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El Dr. Joan Antoni Mateo gestiona una sección muy popular del semanario Cataluña Cristiana: 
 
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Es  
  de la Diócesis de Urgell en Cataluña donde ejerce su ministerio sacerdotal. Profesor en el
Instituto de Teología Espiritual de Barcelona y en el Instituto Santo Tomás de la Fundación Balmesiana de la
misma Ciudad. Se doctoró en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma bajo la dirección del conocido
teólogo P. Jean Galot, S. J. También es miembro de la   
    .
Puedes enviar preguntas a don Joan Antonio, hágase al siguiente email:  
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A las 11:07 PM, por c  

Categorías : General
A muchos ha sorprendido el último aspaviento de Hans Küng: Su carta a los Obispos. A mí no me ha
sorprendido en absoluto. La cabra tira al monte. Los que han seguido la trayectoria teológica y personal de
este sembrador de confusión y discordia no se sorprenderán lo más mínimo de su carta y de la soberbia que
la anima.
En los medios de comunicación más anticristianos y hostiles a la Iglesia siempre se ha puesto al lado de los
enemigos de la misma. Sería muy interesante hacer, por ejemplo, una pequeña colección de sus escritos,
entrevistas y declaraciones en periódicos como El País o La República (en Italia). Este sencillo ejercicio sería
más que suficiente para ver el ³talante´ de este escritor: siempre en primera línea en oponerse al Magisterio
de la Iglesia, particularmente en temas de candente actualidad. Y si alguienn quiere ver el entramado de fondo
de su pensamiento teológico le recomiendo una obra valiente que publicó hace años un franciscano Italiano,
buen profesor de teología. Es el libro ³Hans Küng, eretico. Eresie cristologiche nell¶opera Christ sein´ de Luigi
Jammarrone. Algo debieron ver los profesores de la Gregoriana que sólo dieron al brillante Küng un aprobado
justito en su licenciatura de teología.

Como teólogo debería estar muy agradecido a la suavísima sanción que se le impuso por sus graves errores
cristológicos y eclesiológicos. Ha sido siempre el niño pijo y consentido. Me contaba un alumno alemán como
Küng se desplazaba a la Universidad en un lujoso vehículo mientras el profesor Ratzinger lo hacía
humildemente a pie.

Pero lo que me parece del todo repugnante es el espíritu que ha animado a Küng a publicar su panfleto en
unos momentos en que están crucificando de manera injusta y cruel al Papa. En lugar de cerrar filas en torno
al Pontífice como haría cualquier hijo fiel y leal, se alía con los que parece que quieren matarle a disgustos. 
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Hans Küng no tiene excusa. Él sabe perfectamente que el tratamiento mediático que se está dando a los
escándalos de abusos a menores está sacado de quicio, sobredimensionado y que, en el fondo, esconde una
embestida descomunal a la Iglesia de Cristo. Que Dios le perdone.
No podemos minimizar el escándalo. Un caso ya es mucho pero en lo que sucede actualmente podemos ver
lo despiadada que llega a ser la intolerancia de los tolerantes. Hay que proceder con sensatez y justicia y
juicios tan injustos como el de Küng no contribuyen precisamente a ello. No es aboliendo el celibato ni con
medidas por el estilo como vamos a solucionar los problemas.
Y en cuanto al contenido de la Carta lo podríamos resumir así: Obispos del mundo, uníos contra el Papa,
obligadle a rectificar pues está traicionando el Vaticano II, forzad un Concilio, resistid ³regionalmente´ (p. e. si
un cura se casa y os parece bien y a los fieles también , que continúe de sacerdote, diga lo que diga Roma) et
alia« La línea de Küng no es otra que la de Lutero. Su ³celo´ le llevó a partir la Iglesia.

Sinceramente, creo que el entendimiento del viejo profesor se ha ofuscado bastante pues sus razonamientos
y propuestas son indignos de alguien que pasa por ser una ³estrella teológica".

Calladito estaría mucho mejor.

_____________
Algunas ³perlas´ de la carta de Küng:

³Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia´


Comentario: Flaco servicio ha hecho en varias ocasiones. Conozco a más de uno que ha perdido la fe por las
doctrinas de Küng.

