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La cuestión del poder en M. Foucault: consideraciones sobre la crisis del régimen


disciplinario
Pablo Sánchez Vigón
Los hijos de Nietzsche II – Máster en Filosofía teórica y práctica - UNED

Índice
1. Planteamiento de la cuestión: en torno al intelectual específico………………2
2. Hacia una concepción del poder más allá de la represión: de la Historia de la
locura a Vigilar y castigar.……………………………………………………5
a. Poder-saber: el combate en torno a la Verdad………………………...6
b. Más allá de las limitaciones del modelo represivo……………………8
c. Hacia una concepción productiva del poder…………………………..9
3. Las sociedades disciplinarias: el régimen de poder-saber de la modernidad….10
a. El agotamiento del poder soberano……………………………………11
b. Tecnologías políticas de la vida: anatomopolítica y biopolítica………13
c. En torno a las disciplinas: el régimen disciplinario……………………15
4. ¿Crisis de las disciplinas?...................................................................................16
a. Cuestionamiento del régimen disciplinario……………………………17
b. Nuevas tecnologías políticas del poder: Deleuze y Preciado………….18
5. A modo de conclusión…………………………………………………………20
6. Referencias bibliográficas……………………………………………………...21

Resumen
Los análisis de Foucault se centran en la noción de poder, para así redefinir las
relaciones entre saber-poder y entre teoría-práctica, reconstruyendo así el papel del
intelectual: debe plantear campos de resistencia, no ‘representar’ o hablar por otros. De
esta manera, podemos entender como una de las aportaciones fundamentales de la obra
foucaultiana el haber abierto el campo de las disciplinas, posibilitando su lucha política.
Finalmente, merece la pena cuestionarnos acerca del estado de salud de dichas
disciplinas en nuestra actualidad.

Palabras clave
Poder-Saber, Verdad, Cuerpo, Población, Tecnología política, Resistencia, Soberanía,
Disciplina, Control.
2

1. - Planteamiento de la cuestión: en torno al intelectual específico.


La última mitad del siglo XX ha estado recorrida por interesantes
desplazamientos, mutaciones y transformaciones de gran calado por las cuales, sin
desaparecer las cuestiones centrales del pasado (como, por ejemplo, la explotación o la
alienación denunciadas por el marxismo clásico) se ha resignificado el campo de lo
político. Esas décadas posteriores a la II Guerra Mundial son, sin lugar a dudas, las de la
explosión de la globalización y la imposición paulatina del neoliberalismo, pero
también, las del auge y la expansión de movimientos como el feminismo, el
ecologismo, el decolonialismo, los centrados en las luchas por la libertad sexual… Estos
desplazamientos, aun a riesgo de simplificar o idealizar la cuestión, los podemos
observar en lo que se conoce generalmente como ‘mayo del 68’1: el distanciamiento de
las formas clásicas de concebir y resistir el poder (ejemplificado por el descrédito de los
partidos y sindicatos de carácter revolucionario y por el paulatino abandono de la
categoría del trabajo como eje central de confrontación) mediante el esbozo de una
pluralidad de voces hasta ese momento acalladas: el estudiantado, las minorías étnicas,
las diferentes sexualidades, el lumpen-proletariado…

A pesar del devenir de los acontecimientos en las revueltas seseintayochistas,


podemos ver en ellas (como en otros lugares) un antes y un después en el ámbito de la
resistencia política. De esta manera, al respecto de los análisis en torno al poder y al
saber, nuestra actualidad se sitúa en un en un contexto que podríamos denominar ‘post-
mayo del 68’ o ‘post-sesentayochista’. Sin querer ser exhaustivos con dicha etiqueta,
con ella buscamos señalar un cambio de sensibilidad, una nueva manera de hacer, de
cuestionar los mecanismos del poder y ejercer resistencias ante él que, precisamente,
tiene en cuenta estos movimientos de los que hemos hablado, generando así un nuevo
contexto de combate que redefine el campo de batalla. Parece que el propio Foucault
fue consciente de ello:
“Solo se pudo comenzar a realizar este trabajo a partir de 1968, es decir, a partir de luchas
cotidianas y realizadas por la base, con aquellos que tenían que enfrentarse al poder en los
eslabones más finos de la red de poder. En ese espacio apareció la cara concreta del poder y, al
mismo tiempo, se mostró la posible fecundidad de estos análisis del poder para darse cuenta de
las cosas que habían permanecido hasta entonces fuera del campo del análisis político.”2

1
Dado que en este trabajo nos centramos en la figura francés, la referencia podrá quedar acotada al mayo
francés. No obstante, sería posible (quizás mediante otra expresión) dar cuenta de estos fenómenos a los
que nos remitimos en su carácter global, que, entre otras manifestaciones, podemos ver en el debate en
torno a la modernidad y la postmodernidad (al menos, entendido desde la óptica de que ambas son dos
sensibilidades (es decir, maneras de hacer) diferentes.
2
FOUCAULT, M.: Obras esenciales. (Barcelona: Espasa Libros, 2010): 383.
3

De esta manera, a raíz de mayo del 68, tienen lugar unas transformaciones
profundas en la forma en la que se concibe relación entre teoría y práctica, que
podríamos englobar bajo lo que se suele denominar como ‘el primado de la praxis’.
Según esto, la teoría no sería para nada algo superior o anterior a la práctica, sino tan
solo un tipo de práctica (y, ni siquiera, un tipo privilegiado de práctica). En esta línea,
para algunos autores (como, por ejemplo, Deleuze y Foucault3) la teoría y la práctica
están íntimamente interconectadas formando una red múltiple de puntos, de apoyos, de
relevos: es decir, la práctica es un conjunto de conexiones entre un punto teórico y otro,
y la teoría es el engarce de una práctica con otra; ninguna teoría se puede desarrollar sin
encontrarse ante una especie de muro, y se precisa la práctica para agujerearlo (y
viceversa). Por lo tanto, la teoría no es sino una práctica local y regional, una lucha
contra el poder: un intento de sacarlo la luz y reducirlo allí donde es más invisible y más
insidioso. Las teorías nunca se totalizan (ni totalizan), se multiplican y multiplican, es
decir, son multiplicativas. Así pues, las teorías son como una especie de caja de
herramientas; es necesario que sirvan, que funcionen y que funcionen para otros, no
solamente para uno mismo. Como en su día señaló Deleuze, los propios trabajos de
Foucault, especialmente en el campo de las prisiones, son un buen ejemplo de ello:
“Cuando usted organizó el Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP) fue sobre esta base:
crear las condiciones para que los prisioneros pudiesen hablar por sí mismos. Seria
completamente falso decir, como parecía sugerir el maoísta, que usted pasaba a la práctica
aplicando sus teorías. No había en su trabajo ni aplicación, ni proyecto de reforma, ni tampoco
encuesta, en el sentido tradicional del término. Había algo muy distinto: un sistema de conexión
en un conjunto, en una multiplicidad de piezas y de fragmentos a la vez teóricos y prácticos. Para
nosotros el intelectual teórico ha dejado de ser un sujeto, una conciencia representante o
representativa. Los que actúan, y los que luchan, han dejado de ser representados, ya sea por un
partido, ya por un sindicato dispuesto, a su vez, a arrogarse el derecho a ser su conciencia.
¿Quién habla y quién actúa? Siempre son una multiplicidad los que hablan y actúan, incluso en
la propia persona… Todos somos todos. No existe a la representación, no hay más que acción,
acción de práctica en relaciones de conexión o redes.”4

