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Aportes de Fernando Ulloa al desarrollo de las Ciencias Sociales en la Argentina - Aldo Schlemenson
En la década de los años 1940 a partir del estallido de la II Guerra Mundial los desarrollos y propuestas de nuevos
modelos de intervención e investigación en el campo social dirigidos a encarar los problemas vinculados con la crisis, se
van consolidando. Formando parte de la orientación denominada Psicoanálisis Aplicado, Sigmund Freud publica una serie
de trabajos que reflejan la situación de tensión que atraviesa Europa y el mundo. Al ampliar su objeto de estudio
incursiona en la temática social desde una perspectiva psicoanalítica. Toma como objeto de análisis y reflexión el
fenómeno de las masas, grupos y otras instituciones y desarrolla modelos explicativos que incluyen las relaciones con la
autoridad las relaciones vinculares entre pares, el liderazgo etc. En El malestar en la cultura (1929/30), incursiona en el
tema del trabajo como dimensión fundamental de la conducta humana. Expresa en 1904, que el estado psíquico en
general coincide con el de la capacidad del rendimiento –que alude al trabajo- y de goce –que alude a la capacidad de
amar-. Aun cuando pone en un mismo plano de igualdad amor y trabajo, el estudio de este último como actividad
humana fundamental, que relaciona al individuo con su medio social más amplio quedó un tanto relegado como tema de
interés para la psicología en aras de enfoques más centrados en la psicopatología y el análisis de las perturbaciones
mentales. En la Argentina en la década de 1950 emerge un movimiento de verdadera creatividad que se consolida
durante los años siguientes. Estimulado y orientado por las enseñanzas de Enrique Pichón Rivière, Fernando
Ulloa es un representante principal de dicho movimiento. Anhelan establecer el puente entre la conducta individual y el
campo social. Comienzan a darle el lugar que le corresponde como objeto de estudio, de intervención y cambio, en aras
de la promoción de la salud mental. Ulloa aplica el método clínico al campo social formulando verdaderas innovaciones
que han dado en llamarse Psicología Institucional, Asamblea Clínica, Grupos etc. Sus inquietudes son compartidas y
trabajadas con otros colegas a través de la cátedra universitaria en la Facultad de Psicología de la UBA entre ellos José
Bleger. Encara una revisión profunda de los marcos referenciales tradicionales en Psicología y Psicoanálisis, para
hacerlos más adecuados a los nuevos campos de aplicación y a la ampliación del objeto de intervención y estudio. Esto
implica una reformulación amplia del método y del nivel de análisis. La realiza valiéndose de una práctica sistemática y
una casuística muy significativa. La pasión por el trabajo en salud y mental, así como un fuerte compromiso ético en pos
de esclarecer y ayudar a encarar los problemas esenciales del ser humano le dan su sello personal a esta orientación.
Antecedentes de esta orientación podemos encontrarlos en la experiencia Rosario, impulsada por Enrique Pichón
Rivière, que constituye a mediados de la década de los años 50, la plataforma de lanzamiento pública de los Grupos
Operativos. Los nuevos hallazgos metodológicos operativos van recibiendo progresivamente el interés de las sucesivas
generaciones de psicólogos, psicoanalistas, médicos y de una variedad muy amplia de trabajadores sociales. El concepto
de “interpretación” por ejemplo que es usado para tratar los emergentes dentro de la sesión psicoanalítica, no le resulta
el adecuado ni tampoco el de regresión transferencial. También señala la necesidad de reemplazar los criterios y
entidades diagnósticas provenientes de la psicopatología. Durante la década de los años 1960 los grupos operativos
comienzan a ser profusamente utilizados en la enseñanza y también en la clínica, no sólo institucional sino privada. En
estos casos si bien aplica criterios “operativos”, recupera en su enfoque las enseñanzas provenientes del psicoanálisis,
estableciendo la diferencia entre conceptualización y formulación operativa de la interpretación.
Desarrolla un dispositivo grupal ampliado, que le permite trabajar con más de un centenar de personas al que denomina
“Asambleas clínicas” y que es creado alrededor de 1966. Posteriormente este dispositivo es llevado a intervenciones en
ámbitos hospitalarios y educacionales variados. Se trata de asambleas en las que participan docentes y alumnos. El
ámbito permite recuperar en cada sujeto el impacto del proceso de aprendizaje incluidas sus vivencias personales acerca
del mismo. Las asambleas constituyen a su vez una oportunidad para realizar una evaluación de dicho proceso de
aprendizaje, del cual el equipo docente recibe un feedback, que incluye consideraciones acerca del contexto de la
facultad y de la universidad en la que ya comienzan a ocurrir fenómenos propios de lo que el autor llama la cultura de la
mortificación caracterizada por el fraude. Esta actividad ejercida en las asambleas es parte de una clínica no ajena a los
conflictos de la vida cotidiana que permite recrear un pensamiento colectivo más cercano a la verdad. Las asambleas
