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Pulsión entre sublimación y Sinthome

Sobre el deseo del analista y fin de análisis

INTRODUCCIÓN:

Mis interrogantes versan en torno a la problemática del fin de análisis. Que haya elegido
como título pulsión entre sublimación y Sinthome, se debe a que en diferentes momentos se
ha tomado a la sublimación como un fin de análisis; luego la identificación al Sinthome
también como fin de análisis. Ambas formalizaciones, tienen en común que están en relación
con la pulsión.

Si partimos del Escrito de 1964 de Lacan, titulado “Del Trieb de Freud y del deseo del
psicoanalista” notamos una fuerte articulación entre pulsión y deseo del analista, deseo
necesario para posibilitar el comienzo de un análisis, y también para su final.

Ahora bien, ¿cómo se forma, se instituye, crea o inventa este deseo del analista? ¿Qué
suponen los finales de análisis formalizados como atravesamiento del fantasma e
identificación al Sinthome? ¿Y qué ocurre con la pulsión tanto en una como en otra
formalización?

Para dar curso a estos interrogantes los quiero invitar a un recorrido por el Siglo XVII, entre
los bosques y el castillo de Pottenbrunn y entre el convento de San Lamberto y Mariazell,
donde transcurren las peripecias de un pintor arrepentido de sus pactos con el diablo al que
le entregó su alma.

Se trata de Cristóbal Haitzmann el caso del pintor de Una neurosis demoníaca en el Siglo
XVII, de Freud. Me voy a referir principalmente a los manuscritos del pintor, con los que
trabajó Freud, ya que encontré que en su escrito Freud deja de lado algunos pasajes de los
manuscritos del pintor. Estos fragmentos que Freud deja de lado, me permiten hacer una
lectura de la función del pacto con el diablo que nos mostrará, espero, las diferencias y las
articulaciones entre el final de análisis como atravesamiento del fantasma y como Sinthome.

DOS PUNTUACIONES SOBRE EL MÉTODO

En primer lugar, el Dejar de lado un indicio, un detalle, un fragmento, forma parte de una
operatoria de la que el método freudiano recoge dichos indicios para hacer su lectura en
general, o la interpretación psicoanalítica en particular. Esto es lo que hace Freud cuando lee
e interpreta El Moisés de Miguel Ángel, ofreciendo una nueva interpretación de la obra, que
rompe rotundamente con la versión oficial, tal como lo trabaja Pura Cancina en su libro La
investigación en psicoanálisis. Es decir, Freud nos enseñó a recoger los indicios dejados de
lado para hacer “otra lectura” que la oficial. En esta ocasión -con los fragmentos dejados de
lado por Freud en los manuscritos del pintor- si bien no sustituimos la lectura freudiana,
pienso que quizás la ampliamos, con las posibilidades de relectura que nos da la enseñanza
de Lacan.

Otra puntuación sobre el método: tanto en El moisés de Miguel Ángel, como en los
manuscritos del pintor que ahora nos ocupa, falta lo real de la transferencia, ya que el trabajo
de Freud es sobre la obra, en un caso, y con los testimonios escritos, en otro; ¿por qué
ocuparnos de este material que no es recogido en transferencia? Porque podemos leer allí la
estructura y las operaciones en juego que nos permitirán calibrar, quizás, lo que Lacan nos
enseñó del operador deseo del Analista. También Lacan nos muestra en Hamlet, más
precisamente en la estructura de la obra, los dramas del deseo. Y cuando hace la analogía
del analista con el lugar del muerto en el juego del Bridge, no se trata sólo del lugar del
muerto, sino de pescar el lugar del muerto en relación a los cuatro partenaires de la partida
de Bridge y los movimientos que estructuran el juego. Entonces este método de lectura si
bien no pone en juego la transferencia, hacen a la enseñanza y transmisión del psicoanálisis,
es decir, lo que la transferencia nos enseña.

LA LECTURA DE FREUD

Por razones de tiempo no me explayaré en el escrito de Freud, sino que retendré los puntos
principales de su lectura: el pintor en vez de atravesar el duelo por su padre muerto, enferma.
Entonces la cuestión que está en juego en el motivo del pacto con el demonio es la dificultad
en la pérdida del padre, sustituyéndolo por el diablo, es decir, no hay pérdida duelada, sino
pacto sustitutivo.

