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elevarse hacia las cumbres de la santidad.

Y tan grande es el inte­


rés de san Benito en acrecer esta dinámica bautismal de conver­
sión, que manda expresamente que el novicio, en el acto de su pro­
fesión de la vida monástica, prometa a Dios, ante la comunidad,
que reasume, reforzándolo, el compromiso bautismal de conver­
tirse: Prometa, dice, la conversión de sus costumbres (RB 48,17).
Esta preocupación aparece ya en las primeras lineas del Prólo­
go, en que se dice:
«Escucha, hijo, los preceptos del Maestro... Así volverás, por el
trabajo de la obediencia, a Aquel de quien te habías alejado por
la desidia de la desobediencia» (RB Pról. 1-2).

Obsérvese con qué fuerza se expresa aquí la dinámica bautis­


mal de conversión: Así volverás.., a Aquel de quien te habías ale­
jado; y con qué precisión se señala el trabajo que hay que realizar
para volver a Dios: Por el trabajo de la obediencia. Hacer posible,
e incluso fácil, la obediencia a Dios, es la gran preocupación de la
Regla.
Esta preocupación aparece, sobre todo, en los capítulos cuarto
al séptimo, que forman algo así como un catecismo de la ascesis
que el monje ha de tener siempre a mano.
Aquí nos vamos a ocupar únicamente del capítulo cuarto, aun­
que, como es obvio, tendremos siempre presente el conjunto de la
Regla y de modo muy especial los capítulos quinto, sexto y sépti­
mo, que, como hemos dicho, forman un todo con el capítulo
cuarto.

«¿Cuáles son los instrumentos de las buenas


obras?»

El capítulo cuarto tiene como título esta pregunta: ¿Cuáles son


los instrumentos de las buenas obras?
Como respuesta a esta pregunta, la santa Regla ofrece una lis­
ta de 74 sentencias, a la que sigue un breve epílogo en el que se ha­
bla, primero, del premio que recibirá quien haga buen uso de esos
instrumentos —éste es el nombre que reciben en la Regla estas
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