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AMARAJESUS

AMAR
AL HERMANO

[ COLECCIÓN
Á • I ¿TI I
Colección ALCANCE KARL RAHNER

33

AMAR A JESÚS
AMAR AL HERMANO

EDITORIAL «SAL TERRAE»


Guevara, 20—SANTANDER
I N D 1 C E

1.a Varíe: ¿Qué significa amar a Jesús?

Introducción

1. Del amur a Jesús. Hacia su preeom-


prensión
Título de los originales alemanes:
Was heisst Jesns lieben? 1. Simple hombre - idea abstracta. 2. El
riesgo do una relación. 3. Puente hacia
Wer ist ílein Bruder? una persona lejana. 4. La diversidad co-
mo tarca. 5. El valor para abrazar a
© 1982 y 1981 by Vg. Herder, Jesús.
Freiburg im Bresigau
2. Del amor a Jesús. Nuestra relación con
Traducción de Constantino Rtiiz Garrido El
© 1983 by Editorial Sal Terrae, S a n t a d e r 1. Modernización de la cristología. 2.
Problemas de la cristología tradicional.
Con las debidas licencias 3. ¿Qué sucede cuando amamos a Jesús?
Printed in Spain
:{. Jesucristo, sentido de la vida
1. La pregunta acerca del sentido. 2. La
A. <J. Resma-Prol. Marqués de la Hermida - Santander 1983 pregunta acerca de Jesús. 3. Jesucristo,
I.S.U.N.: 8-1-2í),')-0660-9 Depósito Legal: SA. 118-1983
sentido y salvación del hombre. 4. La
fe en Jesucristo.
Pág.
a
2. l'arte: ¿Quién es tu hermano?
1.a Parte
1. Presupuestos 91 ¿Qué significa
1. Del amor a Dios y del amor a los amar a Jesús?
hombres. 2. La unidad e n t r e los senti-
mientos y la acción. 5. La fisonomía
histórica del amor al prójimo.

2. La situación 101
1. Nueva situación de la fraternidad Vamos a intentar hablar sobre la relación del
cristiana. 2. Un m u n d o de intercomuni- cristiano con Cristo. Pero conste desde un principio
cación. que, en un marco tan limitado, tan sólo pueden ha-
cerse sugerencias.
3. Conclusiones 115
1. 101 riesgo de la verdadera fraternidad. Los dos primeros capítulos son refundición de un
2. La apertura de la fraternidad. 3. Mi- artículo que escribí para la revista mensual vienesa
sión cristiana de la fraternidad. 4. Di- E7itscli!nss (36 [1981] 3-18, 23-24). El tercero se publicó
mensión social de la fraternidad. 5. Fra- por primera vez en la revista Ceisl imd Lab en (53
ternidad en la comunidad. 6. F r a t e r n i d a d [1980] 405-416) y procede de una conferencia que pro-
confesante.
nuncié ante médicos austríacos. Esto explica que se
repitan algunos puntos y que el estilo del tercer ca-
Epílogo: Sobre el misterio tle la fraternidad
pítulo no armonice del todo con el de los dos an-
desinteresada 113
teriores.

Conlío, no obstante, en que las ideas presentes


(y que han sido revisadas para la presente edición)
resulten útiles al lector, porque sobre este tema nun-
ca será demasiado lo que un cristiano pueda escribir
para otros cristianos.

KARL RAUXIÍR
Introducción

¿Qué significa amar a Jesús? En un tema


de esta índole, téngase en cuenta, de entrada,
que una lectura fugaz no sirve de nada. Puede
uno leer frases y frases apresuradamente y te-
ner la impresión de que le resultan conocidas
las palabras que van apareciendo, que entien-
de hasta cierto punto las conexiones entre unas
y otras y que, por lo tanto, comprende las fra-
ses. Pero hay también otra manera de leer en
¡a que cada una de las palabras es una invita-
ción a. vivir en la experiencia de la propia vi-
da lo que esas plabras sugieren.
Cualquiera puede afirmar que comprende
ya, al oírlas por primera vez, palabras como
amor, fidelidad, paciencia, etc. Pero todos con-
fesarán que no comprende realmente tales pa-
labras sino aquel que, al oírlas, recoge las ex-
periencias de su vida —escuchando con sosie-
go y paciencia, una y otra vez, con el oído diri-
gido hacia la propia vida— como el agua cris-
talina de un manantial se va remansando en
una álberca. Únicamente auien lea de esta se-
10 INTRODUCCIÓN

finida manera (indicada sólo fugazmente) com-


prenderá de veras y sacará jrulo.
1
Cuando uno lee así y va repasando al mis-
mo tiempo las experiencias de su propia vida, Del amor a Jesús.
entonces ya no resulta de importancia decisiva Hacia su precomprensión
el que las palabras que aquí se dicen tengan la
exactitud de fórmulas matemáticas. El que las
lea, podrá corregirlas y buscar qué es lo que t. Simple hombre - idea abstracta
quieren propiamente decir, aunque tales pala-
bras no acierten sino a señalar aproximada- Nuestra relación con Jesús es una realidad
mente la dirección adecuada. No puede ser de compleja. Me parece que hoy día suele haber
otra manera. Porque, aunque tales palabras no dos malentendidos en la relación con Jesús
fueran tan imprecisas ni se prestaran a más por parte de los que se llaman cristianos. Uno
malentendidos que los que son inevitables ins- de ellos es el malentendido de que Jesús, por
tando sujetas, por tanto, a crítica y revisión), muy entusiásticamente que viviera, fue simple
sin embargo son lenguaje religioso y signifi- hombre. Se cultiva, por tanto, un jesuanismo
can últimamente al Dios incomprensible y su en el que, en el fondo, ya no se ve por qué ten-
misterio inefable. Así que las entenderíamos dría que ser precisamente Jesús de Nazaret
mal si nos parecieran «claras» y si el lector no ese Hombre a quien los jóvenes buscan hoy
las fuera corrigiendo con amor, calladamente ian ansiosamente como modelo. Tanto más
y traduciéndolas en su propia vida. cuanto que, en la mayoría de los casos, no es
El autor de estas líneas quisiera ayudar al mucho lo que saben de El, y han hecho una
lector a entablar una relación viva con Jestís, selección muy arbitraria de textos del Nuevo
como corresponde a la Verdad; pero no desea Testamento para ver reflejada en ellos su ima-
exorcizar líricamente en el lector ese amor a gen subjetiva de Jesús. Un ejemplo: en ese
Jesús, sino únicamente hacerle reflexionar so- moderno jesuanismo, ¿qué lugar hay para el
bre él. hombre que predicó sobre la perdición eterna?
A la otra imagen unilateral de Jesús yo la
llamaría o la caracterizaría: Jesús como idea.
Debo confesar que, de joven, leía más a Pablo
que a los Sinópticos, precisamente porque en
12 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? HACIA SU PRECOMPRENSION 13