clínicas en su versión inicial, se realizan los sábados por la mañana durante 3 o 4 horas, lo que demuestra una vez más la
capacidad de trabajo y compromiso del profesor de la cátedra que es trasmitida a sus alumnos. Es habitual la
concurrencia de cursantes de otras cátedras movidos por el interés que llegan a despertar. La participación en ellas es
voluntaria. No se realiza registro de asistencia ni se controla la entrada. La libertad para pensar sin censura y participar
activamente en la creación de un producto intelectual, representa un motivo de disfrute. Ulloa parado al frente de las
asambleas utiliza su capacidad de escucha, lee los emergentes grupales manifiestos y latentes. Va armando la urdimbre a
partir de las expresiones individuales que son hilvanadas en pos de una trama y construcción colectiva del tejido del
saber, enriquecido por la interacción social y la creatividad grupal. Se vale del humor que utiliza con maestría, las
analogías el lenguaje metafórico, el discernimiento de significados. Juega con las palabras y aporta imágenes en pos de la
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búsqueda del sentido de las conductas expresadas. Va tomando de las anécdotas y dramatizaciones, las ideas que van
señalando la existencia de un proyecto colectivo en ciernes al que de esta forma ayuda a explicitar, a componer y hacer
explícito entre todos. El rescate de los elementos de un proyecto colectivo tiene un efecto constructivo en el
pensamiento, al permitir la re apropiación por parte de la comunidad global de un contenido en el que se basa el
aprendizaje generado por la intervención y del que se pueden ir deduciendo intenciones de cambio. En etapas avanzadas
comienzan a aparecer espontáneamente grupos auto-gestivos que toman iniciativas vinculadas con la temática del a
cátedra, y van realizando micro emprendimientos prácticos de intervención afuera, que son parte del proceso de
aprendizaje diseñado. Los diversos procesos y resultados van dando lugar a una experiencia que se va reportando a la
comunidad de aprendizaje. Las asambleas son a su vez, una expresión del ejercicio de la democracia directa. Para
coordinarlas no es necesaria una lista de oradores como ocurre en otro tipo de asambleas. En las de la cátedra de
Psicología clínica, los hablantes aportan un pensamiento que es fiel al emergente y que no responde a un mandato
conferido. El emergente se va modificando a través de la interacción y el diálogo. La forma y contenido de la dinámica
que se establece, alteran la modalidad tradicional del funcionamiento de una cátedra, que es la que prevalece en la
variedad de contextos incluyentes en los que transcurre el aprendizaje universitario. La expresión de la libertad creativa y
de pensamiento se ve interrumpida en la trayectoria que relatamos, por la intervención a la universidad, en el año 1968
que se inaugura con “la noche de los bastones largos” a la que se suceden una recurrencia progresiva de noches
represivas. Estas culminan con la instauración masiva de la cultura de la mortificación impuesta arbitrariamente por el
gobierno militar. Ulloa se limita a tomar el síntoma de comunicación malicioso para transformarlo en un proyecto
académico formativo. Esta acción adquiere la forma del primer seminario de Psicología Institucional en la Facultad de
Psicología que versa sobre: “La psicología de la calumnia y del rumor”. La modalidad operativa, aprovechar el seminario
para realizar un examen crítico de la Universidad y de las instituciones de enseñanza pública.
El primer seminario universitario sobre Psicología Institucional desarrollado por Ulloa, constituye la primera acogida en
un ámbito Universitario, de la Psicología Institucional y modelos afines. La introducción de la especialidad en el ámbito
universitario le otorga coherencia epistémica, respaldada por un marco teórico y metodológico que se va desarrollando y
poniendo a prueba en la medida en que se van realizando prácticas de intervención e investigaciones sistemáticas. Desde
las primeras prácticas de los grupos operativos, Ulloa comienza a desarrollar como dijimos lo que denomina los criterios
de pertinencia que son válidos para las intervenciones grupales e institucionales. Y lo lleva a explicitar el encuadre
operativo diferenciándolo del encuadre psicoanalítico. Conservando la entrevista como instrumento fundamental
proveniente de la clínica, la despega de la psicopatología es decir de la enfermedad mental. Formula leyes generales del
método clínico susceptibles de ser aplicados a un objeto social complejo, teniendo en cuenta los tres momentos de la
unidad de operación: investigación, diagnóstico y modificación de lo observado. Este abordaje como aspecto diferencial
del modelo de investigación previo se plantea la involucración y el compromiso, del investigador profesional que se
incluye más plenamente en un campo de observación y en un proceso de cambio de una situación problemática por la
cual fue requerido para investigar y actuar. La modalidad implica romper el marco estrecho del laboratorio de
experimentación y del consultorio como ámbitos de trabajo. Resulta claro que la apertura a nuevos campos y la
diversidad de fines que estos suponen impone la revisión de los enfoques conceptuales acerca del “objeto de la
