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Génesis 15:6-16:5

En nuestro programa anterior habíamos considerado al capítulo


15 como uno de los más importantes de la Biblia. Volvamos a
leer el versículo 6, al que señalamos como uno de los más
destacados de las Sagradas Escrituras:
"Y Abram creyó en el Señor, y El se lo reconoció por justicia."
Recordemos que Dios le había aparecido a Abraham por cuarta
vez, después que el patriarca alcanzase una victoria sobre los
reyes del oriente, liberando a Lot, y después de que Abraham
hubiera rechazado el botín del enemigo, que le ofrecía el rey de
Sodoma. Dios le había asegurado al patriarca que El era su
escudo de protección y su recompensa. En esa misma ocasión,
Abraham le había manifestado a Dios su preocupación por no
tener un hijo, un heredero a través de quien las promesas
divinas pudieran cumplirse. Por ello, una noche Dios le tomó de
la mano y, llevándole fuera de la casa, le mostró las estrellas
del cielo, asegurándole que su descendencia sería tan
innumerable como ellas. Abraham creyó en esta promesa y por
su fe, Dios le consideró un hombre justo.
El apóstol Pablo trata este mismo Tema en su carta a los
Romanos, en el capítulo 4:1-5, donde dice lo siguiente:
"¿Qué diremos, entonces, que halló Abraham, nuestro padre
según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras,
tiene de qué jactarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice
la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por
justicia. Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta
como favor, sino como deuda; más al que no trabaja, pero cree
en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia."
En sencillas palabras, el apóstol está explicando que si tú
tuvieses que trabajar para ocuparte en tu propia salvación,
entonces Dios te la debería. Pero Dios salva por gracia. El nunca
ha salvado por ningún otro método. Si alguna vez te salvas,
será porque habrás creído en Dios, aceptando a Jesucristo como
Salvador, creyendo que Dios ha provisto la salvación para ti.
Abraham simplemente creyó en Dios, aceptando lo que Dios le
había dicho. Esa es precisamente la forma de salvarse.
Creyendo que Dios ha hecho algo por ti y para ti, que Jesucristo
murió por ti y resucitó. Es decir que si tú simplemente aceptas a
Cristo, Dios te declara justo.
En el tercer capítulo de la carta del apóstol Pablo a los Gálatas,
en los versículos 6 al 9, dice lo siguiente:
"Así Abraham creyó a Dios y le fue contado como justicia. Por
consiguiente, sabed que los que son de fe, éstos son hijos de
Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios justificaría a los
Gentiles por la fe, anunció de anTemano las buenas nuevas a
Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. Así
que, los que son de fe son bendecidos con Abraham, el
creyente."
La fe que Abraham tenía le hizo ser una persona fiel a Dios.
Pero él no se salvó por el hecho de ser fiel. Es sumamente
importante que veamos que él se salvó porque creyó en Dios.
Continuemos nuestro estudio con
El pacto de Dios con Abraham
Para lo cual leeremos los versículos 7 al 10:
"Y le dijo: Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los Caldeos,
para darte esta tierra para que la poseas. Y él le dijo: Oh Señor
Dios, ¿cómo puedo saber que la poseeré? El le respondió:
Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un
carnero de tres años, una tórtola y un pichón. El le trajo todos
éstos y los partió por la mitad, y puso cada mitad enfrente de la
otra; más no partió las aves."
Después de escuchar la promesa de la concesión de la tierra
para él y sus descendientes, Abraham deseó tener una
confirmación y entonces, Dios le dijo a Abraham que preparase
un sacrificio, de acuerdo con las instrucciones que acabamos de
leer. Esa era la forma legal de formalizar un contrato en
aquellos tiempos. Era la ceremonia equivalente a lo que en la
actualidad consistiría en un trámite ante un tribunal de justicia o
ante un notario. En el libro del profeta Jeremías, capítulo 34:18,
encontramos una referencia a esta costumbre que prevalecía no
sólo en aquella tierra sino entre otros pueblos de le época:
"Y entregaré a los hombres que han transgredido mi pacto, que
no han cumplido las palabras del pacto que hicieron delante de
mí, cuando cortaron en dos el becerro y pasaron entre los
pedazos."
