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Artículo sobre el coronavirus

Concepto
COVID-19 también conocida como enfermedad por coronavirus o, incorrectamente,
como neumonía por coronavirus, es una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-
CoV-2.Se detectó por primera vez en la ciudad china de Wuhan (provincia de Hubei), en
diciembre de 2019. Habiendo llegado a más de 100 territorios, el 11 de marzo de 2020
la Organización Mundial de la Salud la declaró pandemia.
Produce síntomas similares a los de la gripe, entre los que se
incluyen fiebre, tos seca, disnea, mialgia y fatiga. En casos graves se caracteriza por
producir neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda, sepsis y choque séptico que
conduce a alrededor del 3 % de los infectados a la muerte.[cita requerida] No existe tratamiento
específico; las medidas terapéuticas principales consisten en aliviar los síntomas y mantener las
funciones vitales.1

¿Afecta a mis relaciones sociales, familiares y laborales?

La depresión tiene un gran impacto a nivel individual y familiar, con importantes consecuencias
en el ámbito laboral y social.

A nivel social la depresión tiene varias consecuencias:

 Una mayor dependencia de los servicios sociales. Esta situación suele provocar que
decaiga la confianza en uno mismo y baje la autoestima.
 Tener menos relaciones afectivas y dificultades a la hora de entablar o mantener
relaciones interpersonales.
Las relaciones conyugales y familiares también se ven afectadas. Si eres padre o madre puede
conllevar el descuido de tus hijos. Aunque la enfermedad puede ser más difícil de llevar para los
miembros de tu familia y cuidadores que para ti mismo.

En el ámbito laboral, los efectos cognitivos, motivacionales y emocionales de la depresión


reducen la capacidad para trabajar eficazmente. No obstante, aunque a veces esto puede
aumentar tu estrés en otras ocasiones el hecho de trabajar puede ser un componente crucial
para ayudarte en el proceso de recuperación.

Por tanto, el médico puede darte la baja laboral, especialmente al principio del tratamiento por
diferentes razones:

 La depresión, a causa de sus síntomas, puede imposibilitarte de manera temporal el


ejercer una actividad profesional, de hecho, puede reducir significativamente la
iniciativa, la concentración, la memoria y, sobre todo, modificar las relaciones con los
demás.
 El médico, en algunos casos, puede optar por prescribirte un fármaco tranquilizante
(ansiolítico). Debido al efecto de esta medicación, especialmente al principio del
tratamiento, puede ser complicada la realización de algunas actividades profesionales y
ser peligrosa la conducción.
 El trabajo puede tener una influencia negativa sobre la depresión (por ejemplo, en el
caso de acoso o de una actividad especialmente estresante).

En cualquier caso, la mayoría de las veces la baja laboral no debería durar mucho tiempo. La
actividad y las relaciones profesionales son factores que favorecen el equilibrio y la identidad
de la persona, son factores importantes para la socialización y para la confianza en ti mismo.

Como afecta el coronavirus a la sociedad respecto a lo económico.

Una infección vírica no conoce de fronteras formales o jurídicas de países, salta de uno a otro
sin medida y requiere, por ende, de una actuación coordinada entre estados-nación y
organizaciones supranacionales
Para empezar, las consecuencias económicas ya las estamos sintiendo. En lo que se refiere a
España en un mes se han perdido más de 50.000 millones de euros en capitalización bursátil
(bajando casi un 21% sólo en la última semana), las previsiones de crecimiento económico de la
zona Euro han vuelto a ser modificadas al albur de la pandemia y, posiblemente, en función de
cómo evolucione este fenómeno ya hay previsiones de entrar en recesión en el segundo
semestre del año. No olvidemos que la bolsa siempre es lo primero que baja y suele ser el
preludio de una crisis económica si esos descensos son mayores y se prolongan durante más
tiempo de lo que podría suponer una simple corrección.

Los costes económicos de una enfermedad viral van más allá de los daños directos en los
sectores sociales y económicos afectados. Sus consecuencias económicas se pueden multiplicar
con rapidez en especial ante una economía debilitada, que ha recibido los embates de dos
eventos naturales (huracanes y temblores) y ahora se sumaría la amenaza del coronavirus. Para
Puerto Rico la epidemia del coronavirus o Covid-19 puede tener un duro impacto social y
económico que se tiende a subestimar. 

