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Voces: ESTUPEFACIENTES ~ Acciones típicas ~ Tráfico en general ~ Almacenamiento

Tribunal: Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro. 1 de CórdobaTrib. Oral Crim. Fed. Córdoba,n. 1
Fecha: 06/08/2012
Partes: S., R. A. y otros
Cita Online: AP/JUR/2770/2012

Sumarios:
1. La  acción  típica  de  comerciar estupefacientes no  es otra que la intervención  de  quien  ejerza actos de
comercio, con fines de lucro, en la intermediación, compra o venta de la sustancia, bastando  la  comprobación legal
de la existencia del hecho para responsabilizar  al autor.  
2. El delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización queda desplazado por el de
comercialización de estupefacientes cuando  el  autor  realiza  la  acción  típica de comerciar dicho material, en el
sentido de ejercer un acto de comercio, con fines de lucro.
3. El  tipo  de  tenencia de estupefacientes  con fines de  comercialización  -acción   preparatoria   punible-  como  el
de  suministro  a  título oneroso quedan desplazados por el de comercio de estupefacientes,  figura penal que los
abarca a ambos en virtud del principio de subsidiariedad.
4. No puede condenarse al imputado por el delito de almacenamiento de estupefacientes, cuando no hay prueba
siquiera indiciaria para sostener que el imputado sabía de la existencia del material secuestrado -como elemento del
dolo del delito por el que fue acusado-, si del lugar desde donde los estupefacientes fueron incautados bien pudo
ocurrir que no se supiera de su existencia, ya sea porque había sido dejada allí por su hermano –dueño del
inmueble-, o quizás por alguna de las otras personas que en ese momento estaban dentro de la vivienda de cuando se
produjo el registro del domicilio.

Texto Completo:
Córdoba, agosto 6 de 2012.
Considerando :
Que conforme el orden de votos establecidos, el tribunal se planteó las siguientes cuestiones a resolver:
1ª.— ¿Resultan procedentes los planteos de nulidad articulados por las defensas?
2ª.— ¿Se encuentra acreditada la existencia de los hechos investigados y en su caso son sus autores los
acusados?
3ª.— En su caso, ¿qué calificación legal corresponde?
4ª.— En su caso, ¿cuál es la sanción a aplicar y procede la imposición de costas?
1ª cuestión.— El Dr. Falcucci dijo:
En el subexamen, al iniciar sus alegatos en el curso del debate el defensor público oficial Dr. Carlos Casas
Noblega, ejerciendo la defensa técnica de los imputados David A. Brandán y Carlos A. Ocampo, planteó la nulidad
de la intervención telefónica que constituye la génesis de la presente investigación. Ello así, pues estima el letrado
que el auto que ordena la misma carece de motivación suficiente desde que no existían elementos objetivos
suficientes que corroboren mínimanente la existencia de un presunto hecho delictivo en cabeza de sus defendidos.
Por otra parte, el defensor oficial agrega que la investigación policial previa fue precaria y se basó únicamente en los
dichos de un policía, existiendo por tales motivos una absoluta falta de sustento, razonabilidad y coherencia en la
intervención de la línea telefónica. Todo lo cual era violatorio de las exigencias previstas en el art. 236, CPPN.
También sostuvo el defensor público oficial, que a consecuencia de la intervención telefónica mencionada supra,
surgieron otras que generaron diversos procedimientos policiales, uno de los cuales culminó con la detención de su
defendido —Brandán—. Procedimiento éste, conforme lo plantea la defensa, resultaba, a todas luces, irracional e
infundado, puesto que la orden que disponía el mismo contenía datos imprecisos que no permitían identificar en
forma fehaciente el inmueble allanado si se tiene en cuenta que en el pasaje que se menciona en el instrumento
público, había más de un inmueble.
Los Dres. Grassani y Rocchietti en sus alegatos, adhieren al planteo de nulidad efectuado por el defensor público
oficial y en tal sentido agregan que las escuchas carecen de valor científico puesto que los preventores que
realizaron las tareas de desgravación de las mismas, no son peritos ni manejan métodos modernos en el análisis de
voces. Por tales motivos, las escuchas carecen de valor científicos que puedan relacionar a los hoy imputados.
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Así las cosas, del análisis del planteo nulificatorio formulado por las defensas y de la prueba incorporada en
autos, considero que no le asiste razón a los mismos y deben ser rechazados conforme paso a exponer.
En efecto, en lo que atañe al planteo de nulidad de la primera intervención telefónica que se ordenó en este
proceso, corresponde recordar que Corte Sup. tiene dicho que en la tarea de reglamentación de los principios
constitucionales, la ley debe compatibilizar el ejercicio de los derechos de todos los intervinientes en el juicio con el
interés social que existe en la eficacia de la justicia (Fallos 286:257, citado por Sagüés, Néstor P.: "Elementos de
Derecho Constitucional", p. 330, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1993).
Es que, el principio de razonabilidad condensado en el art. 28, CN, no se limita a exigir que sólo la ley sea
razonable, sino que resulta más amplio en virtud de que cada vez que la Constitución Nacional depara una
competencia a un órgano de poder, le impone en el ejercicio de la actividad consiguiente que ésta tenga un contenido
razonable, es decir, no arbitrario.
La razonabilidad es entonces una regla sustancial, a la que también se la ha denominado "el principio o la
garantía del debido proceso sustantivo", y que tiene como finalidad la de preservar el valor justicia en el contenido
de todo acto de poder (cfr. Bidart Campos, Germán, "Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino", t. I,
Ed. Ediar, Buenos Aires, 1995, p. 228/229).
Con relación a ello, los arts. 123 y 236, CPPN, establecen que el auto que ordena la intervención de
comunicaciones telefónicas deberá ser fundado bajo pena de nulidad; requisito que, entonces, se debe observar
dentro del marco de razonabilidad que se ha venido mencionando, y atendiendo a los fines que persiguen las normas
en análisis, así como al interés general en el afianzamiento de la justicia.
Al respecto, cabe resaltar que si bien la exigencia de motivación es el modo de garantizar que la intromisión en
la intimidad aparezca como fundadamente necesaria, no se exige a los magistrados una semiplena prueba de la
culpabilidad de la persona que debe soportar el registro, máxime teniendo en cuenta que esta medida no se dirige
necesariamente contra el imputado (cfr. C. Nac. Casación Penal, sala 2ª, causa 540 "Fuentes, Bernardo M. s/recurso
de casación", Reg. 645, rta. el 9/10/1995, del voto del doctor Fégoli).
Desde esta perspectiva, cabe recordar que la presente investigación tuvo su origen en el sumario policial 1109/06
que se tramitó por ante la Dirección Drogas Peligrosas de la policía de la provincia de Córdoba, con intervención del
Juzgado Federal N. 1 de esta ciudad, cuyo objeto fue continuar con la pesquisa respecto de sujetos sindicados como
infractores a la ley 23737, entre ellos, algunos de los hoy imputados en la presente causa. En este marco y
habiéndose desplegado diversas tareas de inteligencia —seguimientos, avistamientos y extracción de datos del
aparato celular secuestrado en el sumario 316/05—, se procedió a solicitar la intervención de la línea telefónica ...,
pues existían serias sospechas de que la misma estaba siendo utilizada por Damián Sosa —hermano del imputado
René A. Sosa—, en actividades relacionadas al narcotráfico; y fue a partir de dicha intervención que surgió la
supuesta participación delictiva del resto de los aquí imputados.
Es decir, al momento de ordenarse la primera intervención telefónica el juez tenía razones suficientes como para
disponer esa medida intromisiva de la intimidad de Damián Sosa, circunstancia que además de quedar plasmada en
el auto que así lo dispuso tenía basamento en las actuaciones que la precedieron, que indicaban que se trataba de una
medida racional y útil, dirigida a la averiguación de la verdad.
Todo ello desvirtúa los argumentos defensivos, desde que ha quedado claramente demostrado que las sospechas
del preventor actuante culminaron, conforme la cronología de los hechos, con la detención de los encartados y el
secuestro del material estupefaciente.
Por ello, considero que la res. jurisdiccional 10/2007, de fecha 24/1/2007, dictada por el juez federal N. 1 de esta
ciudad de Córdoba a fs. 1691, se encuentra debidamente fundada, y además era pertinente y razonable en orden a
esclarecer las maniobras delictivas que presumiblemente estarían llevando a cabo los justiciables. Es decir, el
magistrado de la instancia apreció la oportunidad y procedencia de tal intervención telefónica para poder continuar
una serie de hilos conductores, tendientes al esclarecimiento de maniobras vinculadas al tráfico de drogas, delito que
por su características especiales, casi siempre se realiza por intermedio de comunicaciones telefónicas cuyos
contenidos crípticos deben ser interpretados en un marco más amplio y general de las actividades ilícitas llevadas a
cabo por sus autores.
Por tales motivos, no se puede desvirtuar la validez de dicho auto, cuando en aquél se plasmó la voluntad del
magistrado, al considerar acreditadas las circunstancias que permitieron y justificaron quebrantar el derecho a la
intimidad de los involucrados, consagrado en nuestra Constitución Nacional.
Por otra parte, no es necesario que de la investigación previa al dictado de la orden de intervención telefónica
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surja una comprobación efectiva, contundente y acreditada para efectuarla. Si así lo fuera, estaríamos ante una
flagrancia que la convertiría en innecesaria. En dicha etapa, basta una sospecha fundada y objetiva, sin necesidad
que obedezca a una probanza absoluta, como ha ocurrido en este caso.
Por otro lado, y respondiendo a los cuestionamientos esbozados por la asistencia técnica de Maximiliano
Mustienes, si bien es cierto que no se utilizó ningún mecanismo científico para comprobar que las voces de los
teléfonos intervenidos pertenecieran efectivamente a alguno de los imputados, esa circunstancia, por sí sola, no
alcanza para afirmar que la prueba fuese nula, porque ese supuesto defecto no hace a la validez del acto sino en todo
caso a su valor probatorio.
Vale de todos modos señalar, por lo pronto, que para que se pudiera llevar a cabo la prueba científica
mencionada, hubiese sido menester que las personas inculpadas de haber mantenido las conversaciones hubiesen
aceptado ser sometidas a pruebas de voz, porque ciertamente una medida de ese tipo no se puede llevar a cabo sin el
consentimiento del presunto interlocutor porque de lo contrario se estaría conculcando la garantía de la defensa en
juicio y que protege de la autoincriminación (art. 18, CN).
Pero aún así, lo que la defensa soslaya es que a lo largo de la pesquisa quedó acreditado que coincidía la
información que surgía de las escuchas a las líneas intervenidas, con los movimientos de los justiciables, lo cual
confirma que eran éstos quienes hablaban por teléfono. Además, en otras conversaciones los mismos imputados se
identificaban con su nombre de pila, incluso con su apellido —por caso Mustienes— y fundamentalmente al
momento de ser detenidos llevaban consigo los aparatos telefónicos donde se llevaron a cabo las conversaciones
intervenidas.
En función de lo reseñado, este planteo de nulidad de las intervenciones telefónicas pierde toda efectividad y
estimo que debe ser rechazado.
Por otra parte, tampoco corresponde hacer lugar al planteo de nulidad interpuesto por la defensa oficial de la
orden de allanamiento librada a fs. 834. En efecto, el defensor oficial centró sus críticas, en primer lugar, en que en
la orden de allanamiento en cuestión no se consignó a quién pertenecía ese inmueble, del que sólo se mencionó que
concurrían asiduamente René A. Sosa e Ivana Ferreyra. En segundo término, afirmó que en la orden de allanamiento
no había precisión del domicilio, porque se mencionaba un pasaje público, en el que a la luz de lo declarado por el
testigo Gastón E. Santucho habría varias casas.
