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MARXISMO, MORAL Y CUESTIÓN ANIMAL

@Babeuf__

El presente escrito trata de sintetizar, desde una óptica marxista, el conjunto de las problemáticas
suscitadas a raíz de un debate en principio circunscrito a la cuestión animal. No obstante, dado el
intercambio de posicionamientos habidos, la discusión se ha ampliado y profundizado hasta tocar
otros temas aún más relevantes, a saber: la naturaleza y los objetivos históricos del marxismo como
cosmovisión proletaria, y su relación con (su modo de afrontar) las contradicciones existentes en el
seno de nuestra especie (relaciones sociales de la humanidad escindida en clases), entre nuestra
especie y la naturaleza y, dentro de ésta última, entre la humanidad y el reino animal.

Antes de entrar en materia quiero agradecer a @RanaBolchevique el esfuerzo por articular una
respuesta meditada y en clave ideológica, más aún viendo que las reacciones al presente debate por
parte de ciertos sectores ha sido diametralmente opuesta (yendo del insulto a la indirecta, pasando
por la más ruin demagogia). También agradezco a @liandoeltaquete que sus apuntes y aclaraciones
se hayan dado en un tono cordial. No obstante, he intentado leer toda aportación argumental a la
controversia, aunque se diera bajo formas poco deseables, e intentaré dar respuesta también a esas
personas en este texto.

Una última aclaración antes de entrar en materia: en pasadas intervenciones yo me limité a abordar
la cuestión animal, dejando de lado otros elementos como el problema medioambiental, únicamente
porque el debate estaba planteado en esos términos y mi intención era señalar las contradicciones
del antiespecismo. Sin embargo, al calor de los ricos aportes de @RanaBolchevique, la perspectiva
se ha ampliado (cosa que celebro) y permite un tratamiento más justo y concreto de la cuestión,
alejándonos de consideraciones morales que sólo entorpecen el esclarecimiento teórico de la
vanguardia.

Unas palabras sobre la naturaleza del marxismo

Creo necesario observar, en primer lugar, que la aportación de @RanaBolchevique difiere


sustancialmente de las de otras personas que han suscrito su intervención. Este compañero ha
abordado el debate desde el punto de vista que yo antes reclamaba: no dando necesariamente por
hecho que el Comunismo deba emancipar al reino animal, sino intentando demostrar esta tesis
desde el análisis concreto de las necesidades de la revolución. A pesar de que yo no esté de acuerdo
con todo lo dicho por él, creo que este punto de partida es cualitativamente más elevado que el
aportado por otras personas, por lo que prestaré más atención a su texto a la hora de articular mi
respuesta.

Una vez dicho esto, y para dilucidar si efectivamente el marxismo revolucionario tiene entre sus
cometidos la liberación de los animales, es imprescindible observar la historicidad de aquél, de la
que se derivan sus fines (sus objetivos últimos, allí donde acaba su vigencia) y sus medios (los
instrumentos de que se dota, es decir, las mediaciones que establece entre el presente capitalista y el
futuro comunista).

En este sentido, la definición del marxismo que nos dan los clásicos no puede ser más elocuente.
Vayamos con Marx, que resume sus aportaciones históricas (es decir, los pilares fundacionales del
marxismo) de la siguiente manera:
“Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida
a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce,
necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que
el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases...” (Marx en una
carta a Weydemeyer, 1852)

Como vemos, el terreno en el que Marx se mueve es siempre el de la lucha de clases y, más
concretamente, habiéndose elevado a la comprensión del proceso histórico, adopta (crea) la
perspectiva subjetiva del proletariado revolucionario. Es precisamente éste el salto que le hace
superar su conciencia filosófica anterior, de corte feuerbachiano y humanista (transición entre la
izquierda hegeliana y el materialismo histórico), y dar a luz al comunismo como “la doctrina de las
condiciones de la liberación del proletariado” (Engels. “Fundamentos del Comunismo”, 1847).
Esto, que podría parecer una perogrullada, es imprescindible para comprender la naturaleza del
marxismo. El camarada @T_Rejected lo ha señalado muy convenientemente al advertirnos sobre el
peligro idealista (al calor del problema de la “esencia humana”) de una mala lectura
(descontextualizada, absolutizadora) de los Manuscritos de Marx del 44. En ellos todavía no ha
situado en la cúspide de la pirámide que es la sociedad la escisión interna del género humano en
clases antagónicas, sino que, más bien, esta lucha de clases aparece como fenómeno motivado la
pérdida de aquella “esencia”, y ve en el proletariado el instrumento para su restitución. Por lo tanto,
en cierto sentido, los Manuscritos revelan una concepción del mundo aún humanista, es decir,
burguesa, interclasista, precomunista (para profundizar en esto, recomiendo encarecidamente la
parte II de la Nueva Orientación. PCR). Esto será útil más adelante para comprender la relación
humanidad-naturaleza o, expresado en términos de los Manuscritos, la relación entre el “cuerpo
orgánico” y el “cuerpo inorgánico” de la humanidad.