Pablo se palpa con más claridad e inmediatez Casi podríamos afirmar: pudiera desarrollarse
la idea grandiosa de Cristo. En Pablo y en un cristianismo que se experimentara como in-
Juan, la Palabra eterna de Dios desciende del terpretación liberadora y suprema del mundo,
cielo. Ha creado el mundo y la sustenta. Y esta pero en el que no apareciera en absoluto, o no
razón absoluta del mundo se manifiesta luego necesitara aparecer, Jesús de Nazaret.
concretamente en Jesús de Nazaret, da en El Podríamos preguntar: ¿Dónde está, en las
testimonio de sí misma y consuma en la cruz otras grandes religiones, la equivalencia de esa
el acto redentor para regresar después a la glo- relación cósmica salvadora a la que los cris-
ria de Dios. Allí desaparece en mayor o menor tianos llamamos precisamente Jesús, aunque
grado y coincide con el Dios absoluto. Jesucris- tal vez en otra religión se signifique exacta-
to llega a ser fácilmente una simple cifra de la mente lo mismo, pero con otro nombre?
conversión de Dios hacia el mundo, de tal for-
ma que, cuando uno se las arregla sin esa cifra,
o la sustituye por otra distinta, no se pierde 2. El riesgo de una relación
nada propiamente, porque se había dejado de
lado que precisamente en este Jesús concreto Si queremos evitar estas dos interpretacio-
ha sucedido (y únicamente en El ha sucedido) nes erróneas que distorsionan nuestra relación
aquello a lo que esa cifra remite. Y entonces con Jesús —lo cual, evidentemente, está aún
resulta fácil presentar a Jesucristo como el por hacer—, si no vamos a contemplar a Jesús
punto Omega de la evolución cósmica. ni como mero hombre ni como idea abstracta,
Dentro de esa concepción, cuando y en la entonces hay que formular teóricamente diver-
medida en que se invoca a Jesús y uno se sas suposiciones e irlas desarrollando existen-
vuelve hacia El, llega casi a olvidarse al hom- cialmente, poco a poco, en nuestro interior. De
bre histórico Jesús, y uno se vuelve al Princi- eso vamos a hablar ahora. Es de esperar que,
pio del mundo, ese Principio que está, sí, con al mismo tiempo, vayamos encontrando pro-
Dios, que vive y que lo abarca todo, y al que blemas de cristología más profundos y funda-
(diríamos que por una tradición histórica casi mentales.
accidental) se le llama Jesús, aunque uno casi Creo que, en primer lugar, habría que en-
no entiende ya por qué hay que llamar preci- tender, descubrir en sí mismo y desarrollar en
samente Jesús a ese poder cósmico de Dios la propia vida una realidad: que el hombre se
que nos salva, que nos ama y que es eterno. confía necesariamente a otros y tiene que con-
\<\ ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? HACIA SU PRECOMPRENSION 15

íiar. Esla autoapertura de la propia persona ro, al aventurarse, y a pesar de todas las re-
hacia otro, este confiarse a otro, puede tener flexiones, exámenes, sentido que lo exija y le-
los grados más diversos de intensidad y las gitimaciones precedentes, uno arriesga más que
formas más distintas. Una de esas formas, qui- lo que esas razones parecen apoyar.
zá la más clara, pudiera ser el amor conyugal, Toda relación de confianza y de amor con
por el que una persona se confía incondicio- otra persona tiene un «excedente» insuprimible
nalmente (al menos en cierto sentido) a otra, de decisión y riesgo, que va más allá de las
línicamente el que de esa manera sale de sí consideraciones sobre la justificación y el sen-
mismo y se aventura con amor dentro de la tido de ese riesgo.
otra persona, se encuentra a sí mismo. De lo De esta breve reflexión hemos de deducir
contrario se asfixia, encerrado en la cárcel de ya una conclusión sobre lo que constituye el
su egoísmo. tema de nuestro estudio.
A propósito de este acontecimiento, fun- Podemos cultivar la exégesis y la teología
damental para la existencia humana, hay que bíblica, podemos efectuar mil investigaciones
reflexionar con claridad. Las razones por las sobre la figura histórica de Jesús, podemos tra-
que uno se siente invitado y legitimado para tar de averiguar con toda exactitud lo que El
aventurarse de esta manera dentro del otro, dijo, lo que pensó, lo que le sucedió, cómo
son razones que tienen que existir, evidente- reaccionaron ante El los de su entorno, cómo
mente, para poder uno aventurarse de este se entendió El a sí mismo. Podemos investigar
modo con sentido y con responsabilidad; pero con exactitud lo que se dio en llamar sus mi-
tales razones son, siempre y necesariamente, lagros. Podemos tratar de analizar psicológica-
más exiguas y problemáticas que el acto mis- mente, con toda exactitud, por qué y de qué
mo de aventuurarse, considerado absolutamen- manera llegaron sus discípulos a la convicción
te. Por el contrario, el acto de confiarse posee de que El había resucitado. Todas estas re-
tal carácter radical, absoluto e incondicional, flexiones e investigaciones son buenas y nece-
que no puede brotar totalmente, ni mucho me- sarias (según las posibilidades, claro está, que
nos, de esas razones precedentes. Así es, y cual- tenga cada persona de conocer y comprobar,
quiera entenderá que en su existencia humana y según las mil maneras diferentes en que se
no puede ocurrir de otro modo. Hay que te- efectúe tal legitimación de una convicción hu-
ner motivos razonables para aventurarse den- mana), pero habrá siempre un «excedente», un
tro de otra persona, para confiarse a ella. Pe- «más» de libertad que se arriesga, un «más».
16 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? HACIA SU PRECOMPRENS10N 17

precisamente de amor, en esa relación verda- creto esta separado de nosotros por espacios
deramente cristiana con Jesús: algo que va geográficos, por la lejanía de la historia y de
más allá de todos esos conocimientos históri- la cultura, por la distancia de 2.000 años. ¿Có-
cos, exegéticos y críticos y que, desde luego, mo podremos amar en serio a una persona tan
va también más allá del testimonio histórico lejana? Si lo intentamos, ¿no volveremos a
de la tradición y de la Iglesia sobre Jesús. Úni- caer en el entusiasmo por una idea sobre Cris-
camente cuando se acepta y se ama a Jesús to o por el ideal —forjado por nosotros— de
mismo por lo que El es, por encima de lo que un hombre generoso y desinteresado?
sabemos acerca de Jesús —únicamente cuando El cristiano normal que no reflexione muy
se le acepta y se le ama a El mismo, y no a rigurosamente sobre estas cuestiones, dirá sin
nuestra mera idea acerca de Cristo ni a los me- más: Jesús sigue viviendo hoy; es el Resucita-
ros resultados de nuestros conocimientos his- do; podemos encontrarlo junto a Dios. Por
tóricos—, es cuando comienza la verdadera re- tanto, una relación de amor con El, una rela-
lación con El, la relación consistente en un ción radicalmente inmediata y singular, no ha-
absoluto aventurarse en El. llaría dificultades insuperables.
Todo esto es importante en sí mismo y has-
ta es fundamental para la comprensión cristia-
3. Puente hacia una persona lejana na de nuestra relación con Jesús. Si El no fue-
ra el Resucitado, el Salvado que está junto a
Antes de que intentemos describir nuestra Dios, el que, precisamente en la incomprensi-
relación característica, singular y radical, pre- ble infinitud e inefabilidad de Dios, ha sido
cisamente con este Jesús de Nazaret, como re- Acreditado una vez más y ha llegado a ser de-
lación de una absoluta confianza y un amor finitivo, entonces nuestro amor —absurdo en
incondicional, tenemos que efectuar una se- última instancia— buscaría simplemente un
gunda reflexión preparatoria. Dijimos ya que ideal en el pasado de la historia. Claro que es-
nuestra relación con Jesús no puede consistir ta respuesta, si se considera como suficiente
meramente en una idea abstracta acerca de en sí misma, hace que surja una nueva dificul-
Cristo. Porque, de lo contrario, nos enamora- tad. Los «bienaventurados del cielo», que cree-
ríamos —en el fondo— de nuestra propia idea, mos con fe que están salvos en Dios, nos pare-
y no amaríamos a una persona concreta y real. cen también alejados en infinita lejanía, absor-
Pero, como se ve en seguida, el Jesús con- bidos —por decirlo así— en la incomprensi-
II! ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS'' HACIA SU PRECOMPRENSION 19

