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CAPÍTULO 7

En la sección que va desde el principio del capítulo 7 hasta el final del 15, Pablo se
propone tratar de una serie de problemas que le ha consultado la iglesia corintia. El
capítulo 7 trata de una serie de problemas en relación con el matrimonio. Aquí tenemos
el índice de las áreas en las que la iglesia corintia pidió y obtuvo consejo de
Pablo. Debemos tener siempre presentes dos hechos al estudiar este capítulo.
Pablo estaba escribiendo a Corinto, que era la ciudad más inmoral del mundo. Lo que
domina en todas las respuestas que da Pablo es la convicción de que la Segunda Venida
de Cristo estaba para suceder casi inmediatamente. Podemos estar seguros de que en
muchos casos su consejo habría sido diferente si hubiera pensado en una situación
permanente en vez de temporal. Ahora vamos a estudiar el capítulo en detalle.

ASCETISMO A ULTRANZA 1 CORINTIOS 7:1-2


Los cristianos de Corinto, o por lo menos algunos de ellos, habían sugerido
que, si se iba a ser cristiano en el sentido más pleno de la palabra, había que renunciar a
todas las cosas físicas, entre ellas el matrimonio. La respuesta de Pablo es
absolutamente práctica. Solo es cuestión de darse cuenta que se vive en Corinto un lugar
donde no se puede ni recorrer una calle sin que podamos ser llamados a la tentación. «
Estaréis mejor casados que expuestos a caer en pecado».
«Examínate a ti mismo - nos dice -, y escoge la clase de vida en la que puedes
vivir mejor la vida cristiana, y no intentes adoptar un estándar que no te resulte
natural, porque te resultaría imposible y funesto siendo tú como eres en la realidad».

SOCIOS EN EL MATRIMONIO 1 CORINTIOS 7:3-7


Pablo expone un principio supremamente grande. El matrimonio es una
asociación. El marido no puede actuar con total independencia de la mujer, ni la mujer
del marido. La relación matrimonial en su totalidad, tanto en lo físico como en lo
espiritual, es algo en lo que ambos deben encontrar su gratificación y plena satisfacción
de todos sus deseos.
De nuevo parece que Pablo minimiza el matrimonio. Su consejo, dice, no
propone la situación ideal, sino hace una concesión a la debilidad humana. Podemos
estar bastante seguros de que Pablo, en un tiempo, estuvo casado. Era rabino, y
aseguraba no haber fallado en el cumplimiento de ninguno de los deberes que imponía
la ley judía tradicional, uno de los cuales era el matrimonio.
La edad normal de casarse era los dieciocho años, por todo lo cual es sumamente
improbable el que un judío tan devoto y ortodoxo como era Saulo no estuviera
casado. No habría podido llevar aquella clase de vida viajera y arriesgada si hubiera
estado casado. No es que Pablo menospreciara el matrimonio, sino que insistía en que
había que estar dispuesto para la venida de Cristo.
EL VINCULO QUE NO SE DEBE ROMPER 1 Corintios 7:8-16
En las condiciones de una edad que Pablo creía que se estaba aproximando a su
fin, estarían mejor si se quedaran como estaban. Pablo siempre estaba seguro de que
ningún cristiano debe imponerle a otro ningún determinado curso de acción. Pablo
prohíbe el divorcio sobre la base de la prohibición de Jesús. Aquí Pablo tiene que dar su
parecer, pues no hay ningún mandamiento específico del Señor al respecto.

Ningún cristiano ha sido llamado a llevar una vida de esclavitud. Pablo tiene dos
grandes cosas que decir que tienen un valor permanente. Tiene la preciosa idea de que el
cónyuge que no es creyente es consagrado por medio del que sí es creyente. El niño que
nace en un hogar cristiano, y aun en uno en el que sólo uno de los esposos es
cristiano, nace en la familia de Cristo.
En la compañía de un creyente con uno que no lo es, lo que más debemos tener
en cuenta no es que el cristiano entra en contacto con el mundo del pecado, sino que el
no creyente llega a estar en contacto con el reino de la gracia de alguna manera. Y Pablo
tiene también la idea igualmente encantadora de que la asociación del matrimonio puede
ser el medio para que el cónyuge no creyente reciba la salvación. Para Pablo, la
evangelización empezaba en casa. Había que mirar al cónyuge no creyente, no como un
foco de infección que había que evitar con repulsión, sino como otro hijo u otra hija que
había que ganar para Dios.
SIRVIENDO A DIOS DONDE ÉL NOS HA COLOCADO 1 Corintios 7:17- 24
Pablo establece una de las primeras reglas del Cristianismo: “Sé un cristiano
dondequiera que estés.” Lo realmente diferente era la clase de vida que se debe
vivr. Los filósofos cínicos habían insistido en que un hombre verdad no puede ser
esclavo por naturaleza, aunque lo sea por condición social. Un hombre falso no puede
ser libre, sino que es siempre un esclavo. Pablo les recuerda que, esclavo o libre, un
cristiano es esclavo de Cristo, Que le ha comprado al precio de Su sangre.
Aquí hay todo un cuadro en la mente de Pablo. En el mundo antiguo le era
posible a veces a un esclavo comprar su libertad con gran esfuerzo. Cuando, al cabo de
los años, había reunido el precio total de su liberación en el templo, llevaba allí a su
amo, el sacerdote le entregaba el dinero y entonces, simbólicamente, el esclavo pasaba a
ser propiedad de aquel dios y, por tanto, libre de servir a ningún hombre. Hasta el
trabajo más humilde que se hace, ya no para los hombres, sino para Cristo, se convierte
en algo noble y digno.