Veamos otra cita ilustrativa de Marx, en la que trata de definir la naturaleza del comunismo:

“Este socialismo (el revolucionario) es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura


de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de
clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan,
para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción,
para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales.” (Marx en “Las luchas
de clases en Francia”, 1850)

Esta definición, si bien es menos exacta que la anteriormente citada (habla de suprimir las
“diferencias de clase” y no las clases mismas), es, paradójicamente, algo más profunda pues,
además del aspecto infraestructural (relaciones de producción), también alude directamente a lo
superestructural (relaciones sociales e ideología). Pero, como vemos, ese salto dado por Marx de la
“esencia humana” a las necesidades del proletariado revolucionario es notorio y teóricamente
crucial. ¿Por qué? Porque delimita el radio de acción del pensamiento marxiano, lo concreta y, por
lo mismo, lo hace históricamente operativo: es el salto de la inocua interpretación filosófica del
mundo (que denuncia como caduca en sus “Tesis sobre Feuerbach”) a su transformación práctica
(praxis revolucionaria, el comunismo como “movimiento real que anula y supera al estado de cosas
actual” (Marx y Engels, “La ideología alemana). Así, resulta obvio que nunca ha figurado entre los
pilares del marxismo nada más que emancipar a la humanidad a través de la praxis (y de la
dictadura) revolucionaria del proletariado, es decir, no va más allá de terminar con la organización
de la sociedad en clases antagónicas, lo que implica la abolición de la propiedad privada (en el
sentido de la apropiación individual del trabajo ajeno, que va más allá de su abolición jurídica) y de
la división social del trabajo, así como del resto de instituciones sociales que engendran (el Estado,
la familia, etc.) y las ideas que de esa realidad brotan. Por lo mismo, introducir en este corpus
teórico a los animales como sujeto político a emancipar implica revisar completa, absoluta e
innegablemente los fundamentos de la doctrina marxista, subvertirla ontológicamente y
resquebrajar su historicidad. Pues no debemos olvidar que, al igual que otras formas de conciencia
como la misma ciencia, el marxismo no es eterno ni insuperable: es el último hijo legítimo de la
sociedad de clases, y su cometido es terminar con ella en un glorioso parricidio. O sea, su meta es el
Comunismo. Punto. Más allá de este punto, otorgar al marxismo vigencia y la capacidad de seguir
resolviendo contradicciones es cuanto menos aventurado, pues obvia que a formas superiores de
organización de la vida social (en este caso, el comunismo) corresponden también formas
superiores de conciencia, que conserven todo lo que el marxismo ha aportado (una reformulación
materialista de la dialéctica, la fusión ser-conciencia que abre la puerta a la autotransformación de la
humanidad, etc.) pero que lo superen y supriman como ideología de clase que es.

Todo esto nos sirve para refutar la acusación de “utilitarista” que se ha vertido sobre mi
posicionamiento. En primer lugar, cabe aclarar que, si en mis intervenciones he usado este término
(“utilidad”, “razón instrumental humana”), ha sido para sacar a flote las contradicciones del
antiespecismo. Dado que, como hemos visto, la “liberación animal” no tiene acomodo posible entre
los pilares del marxismo (no constituye, ni remotamente, uno de sus principios), sólo se podría
contemplar dicha “liberación” abandonando la posición de clase del proletariado o, (si no se quiere
revisar el marxismo) como el epifenómeno de un cambio consciente en la dieta humana motivado
por criterios de salud, es decir, como resultado de intereses humanos y no como respuesta política a
unos metafísicos “derechos de los animales” (si ya es desechable por idealista y burguesa la noción
de “Derechos Humanos”, ¡cómo admitir desde el marxismo unos “derechos de los animales”!). No
obstante, como sabemos (y como ha quedado claro a lo largo del debate), esta última opción
representa, para los antiespecistas convencidos, un criterio genuinamente “especista”. Y esa era la
contradicción que quería sacar a relucir: la “liberación animal” es, en el mejor de los casos, una
decisión “egoísta” del género humano; en el peor, una flagrante revisión y/o renuncia al marxismo.

Al margen de eso, cuando he usado el vocablo “útil” (fallo mío por no haber aclarado la cuestión),
ha sido en un sentido netamente político (según la RAE, útil significa “que trae o produce provecho,
comodidad, fruto o interés” o aquello “que puede servir y aprovechar en alguna línea”; y, dado que
la política es, en esencia, la pugna de líneas e intereses contrapuestos, mi uso de tal vocablo no
puede ser, en ningún caso, tachado de erróneo). De hecho, ha sido en respuesta al requerimiento de
@liandoeltaquete, que solicitaba un análisis político de la cuestión animal. Al calor de lo mismo,
@RanaBolchevique me recuerda, con plena razón, que el desarrollo de la ideología proletaria no se
vehicula, en lo esencial, por la “utilidad inmediata”. Al margen de lo curioso que me resulta que se
realice esta advertencia a alguien que suscribe la Línea de Reconstitución (¿hay algún sector de la
vanguardia menos apegado a cualquier clase de inmediatismo que nosotros?), creo que esto nace de
la incomprensión de mi postura. Como decía, la utilidad aquí referida no es inmediata ni
espontánea, sino estratégica y consciente. La pregunta, sin el (quizá) confuso término “útil”,
quedaría así: ¿para qué necesita el proletariado revolucionario, en el cumplimiento de sus tareas
históricas, la “liberación animal”? ¿Dónde y cómo encaja el mundo animal en la definición de los
objetivos, intereses y metas del Comunismo? Ésta es la pregunta que debe resolver cualquier
persona antiespecista si, como pedía con razón @liandoeltaquete, partimos de un análisis político y
no moral. Él la responde de una manera sencilla, limitándose a aseverar:

“Liberar al mundo animal [que no es sino liberarnos como humanos] es una necesidad de la
revolución. es la revolución. Es parte integrante de ella como liberación de toda opresión. No es
postergable, no es opcional; es ella. Como dices, la liberación humana no es diferenciable de la
proletaria, y la humana no lo es a su vez de la animal.”

Pero esto no resuelve la cuestión. De nuevo, su aportación se queda en el terreno de las


afirmaciones categóricas previas a cualquier análisis concreto, lo que convierte su posición en un
apriorismo teóricamente injustificado. Nos dice que la “liberación animal” es una “necesidad de la
revolución”, incluso que “es ella”, pero no nos dice por qué ni de qué modo. Luego rastrearemos el
origen de esta confusión, que no deja de ser bastante sutil.