Es interesante resaltar que, gracias trabajos de este tipo, se pone de manifiesto un


nuevo tipo de intelectual que ha adquirido una conciencia más inmediata y concreta de
las luchas en curso, encontrándose así con problemas ‘específicos’ (no universales).
Foucault se ha referido a ellos como ‘intelectuales específicos’, para señalar sus
diferencias frente al intelectual clásico o ‘universal’. Es decir, tradicionalmente, el
intelectual era así como un escritor que hacía gala de una especie de conciencia
universal, abogándose la gestión del saber; sin embargo, paulatinamente se ha ido

3
Cfr. ‘Los intelectuales y el poder’ en Ibíd.: 433-441.
4
Ibíd.: 434.
4

posibilitando una politización concreta desde cada saber, que más que universalizase,
tiende a, desde su posición, extender lazos transversales entre saber y saber. No
obstante, esto no significa renunciar completamente a rebasar dichas resistencias
puntuales en una red transversal de resistencias que, en el fondo, no vendría sino a
sumarse –aunque de una forma nueva, diferente- a las luchas clásicas: por ejemplo, no
es difícil ver como tanto las luchas clásicas del proletariado como algunos de los
movimientos ‘de nuevo cuño’ de los que venimos hablando tienen como foco de acción
la subversión de las dinámicas del sistema capitalista imperante Así pues, el intelectual
no es ya un sabio, el sujeto portavoz de la razón, sino un actor más en el devenir de las
luchas concretas:
“Hace ya bastantes años que no se le pide al intelectual que desempeñe este papel, ya que surgió
un nuevo tipo de ‘relación entre la teoría y la práctica’. Los intelectuales se han habituado a
trabajar ya no en lo ‘universal’, en lo ‘ejemplar’, en lo ‘justo-y-lo-verdadero-para-todos’, sino en
sectores específicos, en puntos precisos en los que los situaban sus condiciones de trabajo, o sus
condiciones de vida (la vivienda, el hospital, el manicomio, el laboratorio, la universidad, las
relaciones familiares o sexuales). Los intelectuales han adquirido así una conciencia mucho más
inmediata y concreta de las luchas y se han encontrado con problemas que eran específicos, ‘no
universales’, diferentes con frecuencia de aquellos con los que se encuentra el proletariado o con
los que se encuentran las masas. Y de este modo se han acercado realmente a ellos, por dos
razones: porque se trataba de luchas reales, materiales, cotidianas, y porque se encontraban con
frecuencia, pero bajo una forma distinta, con el mismo adversario que el proletariado, el
campesinado o las masas (las multinacionales, el aparato judicial y policial, la especulación
inmobiliaria, etc.) Llamaré a este intelectual, ‘intelectual específico’, en oposición al intelectual
‘universal’.”5

Por ello, el papel que el intelectual debe ocupar en la sociedad se ve


notablemente alterado: lejos de ser un sabio que aconseja, el intelectual no debe ya
hablar por los demás, ya que su papel no es el de ser el representante de la conciencia
colectiva. Por así decirlo, se trata aquí de desterrar la representación: tan solo nos queda
la acción directa en la lucha - a lo sumo, la delegación; es decir, el intelectual debe
llevar a cabo una toma de partido en las batallas del poder que le atraviesan, no para
decir lo que se debe hacer, sino para ofrecer herramientas. De esta manera, podemos ver
una suerte de democratización de la intelectualidad al estar esta desligada de su
condición privilegiada; el intelectual ya no es algo separado de su existencia concreta,
sino alguien cuya práctica consiste precisamente en percibir líneas de fragilidad:
“El intelectual no puede seguir desempeñando el papel de dar consejos. El proceso, las tácticas,
los objetivos deben proporcionárselos aquellos que luchan y forcejean por encontrarlos. Lo que
el intelectual puede hacer es dar instrumentos de análisis, y en la actualidad este es
esencialmente el papel del historiador. Se trata en efecto de tener del presente una percepción
espesa, amplia, que permita percibir dónde están las líneas de fragilidad, dónde los puntos fuertes
a los que se han aferrado los poderes –según una organización que cumple ahora 150 años-,
donde estos poderes se han implantado. Dicho de otro modo, hacer un croquis topográfico y

5
Ibíd.: 386.
5

geológico de la batalla… Ahí está el papel del intelectual. Y ciertamente no en decir: esto es lo
que debéis hacer.”6

Con todo, podemos leer la obra de Foucault como un buen ejemplo7 de lo


descrito hasta ahora sobre el intelectual específico cuyos esfuerzos se centran en
ahondar en las grietas del sistema (en sus partes más frágiles) para lograr así
dinamitarlo. Especialmente, son llamativos los análisis que este autor realiza de la
cuestión del poder, presentando una concepción novedosa que da cuenta de este nuevo
contexto del que venimos hablando en esta introducción, tratando no ya de hablar por
los que no tienen voz, sino precisamente posibilitar que sean esas personas precisamente
quienes puedan hacer oír sus voces:
“Si los niños consiguiesen que se oyesen sus protestas en una guardería, o incluso simplemente
sus preguntas, esto sería suficiente para producir una explosión en el conjunto del sistema de
enseñanza; verdaderamente, este sistema en el que vivimos no puede soportar nada, y de ahí
deriva su fragilidad radical en cada uno de sus puntos, al mismo tiempo que su fuerza de
represión global.”8

2. - Hacia una concepción del poder más allá de la represión: de la Historia de la


locura a Vigilar y castigar:
Desde esta perspectiva de las luchas concretas, del intelectual específico,
podemos afirmar que la cuestión del poder es el tema central del pensamiento
foucaultiano. Al respecto, es interesante ver como este autor ‘recupera’ (en un
movimiento complejo) la preocupación por la cuestión del poder presente en la obra de
los denominados ‘maestros de la sospecha’. En primer lugar, es posible (quizás
simplificándolo al exceso y forzándolo, pero haciendo caso al propio autor en ello9) ver
al francés como un pensador nietzscheano. En segundo lugar, recuperando elementos
presentes fundamentalmente en la obra Nietzsche10 y de Marx11, intenta desmarcarse de
una visión meramente represiva del poder, presente en el psicoanálisis y en el marxismo
ortodoxos de la época, tratando de avanzar hacia lo que podemos denominar una

6
FOUCAULT, M.: Microfísica del poder. (Madrid: Ediciones La Piqueta, 1979): 109.
7
FOUCAULT, M.: La ética del pensamiento. Para una crítica de lo que somos. (Madrid: Biblioteca
Nueva, 2015): 94.
8
FOUCAULT, M.: Obras esenciales. (Barcelona: Espasa Libros, 2010): 437.
9
En alguna ocasión, Foucault se refirió a si mismo como ‘simplemente nietzscheano’. Cfr. Ibíd.: 1023.
10
La influencia de la obra de Nietzsche en Foucault es amplísima. Para el tema que nos ocupa es
interesante revisar el cuestionamiento de la verdad y la voluntad de verdad que el filósofo alemán llevo a
cabo. Especialmente, Cfr. NIETZSCHE, F: Obras completas III. (Madrid, Editorial Tecnos, 2014): [MA,
535] 678 y NIETZSCHE, F: Obras completas IV. (Madrid, Editorial Tecnos, 2016): [JGB, 1] 297; [JGB,
4] 299.
11
Cfr. El libro II de El capital en MARX, K.; El capital. (Madrid: Ediciones Akal, 2007) así como,
FOUCAULT, M.: Obras esenciales. (Barcelona: Espasa Libros, 2010): 609.
6

concepción productiva del poder. Así pues, llegados a este punto, tratemos de explicar
algunos movimientos y desplazamientos significativos que se realizan en esta nueva
forma de plantear la cuestión del poder.

