Sunteți pe pagina 1din 8

El comienzo de la actividad procesal civil

José Antonio Rojas Alba

Este ensayo tiene por objetivo desplegar las etapas iniciales en el proceso civil, es decir,
desde la jurisdicción y competencia. La actividad jurisdiccional constituye una función
pública para tener conocimiento de los litigios y tomar una decisión. La administración
de justicia corresponde a los tribunales y juzgados. Es incompatible otro desempeño
incluyendo a la docencia universitaria.

Por tanto el incumplimiento de estas funciones corrobora la renuncia del cargo. Los
tribunales y jueces se someten, en sus decisiones a la Constitución. Y aplican
preferentemente las leyes, decretos y demás resoluciones. Esta administración es una
función establecida por la ley en los tribunales y juzgados previamente establecidos.
Todo proceso, en la administración de justicia, es público a excepción de aquellos
prohibidos por la ley.

Este ensayo tiene una parte introductoria y su complementaria. Con la ‘Jurisdicción y


competencia’ se delimita la potestad judicial en sus atribuciones y responsabilidades.
En ‘La representación procesal’ se articulan las atribuciones de las partes en el proceso
civil.

1. Jurisdicción y competencia

La jurisdicción emana de la autoridad del pueblo y del Estado con el fin de nombrar a
los jueces destinados para el conocimiento de las causas. Y su conocimiento en esa
materia se establece en un determinado territorio. La jurisdicción no se delega y
únicamente es prorrogable con el consentimiento de las partes. El consentimiento pude

1
ser expreso o tácito. Es expreso con la aceptación de dos o más para sujetarse a una
autoridad judicial aunque anteriormente no fuera competente para alguna de las partes.
Y es tácito cuando el demandado acepta la competencia del juez respondiendo sin
plantear alguna excepción. La jurisdicción alcanza a las personas en razón de su
domicilio. Y también es extensiva con el consentimiento expreso de las partes en un
contrato. Y alcanza la jurisdicción del juez más próximo, de demandas civiles o
penales, al lugar donde acontecieren delitos y otros. Esta atribución de los jueces se da
en una causa principal obligando a responder a las citaciones. Dentro del conocimiento
de las causas de los jueces no hay ningún reconocimiento de fueros entre las partes.
Las demandas sobre acciones reales o de bienes inmuebles son competencia del juez
del lugar donde se hallen estos. Si el cúmulo de bienes litigiosos es considerable donde
se halle por lo menos uno de ellos. Por otro lado en una demanda de cumplimiento de
una obligación es igualmente competencia del juez del lugar. Donde se haya aperturado
una sucesión es competente para el conocimiento el juez de aquel territorio. Tiene
conocimiento para las demandas posesorias y sucesorias. Cuando el de cuius fallece en
otro lugar al de su domicilio es atribución del juez del lugar de la apertura la sucesión.
De acuerdo a la Ley del Órgano Judicial de 2010 todos los jueces públicos son
independientes e iguales en sus atribuciones. Los despachos judiciales instruidos fuera
de su distrito se hacen por otro juez o tribunal.

Y por otro la competencia resulta de un conflicto “entre dos juzgados o tribunales de


igual o desigual jurisdicción, sobre a quien corresponde el conocimiento de un asunto”
(Bolivia, Procedimiento Civil, 1831: art. 920). Esta competencia, en tanto conflicto, se
la promueve de oficio o a instancia de las partes. El juez que se considera competente
en el conocimiento de una causa para apartar “dirigirá una nota oficial” a su par (Cf.
1831: art. 921). La finalidad, si no se aparta del asunto, es señalarle por medios oficiales
su competencia.