intervención”. La experiencia que se realiza en un nuevo campo de aplicación va permitiendo así, a través de la
conceptualización de la práctica la emergencia de nuevas teorías que dan cuenta de la naturaleza del objeto. Ulloa va
explicitando este proceder y esta necesidad: reemplaza el concepto de la clínica, entendido como lugar geográfico por el
de situación entendido como unidad identificable dentro de un campo psicológico. A su vez establece la diferencia entre
acción e interpretación, donde acción se refiere a todo lo que está ocurriendo en las interacciones entre uno o varios
individuos insertos en un campo psicológico e interpretación se refiere a la apreciación o evaluación que el observador
hace de aquello que ocurre. Procura establecer la diferencia del significado de la interpretación que realiza el
psicoanalista en relación con el material de su paciente, por el de este otro que tiene que ver con la búsqueda y
formulación del sentido de la conducta, realizada por quien practica una intervención. En ambos casos la intervención
modifica el campo de la conducta y ayuda a crear una nueva situación. Obedece a un proceder que viene de la clínica
ligado con el hecho de extraer del encierro de una situación conflictiva el motivo y el objetivo de la intervención. Los
problemas se siguen considerando y estudiando en profundidad en la medida en que se van indagando y de allí surge la
resolución progresiva. Este trabajo conjunto que establecen el profesional y la institución que consulta, está basado en la
colaboración, la reciprocidad, el deseo de participación y de involucración todo abalado por la confianza. El concepto
puente que une distintos niveles de análisis y que permite articular el nivel individual con el social es el de “conducta en
situación”, y que es válido para referirse a la unidad de análisis individual, grupal, a una asamblea o a una organización.
La modificación de la conducta de sistemas micro sociales requiere no limitar la observación a individuos aislados, sino
hacerla extensiva al ámbito o contexto más amplio en el que se desarrolla la misma. El contexto es mirado en función de
la importancia y efecto que tiene en relación con los individuos que actúan dentro de él y en función de vista de las
vivencias subjetivas de quienes son y que a su vez lo determinan. El concepto de interpretación referido a la conducta en
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situación trata de sustituir una actitud normativo/valorativa por una formulación integradora de distintos aspectos de la
conducta en situación que se presentan disociados, disgregados, desconectados entre sí o alienados en el ámbito en que
se despliega. Ulloa señala que la primera tarea de un profesional en cualquiera de los campos en que trabaja es detectar
los puntos de urgencia que le permiten determinar cuál es la acción crítica que enfrenta el sujeto de la observación. Esta
puede referirse a un proceso que se ha estereotipado, a una dificultad de adaptación frente al cambio, o a aspectos del
contexto que resultan disfuncionales desde la perspectiva de los individuos que lo integran.
Se percata tempranamente, que en un grupo o una institución, donde se despliega un proceso de interacción libre entre
personas, pueden emerger conflictos generados por perturbaciones de personalidad que se potencian en tales ámbitos.
Se plantea el riesgo que representa operar favoreciendo el análisis regresivo de las conductas individuales involucradas
que se produce cuando se refieren preponderantemente al “porqué” motivacional. Tomando la expresión de un conflicto
interpersonal como síntoma, se plantea una lectura del episodio de conducta tratando de visualizar aunque sea el esbozo
de un proyecto, referido a una faltante que de existir contribuiría a mitigar el dolor y el desgaste a través de una
organización o encuadre mejor. Los inevitables procesos regresivos que pueden darse por el hecho de que hay
subjetividad involucrada, necesitan ser canalizados constructivamente a través de la creación de un encuadre adecuado
para la expresión y conducción de la conducta. El encuadre representa canales –espacio temporales, temáticos y de
finalidad objetivo y objeto- que apuntan más al para qué, y a la búsqueda de las redefiniciones de sentido que incluyen el
contexto para permitir una mejor resolución de la situación problemática. La formulación de los criterios de pertinencia
incluye aspectos éticos que buscan proteger la integridad y la seguridad psicológica de los individuos que participan de
una experiencia. El sólo hecho de participar en un encuadre grupal o institucional pone en juego la totalidad de la
persona y puede promover la emergencia de emociones y ansiedades inconscientes universales que se hace necesario
encuadrar. Señala que en la modalidad terapéutica psicoanalítica, el énfasis está puesto en la escucha y el examen del
“porque “genético del síntoma que es explorado como una reproducción de algo que aconteció tempranamente en la
historia del sujeto. “En la modalidad operativa la intervención se juega en el “para que” prospectivo de la intencionalidad
