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AÑORANZAS DE AMOR

Huataullo
Tras muchos años de esfuerzos en gabinetes y ateneos volvía don
Eusebio al solar familiar en un plan de visita y vacaciones, Jovita,
hija de su administrador, era una colegiala encantadora.
En Trujillo se había despabilado y fuera en la hacienda huataullo una
primaveral belleza juvenil, don Eusebio la tomó de secretaria y
bajaba a los temples de santa Ana en las riveras del marañón.. el
trópico despertó a don Eusebio emociones nuevas y desconocidas,
aquél personaje adusto y severo, pero intelecto o pura abstracción se
iba compenetrando de la vitalidad y de la paligenecia de la selva, del
aroma enervador de flores misteriosas, del efluvio voluptuoso de las
aves, del color sensual del follaje rico, de la sombra protectora de
los bosques, bajo cuya complicidad se fecundan los seres y los sátiros
pululan tras las ninfas de las corrientes.
En la ondulación sensual de las lianas rememoraba el perfil lascivo de
bayaderas y náyades en las pinturas de Poussin y Boucher del museo
de louvre.
Los cogollos lozanos en brote exuberante tenían arrogancia de efebos
y las mariposas multicolores se aposentaban en sus hombros como
cortesanas vencidas por la lujuria.. las hojas sensitivas del follaje se
adherían a su cuerpo envolviéndolo en su vaho odorante, los
ramazones se enlongaban en abrazos voluptuosos y el polen
afrodisíaco de las flores excitaban sus sentidos y le cargaban de
deseos inconfesables.
El murmullo de los remansos y la melodía de las corrientes como una
lejana canción de sílfides exaltaban su robusta juventud, y aquél
arpegio de los zagales tremolaban en el bosque para dormir a las
serpientes; se sumía en el vértigo de un sopor embriagador.
Y cerca o lejos de la pompa florestal los chacales y los tigres se
ayuntaban en las hojarascas en tanto que en las cimeras de las
frondas o bajo el palio de un sol abrazador se fecundaban las aves.
Al pie de los troncos añosos hacía días yacían entrelazados dos
lascivas serpientes, mientras que los coleópteros caminaban
emparejados y los cisnes refundían su vértigo por entre las aguas de
los lagos absortos, el trópico es el altar del amor, ahí todo es enigma
y maravilla y aquella Jovita sencilla y angelical y aquel hidalgo
escéptico y cerebral fueron ganados por el paisaje.
Un buen día inadvertidamente se encontraron sus labios en un afán
incansable de frescor y ternura, el idilio fue paradisiaco, el giro de
aquél romance singular hubo de cambiar por los proyectos
matrimoniales de la madre de don Eusebio, y una dama de calidad
fue la consorte oficial de aquel paradigma de la hidalguía.
El matrimonio duró lo que dura la flor en un bouquet y don Eusebio
hubo de regresar a su hacienda en busca de la soledad, para
serenarse y fortalecerse, de la esposa no le quedó sino una visión de
penumbra, mientras aquella fuera de calidad social Jovita era de
calidad primaveral, la esposa había deslumbrado a la sociedad con su
hermosura, Jovita deslumbraba a la naturaleza con sus encantos
logró la paz de don Eusebio y consiguió que aquel genio no viera en
ella sino la azucena eucarística ensoñada por él para dormirse en la
delectación inefable de un ensueño angélico.
Jovita es un esmerilado prisma de ópalo y topacio, en ella los colores
cálidos del rojo están en sus labios y del amarillo en el encandilado
ámbar de su torso de ónix, en su rubor hay un carmín angélico que
sólo un artista enamorado podría percibir y captar, una sonrisa de
Jovita era un crepúsculo auroral y cuando esa sonrisa se cubría
nimbaba en las almas el esplendor de la primavera, en su risa están
los villancicos que los ángeles cantan cuando están enamorados, está
también el sortilegio que excelsa y subyuga.
Todo fue ofrendado a Jovita, la pompa del trópico a sus pies y
aquellas caras ilusiones de don Eusebio se pusieron de hinojos ante
ella para venerar su belleza sin igual.
En éste portentoso escenario donde no hay más transición que la
metamorfosis, se pierden las huellas de la proporción y de la historia
y comienza el tiempo de la eternidad y el reino del misterio y el
mito, aquí Jovita es como una diana, la ideal virgen de los bosques y
la pureza más constante del amor, en realidad Jovita debería ser
diana, porque belleza tan encantadora no se encuentra en la realidad
sino a través de la concepción artística.
Y para admirar y amar a Jovita fuera menester tener una naturaleza
poética para gozar debidamente del placer de aquella belleza, nunca
se amará lo suficiente a una beldad tan deslumbradora como aquella
de Jovita. Belleza que anega al corazón, que eclipsa los sentidos y
ciega las facultades.
Y amándola desesperadamente siempre se le amará poco; porque una
gracia tan extraordinaria no será suficientemente amada sino por
santos y dioses.
Una a una se iba desprendiendo de las prendas de su atuendo y el
resplandor de su desnudez poco a poco iluminaba la estancia, posaba
a la vista su excelsitud y erguida como una estatua de cristal daba a
admirar el tesoro inapreciable de su implacable belleza.. luego en las
flexiones de los movimientos aquel cuerpo de hada o de ángel
mostraban las alhajas de sus primaverales encantos de mujer, y las
manos expertas, milímetro a milímetro recorrían por su cuerpo
comprobando los quilates de cada una de aquellas joyas de arte.
Y además, de la elegante desnudez Jovita tenía la lozanía de la
juventud, la belleza espléndida de la proporción y el encanto de una
ternura indefinible, y sobre todo posaba también su ensueño, la
plácida ventura de sus ilusiones, el halo de adoración y admiración
que ungía de pudor aquella desnudez, y la pluma de un poeta como
encantada por el fulgor de tanta maravilla anotaría e inventaría
aquellas prendas con la emoción del frenesí del iniciado, aquellos
apuntes guardarán incólumes un cúmulo de líneas iridiscentes para la
escultura y otro tanto de color y melodía para engalanar y exaltar la
pintura.
!Que ambrosia de sus senos! , su opulencia se hacían en su cara y
eran más para el placer de una ensoñación que para saciar en el
infinito deleite, tendida y ululante sobre los edredones azules de la
alcoba parecía un gajo de luna o un coágulo de luz, las Venus o las
majas desde Cabanel a Goya no tuvieron los capullos de las flores que
engalanaban de color y tersidad la áurea luminiscencia de la
desnudez de Jovita, en el torso los senos erguidos tenían
verberaciones de ámbar y en el fondo de las gráciles caderas habían
esbozos de arrullos de cuna, cada uno de sus miembros emitían tal
melodía armónica que parecía la sinfonía de Shubert, que una
escultura de Fidias o una pintura de Coussin.
El fuego de las pupilas de don Eusebio la transverberaba y el acorde
del ritmo de sus hechizos la tenían transportada en un deliquio
paradisial.. sus abrazos gráciles y cabalísticos como un dogal de
armiño o de lirio enlazaban y galvanizaban su cuerpo traspasándola
de embriaguez....y un salmo lejano acercaba su melodía para
orquestar la partitura de amor que emitían los corazones
enlazados.... evadidos del prosaísmo del mundo y transportados a las
regiones del ensueño la emoción que aquél recogimiento brindaba,
era algo así como el efluvio de una plegaria.

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