En todo caso, se podría decir (y quizá así lo hagan), que la “liberación animal es una necesidad de la
revolución” porque, como dice el compañero al que acabamos de citar, ésta es la “liberación de toda
opresión”. Pero esta noción (“¡contra toda forma de opresión!”), en la tradición marxista, siempre
ha hecho referencia a la opresión social (nunca se ha contemplado otra), es decir, a la opresión que
es producto genuino de la sociedad clasista, una opresión entre diversos grupos humanos.

Se podría decir más: con toda seguridad, desde el punto de vista de cada lucha o reivindicación
parcial, el marxismo es susceptible de ser acusado de “utilitarista”. Recordemos sólo dos ejemplos.
Primero, la concepción leninista de la agitación y la propaganda: ésta se articula, precisamente,
denunciando cada expresión de opresión que el mundo capitalista inevitablemente produce. No
obstante, ¿lo hace por una identificación inmediata con los intereses de tal o cual oprimido en
particular? Es obvio que no, y sólo habría que ver, por ejemplo, las campañas socialdemócratas
contra la represión del zarismo a los zemstvos (Lenin, ¿Qué hacer?). Nadie se atrevería a decir que
los intereses proletarios y los de los jefes de los zemstvos eran coincidentes. Por lo tanto, los
marxistas “utilizamos” (¡no se asusten por un simple vocablo!) toda manifestación de opresión para
hacer valer nuestros intereses concretos como clase (insistamos, estratégicos y no tácticos,
históricos y no inmediatos), realizar agitación política e incorporar a cada vez más masas a nuestro
movimiento revolucionario. En segundo lugar, y como ya nos adelanta genialmente el camarada
@realabstraktion, el ejemplo de la cuestión nacional es perfecto. Es de sobra conocido que la
democracia tampoco está entre los principios ideológicos proletarios (es un principio político
burgués), y que, por lo mismo, la intervención de los comunistas en esa problemática se limita,
como dejó sentado Stalin, a “despejar” el camino para el desarrollo de la lucha de clases proletaria,
a “limar” las asperezas nacionales (burguesas) que se interponen entre un proletariado dividido
nacionalmente y sus intereses históricos internacionalistas y universales. ¿No es esto puro
“utilitarismo”, la “instrumentalización” de la problemática nacional? ¡Así lo creerán, sin duda, los
nacionalistas de todo pelaje, pero no los proletarios conscientes!

En definitiva, de la misma manera que el independentismo, si se quiere envolver con la bandera


roja, es la más flagrante desviación nacionalista e igual que la búsqueda de una “esencia humana”
ahistórica es una desviación humanista, podemos decir que el antiespecismo, envuelto de rojo, es la
más explícita desviación animalista.

Sobre la relación de la humanidad con su “cuerpo inorgánico”

Sea como fuere, hay que hacer notar que es precisamente en este punto de la controversia donde
@RanaBolchevique intenta introducir ese análisis concreto, meramente político (el que
@liandoeltaquete ha dado por hecho), y ahí reside, desde mi punto de vista, el punto fuerte de su
intervención. Aunque creo que su exposición no resuelve satisfactoriamente el problema –al menos
no para concluir que el antiespecismo “encaja” con las necesidades del proletariado
revolucionario–, su proceder es diametralmente opuesto al de otras personas que han intervenido
(de las más diversas formas) en el debate: de hecho, quita implícitamente la razón a muchas de
ellas, pues al desplazar los criterios morales por otros de naturaleza ideológica y política está
cuestionando, de facto, que la “liberación animal” sea un fin en y por sí mismo, presupuesto de
antemano. Mucho me temo que la entusiasta acogida de su relevante aportación por parte de
antiespecistas refleja una lectura superficial de su escrito y/o del debate en su conjunto.
De cualquier modo, rebobinando un poco, el nudo gordiano de este punto del debate (relación de la
humanidad con su “cuerpo inorgánico”) quedó expresado la siguiente pregunta hecha por el
compañero @liandoeltaquete en su primera intervención:

“No he leído mucho de vegan[ismo] pero creo que un buen pto[.] de partida está en los
Manuscritos, Marx comenta que somos part[e] del cosmos y en particular de la Naturaleza y que
ésta es nuestro 'cuerpo externo', ¿somos libres si ejercemos esa dominac[ió]n?”

A lo que yo respondía, en mi primer twitlonger:

“...se preguntaba el compañero @liandoeltaquete que si podíamos ser libres ejerciendo tal
dominación sobre la esfera animal de nuestro “cuerpo inorgánico” (la naturaleza toda).
Naturalmente, la respuesta es negativa. Pero parece también obvio que esa relación enajenada no
puede subsanarse sin resolver previamente la problemática específicamente humana, esto es, su
desdoblamiento en clases antagónicas.”

En este punto, ciertamente, mi argumentación parecía adolecer de una contradicción que el


compañero ha señalado certeramente. Si no podemos ser libres sin la “liberación animal”, pero la
“liberación animal” sólo es posible tras la emancipación de la humanidad, entramos en una
paradoja, en un bucle sin salida que sólo tiene dos soluciones: o identificamos la “liberación
animal” con la humana (es decir, postulamos que aquella es parte de ésta), o las separamos
ontológicamente de manera clara.

Dada la argumentación hilada en el primer apartado, es obvio que, desde mi punto de vista, ambas
instancias deben separarse. ¿Por qué? Porque, aquí, la posición antiespecista ha hecho una pequeña
trampa que nos ha llevado a la confusión. Veamos.