2. a - Poder-Saber: el combate en torno a la Verdad.


Enlazando con que hemos expuesto al respecto de las relaciones entre teoría-
práctica y el nuevo papel del intelectual, podemos señalar como primer punto relevante
de la concepción foucaultiana del poder la novedosa forma que tiene de replantear las
relaciones entre el Saber y el Poder. En lo que podemos denominar la concepción
clásica del poder, estos aparecían como polos opuestos: el Saber (universal) era siempre
independiente del Poder, el Poder aparecía en un espacio diferente al del saber (el de la
fuerza), por lo que se presentaba como loco, como no racional, alejado del Saber. De
esto se seguía que, mientras que en el Saber operaban las relaciones de sentido, en el
Poder lo hacían relaciones de fuerza ajenas a todo Saber y que, a su vez, ni el Saber
necesitaba Poder ni el Poder al Saber: no existe conexión entre ellos. De esta manera, el
Saber era entendido como un manejo teórico y el poder como algo práctico. El dominio
del Saber sería el de la libertad y la verdad, y este sería ajeno al dominio del ejercicio
del Poder.

Sin embargo, Foucault se cuestiona que, atendiendo a las ciencias humanas12 parece
que es innegable que sus conocimientos son indisociables del ejercicio del poder, de una
cierta invención del Hombre como problema a resolver. Pero con todo, incluso, el
desarrollo de las ciencias naturales como la química no se entendería, por ejemplo, sin
tener en cuenta las necesidades industriales y su efecto en las dinámicas
socioeconómicas y políticas. Así que, cuanto menos en Europa, la ciencia (adorada
como el Saber por excelencia) ha sido institucionalizada como un poder, es decir, ejerce
un poder. Por ello, en el pensar foucaultiano el poder y el saber están relacionados como
dos caras de una misma moneda; el Saber ya no es la contemplación de una verdad, sino
una construcción que tiene efectos de poder; el Poder produce saber y lo necesita. Dicho
de otra forma: el Poder produce conocimiento y todo conocimiento expresa el ejercicio
de unas determinadas relaciones de poder. Aunque no es una cuestión de legitimación lo
que aquí se está jugando, podemos afirmar que ambos se legitiman recíprocamente, más

12
FOUCAULT, M.: La ética del pensamiento. Para una crítica de lo que somos. (Madrid: Biblioteca
Nueva, 2015): 92-93.
7

concretamente, se necesitan recíprocamente para su legitimación. Ante todo, la cuestión


pasa por reconocer que “no existe relación de poder sin constitución relativa de un campo de saber,
ni de saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de poder.” 13 De esta
manera, la verdad (concepto central en las ontologías políticas de nuestra tradición) se
torna así, a su vez, una forma de poder, operando desplazamientos ontológicos más que
relevantes:
“En efecto, la verdad es sin duda una forma de poder. Y al decir esto, solo estoy asumiendo uno de
los problemas fundamentales de la filosofía occidental cuando plantea estas cuestiones: ¿Por qué, de
hecho, estamos atados a la verdad? ¿Por qué la verdad en lugar de la mentira? ¿Por qué la verdad en
lugar del mito? ¿Por qué la verdad antes que la ilusión? Y pienso que, en vez de intentar descubrir lo
que es la verdad, en cuanto opuesta al error, podría ser más interesante asumir el problema planteado
por Nietzsche: ¿cómo es que, en nuestras sociedades, se le ha dado ese valor a ‘la verdad’,
situándonos así absolutamente bajo su tiranía?” 14

Así pues, la cuestión de la verdad no está fuera del poder, dicho de otra manera, está
atravesada por el poder. Por ello, la noción de verdad clásica se ve desplazada, viniendo
a ocupar su lugar la de las ‘condiciones de verificación’ o el ‘aparato de verificación’,
que dan cuenta del combate político ‘por la verdad’ (cuando no ‘en torno a la verdad’),
es decir, por el estatuto político de la verdad:
“Existe un combate ‘por la verdad’, o al menos ‘en torno a la verdad’-una vez más entendiéndose
bien que por verdad no quiero decir ‘el conjunto de cosas verdaderas que hay que descubrir o hacer
aceptar’, sino ‘el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan
a lo verdadero efectos políticos de poder’-, entiéndase asimismo que no se trata de un combate ‘a
favor’ de la verdad, sino en torno al estatuto de verdad y al papel económico-político que esta juega.
Hay que pensar los problemas políticos de los intelectuales no en términos de ‘ciencia/ideología’ sino
en términos de ‘verdad/poder’.”15

2. b - Más allá de las limitaciones del modelo represivo.


Esta novedosa concepción de las relaciones entre Saber y Poder pone en
manifiesto los efectos productivos -realizativos- del Poder, dejando así al descubierto
las insuficiencias de las concepciones clásicas del poder. En estas, además de estar
separado completamente del ámbito del Saber, el Poder estaría concebido como algo
meramente negativo, restrictivo. A esta forma de concebir el Poder mediante un
esquema de análisis que lo entendía como prohibición, como regla, como represión,
resaltando especialmente sus aspectos negativos, la podemos llamar ‘modelo represivo’
del poder, ya que está basado en la noción de ‘represión’. Así, hasta los años 60 del
siglo pasado, los análisis más corrientes en torno al poder se reducían a señalar que el

13
FOUCAULT, M.: Vigilar y castigar. (México DF: Siglo XXI editores, 1986.): 34.
14
FOUCAULT, M.: La ética del pensamiento. Para una crítica de lo que somos. (Madrid: Biblioteca
Nueva, 2015): 93-93.
15
FOUCAULT, M.: Obras esenciales. (Barcelona: Espasa Libros, 2010): 390.
8

poder es lo que le impide a la gente hacer algo. Con un amplio desarrollo en la etnología
de finales del XIX, este modelo sería algo así como una concepción jurídica (es decir,
formal) del poder según la cual este sería lo que impide o permite hacer algo a alguien,
no siendo sino una traducción de la herencia del ‘no debes’ kantiano16. De esta manera,
el poder se identificaría con la legalidad vigente, por el sistema de reglas según el cual
nos regimos colectivamente. De esta manera se reducía el Poder a sus mecanismos y
efectos negativos: excluir, rechazar, denegar…

