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DIOS DE TODA CONSOLACIÓN

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,


Padre de misericordias y Dios de toda consolación,
el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones,
para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación,   
por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. 
2 Corintios 1:3-4 

INTRODUCCIÓN: La palabra “Consolar” significa aliviar la pena o aflicció n de alguien. Para poder consolar a
alguien, en primer lugar debe experimentar la misericordia, debe ser movido en su espíritu hacia las
necesidades de otros. En segundo lugar la consolació n es circunstancial, no todos requerimos el mismo tipo de
consolació n. Hay situaciones que frecuentemente enfrentamos en nuestra vida terrenal, que requieren
consolació n. ¿Le gustaría que el Dios Todopoderoso, lleno de misericordia, alivie todas sus penas y aflicciones?
Le invito a recorrer la escritura para buscar las poderosas de declaraciones que Nuestro Señ or nos ha dejado al
respecto, y comprender mejor la forma en que puede consolarnos en cada etapa de nuestras vidas.

I. Padre de misericordias. Es especialmente notable que Dios se identifique a sí mismo como un padre, esto
pone en evidencia la clase de relació n que desea tener con nosotros, no se trata ceremonias o rituales, es un
asunto de total confianza. Hay pocas figuras en la vida de una persona que puedan ejercer tanta influencia
como un padre, tanto en hombres como en mujeres. Una mirada, un gesto, una palmada, una caricia o una
palabra, son suficientes para llenarnos de alegría, confianza, valor, serenidad o gratitud. Fundamentalmente
debido a que podemos estar seguros que siempre busca nuestro bien (2 Corintios 1:3).

1) Estando en aflicción. La aflicció n puede llegar a nuestra vida por una amplia variedad de situaciones
como: enfermedades, escasez econó mica, conflictos laborales, pleitos familiares, y desastres
naturales. Incluso pueden presentarse mú ltiples causas simultá neamente. La Biblia nos brinda una
respuesta abrumadoramente sencilla a estas situaciones: pó ngase de rodillas y clame al Señ or.
Santiago, incluso deja abierto el término que usa, sin particularizar el origen, dá ndonos a entender
que sea cual sea la situació n, la respuesta siempre está en el Señ or. La respuesta solo viene de nuestro
Padre Celestial, y la oració n debería ser nuestra primera acció n.  (Santiago 5:13).

2) Buscando socorro. Cuando pasamos por momentos de desesperació n, buscar ayuda es un paso
fundamental, reconociendo nuestras propias limitaciones como seres humanos, y entregá ndonos por
completo a la voluntad divina. La confianza es otro factor importante, muchas veces ponemos nuestra
esperanza en personas que al igual que nosotros pueden fallar, es mejor centrar nuestra confianza en
la suprema autoridad del universo, nunca nos desilusionará . Lo má s emocionante de este auxilio
divino, es que llega en el momento justo, nunca llega tarde, cumple su voluntad siempre. No
perdamos tiempo en medidas paliativas, Dios quiere nuestro bien (Hebreos 4:16).

3) Buscando sanidad. La sensació n de impotencia ante los padecimientos de nuestro cuerpo, puede
dejar nuestra moral por los suelos. No solo en las enfermedades propias, también cuando afecta a
nuestros seres queridos. La enfermedad es producto de la entrada del pecado en este mundo, no fue
creada por Dios, pero en su infinita misericordia, nuestro Señ or nos ha dejado una puerta abierta
para clamar por la sanidad. Podemos dirigirnos con libertad a Dios nuestro Sanador, para presentarle
nuestra necesidad. No debería ser nuestra ú ltima opció n, reservada solo para los momentos en que el
médico nos indica que no hay cura para nuestro mal. Dios sana  (Salmos 6:2).