Pues bien, es preciso recordar que la jueza federal libró la orden de allanamiento en cuestión a partir de la
profusa prueba con la que contaba a partir de la extensa investigación que desde un año antes estaba llevando a cabo
la División Drogas Peligrosas de la Policía de la Provincia de Córdoba, bajo la dirección del actual oficial principal
Oscar A. Copetti.
En ese marco surgió como innegable, a partir de las vigilancias practicadas, los seguimientos y particularmente
de lo que fue surgiendo de las intervenciones telefónicas, en especial de los abonados que según las pesquisas eran
utilizados por Maximiliano Mustienes y David Brandan, que en el domicilio de este último que Copetti individualizó
a lo largo de la instrucción como pasaje público, sin número, entre French y Esnaola del barrio Maldonado, podía
haber elementos relacionados con una infracción a la ley de estupefacientes.
Pero no solamente eso, porque el policía al solicitar al juez la orden de allanamiento, frente a la imposibilidad de
indicar cuál era la calle donde estaba ubicada esta residencia, brindó otras precisiones: le dijo que la casa tenía su
frente orientado hacia calle Río Paraná, que era una vivienda confeccionada con ladrillo tipo block con su frente de
color claro, con puerta principal de acceso enrejada y que poseía la particularidad de poseer debajo del tanque de
agua un equipo de aire acondicionado.
La orden fue diligenciada por el oficial ayudante Diego R. Toloza, quien declaró ante el tribunal que munido de
esa orden se dirigió hasta el barrio Maldonado, donde pudo ver que en ese pasaje público no había muchas casas,
pero agregó que antes de disponer el ingreso al mismo consultó con Copetti para estar seguro que se trataba del
mismo domicilio. Aseguró, de todos modos, que la casa a la que él ingresó coincidía con la que estaba descripta en
la orden de allanamiento, particularmente porque era la única de la cuadra, según recordaba, que poseía un aparato
de aire acondicionado.
A esta coincidencia del domicilio respecto del cual Copetti pidió la orden de allanamiento y el juez la concedió,
se sumaba el hecho incontrastable que dentro del mismo estaba David A. Brandan, el presunto propietario,
circunstancia que si bien no estaba consignada en la orden de allanamiento —la ley no exige bajo pena de nulidad
que la orden consigne quién es el propietario—, era el sujeto al que precisamente se estaba investigando,
circunstancia que despeja cualquier duda que pudiera existir en cuanto a la identidad de la vivienda a la que se
pretendía ingresar y de la persona a detener.
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Con este marco, las referencias del testigo Santucho en el sentido de que Brandán vivía a la vuelta de ese
domicilio, y que el inmueble en cuestión no recordaba que tuviere instalado un equipo de aire acondicionado son
afirmaciones que no alcanzan para desvirtuar la validez y legalidad del acto: porque provienen de alguien que dijo
ser conocido de David Brandan porque vivía en el mismo barrio, y que por cierto estaba en el mismo domicilio al
momento en que se produjo el allanamiento del mismo, en el que se secuestró una importante cantidad de material
estupefaciente.
En suma, considero que tanto la orden de allanamiento librada por el juez como el acto mismo del registro del
inmueble de pasaje público entre French y Esnaola del barrio Maldonado cumplieron adecuadamente con los
requisitos de legalidad establecidos por la ley y por lo tanto el planteo de nulidad intentado por la defensa oficial no
puede prosperar.
Así voto.
El Dr. Díaz Gavier dijo:
Que adhiriendo en un todo a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante,
vota en la misma forma.
El Dr. Vivente Muscará dijo:
Que adhiriendo en un todo a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante,
vota en la misma forma.
2ª cuestión.— El Dr. Falcucci dijo:
El tribunal se constituyó en audiencia pública para resolver en definitiva la situación procesal de:Maximiliano A.
Mustienes, quien compareció a juicio acusado de haber cometido el delito de transporte de estupefacientes (un
hecho) en carácter de autor, previsto y penado por el art. 5, inc. c, ley 23737 y 45, CPen.David A. Brandán, quien
compareció a juicio acusado de haber cometido el delito de comercialización y almacenamiento de estupefacientes
(dos hechos) en concurso real, en carácter de autor, previsto y penado por el art. 5, inc. c, ley 23737 y 45 y 55,
CPen.Carlos A. Ocampo, quien compareció a juicio acusado de haber cometido el delito de Tenencia Simple de
Estupefacientes (un hecho) en carácter de autor, previsto y penado por el art. 14, párr. 1, ley 23737 y 45, CPen.Ivana
S. Ferreyra, quien compareció a juicio acusada de haber cometido el delito de tenencia con fines comercialización de
estupefacientes (un hecho) en carácter de autor, previsto y penado por el art. 5, inc. c, ley 23737 y 45, CPen.René A.
Sosa, quien compareció a juicio acusado de haber cometido el delito de almacenamiento de estupefacientes (un
hecho) en carácter de autor, previsto y penado por el art. 5, inc. c, ley 23737 y 45, CPen. Ello según consigna el
requerimiento fiscal de elevación de la causa a juicio transcripto al inicio, que tengo por reproducido íntegramente
para cumplimentar las exigencias del art. 399, CPPN, en lo que se refiere a la enunciación de los hechos y las
circunstancias que hayan sido materia de acusación.
Al momento de alegar sobre el mérito de la prueba en la instancia del art. 393, CPPN, el fiscal general consideró
que la producida era suficiente para acreditar los hechos atribuidos a los imputados, a los que calificó igual que el
requerimiento de elevación a juicio con excepción del caso de Ferreyra, que estimó que encuadraba en la figura de
facilitamiento de lugar para la comisión de hechos de narcotráfico (art. 10, ley 23737) y pidió la imposición de las
siguientes penas: cinco años de prisión, mil pesos de multa y accesorias legales para Brandan; cuatro años y ocho
meses, quinientos pesos de multa y accesorias legales para Mustienes; tres años de prisión y doscientos cincuenta
pesos de multa para Ferreyra; un año y seis meses de prisión en suspenso para Ocampo; y ocho años y seis meses de
prisión, cinco mil pesos de multa y accesorias legales para Sosa.
La defensa oficial de Brandan y Ocampo, a su turno, reclamó la absolución de sus asistidos por falta de pruebas,
afirmando, en ambos casos de que se trataba de simples consumidores de estupefacientes. Expresó que no era
posible afirmar que el estupefaciente que fue hallado en poder de Mustienes hubiese sido vendido por Brandán en
tanto y en cuanto difería las características de los envoltorios secuestrados en poder de aquél con relación a los que
fueron hallados en el domicilio donde se detuviera a su asistido. Indicó, además, que Ocampo no había sido
reconocido en fila de personas y por lo tanto se desconocía si era él la persona que había sido responsabilizada del
delito de tenencia de estupefacientes.
La asistencia técnica de Mustienes, por su parte, también reclamó la absolución del imputado por falta de
pruebas concretas de la actividad de transporte de estupefacientes y pidió en todo caso que, tratándose de un simple
consumidor de cocaína, lo que se encuentra comprobado por el estudio toxicológico, se dicte su absolución.
La defensa particular de Ferreyra impetró asimismo la absolución de esta última por falta de prueba suficientes
para dar por acreditado que ella tenía estupefacientes con fines de comercialización. En subsidio pidió que si se
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acogía el cambio de calificación propugnado por el Fiscal General se aplicara a Ferreyra una pena mínima.
Por último, la defensa de Sosa requirió la absolución del imputado, en tanto y en cuanto la prueba rendida en el
juicio era insuficiente para dar por probado que su cliente almacenaba los estupefacientes secuestrados por la policía
en el inmueble de Río Limay ... de Villa Carlos Paz, destacando que en tanto y en cuanto el imputado fue sobreseído
del delito de organización y financiamiento de actividades de narcotráfico, los hechos que justificaron esa medida
procesal no se podían reflotar como indicio para dar por acreditados los hechos de este juicio.
En oportunidad de prestar declaración indagatoria en el debate, el imputado MaximilianoMustieneshizo uso del
derecho que le asiste y se abstuvo de declarar, similar actitud asumió en la instrucción al negar los hechos y
abstenerse de seguir prestando declaración. Asimismo el imputado David A.Brandánhizo uso del derecho que le
asiste y se abstuvo de declarar, similar actitud asumió en la instrucción al negar los hechos y abstenerse de seguir
prestando declaración. Por su parte, el imputado Carlos A.Ocampohizo uso del derecho que le asiste y se abstuvo de
declarar, similar actitud asumió en la instrucción al negar los hechos y abstenerse de seguir prestando declaración.
Asimismo, la imputada Ivana S.Ferreyrahizo uso del derecho que le asiste y se abstuvo de declarar. Por ante la
instrucción manifestó, que el estupefaciente secuestrado en su casa no era de ella, que se lo plantó la policía cuando
entró a su casa, que la droga e la bajo la policía dentro de una bolso negro y le dijo que era de ella. Que le dijeron
que la iban a detener si o si y que le pasaba eso porque no había arreglado con ellos, haciendo alusión a la policía.
Que conoce al "chancho" Sosa porque su hermana, muerta, estaba casada con Damián Sosa —hermano del chancho
—. Que a Ocampo lo conoce de vista porque vivía en la casa de enfrente de la suya y que no tenía relación con él.
Por último, René A.Sosahizo uso del derecho que le asiste y se abstuvo de declarar. Por ante la instrucción
manifestó, que niega los hechos que se le imputan, que no es el único al que le dicen chancho en barrio Maldonado,
que tiene un local bailable que se llama "El Don", que también se dedica a comprar y vender autos con su hermano
Damián. Que las cosas secuestradas en el domicilio de calle Río Limay no tienen nada que ver con él, que al
momento de ser allanado pudo ver desde el patio de la casa a un policía de civil que entró con una caja marrón de
unos cincuenta centímetros de largo, que momentos antes de que entre la policía estaba por comer un asado junto a
varios amigos y también iban a ver el partido de football de Talleres, que esa casa es de propiedad de su hermano,
quien tiene antecedentes por homicidio. Que otros amigos de él se fueron a dormir a su casa, ubicada a tres o cuatro
kilómetros sobre la ruta, porque no entraban todos en la casa de Río Limay. Manifestó que estaba viviendo en una
cabaña que alquilaba a cien pesos por día, la que se ubicaba sobre la ruta que une la ciudad de Carlos Paz y Cosquín;
que su esposa Mariana Sosa vive en el domicilio de calle Pasaje Esnaola ... de barrio Maldonado, que también tiene
una casa a su nombre en barrio Marimón de la ciudad de Cosquín, más precisamente en calle Atahualpa Yupanqui, a
la que casi nunca va. Que se fue a vivir a las sierras porque tenía miedo, ya que la policía le había dicho que el
próximo en caer iba a ser él, que por esa razón interpuso dos habeas corpus en los Juzgados Federales N. 1 y N. 2
por la persecución de la que era objeto. Que al imputado Mustienes lo conoce de los bailes, a la encartada Ferreyra
por ser cuñada de su hermano, a Ocampo no lo conoce y a Brandán "el laucha" lo conoce porque vive a una cuadra y
media de su casa de barrio Maldonado y que es conocido de su hermano. Que le preguntó al policía Mercado porque
le habían puesto esa droga en la casa y éste le contestó que pusiera un buen abogado.
Así las cosas, del análisis de la prueba incorporada, constituida por la testimonial, documental, informativa y
pericial, me permite ratificar parcialmente los extremos fácticos de la acusación.