Así pues, los análisis de Foucault al respecto señalan como esta concepción es
inadecuada, ya que al no tener en cuenta los aspectos productivos del poder, no puede
encarar de forma fecunda la cuestión de la obediencia al poder: si este consistiese en un
mero decir ‘no’, ¿por qué habríamos de obedecerlo? Para el autor francés, se trata aquí
de poner de manifiesto que el Poder en su circulación como relaciones de poder forma
saberes y, en cierta forma, induce al placer; de esta forma, el Poder es realizativo. Con
todo, el modelo represivo estaba en plena vigencia en los años setenta en el seno del
psicoanálisis y del marxismo ortodoxo, por ello, en el fondo, la cuestión era librarse de
ciertas interpretaciones ortodoxas de Freud y Marx (mas bien propias de los –ismos que
se decían herederos de ellos que presente en ellos mismos, especialmente en el caso de
Marx):
“Liberarnos de Marx y de Freud como puntos de referencia para la resolución de los problemas,
tal y como estos se presentan en la actualidad. Ni Marx ni Freud son adecuados para la
resolución de estos problemas, al menos como se presentan en Europa. Una de las tareas de esta
lucha, que perdura desde hace mas o menos quince años, consistió en desacralizar a estos dos
personajes, para acto seguido inventar categorías nuevas, nuevos instrumentos.” 17

Es relevante resaltar que esta concepción del poder incluso le sirvió en un primer
momento de soporte a Foucault para realizar su Historia de la locura. Sin embargo, le
resultó sumamente insatisfactorio para acercarse a la prisión (y posteriormente a la
sexualidad) ya que en ella el funcionamiento del Poder no parecía ajustarse a la
restricción o un mero decir ‘no’, sino que producía efectos positivos, creaba realidad.
De esta manera, en torno a 1971-197218, en el seno de sus estudios sobre las prisiones,
Foucault comienza a ser consciente de las limitaciones de dicha concepción del poder y
a distanciarse paulatinamente de ella, abandonándola por una concepción productiva del
poder según la cual no se trata ya tanto de conseguir ver lo que el poder no deja hacer
16
Cfr. Ibíd.: 890-891.
17
Ibíd.: 593.
18
Cfr. FOUCAULT, M.: Microfísica del poder. (Madrid: Ediciones La Piqueta, 1979): 154.
9

como de intentar entender lo que hace y hace hacer. Así, se opera un desplazamiento
del acento hacia los mecanismos positivos del poder.

2. c - Hacia una concepción productiva del poder.


Foucault, ante las insuficiencias del modelo represivo, emprende otro camino
diferente para pensar la cuestión del Poder de forma productiva, creativa, es decir, en su
carácter realizativo. En este sentido, podemos encontrar textos importantes tanto en
Vigilar y castigar19 como en el primer tomo de su Historia de la sexualidad20, así como
en varias entrevistas y conferencias21 realizadas en contextos muy diversos. Al respecto,
es importante no olvidarse de que, aunque realizó numerosas indicaciones que
trataremos de resumir aquí, el propio pensador francés nunca llegó a ofrecer una teoría
cerrada del Poder, esbozando a lo sumo una manera, una forma de concebirlo allá donde
es necesario combatirlo y dejándonos interesantes anotaciones al respecto de cómo no
debemos concebirlo si queremos dar cuenta de su carácter realizativo.

Así pues, el Poder es para Foucault el despliegue de una relación de fuerzas en


forma de disputa, de confrontación; de esta forma, nos pone en aviso de que el lugar
desde donde debemos tratar de entender la cuestión del poder es el del agonismo de la
guerra22 y sus batallas: ‘el poder es la guerra, la guerra continuada por otros medios’23,
nos llegará a decir el filósofo francés. De esta manera, para estudiar el Poder debemos
atender a las estrategias y tácticas que están en juego en este choque de fuerzas. Por otra
parte, es preciso concebir la cuestión del Poder desde una concepción no ya de derecho
sino tecnológica, es decir, pasar de un esquema jurídico a uno técnico o tecnológico,
mediante el cual se entiende que el Poder se ejerce mediante (o gracias a) tecnologías
políticas que permiten la gestión de toda una economía del Poder.

Desde esta perspectiva, Foucault se maneja en una caracterización novedosa del


Poder: en primer lugar, aunque por cuestiones quizás de economía del lenguaje se suela
hablar de Poder, en realidad, no hay más que poderes en plural, una multiplicidad de
19
Cfr. FOUCAULT, M.: Vigilar y castigar. (México DF: Siglo XXI editores, 1986.): 31-37.
20
Cfr. FOUCAULT, M.; Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. (México DF; Siglo XXI,
1997.): 88 y ss.
21
Cfr. FOUCAULT, M.: Obras esenciales. (Barcelona: Espasa Libros, 2010): 379-391; 789-905.
22
Como es sabido, la cuestión de la guerra fue uno de los temas que Foucault consideraba fundamentales,
proyectando la necesidad de realizar un trabajo dedicado a ella. Cfr. FOUCAULT, M.; ‘Entrevista
realizada por André Bertén’. (Universidad Católica de Lovaina, mayo de 1981): 36.
23
FOUCAULT, M.: Microfísica del poder. (Madrid: Ediciones La Piqueta, 1979): 135.
10

focos en los que operan las relaciones del poder; así pues, el Poder es algo operatorio
que se da siempre en relaciones de fuerzas, encontrándose con resistencias, por lo que el
Poder no se posee, sino que se ejerce (es una práctica, es algo que se practica) siempre
en toda relación (asimétrica); por ello, por otra parte, el Poder no se encuentra
localizado en los aparatos del Estado ni se limita a expresarse en la ley y la violencia;
así pues, en definitiva, el Poder, no es algo que reprima, sino que produce realidad, es
decir, es realizativo. De esta manera, esta concepción del Poder se aleja de aquella
concepción del Poder como solamente relativo a los aparatos opresores del sistema, ya
que frente a ella, la cuestión del contrapoder no pasaría por las grandes revoluciones,
sino por múltiples focos de acción directa que redefinan en cada contextos las relaciones
de poder en las que estamos inmersos.

Así pues, siguiendo aquí también la estela nietzscheana24, los análisis


foucaultianos sobre el poder tendrán como objeto el cuerpo vivo, dando lugar a algo así
como una microfísica de los poderes que lo atraviesan y construyen en cada una de sus
fibras25 mediante las tecnologías políticas, haciendo de él una fuerza útil (productiva a
la par que sometida) para el sistema. A su vez, en torno al cuerpo vivo orbitan gran
parte de las posibilidades de resistencia contrapolítica26, de resistencia al Poder y de
construcción de otra forma de relación. Quizás por ello no sea de extrañar que gran
parte del trabajo de Foucault gira precisamente en torno a la problematización este
cuerpo vivo y cómo este ha sido gestionado en lo que se podría denominar régimen
moderno del Poder, es decir, a la cuestión del biopoder en las sociedades disciplinarias.

3. - Las sociedades disciplinarias: el régimen de poder-saber de la modernidad.


Apoyándose en esta concepción productiva del Poder, Foucault trata de analizar
el régimen de poder-saber de la modernidad, centrándose para ello en algunos
desplazamientos producidos en la época clásica en Francia y Centroeuropa, ateniendo
no solamente a los cambios en los modelos de producción (como suele resaltarse desde
el marxismo con el ejemplo de la máquina de vapor), sino en cuestiones estratégicas
que están detrás de la invención de nuevos mecanismos y tecnologías que traen consigo
un nuevo régimen de poder-saber: el régimen disciplinario.