del síntoma. Aquí todo acontecer es examinado no como reproducción, aunque lo sea, sino como ensayo para un
después y afuera. Entonces, la transferencia tiene mayor oportunidad de no instaurarse o inclusive de disolverse, en
cuanto a lo que entendemos por captura transferencial.” Ubicarse de esta forma frente al síntoma, frente a un conflicto
o un problema, implica tratar de reconocer la existencia de un proyecto, que aunque sea en ciernes puede vislumbrarse.
El proyecto está orientado al futuro y al medio ambiente. Es intencional en la medida en que se refiere a un acontecer
más o menos remoto que se espera resolver encarar, hacer nacer y que alienta la búsqueda. Además está referido a un
objeto y a un fin. Poder operar con el proyecto implica considerar el grado de coherencia del mismo, en relación con el
objeto y con las metas implícitas o explícitas. Los aspectos no manifiestos o subyacentes de la conducta, son
considerados a través de una concepción más global acerca de lo que se necesita para contenerlos mejor. La modalidad
está diseñada para resolver problemas prácticos que hacen a la convivencia organizada y de allí su operatividad. Es una
modalidad ciertamente postulada como válida para intervenir en situaciones críticas o traumáticas ya que promueve una
reintegración más rápida de los aspectos alienados o disociados de la conducta individual, grupal, institucional. Es dable
esperar que en una institución u organización afectada por una crisis se observe un período de shock en el que
predomina la confusión y el caos. En esta etapa puede haber una carencia aparente de un proyecto explícito que permite
visualizar el rumbo. La ausencia aparente puede representar un bloqueo transitorio. Es posible que en un segundo
momento de mayor estabilidad los miembros de la institución puedan recuperar una actitud más proactiva y comiencen
a visualizar un futuro factible o probable. Favorecer la reconsideración del proyecto a la luz de las nuevas circunstancias,
es constructivo evita regresiones y desorganizaciones perturbadoras. Subrayar la dimensión intencional de la conducta
es re significarla a la luz de nuevas metas que representan una perspectiva dirigida al contexto y al futuro. El enfoque
intencional o prospectivo representa una integración sistematizada de los otros enfoques y es consonante con una
concepción holística de la conducta. Podemos advertir que el énfasis puesto en la intencionalidad de la conducta y en la
tendencia prospectiva determinada por el fin o meta, actúa como organizador y analizador. En síntesis: la secuencia
temporal amplia involucra tanto el futuro como el pasado. El campo presente contiene conceptos acerca del pasado y
del futuro. Un individuo, un grupo, una organización no se orientan únicamente a partir de su situación presente ni están
solamente determinados por el pasado: tienen expectativas, deseos, sueños que involucran una visión actual del futuro.
Ulloa contribuye a explicar qué significa ubicarse frente a un episodio de conducta, buscando comprender su
intencionalidad y sentido. El proyecto señala la orientación, aquello a lo que tiende la conducta y que posee una
significación fundamental para el logro de una resolución satisfactoria, dirigida a una adaptación proactiva modificadora
del medio, pero también de los propios esquemas previamente internalizados. Expongamos a manera de síntesis los
siguientes puntos:
- La participación en una experiencia es voluntaria. Las personas que lo hacen pueden ser convocadas pero tienen que
poder concurrir libremente
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- El fin y los objetivos de los encuentros o reuniones requiere ser claramente explicitada. El material o información
brindada por los participantes sólo es utilizada en función de los fines explícitos enunciados.
- Las manifestaciones expuestas públicamente por los participantes no pueden ser utilizados para evaluar personas ni las
opiniones vertidas deberían afectar la trayectoria de nadie.
- La información vertida en una reunión o entrevista es confidencial. Cualquier informe que se realice a partir de los
contenidos expresados debe contar con el acuerdo del emisor o emisores.
- Cualquiera está en condiciones de opinar y de participar. Se aspira a un máximo de representatividad.
- La intimidad de las personas necesita ser protegida, los contenidos tratados en ámbitos públicos no deben vulnerar
estos principios. La emergencia inevitable de aspectos vinculados con la personalidad o con la subjetividad individual
deben ser considerados de acuerdo con los criterios de pertinencia señalados más arriba.
- En la escucha se privilegian los aspectos prospectivos de la conducta y del discurso incluido el proyecto institucional. El
plano del para que intencional que se dirige a la construcción de un proyecto y que lleva implícita una propuesta de
cambio.
- La dimensión temporal es tomada como un dato significativo de diseño, ordenador y organizador de las acciones y los
roles dentro de una estructura manifiesta que establece expectativas para todos los que ocupan una posición
institucionalizada.
- Se propende a la clarificación de los roles para reducir dentro de lo posible la confusión y la ambigüedad.
PSICOLOGIA COMUNITARIA EN ARGENTINA1