No basta una buena declaración de inteciones para construir una teología edificante. Son muchos los grandes
herejes que estaban convencidos de servir a la Iglesia« Y si la Iglesia retiró a Küng la misión canónica como
enseñante católico, por algo sería«

³Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos « y sólo se toma en serio
al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un
camino propio hacia la salvación´.
Comentario: Sólo Cristo es Camino, Verdad y Vida y no se nos ha dado otro Nombre para salvarnos. Todo
aquél que sea salvado, los sepa o no, recibe la salvación por la mediación de Jesucristo.³Se ha desperdiciado
la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos
anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos".

Comentario: ¡Qué pobreza de miras! Por este camino muchos pueblos de África ya no existirían.

³Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio
Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas. Una y otra vez, este Papa relativiza los
textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio".
Comentario: Hans Küng, te desafío a que demuestres con los textos del Concilio en la mano, lo que dices. Y
tal vez sería conveniente que te preguntaras: ¿Es Benedicto XVI o soy yo quien manipula el Concilio? Küng,
puesto que no puede apropiarse del texto auténtico del Vaticano II, apela al manido tópico del ³espíritu del
concilio´ algo muy volatil e inconsistente cuando no se sustenta en la letra del Concilio.

³No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana«"-


Comentario: Hans Küng ¿te has fijado cómo está la Iglesia anglicana? Y, si ves lo que pasa, ¿cuál sería el
entendimiento posible?

³No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos
sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger«".
Comentario: Hans Küng, debería caérsete la cara de vergüenza por esto. Y no digo más, especialmente sobre
la incitación al cisma y a la rebelión contra el Papa que contienen tus propuestas finales.

http://analistascatolicos.org/2010/05/12/ataque-mundial-contra-la-iglesia-catolica-por-jose-alberto-villasana-2/

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1. La amplia documentación que habéis publicado en relación con ciertas afirmaciones teológicas del profesor Hans
Küng, testimonia cuánta atención y buena voluntad habéis puesto en aclarar este importante y difícil problema. También
las publicaciones más recientes, tanto la Carta pastoral leída en las iglesias el 13 de enero de 1980, como la detallada
explicación ("Erklärung"), publicada al mismo tiempo, manifiestan vuestra responsabilidad pastoral y magisterial, de
acuerdo con vuestro ministerio y vuestra misión episcopal.

Deseo, en espera de la cercana fiesta de Pentecostés, confirmaros en vuestra misión de Pastores en el Espíritu del amor y
de la verdad divina, y daros las gracias también por todos los esfuerzos realizados ya, desde hace años, respecto a dicho
problema, en colaboración con la Sede Apostólica, particularmente con la Sagrada Congregación para la Doctrina de la
Fe, cuya función ²siempre esencial para la vida de la Iglesia² parece estar en nuestros tiempos particularmente cargada
de responsabilidad y dificultad. El "Motu proprio"      , que ya durante el Concilio Vaticano II precisó las
tareas y el procedimiento de la referida Congregación, subraya la necesidad de colaboración con el Episcopado, y esto
corresponde exactamente al          que volvió a recalcar el mismo Concilio. Esta colaboración, en el
caso en cuestión, se ha practicado de manera particularmente intensa. Hay muchas razones por las que la Iglesia de
nuestro tiempo debe mostrarse más que nunca Iglesia de consciente y efectiva colegialidad entre sus obispos y Pastores.
En esta Iglesia puede verificarse también más plenamente lo que San Ireneo dijo a propósito de la Sede Romana de Pedro,
señalándola como el centro de la comunidad eclesial, que debe unir y unificar a cada una de las Iglesias locales y a todos
los fieles (cf.   
   : PG 7, 848).

Igualmente la Iglesia contemporánea debe ser ²más que nunca² Iglesia de 


     , como Pablo VI expuso en
la Encíclica programática del comienzo de su pontificado,    
. El intercambio que este diálogo comporta
debe conducir al encuentro en la verdad y en la justicia. En el diálogo la Iglesia trata de comprender mejor al hombre y,
con el hombre, también su propia misión. En el diálogo la Iglesia aporta el conocimiento y la verdad que le han sido
comunicadas en la fe. Por eso no contradice a la esencia de este diálogo el que la Iglesia no sea en él la que solamente
busca y recibe, sino la que también da en base a una certeza, que en este coloquio se aumenta y se hace todavía más
profunda, pero que nunca se puede eliminar. Al contrario: estaría en contraste con la esencia del diálogo el que la Iglesia
quisiera suspender, durante el mismo, su convicción y renunciar al conocimiento que ya le ha sido dado. Además, ese
diálogo que los obispos entablan con un teólogo, que enseña la fe de la Iglesia en nombre de la misma Iglesia y por
encargo de ella, tiene un carácter particular, pues supone presupuestos distintos del diálogo que se tiene con hombres de
convicciones diversas, en la búsqueda común de un espacio de entendimiento. Aquí antes que nada hay que esclarecer si
el que enseña por encargo de la Iglesia responde de hecho y quiere responder todavía a este encargo.