Respecto de los encartados: Maximiliano A. Mustienes, David A. Brandán y Carlos A. Ocampo ,
particularmente valoro la declaración testimonial prestada por el oficial Ppal. jefe de la CAP Distrito 9 Oscar A.
Copetti, quien en la audiencia manifestó que conocía a los imputados por una investigación que se le inició en el año
2007 y 2008 a René A. Sosa alias "Chancho", por supuestos hechos de narcotráfico. Señaló el testigo, que durante la
investigación se desplegaron tareas de vigilancia y se intervinieron numerosas líneas de telefónicas de las que surgió
el nombre y número de teléfono del encartado Mustienes. Luego de que se intervino la línea de éste, se pudo
constatar que el imputado hablaba abiertamente del comercio de drogas y que vendía estupefacientes con la
modalidad de "delivery", drogas que a su vez las adquiría de un tal "Laucha", que a la postre y como resultado de las
escuchas y vigilancias previas, se determinó que se trataba del encartado David A. Brandán. Agregó el testigo, que el
día que detuvieron al encartado Mustienes en el barrio de Nueva Córdoba más precisamente en la intersección de las
calles Bvd. Chacabuco y Chile, tenía en su poder estupefacientes que previamente había adquirido del justiciable
Brandán en el domicilio de éste último. Dicha maniobra fue observada por el preventor Copetti y derivó en la
detención de Mustienes con el consecuente secuestro del material estupefaciente en su poder.
Asimismo en dicha oportunidad se procedió al allanamiento de la vivienda del encartado Brandán, sita en calle
Pasaje Público s/n de Barrio Maldonado entre calles French y Esnaola, de la que se incautó droga tanto del interior
de la casa como del baúl de un Fiat Duna, de propiedad del coimputado Ocampo.
De igual modo, de la lectura del cuadernillo de desgravaciones telefónicas, incorporado como prueba a los
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presentes actuados surgen innumerables comunicaciones entre los encartados Brandán y Mustienes que claramente
demuestran la relación que existía entre ellos respecto de la compraventa de drogas. A modo de ejemplo refiero las
escuchas de fs. 675 donde Mustienes le pide a Brandán que le prepare "$ 100"; a fs. 675 vta. Brandán se comunica
con un masculino y le dice "eh tengo $ 200 y ayer lo mandé al Bichi y al Maxi (Mustienes) que lo atendiera la
Ivana"; a fs. 678 se comunica un sujeto con Brandán y le pregunta si puede ser "lo mismo del otro día"; a 678 vta.
una persona le dice a Brandán "hey boludo me asusto la yuta ahí en la plaza" a lo que Brandán le pregunta "¿pero te
quitaron las cosas?" y le contesta "todo boludo, hasta el celular de mi mujer, me llevaron la plata, la merca, todo" y
responde Brandán "no hables por teléfono", "taba el número mío en ese teléfono" y le dice "en ese no".
Es decir, la conducta atribuida a Mustienes se encuentra acreditada en primer término, por las escuchas a la línea
telefónica utilizada por el nombrado cuando en una comunicación con un tal "Seba", el imputado dice: "Chile y
Chacabuco"; "si ando en el auto mío" (ver fs.900vta.). Dicha conversación refleja claramente, que el imputado
Mustienes, se iba a trasladar a la intersección de esas arterias en su vehículo marca Fiat 147 de color azul, que venía
siendo vigilado, conforme surge de innumerables escuchas efectuadas a su línea —ver cuadernillo de las respectivas
desgravaciones—. En segundo término, tengo en cuenta los dichos del Of. Subinspector Marcos A. Martínez, quien
en la audiencia nos dijo que prestando colaboración al oficial Copetti, se constituyó en la intersección de las calles
Chile y Chacabuco de Barrio Nueva Córdoba, a fin de interceptar un automóvil marca Fiat 147 de color azul. Luego
de lo cual y una vez detenido el vehículo, procedió a identificar a sus ocupantes siendo uno de ellos el encartado
Mustienes, quien iba acompañado por una mujer y procedió al secuestro de cocaína acondicionada en bolsas de
nylon anudadas y selladas con cinta, desde el interior del rodado, más precisamente del piso del acompañante y
desde abajo del asiento del conductor. Además incautó un teléfono celular color gris marca Nokia y otro celular
marca Samsung.
Todas estas circunstancias coinciden con las constancias del acta de fs. 751/3 que acreditan el hallazgo del
material estupefaciente del modo en que lo señaló el policía Martínez, documento que fue refrendado por los dos
testigos de actuación, Sandra María Montefusco y Miguel Rubén Medina, cuyas declaraciones de fs. 1460 y 1461 se
incorporaron al debate por lectura, quienes corroboraron el contenido de aquella acta y reconocieron sus firmas
insertas en ésta.
A su vez, respecto de la conducta del justiciable Brandán, valoro el testimonio prestado en la audiencia por el Of.
Ayte. Diego Toloza, de donde surge que horas después del procedimiento mencionado supra, el deponente, por orden
del Of. Copetti, allanó la vivienda del imputado Brandán alias "Laucha", sita en calle Pasaje Público s/n entre calles
French y Esnaola de Barrio Maldonado —morada que el testigo describió como precaria, chica, que era un
monoambiente y que la misma tiene, como característica principal un tanque de agua con un aire acondicionado,
justo por debajo del mismo—. Agregó el testigo que como resultado del procedimiento, se secuestró del interior de
la casa cocaína, celulares y chips de teléfonos celulares, entre otros elementos.
Señaló también que en el mencionado procedimiento se secuestró además del estupefaciente referido supra,
cocaína, marihuana y un plato y un cuchillo con restos de sustancia estupefaciente, del interior del baúl del
automóvil del imputado Ocampo que se encontraba estacionado en el patio de dicha vivienda.
Asimismo manifestó que en la vivienda aludida había varias personas, pero que fue el imputado Brandán quien
se identificó como dueño de casa, tan es así que dejó una persona de su confianza al cuidado de la misma al
momento de ser trasladado detenido.
Es decir, el marco probatorio descripto es el que me permite corroborar las conductas atribuidas a Mustienes,
Brandán y Ocampo.
Así con fecha 24/4/2008 el sub oficial Marcos A. Martínez dio cumplimiento al oficio librado por el Juzgado
Federal n. 3 de esta ciudad de Córdoba, donde se ordenó el registro del vehículo marca Fiat 147 color azul,
dominio ... con vidrios polarizados, en el que se conducían el imputado Maximiliano A. Mustienes y una persona de
sexo femenino, logrando el secuestro de los elementos detalladamente descriptos en el acta de fs.751/753vta. y en
presencia de los testigos requeridos por la ley. Respecto de la cantidad y calidad de la droga secuestrada, contamos
con los resultados de la pericia química de fs.1468/1471.
De igual modo, entiendo que la prueba señalada me permite corroborar los hechos atribuidos al justiciable David
A. Brandán esto es, la venta de estupefacientes efectuada a Mustienes y el material estupefaciente hallado en su
domicilio. Así, con fecha 24/4/2008, luego de que el preventor Copetti observara la "transa" efectuada entre los
encartados Brandán y Mustienes, ordenó al Of. Ayte. Diego Toloza que diera cumplimiento a la orden de
allanamiento, librada por el Juez preventor, al domicilio del encartado Brandán logrando el secuestro de los
elementos detalladamente descriptos en el acta de fs.834/837 vta., en presencia de los testigos de ley. Respecto de la
cantidad y calidad de la droga secuestrada, contamos con los resultados de la pericia química de fs.1468/1471.
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Por su parte el hecho atribuido a Carlos A. Ocampo, se encuentra probado desde que el nombrado se encontraba
en la casa del imputado Brandán al momento del procedimiento aludido en el párrafo que antecede. Oportunidad en
la que se le incautara un envoltorio de plástico transparente anudado que contenía una mezcla de cloruro, cocaína y
sustancias reductoras (Benedict positivo para azúcares reductores y dipirona) y un principio químico que no se pudo
identificar, en un peso de 27,05 gr del interior del baúl del automóvil marca Fiat Duna, color rojo, dominio ... de su
propiedad que se encontraba estacionado en el patio de la vivienda allanada, así como también otro envoltorio que
contenía 15,85 gr de picadura de marihuana; además de un plato y dos cuchillos que tenían, según los estudios
periciales, restos de cocaína.
En consecuencia, los elementos de prueba que acreditan este hecho —acta, testimonio del preventor Toloza e
informe pericial— son idénticos a los valorados en el párrafo que antecede. Quedando de este modo fijados los
hechos atribuidos a Mustienes, Brandán y Ocampo.
Cabe señalar, por otro lado, que es solo parcialmente cierta la afirmación del defensa oficial, en el sentido de que
no era posible sostener que la droga que fue secuestrada en poder de Mustienes, le hubiese sido vendida por
Brandán, en tanto difería el modo en que están armados los envoltorios: unos termosellados y los otros anudados.
Pues bien, es preciso recordar que de acuerdo con la imputación, Mustienes fue acusado de transportar detrás del
asiento del conductor una bolsa de nylon en cuyo interior había diez envoltorios confeccionados con nylon de color
blanco anudado y cerrado con cinta, las cuales contenían una mezcla de cloruro, cocaína y sustancias reductoras
(Benedict positivo para azúcares reductores y dipirona) y un principio químico que no se pudo identificar, en un
peso de 46,05 gr; y debajo del asiento del acompañante una bolsa de nylon transparente anudado en uno de sus
extremos, que contenía una mezcla de cloruro, carbonato, cocaína, cafeína y sustancias reductoras (Benedict
positivo para azúcares reductores y dipirona) en un peso de 46,75 gr.
Brandan, por su parte, fue acusado de tener, en su domicilio, por un lado un envoltorio de plástico blanco con
vivos de colores, anudado, que contenía una mezcla de cloruro, cocaína y sustancias reductoras (Benedict positivo
para azúcares reductores y dipirona) y un principio químico que no se pudo identificar, en un peso de 15,90 gr; es
decir, por características del envoltorios y calidad de droga similar a la que transportaba Mustienes detrás del asiento
del conductor. Por otro lado dentro de una bolsa con la inscripción Newsport se secuestraron en poder de Brandan
otros veintinueve envoltorios de nylon de diversos colores termosellados que contenían una mezcla de cloruro,
carbonato, cocaína, cafeína y sustancias reductoras (Benedict positivo para azúcares reductores y dipirona) en un
peso de trescientos treinta y cuatro con sesenta y cinco gramos. En el caso se trataba de estupefaciente que por
calidad era de las mismas características de aquél que fue hallado en poder del mismo Mustienes, debajo del asiento
del acompañante de su automóvil.
Esta circunstancia, sumada al contenido de las desgravaciones telefónicas, a la observación directa por parte de
Copetti respecto del momento en que se produjo la transacción y al hallazgo en poder de Mustienes del
estupefaciente que respondía a las mismas características del secuestrado en poder de Brandán, despejan cualquier
tipo de duda sobre la autoría de ambos imputados en los hechos por los que fueron acusados
Por otro lado y en cuanto a la imputada Ivana S. Ferreyra , tengo en cuenta lo manifestado en la audiencia por
el Of. Ppal. Oscar A. Copetti, cuando señaló que la investigación iniciada oportunamente a René A. Sosa alias
"Chancho", también involucró a la nombrada en razón de que el deponente sospechaba que era la acusada quien
guardaba el estupefaciente que luego comercializaban Brandán y Mustienes.