Los efectos no se distribuyen de manera equitativa en la economía, algunos sectores podrían


beneficiarse financieramente, mientras otros sufrirán en forma desmedida. Pero las
primordiales repercusiones socioeconómicas del coronavirus son para los individuos infectados,
sus hogares y sus comunidades que tendrá efectos desiguales ante la respuesta a la epidemia.

Los principales costos de las epidemias son para el sistema de salud, público y privado, con el
tratamiento médico de los infectados, los costos por hospitalización y control clínico-
terapéutico de los pacientes, la lucha contra el coronavirus y la vigilancia de laboratorio, costos
que colapsa el sistema de salud y del control de los brotes. 

Para los trabajos, la epidemia causa ausentismo laboral de los enfermos y sus cuidadores o
disminuyen su eficacia en el trabajo, lo cual merma y altera la productividad. A eso se une el
temor a la infección, que puede originar cierre de escuelas, empresas, comercios, transporte y
servicios públicos lo que perturba las actividades económicas y otras socialmente valiosas.

Las consecuencias sociales ya las estamos viendo. Desde el acto más sencillo y común como es
saludarnos entre dos personas está cambiando para aislar el contacto físico, a lo que se suma la
situación derivada de la aprobación del Estado de Alarma. Es posible que estos cambios en
nuestro estilo de vida pasado un tiempo vuelva a normalizarse. No obstante, el temor que
tengo es que no seamos capaces de ver al semejante como lo que es, un igual y que esta crisis
sanitaria nos conduzca a un mayor aislamiento aumentada desde hace tiempo por las nuevas
tecnologías y las redes sociales.
¿CÓMO NOS AFECTA UNA EPIDEMIA A NIVEL PSICOLÓGICO?
Toda epidemia supone alteraciones y peligros a nivel biológico, psicológico y social. Ahora nos
damos cuenta con más claridad que nunca. Hasta ahora, casi treinta siglos después del
nacimiento de la medicina científica, pensábamos, y con razones, que los peligros eran ante
todo biológicos. Y es así: hay que circunscribir el término epidemia a sus realidades biológicas,
es decir, al peligro que representa para la vida y la salud de los ciudadanos.

Pero también, toda epidemia conlleva una “epidemia emocional”, unos componentes


emocionales, y unos componentes sociales, una “epidemia social”. Se pone en peligro la salud
de los ciudadanos (si no, no hay epidemia). Pero también se pone más o menos en peligro la
estabilidad mental o emocional tanto de las personas como de los grupos y colectivos.
Además, algunas epidemias pueden producir graves alteraciones sociales o cambios sociales.

Al parecer, y por lo que sabemos hasta el momento, la enfermedad que da lugar a su


denominación como epidemia (la enfermedad del coronavirus-2019), es una enfermedad
relativamente leve que se manifiesta por tos, fiebre, malestar general y dificultades
respiratorias, y que solo si hay otras patologías previas o concurrentes puede resultar grave.

Sin embargo, tal vez como nunca en la historia, sus repercusiones psicológicas y sociales a nivel
mundial parecen mayores (o, al menos, más conocidas) que nunca.

Venimos neurológicamente preparados para la comunicación emocional: nuestros cerebros y


nuestra psicología funcionan facilitando esa transmisión masiva. Y la existencia de las redes
sociales informatizadas, de la web, no ha hecho sino multiplicar exponencialmente esas
capacidades de comunicación emocional de la especie.
EL MIEDO Y OTRAS EMOCIONES DURANTE LA EPIDEMIA DEL CORONAVIRUS

Hoy sabemos, por ejemplo, que al menos hay otros seis sistemas emocionales diferentes del
miedo, y que en toda situación de catástrofe, estrés o duelo se ponen en marcha todos ellos.
Veámoslos para el COVID-19:

1. Miedo. Hemos podido observar la puesta en marcha del miedo y a veces del pánico.
2. Ira. Pero también de la ira (de unos políticos hacia otros, de unos ciudadanos hacia los
políticos o los sanitarios, y de unos ciudadanos hacia otros, como puede observarse en las
redes sociales informatizadas).
3. Solidaridad. Hemos podido ver destacados destellos del sistema emocional de la
solidaridad, los cuidados y el apego (expansión de la solidaridad, atención a la
solidaridad, dedicación de los profesionales del cuidado sanitario y otros trabajadores
públicos…).
4. Tristeza. Posiblemente, iremos viendo cada vez más la tristeza (por lo que perdemos,
por nuestros errores anteriores, por los “pies de barro” y la vulnerabilidad extrema de
parte de nuestro mundo).
5. Deseo. También podremos ver (y disfrutar) de las delicias del deseo (al fin y al cabo, tras
cada catástrofe o encerrona social no muy mortífera, nueve meses después ha habido
más nacimientos).
6. Indagación. Cada día vemos en acción el sistema emocional de la indagación, el interés
en el conocimiento (en la investigación científica, en el deseo de saber sobre la
enfermedad, la epidemia y el mundo en el que se desarrolló, cómo es China en realidad,
cómo es el mundo que nos rodea…).
7. Alegría. Incluso hemos visto desarrollarse el sistema emocional de la alegría y el juego
(humor con respecto a nuestra situación, utilización del humor para expandir la
solidaridad como en numerosos vídeos y comunicaciones en la web, posibilidades para
otras formas de juego y alegría…).
Como afecta la pandemia de coronavirus a la familia

El confinamiento a raíz del Covid-19 ha puesto a las familias en una situación excepcional, la de


pasar las veinticuatro horas juntos, en casa. Una situación agobiante pero, también, una
oportunidad de pasar un difícil examen familiar en el que no hace falta sacar un sobresaliente:
con un aprobado, basta.

Dos semanas en casa, con los hijos. Ejerciendo de padres y madres las veinticuatro horas del
día. Sin apenas poder salir y con la incertidumbre sobrevolando nuestras vidas. La perspectiva,
no nos vamos a engañar, es dura. Para empezar, porque la situación obliga a cambiar,
drásticamente, de ritmo. Y eso cuesta en una sociedad adicta a una hiperactividad a la que los
pequeños no son ajenos. En los últimos años los niños han sido arrastrados a unas existencias
frenéticas. A unas jornadas en las que escasean el juego libre y las horas sin pautar que han sido
sustituidos por agendas de ministro, trufadas de horas de colegio, extraescolares, pantallas y
constantes actividades.

El papel de los padres

Tienen que ejercer de maestros, cuidadores, compañeros de juegos y ‘policías’


Nunca niños y adultos habían pasado tan poco tiempo en casa. Sin embargo, un virus aún más
frenético que nuestra sociedad nos obliga a parar en seco. Y a convivir a tiempo completo –y
como mínimo, durante dos semanas-, poniendo a millones de familias en una situación difícil de
gestionar. “Es una situación excepcional, realmente”, reflexiona la psicóloga de familia Agnès
Brossa. “En general, hoy los padres estamos poco en casa con los hijos. Todo está muy guiado y
pautado y nos limitamos a diseñar o acompañarlos a las muchas actividades programadas”.

Pero este rol de acompañante o de director de actividades ha cambiado. “De hecho, esta crisis
magnifica el papel de los padres: hemos de adaptar diferentes roles. Tenemos que ejercer de
maestros y de cuidadores. Instaurar unos hábitos en el hogar. Ser compañeros de juegos pero,
también, marcar unos límites, ser policías. E informarles de lo que ocurre sin causarles pánico ni
angustia.
La psicóloga Maribel Martínez , otra especialista en terapia familiar, coincide que esta es una
situación inédita: “Ni en vacaciones vamos a tener tanto tiempo para pasar con nuestros hijos.
Porque en vacaciones entramos y salimos… ¡Pero esto son veinticuatro horas! Va a ser muy
intenso”, recalca. Martínez, autora del libro ¿Cuantas veces te lo tengo que decir? (editorial
Arpa), añade un nuevo rol de los padres en estas circunstancias: el de psicólogos. “Porqué si
para los adultos esta situación es difícil, para los hijos también todo es incertidumbre”.
Independientemente de la edad: “Los más pequeños sufren porque no entienden nada y
quieren salir a jugar y no pueden… Y los más mayores, entienden demasiado y no lo digieren.
¡Es tremendo para todos!”.