24
Cfr. NIETZSCHE, F.; Obras completas. Volumen IV. (Madrid: Editorial Tecnos, 2016.): [Za, De los
despreciadores del cuerpo] 88-89.
25
Cfr. FOUCAULT, M.: Microfísica del poder. (Madrid: Ediciones La Piqueta, 1979): 156.
26
Cfr. Ibíd.: 104.
11

3. a - El agotamiento del poder soberano.


El surgimiento del régimen moderno de Saber-Poder se origina a partir de (como
respuesta a) las insuficiencias mostradas por los mecanismos del régimen anterior: el
régimen soberano o tanatopolítico. Este régimen, al menos si seguimos los análisis de
Foucault, estaría plenamente vigente hasta alrededor del siglo XVIII, momento en el
cual este entra en crisis, mostrándose incapaz de seguir las exigencias económicas de la
época. Así pues, el Poder soberano fue un funcionamiento del Poder centrada en la
persona (más bien, en el cuerpo) del soberano, del monarca, el cual gozaba del
monopolio de la violencia en forma de tecnología tanapolítica de gestión de la muerte.
Es decir, el soberano tenía capacidad de ejecutar su voluntad de dar muerte a cualquier
cuerpo súbdito. En cierto momento –ligado entre otros factores a las mutaciones del
capitalismo y el auge de lo científico- no resultó fecundo para la economía del poder, ya
que se trataba de un Poder excesivamente predador, discontinuo y oneroso. Nos
centraremos en señalar dos puntos, tratados en Vigilar y castigar, en los que este tipo de
Poder se tornó inadecuado e insuficiente para la economía política de la época: la
cuestión de los suplicios y la de los ilegalismos.

En primer lugar, los suplicios eran una técnica política propia de los mecanismos
del Poder soberano utilizada como método de castigo que buscaba, a la vez, la
producción de sufrimiento, un ritual organizado para marcar a la víctima y una
manifestación del poder del que castiga. En los suplicios no solo se tiene como objeto el
cuerpo del condenado, sino que se podría afirmar que, ante todo, tienen como objeto al
pueblo, pues pretenden ser ejemplarizantes no tanto para la víctima del suplicio como
para la gente que lo observa y que puede apreciar lo que el Poder podría hacerle si
delinque. Lejos de ser una especie de ‘furor sin ley’, en los excesos de los suplicios se
manifestaba toda una economía del poder27 en torno al cuerpo del soberano, ya que en
este régimen de Poder toda violación de la ley se concibe como una ofensa directa al
monarca que debe ser reconstituida:
“El suplicio desempeña, pues, una función jurídico-política. Se trata de un ceremonial que tiene
por objeto reconstituir la soberanía por un instante ultrajada: la restaura manifestándola en todo
su esplendor. (…) Es posible comprender a partir de ahí ciertas características de la liturgia de
los suplicios. Y ante todo la importancia de un ritual que había de desplegar su magnificencia en
público. Nada debía quedar oculto en este triunfo de la ley.” 28

27
Cfr. FOUCAULT, M.: Vigilar y castigar. (México DF: Siglo XXI editores, 1986.): 40.
28
Ibíd.: 54-55.
12

De esta manera, ante todo, el suplicio debía ser visible, público, ya que su
personaje principal era el pueblo29. Sin embargo, en ocasiones, los suplicios eran
momentos en los que el pueblo se rebelaba y, al no aceptar el poder Soberano, los
suplicios derivaban en revueltas. Por ello, (y no tanto por cuestiones de carácter
humanitario) a lo largo del siglo XVIII la cuestión de los suplicios ocupó parte de la
reflexión teórica en busca de una forma de castigar que no exponga tanto al Poder a una
posible subversión: una forma generalizada, operada en la sombra, para la cual ni
siquiera (en un caso ya extremo) sería necesario el castigar al infractor, sino, al menos,
que la población crea en tal castigo. La cuestión pasa por evitar el sobrepoder
monarquico y sus excesos. Esto irá acompañado de todo un conjunto de saberes,
discursos y técnicas en torno al ‘hombre’ y al ‘criminal’ que se encuentran en el fondo
de la reforma que traerá consigo la prisión como método de castigo generalizado, algo
propio ya del régimen disciplinario.

A su vez, por otra parte, el Régimen tanatopolítico no solo se encontraba con el


inconviente del ‘sobrepoder’ del soberano, sino que, a su vez, no era capaz de responder
a las demandas económicas del devenir del capitalismo, que estaban generando
relevantes cambios en lo que podemos denominar la economía de los ilegalismos
(infrapoderes), pasando a diferenciar entre ilegalismo de derechos y de bienes y a poner
el acento de lo criminal en lo segundo:
“O para decir las cosas de otra manera: la economía de los ilegalismos se ha reestructurado con
el desarrollo de la sociedad capitalista. Se ha separado el ilegalismo de los bienes del de los
derechos. Separación que cubre una oposición de clases, ya que, de una parte, el ilegalismo más
accesible a las clases populares habrá de ser el de los bienes: transferencia violenta de las
propiedades; y, de otra, la burguesía se reservará el ilegalismo de los derechos: la posibilidad de
eludir sus propios reglamentos y sus propias leyes; de asegurar todo un inmenso sector de la
circulación económica por un juego que se despliega en los márgenes de la legislación, márgenes
previstos por sus silencios, o liberados por una tolerancia de hecho.” 30

Esta separación entre ilegalismos de bienes y de derechos se ajusta a una


oposición de clase que desliza la cuestión de la criminalidad especialmente hacia la
clase trabajadora, a la que ya no se la castigará por medio del suplicio sino mediante
otro tipo de técnicas políticas más ‘económicas’, más calculadas. Así pues, podemos
afirmar que la crisis del Poder soberano responde a cuestiones económicas y políticas
que se anudan en la cuestión del orden y del castigo, dando cuenta de la necesidad de

29
Cfr. Ibíd.: 62.
30
Ibíd.: 91.
13

inventar nuevas tecnologías políticas, basadas en otro marco completamente, que


permita al Poder llevar a cabo una gestión más eficiente (al menos desde su propio
punto de vista) al menos en dos puntos: que no sea tan discontinuo para que no se le
escapen los pequeños ilegalismos (de bienes) que desestabilizan la economía capitalista
y que no tenga una naturaleza tan predadora, es más, que favorezca las dinámicas de la
economía capitalista. Y, precisamente, desplazamientos y creaciones tecnológicas en
esta dirección serán las que cristalizarán en torno a un nuevo régimen de Poder, que
frente al ‘tanatopoder’ soberano podemos denominar ‘biopoder’.