2
La inhibitoria consiste entonces en que la autoridad requerida acepta su incompetencia
motivada en las razones del juez “requirente” (Ibíd.: art. 922). Y surge dentro del
conflicto de competencias la declinatoria. Contestando el juez solicitado contesta en
los mismos términos que en la inhibición. Por su parte formula en la nota oficial los
términos en los que base su competencia. En el caso que el juez solicitante no esté de
acuerdo con aquellas notas de respuesta eleva a un juez superior. Esta es la remisión
de las causas que se acumulan en ese conflicto de competencias. En ambos casos los
jueces, en el intercambio de sus respectivas notas, colocan una copia. La copia tiene
por objeto especificar de todos sus actos. con ese fin se envía toda la documentación al
juez o tribunal dirimidor de ese conflicto de competencias. Ambos jueces con este
envío, al margen de lo suscitado, informan a la autoridad superior. De acuerdo a los
informes de los jueces el superior en grado decide sobre la competencia. Este tribunal
superior en grado se pronuncia de acuerdo a los plazos procesales. E impone sanciones
en su defecto. En el tiempo que el tribunal superior decida esta contradicción de ambos
jueces, no pueden actuar sobre la causa objeto del conflicto competencial.

Surge la responsabilidad judicial sobre las funciones a nivel “civil y penal” (Decker,
Código de Procedimiento Civil. Comentarios y concordancias, 1999: 625, arts. 747,
748 y 749). Principalmente se establecen debido a los incumplimientos en el ejercicio
de la actividad jurisdiccional. Pero la responsabilidad de los funcionarios judiciales en
general se diferencia en dos. El primer tipo de responsabilidad está relacionado a las
contravenciones de orden personal. El segundo grupo de responsabilidades son propias
del desempeño de la función judicial. Las primeras contravenciones deben ser
impuestas en un procesamiento. Es de carácter disciplinario contra los funcionarios
judiciales. En este sentido se determina también la responsabilidad penal hasta su
ejecutoria. Entre las responsabilidades de orden personal se encuentran el prevaricato,
el soborno o cohecho. También se consideran tales el estado permanente de embriaguez
la falta de idoneidad en el desempeño de su cargo entre otras. El otro grupo de

3
responsabilidades recae sobre los actos de los jueces en los procesos. Deben aplicarse
de oficio o a instancia de parte.

Y se constituyen las partes del proceso, o sea, en la legitimación de las partes dentro
del proceso civil el actor y el reo o demandado. El actor o demandante formaliza una
petición sobre algo. La parte del reo o demandado es aquella contra la que se hace la
petición. La forma de la petición es la acción. Es “el medio o modo legal de pedir en
justicia lo que es nuestro o se nos debe” (1831: art. 68). Toda acción tiene su objeto en
derechos personales y reales. Se entiende por real al interés originado sobre algún
derecho o bien. La legitimación consiste en poseer la capacidad para actuar con la
petición y contestarla. En ambos casos se establecen exclusiones para ejercer la función
de actores y de reos. Por ejemplo cuando los menores demanden o sean “demandados”
y sin la autoridad de un padre o a falta de un tutor (Cf. 1831: art. 99). Con carácter
previo se solicita el nombramiento a nombre de ellos.

2. La representación procesal
La representación procesal surge de la necesidad de velar por una situación concreta
de hallarse alguien en representación del incapaz de hacerlo hábil para ese fin. Así se
procede, por ejemplo, al nombramiento de “los tutores y albaceas” (Bolivia, Ley de
Organización Judicial, 1857: art. 20). Este tipo de nombramientos se los denomina ad
litem con mero trámite sin mayor formalidad a conocimiento de la otra parte. Sobre la
representación en el proceso se tienen varias situaciones.