SOBRE UN PROBLEMA DIFÍCIL 1 Corintios 7:25, 36-38


La idea era que, si podían mantener la disciplina de compartir la vida espiritual
con intimidad, pero sin dejar que el cuerpo interviniera en su relación, era algo
especialmente meritorio. En esas relaciones se llamaba a la mujer la virgen del
hombre. Puede que hubiera surgido esa costumbre en la iglesia de Corinto. Se ha
sugerido que había hombres y mujeres en Corinto que habían celebrado la ceremonia
nupcial, pero que habían decidido no consumar el matrimonio y vivir en absoluta
continencia para dedicarse por entero a la vida espiritual.
Esa relación nos parece anormal y peligrosa, y de hecho lo era, y a su debido
tiempo la Iglesia la desautorizó. Pero, dada la situación, el consejo de Pablo es
indudablemente un consejo sabio. Lo cristiano es usarlos para la gloria de
Dios. Cristianismo no estuvo nunca diseñado para abolir la vida normal, sino para
glorificarla.

QUEDA POCO TIEMPO 1 CORINTIOS 7:26-35


A lo largo de todo el capítulo debemos de haber sentido que estaba minimizando
el matrimonio. Ya hemos visto que los judíos glorificaban el matrimonio, y lo
consideraban un deber sagrado. « Que sean otros los que se encarguen de la
supervivencia de la raza humana.» En el mundo griego, el filósofo estoico Epicteto no
se casó nunca.
Decía que estaba haciendo mucho más por el mundo como maestro, que si
hubiera traído al mundo dos o tres mocosos. Pero ese no era el punto de vista judío, ni
es el cristiano. Ni tampoco fue el punto de vista final del apóstol Pablo. Cuando escribía
a los Corintios, su perspectiva estaba dominada por el hecho de que esperaba la
Segunda Venida de Cristo inminentemente.
Para cuando escribió Efesios ya se había dado cuenta de la permanencia de la
situación humana, y consideraba el matrimonio la relación más preciosa, la única que
era vagamente comparable con la relación entre Cristo y Su Iglesia. Y también es el
lugar de cuyo reposo y dulzura sacamos la fuerza para vivir más y más como debemos
vivir en el mundo.
CASARSE OTRA VEZ 1 CORINTIOS 7:39-40
De nuevo Pablo mantiene su punto de vista consecuente: el matrimonio es una
relación que sólo la muerte puede interrumpir. En muchos sentidos, un segundo
matrimonio es el mejor cumplido que se le puede dedicar al cónyuge difunto; eso decía
don Cipriano Tornos: Que honraba a su primera mujer dando testimonio de que le había
ido tan bien con ella que no podía por menos de desear seguir compartiendo la vida con
una compañera. Pablo establece una condición: «Con tal que sea en el Señor.» Es decir:
debe ser un matrimonio entre cristianos. En caso contrario, es raro que un segundo
matrimonio valga la pena.
CONSEJO PARA LOS INSENSATOS 1 Corintios 8
Ya hemos visto que era prácticamente imposible vivir en cualquier ciudad griega sin
enfrentarse todos los días con el problema de qué hacer con alimentos que habían sido
ofrecidos a los ídolos. Para algunos de los cristianos corintios la cosa no tenía ningún
problema. Sostenían que su conocimiento superior les había enseñado que los dioses
paganos sencillamente es que no existían, y que por tanto un cristiano podía comer
carne que se hubiera sacrificado a un ídolo sin el menor remordimiento de conciencia.
En realidad, Pablo tiene dos respuestas a eso. Así que Pablo razonaba que, si se dice que
no hay absolutamente ningún peligro en comer de lo que se le ha ofrecido a un ídolo, es
posible que se esté dañando y ofendiendo la conciencia de esas almas sencillas. Su
argumento concluyente es que, si hay algo que es totalmente inocente para ti pero que
daña a otra persona, hay que renunciar a ello, porque un cristiano no debe hacer nunca
nada que haga tropezar a un hermano.