Respecto a la misión de enseñar del profesor Küng, se deben plantear las siguientes preguntas: Un teólogo que no acepta
ya integralmente la doctrina de la Iglesia, ¿tiene todavía el derecho de enseñar en nombre de la Iglesia y en base a una
misión especial recibida de ella? ¿Puede él mismo seguir queriendo enseñar, si algunos dogmas de la Iglesia están en
contraste con sus convicciones personales? Y además, ¿puede la Iglesia ²en este caso la autoridad competente²
continuar obligando al teólogo, en tales circunstancias, a hacerlo a pesar de todo?
La decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tomada de común acuerdo con la Conferencia Episcopal
Alemana, es el resultado de la respuesta honesta y responsable a las preguntas anteriores. En la base de estas preguntas y
de la respuesta concreta, se halla un derecho fundamental de la persona humana, esto es, el derecho a la verdad que debía
ser protegido y defendido. Ciertamente, el profesor Küng ha declarado con insistencia que quiere ser y permanecer siendo
un teólogo católico. Pero en sus obras manifiesta claramente que no considera algunas doctrinas auténticas de la Iglesia
como definitivamente decisivas y vinculantes para él y para su teología; y con esto, debido a sus convicciones personales,
no está ya en disposición de trabajar en el sentido de la misión que había recibido del obispo en nombre de la Iglesia.

El teólogo católico, como todo científico, tiene derecho al libre análisis e investigación en su propio campo: obviamente,
de la manera que corresponde, a la naturaleza misma de la teología católica. Pero, cuando se trata de comunicar oralmente
o por escrito los resultados de las propias investigaciones y reflexiones, es necesario respetar ante todo el principio
formulado por el primer Sínodo de los Obispos en 1967 con la expresión •    •.

Puede ser conveniente y justo poner de relieve los derechos del teólogo; pero es necesario, al mismo tiempo, tener
también debidamente en cuenta sus particulares responsabilidades. Igualmente no se debe olvidar ni el       
   para decidir lo que está conforme, o no, con la fe y la moral de la Iglesia. La verificación, la aprobación o
el rechazo de una doctrina, pertenece a la misión profética de la Iglesia.

2. Algunas cuestiones y aspectos, ligados a la discusión con el profesor Küng, son de carácter fundamental y de mayor
transcendencia para el período actual de la reforma postconciliar. Quisiera tratar de ellos, a continuación, un poco más
ampliamente.

En la generación a la que pertenecemos, la Iglesia ha hecho esfuerzos enormes para comprender mejor su naturaleza y la
misión que le ha confiado Cristo en relación con el hombre y el mundo, especialmente el mundo contemporáneo. Lo ha
hecho mediante el servicio histórico del Concilio Vaticano II. Creemos que Cristo estuvo presente en la asamblea de los
obispos, que obró en ellos por medio del Espíritu Santo, prometido a los Apóstoles la víspera de su pasión, cuando habló
del "Espíritu de verdad" que les enseñaría toda la verdad y les recordaría todo lo que habían oído del mismo Cristo (cf. 
14, 17. 26). Del trabajo del Concilio nació                , programa amplio y
valiente, unido a una profunda conciencia de la verdadera misión de la Iglesia que, por su naturaleza, es misionera.

A pesar de que el período postconciliar no esté libre de dificultades (como ya sucedió otras veces en el pasado de la
Iglesia), creemos que en él está presente Cristo, el mismo Cristo que también hacía experimentar, a veces, a los Apóstoles
en el lago, borrascas que parecían llevar al naufragio. Después de la pesca nocturna, durante la cual no habían pescado
nada, El transformó este fracaso en una inesperada pesca abundante, cuando echaron las redes en el nombre del Señor (cf.
 5, 4-5). Si la Iglesia quiere corresponder a su misión en esta etapa de su historia, indudablemente difícil y decisiva, sólo
puede hacerlo poniéndose a la escucha de la Palabra de Dios, esto es, obedeciendo a la "palabra del Espíritu", tal como ha
llegado a la Iglesia mediante la Tradición y, directamente, a través del Magisterio en el último Concilio.