Reconstrucción de una práctica psicosocial en la Argentina.

Introducción

En Argentina, a diferencia de otros países de América Latina, el desarrollo de la psicología fuera del escenario clínico y
más especialmente en su aplicación y vinculación con la problemática comunitaria ha sido limitada.

En comparación al desarrollo alcanzado por la psicología clínica y el psicoanálisis, la psicología social-comunitaria, no


logro consolidarse como fuente de insumos permanentes.

Para limitar este desarrollo se anudan dos procesos: uno que encuadra la historia político-institucional de nuestro país y
otro que encarna la historia de una práctica que la vincula con exclusividad al psicoanálisis; por ello pensar en una
historia de la psicología comunitaria es poder reflexionar en las razones de su retraso como practica empírica y teórica en
argentina. En el caso de la psicología, las posibilidades de situarse en un escenario más amplio técnico-practico solo
podrán realizarse con grandes costos personales y sin una continuidad que le posibilitara la acumulación de capital
simbólico.

1) Antecedentes de la psicología social-comunitaria en argentina :


La psicología surge en la argentina como carrera en 1958.
El psicólogo argentino creció en la creencia de que la psicología es clínica y esta psicoanalítica lo que genero el
hecho de que Buenos Aires sea la capital de esa práctica por el número de analistas y la fecundidad de su
producción teórica. En la década del 60 y la primera parte del 70 surgen iniciativas de carácter comunitario, en
salud mental, vivienda y educación. Es Bleger quien en 1966 definió el rol del psicólogo en el campo
institucional y comunitario.
Así las intervenciones comunitarias se realizaron en estructuras complejas que constituyen una constelación
multifactorial.
Una experiencia que dentro del campo de la salud se acerca a un abordaje comunitario y lo induce como
modelo es el hospital Gregorio Araoz Alfaro de Lanús, que formula el primer plan de salud mental para la ciudad
de Buenos Aires; y que preveía 3 niveles asistenciales:
1) servicios de Psicopatología en hospitales generales
2) centros de salud con acción preventiva - comunitaria y
3) equipos de salud mental integrados en los centros municipales de salud general.