3. b - Tecnologías políticas de la vida: anatomopolítica y biopolítica


Frente al régimen soberano del que venimos hablando, el régimen moderno de
Saber-Poder está centrado (tiene por objetivo) en la gestión de la vida, de forma que no
se trata ya tanto de que el Poder ostente el derecho a dar muerte, sino que se trata de
manejar lo vivo de una forma tal que se pueda hacer del cuerpo vivo un cuerpo útil
(sometido y productivo a la vez.) De esta manera, entre los siglos XVII y XVIII
comienzan a realizarse mutaciones y reconfiguraciones en los mecanismos del Poder
que le llevaran a centrarse en la vida contemplada en su aspecto singular (el cuerpo vivo
individual) y en su aspecto colectivo (la población). De esta forma, el Poder se hace
materialista. Así pues, en el proceso de cambio de las sociedades de Poder soberano a
las sociedades de poder disciplinario se producen desplazamientos muy significativos
en los mecanismos de Poder en al menos dos direcciones bien diferentes con la
invención de dos tecnologías políticas de la vida (es decir, que en ambos casos lo que
está en juego es una forma de gestión de la vida): la formación de una anatomopolítica
de los cuerpos y la de una biopolítica de las poblaciones.

En primer lugar, durante los siglos XVII y XVIII (especialmente en Francia y


Alemania) se lleva a cabo la puesta en funcionamiento de toda una tecnología política
de la individualización que tiene como objeto el cuerpo vivo: la anatomopolítica. Se
trata de una tecnología del detalle que atraviesa al cuerpo vivo en cada una de sus fibras,
de sus gestos. Por ejemplo, en los ejércitos31 se comenzó a dar importancia a la
optimización de cada movimiento de cada soldado, llegando a elaborarse instrucciones
detalladas de los pasos mínimos para la mayor eficiencia en cuestiones como cargar el

31
Ibíd.: 139-140.
14

fusil. Se trata, en el fondo, de la construcción del soldado (es decir, la creación de un


cuerpo que tenga lo esperado en un soldado) que, desde las dinámicas del Poder, se
precisa: un soldado dócil y útil. De esta manera, mediante una severa instrucción
disciplinaria se producen cuerpos eficientes, que producen el efecto que se espera de
ellos con un gasto ínfimo, aceptable para la economía vigente. Si bien es cierto que este
tipo de adiestramiento ya existía en algunos ámbitos, como en las órdenes monásticas,
con la modernidad se vio extendido a una tecnología política del Poder para gestionar
cada átomo del cuerpo social.

Por otra parte, posteriormente, en torno al siglo XVIII (especialmente en


Inglaterra) se da la aparición de una tecnología política de la vida que atiende ya no
tanto al individuo en sí sino a la noción, extraída de la biología, de población, dando
lugar a la Biopolítica: una tecnología política que tiene como objeto la gestión de la
población. De esa manera, la biopolítica maneja las poblaciones vivas (las sociedades)
atendiendo a su regulación, teniendo una vocación claramente normativa que trata de
alejar lo abyecto de la reproducción de la sociedad. Así, comienzan a cobrar un interés
central cuestiones como el adecuamiento de las ciudades, la cuestión de la eugenesia o
del encierro o separación de los cuerpos no deseados (como podrían ser el loco o el
criminal) del resto de la población.

En el régimen moderno del Saber-Poder, el detalle y regulación, el cuerpo y la


población serán abarcados por lo que Foucault denomina disciplinas. Antes de
centrarnos en ellas, no está de más que resaltemos como (y esto es interesante para
entender los trabajos del autor francés) en su pensamiento cobra especialmente
relevancia la cuestión de la sexualidad32. Para este filósofo, la sexualidad goza de cierta
posición privilegiada ya que da cuenta tanto de los mecanismos anatómicos como de los
biopolíticos, ya que se encuentra íntimamente en el núcleo tanto de la identidad como
de la reproducción de la sociedad (entiéndase aquí reproducción no solo en un sentido
biológico, sino, también, de continuación preformativa.), por lo que su cuestionamiento
es de capital importancia para tratar de entender cómo opera este régimen moderno en
distintos niveles. Sin embargo, en nuestra opinión, no se debe otorgar una condición
privilegiada a la cuestión de la sexualidad, sino que es posible (y necesario) llevar a

32
FOUCAULT, M.: Obras esenciales. (Barcelona: Espasa Libros, 2010): 898-899.
15

cabo el cuestionamiento del régimen moderno a partir de otros lugares: la escuela, la


fábrica, la prisión…

3. c - En torno a las disciplinas: el régimen disciplinario.


En resumen, el régimen moderno del Saber-Poder es un régimen de biopoder
que tiene como objetivo la gestión de la vida y que se sirve de las tecnologías políticas
del detalle (anatomopolítica) y de la regulación (biopolítica) para la creación y
administración de cuerpos dóciles. En los análisis foucaultianos del Poder este régimen
del biopoder se da en las sociedades disciplinarias, es decir, en aquellas sociedades en
las que las tecnologías del biopoder que hemos descrito se organizan en torno a lo que
Foucault denomina ‘disciplinas’:
“A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que
garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad,
es a lo que se puede llamar las ‘disciplinas’. Muchos procedimientos disciplinaros existían desde
largo tiempo atrás, en los conventos, en los ejércitos, también en los talleres. Pero las disciplinas
han llegado a ser en el transcurso de los siglos XVII y XVIII unas fórmulas generales de
dominación.”33

Así pues, dentro del régimen moderno la anatomopolítica y la biopolítica se


encuentran imbricadas en lo disciplinario, es decir, las disciplinas se ocupan tanto del
detalle como del control de la población en general. Así pues, la disciplina es, junto con
aquellas, la gran invención en el ámbito de la tecnología política de la modernidad. Por
ello, Foucault habla del régimen moderno como el régimen disciplinario, frente al
régimen soberano anterior. De este modo, las disciplinas (el ejército, la fábrica, la
escuela, el manicomio, el hospital, la cárcel,…) son el mecanismo de poder mediante el
cual se llega a controlar el cuerpo social tanto a escala micro como macro34 y mediante
el cual se aumentan las fuerzas de la vida (del cuerpo, de la población) en términos
económicos de utilidad y se las disminuye en términos políticos de obediencia: mientras
que la explotación económica separa la fuerza y el producto del trabajo, las disciplinas
establecen un nexo entre una aptitud aumentada y una mayor dominación.35 Con todo,
aunque parezca que las disciplinas se basan exclusivamente en el detalle
anatomopolítico, no debemos olvidar que gracias a ella se trata no solo a individuos,
sino también a grupos de población: la juventud, los criminales, los enfermos…

33
FOUCAULT, M.: Vigilar y castigar. (México DF: Siglo XXI editores, 1986.): 141.
34
Cfr. FOUCAULT, M.: Obras esenciales. (Barcelona: Espasa Libros, 2010): 896.
35
FOUCAULT, M.: Vigilar y castigar. (México DF: Siglo XXI editores, 1986.): 142.
16

A su vez, las disciplinas son una forma de gestión del espacio y del tiempo, es
decir, lo disciplinario se basa en una distribución de los individuos en el espacio y un
control (vigilando y, si es preciso, aplicando un castigo corrector) de la elaboración
temporal de cada acto, gestionando tanto la génesis como la composición de las fuerzas
de forma que se pueda obtener de ellas un aparato eficaz desde el punto de vista del
Poder. Esta forma de gestión adquiere (frente al modelo soberano, que encontraba su
justificación, por así decirlo, en la gracia de Dios) tintes científicos: en primer lugar, las
disciplinas están atravesadas por Saberes que las constituyen, por otra parte, en ellas la
cuestión de la medición y del cálculo (en suma, de la cuantificación) cobra una especial
importancia. De esta manera, las disciplinas conformarían un sistema de gestión cerrado
sobre sí mismo en cada punto pero interconectado, en el cual siempre se encuentra uno
sujetado por lo disciplinario, teniendo que recomenzar una y otra vez los procesos
disciplinarios dentro de cada institución disciplinaria: la familia, la escuela, el ejército,
quizás la cárcel o el hospital a lo largo de la vida…