Para poder realizar este trabajo ²arduo y "humanamente" muy difícil² es necesaria una fidelidad particular a Cristo y a
su Evangelio, porque sólo El es "el camino". Por lo tanto, sólo         a los signos establecidos,
conservando la continuidad del camino seguido por la Iglesia desde hace dos mil años, podemos estar ciertos de que nos
sustentará esa 
    , que Cristo mismo prometió a los Apóstoles y a la Iglesia como prueba de su presencia
"hasta la consumación del mundo" ( 28, 20).

Si hay, pues, algo esencial y fundamental en la etapa actual del servicio de la Iglesia, es la orientación particular de las
almas y de los corazones hacia la plenitud del misterio de Cristo, Redentor del hombre y del mundo y, al mismo tiempo, la
fidelidad a esa imagen de la naturaleza y de la misión de la Iglesia, tal como, después de tantas experiencias históricas, ha
sido presentada por el Concilio Vaticano II. Según la doctrina expresa del mismo Concilio, "toda renovación de la Iglesia
consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación" (!     6). Toda tentativa de sustituir
la imagen de la Iglesia que proviene de su naturaleza y su misión, por otra, nos alejaría inevitablemente de las fuentes de
la luz y de la fuerza del Espíritu, del que hoy especialmente tenemos gran necesidad. No debemos hacernos ilusiones de
que otro modelo de Iglesia ²más "laicizado"² podría responder de modo más adecuado a las exigencias de una
presencia mayor de la iglesia en el mundo y de una mayor sensibilidad por los problemas del nombre. Esto sólo puede
hacerlo una Iglesia profundamente arraigada en Cristo, en las fuentes de su fe, esperanza y caridad.
La Iglesia debe ser, además, muy humilde y al mismo tiempo debe estar segura de permanecer en la misma verdad, en la
misma doctrina de fe y moral que ha recibido de Cristo, que en esta esfera la ha dotado con el don de una "infalibilidad"
específica. El Vaticano II ha heredado del Concilio Vaticano I la doctrina de la Tradición a este respecto, y la ha
confirmado y presentado en un contexto más amplio, esto es, en el contexto de la misión de la Iglesia, que tiene carácter
profético, gracias a la participación en la misión profética de Cristo mismo. En este contexto y en estrecha vinculación con
el "sentido de fe", del que participan todos los fieles, esa •     •         .

Si alguno la entiende de otra manera, se aparta de la auténtica concepción de la fe y, quizá inconscientemente, pero de
modo real, separa a la Iglesia de Aquel que, como Esposo, la ha "amado" y se ha entregado a Sí mismo por ella. Dotando
Cristo a la Iglesia de todo lo que es indispensable para cumplir la misión que le ha confiado, ¿podía acaso privarla del don
de la certeza de la verdad profesada y proclamada? ¿Acaso podía privar de este don sobre todo a los que, después de
Pedro y los Apóstoles, heredan una particular responsabilidad pastoral y magisterial en relación con toda la comunidad de
los creyentes? Precisamente porque el hombre es falible, Cristo ²queriendo conservar a la Iglesia en la verdad² no
podía dejar a sus Pastores, obispos y ante todo a Pedro y a sus sucesores, sin ese don con el que asegura la infalibilidad en
la enseñanza de las verdades de la fe y de los principios de la moral.

Profesamos, pues, la infalibilidad, que es un don de Cristo dado a la Iglesia. Y no podemos menos de profesarla, si
creemos en el amor con que Cristo amó a su Iglesia y la ama incesantemente.

Creemos en la infalibilidad de la Iglesia, no en razón de un hombre cualquiera, sino en razón del mismo Cristo.
Efectivamente, estamos convencidos de que también para aquel que participa de modo especial en la infalibilidad de la
Iglesia, ella es esencial y exclusivamente una condición del servicio que debe ejercitar en esta Iglesia. En efecto, en
ninguna parte, y mucho menos en la Iglesia, el "poder" puede ser entendido y ejercitado sino como servicio. El ejemplo
del Maestro es aquí decisivo.