El desmanicomializador de Lanús
Con Mauricio Goldenberg -que murió el 12 de septiembre de 2006 en Washington, donde residía- desaparece un
símbolo mayor de la voluntad reformista en la psiquiatría argentina. En 1984, convocado por el presidente Alfonsín,
dejó unos Lineamientos Generales para el Plan Nacional de Salud Mental que hoy pueden leerse como la expresión de
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un proyecto interrumpido, si no fracasado, al menos en la ciudad de Buenos Aires. Hace más de veinte años, el Plan de
Goldenberg proponía una transformación integral de la asistencia, incluyendo sobre todo la reforma de los grandes
asilos psiquiátricos. ¿Cuánto más hay que esperar para que algo así se encare con eficacia y voluntad política?
La obra de Goldenberg debe seguirse en su acción institucional, ya que escribió muy poco. Había comenzado en la
psiquiatría tradicional, junto a Gonzalo Bosch, que era a la vez director del Hospicio de las Mercedes y presidente de la
Liga Argentina de Higiene Mental. El movimiento de la higiene mental, que surgió en los Estados Unidos fuera de la
psiquiatría y llevaba como bandera la reforma de los manicomios, nació en nuestro país dentro del manicomio mayor
de Buenos Aires. En esa mezcla ambigua, francamente incompatible, ya estaba presente el peso de una tradición asilar
arraigada, resistente a los cambios, que ha dejado sus huellas en los herederos actuales de Bosch. Goldenberg, hay
que recordarlo, empezó allí. Sus primeros trabajos, publicados en la Revista Argentina de Higiene Mental en 1945 y
1946, trataban sobre tópicos muy característicos de esa psiquiatría que desplazaba sus funciones sobre la sociedad: la
inmigración y el alcoholismo (que fue el tema de su tesis). La higiene mental argentina oscilaba entre la expresión
segregativa de un control sobre el potencial hereditario de la locura degenerativa (con Arturo Ameghino) y el
programa de una atención preventiva sobre ciertos ámbitos de la vida social: el hogar, la escuela, el trabajo. Pero la
centralidad del asilo (que, con la nueva denominación de hospital psiquiátrico, mantenía las características de una
institución cerrada) persistía, más allá de las declaraciones y los buenos propósitos, en el sistema público y gran parte
del privado. Goldenberg, nacido de ese mismo dispositivo que vendrá a reformar, tuvo la fuerza y la capacidad para
llevar adelante las nuevas ideas que no habían tenido un grupo de gestión con capacidad de llevarlas a la práctica.
Sobre todo porque el elenco dominante estaba demasiado implicado en ese dispositivo. Bosch y las principales figuras
de la psiquiatría argentina no sólo permanecían apegados a los parámetros teóricos de la vieja medicina mental,
también estaban insertados en una trama de prácticas que combinaba la pertenencia al hospicio público y a la cátedra
universitaria con la propiedad de un sanatorio psiquiátrico privado, en la capital o sus alrededores, organizado en
torno de la presencia fuerte del profesor-jefe (en esa situación estaban, además de Bosch, E. Mouchet, Nerio Rojas,
Ramón Melgar, etcétera).
El discurso de la higiene mental, entonces, no se trasladaba en general a la práctica de los psiquiatras que lo
enunciaban; su mayor innovación residía en resaltar la necesidad de un tratamiento precoz de los trastornos, lo que
suponía un desplazamiento de las formas manifiestas y ruidosas de la locura a las formas leves e insidiosas. Es sabido
que por esa vía dejaba un espacio para el psicoanálisis: Enrique Pichon Rivière, Arminda Aberastury, David Liberman,
por ejemplo, hicieron sus experiencias en el consultorio de la Liga Argentina de Higiene Mental. Pero ese programa
limitado, bien instalado en el aparato del poder psiquiátrico, no trataba en verdad de reformar los viejos manicomios,
sino en todo caso de limitar sus funciones a los casos estrictamente necesarios.
Visto desde la perspectiva que proporciona su obra posterior, el primer mérito de Goldenberg es haber sabido
romper con ese obstáculo originario: los grandes asilos no se reforman tratando de mejorarlos desde la misma lógica
que los produjo. Y su empresa puede ser vista como el programa no concluido de una desmanicomialización de la
psiquiatría, a partir del movimiento que, en la segunda posguerra, funda el concepto y el programa de la salud mental.
Una enseñanza fundamental que ha dejado es que no hay reforma que pueda focalizarse sólo en el manicomio.
Es la estructura y la organización de la asistencia en salud mental en su conjunto la que debe ser transformada para
promover un cambio del paradigma que tiene al encierro como fundamento y recurso último del tratamiento, aun
para los casos ambulatorios que se incorporan como una variante dentro del sistema.
No es fácil reconstruir la formación de su voluntad reformista. A la luz de esos primeros artículos, es claro que el
psicoanálisis no cumplió un papel determinante; tampoco es una presencia destacada en los trabajos que, a fines de
los cincuenta, anuncian su programa de reformas. En todo caso, la experiencia adquirida en su estadía en París, con
Ajuriaguerra, y sus contactos con la renovación psiquiátrica de la posguerra en Europa y los Estados Unidos
cumplieron un papel decisivo en su vuelco hacia el enfoque social y comunitario. Pero hay otro componente, que él
destaca en su construcción autobiográfica: su identidad de izquierda y su afinidad con el socialismo (Mauricio
Goldenberg. Maestro, Médico, Psiquiatra, Humanista, Secretaría de Cultura, Facultad de Psicología, UBA, 1996).
Como es sabido, la empresa reformista comenzó en el servicio de psicopatología del Hospital de Lanús (Goldenberg se
hizo cargo del servicio hace cincuenta años, en octubre de 1956) y continuó con lo que realizó posteriormente en el
mismo sentido en los hospitales de Buenos Aires. Como resultado, produjo la transformación más significativa del
dispositivo psiquiátrico desde los tiempos de Domingo Cabred. En Lanús comenzó con un equipo mínimo y con el paso
de los años llegó a tener una sala de internación para 32 pacientes, 20 consultorios externos y un hospital de día con
30 plazas; lo integraban profesionales con diferente formación distribuidos en doce departamentos. Ejerció la
dirección del servicio hasta 1972; había comenzado con seis profesionales y cuando dejó el servicio había 150
(Mauricio Goldenberg, "Relato de mi más querida experiencia docente-asistencial", en Primeras Jornadas-Encuentro
del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanus, Trabajos pre-publicados, 1992).
Las ideas que acompañaron la experiencia de Goldenberg están presentes en un primer artículo de 1958 que es un
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verdadero programa de renovación psiquiátrica basado en la superación de la vieja psiquiatría asilar por el modelo de
la asistencia abierta (M. Goldenberg, "Estado actual de la asistencia psiquiátrica en el país", Acta Neuropsiquiátrica
Argentina, 1958).
Aunque admite la existencia de hospitales psiquiátricos reformados en el sentido de una "comunidad hospitalaria", el
eje del programa es la descentralización que apunta a la creación de servicios de psicopatología en hospitales
generales y a la novedosa forma del hospital de día, inspirado en la experiencia americana. Apuntaba a que los
consultorios externos y los servicios de psicopatología en hospitales generales se convirtieran en el instrumento
principal y el más extendido de la asistencia psiquiátrica. Y, en la medida en que la visión psicopatológica se
desplazaba hacia los conflictos subjetivos y tomaba en cuenta la dimensión social de la patología, quedaba destacado
el papel terapéutico de una nueva socialidad construida a partir de un hospital que funcionara como una comunidad.
La idea de una terapéutica "socializadora" se expresaba igualmente en la importancia atribuida al ambiente
psicoterapéutico, el trato de los enfermeros, la intervención del asistente social y el papel de la laborterapia. Ese fue el
marco inicial de la incorporación de un psicoanálisis que exigía la necesaria pluralidad de los enfoques y los
procedimientos.
Hay que destacar que la voluntad reformista se acompañaba de una visión favorable a la transformación
modernizadora de la sociedad. Y en esa voluntad coincidían tanto la expansión de la enseñanza de la "psicología
social" de Enrique Pichon-Rivière como el auge del proyecto de la "psicohigiene" impulsado por José Bleger en la
carrera de Psicología de la UBA. La salud mental nacía fuera de los hospitales psiquiátricos y de las cátedras médicas,
en las que por décadas siguió reinando la vieja burocracia asilar. Por una parte, impulsaba una renovación del cuerpo
de los saberes, de los modos de diagnóstico e intervención y de las formas institucionales y, sobre todo, coincidía con
la irrupción de las nuevas disciplinas: psicoanálisis y psicología social, sociología, antropología, teoría de la
comunicación. Por otra, producía un cambio global de los temas de la locura de cara a las representaciones culturales;
y, en ese sentido, se insertaba en una sensibilidad y un dinamismo que provenía de la sociedad y del campo cultural.
En efecto ese programa venía explícitamente a proponerse como una respuesta preventiva a los malestares que, en el
plano de las costumbres, acompañaban los cambios sociales globales, en ese período de transformación
modernizadora, los años sesenta. En fin, esos años quedaron definitivamente atrás: perdura, para algunos, la
nostalgia, y algunas ideas. Lo que no se ve es dónde puede anidar una voluntad reformista a la altura de estos
tiempos.