Ello así, en razón de que el testigo pudo observar a la justiciable en varias oportunidades reunida con el resto de
los imputados en actitud sospechosa. Asimismo, del cuadernillo de intervenciones telefónicas, surgen diversas
conversaciones entre Mustienes y Brandán en la que hacen expresa referencia a la imputada Ferreyra, a saber:
Brandán se comunica con un masculino y le dice "eh tengo $ 200 y ayer lo mandé al Maxi (Mustienes) que lo
atendiera la Ivana"; Brandan se comunica con Mustienes y aquel le dice "fui hasta allá y la Ivana me dijo que no
tenía nada"; "preparame eso" le dijo Brandán a Ivana; Brandán le dice a Damián "estoy en la casa de la Ivana. Si
querés le pido un poco de plata a ella si necesitas algo"; Mustienes le dice a una mujer que le exige le entregue el
estupefaciente de $ 50 "que la Ivana está demorada porque está buscando algo en San Vicente", entre otras.
Esas conversaciones, oportunamente citadas por el fiscal general son demostrativas de la relación que mantenía
Ferreyra particularmente con Mustienes y Brandán. Todo lo cual es demostrativo que la encartada está vinculada a
las actividades delictivas aquí investigadas.
Se cuenta asimismo con las declaraciones de la Of. Ayte. Marcela L. Ahumada de fs. 833 y 1380, quien relató
que el 24/4/2008, siendo las 21:20 hs., procedió al allanamiento de la finca sita en Río Paraná ... de Barrio
Maldonado. Señaló que como primer medida convocó a dos testigos y luego ingresó al inmueble por una ventana
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que da hacia la calle, encontrando allí a tres mujeres, dos mayores y una menor, a las que identificó como Ivana S.
Ferreyra, Florencia V. Beas y Celeste D. Rearte; además de otro niño que estaba en uno de los cuartos. Todos ellos
fueron requisados con resultado negativo. Posteriormente comenzó a revisar la casa, secuestrando de un placar una
alcancía con ciento cuarenta y cinco pesos en monedas, una billetera de color negro con la suma de doscientos
veinte pesos y de un cajón del modular cuatro teléfonos celulares.
Destacó además que en el modular del comedor había una maceta de plástico que contenía dieciséis envoltorios
de nylon transparente termosellados que contenían una sustancia pulverulenta compatible con cocaína, diez de las
cuales pesaban aproximadamente 10 gr y las seis restantes 50 gr.
Precisó al declarar ante la magistrada de la instancia que el procedimiento fue rápido, y que las mujeres nunca
ofrecieron resistencia.
Todas esas circunstancias aparecen reflejadas en el acta de fs.827/829, la que se labró en presencia de testigos de
ley, cuyo contenido fue ratificado por los dos testigos que participaron del allanamiento: Matías H. Fernández Velez
(fs. 939 y 1435) y Romina A. Cherini Avila (fs. 1466). Respecto de la cantidad y calidad del estupefaciente,
contamos con los resultados de la pericia química de fs.1468/1471, que acreditó que el material secuestrado
correspondía a una mezcla de cloruro, carbonato, cocaína, cafeína y sustancias reductoras (Benedict positivo para
azúcares reductores y dipirona, en un peso que se puede calcular en 390,60).
Al momento de prestar declaración indagatoria ante la jueza federal, la imputada Ferreyra negó que el
estupefaciente secuestrado en su domicilio fuese suyo y pretendió sembrar dudas sobre la actuación de la policía,
destacando que previo al ingreso de los testigos civiles había ingresado al lugar un preventor con un bolso negro, y
que cuando se inició el registro se dirigieron directamente a revisar una planta que estaba arriba del modular, de
donde sacaron estupefacientes cuya tenencia le atribuyeron a ella. Agregó que el oficial Copetti la llevó hasta un
patio contiguo y la cuestionó por no haber arreglado económicamente con él para evitar ser detenida.
Sin embargo, los dos testigos del procedimiento no dejaron entrever que hubiese existido alguna irregularidad en
el procedimiento; por el contrario, Fernández Vélez precisó que la policía revisó las plantas que estaban encima del
modular, en particular una de ellas, porque la oficial se dio cuenta que una de éstas tenía la tierra removida, y que
cuando la quiso bajar al suelo la tomó de las hojas y la planta lucía como suelta. Entonces la subió sobre la mesa,
sacó la planta y encontraron la bolsa con los estupefacientes.
En suma, el secuestro del estupefaciente y su relación con Ferreyra no ofrece ningún tipo de fisura, lo que avala
la imputación formulada por el Fiscal General al momento de los alegatos.
Párrafo aparte merece la situación procesal del encartado René A. Sosa apodado "Chancho", quien vino acusado
por el delito de almacenamiento de estupefacientes previsto y penado por el art. 5, inc. c, ley 23737, ello así pues,
conforme lo describe la pieza acusatoria en el hecho nominado segundo, el nombrado habría tenido bajo su órbita de
custodia, más precisamente en la casa de calle Río Limay ... de la ciudad de Villa Carlos Paz, 981.75gr de cocaína
base.
Lo primero que hay que señalar es que toda la investigación discurrió en torno a la figura de René "el chancho"
Sosa, un sujeto al que se sindicaba como uno de los principales operadores del narcotráfico en la ciudad de Córdoba.
Tan es así que la orden judicial que dio inicio a este sumario indicaba que René Sosa y su hermano Damián serían
los cabecillas de una organización delictiva dedicada al narcotráfico.
Coincido con el fiscal general en que a lo largo de esta extensa pesquisa es posible encontrar indicios que
involucrarían a Sosa con el tráfico de estupefacientes, en particular a partir de las conversaciones que surgían del
teléfono de Mustienes y en las que por cierto se deja entrever que el material estupefaciente que manejaba habría
sido facilitado por aquél.
Pero de lo que el acusador público no se hizo cargo es que una vez producidos los allanamientos de los distintos
domicilios, en especial del ubicado en calle Río Limay ... de Villa Carlos Paz, el fiscal federal actuante entonces
formuló imputación a Sosa (fs. 1129/39) ocasión en la que le atribuyó haber sido organizador de actividades
relacionadas con el narcotráfico, en los términos del art. 7, ley 23737, sobre la base de la misma prueba que el fiscal
general utilizó para fundar su alegato final en este juicio para sostener que la droga que se halló en aquel inmueble
pertenecía a Sosa, esto es, el contenido de las desgravaciones de las conversaciones de los teléfonos intervenidos por
orden judicial y particularmente el testimonio del oficial Oscar Copetti. Y que durante el trámite de la instrucción
Sosa fue indagado con relación a esa conducta —la de organizador de actividades de narcotráfico (art. 7, ley
223737)— hasta que se dictó su falta de mérito para procesarlo o sobreseerlo y finalmente se lo sobreseyó.
Es decir, llegamos a esta instancia con una única imputación que consiste en determinar si René A. Sosa
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almacenó en el domicilio de Río Limay ... de Villa Carlos Paz una importante cantidad de pasta base de cocaína, sin
que se válido sostener, así sin más, como se hizo en la acusación, que ese material estupefaciente pertenecía al
imputado —y a su hermano Damián— porque eso surgía de las intervenciones telefónicas y de las declaraciones de
Copetti, ya que este método de razonamiento sería admisible solo si se acredita previamente que Sosa actuaba como
organizador de una actividad dedicada al narcotráfico, conducta por la que, vuelvo a reiterar, el nombrado fue
sobreseído por la jueza federal. Valorar esa misma prueba que le valió a Sosa un sobreseimiento como organizador
de actividades de narcotráfico, para sostener básicamente lo mismo —"la droga secuestrada era de Sosa porque tanto
él como su hermano la manejaban"— y pretender fundar con ello la imputación por un delito diferente —el
almacenamiento de estupefacientes—, entiendo que es un mecanismo de valoración de prueba inadmisible porque
supone trasgredir la garantía que impide el doble juzgamiento, que encuentra amparo en el art. 18, CN.
Es que, no me toca analizar por qué razón con las pruebas que el fiscal general utilizó para sostener que René
Sosa "manejaba droga" y por lo tanto la que se utilizó en el domicilio de Río Limay le pertenecía, el nombrado fue
sobreseído por la jueza federal de la conducta de organizar una actividad relacionada con el narcotráfico. Pero
producido ese sobreseimiento, no es posible reflotar indirectamente esa imputación, por vía de la valoración de
prueba, para sostener a partir de las escuchas telefónicas y de la declaración de Copetti que el material
estupefaciente secuestrado era de Sosa porque él "manejaba la droga", ya que este razonamiento, efectuado para
sostener una imputación por la presunta infracción al delito de almacenamiento de estupefacientes, parecía estar
dirigido a atribuir a Sosa la comisión del delito de organización de actividades del narcotráfico, conducta por la que
ya fue desvinculado de este mismo proceso, decisión que pasó en autoridad de cosa juzgada.
Sin perjuicio de esta circunstancia, que a mi juicio deshilacha la imputación formulada por el fiscal general, en la
que se reconoció que el tribunal debía realizar un esfuerzo interpretativo de la prueba para coincidir con sus
conclusiones, entiendo que los elementos probatorios colectados en autos igualmente no permiten acreditar con la
certeza que se exige para esta etapa del proceso, que el material estupefaciente incautado en el domicilio allanado,
haya sido almacenado por el prevenido René A. Sosa.
En efecto, si bien el sumario policial que constituye la génesis de estos actuados, sindicaba al inculpado René A.
Sosa como incurso en delitos en infracción a la ley 23737, lo cierto es que esa sola circunstancia no permite
relacionar al nombrado con el material estupefaciente sobre cuyo almacenamiento fue objeto de imputación.
En primer lugar, es preciso destacar que ordenada que fuera la intervención de diversas líneas telefónicas, René
A. Sosa no aparece como interlocutor en ninguna de las escuchas incorporadas como elemento de prueba. No
obstante esta situación y tras haber sido mencionado el inculpado en alguna de las escuchas por otros sujetos
sospechados y haber sido visto en la vivienda sita en calle Río Limay ... de la ciudad de Villa Carlos Paz por parte
del Of. Copetti, conforme él mismo lo manifestara en la audiencia, es que se ordenó el allanamiento del inmueble de
mención.
Sobre este punto es necesario destacar que durante su extensa declaración testifical en este juicio, Copetti no
pudo brindar muchas precisiones de cómo se fue llevando adelante la investigación, producto seguramente del paso
del tiempo y de la cantidad de seguimientos y vigilancias que practicó respecto de cada uno de los imputados. De
todos modos dio cuenta de la existencia de una conexión entre René Sosa, su hermano Damián, Mustienes y
Brandán. En particular hizo alusión que en algunas de las conversaciones telefónicas interceptadas Mustienes le
ofreció a Sosa precursores químicos.
Con relación al domicilio de la calle Río Limay ... de Villa Carlos Paz, el oficial Copetti dijo que en el mismo
pertenecía a Damián y a René Sosa; sin embargo cuando fue preguntado cuántas veces había visto allí a René Sosa
no pudo recordarlo, por lo que se dio lectura a su declaración de fs. 1378. Allí afirmó que René Sosa tenía un
domicilio en la localidad de Cosquín, en el barrio La Mandinga, sobre calle Atahualpa Yupanqui, sin numeración,
donde hizo vigilancias, y que en el de la calle Río Limay lo vio en dos oportunidades en el año 2007: la primera fue
al día siguiente que le saqué fotografías y después cerca de fin de año en otra vigilancia que practicó con
posterioridad, en la que realizó un seguimiento que culminó con la llegada del nombrado al domicilio de la ciudad
de Cosquín.