En cambio, debemos sentirnos profundamente preocupados si        


      
"  . En tal caso, se cortarían de una vez las raíces de las que brota la certeza de la verdad que ella profesa y proclama.
Aunque la verdad sobre la infalibilidad pueda parecer justamente una verdad menos central y de orden menor en la
jerarquía de las verdades reveladas por Dios y profesadas por la Iglesia, sin embargo es, en cierto modo, la clave para la
misma certeza de profesar y proclamar la fe, así como la clave para la vida y el comportamiento de los creyentes.
Debilitando o destruyendo esta base fundamental, comienzan a derrumbarse también enseguida las verdades más
elementales de nuestra fe.

Se trata, pues, de un problema importante en la actual etapa postconciliar. Efectivamente, cuando la Iglesia debe
emprender la obra de renovación, es necesario que tenga una particular certeza de la fe para que, renovándose, según la
doctrina del Concilio Vaticano II, permanezca en la misma verdad que ha recibido de Cristo. Sólo así la Iglesia puede
estar segura de que Cristo está presente en su barca y la dirige firmemente aun entre las borrascas más amenazadoras.

3. Cualquiera que participe en la historia de nuestro siglo y no sea extraño a las diversas pruebas que la Iglesia vive
interiormente, en el arco de estos primeros años postconciliares, es consciente de esas tempestades. La Iglesia, que debe
hacerles frente, no puede estar afectada por incertidumbres en la fe y por relativismo en la verdad y la moral. Sólo una
Iglesia profundamente      
 puede ser       
  . Efectivamente, el diálogo exige una
madurez particular en la verdad profesada y proclamada. Sólo una madurez así, esto es, la certeza de la fe, está en
condiciones de oponerse a las negaciones radicales de nuestro tiempo, incluso cuando se sirven de los diversos medios de
propaganda y de presión. Sólo esta fe madura puede convertirse en un abogado eficaz de la verdadera libertad religiosa, de
la libertad de conciencia y de todos los derechos del hombre.

El programa del Concilio Vaticano II es valiente; por esto requiere en su realización una seguridad especial en el Espíritu
Santo que ha hablado (cf.  2, 7), y exige una confianza fundamental en la fuerza de Cristo. Esta seguridad y esta
confianza, de acuerdo con nuestro tiempo, deben ser tan grandes como eran las de los Apóstoles, que después de la
Ascensión de Jesús, "perseveraban unánimes en la oración... con María" ( 1, 14), en el Cenáculo de Jerusalén.

Indudablemente, esta confianza en la fuerza de Cristo es también una exigencia que nace de   
   

      , emprendida por el Concilio Vaticano II, si la entendemos tal como la presenta el Decreto conciliar
!     . Es significativo que este documento no hable de "compromiso", sino de encuentro en una plenitud
cada vez más madura de la verdad cristiana: "La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, de
modo alguno, en obstáculo para el diálogo con los hermanos. Es de todo punto necesario que se exponga claramente toda
la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y
oscurece su genuino y definido sentido" (núm. 11; cf. núm. 4),

Así, pues, desde el punto de vista ecuménico de la unión de los cristianos, no se puede, en modo alguno, pretender que la
Iglesia renuncie a ciertas verdades que ella profesa. Esto estaría en contradicción con el camino que el Concilio ha
indicado. Si el mismo Concilio, para lograr ese fin, afirma que "la fe católica debe ser explicada con más profundidad y
exactitud", indica aquí también la tarea de los teólogos. Es muy significativo ese texto del Decreto !     ,
en el que, tratando directamente de los teólogos católicos, subraya que «al investigar con los hermanos separados sobre
los divinos misterios, deben permanecer fieles a la doctrina de la Iglesia"» (núm. 11). Anteriormente he aludido ya a la
"jerarquía" o al orden de las verdades de la doctrina católica, que han de tener en cuenta los teólogos, especialmente, "al
comparar las doctrinas". El Concilio evoca esta jerarquía, dado que "es diverso el enlace de tales verdades con el
fundamento de la fe cristiana" ( #).

De este modo el ecumenismo, esa gran herencia del Concilio, puede convertirse en una realidad cada vez más madura,
pero sólo por el camino de un gran esfuerzo de la Iglesia, animado por la certeza de la fe y por una     
 
"  , en las que se han distinguido, desde el principio, los precursores de esta obra.

