólo
entiende de la información que le llega a través de las emociones que la persona
siente; Luque, 2018) y el concepto de tristeza en relación al pulmón según la medicina
tradicional china (para ésta hay cinco órganos principales y cada uno tiene una emoción
asociada a su funcionamiento, en el caso del pulmón esta emoción es la
tristeza; González, 2011). Por tanto, para la sanación, en un cáncer de pulmón se debería
trabajar con ambos conflictos y también con la tristeza.

En este caso, como vemos, esta concepción de las enfermedades como causadas
completamente por aspectos emocionales deja fuera de la formación del cáncer de
pulmón al tabaco, reconocido indudablemente como factor de riesgo para este tipo de
enfermedad. De hecho, Corbera se atreve a decir afirmaciones tan graves como la
siguiente: «Si me permiten,  fume si quiere pero cuando fume siéntase que está
respirando a dios y ya verá. Porque la comida más maravillosa se puede convertir en
un veneno y el veneno se puede convertir en la comida más maravillosa solamente por
el estado emocional con el que te lo comas. Tenemos el poder de transformar la
materia porque la materia no existe, es energía” (Méndez, 2017). Sería interesante
pedir que lo demuestre, no sé, por ejemplo tomando cianuro en dosis letales pero de
manera feliz y con un estado emocional muy positivo, a ver qué tal. 

Estas interpretaciones idiosincrásicas -por no decir directamente inventadas-


ignoran la literatura científica médica y psicológica existente.

Proclamar la existencia de una relación causal directa emoción-enfermedad se aleja de


la visión de la Psicología de la salud. Ésta no niega que en la mayoría de enfermedades
los aspectos psicológicos sean importantes (como factores de riesgo o de protección),
pero esto no implica que se acepte la vía directa e inequívoca entre una emoción y una
enfermedad o síntoma. Tampoco se puede afirmar ni concebir actualmente, lo que
proponen estos grupos: la curación de enfermedades físicas simplemente a través de la
resolución de un problema o conflicto psicológico.
En definitiva, no es lo mismo decir que una emoción influye en nuestra salud que
decir que una emoción causa una enfermedad de forma directa. Este artículo de la
Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria podemos encontrar una breve
información de cómo influyen las emociones en nuestra salud.

¿QUÉ NOS DICEN LOS ESTUDIOS? 

En el caso por ejemplo del cáncer, los conocimientos científicos disponibles contradicen
el origen traumático emocional que proponen estas pseudociencias. Se sabe que son
múltiples los factores de riesgo que influyen en la enfermedad (genética, sustancias
químicas diversas como el tabaco, estilos de vida, uso de drogas, envejecimiento y
muchos otros). Como hemos venido diciendo, no existe ningún estudio científico que
relacione el origen del cáncer con conflictos internos o experiencias traumáticas no
resueltas (APETP, s.f.).

La posible relación de los factores psicológicos en el desarrollo del cáncer ha intrigado


no solo a pacientes sino también a investigadores. Se han llevado a cabo varias
revisiones de estudios científicos que no han podido demostrar esta relación. En 2004 el
investigador Bert Garssen publicó en la revista Clinical Psychology Review el
artículo «Psychological factors and cancer development: Evidence after 30 years of
research» (Factores psicológicos y desarrollo del cáncer: Evidencia tras 30 años de
investigación). Después de revisar 70 estudios científicos, el autor concluyó que «no
hay suficiente evidencia de que ningún factor psicológico contribuya de forma
irrefutable al desarrollo del cáncer«. Como vemos, ni siquiera se puede hablar de
«contribución«, mucho menos de causar directamente la enfermedad (que sería lo que
promueven las disciplinas que estamos viendo). Existen numerosos estudios que no han
podido probar que exista una relación directa entre las emociones, el estado de ánimo,
el estrés y el cáncer.