bilidad de Dios, sin que puedan diferenciarse a decir: «Jesús vive ahora con Dios, sigue exis-
ya de Dios. No podemos detenernos más a re- tiendo, podemos invocarle como lo hizo San
flexionar sobre esta dificultad, sino que damos Esteban antes de su muerte: 'Veo el cielo
por supuesto que Dios es un «Dios de vivos» abierto y al Hijo del hombre que está a la de-
(como Jesús mismo dice); que los que se han recha de Dios'», entonces tendríamos —como
ido de nuestro lado tienen vigencia eterna y ya se ha dicho— un presupuesto fundamental
pueden estar cerca de nosotros con amor si- para una relación inmediata con Jesús, un pre-
lencioso y lo están realmente. Pero esta cer- supuesto que es absolutamente necesario e im-
canía ¿no es precisamente la cercanía de Dios, portante; pero seguiría en pie la cuestión de
que los acoge pero que también los oculta? ¿Y
si, ante ese «Eterno Señor de todas las cosas»
no ocurre lo mismo con Jesús?
(como le llama San Ignacio de Loyola), sigue
Hay muchos que tratan, como quien dice,
teniendo importancia para nosotros su histo-
de reconstruir amorosamente en sí mismos a
ria de antaño, esa historia ya pasada para no-
personalidades importantes de la historia. Hay
quienes rinden culto a Napoleón o sienten ado- sotros, y si no volvemos a caer en el culto de
ración hacia Goethe, de tal forma que estas una idea abstracta sobre Cristo.
personalidades tienen gran importancia para
su vida. Parece así que se ha tendido un puen-
te sobre la distancia histórica. No hay que su- 4. La diversidad como tarea
bestimar en absoluto tales fenómenos. Pode-
mos afirmar, incluso, que el que no da entra- Cuando uno contempla su propia historia
da en su vida a héroes de la historia, el que religiosa, no puede negarse de antemano que
no cultiva en algún sentido el culto de los hé- exista tal peligro. Por ejemplo, cuando Teil-
roes y no es capaz de entablar diálogo con hard de Chardin habla de Cristo como del pun-
las figuras de la historia pasada, está atrofia- to Omega de la historia cósmica, habría que
do de algún modo en su propia humanidad. preguntarse si ese Cristo cósmico teilhardiano,
Pero, evidentemente, no bastaría decir: de que es la meta y razón de toda la historia evo-
esta manera y sólo de esta manera tendemos lutiva, tiene —en serio— algo que ver todavía
un puente para salvar la distancia histórica, con Jesús de Nazaret. Pues bien, ¿cómo segui-
cultural y temporal que nos separa de Jesús. remos haciendo comprensible esa relación con
Tiene que haber algo más. Si nos limitáramos Jesús sin apelar sencillamente a un simple cul-
20 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JÉSUS? HACIA SU PRECOMPRENSION 21

to, antiguo y justificado, de los héroes y sin que por ambas partes se dirige al otro como
desvanecer a ese Jesús en una idea? persona individual y concreta. He ahí un mis-
Observaremos de paso que este problema terio que ahora no podemos sondear, si es que
existe igualmente en el culto de los santos, que puede llegar a hacerse.
en la Iglesia Católica tiene un lugar entera- Porque ¿qué sucede cuando dos personas
mente justificado y que no debe destruirse por se aman, cuando —a pesar de su diversidad—
la protesta de la reforma protestante. Por consiguen existir de tal manera, en intercam-
ejemplo, cuando yo venero a San Francisco de bio recíproco de sí mismas y en comunicación
Asís, no me refiero únicamente a su vida ejem- mutua, que pueda decirse que ambas se hacen
plar; no cultivo simplemente la idea francis- una sola en ese amor? ¿Existe realmente ese
cana del hombre que ama desinteresadamente amor unificador que supere todas las barreras
a Dios y al mundo, sino que rezo e invoco a aparentemente insuperables y todos los abis-
Francisco de Asís en el estado definitivo de mos de separación que se originan por la di-
salvación de su existencia. Vemos con esta versidad física, materia] y hasta existencial de
observación que el problema de una relación dos sujetos?
inmediata y auténtica con otra persona que No podemos dar ahora una contestación
al parecer está muy alejada históricamente de detenida a esta pregunta. Pero una cosa está
nosotros, es un problema de alcance más ge- clara: cuando contemplamos el amor humano,
neral que el que pudiera haber en nuestra sola vemos que hay diversidad entre dos personas,
relación con Jesús. Esto nos permite también que existe separación abismal entre ambas, in-
basarnos en esta actitud cristiana universal y cluso cuando están muy cerca la una de la
reflexionar, a partir de ella, acerca de la cues- otra, incluso cuando tratan de unirse realmen-
tión específica de nuestra relación con Jesús. te, también con la unión de sus cuerpos. Las
Las personas quieren estar cerca unas de dos personas son diferentes, la existencia de
otras. Cuando están la una junto a la otra en la una y de la otra no tuvo desde un princi-
cercanía física inmediata, y tratan así de amar- pio el mismo origen común. A pesar de toda
se, no sólo quieren existir la una para la otra su cercanía física y fisiológica, las dos perso-
en un contacto (digámoslo así) fisiológico, de nas siguen siendo diversas. Al menos aparente-
piel a piel, sino que esto ha de expresar, si se mente, vuelven a caer en separación la una de
liace con sentido, un intercambio personal la otra, aun cuando en el acto del amor su-
lolalmente real— de amor entre ambos, y premo parezcan haber llegado a una unidad.
22 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? HACIA SU PRECOMPRENSION 23

Ahora bien, si entre los amantes, y esto es lo nía y la unión más palpable que faciliten la in-
que aquí interesa, persiste una divergencia tensidad de su amor y que al mismo tiempo
abismal en la raíz misma de su amor y si, a sean expresión de él. Pero se aman superando
pesar de todo, esta divergencia no suprime su el espacio y el tiempo. Semejante amor sabe
amor y su unidad —por difícil que sea expli- que está todavía en camino hacia la unión de-
car especulativamente la coexistencia de la di- finitiva del amor; que, en la fidelidad, ha de
versidad y de la unidad en el amor—, entonces tender un puente sobre la distancia que por
una distancia espacial y temporal, aparente- ahora separa todavía a los amantes. Pero quien
mente mayor, entre dos personas que quieren dijera que el amor fracasará o no podrá ya
y deben amarse, no significará una imposibili- existir cuando entre los amantes haya tal le-
dad para el amor. Porque, de antemano, ade- janía temporal o espacial, ese tal habrá supri-
más de esta dificultad espacial y temporal, el mido la verdadera y genuina esencia del amor.
amor ha de superar una diferencia mucho más Partiendo de ahí, afirmaremos: Se puede
radical; y es capaz de superarla realmente, co- amar a Jesús, por ser El quien es, con amor
mo demuestra la experiencia. Porque esa dife- verdadero, auténtico, inmediato. Desde luego,
renciación anterior y mayor ha existido ya en en nuestro caso podemos y debemos presupo-
la raíz y en el inicio de ese amor, e incluso en ner absolutamente que quien aquí es amado,
ese amor ha de ser aceptada ele nuevo, ya que vive verdadera y vitalmente junto a Dios. Des-
el amor ama y acepta al otro precisamente de luego, podemos presuponer y sentir con la
como el otro ( = como diferente) y no trata fe que este Jesús, por propia iniciativa, desde
sencillamente de absorberlo en sí ni de consu- las profundidades de su Divinidad que le cobi-
mir su peculiaridad. ja, toma la iniciativa en su amor hacia noso-
Si semejante amor lleva siempre consigo tros y, mediante lo que nosotros llamamos la
tal divergencia desde un principio y en cada gracia (el don divino del amor a Dios y a Je-
una de las situaciones, divergencia que es pre- sús), hace posible que nosotros le amemos.
cisamente una tarea para ese amor, entonces
no puede significar la muerte para ese amor
el hecho de que tenga que hacer frente a una 5. Ei vaior para abrazar a Jesús
lejanía espacial mayor (al menos aparentemen-
te) 3' a una mayor distancia temporal. Los Con estos dos presupuestos es posible real-
amantes buscan, desde luego, la mayor cerca- mente amar a Jesús, superando todas las leja-
24 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS' HACIA SU PRECOMPRENSION 25

nías de tiempo y espacio. Leemos su biografía, un jesuanismo existencialista que no tuviera


