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territorio. Sin embargo, la Convención no era retroactiva y el propio Lemkin sostuvo que las
políticas discriminatorias contra los negros, por ejemplo, tenían como objetivo mantenerlos en
cierto nivel de existencia pero no destruirlos. En resumidas cuentas, los principales actores de
la escena global pusieron fuertes objeciones a la ley por temor a que facilite la intromisión
extranjera en sus países y con ello se vea quebrantada su soberanía. Sin embargo, quedó claro
que en un mundo desangrado por la Segunda Guerra Mundial y el genocidio perpetrado por
los nazis no había un país, sobre todo una potencia, que estuviera en condiciones de ser la
reserva y la guía moral para los demás.
3-¿La Convención fue exitosa en su doble carácter de prevención y castigo del
delito de Genocidio? ¿Puede proporcionar ejemplos que sostengan su opinión?
A pesar de los esfuerzos de Lemkin, y luego de Proxmire, los actos de violencia contra
minorías religiosas, étnicas o culturales no se detuvieron. Ejemplos al respecto no escasearon
en las décadas posteriores a la Convención. El intento de secesión de Biafra y la posterior
política represiva y antihumanitaria del gobierno fue desde mi perspectiva un claro acto
genocida porque mató y dejó sin alimentos a más de un millón de personas. Todo esto con la
anuencia de las principales potenciales occidentales que optaron por darle mayor primacía a
sus intereses petroleros y geoestratégicos que a los Derechos Humanos de la población. Otro
triste ejemplo al respecto, y catalizado por los mismos intereses que en Nigeria, ocurrió en
Pakistán cuando las Fuerzas Armadas asesinaron entre uno y dos millones de bengalíes y
violaron unas 200.000 mujeres y niñas alegando “peligros” de secesión. Finalmente, es loable
destacar lo ocurrido en Burundi en 1972 con la persecución y matanza de más de 100.000
hutus, por parte de la minoría gobernante tutsi, tras un violento golpe de estado perpetrado por
los primeros. Nuevamente, y como ocurrirá en 1994 con el Genocidio de Ruanda, la
Comunidad Internacional miró hacia otro lado y prefirió no entrometerse en dichos conflictos
por temor a que sus intereses se vean afectados.
Como quedó atestiguado en el párrafo anterior, lamentablemente la Convención no
logró prevenir y castigar el delito del Genocidio como se esperaba y en gran parte fue porque
las potencias, tanto del bloque capitalista como del comunista, le dieron primacía a sus
intereses económico-financieros y geoestratégicos por sobre los humanitarios en la larga lista
de violaciones a los Derechos Humanos que hubo en los años de la denominada Guerra Fría.
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