Freud concibe el pacto con el diablo como una fantasía. Es decir, con elevar el pacto
demoníaco al estatuto de fantasía inconsciente nos basta, dice Freud, es justificación
suficiente, para proceder a la consideración psicoanalítica del Trophaeum Mariano-
Cellense. La fantasía en juego en el pintor, para Freud, está relacionada con el padre, con su
vínculo con el padre: posición femenina del niño frente al padre con su correlativa fantasía
de parirle un hijo. De allí que Freud destaca el lugar en la repetición del número 9 en el
Trophaeum Mariano-Cellense, sostenido por esta fantasía de 9 (meses) = parir un hijo.
Ecuación simbólica, podríamos decir.

Bien, en nuestro pintor se trata de padre nutricio, dice Freud, leyendo el indicio de los pechos
femeninos bien marcados en las apariciones del demonio a Cristóbal, plasmadas en sus
pinturas, excepto en la primera y la quinta. Es decir, por desplazamiento aquí el padre es
nutricio, y ello se lee en el indicio de los pechos con que el pintor ha plasmado la figura del
demonio en sus pinturas, demonio que es sustituto del padre muerto, por quien el pintor ha
caído en triste melancolía.

Entonces, dice Freud, el pintor recibe a cambio de su alma, un sustituto de su padre muerto.
No quiere a cambio de su alma los placeres típicos que el demonio puede ofrecer: riqueza,
seguridad contra los peligros, poder sobre los hombres, y sobre las fuerzas de la Naturaleza,
artes mágicas y, ante todo, placer, el placer dispensado por hermosas mujeres. El pintor no
quiere nada de eso, o podríamos decir así: no puede querer nada de eso. Quiere un padre.
Un padre que le devuelva la alegría y la capacidad de trabajo.

Freud dirá: todo el trabajo de esta neurosis demoníaca resuelve un hecho práctico: la
subsistencia material que el pintor no podía procurarse. Es decir, no podía ganarse la vida,
materialmente hablando, entonces recurre a su neurosis demoníaca para lograrlo por este
rodeo. En palabras de Freud: “De este modo habría recorrido nuestro héroe, en su historial
patológico, el camino que va desde el padre sustentador, a través del demonio, como
sustituto paterno, hasta los piadosos padres de la Orden de la Merced. Superficialmente
considerada, su neurosis aparece como una farsa que encubre un fragmento de su lucha por
la vida, trabajosa, pero vulgar. Esta circunstancia no es constante, pero tampoco rara”
Concluye Freud. Hasta aquí la lectura freudiana.

APORTES

En el texto freudiano no tiene mayor relevancia el papel, la función de la Virgen María en la


resolución del pacto con el demonio. Esto nos permite pensar que, si introducimos la función
de la Virgen Madre, podemos ampliar la lectura de la función que tiene el pacto.

En primer lugar, ¿por qué la recopilación que contiene los manuscritos del pintor, más las
cartas de los padres de las abadías, más las pinturas de las diferentes apariciones del
demonio, por qué la recopilación lleva por título Trofeo? Mas precisamente Trofeo de María.
Justamente porque se considera que la resolución del pacto con el diablo se debe a la
intervención de la Santa Madre ¿Qué lugar le damos a esta intervención en la estructura del
caso?

El misterio del dogma de la Asunción de María es proclamado por bula papal recién en 1950,
mediante la cual María queda asociada al hijo en la Gloria. Sin embargo, ya podemos leer
en los manuscritos del pintor del Siglo XVII cómo María aparece estrechamente ligada al
Hijo.

Son tres los fragmentos que Freud deja de lado del Trofeo...

citando una explicación en alemán que el pintor escribe debajo de una de sus pinturas de la
aparición del demonio, deja de lado las siguientes palabras: para que me divirtiera con él y
ahuyentara la melancolía. Esto nos da la pista para sostener la idea de que: el pintor no
trataba de salir de su melancolía, solamente, sino que estaba en juego algo más. Sino hubiera
tomado el libro que el demonio le ofrecía para divertirse con él y ayuntar la melancolía.

Otro detalle de Freud deja de lado o no toma en cuenta:

Cito “En una de sus visiones ascéticas se queja, a la persona que le guía (Cristo) de que nadie
querría creerle, por lo cual no le era posible hacer lo que de él se exigía. —Cristo le exigía
que cuente a los demás lo que estaba viendo en la alucinación—. Sigue Freud: La respuesta
que esta queja obtiene nos resulta, desgraciadamente, harto oscura” y la deja de lado,
pasando a las vivencias que Cristo le hace vivir entre los eremitas.