Así pues, en esta tecnología política juega un papel decisivo el juego entre
visibilidad e invisibilidad: las disciplinas (al modo del panóptico expuesto por Bentham
y tratado por Foucault) visibilizan a los cuerpos que controlan, invisibilizando el
ejercicio del poder; dicho de otro modo: frente a la visibilidad del cuerpo del soberano
en las ceremonias del ejercicio del poder, el biopoder no tiene cara, recorre el sistema
apoyándose en distintos puntos (o mejor, en distintos personajes) para lograr sus
objetivos. De ahí la gran relevancia de los análisis foucaultianos, ya que revelan el
Poder allí donde se ejerce y parece (o aparece) como invisible, abriendo la posibilidad
de un campo de resistencia al poder desde unas coordenadas diferentes a la clásica lucha
anticapitalista.

4. - ¿La crisis de las disciplinas?


Con todo, a pesar de la lucidez de los análisis de Foucault (o quizás, en parte,
motivados por ellos), merece la pena el preguntarnos por su vigencia en nuestro
presente: ¿hoy en día nos enfrentamos al mismo régimen disciplinario moderno que
parió la época clásica? Es posible afirmar que, como en su día le ocurrió al Poder
soberano, a nuestro entender, en la actualidad asistimos a algo así como una crisis de las
disciplinas de forma que, sin desaparecer aún, están dando paso a nuevas formas de
Poder. Esta crisis la podemos situar, especialmente, en dos frentes que señalan las
17

insuficiencias de los mecanismos de poder disciplinarios en nuestras sociedades


postindustriales o postmodernas: el del contrapoder (en forma de resistencia
contradisciplinaria) y el propio del poder (que, como en su día ocurrió, trata de
adaptarse a las exigencias económicas del momento).

4. a - Cuestionamiento de las disciplinas.


Los talleres, las fábricas, las prisiones, las escuelas, los hospitales, los
psiquiátricos… Podemos observar como todas estas disciplinas se encuentran (en mayor
o menor medida según sus propios contextos en cada caso) en un momento de crisis, de
continua reforma, de incapacidad para resolver eficientemente las problemáticas por las
que surgieron (pensemos, por ejemplo, en las diversas reformas del sistema educativo
que han tratado de ‘arreglar’ los problemas de la escuela en el seno del estado español):
por un lado, las disciplinas ya no cumplen las expectativas del sistema económico tan
bien como deberían (influyendo así negativamente en la utilidad de los cuerpos que
construye) por otra parte, los cuerpos que estas pretendían hacer dóciles han encontrado
estrategias contrapolíticas o de contrapoder para, en cierta medida, diezmar su eficacia a
la hora de dominar (en un sentido de crear cuerpos dóciles).

Así pues, desde la óptica del sistema o del Poder, las disciplinas resultan un
cierto freno a las dinámicas actuales del capital: flexibilidad, deslocalización,
globalización… Dicho de otro modo, el Poder basado en los mecanismos de encierro
representa un obstáculo a las dinámicas de la ‘libre’ circulación de capital que se da en
el sistema capitalismo avanzado. Por ejemplo, el taller y la fábrica ya no son, al menos
en los países de mayor desarrollo económico, las formas más eficientes de organización
del trabajo, dejando paso a las empresas, al trabajo a domicilio, a los negocios online…
Por ello, el propio Poder se ha visto obligado a buscar otros mecanismos, otra forma de
mantenerse en ejercicio, comenzando transformaciones e invenciones de tecnologías
políticas novedosas, como ocurriera en su momento con el surgimiento del régimen
biopolítico, dando lugar a una puesta en cuestión de lo disciplinario.

Por otro lado, las disciplinas han ido encontrando paulatinamente mayor
resistencia contrapolítica, siendo denunciadas la dominación que ejercen así como sus
fragilidades y limitaciones para poder poner en marcha una cierta transformación en
ellas. La prisión, la escuela, la fábrica, el hospital psiquiátrico,…, todas estas
18

instituciones disciplinarias han estado en el punto de mira de movimientos críticos a lo


largo de la última mitad del siglo pasado, pudiendo ver en sus grandes movimientos
subversivos (feminismo, decolonialismo, LGTBI…) una cierta resistencia tanto al
detalle anatomopolítico como a la normatividad biopolítica que pone en juego lo
disciplinario. En el centro de estas resistencias, de este contrapoder, podemos encontrar
siempre, de alguna manera, al cuerpo vivo:
“El dominio, la conciencia de su cuerpo no han podido ser adquiridos más que por el efecto de la
ocupación del cuerpo por el poder: la gimnasia, los ejercicios, el desarrollo muscular, la desnudez, la
exaltación del cuerpo bello… todo está en la línea que conduce al deseo del propio cuerpo mediante un
trabajo insistente, obstinado, meticulosos que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los niños, de los
soldados, sobre el cuerpo sano. Pero desde el momento en que el poder ha producido este efecto, en la
línea misma de sus conquistas, emerge inevitablemente la reivindicación del cuerpo contra el poder, la
salud contra la economía, el placer contra las normas morales de la sexualidad, del matrimonio, del pudor.
Y de golpe, aquello que hacía al poder fuerte se convierte en aquello por lo que el poder es atacado… El
poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra en el cuerpo mismo… Recuerde usted el pánico de las
instituciones del cuerpo social (médicos, hombres políticos) con la idea de la unión libre o del aborto.”36

Así pues, con todo, no debemos pensar que entramos en una época en que el
Poder simplemente recula de los cuerpos, ya que, Foucault señala que: “De hecho, la
impresión de que el poder se tambalea es falsa porque puede operar un repliegue, desplazarse, investirse
en otra parte…, y la batalla continúa.” 37 Así pues, es preciso que, sin olvidar que aún las
disciplinas siguen (al menos en gran parte) vigentes, tengamos en cuenta las nuevas
formas que puede adoptar el Poder sobre los cuerpos.

4. b - Nuevas tecnologías del poder: Deleuze y Preciado.


Como ya sucediera con el agotamiento del poder soberano del que hablaba
Foucault, las mutaciones del sistema capitalismo han ido elaborando nuevos
mecanismos de poder, en este caso, más abiertos y flexibles, no tan estrictamente
científicos. Para tratar da cuenta de estos fenómenos contemporáneos, nos centraremos
en dos propuestas de análisis para que podemos leer, en cierta medida, continuadoras de
forma crítica de los análisis foucaultianos del poder disciplinario: G. Deleuze (que se
refiere a ello como ‘sociedades de control’) y B. Preciado (quien prefiere hablar de
régimen farmacopornográfico). Ambas propuestas tratan de dar cuenta de las
mutaciones que el Poder ha realizado para ajustarse al devenir del sistema capitalismo
avanzado.

