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146 ARISTÓTELES MAGNA MORALIA 147

Sólo si son proporcionadas se conserva la fuerza y la salud. De cia arriba, sino siempre hacia abajo. E igualmente ocurre en los
forma parecida a estos ejemplos ocurre igualmente con la tem­ demás casos.
planza, la valentía y las restantes virtudes. Pues si a un hombre Después de estas consideraciones y puesto que nos propo- 7
lo haces intrépido en exceso, de modo que ni siquiera tema a los nemos decir qué es la virtud, debemos saber qué cosas hay en el
dioses, no será valiente, sino loco; y si le haces sentir miedo por alma. Éstas son pasiones, facultades y hábitos. De modo que
todo, cobarde. Por consiguiente, no será valiente aquel que ten­ evidentemente la virtud tendrá que ser alguna de ellas. Son pa­
ga miedo de todo, ni el que no tenga miedo de nada. Pues las siones la ira, el miedo, el odio, el ansia, la envidia, la piedad y
mismas cosas aumentan y destruyen la virtud: en efecto, los las cosas semejantes, a las cuales suelen acompañar dolor y pla­
temores excesivos e indiscriminados la destruyen, pero igual cer. Son facultades, en cambio, las realidades anímicas en vir­
consecuencia tiene el no temer a nada. La valentía está en fun­ tud de las cuales se dice que somos capaces de sentir esas pasio­
ción de los temores, de modo que los temores moderados acre­ nes, como aquellas en virtud de las cuales somos capaces de
cientan la valentía. Por tanto, los mismos factores acrecientan y sentir cólera, dolor, compasión y los sentimientos semejantes.
destruyen la valentía. De hecho los hombres están expuestos a Los hábitos, por su parte, son aquellas realidades anímicas en
esto a causa de los temores. Y parecidamente ocurre con las virtud de las cuales tenemos una actitud buena o mala'9 respecto
restantes virtudes. a aquellas pasiones. Por ejemplo, con respecto al hecho de en­
6 Además, la virtud se puede definir no sólo con estos crite­ colerizarse: si somos irascibles en exceso, tenemos una mala
rios, sino también en función del dolor y del placer. En efecto, actitud respecto a la ira, pero si no nos encolerizamos en abso­
a causa del placer hacemos cosas malas y a causa del dolor nos luto en aquellos casos en los que es preciso hacerlo, nuestra
abstenemos de acciones nobles. En general, no es posible al­ disposición es igualmente mala. Por tanto, el estar en un térmi­
canzar una virtud o contraer un vicio sin dolor ni placer. Así no medio consiste en no encolerizarse en exceso ni ser comple­
pues, la virtud tiene que ver con los placeres y los dolores. tamente insensibles. Pues bien, cuando nos encontramos en esa
La virtud moral recibe su nombre por la siguiente razón —si disposición, nuestra actitud es buena. Y parecidamente con res­
es que se debe (y seguramente se deba) investigar la verdad pecto a los otros sentimientos semejantes. Pues el buen temple
1 1 86a recurriendo a la etimología—: el término Sthos, ‘el carácter mo­ y la mansedumbre se encuentran en el término medio entre la
ral’, deriva de éthos, ‘la costumbre’. Y a esa virtud se la llama, ira y la insensibilidad a la ira. Y lo mismo con respecto a la
efectivamente, éthike, ‘moral’, por el hecho de ethízesthai, ‘ser jactancia y el disimulo. Efectivamente, el simular tener más de lo
lruto de la costumbre’. De ello también se sigue que ninguna de que se tiene es propio de la jactancia, el simular tener menos, pro­
las virtudes de la parte irracional del alma surge en nosotros por pio del disimulo. Por tanto, el término medio entre estos extremos
naturaleza. Pues ninguno de los seres que son por naturaleza se será la sinceridad.
transforma mediante el hábito. Por ejemplo, la piedra y en ge­ Y lo mismo en los demás casos. Pues esto es lo propio del19
neral las cosas pesadas van por naturaleza hacia abajo. Cierta­
mente, aunque uno las lance hacia arriba repetidamente y trate 19 pros taina échomen eú Skakos. También cabe traducir: «estamos en bue­
de acostumbrarlas a ir hacia arriba, sin embargo nunca irán ha­ na o mala disposición hacia esas pasiones».

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