¿Cuál es la respuesta que a Freud le resulta, desgraciadamente, harto oscura y por eso la deja
de lado? Es ésta: Dice Cristo: “aunque nadie te creyera, tú mismo sabrías lo sucedido,
aunque sea imposible de contar” Cristo, como otro del sujeto, introduce lo imposible de
contar. Algo que, con esta alucinación ya se empieza a cavar lo imposible en el todo.

Al final de su diario, cito: “El 13 de enero, estaba yo sentado, pintando; vino el maligno
enemigo y se sentó a mi lado, sobre la mesa; entonces, llamé a mi hermana, avisándole que
el Maligno estaba allí. Mi hermana entró con agua bendita, roció con ella la habitación y
todo desapareció”. Otra forma de descompletud del todo.

La muerte del padre conmueve el nudo RSI, estructura del parlêtre. ¿Cómo repararlo? Pacto
con el demonio mediante el cual reforzar la función paterna que le permita cavar lo Real, lo
imposible que le devuelva al sujeto un saber hacer con su arte. Esta es nuestra hipótesis,
construida con lo dejado de lado por Freud en su escrito. Avancemos un poco más…
DESEO DEL ANALISTA

El analista deviene tal de su propio análisis. Y el deseo del analista está articulado en Lacan
a la pulsión, es decir, a las vicisitudes de la pulsión en el trabajo del análisis. El deseo del
analista es lo que permite apartar la demanda de la pulsión y dirigirla –a la demanda- al
sujeto supuesto al saber, a condición de no responder a la demanda, de no hacer ejercicio de
poder de la transferencia, es decir, no impedir su desarrollo, para que luego pueda tener lugar
la interpretación que se inscribe “en el efecto del significante (…) única vía para producir
algo nuevo” y es en la interpretación donde Freud “denuncia” -dice Lacan- una tendencia,
la Trieb, la pulsión, que implica en sí un advenimiento de significante que permite traer a la
luz las líneas del destino del sujeto, es decir, el orden simbólico que preexiste al sujeto
infantil y según el cual le va a ser preciso estructurarse. Dicho de otro modo, el deseo del
analista es lo que va a permitir el desarrollo de la neurosis de transferencia que - mediante
la interpretación- permitirá construir la neurosis infantil, desde el orden simbólico
preexistente según el cual el sujeto deberá estructurarse.

Entonces aquí tenemos articulada la pulsión al significante, con los que podemos situar los
destinos de la pulsión (trastorno hacia lo contrario, vuelta hacia la persona propia, represión
y sublimación) en la escena del fantasma, o la neurosis infantil abierta por la interpretación.
Entonces se trata hasta aquí del final de análisis en tanto atravesamiento del fantasma,
fantasma constituido por obra y gracia de la operación eficaz de la metáfora paterna, que
metaforiza el deseo de la madre.

Silvia Amigo, en un seminario sobre finales de análisis que dictó en Brasilia el año pasado,
esclarece que -según la pude seguir- que el Nombre del Padre metaforiza el deseo de la
madre, pero el goce de la madre no es metaforizable. Entonces con qué recursos cuenta el
sujeto para hacer con ese goce que, aun operando eficazmente el Nombre del Padre, no es
metaforizable en un fantasma. Está allí entonces la vía abierta en el trabajo de un análisis
donde el sujeto podrá, identificándose al Sinthome, saber hacer con ese goce “sobrante” del
fantasma. Cuando Lacan trabaja el Sinthome, en el seminario 23, da una definición de
pulsión como “eco en el cuerpo del hecho que hay un decir”. Para que resuene/consuene este
decir, es preciso que el cuerpo sea sensible a ello.
RELECTURA DE UNA NEUROSIS DEMONÍACA

Volvamos, después de estos punteos, a nuestro pintor endemoniado. Él no quiere “salir” de


su triste melancolía mediante el pacto con el diablo, y el padre muerto (que no es el padre
simbólico que por muerto funda un orden significante), le permite hacer un pacto que vence
el día de la Natividad de la Virgen María, madre de un hijo que no deviene de un acto sexual,
de un goce sexual. Es por intervención de la Santa Madre que él puede recuperar el pacto
para salvar su alma. Luego de esta intervención de la virgen, Santísima Vencedora, Cristóbal
pinta un cuadro con su propia mano y lo colgó en la Santa Capilla como ofrenda eterna de
su gratitud, ¿qué agradece? ¿haber podido hacer algo con ese goce materno sobrante que no
fue metaforizado por el Nombre del Padre? ¿oficiaría el pacto con el diablo como un saber
hacer que inventó el sujeto para tramitar ese goce invasivo que tomaba su cuerpo? Le llevó
9 años de elaboración, de penosa elaboración: “...un cuerpo sometido al tormento de las
convulsiones, campo de batalla donde los síntomas hablan con letras de sangre.
Hemorragias, escalofríos, espíritus malignos sentados en la lengua (…) un cuerpo soporta la
batalla que un goce segrega” -nos dice Arturo Roldán en la introducción del Trofeo.

