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ABOGADOS DEL DIABLO - Acá los penalistas manosean, engatusan y violan a la justicia como se les

da la gana. - 19 de octubre de 2015

Me lo decía un amigo: el único penalista exitoso que defiende inocentes es Perry Mason. Solo en la
televisión triunfa un criminalista que litiga a favor de los buenos. Tenía razón. En el mundo real los
abogados exitosos trabajan, en general, para los pillos. Y en Colombia ni siquiera intentan demostrar
su inocencia. Solo necesitan evadir la justicia a punta de tretas.

Lo que pasó esta semana con el caso de Samuel Moreno es la prueba reina: el exalcalde de Bogotá
está a punto de quedar libre por vencimiento de términos. Su abogado defensor, Mauricio Alarcón,
lleva años dilatando el proceso. No asiste a las audiencias, presenta aplazamientos de las mismas y
maquina todo tipo de patrañas y enredos. Una tragicomedia manzanilla para salvarle el pellejo a
Moreno en el ‘carrusel’ de la contratación, la mayor red de corrupción en la historia de Bogotá.

Lo mismo pasó esta semana con el abogado de Piedad Zuccardi. El jueves pasado la Corte Suprema
de Justicia aplazó por séptima vez las audiencias en contra de la exsenadora por presuntos vínculos
con paramilitares. El motivo de los aplazamientos fue la inasistencia de su abogado defensor, William
Rodríguez, que ya en siete ocasiones ha faltado a las audiencias preparatorias del juicio. Su excusa
fue que tenía otra cita. Cínico mamagallista de la justicia.

La historia de Samuel Moreno y Piedad Zuccardi se repite en todos lados. Decenas de políticos y
funcionarios públicos están quedando libres por las artimañas de sus abogados. Hace 20 días, para
no ir más lejos, salió de prisión el exsenador Héctor Julio Alfonso, hijo de la ‘Gata’, por vencimiento
de términos. También acaba de salir por lo mismo el exalcalde del municipio de Ovejas Edwin Mussy
Restom, señalado de atropellar a una ciclista en Sincelejo y salir huyendo, al parecer ebrio.

Lo mismo viene pasando con los involucrados en los grandes escándalos: el desfalco de la Dirección
Nacional de Estupefacientes, el ‘carrusel’ de la contratación de Bogotá y las chuzadas del DAS. Todos,
saliendo de la cárcel muy tiesos y muy majos gracias a las maniobras dilatorias de sus abogados.
¿Para qué invierte la Fiscalía tanta plata y esfuerzo en detenerlos? ¿Para qué, si luego la justicia los
suelta por vencimiento de términos? ¿Para qué, si después huyen del país como Liliana Pardo, Dieb
Maloof o Luis Alfonso Hoyos, hoy prófugos de la justicia?

En cambio, al ciudadano común, al de ruana, a ese sí se la clavan todita. Al ladrón de celulares que
llega a una audiencia y dice que su abogado no pudo asistir. A ese sí, inmediatamente, le ponen uno
de oficio y el juez le dice que la audiencia no se puede posponer. Porque oigan bien: la justicia en
Colombia ya no solo es ciega. También es sinvergüenza. Y se vende como puta a los abogados con
más plata y poder.

Me cansé de esos penalistas con bufetes palaciegos que usan sus influencias en las altas cortes del
país. De esos que se pavonean en restaurantes con jueces, fiscales, senadores, gobernadores,
alcaldes y empresarios. De esos que gritan con acusaciones temerarias en los medios para poner a
temblar de susto a todo el que los está oyendo. De esos que le venden su alma al diablo, a cambio de
más fama y dinero. Penalistas que, a punta de artimañas y leguleyadas, van directo a la yugular de
nuestro sistema judicial.

Que me condenen, me encarcelen o me quemen en la hoguera. Pero ya no me aguanto más la


soberbia de los Abelardo de la Espriella, Jaime Lombana, Jaime Granados, Jaime Bernal, Iván
Cancino, Luis Camilo Osorio y el resto de penalistas que viven enamorados de su propio ego y
vanidad.

Lo decía Al Pacino en 'El abogado del diablo', otra película que vale la pena recordar: “Cuando el
demonio baja a la tierra, encarna en un abogado penal”.
PAOLA OCHOA

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