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1-¿Qué cambios y modificaciones tiene el concepto de genocidio y cuáles fueron

los debates entre 1944 y 1948 en la Convención de la ONU?


Originalmente, Lemkin concibió al Genocidio como la destrucción de un grupo de
personas tanto en su dimensión cultural, política como socioeconómica. Sin embargo, no es lo
mismo la definición conceptual que las relaciones internacionales. Esto es así porque,
producto de presiones de países que se sentían amenazados por algunos puntos de la
definición, el concepto de Genocidio fue perdiendo cierta sustancia. Por ejemplo, la URSS fue
la principal opositora a que se incluyan tanto los grupos políticos, por sus antecedentes de
persecución a opositores, como los grupos económicos, por su anterior política represiva
contra los kulaks. Por otro lado, fueron las principales potencias coloniales quienes se
opusieron a las vetas culturales del concepto por el temor de que sus antecedentes en África y
Asia les generen complicaciones legales y morales. Fue por este complicado panorama
internacional que la definición original de Lemkin perdería su veta política, cultural y
económica en la Convención de 1948.
2-¿Cuáles son las cuestiones conceptuales planteadas por la Convención y como
se intentó mejorar esas cuestiones? 
Una de las principales disputas suscitadas en la Convención fue la cuestión numérica
ya que no estaba claro qué cantidad de personas tenían que ser asesinadas o expulsadas de sus
hogares para que se aplique la ley. Esto generó fuertes debates porque ciertos representantes
nacionales tenían el temor de que actos individuales, como deportar un pequeño grupo de
personas de una nacionalidad concreta, sea interpretado como el inicio de un plan genocida y
con ello se habilitara la aplicación de la ley que “violaría” la soberanía de sus países. Fue a
partir de esto, que Lemkin aclaró que la destrucción parcial de una comunidad debía ser
sustancial, afectando seriamente la existencia de la misma, para que sea considerado un plan
genocida. Por otro lado, un factor que generó controversias fue la inclusión de otros actos,
además del asesinato, como pruebas de un genocidio. En esta línea se consideró a masacres
pequeñas, traslados y esterilizaciones forzosas como un punto intermedio en un proceso que a
largo plazo llevaría a la eliminación de un grupo. Sin embargo, los críticos consideraban que
como consecuencia de esto la ley se iba a aplicar en circunstancias poco significativas para
justificar, al igual que en la cuestión anterior, la intervención de un Estado en los asuntos
internos del otro. Finalmente, otro punto que originó debates fue la posibilidad de que la
Convención tenga implicancias retroactivas. Esto generaba muchas inquietudes en Estados
Unidos ya que temían que la ley se aplique para castigar los actos racistas y las violaciones a
los Derechos Humanos contra los pueblos originarios y los afrodescendientes ocurridos en su

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territorio. Sin embargo, la Convención no era retroactiva y el propio Lemkin sostuvo que las
políticas discriminatorias contra los negros, por ejemplo, tenían como objetivo mantenerlos en
cierto nivel de existencia pero no destruirlos. En resumidas cuentas, los principales actores de
la escena global pusieron fuertes objeciones a la ley por temor a que facilite la intromisión
extranjera en sus países y con ello se vea quebrantada su soberanía. Sin embargo, quedó claro
que en un mundo desangrado por la Segunda Guerra Mundial y el genocidio perpetrado por
los nazis no había un país, sobre todo una potencia, que estuviera en condiciones de ser la
reserva y la guía moral para los demás.
3-¿La Convención fue exitosa en su doble carácter de prevención y castigo del
delito de Genocidio?  ¿Puede proporcionar ejemplos que sostengan su opinión?
A pesar de los esfuerzos de Lemkin, y luego de Proxmire, los actos de violencia contra
minorías religiosas, étnicas o culturales no se detuvieron. Ejemplos al respecto no escasearon
en las décadas posteriores a la Convención. El intento de secesión de Biafra y la posterior
política represiva y antihumanitaria del gobierno fue desde mi perspectiva un claro acto
genocida porque mató y dejó sin alimentos a más de un millón de personas. Todo esto con la
anuencia de las principales potenciales occidentales que optaron por darle mayor primacía a
sus intereses petroleros y geoestratégicos que a los Derechos Humanos de la población. Otro
triste ejemplo al respecto, y catalizado por los mismos intereses que en Nigeria, ocurrió en
Pakistán cuando las Fuerzas Armadas asesinaron entre uno y dos millones de bengalíes y
violaron unas 200.000 mujeres y niñas alegando “peligros” de secesión. Finalmente, es loable
destacar lo ocurrido en Burundi en 1972 con la persecución y matanza de más de 100.000
hutus, por parte de la minoría gobernante tutsi, tras un violento golpe de estado perpetrado por
los primeros. Nuevamente, y como ocurrirá en 1994 con el Genocidio de Ruanda, la
Comunidad Internacional miró hacia otro lado y prefirió no entrometerse en dichos conflictos
por temor a que sus intereses se vean afectados.
Como quedó atestiguado en el párrafo anterior, lamentablemente la Convención no
logró prevenir y castigar el delito del Genocidio como se esperaba y en gran parte fue porque
las potencias, tanto del bloque capitalista como del comunista, le dieron primacía a sus
intereses económico-financieros y geoestratégicos por sobre los humanitarios en la larga lista
de violaciones a los Derechos Humanos que hubo en los años de la denominada Guerra Fría.

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