Hay que cultivar el autocontrol para evitar más tensión de la necesaria


Por ello, insiste: “Los padres hemos de potenciar los roles que ya tenemos y añadir el de
psicólogos. Empezando por la gestión de las emociones, tanto las propias como las de los hijos”.
La primera emoción a gestionar será la sensación de agobio, que surgirá a menudo, en menores
y adultos. “La clave es no agobiarse cuando el hijo diga ¡me aburro!”, recomienda Brossa. Esta
frase va a ser pronunciada decenas de veces durante el confinamiento y por ello conviene
recordar dos cosas: que –incluso en estas circunstancias– los padres no somos responsables a
tiempo completo del ocio de nuestros hijos (noción instalada en los estilos de crianza actuales).
Y que el aburrimiento puede ser positivo, porque este estado puede propulsar la ansiada
creatividad.

Que esto ocurra depende también de que los padres marquen límites: una herramienta que va
a ser básica estos días. Además de los límites, la paciencia será también muy necesaria. Ante
pataletas, frustraciones, gritos y peleas entre hermanos, mucha calma. “Lo importante es no
estresarnos. Que cuando la criatura se enfurezca, el padre o la madre lo vean como una cosa
normal y no pierdan los estribos”, aconseja Brossa. El autocontrol de los adultos va a tener que
cultivarse estos días para evitar más momentos tensos de los necesarios. Como también
es necesario darnos espacios individuales.

Buenos hábitos

Las rutinas y las pequeñas obligaciones son básicas para mantener la armonía
Y para ello, es importante diseñar un horario. No hay especialista en salud mental que no
recomiende establecer rutinas en esta situación de confinamiento. “Es básico”, dice Maribel
Martínez. “Porque toda nuestra vida está absolutamente desmontada y sin horarios y con todo
el día por delante, podríamos hacer la cama o no hacerla o comer a las tres de la tarde o no
comer”. ¿Cómo empezar a organizarse? “Cuidando los biorritmos de la vida cotidiana y
ordenando la vida familiar: lo primero, levantarnos todos a una hora razonable”, proponen
ambas especialistas. Pero, ¿no está bien que alguno se despierte antes o después, para
procurar esos espacios individuales? “Bueno, no hace falta ir a ritmo marcial pero tampoco que
cada uno haga lo que le dé la gana, porque entonces los biorritmos van a cambiar mucho y la
familia se ve totalmente desestructurada. Así que lo primero es tener unos horarios similares”,
insiste Martínez.

Las rutinas son fundamentales. Como también, las pequeñas obligaciones. De sacar la basura a
poner la mesa o la lavadora y ayudar a limpiar. Actividades (especialmente, la primera) que
pueden ser, incluso, ansiadas por los adolescentes, con tal de poder salir a tomar el aire unos
minutos. Hay familias, como la de la barcelonesa Barbara Rico, con tres niños de entre seis y
tres años, donde se implementaron horarios desde el primer día del estado de alarma. Las
rutinas incluyen gimnasia, baile y limpieza en familia, tiempo para manualidades, para ver una
película y para juegos de mesa. “Somos proactivos porqué creemos que es importante estar
con ellos en estos momentos”, dice Bárbara.

No podemos ni deprimirnos ni entrar en pánico, porque el miedo se contagia


¿Tenemos también derecho a pataleta, los padres? “Sí, por supuesto. Y creo que el sentido del
humor es fundamental”, dice Agnès Brossa, que recalca que la familia perfecta solo existe en las
películas. “En las familias reales hay sentimientos positivos y negativos y en estas situaciones
extremas los negativos aflorarán. Eso no nos ha de hacer sentir culpables”. Maribel Martínez
coincide con ella: “Esta situación no tiene un contexto de felicidad sino de frustración, miedo e
incertidumbre. Pueden surgir muchos problemas. Pero eso nos obliga a dar lo mejor de
nosotros y adelantarnos a ello. No podemos ni deprimirnos ni lamentarnos ni entrar en pánico,
porque el miedo se contagia. Esto tiene que ser nuestra gran motivación. Pero va a ser duro: es
una prueba de fuego”.