En el Corpus de 1831 se establece un trámite contra el ausente sobre la representación


en los procesos. Cuando no hay noticia alguna de su domicilio y de sus bienes “se
preparará el juicio pidiendo se nombre defensor” (1831: art. 100). Entonces se
interpone una acción contra el reo declarándolo ausente. Y tramitando “con los que
hayan entrado en la posesión de los bienes o tengan la administración legal de ellos”

4
(Ibíd.: art. 426). Concurre el “ministerio fiscal” a los efectos cuando el ausente no
declarado (Cf. Ibíd.: arts. 427, 100 y 428). Sin embargo este tipo de representante ad
litem ofrece la caución por las imposiciones de la demanda hasta el límite de sus bienes.
Establece “los gastos y expensas del pleito; salvo que por su culpa se hayan originado
algunos indebidos” (Ibíd.: art. 429). Y está el supuesto que el ausente “tomará la causa
en el estado que se halle” (Ibíd.: art. 430).

El Código del Procedimiento Civil de 1831 también establece el trámite de


representación en casos de rebeldía y deserción. En esta etapa realizada la citación el
demandado no contesta dentro del plazo estipulado para ese acto. O una vez “notificada
la demanda en su persona, no saca el proceso para contestar” (Ibíd.: art. 411). Incluso
cuando contesta, hay un vencimiento de plazos dentro del proceso. El inicio
propiamente dicho del proceso con la citación se libra con el apercibimiento del reo.
Con el “emplazamiento” del reo se lo conmina en declararlo en rebeldía (Cf. Ibíd.: art.
412). Esto se resuelve con la petición del demandante. Y pasado el plazo de la citación
se declara “contumaz al demandado” de acuerdo al vencimiento de los plazos (Cf. Ibíd.:
413). Con esta advertencia el juez “lo resolverá así” (Ibíd.: art. 414). Un tercer supuesto
son las actuaciones de emplazamiento del reo sin respuesta. Con la declaración de
contumaz las posteriores actuales se las practican solo al demandante. Con la presencia
del demandado en una etapa previa a la conclusión del proceso debe responder por la
erogación de las costas. A la vez debe asumir su defensa y en el asunto del descargo
probatorio depende la naturaleza del proceso.

La procedencia en la deserción, actualmente desistimiento, se trata del abandono del


actor del proceso una vez establecida la relación procesal con la contestación. El reo
puede requerir la prosecución del juicio advirtiendo la declaración de deserción. Una
vez confirmada en los plazos respectivos, se establece la deserción previa rebeldía. La
demanda objeto de una declaración de deserción no puede plantearse de nuevo.

5
También se prevé la prosecución del proceso, con excepción del desistimiento por
algún justificable, a sus familiares y allegados. La finalidad es dar continuidad de la
causa evitando con la deserción su impedimento justificable. Se fija de acuerdo con el
juez competente un plazo para plantear esta representación. Y se prevé la posibilidad
de conceder a la otra parte la posibilidad de trabarla. Cuando se comprueba razones
justificables para el demandante, el juez suspende la deserción. Y además fija un plazo
definitivo para incluirlo a la acción principal. Para este Corpus de 1831 es previsible
este trámite para la deserción como para la rebeldía. Pero es pasible quien el impedido
que no pueda probar las razones justificables de su rebeldía. O no pueda probar su
deserción con costas y si hubiere resarcimiento de daños y perjuicios.

A la pluralidad de las partes se la llama litisconsorcio a la relación de varios sujetos


dentro de las partes del proceso. Deriva la etapa del proceso en la que muchas personas
ingresan conjuntamente como demandantes o demandados en el mismo litigio. Se
responsabiliza en mancomunidad ‒si hay lugar‒ a todas las personas de ambas partes.
En ese sentido, se llama a esta ampliación de personas en el proceso, para Guillermo
Cabanellas:

[l]a unidad de representación, salvo discrepancias entre los interesados, la


multiplicidad de copias en los escritos, la simultaneidad de las diligencias, el
curso único del caso constituyen aspectos principales de la unidad procesal
dentro de la diversidad de demandantes y demandados. El litisconsorcio se
divide, por la relación numérica, en activo, si existe mayoría de actores o
demandantes; y pasivo, cuando predominan los demandados o reos. Puede ser
también igual o uniforme, de dos o más litigantes por cada parte. Por la
espontaneidad en su formación, se distingue el facultativo, si procede del
voluntario acuerdo de los litisconsortes; o necesario, si está determinado por
precepto legal (como en los juicios universales), por la naturaleza del vínculo
[…] o por la solidaridad de intereses […]” (Cabanellas T-II, 1976: 580).