que no es la biografía de algo que ya fue, por- ya mucho que ver con el Jesús de la fe cris-
que esta biografía se ha hecho definitividad tiana normal. Entonces dije: «Sí, vea usted,
en su resurrección. Leemos en las Sagradas con Jesús no tenemos en realidad nada que
Escrituras, lo mismo que cuando dos amantes hacer sino cuando le abrazamos y nos damos
se miran el uno al otro y viven juntos su vivir cuenta en lo profundo de nuestro existir que
cotidiano. Sentimos completamente en lo pro- tal cosa sigue siendo posible hoy día». A lo
fundo de la existencia lo que esta persona con- cual respondió este teólogo: «Sí, usted tiene
creta, que no se ha inmerso sencillamente en razón, pero con tal de que no lo entienda en
la oscura anonimidad de Dios, tiene que decir sentido demasiado pietista».
a una persona concreta. Dejamos que El, real- Yo creo que, en el amor, superando el tiem-
mente, diga algo a nuestra vida: algo que, de po y el espacio por la esencia del amor en ge-
So contrario, no sabríamos; en presencia de El, neral y por el poder del Espíritu Santo de
tenemos síntesis indisoluble entre normas de Dios, podemos y debemos amar realmente a
perenne validez y El como modelo singularísi- Jesús con inmediatez y concreción.
mo. Esta síntesis da fundamento al discipula- En este punto de nuestras reflexiones hemos
do, al seguimiento, que es más que la acepta- querido poner en claro de algún modo que la
ción de una norma en sí evidente. No le imi- distancia espacial, cultural y temporal entre
tamos ni le degradamos hasta el punto de ser nosotros y Jesús no representa un obstáculo
mero ejemplo de principios que por nuestra insuperable para amarle realmente a El, a la
propia cuenta nos hemos trazado ya. Sino que persona concreta, eme en el fondo, por el he-
Jesús, en este amor hacia El, se convierte en cho de que parezca haber desaparecido en la
el Absoluto concreto en que se supera la abs- incomprensibilidad de Dios, no puede acercar-
tracción de las normas y la insignificancia del se a nosotros como una persona concreta e his-
individuo puramente contingente. tórica si no es en el supuesto de que queramos
Una breve historia dará quizá mayor con- amarle, de que tengamos valor para abrazarle.
creción a lo que. aquí queremos decir: Conver- Sobre esta relación de amor con Jesús hay
saba yo una vez con un teólogo protestante que hacer todavía dos observaciones. La expe-
muy al estilo moderno, cuyas teorías podrían riencia de amor verdadero a cualquier otra
parecerle a un católico normal —como yo— persona no es reprimida o atenuada por este
demasiado racionalistas, demasiado al estilo de amor a Jesús, sino que semejante «amor co-
20 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

rrierile al prójimo» es incluso un presupuesto


para amar a Jesús. Podríamos tranquilamente
2
introducir una variante en unas palabras de
San Juan: ¿Cómo podremos amar a Jesús, a Del amor a Jesús.
quien no vemos, si no amamos al prójimo, a Nuestra relación con El
quien vemos? Y este amor al prójimo puede y
debe crecer por medio del amor a Jesús, por-
que el que tiene relación de amor con Jesús 1. Modernización de la cristología
es quien ve abrirse las posibilidades de amor
al prójimo: posibilidades que, de lo contrario, Trataremos ahora de describir claramente,
no se considerarían realizables, pero que se en cierto modo, la relación entre Jesús y no-
ofrecen cuando alguien acoge al prójimo en el sotros. Por la naturaleza misma del asunto,
amor a Jesús, porque le considera como her- podemos describir de dos maneras tal rela-
mano o hermana de Jesús. Y otra cosa más: ción. Podemos tratar sencillamente de decir,
este amor inmediato a Jesús, tal como aquí se partiendo de Jesús, quién es El, quién creen
entiende, no existe sin más desde el principio; que es El y como a quién le aceptan. Y añadi-
tiene que ir creciendo y madurando; la tierna remos después que precisamente la aceptación
intimidad que es capaz de profesar es fruto de este Jesús, así conocido, así creído y así
de la paciencia, de la oración, del ir ahondan- comprendido, significa estar en relación con
do cada vez más en la Escritura; es el don del El. Pero podemos también proceder en sentido
Espíritu de Dios. No podemos imponerlo por inverso. Podemos tratar de describir, partien-
decreto, procediendo con violencia e indiscre- do de nosotros, esa relación en sí misma y afir-
ción. Pero habrá siempre que afirmar que el mar luego: Lo que acerca de Jesús se deduce
anhelo de poseer tal amor es ya su comienzo: de la relación que tenemos con El, la compren-
un comienzo que tiene prometida la plenitud. sión acerca de Jesús que se halla implícita en
nuestra relación con Jesús, eso es lo que El es
en realidad. En ambos casos, lo que interesa,
en definitiva, es que digamos cómo le com-
prendemos; pero, como acabamos de indicar,
podemos tratar de decirlo a partir de El o a
partir ele nosotros. Evidentemente, estos dos
•A\ ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?
NUESTRA RELACIÓN CON EL 29

aspee Los no son diferenciables ni, mucho me- tablecerse, por principio, en una retrospectiva
nos, separables entre sí de manera absoluta- histórica, basándonos lo más posible en el tes-
mente clara. Una determinada relación con Je- timonio del Nuevo Testamento y preguntán-
sús es también, prácticamente, una condición donos qué es lo que Jesús dice en él acerca de
para conocerle «objetivamente» en su ser pro- Sí mismo y de su tarea; qué es lo que en esos
pio. Por el contrario, lo que digamos sobre El testimonios históricos del Nuevo Testamento
no puede separarse de lo que digamos acerca debe reconcerse como absolutamente válido
de la relación que con El tenemos. Y así ocu- desde el punto de vista histórico, sin que sea
rre siempre. El amor y la persona amada se de temer que, en ese relato histórico sobre la
condicionan recíprocamente y la descripción autocomprensión de Jesús, haya retoques que
del uno lleva implícito también un enunciado falsifiquen dicha autocomprensión.
acerca del otro. Pero podríamos confiar también en los cris-
Comencemos, en primer lugar, con la pri- tianos de los numerosos siglos transcurridos,
mera posibilidad de nuestro ensayo. Nos esfor- en su historia de fe, en su valentía para con-
zaremos por decir más exactamente quién es fesar la fe; brevemente: en la conciencia de
ese Jesús a quien amamos, con quien tratamos fe de la Iglesia, y comenzar por la interpreta-
de mantener esta relación singularísima. En ción que la fe de la Iglesia da acerca de la
este primer ensayo se da en el fondo, o se im- comprensión que Jesús tenía de Sí mismo. Po-
pone como tarea, todo lo que una cristología demos preguntarnos histórica y críticamente
católica normal es capaz de decir sobre Jesús. cuál es la credibilidad que merece esa com-
Es obvio que aquí, en unas cuantas páginas, prensión de fe de la Iglesia y cuál es la credi-
no podremos efectuar sino de manera muy de- bilidad de la historia de esa comprensión. Pero
ficiente y fragmentaria, y por meras indicacio- en todo ello no habría que subestimar la im-
nes, una repetición o, si se quiere, una «mo- portancia y el poder que la fe de los siglos cris-
dernización» de esa cristología. Por un lado, tianos tiene en sí misma. En tales cuestiones
es evidente que toda esa cristología, tal como religiosas no debemos precipitarnos a ser más
pervive en la Iglesia, dimana en último térmi- listos que las numerosísimas personas de los
no del testimonio de Jesús acerca de sí misino, siglos pasados que creyeron en Jesús. No siem-
tal y como El se comprendió a sí mismo, su ta- pre ocurre que los que vienen después sean
rea, su misión y su cruz. más listos y sabios que los que vivieron antes.
Esta autocomprensión de Jesús podría es- Cuando vemos, como ocurrió por ejemplo con
30 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? NUESTRA RELACIÓN CON EL 31

