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Al menos un joven rico particular hizo esta opción por propia iniciativa9. Este grupo de ―cristianos
de hogar‖, que acogen a Jesús y creen en él sin salir de la estructura de su propia familia, creció
considerablemente después de Pentecostés. Son verdaderos discípulos, llamados a la plenitud de la
vida y amor cristianos, pero sin la radicalidad exterior de los que dejan todo para vivir como Jesús.
Hoy como ayer, no todos los cristianos están llamados al celibato, a compartir sus bienes y a la vida
común en la transparencia de un discipulado más total. Todo eso lo harán, pero más tarde, cuando
―sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, [donde] no se casarán‖. 10
Mientras tanto, todos siguen a Jesús y son sus discípulos, pero de diferentes maneras, así como
todos son amados por él, pero en diversos grados.
Es comprensible que los cuatro evangelistas, por su ardiente deseo de presentar la vida y el
mensaje de Cristo, se interesen más en el grupo de hombres y mujeres que lo siguen por las sendas
de Palestina, y que abandonan su vida familiar para escucharlo con mayor atención. Estos hombres
y mujeres parecen estar especialmente fascinados por ese hombre que habla con sencillez
penetrante, con una fuerza apacible y con autoridad renovadora. Desde la profundidad de su propio
corazón Jesús se dirige a lo profundo del corazón de los oyentes. Se hallan en él a la vez la
transparencia y la claridad de la enseñanza, la firmeza de la dirección, un tierno amor por sus
discípulos y una especial atención hacia los más necesitados: todo con una invulnerable paz interior.
Hay más aún. Subyacente a su enseñanza, a su amor y a su paz, se encuentra la inexplicable
presencia interior que cautiva los corazones de quienes lo siguen. Esta energía interior los estimula,
los purifica y les enseña, a menudo sin necesidad de palabras. Existe en él una cualidad
trascendente, divina. Su enseñanza comporta un mensaje universal de verdad, pero al mismo tiempo
Jesús mantiene una relación personal y sencilla con los que comparten su existencia cotidiana. Poco
a poco, la convivencia con él renueva a sus seguidores. Los transforma en personas verdaderas. Su
existencia deviene totalmente centrada en Cristo. Les basta una sola cosa 11: Jesús mismo. No se
trata de simple fascinación. Es un intercambio de vidas lúcido, con frecuencia muy difícil. Es una
historia de amor. El Maestro les da su vida, y ellos le dan la propia. Están enamorados de Jesús, no
eróticamente sino con mucho más hondura, con todo su corazón y todo su espíritu. Apenas pueden
vivir sin él. Si bien no cesa de cuestionarlos, ellos van dándose cuenta que siempre tiene razón, que
su visión de las cosas es la buena, y que por él se vuelven más verdaderos, más interiormente libres
para servir a los demás y mucho más conscientes de la realidad de Dios. Uno tras otro, en diferentes
momentos de su vida juntos, caen en la cuenta de que este hombre, su maestro, es el Salvador
prometido, ―el Mesías, el Hijo de Dios vivo‖12: ―Señor mío y Dios mío‖.13

9
Mt 19,20-22.
10
Lc 20,35.
11
Ver Lc 10,42.
12
Mt 16,16.

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