Es decir, la afirmación de Copetti brindada en el juicio en el sentido de que el domicilio de la calle Río Limay
pertenecía a los hermanos Sosa no aparece fundada, porque en rigor de verdad sólo lo había visto allí sólo en dos
oportunidades en el transcurso de un año. Pero además, y como bien lo afirmó la defensa técnica de Sosa, esta
referencia del preventor se contradice con la información que el mismo llevó al juez al momento de requerirle las
órdenes de allanamiento y que motivaron que al disponerse el registro del inmueble de la calle Río Limay el juez
señalara que en ese lugarresideDamián Sosa (ver fs. 777).
Esto no es casual, porque a partir del estudio de las distintas declaraciones efectuadas por el propio Copetti en
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los momentos previos al registro de ese inmueble, la información que el preventor manejaba era esa: que el
inmueble de la calle Río Limay pertenecía a Damián Sosa.
Por lo pronto, el propio imputado, cuya declaración indagatoria de fs.1296 se incorporó al debate por lectura,
confirmó esa circunstancia, esto es, que la casa de la calle Río Limay pertenecía a su hermano Damián y brindó
precisiones acerca del motivo por el cual se encontraba allí el día en que fue detenido.
En tal sentido relató que en el mes de abril de 2008 estaba viviendo en unas cabañas ubicada sobre la ruta que va
de Carlos Paz hacia Cosquín, que pertenecían a un sujeto de nombre José. Allí estuvo viviendo por
aproximadamente cinco meses a fines de 2007, de donde se trasladó hasta otra casa de su propiedad ubicada en
Cosquín sobre la calle Atahualpa Yupanqui; hasta que regresó a las cabañas mencionadas. Dijo que se había tenido
que ir a vivir a las Sierras porque en el diario habían salido publicaciones que lo sindicaban como jefe de una banda
de narcotraficantes y suponía que lo iban a hacer caer. Por esa razón adujo que tuvo que presentar dos habeas
corpus, uno en noviembre de 2007 y el otro en febrero de 2008, ante los Juzgados Federales 2 y 1 respectivamente,
dado que venía siendo objeto de persecución por parte de la policía.
Recordó que la noche anterior a ser aprehendido había estado en el Casino de Villa Carlos Paz junto con su
esposa Mariana Sosa, su suegra Marta Reyna, con Adrián Otero, el suegro de su pareja José Gutiérrez y Abraham.
Señaló que con posterioridad Otero, Abraham y el declarante se trasladaron hasta la cabaña que estaba alquilando —
su esposa y sus suegros regresaron a Córdoba— y decidieron llamar a unas chicas para tomar algo. Aclaró que al
mismo tiempo habían aparecido otros amigos —Cimentón, Doyenar, Difrancesco y Abel Sosa— que habían ido a un
boliche pero no entraron. Entonces le pidió a Otero que fuera con Cimentón hasta la casa de su hermano —la de Río
Limay— y cuando regresaron le comentaron que sólo estaba el casero. Al mismo tiempo Otero mandó un mensaje
de texto a su novia Laura Sosa y la convocó para que fuera a la casa de Río Limay, donde ellos ya se habían
trasladado.
En este sentido, se incorporó al debate por lectura el testimonio de José Rebelles (fs. 1438) quien corroboró las
manifestaciones de Sosa. En efecto, manifestó que efectivamente era dueño de un complejo de cinco cabañas
ubicadas en Campillo ... de Villa del Lago, que está pegado a la ruta 38. Refirió que en el mes de septiembre u
octubre de 2007 René A. Sosa le alquiló una cabaña, y cerraron trato hasta el mes de diciembre de ese mismo año.
Recordó que aquél se quedó hasta navidad y le pidió que después que finalizara la temporada de verano se la
alquilase otra vez. Así fue que a fines de febrero o principios de marzo de 2008 le volvió a alquilar la cabaña, a la
que describió como pequeña, de una sola habitación.
Daniel A. Otero también corroboró en la audiencia las razones por las cuales aquella tarde se encontraban en el
domicilio de la calle Río Limay cuando se produjo el allanamiento. Recordó que efectivamente esa noche habían
estado en el Casino con Sosa y sus suegros, y después se retiraron hasta la casa que estaba alquilando en Carlos Paz.
Más tarde llegaron otros amigos y decidieron hacer una fiesta, por lo cual Sosa lo mandó a que averiguase si estaba
vacía la casa de Damián Sosa, por lo que fue hasta allí con otra persona y los atendió el casero, por lo cual se
trasladaron todos hasta allí dado que esa vivienda era más espaciosa. Después llamaron a unas chicas y se quedaron
a dormir allí.
Es decir, y por lo señalado hasta aquí, más allá de la referencia de Copetti en el sentido de que la casa de la calle
Río Limay era de "los Sosa" lo cierto es que el resto de las pruebas incorporadas al juicio, incluido el propio pedido
de registro del domicilio hecho por el propio Copetti, reflejan que en rigor de verdad la casa de la calle Río Limay
pertenecía a Damián Sosa, lo que además estaría refrendado por un dato suplementario, que es el secuestro en una de
las habitaciones del subsuelo, de juguetes de niña con el agregado de que Damián Sosa tiene hijas mujeres y René
Sosa, al menos hasta entonces, un hijo varón.
Lo concreto entonces es que está claro que ese domicilio no pertenecía a René Sosa, que había ido hasta allí casi
de casualidad —no era un domicilio que frecuentase, a la luz de la investigación desarrollada por Copetti— porque
decidieron pasar la noche en una fiesta y comer un asado al día siguiente.
Por otro lado, no es un dato menor el lugar donde se secuestró el material estupefaciente, a la luz de lo que surge
del acta de allanamiento de fs. 778.
En efecto, consta en dicho documento que el 24/4/2007, a las 18:05 hs., personal del Eter a cargo del oficial
Guillermo Ayala ingresó al inmueble y en el sector de la pileta se topó con seis personas que intentaron darse a la
fuga y fueron reducidos. En el lugar había en total ocho hombres y dos mujeres identificados como Daniel A. Otero,
Enrique L. Difrancesco, René A. Sosa, Jorge A. Abraham, Angel D. Juárez, Abel E. Sosa, Ramiro E. Coll, Cristian
D. Doyhenard, Laura G. Sosa y Daniela Maldonado. Tras ello se da inicio al registro de la vivienda que consta de
tres plantas: en planta alta dos habitaciones y baño, en planta baja un baño, living, cocina y comedor y en el
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subsuelo dos habitaciones. En una de las habitaciones de la planta alta, que tenía cama matrimonial y ropa masculina
y femenina, se secuestró una boleta de la empresa Hugo Paéz a nombre de Damián Sosa, además de un chip de la
empresa Personal, un celular marca Nokia de color plateado y un celular marca Sony Erikson. En la planta baja,
sobre el suelo cerca del baño se secuestra un envoltorio de papel metalizado que contenía una sustancia pulverulenta
color blanco compatible con cocaína. Del subsuelo, en una de las habitaciones que funcionaba al parecer como
depósito, en el que había un colchón en el suelo, cajas y bolsos varios, entre estas cosas había una caja rectangular
de 10x15x35 cm que contenía papeles varios de diarios y dos envoltorios, uno de forma rectangular envuelto en
cinta aisladora de color negro y cinta de acetato transparente de unos 5x5 cm y 25 cm de largo con una sustancia en
polvo compactada tipo pasta la que al efectuarse el test correspondiente dio positivo de cocaína, con un peso de
1,055 kg. y otro envoltorio de forma irregular en una bolsa de nylon de color negro y cinta de acetato transparente
que contenía una sustancia pulverulenta de color blanco la cual al ser sometida al test correspondiente dio resultado
negativo, con un peso de 1,019 kg. Asimismo, desde debajo de un espacio de la escalera de ingreso al subsuelo se
secuestró una caja de color blanco con la inscripción Cicarelli Acetona y escrito Acetona por un litro purísima, que
contenía dos botellones de vidrio color marrón con la inscripción Cicarelli Acido Clorhídrico, uno con el número de
lote borrado y el otro con el número de lote 26379.
Es decir, la casa no pertenecía a René Sosa sino a su hermano Damián, y la pasta base de cocaína cuyo
almacenamiento el fiscal general atribuyó al primero de los mencionados fue secuestrado de una de las habitaciones
del subsuelo, escondida dentro de una caja, envuelta en papel de diario, en una habitación en la cual René Sosa no
había dormido —lo hizo en la planta superior, a tenor de lo dicho por Otero— y en la que no se sabe si a lo largo de
esa jornada habría siquiera accedido.
Un dato que no se puede soslayar es que Damián Sosa también habría estado relacionado con el mundo de la
droga. De hecho es una de las personas respecto de la cual se inició la investigación en este suceso y aparece
mencionada en varias de las desgravaciones de las intervenciones telefónicas como presunto proveedor de sustancias
estupefacientes. El fiscal general sostuvo, a partir del análisis de las escuchas, que Damián Sosa y René Sosa son
casi lo mismo, que las órdenes para el grupo en torno a la venta de estupefacientes la podía dar indistintamente
cualquiera de los dos. Sin embargo esta referencia genérica del acusador público, que bien puede servir de indicio,
resultaba absolutamente ineficaz en este caso para dar por probado el hecho que fue objeto de juzgamiento en este
proceso, y que reitero consistió en el presunto almacenamiento, por parte de René Sosa, de un poco más de un
kilogramo de pasta base en el subsuelo del inmueble de la calle Río Limay.
Es que la circunstancia de que a partir de las intervenciones telefónicas se determinase que Damián y René Sosa
compartían actividades relacionadas con estupefacientes —recordar siempre que sobre este aspecto René Sosa fue
sobreseído como organizador de actividades de narcotráfico— no impide que paralelamente a esta actividad Damián
Sosa pudiera llevar a cabo otro tipo de emprendimientos clandestinos con prescindencia de su hermano, y que la
pasta base hallada en su domicilio —el de Río Limay— respondiera a negocios diferentes. Y es que el representante
del Ministerio Público no ha logrado demostrar siquiera que René Alejandro Sosa supiera que en el sótano del
inmueble de su hermano —al que llegó de casualidad y concurría muy esporádicamente— había escondida, en una
habitación que sirve de depósito —en la que no durmió esa noche—, dentro de una caja y envuelta en papel de
diario, un kilogramo de pasta base de cocaína.
Es que parece contradictorio que un sujeto que al decir del Fiscal General se movía de manera inteligente en el
mundo del narcotráfico, porque no hablaba por teléfono, no aparecía nunca en las transas y organizaba todo desde
las sombras, y que incluso se sabía "perseguido" por la policía, al punto que no vivía en su domicilio para evitarse
problemas, y que dijo había presentado dos habeas corpus por este motivo, uno de ellos un par de meses antes de su
detención, decidiera pasar la noche así sin más recaudos en la casa donde sabía que su hermano estaba guardando —
almacenando— para ambos un poco más de un kilogramo de pasta base de cocaína. Y también es raro que un sujeto
que se toma todas esas precauciones, entendiera como incidente normal el episodio relatado por Otero y confirmado
por Copetti, que fue la llegada el mismo día del allanamiento, un par de horas antes, de un móvil de la CAP al
domicilio para pedir datos de uno de los automóviles estacionado en la puerta de la casa, dado que supuestamente no
coincidiría el número de patente con el modelo del vehículo. Cuesta creer que a pesar de ello, pese a todos los
recaudos que se tomaba, se siguiera quedando en el inmueble de la calle Río Limay.