SIN ABUSAR DE LOS PRIVILEGIOS 1 Corintios 9:1-14


La cosa es que los corintios, que se consideraban cristianos maduros, pretendían
encontrarse en una situación privilegiada que les otorgaba la libertad para comer carne
que se hubiera sacrificado a los ídolos si querían. La manera de contestar de Pablo a
esos razonamientos es presentar los muchos privilegios que él tenía perfecto derecho a
reclamar, pero de los que no hizo uso para no ser un tropiezo para otros o un obstáculo
para la eficacia del Evangelio. Ser cristiano es conocerle personalmente. La segunda
credencial de Pablo era que su ministerio había sido eficaz.
Los mismos corintios eran una prueba de ello. El mero hecho de la existencia de
la iglesia corintia era la garantía del apostolado de Pablo. La prueba definitiva de que
una persona conoce a Cristo es que les puede traer a otros. El privilegio que Pablo
habría podido esperar de la iglesia era su sostenimiento.
De cualquier manera que se mirara, Pablo podía haber reclamado el privilegio de
ser sostenido por la iglesia. El que planta una viña tiene derecho a una parte de su
producto. Como hartan los rabinos, Pablo aplica esa enseñanza alegóricamente al
maestro cristiano. Pero vale la pena recordar las obvenciones de los sacerdotes que
oficiaban en el templo de Jerusalén.
Era el único sacrificio que se quemaba completo en el altar, excepto el
estómago, las entrañas y el nervio del muslo. Pero hasta en este caso los sacerdotes se
quedaban con las pieles, con las que hacían buen negocio. La ofrenda por el pecado. En
este caso sólo se quemaba en el altar el sebo del animal, y los sacerdotes se quedaban
con toda la carne.
La ofrenda per una transgresión. Aquí tampoco se quemaba más que la grasa del
animal, y los sacerdotes recibían toda la carne. La ofrenda de comida. La ofrenda de la
paz.

Los sacerdotes tenían todavía otros gajes. Esta era la ofrenda de los frutos más
selectos de cada cultivo. Los sacerdotes tenían derecho a un promedio de la quinta parte
de las cosechas. Esta era la ofrenda del amasado.
Si la masa se hacía de trigo, cebada, escanda, avena o centeno, cada persona
particular tenía que darles a los sacerdotes una vigésima cuarta parte, y un panadero un
cuadragésimo octavo. Todo esto está detrás de la negativa de Pablo a aceptar de la
iglesia ni tan siquiera la provisión más básica para su manutención. Los sacerdotes eran
un refrán. Mientras que una familia judía normal no comía carne más que una vez por
semana si acaso, los sacerdotes padecían de una enfermedad ocupacional por comer
demasiada.
EL PRIVILEGIO Y LA RESPONSABILIDAD 1 Corintios 9:15-23
En este pasaje encontramos una especie de bosquejo de toda la concepción que
tiene Pablo de su ministerio. Lo consideraba un gran privilegio. Lo único que no haría
jamás sería aceptar dinero por trabajar para Cristo. El trabajador debe verse como una
persona cuyo fin principal no es sacar provecho para sí, sino cuyo privilegio es servir a
otros cumpliendo la voluntad de Dios.
Ramón Llull, el gran santo y místico español, nos cuenta cómo llegó a ser
misionero de Cristo. Tenía la satisfacción de llevarles el Evangelio gratuitamente a
todos los que quisieran recibirlo. Siempre es verdad que la verdadera recompensa de
cualquier trabajo no es el dinero que reporta, sino la satisfacción de una tarea bien
hecha. Por eso es por lo que la cosa más grande de la vida no es escoger el trabajo mejor
pagado, sino el que produce la mayor satisfacción.
Habla de « la disposición de Johnson a meterse de cabeza en lo que les
interesaba a los demás.» Sin duda hemos conocido en nuestro entorno a personas que
tenían esta preciosa cualidad. Alguien describió una vez la enseñanza, la medicina y el
pastorado como «las tres profesiones paternalistas.» Mientras no hagamos más que
patrocinar a la gente, sin hacer el menor esfuerzo por comprenderla, no podemos llegar
a ninguna parte con ella. Pablo, el modelo de misioneros, que ganó a más personas para
Cristo que ningún otro, se dio cuenta de lo esencial que es hacerse todo a todos.
UNA VERDADERA CONTIENDA 1 Corintios 9: 24 -27
Pablo sigue ahora otra analogía. Les insiste a los cristianos corintios que querían
tomárselo con calma en que nadie llega nunca a nada sin una seria autodisciplina. A
Pablo le fascinaba siempre la figura de los atletas. Un atleta tiene que entrenarse
intensamente si quiere ganar una competición; y los corintios sabían de esas
cosas, porque los famosos juegos ístmicos que sólo eran menos importantes que los
olímpicos sé celebraban en Corinto. Además, el atleta se somete a la autodisciplina y al
entrenamiento para ganar una corona de laurel que quedara reducida a polvo en breve
tiempo; ¡cuánto más debería disciplinarse un cristiano para ganar la corona de la vida
eterna!
Tenemos que vernos como guerreros siempre en campaña, como atletas que se lanzan
hacia la meta.
Ganar una batalla o salir vencedor en una competición requieren
disciplina. Tenemos que someter a disciplina nuestros cuerpos para tenerlos en forma;
esta es una de las áreas más abandonadas en la vida espiritual, de la que muchas veces
surgen las depresiones. Si hemos de hacer algo lo mejor posible tendremos que
dedicarle un cuerpo tan capaz como pueda llegar a ser. 