Como afecta al personal de salud

Los trabajadores del área de la salud, a lo largo de la historia, han enfrentado un alto riesgo de
infección durante las pandemias, durante esas batallas que se llevan a cabo en los hospitales y
centros de atención médicos, son ellos el primer frente de ataque contra los
microorganismos que por épocas han segado a la humanidad.
Mientras la pandemia del COVID-19 se ha propagado por 186 países, los médicos y el personal
sanitario en países como España, Italia, Perú, Argentina, Colombia, desde hace unas semanas
reciben cada noche aplausos para agradecer su labor. Los aplausos suben el ánimo en medio de
la refriega dentro de los hospitales, sin embargo, la verdadera preocupación para la mayoría es
la escasez de elementos personales de protección, maltrato por parte de pacientes, condiciones
dignas de trabajo y garantías de bioseguridad. Además de estar más expuestos al virus, el
estrés, la falta de ejercicio, la mala alimentación y las largas jornadas de trabajo irán debilitando
sus sistemas inmunitarios haciéndolos más susceptibles a la infección. ¿Si no protegemos esa
primera línea quién va a proteger luego a los enfermos?

Coronavirus: 6 consejos para que el médico gestione el estrés del


hospital

Hay que realizar actividades que ayuden a la relajación

Pero, cuando se pare, "hay que buscar realmente algo que te aporte relajación." "No vale
reunirte en una sala de hospital con otros colegas que vas a hablar lo mismo. Eso no sirve",
asegura. En su lugar, hay que rescatar hobbies y actividades que ayuden a despejar la mente. 

Comer y dormir para tener un buen estado físico

"Hay que preservar la salud psicológica y eso tiene que ver con el cuerpo también. Si uno no
duerme, come mal y se pasa todo el día estresado, el cuerpo se resiente", señala el psicólogo.
En este sentido, también explica que se debe intentar hacer seguir las rutinas de ejercicio en la
medida en que sea posible. 

Debes reconocer que tienes límites

Vilajona cita fuentes como el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus
siglas en ingles) que indica que ante "situaciones esperpénticas" como esta "destacan que el
profesional tiene que ser consciente de que puede sufrir estrés". 

"No es ir desbordado, es que sufra estrés: una reacción del cuerpo relevante, en la que la
persona se siente agotada, con sentimiento de culpa, empieza a encontrarse mal y puede
tener ataques de ansiedad", explica. Señala que el "primer elemento en esta situación es saber
que tienes límites".
Se debe trabajar los síntomas

Una vez reconocido que, hay que trabajar las respuestas mentales. "Hay que atender todo tipo
de síntomas que uno puede experimentar, y muchos son mentales.

Los centros tienen que disponer de recursos de autoprotección

Saber que tu seguridad no corre peligro también es clave para trabajar más calmado. "Hay que
tener lo indispensable, que sería si los guantes, mascarillas, los desinfectantes… Todo lo que
son recursos materiales.

Recomendaciones al estar en cuarentena.


¿Qué puedo hacer para manejar mi estrés?

 Identificar los pensamientos que le generan malestar. “Ese es el punto de partida,


conocerte y reconocer cuándo y por qué estás sintiendo determinada emoción y luego
actuar sobre el motivo y no sobre el sentimiento en sí”, dice la psicóloga Susana
Obediente. Debemos recordar que mantener la cuarentena es algo que hacemos por el
bien común. 
 Buscar pruebas de realidad y datos confiables. Revisar los hechos consultando la
información que ofrecen los expertos calificados, como los médicos, las autoridades
sanitarias o científicas de su país y del mundo (por ejemplo, los reportes de
la Organización Mundial de la Salud). 
 Dosificar el consumo de la información diaria. Estar permanentemente conectado no le
hará estar mejor informado. La psicóloga Loreany Carpio recomienda hacer un horario
para el uso de las redes sociales. “Utilizar solo una o dos horas y solo seguir a una o dos
cuentas de fuentes calificadas. Si no quieres recibir cadenas de WhatsApp puedes
decirle a la persona que las envía, de manera respetuosa, que no deseas recibir ese tipo
de contenido”.
 Apagar el celular por un momento. La psiquiatra Diana Rísquez nos invita a
desconectarnos completamente por unas horas. “Los seres humanos estamos muy
claros de que tenemos que relacionarnos con los otros para poder sobrevivir. Ahora nos
enfrentamos a un mensaje contrario para nuestra supervivencia y las redes son nuestra
forma de estar conectados con el exterior. Pero podemos apagar el teléfono de vez en
cuando para controlar la avalancha de información”.

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