El compañero @liandoeltaquete se interrogaba sobre la posibilidad de ser libres ejerciendo cierta


dominación sobre la naturaleza. Di por hecho que se refería a esa relación de enajenación entre la
humanidad y la naturaleza (incluyendo animales). La respuesta de @atodaslasunidades al tuit del
compañero vino a confirmar esta interpretación, aludiendo al “distanciamiento del ser humano con
la naturaleza”. De aquí venía mi respuesta: en efecto, el humano difícilmente puede ser libre si su
relación con el medio natural (incluido el animal) es de enajenación. ¿Dónde reside, pues, la casi
imperceptible trampa? Pues, concretamente, en que ellos estaban identificando e igualando
cualquier utilización humana de los animales con esa relación enajenada, lo que es falaz. No hará
falta indagar mucho para demostrar esto. Es el mismo Marx, en los Manuscritos, quien establece
que el “distanciamiento del ser humano con la naturaleza” se da con motivo de la aparición de la
propiedad privada (aunque hay que notar que, aquí, invierte la fórmula real por ese deje humanista
presente en los Manuscritos, y habla del trabajo enajenado –es decir, de la pérdida de la “esencia
humana”– como origen de la propiedad, y no al revés: la enajenación –en tanto fenómeno social–
como resultado de la propiedad privada):

“La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo
enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo.”

Así pues, es perfectamente obvio que la humanidad, antes de conocer (crear) cualquier institución
social opresiva –propiedad privada, familia, Estado...–, ya hacía uso de su “cuerpo inorgánico” sin
tener, por ello, una relación enajenada respecto a él. La humanidad del comunismo primitivo
consumía animales como alimentación, los usaba como abrigo, etc., sin implicar ello ninguna clase
de “especismo”. Por lo mismo, la humanidad se puede emancipar a –y de– sí misma y retomar una
relación libre y en un nivel superior con su “cuerpo inorgánico” sin por ello tener que ser
absolutamente vegana y “antiespecista”.
Pasando ahora a tratar los principales argumentos de @RanaBolchevique, estos, en un primer
momento, se podrían resumir sucintamente en los siguientes puntos:

1) El ser humano “objetiviza” a la naturaleza (en el sentido de que se opone a ella como sujeto
consciente, doy por hecho).
2) No sólo se constituye en sujeto consciente, sino que se convierte en aspecto principal de esa
contradicción (humanidad-naturaleza).
3) A pesar de lo cual, la humanidad sigue siendo parte de la naturaleza, y ésta la base (medios de
vida y objeto de trabajo) de su desarrollo.
4) La naturaleza no queda como aspecto puramente pasivo, sino que también condiciona el
desarrollo humano.
5) En la era imperialista, esa relación de oposición enajenada humanidad-naturaleza llega a su grado
más elevado y
6) Esto provoca que la misma naturaleza limite (e incluso pueda truncar) el desenvolvimiento de
nuestra especie.

Sobra decir que estoy, en términos generales, de acuerdo con todo lo aquí señalado. Como digo en
la introducción, si no mencioné nada de esto en las primeras intervenciones es porque me limité a
señalar deficiencias y contradicciones teóricas del antiespecismo. No obstante, ahora que se pone
sobre la mesa, intentaré articular estos elementos con el resto del debate.

De los puntos expuestos, el compañero @RanaBolchevique concluye la importancia de dar un


tratamiento consciente a la problemática del mundo natural (medioambiental), incluyendo en él el
mundo animal. Sin embargo, me parece importante hacer algunas matizaciones.

Podríamos decir que la naturaleza es el telón de fondo sobre el que se representa la gran obra de la
lucha de clases. Ésta (la lucha de clases) es lo principal y determinante cuando hablamos de
material social, es decir, de problemáticas humanas, sin que ello reste importancia a lo primero (la
naturaleza toda): si ese telón natural se quema totalmente, no habrá siquiera escenario al que puedan
subir los actores históricos (las clases).

El papel del proletariado revolucionario en esta representación es muy particular: tiene que escribir
su propio guión alternativo al que se está ejecutando (teoría revolucionaria), organizar a una
creciente fracción del elenco de actores en base a ese guión (constituir el PC), arrebatar la dirección
de la obra a los capitalistas (Guerra Popular) e ir materializando su propia historia mientras lidia con
los ecos y la reproducción de la antigua (Dictadura revolucionaria del proletariado) para terminar
disolviéndose en una representación cualitativamente nueva, en la que ya no haya papeles a los que
dar vida, sino una vida que trascienda el papel (Comunismo).

Por lo tanto, el telón de fondo es un aspecto secundario (que no irrelevante, claro) para el
proletariado revolucionario. Éste debe tomar primero el control absoluto de la función, pues es el
único lugar desde el que puede, efectivamente, apagar después el telón (que ya está en llamas, pero
que se quema a fuego lento). Sé que el punto de vista de @RanaBolchevique no difiere aquí del mío
(dice explícitamente que la contradicción capital-trabajo es lo primordial), pero lo señalo para
enmarcar la problemática medioambiental en su justo contexto. Pues dice que:

“Aparece el medio ambiente en absoluto como agente pasivo y externo como materia a objetivar
por el ser humano; sino que aparece hoy como propio límite al desarrollo irracional (en un sentido
dialéctico) de las fuerzas productivas “
Sin ser esto mentira, parece obviar el hecho de que los límites del desarrollo de las fuerzas
productivas tienen otras expresiones más a corto plazo que la degradación de la naturaleza. Para
empezar, ya vemos esos límites en la superpoblación relativa (“ejército industrial de reserva”), en
sus crisis cíclicas de sobreproducción y, en última instancia, en la guerra imperialista de rapiña. Los
tres factores mencionados suponen ya límites relativos a ese desarrollo capitalista, cada uno de ellos
con una frecuencia menor, aunque con una repercusión mayor, que el anterior (superpoblación
relativa hay siempre, crisis cíclicamente, y guerras imperialistas sólo periódicamente). Podríamos
decir, si se me permite la analogía, que cada una representa una “longitud de onda” distinta del
mundo capitalista. Mundo que sería, a su vez, una contradicción corpuscular-ondulatoria (capital-
trabajo en la cúspide, pero también Estado-nación, países imperialistas-naciones dependientes,
contradicciones interimperialistas, etc.)