Mao, que el esplendor y veneración de un hom- Partiendo de estos supuestos, podemos afir-
bre que antaño había contado con la casi ado- mar quizás (admitiendo, evidentemente, que
ración de millones de personas, palidece ra- otras formulaciones y aspectos son también
pidísimamente y se extingue, entonces la vita- legítimos) que Jesús se comprende a Sí mismo
lidad de la fe en Jesús es en sí misma, desde como Mesías. Está convencido de que, con El,
hace dos milenios, una motivación para la fe: ha llegado el Reino definitivo e insuperable de
una motivación que debe hacernos pensar. Dios; de que, en El, Dios se comunica a Sí mis-
mo, comunica su propia gloria —concediendo
irrevocablemente su p o d ó n al mundo peca-
El Mesías — Dios hecho hombre dor—; de que, en El, Dios ha pronunciado su
Palabra última, definitiva, insuperable, y de
Está claro que aquí no podemos exponer que esa Palabra es este Dios mismo en su
con exactitud y detenimiento, en el sentido gloria.
propio de la palabra, ni la una ni la otra posi- No es necesario que nos interesemos aquí
bilidad de acceso al Jesús «histórico» como en saber si Jesús empleó de buena gana, y has-
Cristo. No nos esforzaremos tampoco por dis- ta qué punto lo hizo, esa palabra («Mesías»),
tinguir con exactitud entre los diversos acce- que naturalmente estaba cargada ya de conno-
sos. Ni se va a discutir que esos diversos acce- taciones, pero que al menos fue usada por sus
sos a Jesús (su interpretación de Sí mismo, la discípulos como enunciado de la comprensión
fe que de hecho tiene la Iglesia, etc.) se asien- que Jesús tenía de Sí mismo, rectamente en-
ten siempre —para nuestra fe y su legitima- tendida (de lo contrario, no le habrían llama-
ción— en la credibilidad de la resurrección de do «el Cristo»). Podemos enunciar el concep-
Jesús (como sello que Dios imprime sobre la to de «mesías» de maneras muy distintas, des-
autocomprensión de Jesús). Esta fe en la re- de perspectivas y aspectos muy distintos. Pe-
surrección exige de por sí una justificación ro, en cualquier caso, el Mesías será aquel con
propia, en la que hay que reflexionar sobre la quien y en quien ha llegado el Reino definitivo
unidad (no identidad) entre materia y espíri- de Dios. Y este Reino de Dios, diciéndolo con
tu, sobre la esperanza de la propia resurrec- sencillez suprema (y, si se quiere, un poco me-
ción (entendida rectamente), sobre el testimo- tafísicamente), es precisamente Dios mismo:
nio de los discípulos de Jesús y sobre otras El mismo, y no una cosa diferente de El.
cosas. Por tanto, si el Mesías es la promesa defi-
NUtSIHA HtLAUlUINI UUIM fcL ¿J
32 ¿OUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

nitiva e irrevocable que Dios hace de sí mismo, a Sí mismo —bien a las claras— más como Me-
entonces yo creo que tenemos ya lo que la cris- sías que como Palabra encarnada de Dios. Si
tología tradicional quiere expresar con el con- identificamos estos dos conceptos en lo que
cepto de la filiación divina de Jesús, con el propiamente quieren decir, desaparece esta di-
concepto de la unión hipostática, con la encar- ficultad. ¿Por qué podemos identificar ambos
nación del Hijo eterno de Dios, etc. Claro que conceptos ?
se podrá discutir si mi afirmación es acertada
o no. Podría quizás objetarse que el concepto
de Mesías (tal como acaba de describirse) y Dios que se da a Sí mismo
el concepto de Dios hecho hombre no son idén-
ticos. Pero yo creo que estos dos conceptos se Sobre este punto, sugeriremos brevemente
pueden identificar totalmente, presuponiendo la siguiente reflexión: Si Dios se manifiesta a
siempre que sabemos con claridad que «Me- través de una realidad puramente creada, en-
sías» significa esencialmente más que cualquier tonces esa realidad que en cierto modo le des-
clase de profeta enviado por Dios; que «Me- vela es algo puramente creado, algo finito, algo
sías» significa portador de un mensaje defini- que (por ser finito) da o puede dar cabida jun-
tivo, ya no superable por principio: un men- to a sí a otra cosa distinta o a otra cosa que
saje en el que Dios se «fija» y define defini- venga después; esa realidad es siempre, por
tivamente. necesidad, una cosa provisional.
Con esta identificación de ambos concep- De ahí, creo yo, se puede deducir y com-
tos, digámoslo de paso, tendríamos la ventaja prender la siguiente proposición: Toda reali-
(desde el punto de vista apologético) de que dad que es simplemente finita en la historia
podríamos establecer una conexión inmediata del mundo como creación de Dios, no puede
entre la concepción de Jesús en los niveles más en absoluto proclamar nada definitivo, insu-
antiguos del Nuevo Testamento y la fe cristo- perable, irrevocable. Por consiguiente, cuando
lógica de las declaraciones oficiales de la Igle- Dios quiere decir en el mundo algo que ya no
sia. El que crea que el concepto de Mesías es es provisional, algo que es definitivo e irrevo-
inferior en contenido o que expresa menos que cable, naturalmente no por medio de meras
el concepto de Hijo eterno de Dios, ese tal palabras sino por medio de realidad y hechos,
tendía que explicar la dificultad de por qué entonces esa realidad tiene que poseer tal
Jesús, en el Nuevo Testamento, se comprende unión con Dios que esa realidad sea Dios mis-
34 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?
NUESTRA RELACIÓN CON EL 35

mo. No simplemente idéntica con El, porque


una de dos: o lo definitivo es El mismo, o no
entonces el Dios infinito no sería en Sí inmu-
puede haber nada definitivo. Sin embargo, si
table y eterno, sino unida de tal forma con El
ha de haber en el mundo una realidad que sea
y hasta tal punto hecha una sola cosa con El
insuperable, entonces esa realidad, a diferencia
que, si esa realidad fuera superada realmente
de todas las demás cosas creadas, tiene que
por otra cosa distinta, Dios mismo tendría que
pertenecer al Dios santo como realidad propia
sufrir mudanza. O inversamente: Si Dios quie-
suya; y en esa realidad creada, pero que le per-
re dar al mundo una promesa definitiva e irre-
tenece a El mismo, tiene Dios que prometerse
vocable de Sí mismo, entonces esa manifesta-
a Sí mismo para el mundo: en su gloria divina
ción tiene que estar tan unida con El en unión
más genuina y como el don más íntimo.
real que —si dicha manifestación quedase su-
Yo creo que esto ha acontecido precisamen-
perada— Dios mismo dejaría de ser quien es.
te en Jesús, y sólo en El, por título propio. El
No puede haber en el mundo nada realmente
es el profeta que, sin hacerse por ello religio-
irrevocable, definitivo, sino en el caso de que
samente inaceptable, hace valer su título de ser
tenga con Dios mismo una unidad en la que
la Palabra última, insuperable y definitiva en
Dios esté «implicado» como lo que es.
la historia entre Dios y el hombre, y hace valer
Los profetas religiosos ordinarios, las per- también el título de que esa Palabra última y
sonas religiosamente creadoras —con razón, y definitiva es la promesa genuina y real que
precisamente cuando su mensaje es auténtico Dios hace de Sí mismo; una promesa en la que
y en la medida en que lo es— han vivido siem- Dios no da algo creado por El, por muy glo-
pre, en el fondo, con la conciencia de que po- rioso que sea, sino que se da realmente a Sí
dían ser superadas; de que, ante la infinita mismo. Podrá creer alguien que este enuncia-
plenitud óntica y las posibilidades infinitas de do es muy metafísico y abstracto, pero en el
Dios, el profeta no puede en absoluto decir la fondo es lo que ha acontecido en la manifesta-
última palabra. Tal vez uno de esos profetas ción de Jesús. Dios viene aquí y nos redime,
diga una palabra inspirada por Dios. Pero pa- y esta redención —así aparece en el Nuevo Tes-
rece que, por principio, es imposible que diga tamento, particularmente en Pablo y en Juan—
una palabra última, una palabra no superable no es precisamente la restauración y perfeccio-
ya frente a la plenitud infinita de la realidad namiento de un mundo finito en sí mismo,
divina, frente a la ilimitación de sus posibili- sino que es Dios que se da a Sí mismo. Tal es
dades. Precisamente cuando se trata de Dios, el conocimiento del mensaje mesiánico: la co-
36 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? NUESTRA RELACIÓN CON EL 37