36
FOUCAULT, M.: Microfísica del poder. (Madrid: Ediciones La Piqueta, 1979): 104.
37
Ibíd.
19

Así, Deleuze en su ‘Posts-criptum sobre las sociedades de control’ señala que en


el seno del capitalismo mundial integrado en el que vivimos, marcado por la
globalización, ya no existe compartimentación en la vida humana, y más que en
sociedades disciplinarias (aun reconociendo que las disciplinas siguen en cierta medida
vigentes) estamos inmersos en sociedades de control. El control sería algo así como una
forma de Poder modular, de Poder en abierto mediante la instauración de controles: ya
no se trata de lugares de encierro independientes por los que un individuo iría pasando
(comenzando cada vez de cero dentro de cada nueva institución disciplinaria) sino de
una modulación continua que nunca acaba de comenzar ni de terminar (piénsese en la
cuestión, tan de moda hoy en día, de la formación continua de los profesionales). De
esta forma, el Poder ya no se centraría en la gestión de la vida sino como cifra, es decir,
los individuos han devenido ‘dividuales’ y las masas meros ‘bancos’ de información.
Así pues, para Deleuze, el Poder se adapta a estos tiempos cibernéticos operando, como
los ordenadores, mediante a contraseñas que permiten o no el acceso de un punto a otro.
Algunos de los ejemplos a los que se refiere preferentemente Deleuze para tratar de
ilustrar este nuevo Poder modular pasan por la empresa (con los salarios variables, el
trabajo en casa o a domicilio…), los cuidados médicos a domicilio, las autopistas o el
surf.

Por su parte, B. Preciado nos habla de que, en nuestra actualidad, el régimen


disciplinario ha ido dejando paso a lo que se denomina en su obra como régimen
fármaco-pornográfico (queriendo apelar con ello a que lo significativo de nuestro
presente se juega a nivel molecular y de representación mediático-performativa). El
aparato de verificación de este régimen de Poder no sería ya científico (como ocurría en
el régimen moderno), sino que se encuentra asentado en el mercado: el Poder tiene un
carácter neoliberal. La atención de Preciado se centra en como los criterios de mercado
priman en las cuestiones moleculares y mediáticas relacionadas con la salud y con la
construcción del cuerpo, dando lugar a un régimen de mercantilización del cuerpo, en el
que el cuerpo solo es tenido en cuenta como consumidor adaptado (o hecho adaptarse) a
unos determinados patrones de mercado fecundos para el Poder. Así pues, su filosofía
se centra en denunciar todo esencialismo identitario como ficción política encarnada
atravesada por relaciones de Poder, tratando, mediante un proceso reconstructivo ligado
a la teoría queer, llevar a cabo una gran alianza somatopolítica de resistencia fármaco-
pornográfica.
20

5. A modo de conclusión.
Para concluir este ensayo, merece resaltar que, como ocurría con el tránsito entre
el Poder soberano y el Poder disciplinario descrito por Foucault, no se trata de que
estemos ante un régimen de Poder mejor o peor, sino distinto, con un juego propio que
no tiene nada que ver con los anteriores. Así pues, tanto las opresiones como las
liberaciones son relativas a cada régimen. La cuestión pasa por ver cómo nos afecta y
cómo podemos luchar contra él en cada caso. Con todo, los análisis de Foucault en
torno al Poder, al revelarnos su carácter histórico, nos sitúan en unas coordenadas desde
las cuales es posible ser conscientes de que las cosas no siempre han sido así y, por la
misma, podrían ser de otra manera muy distinta. Esto nos pone en la senda de poder re-
pensarnos nuestra actualidad, ¿qué es lo significativo de nuestro presente? Como ya es
sabido, el francés fue un autor comprometido con su presente que solamente abordaba
problemas históricos por su relevancia para la actualidad, para el aquí y ahora.

En nuestra opinión, parece que nuestro presente es un momento de coexistencia


de varias tendencias (disciplinarias y de control o farmacopornográficas, e incluso, de
algunas propias de régimenes soberanos) o incluso de hibridación entre ellas, lo cual
tiene consecuencias a su vez para la forma en la que podemos presentar resistencia al
Poder. Estamos ante la tarea de continuar los análisis que hemos estado realizando en
torno al poder desde la óptica de un constructivismo radical, que nos permita crear una
teoría (practicar resistencia) que desenmascare y denuncie los mecanismos de poder,
permitiendo plantarles cara y desmontarlos en cada ocasión concreta. Ante todo, nos
surge la siguiente cuestión: ¿Cómo poder plantear resistencias a este nuevo tipo de
Poder que parece que está tomando la delantera? Si reconocemos que el Poder (de
nuevo, los múltiples focos en los que se dan las relaciones de poder) se extiende a lo
largo y ancho de la sociedad (o sea, si reconocemos la omnipresencia de las relaciones
de fuerza), quizás estemos ante la necesidad de inventar nuevas formas de politizar que
no pasen por la totalización ni por el centralismo absorbente, de ficcionarnos en común
de una forma diferente, sin que las relaciones de poder sean tan asimétricas que acaben
con una de sus partes dominada y subyugada por la otra:
“El análisis y la crítica políticos están en gran medida por inventar.
Pero también están por inventar las estrategias que permitirán a la vez
modificar estas relaciones de fuerza y coordinarlas de forma tal que esta modificación sea
posible y se inscriba en la realidad. Es decir, el problema no es exactamente definir una ‘postura’
política (lo que nos reenvía a una elección dentro de una clasificación ya hecha), sino imaginar y
hacer que existan nuevos esquemas de politización. Si ‘politizar’ significa conducir a posturas, a
21

organizaciones ya hechas, todas estas relaciones de fuerza y estos mecanismos de poder que el
análisis muestra, entones no merece la pena. A las grandes técnicas nuevas de poder (que
corresponder a economías multinacionales o a Estados burocráticos) debe oponerse una
politización que tendrá formas nuevas.” 38

A su vez, al hilo de esta crítica de la construcción del cuerpo llevada a cabo por
el Poder biopolítico que hemos realizado en este ensayo, nos sobrevuela una cuestión:
¿Qué cuerpo precisa nuestra sociedad? ¿Cómo podemos, colectivamente, construir
nuestros cuerpos y relacionarnos sin caer presos de nuevas formas de dominación ni
recaer en las ya existentes?

6. Referencias bibliográficas.
DELEUZE, G.;
- Foucault. Barcelona: Ediciones Paidos, 1987.
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[Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=0H2gqpJTu4E. Última consulta:
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- Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. México DF: Siglo veintiuno
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- La ética del pensamiento. Para una crítica de lo que somos. Madrid: Biblioteca
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- Microfísica del poder. Madrid; Las Ediciones de La Piqueta, 1979.
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MARX, K.; El capital. Madrid: Ediciones Akal, 2007.

NIETZSCHE, F.;

38
Ibíd.: 159.
22

- Obras completas. Volumen III. Madrid: Editorial Tecnos, 2014.


- Obras completas. Volumen IV. Madrid: Editorial Tecnos, 2016.

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- La muerte de la clínica. Conferencia realizada en abril de 2013. [Disponible en:
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- La revolución que viene: luchas y alianzas somatopolíticas. Conferencia
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[Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=vsV2e_FBreA. Última consulta
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