Por lo tanto, ese telón de fondo en llamas (la degradación de la naturaleza) desemboca más bien en
una asfixia progresiva y paulatina de la humanidad y no tanto una extinción repentina. Y, aun con
todo, me atrevería a decir que el capital bien podría resurgir, y quizá más fuerte que nunca, mientras
quede algo en pie de nuestra maldita civilización; aunque sólo sea, literalmente, un mundo hecho de
ruinas, cenizas y polvo. De ahí que haya que poner siempre en valor la revolución proletaria y el
Comunismo como única forma de hacer virar el timón irreversiblemente (de nuevo, sé que
@RanaBolchevique está de acuerdo, en lo esencial, con esto).

Por este camino –el de la degradación de la naturaleza como límite “absoluto” para el capital– llega
el compañero a otra conclusión referente a las fuerzas productivas. Dices que:

“Si pensamos hoy que el socialismo continúa siendo “electrificación y soviets” estamos abocados a
la pura barbarie por mucho que haya triunfado el movimiento más elevado y autoconsciente del ser
humano.”

¡Totalmente de acuerdo! Pero hay que ver aquí, de nuevo, que la consigna de “electrificación y
soviets” llevaría hoy a la barbarie; ahora bien, no principalmente por consideraciones de índole
ecológica, sino por ser absolutamente inoperante para la revolución. No obstante, mucho me temo
que este acertado recordatorio refuerza mi posición sobre la no-inclusión del mundo animal como
sujeto político en el marxismo. Me explico.

Precisamente por haberse demostrado en el pasado Ciclo que el productivismo era un suicidio para
la revolución, ya que, obviamente, el desarrollo de las fuerzas productivas no supone
mecánicamente el alumbramiento de nuevas relaciones de producción (y sociales), el nuevo Ciclo
deberá poner la conciencia al mando y generar esas nuevas relaciones de manera deliberada y
primordial. (Además, hay que advertir que, en virtud de la dialéctica, esas nuevas relaciones
sociales y de producción van a desatar nuevas fuerzas productivas, de naturaleza superior, que las
antiguas relaciones cohibían. Como analogía, quizá se pudiera relacionar con la epigenética: nuevos
“ambientes”, dinámicas y rutinas permiten la expresión de unos “genes” cuyo “florecimiento”
impedía el viejo mundo con su ambiente enteramente hostil e insano.) Estas nuevas relaciones de
producción son el contenido esencial de la consigna revolucionaria “¡socialización de los medios de
producción!”, que se opone a la consigna estaliniana de “¡desarrollar la industria pesada!”.
Precisamente por esto, y como sabemos que “de lo que aquí se trata no es de una sociedad
comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente
de la sociedad capitalista” (Marx, “Crítica al programa de Gotha”), parece obvio que, en medio
mundo (si no más), los animales siguen siendo, objetivamente, medios de producción e
instrumentos de trabajo. Y por mucho que le pese al antiespecismo, socializar esos medios de
producción, aunque sean seres vivos, tiene aún un sentido revolucionario. De hecho, esto ya ha
ocurrido en experiencias como la china y la albanesa (donde se socializaban entre el campesinado
pobre los animales de labranza que eran propiedad de los terratenientes), y apuesto a que tendrá que
repetirse en la mayoría de los países dependientes, así como en las regiones agrícolas más atrasadas
de naciones no necesariamente subdesarrolladas. Igualmente, el acceso al consumo de productos
cárnicos o derivados de los animales es, en medio mundo (si no más), una conquista revolucionaria
que oponer a la miseria, la depauperación y el hambre generalizados. Y, de nuevo, como “de lo que
aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de
una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista”, difícilmente va a disponer una
revolución recientemente triunfante de una completa industria vegana lista para satisfacer las
necesidades alimenticias de millones de individuos. (Un ejemplo cercano, anecdótico pero
igualmente gráfico, es una famosa acción de los GRAPO donde expropiaron y repartieron en una
barriada obrera toneladas de embutidos. ¿Es esto “especista”? Si la revolución, ¡incluso en un país
imperialista!, tiene que expropiar alimentos para el consumo de las masas, y entre ellos se
encuentran derivados de los animales, ¿encontrará a los antiespecistas enfrente? Apuesto a que sí,al
menos a los más coherentes). Como vemos, los intereses de la revolución proletaria no sólo no son
coincidentes inmediatamente con los del reino animal, sino que, de hecho, sobre todo al principio
(como señalaba @realabstraktion respecto a la naturaleza en general), se le opondrán frontalmente.