El método entonces consistía en dividir los animales del
sacrificio, y luego las dos partes contratantes formalizaban el
contrato pasando entre los trozos de los animales, simbolizando
el juicio que caería sobre ellos si violaban el acuerdo. Si
continuamos con nuestra lectura veremos que, una vez
preparado el sacrificio, Abraham se dispuso a esperar. También,
al continuar con nuestra lectura, veremos lo que sucedió
mientras Abraham esperaba:
"Y las aves de rapiña descendían sobre los animales
sacrificados, pero Abram las ahuyentaba. Y sucedió que a la
puesta del sol un profundo sueño cayó sobre Abram, y he aquí
que el terror de una gran oscuridad cayó sobre él"
Pero, a pesar de ello, Abraham permaneció esperando, sin hacer
nada. Después de todo, no se esperaba que él hiciera algo, pues
era Dios quien había prometido hacer algo. Aquel no era un
contrato como los otros, con responsabilidades para ambas
partes. Era, más bien, un compromiso, un pacto unilateral por
parte de Dios. Y como Abraham lo creyó, aunque paralizado por
la escena que estaba contemplando, su actitud fue de
expectativa.
Esto es precisamente lo que ocurrió hace más de 2.000 años
cuando Dios envió a su Hijo. El evangelio según Juan, en el
capítulo 3:16, lo expresa de la siguiente manera:
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda,
mas tenga vida eterna."
Ninguno de nosotros se encontraba allí, cuando Jesucristo murió
en la cruz por nuestros pecados, los tuyos y los míos.
Paralizados por el pecado, por todo aquello que nos aleja de
Dios, no podíamos hacer ni prometer nada, como para
corresponder con promesas u obras a lo que Dios estaba
haciendo en la cruz. Todo acuerdo o contrato que hubiese
dependido de nuestras promesas o acciones, hubiera quedado
roto por nuestra incapacidad e insuficiencia. Pero Dios había
prometido llevar a cabo su parte y, efectivamente, la cumplió. Y
todo lo que Dios pide es que el ser humano solo haga una cosa:
creer en El, aceptando su obra de salvación.
Se cuenta de una madre escocesa que había enviado a su hijo
lejos, a estudiar en una universidad. Pasado un tiempo su hijo
regresó y frecuentemente manifestaba a su madre que no creía
absolutamente en nada. Un día, a la hora del desayuno, la
madre habló entonces con su hijo, contándole lo que Dios había
hecho en su vida y cuán segura se encontraba de su salvación.
Como el joven era muy escéptico, las palabras de su madre no
le provocaron mayor reacción. Solo le preguntó: ¿"cómo sabes
que eres salva? Después de todo, ¿qué importancia tiene tu
alma?" Y continuó hablándole sobre la inmensidad del universo,
de cómo Dios no la podría tener a ella en cuenta y de que, por
lo tanto, era imposible que ella pudiera tener la seguridad de su
salvación. Ella no respondió nada, mientras seguía sirviéndole el
desayuno. Finalmente, cuando hubo terminado, se sentó con él
y le dijo: "he estado pensando en eso y quizás tengas razón.
Puede que mi pequeña alma no represente mucho ante la
inmensidad del universo que Dios tiene que controlar y
probablemente, El no me eche de menos. Pero, si El no me
salva, va a perder más de lo que yo voy a perder. Yo solamente
perdería mi pequeña e insignificante alma, pero El perdería su
reputación, porque El ha prometido salvar mi alma. Dios ha
acordado hacerlo así, como dice Su palabra: ". . . para que todo
aquel que cree en El no se pierda, más tenga vida eterna". Dios
ha formulado este pacto de amor, esta promesa y la ha llevado
a cabo.