Mas aún, luego de este exorcismo decisivo el día de la celebración de la Natividad de la


Virgen, vuelve a tener visiones y apariciones del demonio, incluso a estar tentado a firmar
nuevos pactos entregando su alma, pero no lo vuelve a hacer; puede maniobrar con cada
aparición del demonio, porque ya cuenta en su haber con un saber hacer ahí, en cada nueva
alucinación. No sólo el exorcismo le permite volver a pintar y donar el producto, sino que
cambia su nombre “habiendo recuperado el pacto escrito en tinta, profesó en la Orden de los
Hermanos Hospitalarios y tomó el nombre de Hermano Crisóstomo, desechando del
Cristóbal”.

Por eso decíamos que nuestra lectura no reemplaza la lectura de Freud, que se circunscribe
en los límites del Nombre del Padre. Con Lacan, podemos ir más allá del padre, en la
estructura del parlêtre, que con un saber hacer con su Sinthome puede salvar su alma y su
cuerpo, de las sombras demoníacas del goce materno.

RECAPITULACIÓN

La cuestión está articulada en relación al fin de análisis en su diferencia y articulación del


significante con la pulsión. Hay algo que hace el significante del Nombre-del-Padre, (cuando
funciona fallidamente, que es como funciona) que es “salvar” al sujeto del deseo de la
materno mediante la metáfora. Ahora bien, hay algo que tiene que ver con el goce del Otro
que no es metaforizable por el Nombre-del-Padre. Entonces tenemos ahí otra vía que es lo
pulsional que se tramita de otra manera, incluso para el final de análisis.

En un momento el final de análisis se pensó como la sublimación, puede ser la sublimación


en tanto la sublimación trabaja todavía con significantes; en cambio el Sinthome es una
invención de otro orden que va más allá del significante, un saber hacer con ese goce no
metaforizable. Esto nos lo muestra (tomo un término del título del libro de Pura Cancina
“mostrar la cuerda”) el caso del pintor, que justamente la sublimación, es decir su acto de
pintor, no está pudiendo permitirle elaborar el duelo por el padre muerto. Ahí hace falta otra
cosa que tiene que ver con el Sinthome, que viene a resolver algo de la filiación, en el sentido
que viene a hacer algo que el significante del nombre del padre no logra hacer con su eficacia.
Ese hacer, que no es sublimatorio, tiene que ver con el pacto con el diablo, que es la forma
que encuentra el sujeto de hacer con ese goce; un goce que tramita esa dificultad de la pérdida
del padre como objeto, lo que no quiere decir que no haya función simbólica, es decir de
padre muerto, que no es el padre muerto como objeto que no puede duelar, sino el padre
muerto que funda la Ley. Ese padre está, de hecho, de alguna manera esa arquitectura
significante que le permite recuperar el pacto por el lugar y la función que adquiere allí la
madre, la virgen María, es algo que hace con la madre en el exorcismo, gracias a la estructura
significante de la religión católica que profesa, y de donde viene la “salvación” del sujeto.
Entonces por esa vía él podría tramitar algo de esta pérdida, por la vía del pacto y la
devolución el día de la Natividad de la Virgen.

Entonces de esta manera el sujeto encontró un modo, y eso nos muestra lo que el análisis
fabrica transferencialmente, el Sinthome, que el pintor tuvo que recurrir al pacto. Nos
muestra claramente cómo algo de lo que no lo salva el significante lo tiene que salvar otra
operatoria y que tiene que ver con el goce.

Entonces pulsión y significante se articulan, pero no confunden. Y esa articulación es en


relación a la demanda, es la demanda que el pintor puede hacer a los hermanos de la Orden
y que ellos en acto producen el exorcismo, como equivalente a lo que sería un trabajo
analítico, con todas las diferencias que se puedan encontrar en ello.

Claudio Cabral

Rosario, 20 de octubre de 2019

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