Prevención y psicoanálisis. Supervisión de la función parental


Dr. Alejandro Ariel.
La adicción, la diseminación de la adicción no es sino también una de las consecuencias del fracaso de la cultura del
origen de la cual provenimos.
¿En qué el psicoanálisis puede pensar en la prevención, dado que la historia del mismo ha estado divorciada de la
prevención?
Violencia: aquello que amenaza y rompe el espacio social, no de un hombre, más bien la violencia implica la ruptura en
el sentido del hacer con el cuerpo de los hombres. Ruptura no del espacio de un hombre, sino del espacio del hombre.
El síntoma hace lazo social. El síntoma permite, que ese efecto de significado que yo soy, llámese psicoanalista y lo que
ese efecto de significado implica, llámese soy un hombre y, llámese un expositor y lo que ese efecto de significado
implica, permite habitar al nombre entre otros nombres.
El acting out, el pasaje al acto, rompe el lazo social, es lo que llamaríamos la impulsión. La cultura en la que
estamos es una cultura de la impulsión. En ese sentido lo que se amenaza, lo que se rompe es, ni más ni menos, que
lo político, se ataca el lazo social.
El acting out era una apelación al Otro, es decir, una apelación a la justicia. Uno apela en una corte, a uno le han dado
un castigo, y uno no está conforme con eso, entonces uno hace una apelación a esa sentencia.
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Creo que hay dos tipos de violencia :
Pasiva: La adicción. El adicto para procurarse los medios de conseguir droga es criminal, no es adicto. Lo que
hace el adicto es un pasaje al acto, armando una escena para dar a ver algo.
Activa: el sujeto rompe ese lazo social, rompe los márgenes del lazo, lo que sería criminalidad. El sujeto
se precipita y rompe.
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Infancias en contextos de vulnerabilidad: espacios de reflexión y juego como escenario de operaciones de


subjetivación:

(Paolicchi, Colombres, Garau)

Eje temático: Infancia, Legalidad e instituciones en Psicoanálisis y ciencias sociales.

Cambios en la subjetividad: Constitución del Psiquismo: Producción de Subjetividad

Es posible ubicar el eje de la producción psíquica, estructurado por variables cuya permanencia trasciende ciertos
modelos sociales e históricos, tal como lo representan el aporte amoroso materno y el juego.

El sostén materno no es tan solo “un suministro conveniente, sino la sustancia básica desde la cual se construye la
esencia del sujeto psíquico…” (Calzetta; 2004).

Janin (2006) afirma que tuvieron que haberse producido marcas de presencia para que el niño evoque esas marcas y
transforme lo pasivo en activo.

En el otro polo de la explicación de los cambios en la subjetividad, se ubica el eje producción de subjetividad, que refiere
a todo aquello que hace a la construcción social del sujeto, en articulación con las variables que lo inscriben en un tiempo
y un espacio particulares.

En la modernidad el estado en tanto meta institución era considerado la usina productora de la subjetividad, y la familia,
y la escuela evidenciaban validez y solidez en tanto sostenidas y legitimadas por un estado que las albergaba, las
conectaba y les otorgaba indiscutible sentido en su tarea de velar por la infancia.