Y el relato Bíblico continúa en el versículo 13, con las palabras
de Dios a Abraham:
"Y dijo Dios a Abram: Ten por cierto que tus descendientes
serán extranjeros en una tierra que no es suya, donde serán
esclavizados y oprimidos cuatrocientos años. Mas yo también
juzgaré a la nación a la cual servirán, y después saldrán de allí
con grandes riquezas. Tu irás a tus padres en paz; y serás
sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación ellos
regresarán acá, porque hasta entonces no habrá llegado a su
colmo la iniquidad de los amorreos."
En las Sagradas Escrituras se ha predicho que el pueblo Hebreo
sería expulsado 3 veces de su tierra. Esta que acabamos de leer
sería la primera y también se predijo que regresarían a su
tierra, como así ocurriría, pues saldrían de Egipto con grandes
riquezas. Aunque Abraham no viviría para verlo. Avanzando aún
más en la historia, el pueblo Israelita sería nuevamente
expulsado y llevado en cautividad a Babilonia, de la cual
también regresarían. Y posteriormente, en el año 70 de nuestra
era cristiana, Jerusalén sería finalmente destruida por los
romanos, siendo el pueblo dispersado por tercera vez.
Volviendo a este pasaje Bíblico, es como si Dios le estuviese
diciendo a Abraham: "No te puedo instalar ahora en esta tierra
porque también amo a los amorreos y quiero darles una
oportunidad de volver a mí". Es así que Dios le dio al pueblo de
los amorreos 400 años, un período de tiempo ciertamente
extenso para que estableciesen una relación con El. Y la única
persona que creería en Dios sería una mujer Cananea llamada
Rahab, una ramera de la ciudad de Jericó. Por eso decimos que
todo lo que Dios pide a los seres humanos de todas las épocas
es que crean. Por ello les concedió a los amorreos ese período,
para que pudiesen reconocer a Dios, creyendo en El.
Leamos ahora el versículo 17, para ver el desenlace de la espera
de Abraham ante el sacrificio que había preparado:
"Y aconteció que cuando el sol ya se había puesto, hubo densas
tinieblas, y he aquí, apareció un horno humeante y una
antorcha de fuego que pasó entre las mitades de los animales."
Recordemos aquí lo que dijimos anteriormente sobre el antiguo
ritual y su significado. Las dos partes que realizaban el mutuo
acuerdo, pasaban juntas entre las partes de los animales
sacrificados y divididos, simbolizando el juicio que caería sobre
ellos si violaban el acuerdo. Significativamente, en este pacto de
Dios con Abraham, el patriarca no pasó entre los trozos de
aquellos animales. Solamente Dios lo hizo porque este era un
pacto unilateral, en el que Dios prometía algo, que El mismo
llevaría a cabo. Aquí el horno humeante nos habla de juicio, y la
antorcha de fuego simboliza a Cristo, que es la luz del mundo.
Leamos a continuación el versículo 18:
"En aquel día el Señor hizo un pacto con Abram, diciendo: A tu
descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el
río grande, el Éufrates:"
En esta descripción vemos cómo Dios señaló y estableció los
límites de la tierra prometida a Abraham. El patriarca no
prometió nada, ni tampoco se lo requirió Dios. Solo creyó en
Dios. De la misma manera El te salvará, te salvará por su
gracia, si crees en lo que Él ha hecho por ti.
El próximo capítulo, el 16, nos presenta un contraste brusco.
Porque en el capítulo 15, vimos a Abraham transitar por
caminos elevados de fe y comunión con Dios. No debemos
olvidar que él no era perfecto. Y en este nuevo capítulo le
vemos en una recaída de su fe ante la situación en que
intervinieron Sarai y Agar. Es así que podríamos hablar de la
incredulidad de Abraham y Sarai. El capítulo nos relata también
el nacimiento de Ismael. Leamos entonces el versículo 1, que
nos introduce los acontecimientos de este

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