En rigor de verdad esto revela que no hay prueba siquiera indiciaria para sostener que René A. Sosa sabía de la
existencia del material estupefaciente secuestrado, como elemento del dolo del delito de almacenamiento por el que
fue acusado, porque dado el lugar desde donde la pasta base fue incautada bien pudo ocurrir que Sosa no supiera de
su existencia ya sea porque había sido dejada allí por su hermano Damián —el dueño del inmueble—, o quizás por
alguna de las otras nueve personas que en ese momento estaban dentro de la vivienda de Río Limay cuando se
produjo el registro del domicilio.
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Copetti también afirmó que durante la vigilancia previa al ingreso al domicilio de la calle Río Limay —que
hacía con larga vistas— había logrado observar a René A. Sosa conversar con dos personas dentro del inmueble, las
que luego salieron en un automóvil y regresaron cerca de cuarenta y cinco minutos después para juntarse otra vez
con Sosa. Dijo que logró observar que los sujetos descargaron del baúl del automóvil dos o tres cajas de color blanco
que a esa distancia parecían ser del laboratorio Cicarelli.
La cuestión no era menor porque del legajo de intervenciones telefónicas surgía una conversación mantenida por
Maximiliano Mustienes con un sujeto no identificado, donde este último hacía alusión a que le interesaba adquirir
eter, y que éste debía ser del laboratorio Cicarelli porque esa era la marca que utilizaba "el chancho" supuestamente
por René Sosa.
Precisamente el acta de fs. 778 refleja que durante el registro de la casa de Río Limay ... se incautó debajo de un
espacio de la escalera de ingreso al subsuelo, una caja de color blanco con la inscripción Cicarelli Acetona y escrito
Acetona por un litro purísima, que contenía dos botellones de vidrio color marrón con la inscripción Cicarelli Acido
Clorhídrico, uno con el número de lote borrado y el otro con el número de lote 26379.
Esas botellas, de acuerdo con el informe pericial químico de fs. 1468 estaban vacías y al ser examinadas no se
obtuvieron resultados que permitan suponer la presencia de principios activos incluidos en las prescripciones de la
ley 23737.
Ahora bien, que Sosa estuviere manipulando cajas que contenían botellas vacías de lo que eventualmente
podrían ser precursores químicos sirve para sospechar que el nombrado puede eventualmente estar ligado a la
organización de actividades relacionadas con el narcotráfico, pero eso nada dice sobre el conocimiento que podría
llegar a tener el imputado respecto de la existencia de la pasta base de cocaína en el subsuelo del inmueble —es
decir, en un lugar bien diferente a donde estaban guardadas estas cajas con las botellas vacías— y que es el objeto de
este juicio, al menos en lo que atañe al nombrado. Una cosa no quita a la otra y en verdad el hecho de que las
botellas que decían "acetona" estuvieren vacías se condice más con las apreciaciones que se hicieron respecto de la
conducta elusiva de Sosa a la que aludió la propia policía, esto es, la de evitar hablar por teléfono y manejarse a
través de terceros. Es que los frascos que supuestamente contenían "Acetona" estaban vacíos y por lo tanto su mera
tenencia no constituía delito alguno, por lo que la seguridad del imputado no corría riesgo. Por lo demás, Copetti
dijo que había visto a Sosa manipular dos o tres cajas y sólo fue secuestrada una, por lo que ni siquiera es posible
saber si esa que el vio —desde mucha distancia con larga vistas— era la misma que se secuestró.
A todo este cuadro probatorio endeble en orden a probar la responsabilidad de Sosa en orden al almacenamiento
del material estupefaciente, se suman las inconsistencias en el acto mismo del registro del inmueble de la calle Río
Limay, como consecuencia de la negligencia, varias veces reiterada por personal de la División Drogas Peligrosas de
la Policía de la provincia de Córdoba, que consiste en procurar la convocatoria y/o hacer ingresar a los testigos
civiles que establecen los arts. 138 y 139, CPPN, como garantía de este tipo de diligencias bastante después de que
se da inicio al acto mismo del registro.
En efecto, el acta de fs. 778 establece como horario de inicio del registro del inmueble las 18:05 hs. del
24/4/2008. Tanto Copetti como Palaver fueron interrogados al respecto, y señalaron que esa hora reflejaba el ingreso
de personal del Eter al inmueble. Palaver agregó que él le pidió a uno de sus subalternos que consignara la hora de
ingreso.
Jorge R. Gómez, uno de los testigos de ese allanamiento, refirió con relación a ese procedimiento que ese día
había dejado el camión con el que trabajaba, como lo hacía todos los días a las 18:30 hs., en calle Neuquén. Recordó
que "manguereó" el vehículo y después lo pasó a buscar su hijo en la moto para dirigirse hasta su domicilio. En el
camino fueron convocados por personal de la CAP para ser testigos de un procedimiento, por lo que lo subieron al
patrullero junto con otra chica y los llevaron al lugar, calculando que llegaron después de las 19 hs.
Interrogado por las partes manifestó que sabía y conocía como vestía personal del Eter, resaltando que cuando
ingresaron a la vivienda allanada no había personal de esa fuerza. Precisó que revisaron todo y no encontraron nada,
aunque después aparecieron dos paquetitos que estaban ocultos en una de las habitaciones del subsuelo, dentro de
una caja que no estaba a simple vista sino oculta. Recordó también que debajo de la escalera que conducía al
subsuelo hallaron una caja de cartón con dos botellas vacías.
Erica F. Pérez, la otra testigo del allanamiento (fs. 1440) brindó un relato parecido respecto del modo en que se
llevó a cabo el procedimiento y en particular del horario de inicio. Dijo que esa tarde circulaba en su moto y
volviendo de la cancha del Jockey la paró un móvil de la CAP, eran como las seis y pico de la tarde, casi las siete,
bajó un policía uniformado y le pidió que la acompañase porque estaban haciendo un allanamiento y necesitaban
una testigo mujer. Dijo que cuando ingresó a la casa había muchos policías, logrando escuchar el comentario de una
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persona que no puede identificar, quien le mencionó que el Eter ya se había retirado.
El subinspector Marcos A. Martínez fue el encargado de trasladar a los testigos a la vivienda de la calle Río
Limay. Al ser interrogado en el juicio y tras muchas idas y vueltas, terminó por afirmar que él llevó a los testigos a
doscientos metros del domicilio, luego los acercó a ochenta metros y se los entregó a Palaver para que los ingresara
a la vivienda allanada. Aclaró que cuando él llegó al lugar personal del Eter ya había ingresado al inmueble.
Ahora bien, si se confrontan estos testimonios con el contenido del acta de fs. 778, las anotaciones del libro de
guardia del Departamento ETER de la Policía de la provincia de Córdoba, y la declaración del responsable del Eter
G. Ayala, es posible llegar a la conclusión que los testigos Gómez y Pérez llegaron al lugar casi una hora después de
que se iniciara el procedimiento. En efecto, en el libro de guardia de dicha fuerza consta que a las 18:05 hs. el oficial
principal Ayala informa que iban a iniciar el allanamiento del inmueble de la calle Río Limay y a las 19 hs. el mismo
principal informa que el allanamiento dio resultado positivo y que iba a brindar más precisiones cuando regresara a
la base, lo que ocurrió a las 19:30 hs., según el acta, o a las 18:55 hs. según el testimonio de Ayala.
Si esto es así, y se calcula que la actuación del grupo ETER para asegurar un inmueble que constaba de tres
plantas debió demandarle un tiempo prudencial de al menos cuarenta minutos, es posible sostener que el
procedimiento se inició en un horario aproximado al que menciona el acta, esto es, las 18:05 hs. Pero los testigos
dieron razones suficientes para señalar que en realidad ellos llegaron al lugar casi una hora después, por lo que hubo
un tiempo más que considerable en que personal policial controló el inmueble sin contar con el resguardo de testigos
civiles para dar fe de la actuación de los preventores.
Esta desprolijidad del personal policial, que se repite de manera frecuente en este tipo de procedimientos, es más
cuestionable en este caso porque se trataba de una investigación que llevaba más de un año, y dirigida a un sujeto al
que la propia policía de drogas señalaba como un conspicuo narcotraficante de la ciudad de Córdoba.
Ahora bien, coincido con la defensa en que esta irregularidad no alcanza para sostener que el documento que
refleja el allanamiento es nulo y por lo tanto no puede ser valorado. Es que, en el análisis de la cuestión hay que
distinguir entre las reglas que rigen la validez del acto de intervención de la policía, con las que rigen la validez del
acta que lo documenta.
En lo que concierne a medidas de inspección y secuestro, la forma actuada ella está establecida simplemente
"para dar fe" de su realización o cumplimiento y de sus circunstancias y resultados (confr. C. Nac. Casación Penal,
sala 2ª, causa 8044 "Rodríguez, Susana F. s/recurso de casación", rta. 27/6/2008, reg. 12033). La ley no establece la
forma actuada como condición de validez del acto, sino un modo de prueba calificado de su realización,
circunstancias y resultado. La conclusión se refuerza tan pronto se observa que la omisión de realización del acta —
en general— no fulmina de nulidad el acto realizado, porque no hay sanción expresa de nulidad en los términos del
art. 166, CPPN. Sólo si la omisión de realización del acta afectare la intervención del imputado, con violación del
derecho de defensa, podría examinarse si se trata de una nulidad de orden general del acto que debió ser
documentado, sujeta inclusive a declaración de oficio, según los arts. 167 y 168, CPPN.
Ahora bien, tan pronto se avanza en el examen del Libro I, Título V, Capítulo IV, se observa que sí hay
conminaciones de nulidad de las actas judiciales y policiales cuando padecen los defectos que enuncia el art. 140: "
El acta será nula si falta la indicación de la fecha, o la firma del funcionario actuante o la del secretario o testigos de
actuación, o la información prevista en la última parte del artículo anterior. Asimismo son nulas las enmiendas,
interlineados o sobrerraspados efectuados en el acta y no salvados al final de ésta" . Lo que se sanciona con nulidad
es el "acta" y no el acto que se pretendió documentar en ésta.
Es decir, la falta de testigos en el procedimiento no determina la nulidad del acto en sí y de todos los demás
cumplidos en el proceso, sino que, en definitiva, remitirá a una cuestión probatoria que habrá de ser analizada en el
debate.
Ello es así porque la eficacia probatoria de las actas dependerá de su autenticidad y de la veracidad de las
manifestaciones en ellas contenidas, y hacen plena fe de la existencia material de los hechos que el oficial público
exprese que él mismo ha cumplido o que han sido realizados en su presencia, hasta que sean reargüidas de falsas por
acción civil o criminal conforme a lo establecido por el art. 993, CCiv. (C. Nac. Casación Penal, sala 1ª, Reg.
2309.1, "Betaza, Juan Carlos y Maza de Campana, Elvira s/recurso de casación", rta. el 4/8/1998; "Bredeston, J. M.
s/rec. de casación", causa 1347, rta. el 29/5/1997; "Trotti, Gustavo R. s/recurso de casación e inconstitucionalidad",
reg. 520, Rta. el 23/6/1995, causa 405; Reg. 6593.1, "Zapata, Esteban E. s/recurso de casación", rta. el 30/3/2004;
"Duzac, Fabián A. y otros s/rec. de casación", Reg. 2643, causa 2101, rta. el 5/3/1999).
Es decir, en el caso, el acta no es nula porque cumple con los requisitos establecidos por los arts. 138 a 140,
CPPN, pero las deficiencias existentes en el acto mismo del registro domiciliario, en orden a la demora en la llegada
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de los testigos de actuación, compromete severamente la eficacia de la prueba y el valor convictivo que cabe otorgar
al allanamiento del inmueble y al secuestro del material estupefaciente en el domicilio de la calle Río Limay (conf.