4. Venerables y queridos hermanos de la Conferencia Episcopal Alemana:

Sólo se puede amar a Cristo cuando se ama a los hermanos: a todos y a cada uno en particular. Por eso, también esta Carta
que os escribo en relación con las recientes vicisitudes en torno al profesor Hans Küng está dictada por el amor hacia este
hermano nuestro.

Deseo repetirle una vez más lo que ya se le expresó en otra circunstancia: continuamos abrigando la esperanza de que se
pueda llegar a ese encuentro en la verdad proclamada y profesada por la Iglesia, de que él pueda ser llamado de nuevo
"teólogo católico". Esta calificación presupone necesariamente la auténtica fe de la Iglesia y la disponibilidad de servir a
su misión de la manera claramente definida y verificada durante los siglos.

El amor exige que nosotros busquemos el encuentro con cada hombre en la verdad. Por esto, no cesamos de rogar a Dios
por este encuentro, especialmente cuando se trata del encuentro con un hombre hermano nuestro, que como teólogo
católico ²tal querría ser y permanecer² debe compartir con nosotros una particular responsabilidad respecto a la verdad
profesada y proclamada por la Iglesia. Esta oración es, en cierto sentido, la palabra fundamental del amor hacia el hombre,
nuestro prójimo, puesto que mediante ella lo volvemos a encontrar en Dios mismo que, como única fuente del amor en el
Espíritu Santo, es al mismo tiempo la luz de nuestros corazones y de nuestras conciencias. Ella es también la expresión
primera y más profunda de esa solicitud de la Iglesia, en la que deben participar todos, y en particular sus Pastores.

En esta comunión de oración y de común solicitud pastoral, imploro para vosotros, en la inminente fiesta de Pentecostés,
la abundancia de los dones del Divino Espíritu y os saludo en el amor de Cristo con mi particular bendición apostólica.

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IOANNES PAULUS PP. II

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()

KANS KÜNG
Ê es teól  católic
Así de simple. Y para que, después del despliegue mediático que acompañó su gira
por España, nadie se deje engañar. KaÊs Küng no es,      , teólogo católico.
Un teólogo católico es aquel que gozando, al igual que los cultivadores de otras
ciencias, de la legítima libertad científica, investiga sobre el contenido de la Revelación
ÂEscritura y Tradición- para penetrarlo y enseñarlo, haciéndolo más asequible al pueblo
fiel; dentro de los límites marcados por la fidelidad al Magisterio de la Iglesia, a quien
compete en exclusiva el deber de custodiar el depósito de la fe -doctrina y
costumbres- recibido de los Apóstoles. Y es evidente que KaÊs Küng, cuya formación
teórica no se discute, ha rebasado los límites, enseñando opiniones suyas que
contradicen, en el dogma y en la moral, la doctrina de la Iglesia, obligando a la
Congregación para la Doctrina de la Fe a declarar que no puede ser considerado
como      y que no puede ejercer como tal el oficio de enseñar.
Para entender esto, que tanto ha ³escandalizado´ a los que apoyan al Prof. Küng, no
es necesario ser un experto en eclesiología; basta con tener sentido común. Todo el
mundo reconoce que para pertenecer a un club hay que aceptar los estatutos y
reglamentos del club. Y que para jugar como futbolista en un determinado equipo es
necesario aceptar y cumplir las instrucciones del entrenador del equipo; aunque, si la
discrepancia se produce, siga siendo futbolista fuera de dicho equipo. Pues lo mismo
sucede, salvando las distancias, en el caso que nos ocupa. Para ser teólogo  
hay que aceptar la doctrina de la Iglesia Católica. Si no es así Âaunque se pueda seguir
siendo teólogo en términos generales, ya que etimológicamente teólogo significa
simplemente ³el que habla de Dios´- no se es      .
El lar desacuerd de KüÊ c Ê el Maisteri
Küng achaca lo que le sucede al Papa Juan Pablo II, a quien califica de retrógrado
autoritario, acusándole de ³cerrar las ventanas de la Iglesia´ y de oponerse al diálogo,
causando grandes males a la Iglesia. Y culpa también al que llama ³gran inquisidor´, el
Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero el
desacuerdo de Küng con el Magisterio viene de mucho antes de que Juan Pablo II
accediera al solio pontificio y de que Ratzinger fuera nombrado Prefecto para la
Doctrina de la Fe. Veamos.
KaÊs Küng nació en Suiza en 1928. En 1951 se licenció en filosofía por la Pontificia
Universidad Gregoriana de Roma. En 1954 fue ordenado sacerdote. En 1957, tras
intimar con el teólogo protestante Karl Barth, se doctora en teología por la Sorbona de
París, con una tesis sobre la 
   que, bajo el Pontificado de Juan XXIII, ya
suscita reservas sobre su ortodoxia. En 1962, Juan XXIII le nombra Consultor del Concilio
Vaticano II (1962-1965) y se dedica a dar conferencias, en diversos lugares, sobre la
esencia del Concilio, pero la Catholic University of America de Washington ya le

