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Sin importar cuál sea nuestro idioma, todos podemos hablar el mismo lenguaje: el lenguaje puro de la
verdad. ¡Y qué agradecidos nos sentimos por ello! En cierto modo está pasando lo contrario de lo que
sucedió en Babel. Es como si todos juntos alabáramos el nombre de Dios en un solo idioma (1 Cor.
1:10). Así pues, sigamos adelante con determinación, sirviendo “hombro a hombro” con nuestros
hermanos de toda la Tierra. Y hablemos el lenguaje puro con más fluidez cada día para la gloria de
nuestro Padre celestial, Jehová