municación irrevocable que Dios hace de Sí luchó en torno a la voluntad de Dios, tuvo ex-
mismo en Jesús. periencias religiosas. Pero precisamente toda
Naturalmente, Dios tiene que vérselas siem- esa realidad humana era, ni más ni menos, la
pre y por doquier con el hombre, en la his- realidad en la que Dios podía estar ahí, El mis-
toria del individuo y de las colectividades hu- mo, genuinamente, y en la que Dios —en los
manas. Y así ocurre especialmente en el Anti- acontecimientos históricos de ese hombre (in-
guo Testamento. Pero todos estos encuentros cluida su muerte y resurrección)— se prome-
fueron más bien «ensayos de aproximación», tió a Sí mismo irrevocablemente en beneficio
aunque pudieran estar sustentados en lo ínti- del mundo.
mo por la desbordante esperanza de que tales
aproximaciones eran los heraldos que anuncia-
ban la cercanía definitiva y bienaventurada 2. Problemas de la cristología tradicional
por la que se iba a estar cerca de Dios mismo.
Estos encuentros no tuvieron en absoluto el La cristología tradicional trata de expresar
valor de esperar con seguridad que pudieran esta relación singularísima y única entre Dios
ser ya irrevocables. Se aguardaba «la nueva y y la realidad de Jesús, relación en la cual Jesús
eterna alianza», pero no como alianza tangible es la Palabra insuperable y definitiva de Dios
en la historia, como alianza irrevocable. Ahora al mundo. Y para ello habla de la «unión hipos-
bien, en Jesús se da esa alianza. tática» y trata, a su vez, de hacer comprensi-
Entonces, la realidad humana tangible de ble esa unión hipostática mediante la llamada
Jesús tiene que ser la realidad misma de Dios, «comunicación de idiomas». Con ella se dice
no en cuanto que deje de ser realidad finita y que hay tal unidad (lo que no significa «iden-
humana, no en cuanto que desaparezca —por tidad») entre el Logos eterno de Dios y la rea-
decirlo así— absorbida en la incomprensibili- lidad humana de Jesús que los predicados de
dad de Dios. Nada de eso. Sino que esta reali- la realidad humana de Jesús pueden enunciar-
dad de Jesús, en cuanto creada, tiene que po- se con toda verdad acerca del Logos eterno
seer con Dios una relación distinta de la rela- (el Logos se hizo hombre, el Logos eterno su-
ción que, por lo demás, existe en el mundo. Je- frió, el Hijo del Padre sufrió, etc.); y que, por
sús, como demuestran los acontecimientos his- el contrario, allá donde se comprende la reali-
tóricos, ha tenido con Dios una relación de dad humana de Jesús en su concreción defini-
criatura absolutamente auténtica. Jesús oró, tiva, en la cual no debe concebirse en absoluto
NUESTRA RELACIÓN CON EL 39
38 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

¿Concibes realmente que el Hijo eterno de


como separada de Dios, pueden enunciarse
Dios, que es Jesucristo, ore al Padre; que se
también de Jesús predicados divinos (Jesús es
halle ante la incomprensibilidad de la volun-
Dios, etc.). Esta doctrina de la comunicación
tad de Dios; que pueda tener experiencias no
de idiomas nos obliga realmente a comprender
sólo sobre cosas terrenas, sino también sobre
de manera singular y sumamente realista la
las intenciones de Dios; que sea obediente y
unidad entre la Palabra (el Verbo) eterna de
que incluso pueda aprender obediencia, como
Dios y la realidad humana, y en este sentido
dice la Carta a los Hebreos? El cristiano co-
es doctrina verdadera. En una cristología cris-
rriente tratará, por lo menos, de decir que to-
tianocatólica no podemos renunciar a tal co-
do eso no es posible, porque Jesús es Dios. Ve-
municación de idiomas.
mos por ello que la comunicación de idiomas,
Pero tiene también sus dificultades, lo mis-
por irrenunciable que sea, tiene también sus
mo que todos los enunciados humanos. De he-
dificultades. Su problemática podríamos redu-
cho, induce constantemente, al cristiano que
cirla abstractamente al denominador siguiente:
piensa a base de esa comunicación de idiomas,
a representarse no una unidad entre Dios y la
realidad humana de Jesús, sino una identidad,
Dogmas de la diferencia y de la unidad
una absoluta identidad entre la divinidad y la
humanidad en Jesús. Claro está que, en el pen-
samiento cristiano, no es posible mantener Por la comunicación de idiomas, o en la
consecuentemente ese error, porque de lo con- comunicación de idiomas, se enuncia un «es».
trario desaparecería en absoluto la realidad Jesús «es» Dios y «es» hombre. En el lenguaje
humana de Jesús. Pero el malentendido que, normal de los hombres, semejante «es», cuan-
contra su intención original, puede llevar con- do se enuncia en el sujeto y en el predicado
sigo esa comunicación de idiomas hace una y una realidad sustancial, predica una identidad.
otra vez que Jesús, o lo que nosotros llamamos «Pedro es hombre»: esta proposición significa
Jesús, se conciba como una especie de librea que hay identidad real entre ser hombre y ser
de la Palabra (Verbo) eterna de Dios, y que se Pedro. Tal identidad no existe en los enuncia-
desatienda la diferencia real (decimos «dife- dos en que hay «es» en la comunicación de idio-
rencia real» y no «separación») entre la divi- mas, ni tampoco la afirma la cristología orto-
nidad y la humanidad en Jesucristo. doxa. Pero sí se afirma y se enuncia una unidad
de índole singular y que no aparece en ningu-
Si preguntamos a un cristiano corriente:
40 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? NUESTRA RELACIÓN CON EL 41

na otra parte. Esta unidad, que no es identi- persona de la Palabra (Verbo) eterna de Dios,
dad, la enuncia y explica la comunicación de no negarnos con ello que al hombre Jesús, por
idiomas, pero al mismo tiempo la oscurece. La lo que se refiere a su humanidad, le correspon-
oscurece, porque el «es» con el que se expresa dan aquellas realidades que se entienden y se
la comunicación de idiomas enuncia en los de- enuncian por el término moderno, corriente
más casos una identidad y no una unidad, por- entre nosotros, de persona. Hoy día «persona»
que tal unidad no existe en ningún otro caso. significa para nosotros un centro subjetival de
Todo ello es, objetivamente, la doctrina en- actos: de actos de conciencia de sí mismo y de
señada clara y distintamente por el Concilio de libertad. En este sentido es obvio que en Je-
Calcedonia. Es, por tanto, una verdad de fe y sucristo existe también una personalidad hu-
no una opinión que pudiera sostener un cris- mana, finita, creada, un centro de actividad
tiano al tratar de pensar racionalmente. Nada subjetivo, consciente de sí mismo, que actúa
de eso. Es una verdad que el cristiano tiene que libremente, el cual de manera obvia y necesa-
aceptar por principio como verdad revelada. ria pertenece a la «naturaleza» humana —co-
Para decirlo con otras palabras: en Jesús no mo expresa la vieja fórmula de la Iglesia—, lo
se ha llegado sólo a una unidad singularísima mismo que cualquier otra cosa. Quien olvida-
entre la divinidad y la humanidad, sino que es ra esto, caería —expresándonos en lenguaje de
un dogma que tal unidad no constituye identi- historia de los dogmas— en un moderno «apo-
dad, sino que la divinidad y la humanidad se linarismo»: una vieja herejía que afirmaba que
dan en este Jesucristo sin mezcla ni confusión, el alma propiamente humana y creada había
aunque no estén separadas la una de la otra. sido sustituida en Jesucristo por el Logos di-
Y este dogma acerca de la diferencia tendría vino, y que Jesucristo no poseía, por tanto, nin-
que aceptarlo un cristiano que quisiera hablar gún centro subjetivo, creado, de actividad, si-
rectamente, con arreglo a la fe, acerca de Je- no que dicho centro habría sido sustituido por
sucristo, con la misma claridad con que acepta el Logos divino.
el dogma acerca de la unidad inseparable entre
Jesús es capaz de orar, Jesús es capaz de
la divinidad y la humanidad en Jesucristo.
ser humilde, Jesús puede enmudecer ante la
Por consiguiente, está claro también que, incomprensibilidad de Dios, Jesús puede ser
cuando hablamos de que en Jesucristo hay una obediente, Jesús puede tener experiencias nue-
sola «persona» y decimos que, para la fe cris- vas; en cuanto hombre, Jesús no se halla ante
tológica de la Iglesia, esa sola «persona» es la su propia historia como el que, en cierto mo-
NUESTRA RELACIÓN CON EL 43
42 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

