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Wagner había desafiado el sistema tonal a otro niveles, su acorde Tristán representa la
emancipación de la disonancia según Schoenberger que retaría más tarde el paradigma
convencional al pasar de la forma y más importante aún, dejar el uso de un sistema tonal. La
“evolución” de la música académica europea había dejado en poco tiempo la armonía compleja
de Wagner, aún funcional, a un armonía conceptual con otros intereses que las funciones tonales.
De ahí en adelante y terminada la Segunda Guerra Mundial la academia a nivel de composición
se volvió un constante experimento del sonido y timbre que al tiempo abriría una brecha del
público y los músicos. Un efecto comprensible en la progresión de la historia europea entonces
¿qué sucede con la academia colombiana? ¿Qué tan real es esa “evolución” en nosotros? ¿Y qué
tanto responde al contexto musical colombiano? Pareciera que la pelea de Uribe Holguín y
Murillo siguiera viva en los pasillos de las academias colombianas. Juan Pablo González resalta
que los musicólogos famosos se conocen más por lo que saben de música que por lo que opinan
de música por eso la necesidad de preguntarse y comentar el rol de nuestra academia.
González nos habla en el texto de Performatividades Líquidas acerca de la difícil tarea de crear
de un canon estético en Latinoamérica. Sus numerosas variables en el nacimiento, fusión e
interpretación nos habla de entrada que la música americana no se puede medir de la misma
forma en la que se mide la música europea, no por cuestiones de superioridad sino de contexto
social e histórico. Tesis también defendida por Alejo Carpentier. Entonces, ¿cuál es el objetivo
de las carreras composición “erudita” en nuestro país? Seguir el sistema de composición europea
actual en Colombia pareciera ser todavía un gesto de contemplación hacia los ideales europeos.
En el mundo actual la figura del compositor bohemio europeo es un recuerdo del siglo XIX. La
música de alto consumo fácil ha reemplazado los salones de concierto por escenarios de grande
capacidades. Sin embargo, el consumo de música clásica se mantiene vivo en especial la práctica
clásica-romántica ¿Por qué esta ambigüedad? El oyente moderno sin preocupaciones musicales
profundas le interesa la música que pueda entender y entretener en su vida, al mejor estilo de
música de inmobiliario de Satie. De tal forma que un cuarteto de Mozart resulta mucho más
amigable con el oído que un cuarto de Alban Berg. Y si esto es así en el mundo ¿qué sucede en
los salones de composición erudita colombiano? Donde el referente de obras empieza desde la
Segunda Escuela de Viena. Existe una desconexión entre el contexto musical real de Colombia y
la música académica. En casi todas las músicas del siglo XX y XXI existe una obsesión con el
timbre, desde los efectos moduladores de las guitarras eléctricas hasta las técnicas extendidas de
instrumentos de cámara pero la música popular han conservado sus formas en cambio la erudita
ha desechado la idea de continuar el paradigma. Otra razón que abre la brecha entre el
compositor moderno y el público.