En Colombia, hay más de 45 millones de personas, con mas
de 80 culturas diferentes, por lo que es común encontrar una gran diversidad religiosa en nuestro país, algo que en un principio debería ser bueno, pues la multiplicidad de religiones en un país sirve para alimentar la amalgama de visiones del mundo, diferentes formas de pensar, diferentes concepciones y hábitos. Pero claro, cuando existe una gran desviación hacia una religión, como es el caso de Colombia, con el catolicismo, a pesar de que este país se reconozca como Laico, donde asegura la diversidad religiosa, la fuerza mayoritaria del cristianismo ha influido en muchas de las decisiones del país, en especial las decisiones políticas, porque claro, si la mayoría de los gobernantes son en su totalidad cristianos, claramente las decisiones se verán afectadas de alguna manera por su religión, o incluso fuera de la política, con decisiones relacionas con la homosexualidad o el aborto, en donde otras religiones diferentes al catolicismo tienen muy poca fuerza de opinión, pues son minorías, que en muy pocas ocasiones se les toma en cuenta, es por eso que se podría decir, que Colombia no toma del todo en cuenta lo que dijo en la constitución acerca de esta diversidad religiosa. Encontramos otras religiones en Colombia como el islamismo, hinduismo, budismo, yoruba y un sinfín de religiones que se ubica en infinidad de zonas del país, en donde cada religión actúa como forjador de identidad, así como un referente de comportamiento y pensamiento, es algo tan antiguo y tan presente como pocos temas de la humanidad. Es así que encontramos que en una religión se puede encontrar rituales que nos parezcan de lo mas extraños, pero no por eso debemos juzgarlos, pues hay que aceptar la diversidad que tenemos. La diversidad religiosa no sólo es una realidad creciente, sino una posibilidad de libertad, de cohesión social, de respeto a los derechos de quienes —para cada una y cada uno de nosotros— representan la otredad, se trata del reconocimiento del otro como un individuo diferente. No discriminar a las personas que profesan una religión distinta y permitir que gocen de libertad para expresarse, es una obligación que compete al Estado y a la sociedad en su conjunto. La diversidad religiosa no es una amenaza para la cohesión social de la nación. Son una realidad que, a través de su reconocimiento, el respeto y la garantía de derechos, nos puede ayudar con fuerza para avanzar hacia la igualdad.