No obstante, sí creo que hay tendencias más a largo plazo que, como dije anteriormente, si no
“liberan” al mundo animal, sí mejoran notablemente su situación y sientan las bases para que,
sencillamente, dejemos de consumirlos a largo plazo (porque no lo necesitaremos). En primer lugar,
es obvio que con la expropiación de los capitalistas y, por tanto, con la supresión de los intereses
monopolistas, se elimina la primera barrera: un consumo “artificialmente” exacerbado de productos
cárnicos y derivados de los animales (leche, por ejemplo) que fracciones burguesas impulsan y
sostienen por pura necesidad de acumulación. Igualmente, dado que la revolución es al fin y al cabo
la lucha contra la producción de mercancías, en la medida en que esto se vaya consiguiendo los
animales verán notablemente aliviada su situación, ya que lo más determinantemente cruel en el
trato que reciben actualmente son las condiciones de higiene y hacinamiento (que producen
enfermedades, malformaciones, etc.) y una muerte bastante poco “limpia” (agónica, sufrida). Pero
es sobradamente conocido cómo sociedades menos avanzadas (y el comunismo primitivo vuelve a
ser aquí un buen ejemplo) consumían de diversos modos animales y derivados con un grado de
respeto por sus vidas infinitamente mayor, precisamente por ser medios de vida y no mercancías (y
a esa relación no-enajenada es a la que tenemos que volver, en un plano superior). Es más: no
parece aventurado decir que el veganismo y su posmoderna proyección antiespecista (podríamos
decir lo mismo, probablemente, del ecologismo) es poco más que la reacción espontánea de la
humanidad ante los desmanes, la brutalidad y la crueldad de la anarquía de la producción
capitalista, y no ya una respuesta consciente de un sujeto revolucionario que quiere recuperar su
relación de armonía con su “cuerpo inorgánico”.

Diré más: creo que ha quedado sobradamente demostrado que el marxismo, como ideología
revolucionaria del proletariado, ni debe ni puede albergar entre sus principios la “liberación
animal”: su cometido histórico se limita a poner fin a la organización clasista de la sociedad. No
obstante, como he dicho, el comunismo sí implica retomar una relación no-enajenada con la
naturaleza y los animales, aunque nos sigamos sirviendo de ellos de una u otra manera (pues ha
quedado establecido que la enajenación es un problema social –político– y no “génerico”, no de
ninguna “esencia humana”). Partiendo de esto, cabría preguntarse qué hay después del marxismo,
qué contradicciones vendrán a tomar el relevo de la lucha de clases como motor de la historia: quizá
aquí tengamos la respuesta, y la “liberación animal” (una humanidad libre decidiendo libre y
conscientemente dejar de utilizar al mundo animal –aunque ya no lo hiciera bajo formas
enajenadas– para sus intereses) sea un reto que la humanidad comunista se autoimponga. Es cierto,
también, que esta tesis no pasa de ser una especulación; pero creo que es una especulación
razonable y razonada.
A vueltas con la cuestión de la mujer

En la periferia de esta polémica, a través de numerosos comentarios indirectos y mensajes


capciosos, se ha pretendido trazar cierto paralelismo entre la cuestión animal y el problema de la
opresión de la mujer. El compañero @RanaBolchevique recoge esto (sin la malicia con la que lo
han hecho otros, lo cual es de agradecer) en su twitlonger:

“Como me comentaba @Atodaslasunids que nos encontramos enmarcados en una dinámica


patriarcal que sólo la revolución comunista podrá superar no transforma en reformista, economicista
e individual dejar de violar mujeres, por mucho que nos encontremos inmersos en estas
determinadas relaciones sociales. Que nos encontremos envueltos en relaciones sociales ajenas a
nuestra voluntad no quiere decir que nuestra voluntad no pueda orientarse hacia el conocimiento y
la consciencia de las mismas y reflejar esto mismo en nuestra praxis individual.”

Esta comparación es del todo improcedente. Primero, porque como ya he dicho en intervenciones
pasadas, la materia social es cualitativamente diferente de la materia biológica, e igualar la opresión
de la mujer a la cuestión animal es implícitamente misógino (aunque se diga desde posiciones
feministas). Por esto, cualquier comparación no puede ser más que, en el mejor caso, una ingenua
metáfora poco útil (¡la dichosa palabreja de nuevo!) en el análisis político, y en el peor de ellos
(como en esta ocasión) un burdo intento de desviar la atención del debate de fondo tocando la fibra
sensible de todo aquel militante de vanguardia que nos lea. Sea como fuere, como establece el
marxismo revolucionario, lo “reformista, economicista e individual[ista]” no es “dejar de violar
mujeres” (todavía me cuesta creer que hayan sido capaces de insinuar semejante barbaridad), sino
hacer de la mujer en abstracto un sujeto político de transformación histórica. Y eso es lo que hace el
feminismo. Del mismo modo, es igual de “reformista, economicista e individual[ista]” asir al
proletariado, en tanto sujeto económico y político burgués (clase en sí), como sujeto social de
transformación histórica. Y esto es lo que hace el revisionismo.

La visión realmente marxista de este problema pasa, como se ha dicho siempre desde la Línea de
Reconstitución, por entender en toda su profundidad la tesis marxista que afirma al proletariado
como clase universal. No porque se “universalice” la opresión del varón blanco, occidental y
heterosexual, de edad media y nación opresora (esto es lo que piensa el revisionismo y lo que asume
tácitamente todo el reformismo, al adjetivar al marxismo como “feminista”, “ecologista”,
“antiimperialista”, etc.), sino porque el proletariado es, en sí mismo, “la síntesis de múltiples
determinaciones” de opresión; es el objeto de toda la desposesión, de toda la miseria y de toda la
humillación que la sociedad de clases genera. Por lo tanto, insistamos, cualquier forma de opresión
a la mujer (o al obrero de nación oprimida, al obrero homosexual, al obrero negro, árabe o asiático,
etc.) son formas de opresión contra el proletariado mismo, por lo que no tienen ni pueden tener
cabida entre los comunistas o entre las masas que estos dirijan en cada momento del proceso
revolucionario. Resulta hasta violento tener que repetir esta obviedad.

