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Seminario Regional de la Costa Atlántica Juan XXIII

Juan David Carrillo Carrillo


I Teología
Introducción a la Teología

LA TEOLOGÍA COMO CIENCIA: MAS ALLÁ DEL FACTUM Y EL


FACIENDUM

El cardenal Ratzinger, hoy papa emérito Benedicto XVI, expone en su libro


Introducción al cristianismo una aproximación sucinta acerca del lugar de la fe en el
pensamiento moderno. En él habla de que “nos hemos colocado en la perspectiva
de lo visible, de lo que podemos abarcar y medir. Los métodos de las ciencias
naturales se apoyan en la limitación a lo aparente” 1. Por ello hace mención al
surgimiento del historicismo y del pensar técnico. El primero que considera que es
posible llegar al saber en la medida que se puede tener el conocimiento de las
causas, lo cual trae consigo una revaloración positiva de la historia. El segundo que
de cierto modo hace a un lado al primero, pues considera que solo se puede
conocer lo repetible y experimentable, es decir, lo factible.

Esto dificulta el trazado de un escenario en el que se pueda tener la valoración de la


teología como ciencia. Ciertamente que planteamientos como los de Kant, el cual
expone que el “único conocimiento valido es el que resulta de la conjunción de la
sensibilidad y el entendimiento” 2 pone en jaque el concepto y objeto mismo de la
reflexión teológica cristiana. Puesto que, realmente resulta difícil realizar una tarea
como esta, en un escenario en el que los planteamientos históricos y filosóficos no
dan cabida a una autentica epistemología teológica. Así nos lo expone el cardenal
Kasper al afirmar que “las formas y fórmulas de la tradición cristiana, entendidas de
manera en gran medida ahistórica, perdieron a consecuencia de ello su Sitz im
Leben (lugar existencial)”3.

Por ello, resulta vital volver la mirada hacia la forma en como hoy en día conocemos
o comprendemos determinados conceptos. No se trata pues de realizar una
1
Ratzinger J., Introducción al cristianismo, 1968.
2
Morales J., Introducción a la Teología, EUNSA, 2008, pág. 48.
3
Kasper W., La Teología, a Debate. Claves de la ciencia de la fe, SALTERREA, pág. 14
revaloración arbitraria que, de lugar a nuevos conceptos, sino precisamente de
detenernos en estos, para realmente tener una comprensión acertada de lo que es
ciencia y teología, y en definitiva de la teología como ciencia.

En este sentido, vale la pena exponer algunos presupuestos o nociones acerca del
concepto de ciencia. Lo primero que quiero hacer es traer a colación la siguiente cita
referenciada en el Manual de Introducción a la Teología de José Rovira Belloso
tomada de W. Beinert, el cual nos presenta la siguiente definición: “Ciencia es el
conocimiento general y sistemático de la realidad, bajo un determinado objetivo
formal”4. De lo anterior podemos determinar los dos elementos constitutivos de la
ciencia: el método y objeto.

Ahora bien, Aristóteles en su obra Metafísica presenta algunas referencias acerca


del método al referir que “la exactitud matemática del lenguaje no debe ser exigida
en todo, sino tan sólo en las cosas que no tienen materia. Por eso el método
matemático no es apto para la Física; pues toda la Naturaleza tiene probablemente
materia” (Metafísica, II, 3; 995a, 12-18). Por lo que en este sentido nos es valido
afirmar que el método propuesto por las ciencias exactas no es el único que nos
conducen hacia la ciencia. Así también nos los explica el cardenal Kasper al decir
que “la ciencia está libre, al menos según su idea y su ideal, de cualesquiera otras
ligaduras, exigencias e intereses, así como del dogmatismo de una epistemología
general”5.

Pues bien, en contraste a lo anterior encontramos que el objeto formal de la teología


no es otro al que afirma la Dei Verbum n° 2: “El objeto de la teología es la fe,
testificada por la Iglesia, en la autorrevelación de Dios en la persona y la vida de
Jesús de Nazaret”. Por tanto, no podremos separar el concepto de Teología de la
experiencia de la Fe, suscitada por el acontecimiento de la Revelación de Dios en la
historia. Si lo hacemos, realmente la dejaríamos desprovista de sentido y de
comprensión.

4
Rovira Belloso J., Introducción a la Teología, BAC, 1996, pág. 80
5
Kasper W., La Teología, a Debate. Claves de la ciencia de la fe, SALTERREA, pág. 38
En este sentido es necesario que hablemos ahora acerca de la Fe, puesto que esta
está lejos de ser una actividad imaginaria o irracional. Por el contrario, al acercarnos
a la acción reveladora de Dios, podemos comprenderla mucho mejor. Ciertamente
que la revelación tiene lugar en la historia, y es Dios que a lo largo de ella entra en
comunicación con el hombre dándole a conocer su Palabra y su designio salvífico.
Por tanto, la Fe como respuesta y escucha a este designio de Dios no queda
desprovista de racionalidad, ya que “esta escucha, en cuanto acto humano, implica
también una aceptación inteligente de la palabra de Dios, una palabra percibida a
través del lenguaje humano, con su estructura hermenéutica lógica y de acuerdo con
los principios de la formación de los conceptos y los juicios” 6.

En consecuencia, me atrevería afirmar que no es irracional considerar la reflexión


teológica como ciencia, ya que su objeto está ordenado al conocimiento racional,
cuyo objetivo es iluminar la existencia del hombre hacia el conocimiento de un saber
verdadero, provisto por Aquel que es sabiduría y verdad. En otras palabras, es el
conocimiento suministrado por la fe iluminada por la Revelación, que ilumina la
razón del hombre. Por ello no es una fe fantasiosa, sino que es una fe que se abre a
la inteligibilidad.

No obstante, el Dios que se revela permanece siendo misterio, pues el hombre por
su propia razón no puede abracarlo completamente, este solo puedo conocer y
contemplar lo que Dios le revela. Por ello, el objeto de la teología no puede reducirse
al factum (el hecho desde el historicismo) o al faciendum (lo factible), como tampoco
intenta equipararse a la ciencias exactas y positivas, pues su interés no es hacerse
el propio el método de estas. Por el contrario, “la fe, en el sentido del credo, no es
una imperfecta forma de saber, una opinión que el hombre puede o debe remover
con el saber factible. Es esencialmente una forma de actitud intelectual que existe
como propia y autónoma junto al saber factible, pero que no se refiere ni se deduce
de él”7

6
Müller Gerhard L., Dogmática: Teoría y práctica de la teología, 2008, pág. 6
7
Ratzinger J., Introducción al cristianismo, 1968.

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