(*
2
prohibe que imparta clases en sus aulas. En 1963, en pleno Concilio Vaticano II, se
incoa un proceso contra su libro 

   , y en 1965 es amonestado a
causa de un informe negativo sobre el Concilio, en el que hoy tan insistentemente dice
apoyarse.
La DeclaracióÊ de la D ctriÊa de la Fe de 1975
Tras numerosos incidentes, a consecuencia de diversos libros que sigue publicando, en
especial los dos que llevan por título   e +  ,$
 
, en 1975 la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que era Prefecto el Cardenal
Francisco Seper, publica una Declaración en la que puede verse que el tratamiento
que la Congregación ha dado al problema, no tiene nada que ver con la acusación
de régimen inquisitorial que Küng y sus corifeos propinan a la Curia Vaticana. En efecto,
después de someter a examen las dos obras citadas, en cartas de 6 de mayo y 12 de
julio de 1971 la Congregación hizo saber al autor las dificultades que encontró en las
mismas, invitándole a que expusiera por escrito en qué modo sus opiniones no
contradecían la doctrina católica. Ante la falta de respuesta, la Congregación en
carta de 4 de julio de 1973, ofreció al Prof. Küng una nueva oportunidad de explicarse,
mediante un coloquio. Küng no aceptó el ofrecimiento, pero en su respuesta no probó
que sus opiniones no contradecían la doctrina católica.
En vista de ello, a fin de evitar la confusión de los fieles, la Congregación declaró que
en las antedichas obras del Prof. Küng se contienen opiniones que en diverso grado se
oponen a la doctrina de la Iglesia Católica, señalando los tres errores de mayor
importancia, suspendiendo, de momento, el juicio sobre otras opiniones que el Prof.
Küng defiende. 1er. error) La opinión del Prof. Küng que, por lo menos,    
 
      de la Iglesia en materia de fe y costumbres,    
      "   ý       "   ý  . 2º
error) Las opiniones del Prof. Küng contradicen la doctrina según la cual los Obisp s en
la Iglesia son   
  $   
    "  $
 

       
     
 #3er. error)
La opinión del Prof. Küng en su libro   , según la cual la Santa Misa 
 
      $         $ 
     
   , contradice la doctrina de los Concilios Lateranense IV y Vaticano II.
Sin embargo, a pesar de la gravedad de tales errores, en aquel entonces, 15 de
febrero de 1975, la Sagrada Congregación, por mandato del Sumo Pontífice Pablo VI,
decidió, ³por ahora´, advertir al Prof. Küng que no podía continuar enseñando tales
opiniones, recordándole

            
 *- .  /   / 
           


         
.
La DeclaracióÊ de 15 de diciembre de 1979
Desgraciadamente, KaÊs Küng no sólo no cambió en nada sus opiniones sino que, en
lo que se refiere a la infalibilidad del Papa, presentó con mayor claridad su enseñanza,
especialmente en el prólogo a la obra de A.B. Hasler, titulada "      
0. Además, en otras obras sostuvo opiniones sobre la consustancialidad de Cristo

(+
3
con el Padre y sobre la Santísima Virgen María que contradicen la fe de la Iglesia
Católica. Por ello, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, en Declaración
de 15 de diciembre de 1979, recordó

      

 
        
          
          $    
     

     $  1 
   $    2  

             
 
  *
 
        #Siendo este el caso del Prof. Küng, la
Declaración concluye diciendo que la Congregación      
 
%'3&$        
            
    0 #45$
   
 /#0   
 
  
   $ - "         
 $
   
   $
 0 #45$ 
   $ 
          $  
 
   
       
