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Una estimulación temprana dirigida a potenciar el desarrollo y

evolución del lenguaje infantil tendrá como objetivos


irrenunciables los siguientes:
 
 
1) Facilitar el desarrollo de los elementos prelingüísticos y de
los componentes auxiliares del lenguaje oral.
 
Antes de pretender conseguir que la conducta verbal se
implante en un sujeto determinado, es imprescindible trabajar
ciertos contenidos preverbales (respiración, audición... ) sin
los cuales el desarrollo del lenguaje oral se vería
necesariamente limitado. El desarrollo del lenguaje está
precedido por la adquisición de diferentes códigos no
verbales. La comunicación abarca formas verbales y no
verbales, de tal manera que las personas expresan sus
mensajes también por la entonación, las pausas, las
expresiones faciales, los movimientos corporales..., además
de con las palabras.
 
2) Favorecer el desarrollo de las dimensiones del lenguaje.
 
Los componentes del sistema lingüístico ordenados en torno a
las dimensiones de forma (fonología-morfosintaxís), contenido
(semántica) y uso (pragmática)

serán objetivos básicos de cualquier programa de atención


temprana respecto de la dimensión comunicativa. Es
necesario procurar el máximo desarrollo de habilidades
fonémicas para adquirir un adecuado sistema articulatorio, así
como la adquisición del suficiente vocabulario y de la
gramática adecuada que permita una utilización óptima de la
lengua hablada y escrita.
 
3) Prevenir la aparición y el desarrollo de alteraciones en el
lenguaje infantil.
 
El lenguaje está presente en la práctica totalidad de las
actividades infantiles, siendo una dimensión esencial en el
lento proceso de construcción del conocimiento, e
imprescindible para alcanzar un desarrollo integral de la
persona. Cuando se atisban dificultades de comunicación o se
preveen inconvenientes en la misma, las ayudas pedagógicas
específicas estarán absolutamente recomendadas. Es la
detección, en este sentido, la primera fase en la planificación
docente al informar tempranamente de cuál debe ser el punto
de partida y aconsejar una acción inmediata que prevenga el
afianzamiento de dificultades en el desarrollo comunicativo.
 
Incluso, en ocasiones, cuando la necesidad educativa
especial, en torno al ámbito de la comunicación y el lenguaje,
sea grave e impida cumplir las diferentes funciones del
lenguaje (DORE, 1975; HALLIDAY 1982), es aconsejable
iniciar a esos niños en un lenguaje complementario (y/o
alternativo) que les permita la intercomunicación en su
entorno más próximo.
 
Queda subrayada, así, la finalidad preventiva de cualquier
intervención temprana que, junto con la acción asistencial,
marca la apertura de posibilidades de los diversos programas.
 
4) Compensar posibles déficits ocasionados por  entornos
lingüísticamente desfavorables.
 
Según los trabajos de BERNSTEIN (1971, 1973), el
lenguaje divide a los niños en dos grupos: a) aquellos que
poseen un código lingüístico elaborado, pertenecientes a una
clase social media-alta, y b) aquellos que poseen un código
lingüístico restringido por pertenecer a una clase social baja.
Los primeros manejan un lenguaje mucho más rico que los
segundos, estando -aquellos- en mejores condiciones que
éstos para la adquisición de los aprendizajes.
En consecuencia, los niños no elaboran sus códigos
lingüísticos en los mismos entornos; los «modelos
lingüísticos» que estimulan, orientan y guían la imitación
infantil en el proceso de adquisición y desarrollo del lenguaje
oral no son uniformes. Las habilidades lingüísticas que los
más pequeños desarrollan, dependen directamente de esos
contextos referenciales. En la medida en que éstos sean
portadores estimulares lingüísticamente ricos, producirán
efectos positivos en los niños que los reciban. Por el contrario,
aquellos niños influenciados por contextos lingüísticos pobres,
se verán en una situación de clara desventaja.
 
Deberá ser una acción prioritaria escolar la atención decidida
a estos sujetos, proporcionándoles las ayudas necesarias para
evitar una intensificación de esos déficits. La acción
compensatoria cobra en estos casos una importancia ilimitada
al limar esas dificultades previas e impedir un desarrollo
lingüístico pobre e inadecuado.
 
5) Contribuir al aprendizaje de la lecto- escritura.
 
El dominio de la lengua oral es un requisito indispensable para
llegar a manejar con precisión la lengua escrita. Los errores y
dificultades de la lengua oral (articulaciones defectuosas,
ordenación incorrecta de los enunciados, pobreza de voca-
bulario...) suelen tener su reflejo en la escritura.
 
Es, en consecuencia, difícil progresar en el aprendizaje de un
proceso lectoescritor sin un cierto dominio de la expresión
oral. Una deficiente maduración psicofísica, así como un
precario desarrollo fonoarticulatorio dificultarían poderosa-
mente la iniciación de los procesos de lectura y escritura.
Conseguir un dominio de las estructuras básicas del idioma y
un adecuado desarrollo de la articulación fonemática, serán
pretensiones lógicas de cualquier acción docente que persiga
una atención lingüística temprana. El lenguaje oral es, pues,
un aspecto preliminar necesario para acceder a la lectura y a
la mayoría de las actividades que implica la escolaridad.
 
6) Colaborar en la elaboración de un código más amplio.
 
La cadena de la comunicación (emisor-mensaje-receptor)
necesita la presencia de un código (acuerdo previo) que
permita la codificación y decodificación de los mensajes.
Cuanto más amplio sea el código preestablecido, mayor
riqueza semántico-sintáctica impregnará los mensajes.
 
La Escuela no puede olvidar que el objetivo fundamental de la
enseñanza del lenguaje es la intercomunicación en sus
diversas modalidades, una de las cuales (el lenguaje oral) es
de especial transcendencia. Porque la excesiva importancia
que, a veces, se concede a la enseñanza sistemática de la
lectoescritura hace olvidar que es difícil afrontar con garantías
de éxito el aprendizaje de la lengua escrita sin un adecuado
dominio de la lengua oral.
 

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