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En los contratos de obra, públicos o privados, hay un componente del precio qué está deter-
minado por un porcentaje correspondiente a los conceptos de Administración, Imprevistos y
Utilidad llamado AIU. Este, junto con los precios unitarios multiplicado por las cantidades de
obra ejecutadas, da como resultado el valor a pagar al contratista.
Tradicionalmente, los contratantes, públicos o privados, pagaban a sus contratistas el AIU sin
entrar a discriminar o cuestionar la inversión de estos recursos por parte del contratista o la
suficiencia de los mismos. Sin embargo, después de mucho tiempo de calma en la materia,
en los últimos años se han generado cuestionamientos respecto del tratamiento que debe
darse al componente “I” (imprevistos) del AIU en los contratos de obra pública. Este porcenta-
je corresponde a imprevistos es una estimación del valor del contrato destinada a cubrir el
riesgo propio, normal e inherente de todo contrato de construcción, es decir el alea del nego-
cio.
La Contraloría General de la Nación ha sido una de las principales fuentes de estos cuestio-
namientos. El ente de control ha emitido varios conceptos sosteniendo que en los contratos
se debe demostrar que el porcentaje de los imprevistos fue invertido en la ejecución del con-
trato, o de lo contrario se debe restituir o no pagar dicho porcentaje. Para el ente de control,
si esto no se hace, se estaría permitiendo que los imprevistos se volvieran parte de la utilidad
del contratista.
“ (…) las entidades que administran recursos públicos solo pueden pagar los “imprevistos”
que el contratista acredite, porque la destinación de esta previsión es específica y no puede
convertirse en parte de la “utilidad” del contratista”
Para ser fieles a nuestra tradición jurídica, el mismo ente de control ha conceptuado en dife-
rente sentido sobre la misma materia. En efecto, la Contraloría en otro de sus conceptos pa-
reciera admitir que en los contratos de obra existen riesgos normales inherentes a la activi-
dad de la construcción, respecto de los cuales solo debe responder el contratista, y para esto
está destinado el componente de imprevistos en el AIU. Por esta razón, no sería necesario
que se acredite su inversión o se restituyan las sumas no gastadas.
“(…) se considera que si al contratista le corresponde responder por un alea que es normal y
que la entidad aceptó su valor o porcentaje dentro del pacto remuneratorio del contrato, no
se considera que sobre el mismo deba rendirse cuenta y por tanto, no sería tampoco proce-
dente su justificación”.
Lo preocupante no es que existan diferencias jurídicas sobre el tema, sino que tratándose de
la opinión del ente fiscalizador de los recursos públicos, estaríamos ante la inminente posibi-
lidad de que dependiendo la posición que acoja en cada momento sobre los imprevistos, la
Contraloría decida o no investigar y sancionar fiscalmente y denunciar penalmente tanto a
los funcionarios públicos como a los contratistas particulares que no justifiquen en qué se
invirtió el porcentaje de imprevistos o que no reintegren esos recursos a la entidad contra-
tante. Esto por cuanto estaríamos jugando nada más y nada menos que con figuras como el
detrimento patrimonial y el peculado.
Esperemos que las aguas vuelvan a su cauce normal, que el Consejo de Estado brinde clari-
dad absoluta en el tema, que la Contraloría mantenga su última posición y que las entidades
igualmente respeten las reglas propias e inherentes a cada negocio. No pueden desnaturali-
zarse los contratos o la realidad de los negocios por el hecho de que el contratante sea una
entidad pública.
Ni los contratistas ni los funcionarios públicos pueden estar expuestos al vaivén de las posi-
ciones jurídicas de los entes de control, sobretodo tratándose de temas que involucran dine-
ros públicos, pues los unos y los otros pueden terminar respondiendo con su patrimonio
personal y con su libertad.