Lo triste de todo esto es que, intentando justificar teóricamente su cruzada antiespecista, alguno ha
terminado por retroceder hasta posiciones burguesas... ¡también en el problema de la mujer! Esto,
no obstante, es perfectamente lógico: es el precio a pagar por empeñarse en borrar las obvias
diferencias entre la materia social y la biológica. Veamos qué decía @liandoeltaquete en su última
intervención:

“Por otro lado veo que separas metafísicamente lo biológico (como especificidad de lo Natural, la
totalidad del cosmos) y lo social, y no observas la relación tremendamente íntima entre ambos. El
ser humano como resultado de un proceso de evolución biológica (cosmológica), su inserción en un
todo del que forma parte y del que depende. Por ponerte un ejemplo que creo tremendamente
clarificador; la mujer. La opresión de género tiene una relación dialéctica con lo biológico, la
maternidad, la concepción de la mujer como máquina de producir y reproducir al ser humano
basada en su útero.”

Por el contrario, el Movimiento Femenino Popular (organismo generado del Partido Comunista del
Perú), postulaba algo diferente. Algo, de hecho, diametralmente opuesto:

“...Engels sienta la tesis fundamental del marxismo sobre el problema femenino: la condición de la
mujer se sustenta en las relaciones de propiedad, en la forma de propiedad que se ejerce sobre los
medios de producción y en las relaciones productivas que sobre aquéllas se levantan. Esta tesis del
marxismo es importantísima pues sienta que la opresión anexa a la condición femenina tiene como
raíz la formación, surgimiento y desarrollo del derecho de propiedad sobre los medios de
producción y que por tanto, su emancipación esta ligada a la destrucción de tal derecho. Es
indispensable, pues para una comprensión marxista del problema femenino, partir de esta gran tesis
y hoy más que nunca cuando supuestos revolucionarios y hasta autotitulados marxistas, pretenden
hacer surgir la opresión femenina no de la formación y surgimiento de la propiedad sino de la
simple división del trabajo en función de los sexos que habría atribuido a la mujer ocupación menos
importante que al hombre reduciéndola al ámbito doméstico. Este planteamiento pese a toda la
propagandización e intento de presentarlo como revolucionario, no es sino la sustitución de la
posición marxista sobre la emancipación de la mujer por planteamientos burgueses que en esencia
son nuevas formas de la supuesta "naturaleza femenina" inmutable.”

Siento la extensión de la cita, pero creo que habla por sí misma.

Brevemente sobre el problema de la moral y la dialéctica entre lo general y lo particular

Por lo demás, hay quien ha intentado subsumir interesadamente todo este debate, que como vemos
es una controversia en el terreno de los principios (naturaleza y objetivos del marxismo como
ideología de clase e históricamente determinada), en la problemática de la dialéctica
individual/colectivo o general/particular (no incluyo en este apartado a @RanBolchevique, que sí ha
tratado de hacer un análisis concreto desde la ideología). Sólo pondré dos ejemplos concretos de
cómo resuelve el marxismo este problema:

Aquí, un breve hilo que elaboré días antes de que tuviera lugar la presente polémica:
https://twitter.com/Babeuf__/status/698616069284560896;

Aquí, @wertform muy lúcida y sintéticamente sobre lo mismo:


https://twitter.com/Wertform/status/701920236505800704

Por lo demás, sobre este problema, me remito enteramente a lo dicho por el camarada
@realabstraktion en este twitlonger: http://www.twitlonger.com/show/n_1sobjvc

Rescataré sólo un párrafo que me parece crucial:

“A través de la resolución de las contradicciones se va construyendo la nueva totalidad, cuya


primera gran forma e hito histórico-político será el PC, así, el todo sólo se realiza a través de las
partes, pero las partes nunca son el mínimo inmediato, el individuo, el individuo nunca ha
constituido sujeto de cambio para el marxismo, como he visto interpretar en forma de democratismo
y pastiche esta realización del todo. Los comunistas deben elevarse a la comprensión de la historia
en su necesidad con la cosmovisión marxista al frente, esto es lo que les convierte en cuadros
revolucionarios y no "deconstruirse" que es la vuelta a ese igualitarismo falaz, individualista y en
última instancia imbécil con el que se recrea la pequeña burguesía en su propio espectáculo.”

En síntesis: la relación entre lo particular y lo general no es la fórmula simplista (y dualista) que


quisieran hacernos creer, en la que la “suma de cambios individuales” tiene alguna repercusión
sobre el mundo material o sobre el mundo espiritual, o “prepara” o “complementa” de algún modo
la llegada del cambio “estructural”. Ni lo uno ni lo otro. La verdadera relación entre lo particular y
lo general, para el comunismo, está mediatizada por la conciencia revolucionaria, es decir, por la
incorporación del individuo a las formas colectivas de organización, en las que aporta su praxis y su
originalidad a un todo mayor (círculo, organización, Partido); y este todo mayor, a su vez,
representa lo particular (embrión de nuevas relaciones sociales) respecto a lo general (el nuevo
mundo que hay que edificar). Nuestros moralistas han olvidado que la sociedad no está hecha de
individuos que “navegan” a placer entre “estructuras”, sino de relaciones sociales históricamente
determinadas que empapan hasta el último rincón del individuo. Por lo mismo, el individuo sólo
puede cambiar dotándose (conscientemente) de nuevas relaciones sociales, y los cambios en los
hábitos de consumo son incapaces de hacer tal cosa: nuestros guardianes de la moralidad
pequeñoburguesa pretenden vendernos el cambio de hábitos como sustitución de la
revolucionarización de las relaciones sociales. Y esto, insistamos, comienza en la militancia política
de vanguardia. A fin de cuentas, es lógico que estas personas necesiten hacer “algo más” que
militar, como cambiar su dieta: la militancia de retaguardia no está en condiciones de prefigurar las
nuevas relaciones sociales que, quizá sinceramente, anhelan. Pero al margen de esto, ya demostró
Rosa Luxemburgo que quien optaba por la reforma no es que estuviera haciendo la revolución por
etapas o fascículos, sino que había renunciado a ella para seguir el camino de la burguesía; del
mismo modo, quien postula el “cambio de hábitos” de consumo como un deber del militante
(aunque lo reconozcan insuficiente) no está “complementando” la acción “estructural” (que,
además, en su caso se limita a hacer de comparsa de ¡cualquier! movimiento espontáneo), sino
eligiendo otro camino: el del acomodo de la moral pequeñoburguesa y posmoderna en el infierno
imperialista.