 
 6           *#Todo lo
cual se publica, por mandato del Papa Juan Pablo II en la susodicha fecha del 15 de
diciembre de 1979, siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no
el Cardenal Ratzinger, bestia negra de todos los falsos progresistas, sino todavía el
Cardenal Francisco Seper.
La preteÊdida adaptacióÊ de la Ilesia a la m derÊidad
Desde la época de Pablo VI, en la que chocó ya con los bisp s, sobre todo
alemanes, Küng ha venido propugnando una adaptación de la Iglesia a la
modernidad, tal como él la entiende. En la práctica, las piedras de toque de esa
adaptación siempre acaban siendo las mismas, como hemos visto en sus respuestas a
las entrevistas que le han hecho en España: fin del celibato sacerdotal, admisión del
sacerdocio femenino, relajación de la moral sexual para hacerla contemporizadora
con las costumbres del momento, afirmando que 0  
 * 

6  
              $   
   2
  . (El País 1.11.03). Se trata de un disenso nada comprometido, pues lo
que dice Küng siempre va a favor de la corriente imperante en una sociedad
secularizada. Ante esta prédica, y atendiendo a las Declaraciones de la Doctrina de la
Fe, hizo bien el Cardenal Carles, al prohibirle que hablara en un templo. Los que han
criticado esta decisión y han aplaudido y homenajeado a Küng han hecho mal Â
objetivamente hablando; no juzgo a las personas- porque, han olvidado que la misión
de los Obisp s -en griego    significa vigilante- es vigilar la conservación y
transmisión intacta del       de la verdad (2 Tim, 1,14). Y han ignorado la
seria advertencia de San Pablo (2 Tim,4,1-5):  $      
  $   $   2       #0
  

   
     $  
     
  
     / . No se puede describir mejor lo que
alrededor de los ³predicadores del disenso´ hoy está ocurriendo. Los que desean un
cómodo catolicismo ³a la carta´ Âacepto sólo lo que me convence, lo que me gusta o
lo que me conviene- están encantados con los ³maestros´ que predican lo que
quieren oír.

(,
4
La causa de l s err res de KüÊ
La causa de la desviada postura de Küng y de los que están en su línea, la puso él
mismo de manifiesto, en una entrevista que le hicieron en su reciente paso por Madrid,
cuando dijo (ABC 11.11.03): - 
 
  1    
     
  $/  #Este es el error. La Iglesia no es una institución
democrática porque su Fundador, Jesucristo, quiso que fuera Jerárquica. La votación,
propia de las democracias, es un método para la pacífica convivencia, pero no sirve
para la investigación de la verdad; y menos de la verdad revelada, cuya declaración y
conservación Jesucristo confió, en exclusiva, al Colegio Apostólico y a sus sucesores.
Se puede hacer te l a crtica per creyeÊte
Esta es la situación: el Prof. Küng no es teólogo católico, pero no me cabe duda de
que si se retractase de sus errores, la      le sería reotorgada.
Lamentablemente, el Prof. Küng ha declarado (El País 11.11.03)

3&* 
    . Esta postura me ha traído a la memoria, por contraste, un suceso
que me parece aleccionador. En 1949, cuando se estaba cerca de la definición
dogmática de la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo, Pío XII solicitó la opinión
de los Obisp s y de todas las Facultades de Teología del mundo. La respuesta de la
Facultad de Munich fue decididamente negativa, ya que el patrólogo Altaner, profesor
en Würzburg, había demostrado con criterios científicamente irrebatibles que la
doctrina de la Asunción de María era desconocida antes del siglo quinto: por tanto, no
podía formar parte de la ³tradición apostólica´. Y en este sentido, Gottlieb Söhngen
(1892-1971), profesor de Teología Fundamental en Munich, se pronunció, en forma
pública y apasionada, en contra de la proclamación del dogma. En tal circunstancia,
Eduard Schlink, profesor de Teología Sistemática en Heidelberg, le preguntó de un
modo muy directo: ³¿Qué hará usted si el dogma es finalmente proclamado? ¿No
debería volver la espalda a la Iglesia Católica?´ Söhngen, después de un momento de
reflexión, respondió: ³Si el dogma fuera proclamado recordaré que la Iglesia es más
sabia que yo, y que debo fiarme más de ella que de mi erudición´. Como es bien
sabido, el dogma fue efectivamente proclamado el 1 de noviembre de 1950. Creo que
la escena descrita explica muy bien que se puede hacer teología en forma crítica pero
creyente. Mi deseo es que el Prof. Küng se decidiera, un día, a seguir el ejemplo que
nos dejó el Prof. Gottlieb Söhngen.


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