C. Nac. Casación Penal, sala 4ª, Reg. 1927.4, "Pereyra, José N. s/recurso de casación", rta el 2/7/1999; sala 3ª, causa
334, "Guillén Brizuela, Gregorio A. s/recurso de casación", Reg. 33/95, rta. el 15/3/1995; causa 302 "Ausili,
Gustavo M. y otro s/recurso de casación", Reg. 128/95, rta. el 22/6/1995; Causa 779 "Pérez, Oscar Á. y otros
s/recurso de casación", Reg. 103/96, rta. el 9/4/1996, Causa 1318).
Por lo expuesto, el tribunal se encuentra en un estado intelectual de duda insuperable para la atribución de la
conducta por la que viene acusado el imputado Sosa.
Resulta pertinente recordar, en tal sentido, que todo veredicto de condena, se debe cimentar en una multiplicidad
de pruebas homogéneas, unívocas y unidireccionales que acrediten, con el grado de certeza necesario, la recreación
histórica de los acontecimientos y la responsabilidad penal del o los autores del hecho ilícito.
En tal sentido, Ferrajoli considera que la previsión del Código Procesal Penal italiano, artículo 192, al prescribir
"una pluralidad de datos probatorios ‘graves, precisos y concordantes’ ha legalizado la necesidad epistemológica de
una pluralidad de confirmaciones según el esquema del modus ponens". Y agrega que "en segundo lugar, la
previsión, en el mismo art. 192, de la obligación del juez de ‘dar cuenta de la motivación de los resultados
adquiridos y de los criterios adoptados’ equivale a la prescripción de que la motivación explicite todas las
inferencias inductivas llevadas a cabo por el juez, además de los criterios pragmáticos y sintácticos por él adoptados,
incluidos los de las contra pruebas y las refutaciones por modus tollens " (Ferrajoli, Luigi, "Derecho y razón: teoría
del garantismo penal", Trotta, Madrid, 1995, p. 155).
En la teoría de los derechos fundamentales y del derecho procesal moderno, el principio in dubio pro reo resulta
ser un componente sustancial del derecho fundamental a la presunción de inocencia (cfr. Bacigalupo, Enrique
"Presunción de inocencia in dubio pro reo y recurso de casación" en La impugnación de los hechos probados en la
casación penal y otros estudios, Ed. Ad Hoc., ps. 13, 32/33 y 44).
Si bien los jueces son libres de apreciar el valor probatorio de los elementos producidos durante el debate, resulta
necesario que respeten las reglas que rigen la carga de la prueba entre las partes. Según el derecho común de la
prueba, es el Ministerio Público o la parte civil, demandantes en el proceso penal, a quienes les incumbe probar la
culpabilidad del prevenido, conforme a la regla actori incumbit probatio . Y este principio es reforzado en derecho
penal, por la presunción de inocencia que beneficia al prevenido y que se impone en su beneficio en caso de duda
( in dubio pro reo ), cuando esta versa sobre un extremo relacionado con el hecho y no con el derecho. Afirmada en
el art. 9, declaración de los derechos del hombre, retomada en el preámbulo de la Constitución de 1958[francesa],
esta presunción de inocencia es igualmente consagrada por el artículo 6 de la Convención europea de los derechos
del hombre de 1950. (Boré, Jacques "La cassation en matiere pénale", n. 1970 y ss., Ed. LGDJ 1985, p. 596).
Así la importancia de este principio radica fundamentalmente en que el imputado no debe probar su coartada o
hacerla creíble, sino que, al contrario, a él le debe ser probado que en el momento del hecho estuvo en el lugar del
crimen o que ha participado en el hecho de otra forma (Roxin, Claus, “Derecho procesal Penal”, Editores del Puerto,
p. 111).
La Corte Sup. en lo que al beneficio de la duda se refiere, así entiende que "si bien el principio in dubio pro reo
presupone un especial estado de ánimo del juez, por el cual no alcanza a la convicción de certidumbre sobre los
hechos, dicho estado no puede sustentarse en una pura subjetividad sino que debe derivarse racional y objetivamente
de la valoración de las constancias del proceso" (causa M.705.XXI "Martínez, Saturnino y otras s/homicidio
calificado" rta. el 7/6/88, T. 311, P. 948).
El objetivo del proceso penal es la búsqueda de la verdad "real" o "material" de los hechos; tarea que se realiza
en base al estudio, análisis y evaluación (razonada y fundada) de las pruebas legalmente incorporadas al mismo por
las partes o por iniciativa del tribunal.
Según nuestra legislación procesal (art. 398, código de forma) los jueces valorarán las pruebas recibidas
conforme a las reglas de la sana crítica racional (libre convicción). Sin embargo, esta facultad no es "absoluta" o
"incontrolable", sino que se encuentra reglamentada por las "leyes supremas del pensamiento" y por la propia
normativa procesal (arts. 123 y 404, inc. 2, del ritual).
La libre convicción "absoluta" del juez resulta opuesta al moderno garantismo procesal. Por ello, la obligación
de "motivar" sus decisiones impuesta al juez por la ley procesal (esto es, exhibir la "verdad" de su decisión), actúa
como un límite (y por tanto es una garantía que previene arbitrariedades) del tradicional (pues viene desde el
derecho romano) sistema del arbitrium iudicis (libre convicción), y exige no sólo la "motivación en derecho"
(sujeción a la ley, a la manera del paradigma ilustrado del juez como le bouche de la loi), sino también la "correcta
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comprobación de los hechos"; es decir que no sólo requiere la "legalidad" de la resolución, sino también la "verdad"
de la misma, pues aquí reside la legitimación del Poder Judicial como poder imparcial e independiente.
Pero para llegar a descubrir o determinar la "verdad de los hechos", la "verdad fáctica", para aceptar una
proposición o una hipótesis como "verdadera", es necesario demostrar "...su coherencia o incoherencia con el
material probatorio recogido y la justificación o no de su relevancia y credibilidad..." ; y esta demostración deberá
explicitarse —justamente— en la "motivación" de la sentencia, "... que no es otra cosa más que la exhibición de un
número plausible ..., por relevancia y fiabilidad, de confirmaciones de la hipótesis acusatoria y de desmentidas de
hipótesis explicativas alternativas a ella..., idóneas a justificar su aceptación como verdadera..." (conf. Luigi
Farrajoli "Notas críticas y autocríticas en torno a la discusión sobre Derecho y Razón" en Revista de Ciencias
Jurídicas ¿Más Derecho?, II, FJD editor, Buenos Aires, diciembre de 2001, ps. 17/68; en igual sentido C. Nac.
Casación Penal, sala 3ª, "Recaite, Diego F. s/recurso de casación", causa 10.172, resuelta el 3/6/2009).
Pues bien, en el caso las pruebas que se han traído a este juicio no alcanzan para acreditar con certeza la
comisión por parte de René A. Sosa, de la presunta comisión del delito de almacenamiento de estupefacientes por el
que fuera condenado, razón por la cual, por estricta aplicación de lo establecido en el art. 3, CPPN, propongo que
sea absuelto de ese delito, sin costas.
Asimismo, en vista de las irregularidades cometidas por el oficial Oscar A. Copetti y Carlos del Valle Palaver, en
torno al modo en que se llevó a cabo el allanamiento del inmueble de la calle Río Limay, en particular por el hecho
de haberse iniciado el procedimiento sin convocarse previamente a los testigos civiles que auxiliarían en esa labor, al
modo como lo establecen los arts. 138 a 140, CPPN, y hacer ingresar a éstos al inmueble más de cuarenta y cinco
minutos después, demora que no estuvo justificada en la seguridad de los mismos testigos, lo que por cierto
comprometió el valor probatorio del acto que allí se cumplió, lo que constituye una severa negligencia en el
cumplimiento de labores propias que a priori no tienen ningún justificativo, corresponde librar oficio al jefe de la
Policía de la Provincia de Córdoba para que se analice la conducta de los nombrados, en los términos del art. 187b in
fine, ley ritual. Así voto.
El Dr. Díaz Gavier dijo:
Que adhiriendo en un todo a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante,
vota de la misma forma.
El Dr. Vicente Muscará dijo:
Que adhiriendo en un todo a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante,
vota de la misma forma.
3ª cuestión.— El Dr. Falcucci dijo :
Fijados así los hechos, corresponde efectuar la calificación legal de los mismos. Voy a coincidir parcialmente
con el encuadramiento efectuado por el fiscal general al efectuar su alegato, considero que la conducta desplegada
por el imputadoMaximiliano Alfredo Mustienes encuadra en la figura penal de transporte de estupefacientes (art. 5,
inc. c, ley 23737).
Ello así, teniendo en cuenta en primer término que el imputado trasladó en su automóvil marca Fiat 147 color
azul, dominio ... la sustancia estupefaciente —68,75 gr de clorhidrato de cocaína— desde el domicilio del imputado
Brandán —calle Pasaje Público s/n entre calles French y Esnaola de Barrio Maldonado— hasta la intersección de las
arterias Bvd. Chacabuco y Chile de Barrio Nueva Córdoba. Por otra parte, y tal como se señalara en el punto
anterior, del legajo de intervenciones telefónicas se desprende, sin margen pàra la duda, la actividad desplegada por
Mustienes, vinculada con la compra y venta de estupefaciente —cocaína— y en particular la forma en que la que fue
secuestrada dentro de su vehículo (compactada en envoltorios de nylon debajo del asiento del acompañante y detrás
del asiento del conductor) es demostrativa que el propósito era introducirla en la cadena de tráfico.
Cabe agregar, en este sentido, que la figura de transporte de estupefaciente es un delito de peligro, de
consumación instantánea y efecto permanente y culmina recién cuando la sustancia llega a destino, es decir al sitio o
lugar fijado para la entrega que en el caso de autos era la intersección de las calles Chacabuco y Chile de Barrio
Nva. Córdoba —conforme surge de las escuchas telefónicas y el procedimiento policial practicado en dicho lugar—.
Asimismo las conductas atribuidas al imputadoDavid Alberto Brandánencuadran en el delito de comercialización de
estupefacientes en carácter de autor (art. 5, inc. c, ley 23737).
Discrepo entonces con la calificación legal que ha asignado a los hechos el fiscal general. Es que entre el acto de
comercio llevado a cabo por Brandán con Mustienes y la coetánea tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización, por el material que se halló en su poder al momento de practicarse el registro domiciliario, existe
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un concurso aparente de leyes, por el cual esta última figura —la tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización— resulta desplazada por la primera —comercialización de estupefacientes—.
En efecto, a mi modo de ver entre estos delitos existe una relación de consunción, por la cual el delito anterior
(tenencia con fines) es "consumido" por uno posterior (comercialización). Es decir, se trata de delitos progresivos,
en los que el proceder del agente va recorriendo distintas infracciones jurídicas de creciente gravedad y en el mismo
contexto témporo-espacial (confr. " Código Penal y Leyes complementarias", t. I, 6ª ed., Breglia Arias y Gauna, Ed.
Astrea, ps. 524/5). Constituye pues una forma especial de infracción progresiva.
En este sentido —concurso aparente— se ha expedido la Cámara Nacional de Casación Penal, al sostener que: "
La acción típica de comerciar no es otra que la intervención de quien ejerza actos de comercio, con fines de lucro, en
la intermediación, compra o venta de estupefacientes, bastando la comprobación legal de la existencia del hecho
para responsabilizar al autor. Cabe agregar entonces que el delito de tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización queda desplazado por el de comercialización de estupefacientes cuando el autor realiza la acción
típica de comerciar dicho material, en el sentido anteriormente señalado" (sala 2ª, "Morales, Dolores s/recurso de
casación", causa 3890, registro 5121.2, rta. el 30/8/2002).