No es difícil, de hecho, observar el absurdo en el que se cae adoptando esa postura. Si hay que dejar
de comer carne porque es el correlato “individual” del objetivo “estructural” (y ya se ha demostrado
que esto es, de partida, falso, porque el marxismo nada tiene que ver con el antiespecismo), es de
suponer que también habrá que secundar fervientemente y sin falta el boicot aristobrero a Coca-
Cola (¡es el correlato individual de la lucha estructural contra la explotación!, dirán); habrá también
que observar con todo detalle las etiquetas de cada producto que consumamos, no sea que
“colaboremos” con unos euros de nuestro salario de explotado al Estado sionista de Israel y nos
convirtamos en enemigos jurados del pueblo palestino; tendremos también que procurar adquirir lo
posible en establecimientos de “comercio justo”, so pena de pasar a ser al instante, si no lo
hacemos, sojuzgadores de los pueblos oprimidos por el Imperialismo. Y así hasta la eternidad. La
deformación moralista del marxismo ha convertido al militante de vanguardia en un hippie o en un
okupa, que cree vivir al margen del sistema (“en la medida de lo posible”, nos dirán) por no
participar del consumo “mainstream”.

Igualmente, esta deformación moralista del marxismo lleva indefectiblemente a una nueva moral
cristiana, donde ya no se trata de emancipar a la humanidad a través de la praxis revolucionaria del
proletariado, sino de traer la Salvación a todos los seres que uno pueda imaginar (han hecho
“balance” de San Agustín y, siguiendo a Juan Pablo II, han determinado que los animales sí tienen
alma) a través de la Segunda Venida de Cristo (la revolución en forma de insurrección que no se
organiza, ni se sabe cómo acercarla, ni se tiene una día de su desarrollo material, pero sí se espera
con buenas dosis de fe revisionista).
A modo de conclusión

El presente debate, que ha surgido a raíz de una inocente reflexión sobre un artículo antiespecista
que sacaba a relucir las contradicciones de su propio movimiento, nos ha llevado (por la intención
de algunos de “integrar dos en uno”) a tener que rastrear y definir la naturaleza del marxismo. Ha
quedado demostrado que éste no tiene deberes ni vigencia más allá del fin de la sociedad de clases y
que, le pese a quien le pese, el mundo animal no es un sujeto político con derechos que preservar a
toda costa. Al menos no para el proletariado revolucionario. Esto no quiere decir que nuestra clase
no pueda o no sepa empatizar con el sufrimiento de otras formas de vida inferiores (¡materialmente
hablando, no lo tomen a tremenda!), ni que la revolución no vaya a suponer un alivio drástico para
su situación. De lo que se trata es de que no se puede incorporar la “liberación animal” entre los
pilares o principios del marxismo sin cargarse nuestra ideología de los pies a la cabeza. Lo cual es
interesante, porque sitúa a la militancia antiespecista en un dilema: o perseverar en su ceguera
reformista y acoplarse de un modo u otro en el mundo de la burguesía (¡puede que hasta hagan
reducir beneficios a McDonalds!, como leía en los comentarios del artículo que originó la
discusión), o renunciar a quimeras moralistas y entender que, si la “liberación animal” pasa por
algún sitio (colateralmente y no por principio) es por la revolución proletaria. Igualmente, se ha
podido ver que los apriorismos antiespecistas están teóricamente injustificados, y hasta ahora (al
menos en el presente debate) no han encontrado argumentación posible que no viole sus propios
presupuestos y, también, los del marxismo. Es más: al intentar justificar lo injustificable y buscar
una horizontalidad inexistente e imposible entre el mundo humano (materia social) y el animal
(materia biológica), han acabado por “naturalizar” la opresión de la mujer y hacerla derivar de
factores biológicos (reproducción –posición del feminismo radical–) y no sociales (propiedad
privada –posición del marxismo–), postura que, precisamente, habían denunciado las
revolucionarias peruanas que formaban parte del PCP. Del mismo modo, este moralismo ha
terminado refugiándose en lo individual, ya que es históricamente incapaz (por ser revisionista) de
plantear siquiera el esbozo de lo que sería una estrategia proletaria o un plan político que pudiera
cambiar efectivamente las relaciones sociales (¡sociales!) que generan la opresión del proletariado
en toda su especificidad y en sus múltiples determinaciones.

Ante todo esto, sólo queda oponer el horizonte del proletariado revolucionario: la
autotransformación del militante de vanguardia; su elevación hacia la comprensión del proceso
histórico en su totalidad; su subordinación general (¡y su aporte original!) a las formas proletarias
de organización (¡donde, ahí sí, verá cómo su conciencia revolucionaria transforma su ser social!);
y, a fin de cuentas, la lucha constante por la reconstitución ideológica y política del comunismo,
única perspectiva que hoy puede acercarnos al nuevo Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial.

¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!

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