Es así que se produce la destitución de las instituciones que producían infancia (Duschatzky, Corea, 2002); observándose
restringido o imposibilitando el acceso a los bienes de consumo y de conocimiento en grandes grupos poblacionales.

Primera Situación: “Ahora puedo estar en el mundo de mis hijas”

En una escuela del empobrecido conurbano bonaerense, se convocaba semanalmente a talleres a los que concurrían
grupos de madres. El objetivo directriz se orientaba a la conformación de juego tecas que fueran coordinadas por las
madres asistentes en un dispositivo andamiado.

M, una joven de 24 años, asiste a los talleres, siempre llevaba en brazos a su hija menor, L, de 2 años.

Empieza a referir en múltiples y traumatizantes pérdidas que había tenido que enfrentar desde muy joven: Los estudios
interrumpidos, enfermedades graves de su hija de 6 años, dificultades para el tratamiento médico. Expresa “No se cómo
relacionarme con mis dos hijas mayores”; “se pelean continuamente y yo no sé cómo intervenir, con L, (su hija menor) es
diferente: la siento un poquitito mía… Soy yo quien no permite que se aleje de mí, ella dejaría de tomar pecho… Pero soy
yo la que no puede cortar. Es como si con ella me estuviera despidiendo de la maternidad…”

A veces en las reuniones se comentaba sobre la situación que más que explicar, mostraba M.

M comentaba que los encuentros le fueron sirviendo para entender como sienten por dentro los chicos, para saber cómo
tratarlos, saber cómo les sirve estar con una persona grande. “Creo que ahora puedo estar en el mundo de mis hijas”,
dice.

El apuntalamiento del dispositivo auspicio en M. la posibilidad de distinguir en sus hijas a personas diferentes de ella,
necesitadas de autonomía, en particular, en el caso de L., vivenciarla como no ajena ni extraña, como le resultaban las
dos mayores al comienzo.

Francisco “Yo voy a cuidarlo al bebe”

En otra escuela ubicada en las inmediaciones empobrecidas del barrio de Retiro, el dispositivo habitual promovía que los
coordinadores, miembros de la comunidad que habían participado de los talleres desarrollados a lo largo de dos
cuatrimestres; llevaran adelante el encuentro con los niños en la juego teca, mientras las docentes suministraban apoyo
y sostén de la tarea.
8

Se recorta una escena en la cual un grupo de hermanos, que concurrían habitualmente, se ve imposibilitado de jugar, a
partir de lo cual el dispositivo habitual se transforma. El hermano menor, F. era un niño de 5 años que siempre vestía,
hiciera frio o calor, un gorro de lana que tapaba su cabeza permitiéndole apenas la visión. Esa mañana el equipo se
sorprendió al ver que F., con una expresión angustiada, golpeaba un muñeco que tenía la apariencia y el tamaño de un
bebe. La sorpresa conduce a indagar el motivo, y la respuesta la traen los coordinadores de la juego teca, vecinos de F;
quienes conocen su historia y comentan que recientemente ha fallecido un sobrinito de pocos meses de edad. Al
escuchar el relato F, se inmoviliza y su hermana mayor ordena imperiosamente no hablar de los muertos; porque eso es
de mala suerte. El encuentro está detenido. Una de las psicólogas del equipo se acerca y dice que mejor sería acariciarlo
al bebe. Comienza a acunar al muñeco mientras tararea una canción F y sus hermanos se mantienen observando en
silencio. La escena se transforma: los hermanos se incorporan y los cuatro comienzan a jugar amorosamente con el
muñeco. Los coordinadores de la juego teca, retoman su rol. Antes de irse F. pregunta si puede llevarse al muñeco: “yo
voy a cuidarlo al bebe para que no le pase nada”; nos dice.

Los procesos de ligadura y desligadura que debe realizar el psiquismo luego de la pérdida de un ser amado y su impacto,
se vieron de alguna manera favorecidos a partir del entramado grupal, donde jugaron diversos factores en
simultaneidad: la orden de no halar de los muertos, que seguramente era la manera con la que la familia de F. había
enfrentado el dolor por la pérdida se vio complementada con la propuesta de jugar, o sea otra forma de hablar de lo
acontecido; con un muñeco pero sostenidos por un adulto que los sostiene sin angustiarse.

A modo de cierre:

El futuro se produce solo si hay alguna operación que abra una perspectiva del después.

A fin de contribuir en esta tarea de andamiaje es que los talleres y las juego tecas son concebidos como dispositivos que,
en tanto contribuyen a generar prácticas de crianza saludables, posibilitan la constitución de la subjetividad, la
estructuración del psiquismo y la transmisión de la herencia cultural a los niños y adolescentes.

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