En otro estudio de revisión meta-analítica más reciente, de Ahn y colaboradores,


publicado por la revista Psycho-Oncology en 2016 Risk of cancer among patients with
depressive disorder: a meta‐analysis and implications  (Riesgo de cáncer en pacientes
con trastorno depresivo: metaanálisis e implicaciones) se concluyó, tras la revisión de 9
estudios científicos, que no se puede demostrar que las personas con trastorno depresivo
tengan mayor riesgo de desarrollar cáncer.

CULPABILIZACIÓN DEL PACIENTE

Uno de los problemas de estas corrientes es que todos tenemos emociones y muy
probablemente hayamos pasado por algún conflicto emocional de mayor o menor
magnitud, así que todos podemos llegar a reconocernos como supuestos causantes de
nuestras enfermedades. Y se nos plantea la duda: Si mi cáncer está producida por
determinado conflicto psicológico ¿entonces yo me he creado mi enfermedad? Y si
modifico esto y resuelvo dicho conflicto, ¿entonces yo mismo/a puedo curarme?. En
relación con esto escribía de manera directa y honesta una paciente (y amiga) hace un
tiempo. 

La culpabilización del paciente como causa de su enfermedad es una de las


consecuencias de estas corrientes. Además, uno de los motivos que llevan a las personas
a usarlas es que se presenta la solución a los problemas como «fácilmente alcanzable» si
uno se esfuerza. Si estas terapias no funcionan (nunca funcionan, aunque pueda
parecerlo a veces por el efecto placebo, regresión a la media, homeostásis o sesgos de
confirmación), está claro que es por culpa del paciente, con lo cual de nuevo la
culpabilización en la curación.

Esto puede resultar devastador desde el punto de vista psicológico en personas


desahuciadas y vulnerables, muchas veces diagnosticadas de enfermedades graves y que
acuden a estas pseudoterapias en búsqueda de soluciones milagrosas. Estas personas
pueden llegar a confiar en la posibilidad de evitar efectos secundarios de tratamientos
convencionales y curarse (algo que no sucede).

Enric Corbera, por ejemplo, se ha atrevido a decir en algunos de sus vídeos subidos a
YouTube frases tan culpabilizadoras como «Siempre se mueren los buenos, y yo digo:
‘No, los gilipollas» (Cedeira, 2017; Garrido, Núñez y Hernández, s.f.; Méndez, 2017).
Muchos de estos vídeos no se pueden consultar actualmente en YouTube porque
Corbera ha reclamado derechos de autor. También han sido retirados y relegados al
ostracismo vídeos donde se hablaba de casos tratados con BNE que habían llegado a
una supuesta «sanación«; su retirada ha ocurrido después de que estas personas
fallecieran a causa de su enfermedad.

Otro ejemplo de esto es la despreciable culpabilización que realiza Corbera de padres de


hijos con enfermedades graves: «Una de las mayores violencias  que existen es la
sobreprotección. Cuando tenemos mamás con hijos que tienen leucemia, ya sabemos
que allí puede haber violencias silenciosas que el niño somatiza en forma de una
enfermedad tan grave como es la leucemia”. (Méndez, 2017).

EL PODER DE LA CHARLATARNERÍA

No podemos dejar de plantearnos qué lleva a una persona enferma de cáncer a


abandonar los tratamientos con gran aval científico que se ofrecen en los servicios
sanitarios en este país para adentrarse en intervenciones pseudocientíficas que no
cuentan con ningún respaldo de la ciencia.

Muchos pueden ser los factores, que pueden depender tanto del individuo (p.e. la
desesperanza, haber sido desahuciados por la medicina convencional, las creencias
mágicas). Pero también hay un aspecto a tener en cuenta, el poder de la charlatanería.
Los individuos que profesan estas pseudoterapias están convencidos de su poder
curativo y son muy persuasivos con los pacientes que se acercan a conocerlas. Las
presentan como terapias alternativas a las tradicionales, con altos porcentajes de
curaciones. Además, plantean sencillos mecanismos tanto en la producción de
enfermedades como en su curación, que son fácilmente entendibles por personas sin
conocimientos sanitarios, lo que resulta en un principio muy simple y atrayente.

S-ar putea să vă placă și