"El tipo de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización —acción preparatoria punible— como el
de suministro a título oneroso...quedan desplazados por el de ‘comercio de estupefacientes’, figura penal esta última
que los abarca a ambos en virtud del principio de subsidiariedad, una de las especies de concurso impropio,
verificándose éste último "cuando el criterio íntegro de ilicitud –objetivo y subjetivo- de uno de los tipos implicados
ya se encuentra contenido en el otro (...) causará una sola lesión a la ley penal; esa circunstancia ocurrirá cuando se
dé entre las figuras que se trate una relación de especialidad, de consunción o de subsidiariedad".
En el caso, la venta del estupefaciente de Brandán a Mustienes y la comprobada tenencia de estupefacientes por
parte del primero con fines de comercialización fueron actos casi coetáneos, circunstancias de las que sólo se puede
concluir la existencia de un único hecho, esto es que el acusado ejercía el comercio de la sustancia estupefaciente.
Cabe concluir entonces que se ha tenido por acreditado en los presentes obrados una sola conducta de tráfico por
parte del nombrado, y la realización de las diversas acciones no multiplica el delito, dado que todas ellas son
equivalentes, en tanto "la acción típica de comerciar ‘no es otra que la intervención de quien ejerza actos de
comercio, con fines de lucro, en la intermediación, compra o venta de estupefacientes’, bastando ‘la comprobación
legal de la existencia del hecho para responsabilizar al autor’". (sala 2ª, "Méndez, Mario A. s/recurso de casación",
causa 6554, registro 9043.2, rta. el 21/9/2006).
El tráfico de estupefacientes en nuestra legislación no es una acción única y específica sino un proceso
constituido por varios pasos sucesivos, y en tal sentido la tenencia de estupefacientes con fines de comercialización
constituye un escalón previo al comercio mismo del material estupefaciente. Por lo tanto, cuando ocurre —como en
el caso— que se comprueba fehacientemente que el sujeto comercia con estupefacientes, y casi al mismo tiempo se
secuestra en su domicilio una cantidad del mismo material, el delito no se multiplica. Es que en rigor, como
cualquier comerciante minorista, el vendedor de estupefacientes lleva adelante transacciones en pequeñas cantidades
hasta que logra introducir al mercado todo el material que tiene en su poder. Consecuentemente, si se comprueba
precisamente que el sujeto vendía estupefacientes, va de suyo que ya cumplió con el tramo objetivo de mayor
afectación al bien jurídico —el comercio— y por lo tanto el remanente de material que el sujeto conservó en su
poder no constituye una infracción penal diferente —la tenencia de estupefacientes con fines de comercialización—,
porque en realidad su actividad quedó abarcada de manera más específica por la figura penal más gravosa del
comercio —aunque la ley no la distinga a la hora de establecer las escalas penales—, que describe perfectamente y
con mayor precisión la conducta delictiva que se pretende reprimir.
Ello es así porque quien comercia con estupefacientes necesariamente va a necesitar tener consigo ese mismo
material, circunstancia que por cierto no implica multiplicidad del delito ya que constituyen pasos sucesivos de la
cadena de tráfico (confr. C. Nac. Casación Penal, sala 1ª, doctrina de causa 6247 "López, Alejandro y otro s/recurso
de casación", rta. el 21/11/2005).
En relación a la conducta desplegada por el encartadoCarlos A. Ocampo, la misma encuadra en encuadra en la
figura penal de tenencia simple de estupefacientes (art. 14, párr. 1, ley 23737) pues únicamente quedó acreditado que
el justiciable Ocampo tenía estupefacientes —27,05 gr de clorhidrato de cocaína y 15,85 gr de marihuana— bajo su
órbita de custodia —Fiat Duna, color rojo, dominio ...— y a sabiendas de que se trataba de sustancias ilícitas pues
estaban ocultas en el interior del baúl del rodado junto con un cuchillo y plato con restos de dicha sustancia
estupefaciente. Descarto la posibilidad de calificar esta conducta como tenencia de estupefacientes para consumo
personal, en primer lugar porque la cantidad de estupefaciente no era escasa, y en segundo término, porque el hecho
de que dentro de su vehículo se secuestrase un plato y cuchillos con restos de cocaína, no permiten establecer de
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manera inequívoca que el estupefaciente que fuera hallado en el ámbito de su custodia lo sea para consumo personal
de Ocampo.
Por último y respecto de la conducta atribuida aIvana S. Ferreyra, la misma encuadra en la figura penal de
facilitación de lugar para la comercialización de estupefacientes (art. 10 en función del 5 c, ley 23737). En primer
lugar, hay que señalar que en tanto y en cuanto la acusación circunscribió la conducta de Ferreyra a esa figura, el
tribunal se encuentra impedido de aplicar una figura más grave, con arreglo a la doctrina de la Corte Sup. en el
precedente M.528.XXXV "Mostaccio", Julio G. s/homicidio culposo" del 17/2/2004 que es aplicable al caso mutatis
mutandi.
Con esa salvedad, es preciso señalar que ha quedado acreditado con los elementos de prueba incorporados en
autos, en particular de las desgravaciones telefónicas, que daban cuenta de una relación permanente de Ferreyra
particularmente con Brandán y Mustienes, que la imputada facilitó su domicilio para se llevaran a cabo actividades
de comercio de estupefacientes por parte de los nombrados. Es decir que la prevenida Ferreyra con su actuar, prestó
una tarea de apoyo para la propagación de esos delitos y a sabiendas de que su casa era utilizada en uno o varios
tramos de la cadena de tráfico de drogas.
El Dr. Díaz Gavier dijo:
Que adhiriendo en un todo a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante,
vota de la misma forma.
El Dr. Muscará dijo:
Que adhiriendo en un todo a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante,
vota de la misma forma.
4ª cuestión.— El Dr. Falcucci dijo:
Paso a exponer el monto de las sanciones penales que corresponde imponer a los acusados:Maximiliano Alfredo
Mustienes, conforme a lo estatuido por los arts. 40 y 41, CPen., tengo en consideración como agravantes las
características de los hechos, en particular el tiempo que estuvo ligado a la actividad de tráfico de estupefacientes, lo
que surgía de esta extensa investigación. Como atenuantes pondero, que tiene una precaria situación económica y
escaso nivel cultural, y que no registra antecedentes penales. Por lo que considero justo y adecuado imponerle la
pena de cuatro años y tres meses de prisión, $ 225 de multa, accesorias legales y costas (arts. 403, párr. 1, 530 y
concs., CPPN y 45, CPen.).
En cuanto aDavid A. Brandán, siguiendo las mismas pautas, también el prolongado lapso que estuvo ligado al
tráfico de estupefacientes, y en particular que de la investigación surgió que dentro de la cadena jerárquica estaba un
escalón por encima de Mustienes, es decir, más cerca de aquéllos que organizaban esta actividad ilícita. En favor del
imputado, de manera particular, que tiene una precaria situación económica y escaso nivel cultural, y que no registra
antecedentes penales. Por ello considero justo y adecuado imponerle la pena de cuatro años y seis meses de prisión,
$ 225 de multa, accesorias legales y costas (arts. 403, párr. 1, 530 y concs., CPPN y 45, CPen.).
Respecto deIvana S. Ferreyra, conforme a lo estatuido por el art. 40, CPen., tengo en consideración los criterios
de mensuración pautados en el art. 41 del cuerpo normativo citado; en tal sentido y como atenuantes pondero en
favor de la imputada, de manera particular, que tiene una precaria situación económica y escaso nivel cultural, que
no registra antecedentes penales y que tiene tres hijos menores a su cargo; por lo que considero justo y adecuado
imponerle la pena de tres años de prisión, de cumplimiento en suspenso, $ 100 de multa y costas. Debiendo
asimismo fijar residencia y someterse al cuidado del Patronato de Presos y Liberados por el término de dos años
(arts. 403, párr. 1, 530 y concs., CPPN y 26, 27 bis y 45, CPen.).
Por último, en cuanto atañe aCarlos A. Ocampo, conforme a lo estatuido por el art. 40, CPen., tengo en
consideración los criterios de mensuración pautados en el art. 41 del cuerpo normativo citado; en tal sentido y en
favor del imputado, de manera particular, que tiene una precaria situación económica y escaso nivel cultural, y que
no registra antecedentes penales. Por ello considero justo y adecuado imponerle la pena de un año de prisión en
suspenso, $ 15 de multa y costas. Debiendo asimismo fijar residencia y someterse al cuidado del Patronato de Presos
y Liberados por el término de dos años (arts. 403, párr. 1, 530 y conc., CPPN y 26, 27 bis y 45, CPen.).
Por lo demás, corresponde disponer el decomiso y destrucción de las muestras de estupefacientes remitidas por
la instrucción (art. 30, ley 23737). Así voto.
El Dr. Gavier dijo:
Que adhiriendo en un todo a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante,
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vota de la misma forma.


El Dr. Asis dijo:
Que adhiere a las consideraciones y conclusiones a las que arriba el juez de Cámara preopinante, y vota de la
misma forma.
Por el resultado de los votos emitidos y por unanimidad, el tribunal resuelve:
1) No hacer lugar a los planteos de nulidad articulados por las defensas.
2) Declarar a Maximiliano A. Mustienes, ya filiado, autor responsable del delito de transporte de estupefacientes,
en los términos del art. 5, inc. c, ley 23737, e imponerle en tal carácter para su tratamiento penitenciario la pena de
cuatro años y tres meses de prisión, $ 225 de multa, accesorias legales y costas.
3) Declarar a David A. Brandán, ya filiado, autor responsable del delito de comercialización de estupefacientes,
en los términos del art. 5, inc. c, ley 23737, e imponerle en tal carácter para su tratamiento penitenciario, la pena de
cuatro años y seis meses de prisión, $ 225 de multa, accesorias legales y costas.
4) Declarar a Carlos A. Ocampo, ya filiado, autor responsable del delito de tenencia de estupefacientes en los
términos del art. 14, párr. 1, ley 23737, e imponerle en tal carácter la pena de un año de prisión en forma de
ejecución condicional (art. 26, Código Penal), $ 15 de multa, con costas, debiendo asimismo fijar residencia y
someterse al cuidado del Patronato de Presos y Liberados por el término de dos años (art. 27 bis, CPen.).
5) Declarar a Ivana S. Ferreyra, ya filiada, autora responsable del delito de facilitación de lugar para la
comercialización de estupefacientes, en los términos del art. 10 en función del 5, inc. c, ley 23737, e imponerle en
tal carácter la pena de tres años de prisión en forma de ejecución condicional (art. 26, CPen.), $ 100 de multa, con
costas, debiendo asimismo fijar residencia y someterse al cuidado del Patronato de Presos y Liberados por el
término de dos años (art. 27 bis, CPen.).
6) Absolver a René A. Sosa, ya filiado, en orden al delito de almacenamiento de estupefacientes (art. 5, inc. c,
ley 23737), que le atribuye el requerimiento fiscal de elevación de la causa a juicio, sin costas.
7) Poner en conocimiento del señor Jefe de la Policía de la Provincia de Córdoba, el contenido de la presente
sentencia, a los fines previstos por el art. 187, CPPN.
8) Proceder al decomiso y destrucción de las muestras de estupefacientes remitidas por la instrucción (art. 30, ley
23737).
Notifíquese y cúmplase, quedando las partes notificadas por la lectura de la presente.
José V. Muscará.— Jaime Díaz Gavier.— Julián Falcucci. (Sec.: Ramón L. Cornet).

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