II. Dios de toda consolación. Dios tiene una infinita cantidad de formas de llevarnos consuelo, recuerde que
es un Dios creativo, que hizo que las cosas que vemos existieran con el poder de su palabra. Como muestra,
Dios puede usar su palabra, la Biblia, para traernos consuelo, en ella está escrita la completa revelació n de
Dios al hombre. Dios conoce de primera mano nuestro sufrimiento, puesto que el mismo se hizo hombre y
vivió en la tierra como todos nosotros, nadie tiene que explicarle có mo se siente el dolor y la desesperació n,
lo vivió el mismo en la Cruz, cuando entrego su vida por nosotros. Puede ir directamente a nuestra mente o
nuestro corazó n y hablarnos con palabras de vida. Dios desea consolarnos en medio de todas nuestras
dificultades, basta que nos dejemos ministrar por su Espíritu Santo (2 Corintios 1:3).

1) Palabra que consuela. En medio de las diferentes tribulaciones de la vida, la Palabra de Nuestro Dios
nos brinda consuelo. Recuerde que la Biblia es Palabra de vida, con poder para impactarnos en
cualquier circunstancia. Contiene una gran cantidad de promesas para los Hijos de Dios, y muchas
veces ignoramos toda esa riqueza, recurriendo a las salidas que este mundo nos ofrece, cuyo fin no es
otro que el pecado y la muerte. Sus promesas nos llenan de vida, al recordarnos que esta situació n no
es el final del camino, que Dios sigue siendo poderoso y puede obrar de manera sobrenatural para
nuestro beneficio. Mi Dios puede hacer todas las cosas nuevas (Salmos 119:50).

2) Enjugará nuestras lágrimas. Como cualquier padre, nuestro Señ or se compadece de nuestro
sufrimiento, conoce nuestro dolor, y está dispuesto a brindarnos su abrazo de amor y limpiar
tiernamente las lá grimas de nuestro rostro. En nuestra vida puede presentarse la muerte, el llanto, el
lamento, y el dolor; pero nuestro Dios es má s poderoso que todo eso. Cuando sataná s no tiene alguna
forma de atacar nuestra vida directamente usa la intimidació n, como cualquier mató n cobarde, trata
de nublar nuestro entendimiento y llevarse de nuestro corazó n las promesas de la escritura. El
sufrimiento pasará , y un día nos encontraremos con Cristo en las nubes, todo lo que nos lastimaba de
este mundo, dejará de existir (Apocalipsis 21:4).

3) Paz para nuestro corazón. La paz de Dios no es comprensible para el mundo, no trate de explicarlo a
alguien que no conoce al Señ or, simplemente les parecerá una locura. Se necesita al Espíritu Santo en
nuestro corazó n para recibir esa paz. Muchas veces la aflicció n proviene de sentimientos e ideas
erró neas en nosotros, de cosas que realmente no existen o que ya no tienen importancia. La paz de
Dios guarda nuestras emociones, le da un soporte firme a nuestro corazó n para que no caigamos en el
desá nimo y la depresió n. La paz de Dios también guarda nuestra mente de ideas nocivas, ideas
negativas que no traen provecho. Busquemos la paz de Dios (Filipenses 4:7).

CONCLUSIÓN: Nuestro Señ or es un Padre Misericordioso, decido a mostrarnos su amor en cada etapa de


nuestra vida. Cuando pasemos por momentos de aflicció n, nuestro Señ or nos brinda la oportunidad de buscarlo
mediante la oració n y la sabiduría de su Palabra. Superando la etapa de aflicció n, tomamos la decisió n de buscar
socorro, y nuestra mejor opció n siempre será el Dios Todopoderoso creador del universo, con la autoridad para
resolver cualquier situació n. Las enfermedades pueden doblegar la voluntad de los má s fuertes, pero
cuando tomamos en cuenta la poderosa mano sanadora de nuestro Señ or, podemos ser testigos de
sorprendentes milagros. Podemos encontrar en el Eterno el consuelo que tanto anhelamos, por medio de su
Palabra, puede enjugar nuestras lá grimas y traer paz a nuestro corazó n. (Filipenses 4:7).

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