en todos sus aspectos y la cuestión consistiera


do, lo contempla ya todo y puede decir: «¡To- únicamente en aceptarlo con fe o rechazarlo.
do eso lo he sabido ya siempre, de antemano! » La cosa no es tan sencilla. Si no nos preguntá-
Toda esta historia y realidad humana de Je- ramos de nuevo, una y otra vez, qué significa
sús no es sólo el material (como muñeco de este concepto; si no se admitiera el derecho y
guiñol movido por la mano del artista) por me- ia obligación de intentar decir siempre de nue-
dio del cual un «yo» divino atrajera la aten- vo lo que este concepto significa y de emplear,
ción. Evidentemente, esta personalidad huma- por tanto, necesariamente otros conceptos y
na subjetival tiene en realidad una relación fórmulas, entonces, de la aceptación de este
con Dios exactamente igual de activa que cual- dogma de la unión hipostática haríamos una
quier otro hombre y pertenece de esta manera proposición que sólo sería válida para compro-
(y no en forma menguada) a Dios como reali- bar la pertenencia formal a la Iglesia. Ahora
dad propia de El. La unidad radical de esta bien, ¿cómo pondremos en claro lo que quie-
realidad humana (juntamente con su ser sub- re decir exactamente esa unidad expresada por
jetival) no disminuye, sino que eleva y radica- la unión hipostática?
liza este carácter subjetival del hombre Jesús.
En efecto, hay muchas «unidades» [unio-
Porque cuanto más cerca está uno de Dios,
nes] de realidades que no son sencillamente
tanto más hombre se es, incluso en el aspecto
idénticas. Hay que decir, por tanto, a qué uni-
de la libertad humana.
dad se hace referencia aquí. Tengo la sospecha
de que a no pocos (incluidos los teólogos) les
parece que esta unidad apenas necesita ulte-
Tolerancia para las cristologías modernas rior explicación, porque tales personas, aun-
que no de manera totalmente clara y explícita,
A las reflexiones precedentes añadiremos, consideran que esta unidad consiste en que el
a modo de epílogo, unas cuantas observacio- Logos soporta la existencia de esa realidad hu-
nes. El lector a quien no le interesen las con- mana de Jesús y hace por sí mismo que esa
troversias teológicas puede saltárselas, senci- realidad sea. Pero aun prescindiendo de que,
llamente. Para otros podrán ser quizá de algu- hoy día, la mayoría de los teólogos admiten
na utilidad, aunque no ofrezcan novedades muy seguramente que la realidad humana de Jesús
particulares. tenga una «existencia» creada, esta interpreta-
No hay que proceder como si el concepto ción de la unidad constituiría a lo sumo un
de unión hipostática estuviera claro sin más
44 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? NUESTRA RELACIÓN CON EL 45

«theologúmenon» no obligatorio, que puede ser ontológicamente. Si se respondiera que es pre-


rechazado por cualquiera. ferible no decir: «en cuanto que», sino decir
Por consiguiente, esta representación no es sencillamente: «la» («la persona de Jesús, que
una explicación del sentido del dogma enmar- es también Dios, murió»), entonces vuelve a
cado por ella. Las representaciones de la uni- surgir la pregunta de qué es lo que significa
dad que involuntariamente se orientan por ese «es también». Reaparece la pregunta acer-
unidades del mundo de nuestra experiencia (la ca de la esencia de esta unidad. Para decirlo
unidad entre el cuerpo y el alma, la unidad en- con otras palabras: Si ese «es», la «comunica-
tre porciones que tienen conexión en una rea- ción» de idiomas, esa unidad hipostática, no
lidad material) siguen siendo también inútiles enuncia precisamente una identidad, entonces
y ponen en peligro el verdadero sentido de la ¿qué es lo que enuncia y qué es lo que cierta-
unión hipostática. mente no enuncia, para que siga siendo verdad
Parece, pues, que no queda más que la ex- el «asynchytós» [inconfuse, sin confusión] de
plicación que trata de hacer comprensible la Calcedonia?
unión hipostática por medio de la comunica- Puede que tenga razón el que rechace como
ción de idiomas: Esta unidad sustancial es de insuficientes los intentos de formulación lleva-
tal índole que soporta ontológicamente la co- dos a cabo, por ejemplo, por Schillebeeckx,
municación de idiomas. Yo creo que esta for-
Küng y Schoonenberg. No emitiremos un jui-
ma de explicación es legítima e inevitable. Pero
cio sobre este punto. Pero a quien haga este
hay que conceder, no obstante, que la comuni-
rechazo habría que pedirle que investigara y
cación de idomas, en sí misma, no es nada fácil
propusiera formulaciones ortodoxas mejores,
de entender, como podría parecer a primera
vista. Porque cuando se predican de la «perso- porque no podemos afirmar sin más que esa
na» las propiedades de una «naturaleza» que unidad singularísima, que indudablemente exis-
hay en Jesús, como propiedades que realmen- te en Jesús, entre la divinidad y la humanidad,
te corresponden a la persona, «en cuanto que» se presente hoy día con suficiente claridad a
esa misma y única persona es denominada se- nuestra comprensión. No se objete que se tra-
gún la otra naturaleza (eso es lo que quiere de- ta en todo ello de un misterio fundamental del
cir la comunicación de idiomas), entonces sur- cristianismo que sólo puede ser adorado, pero
ge la pregunta acerca de lo que quiere decir sobre el que no debemos seguir elucubrando.
ese «en cuanto que» y qué es lo que significa No hay que descartar el misterio. Evidente-
43 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? NUESTRA RELACIÓN CON EL 47