6
Se habla entonces de un litisconsorcio a las agrupaciones de personas con un interés
común dentro de un litigio. Concurren como consortes “ya sea de actor, ya sea de reo
ó demandado en el pleito; y los que son partícipes y compañeros en la misma suerte”
(Escriche T-II, 1876: 516). Y se denomina tercero en el proceso a quien ingresa su
petición en contra de la parte actora o de la parte demandada. Se incluye esta oposición
dadas las circunstancias a ambas partes. La primera tercería es de carácter coadyuvante
y a la segunda por oposición excluyente. En ambas tercerías su pretensión debe basarse
en la certeza objetiva de su derecho. Puede condicionarse este derecho a través de
alguna previsión suspensiva en el tiempo. Las intervenciones de los terceros en ambos
casos de líneas arriba están libradas para abandonar el proceso en cualquier momento.
En el caso de los terceros excluyentes se los libra para salir del proceso incluso en la
ejecución.

El tercero que coadyuva se suma a una de las partes en cualquier momento y estado del
proceso. De acuerdo con las etapas del proceso no puede retrotraerlas, por ejemplo, con
el vencimiento de los plazos establecidos. A diferencia de esta forma de tercería, el
tercero excluyente puede ingresar en cualquier momento al proceso. Aún ingresa el
excluyente pasado el período de pruebas entre las partes principales. En la etapa de la
sentencia para ambas tercerías resulta el mismo efecto que entre las partes principales.

Para el Procedimiento Civil de 1831 las tercerías en los juicios ejecutivos tienen cierta
singularidad en su procedimiento. El tercero interviene y le son entregados, por
ejemplo, en una pretensión sobre la propiedad embargada con títulos y registros. Se
informa previamente a las partes del proceso. Si una escritura hipotecaria es previa la
tercería debe fundarse en una escritura pública anterior a la inscripción hipotecaria. Sin
embargo puede ser aún después de la escritura hipotecaria admitida por la norma.
Cuando se pida explicaciones a la tercería planteada su trámite cursa en paralelo. La
acción ejecutiva prosigue de igual modo sin interrupción hasta su conclusión. Y en la

7
etapa del remate, a pedido del tercero, el demandante debe presentar una contracautela.
También puede disponerse, a petición del tercerista, un depósito judicial del monto
percibido de los bienes rematados. El fin es para sumarla a la caución del ejecutante
principal.

El acto procesal se llama al comienzo de todo proceso corresponde a las partes y


también de oficio. La dirección del proceso está a cargo de los jueces estableciendo las
condiciones para su concreción. En realidad el acto procesal se concentra, con
diligencia, en la medida de las partes componentes para su realización. “[L]os actos
procesales, son los hechos voluntarios que tiene por efecto directo o inmediato la
constitución, el desenvolvimiento o extinción del proceso” (1999: 88). Frente a los
vacíos de una norma se la interpreta concentrando las directrices del procedimiento.
Las actuaciones del proceso tienen el carácter voluntario como el elemento
fundamental. Los actos procesales se originan a petición de los intervinientes
principales.

Para la celebración de un acto procesal se requiere, de modo concluyente, la


formalización expresa a través de memoriales y el diligenciamiento de los traslados.
No son admisibles estos actuados sin las firmas correspondientes en otros casos
previstos. Sobre el desarrollo del principio de dirección anteriormente fue una
controversia incumbente a las partes. Se considera asimismo en el pasado como un
contrato de la litis. La actividad de los jueces en este período fue pasiva. Se asegura la
mínima intervención en los momentos importantes de las causas.

S-ar putea să vă placă și