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Por éstos días se observa en los medios un creciente interés frente a la gravedad de los
problemas ambientales, y esto se debe fundamentalmente a la sensibilidad sobre la
emergencia que perturba a nuestro planeta, apremiando por soluciones a largo y corto
plazo, que ahonden en el análisis crítico ante las ampliaciones del desarrollo económico,
industrial, el crecimiento poblacional, la degradación de la naturaleza, la contaminación
ambiental, además de la frágil protección de los recursos naturales.
Ante esta situación, hace falta concientizar a la población mundial, educarla con el fin de
develar la realidad ante el carácter global de los problemas, fomentar una educación con
actitudes y comportamientos propicios para el bienestar de toda la humanidad y la
preservación y protección del medio ambiente, reorientado el trabajo pedagógico y la
necesidad institucional, de incluir en el currículo escolar, desarrollando pensamiento crítico
para el cuidado y la protección del ambiente, principalmente en la formación y en la
consolidación de una cultura estructurada hacia la sostenibilidad.
De la misma manera, indagar sobre el papel de la educación como factor concluyente para
la construcción de un futuro sostenible, por un lado es redundante y por otro, significa
reconocer la necesidad de restructurar valores para afrontar la degradación de las
relaciones del hombre consigo mismo, con otros hombres y con la naturaleza.
Es pertinente señalar que es a través de los procesos educativos como se puede generar
conciencia ecológica, es así que, la necesidad de prácticas ecopedagógicas toma
importancia, pues es allí donde el maestro fomentará determinados valores y conductas a
través de la construcción compartida del conocimiento sin importar el área de conocimiento
que se maneje en el momento.
Por su lado, Felipe Reyes (2020) en su artículo, Educar-Nos, Forjar Humanidad en la
Dignidad de la Vida de la revista Ecopedagogía, expresa que La Educación ha de
entenderse como un proceso de construcción humana multi e interdimensional de
articulación personal social-cultural-territorial… Educar, educar-nos, en la complejidad
humana y de la vida, en la conflictividad crítica de reconocer y resarcir la fragmentación
moderna del pensar, sentir, pertenecer de nuestro ser, en la necesidad de coexistir y dialogar
en la diversidad cultural y territorial, nos exige comprensión, habilidad y voluntad del
pluriverso que somos.
De ahí que, la educación demande prácticas ecopedagógicas que orienten las acciones
individuales y colectivas, desde una perspectiva sostenible que favorezcan la calidad de
vida en el planeta, puesto que a pesar de tantos esfuerzos por introducir la dimensión
ambiental en el proceder general de las personas, hasta hoy no se han obtenido impactos
significativos en cuanto a la modificación de actitudes, comportamientos y valores que
promuevan el adecuado manejo de la problemática ambiental, es así que el desarrollo de
dichas prácticas ecopedagógicas puede ser la herramienta para la construcción de una
cultura de sostenibilidad colaborando con la formación de nuevas formas de pensamiento
crítico.
Dicho de otro modo, recae en las instituciones educativas el desarrollo de estos procesos,
que amplifiquen el saber cotidiano siendo consciente de su realidad y entorno, de igual
forma la escuela desde los primeros niveles de formación, juega un rol esencial en este
cambio de conciencia ecológico, porque tiene como responsabilidad formar con un perfil
ético y conservacionista que genere conciencia ambiental a las futuras generaciones.
Este planteamiento incita a que la escuela en general, debe reconstruir su diseño curricular
para asumir de manera proactiva los cambios sociales, políticos y ecológicos necesarios.
Este señalamiento es reforzado por lo referido por López (1998) quien indica que, las
universidades deben adoptar programas de educación creativos, si la comunidad científica y
las naciones desean alcanzar el reto de proteger y conservar la diversidad biológica y los
recursos naturales. Un desarrollo sostenible necesita que la economía se utilice
adecuadamente para aprovechar los recursos naturales sin deteriorarlos.
Por su parte, Gutiérrez (1997) sostiene que la ecopedagogía se apoya en tres principios
fundamentales a saber, “un principio de auto-organización: existe un principio cósmico de
atracción, movimiento y equilibrio, que facilitan la auto-organización de sistemas naturales,
incluidos los sistemas sociales”. Seguido de un principio de interdependencia, “revela la
importancia de todos los elementos que rigen la vida, vivos e inertes, así los seres humanos
son un elemento más en la red de la vida. Por lo tanto, esas relaciones son las que
constituyen la clave de la vida”. Y por último el “principio de sostenibilidad: la posibilidad
de que cada organismo, especie o sistema tiene para existir, estar en equilibrio y cuyo
desarrollo no puede darse desde afuera sino desde su propia naturaleza” (p. 167).
Ante tales principios surge un efecto de sensibilización, donde revaluar las prácticas
pedagógicas, supone pensar que en su disposición, le permitirán a este nuevo sujeto
ecológico, un desarrollo pleno de su personalidad en pro de resolver los problemas de su
entorno, con un mayor nivel crítico, cultural y desenvolverse social, ética y
ecológicamente.
BILIOGRAFIA:
Gutiérrez, F. (1997). Ecopedagogía y ciudadanía planetaria. San José, Costa Rica: ILPEC.
www.traficantes.net/libros/ecopedagogía-y-ciudadanía-planetaria