EL PELIGRO DEL EXCESO DE CONFIANZA 1 CORINTIOS 10:1-13


En este capítulo, Pablo sigue tratando de la cuestión de la carne que se había
ofrecido a los ídolos. Ambas experiencias les habían dado una unión perfecta con
Moisés, el más grande conductor de pueblos y legislador, hasta que se llegó a decir que
fueron bautizados para estar unidos con él como los cristianos somos bautizados para
estar unidos con Cristo. Habían comido el maná en el desierto. En el versículo 5, Pablo
habla de cuando bebieron de la Roca que los seguía.
Cuando no tuvieron valor para lanzarse a conquistar la Tierra de Promisión, y
todos los exploradores menos Josué y Caleb presentaron un informe pesimista, el juicio
de Dios dictaminó que toda aquella generación muriera en el desierto. Fueron culpables
de prácticas sexuales ilegales hasta en el desierto, con los madianitas y los moabitas, en
consecuencia de lo cual murieron a millares en el juicio de Dios. Debemos fijarnos en
las tentaciones y en los fallos que Pablo menciona entre muchos. Está la tentación de la
idolatría.

Cuando estamos pasando un mal trance, pensemos que otros lo han pasado antes
que nosotros y, por la gracia de Dios, lo han resistido y conquistado. Con la tentación
siempre hay una salida. Quiere decir la salida de un desfiladero, un puerto de
montaña. Sugiere la idea de un ejército aparentemente rodeado, que de pronto descubre
una salida.

LA OBLIGACION SACRAMENTAL 1 Corintios 10:14-22


Como ya hemos visto, cuando se hacía un sacrificio se le devolvía al que lo
ofrecía una parte de la carne para que hiciera una fiesta. En tal fiesta se creía que el dios
estaba presente. Exactamente como se formaría un vínculo inquebrantable entre dos
personas que comieran cada una el pan y la sal de la otra, así en una comida sacrificial
se formaba una comunión íntima entre el dios y el adorador. Entonces todo el mundo
creía en los demonios.
Eran espíritus intermediarios entre los dioses y las personas. Para los
griegos, como para muchos pueblos primitivos hoy en día, cada
manantial, seto, montaña, árbol, corriente, estanque, roca o lugar tenía su demonio. Eran
espíritus malos que acechaban en las casas vacías, que merodeaban «por las migajas del
suelo, el aceite de los candiles, el agua que se bebía, en las enfermedades que
atacaban, en el aire, en las habitaciones, día y noche». El culto de los ídolos ponía a la
gente en contacto, no con Dios, sino con los demonios,' y todo lo que tuviera nada que
ver con aquellos tenía el tufo infeccioso de estos.
La gente estaba interesada en lo que contaba del príncipe, y hablaba con él. Era
verdad en Corinto, y es verdad ahora y dondequiera, que la persona que ha tocado las
cosas santas de Cristo no puede manchárselas después con cosas mezquinas e indignas.

LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD CRISTIANA 1 CORINTIOS 10:23 - 11:1


Pablo concluye esta larga discusión del tema de la carne ofrecida a los ídolos
con unos cuantos buenos consejos. Su consejo es que el cristiano puede comprar de todo
lo que se venda en las tiendas. Después de todo, en último análisis, todo pertenece a
Dios. Si el cristiano aceptaba la invitación de un, pagano, que comiera lo que le
sirvieran sin hacer preguntas.

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