mente, no. Pero ¿nos dispensa eso de reflexio- pío, quien está convencido de que la unidad de
nar sobre él para evitar malentendidos? dos amantes es una unidad más real, más hen-
Pues bien, si en realidad no se puede decir chida de realidad que la unidad entre el table-
que el concepto de la unión hipostática sea un ro y las patas de una mesa o que la unión de
concepto de la vida cotidiana diáfano por sí dos moléculas en la unidad de un pan (que el
mismo, entonces hay que explicarlo y hay que Tridentino concibe como sustancia), a ese tal
contar con que, en tal intento de explicación, no se le puede prohibir de antemano, por este
surjan nuevas preguntas y deseos de aclara- supuesto, describir con categorías «psicológi-
ción. No podemos afirmar que la historia de cas» o «morales» la unidad que se da en Cristo
la cristología, que indudablemente ha existido, (suponiendo que no pierda de vista la singulari-
haya llegado hoy día a su fin sencillamente dad e inconmensurabilidad de esa unidad) ni
porque a algunos teólogos ya no se les ocurre opinar al mismo tiempo que ha enunciado esa
nada más. unidad de manera más radical que si intentara
Ahora bien, si esta historia debe continuar, enunciarla en conceptos «más ontológicos»; en
deben ensayarse nuevos intentos de formula- conceptos que él luego explica (aunque no
ción. Y habrá que contrastarlos y compulsar- quiera) con modelos intuitivos tomados de la
los, desde luego, con la Escritura, con las defi- física.
niciones de los Concilios y con la manera co-
Con ello surge otra cuestión que no vamos
mo la Iglesia comprende la fe. Pero tales in-
a discutir aquí, a saber: si las formulaciones
tentos deberán preguntarse también si son ver-
de esa unidad dimanadas de tales presupues-
daderamente útiles para que el hombre de hoy
tos existenciales son admisibles en la Iglesia,
día, con su horizonte de comprensión, entien-
dada la inevitable reglamentación del lengua-
da la fe. No se puede decir de antemano que,
je, o si hay razón para suprimirlas de la pro-
cuando tal o cual teólogo tiene la impresión de
clamación que efectúe la Iglesia. El número
que una nueva formulación no recoge la anti-
reducido de teólogos que consideran acerta-
gua verdad obligatoria de la cristología, tenga
das esas formulaciones nuevas podría ser un
razón con toda seguridad en esa impresión su-
argumento a favor de que tales formulaciones
ya. (Pío X tenía la impresión de que admitir
no son necesariamente falsas, pero que debie-
la existencia del yahvista era incompatible con
ran evitarse porque sus presupuestos no pue-
las enseñanzas vinculantes de la Iglesia; Juan
den ser entendidos por la mayoría de los cris-
Pablo II no tiene ya tal impresión). Por ejem-
tianos que hay en la Iglesia, de lo cual es in-
NUESTRA RELACIÓN CON EL 49
48 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

dicio, a su vez, el número de teólogos que re- rabie como en ninguna otra parte— (y yo creo
cruzan esas formulaciones. En tales reflexio- que esto cualquier cristiano podrá entenderlo
nes, que aquí no hemos hecho más que suge- y seguirlo con relativa facilidad), entonces, de
rir, estaría justificada en la Iglesia una ma- esa manera llana y sencilla he abarcado y com-
yor tolerancia que la que ha reinado hasta pendiado toda la cristología. Pero aun esa com-
ahora. En efecto, la historia nos enseña que prensión sencilla de que, en Jesús, Dios se me
muchas de las cosas que una vez se rechaza- ha prometdo a sí mismo de manera definitiva
ron como herejías —el verdadero Nestorio, e insuperable, puede y debe ser objeto de re-
quizás Pelagio, la doctrina de la justificación flexión por parte de la conciencia de fe de la
enseñada por los reformadores protestantes, Iglesia y puede y debe aclararse por medio de
algunas teorías sobre la formación del Antiguo otras formulaciones y liberarse de malentendi-
Testamento, etc.— se han enjuiciado luego de dos que simplifiquen y allanen en exceso.
manera mucho más benigna, por buenas razo- Por este motivo, toda la larga historia cris-
nes aceptadas incluso por la parte contraria. tológica de la fe, desde los sinópticos —pasan-
¿No podríamos hacer que reinara desde un do por San Pablo y San Juan— hasta llegar a
principio tal flexibilidad en el pensamiento y los concilios de la Iglesia antigua, es una his-
en la crítica? toria acertada, necesaria e inevitable. Podría-
mos decir incluso que es conveniente que esa
historia continúe hoy día de manera más clara
En Jesús se me ha acercado Dios totalmente y explícita, más valiente y serena, para que la
Iglesia, precisamente siendo fiel a su antiguo
Claro está que alguien tendrá la impre- dogma, intente con valentía decir de nuevo lo
sión de que todo lo que acabamos de decir es que ese dogma significa; para que la Iglesia no
muy complicado y difícil y, con gesto de duda, se limite a seguir trasmitiendo de forma fosi-
puede plantear la pregunta de si hay que ocu- lizada aquellas verdades cristológicas rectas,
parse de todos esos arduos enunciados y cues- pero que se conservan en proposiciones hu-
tiones para ser verdadero cristiano. Por el con- manamente limitadas. La vieja cristología si-
trario, de cuanto hemos expuesto hasta ahora gue siendo nuestra cristología, pero tenemos
se podría deducir: Si estoy realmente conven- el derecho y la obligación de reflexionar cons-
cido de que, en Jesús, Dios mismo se me ha tantemente sobre ella; de apropiárnosla real-
prometido —y lo ha hecho de manera insupe- mente; de intentar decir, quizá de otra mane-
NUESTRA RELACIÓN CON EL 51
50 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

propia gloria definitiva, irrevocable, liberado-


ra, lo que esa cristología quiere decirnos, cuan-
ra, perdonadora, ahora todavía en la historia
do nos resulte difícil comprender; y de medi-
que tiene que consumarse en ti, pero por mi
tar a fondo sobre ella bajo otros aspectos dis-
parte he obrado ya en tu vida lo definitivo de
tintos.
mi amor, precisamente porque Jesús existe y
Habría, con toda seguridad, muchos de esos
permanece eternamente».
aspectos. Habría posibilidades de partir de una
moderna ontología existenciaria, entendida rec-
tamente, para formular en términos nuevos la
3. ¿Qué sucede cuando amamos a Jesús?
cristología entendida en el antiguo sentido.
Quizá se pudieran formular de nuevo los da-
tos valiéndose de una cosmovisión evolutiva al Contemplemos ahora nuestra relación con
estilo de Teilhard de Chardin y considerar a Jesús desde el otro polo de esta relación, es
Cristo Jesús como el punto Omega de la evo- decir, desde el hombre que por medio de su
lución cósmica, que se encuentra ya activo en amor crea unión con Jesús. Está claro que tal
el mundo y en su evolución. Se podría quizá relación del hombre con Jesús está sustentada
formular de nuevo la antigua cristología me- por lo que llamamos la virtud (sobrenatural)
diante una teodramática, rectamente entendi- divina [teologal] del amor. Está claro que,
da y prudentemente formulada, y proyectarla cuando adoptamos esta relación de amor con
desde el punto de vista de una teología de la Jesús, no somos nosotros —en el fondo— los
historia, cristianamente entendida y que no que tomamos la primera iniciativa, sino que
comprometiera la inmutabilidad eterna de somos siempre los que respondemos, aquellos
Dios, etc. Ahora bien, el cristiano sencillo, lla- a quienes se les ha anticipado ya el amor de
no, que trabaja en su propia salvación con Dios: ese amor que hace que nuestro amor sea
humildad y esperanza, puede y debe decirse a posible. El radicalismo del amor a Jesucristo
sí mismo: «En Jesús se me ha acercado Dios llega necesariamente a ser posible —como po-
totalmente, Dios en persona, y ha obrado en la demos afirmar teológicamente— por el poder
historia de la humanidad algo que no puede ya del amor que se ofrece siempre anticipadamen-
anularse, porque Dios no puede ya volverse te a nuestra libertad, y que en último término
atrás; y en Jesús, Dios ha hecho algo consigo es Dios mismo, porque El nos ama y ese amor
mismo. En este acercamiento de Dios en Jesu- es una realidad en la que Dios se comunica al
cristo, Dios me ha dicho: Aquí estoy como tu
NUESTRA RELACIÓN CON EL 53
52 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

centro más íntimo de nuestro ser. Por eso so- realizado. Pues bien, ¿qué sucede cuando ama-
mos capaces de amar a Jesús. mos a Jesús,?
Pero, una vez presupuesto esto, resulta ya
posible y necesario describir más exactamente
ese amor a Jesús y explicar de nuevo con más Incondicional y definitvo
claridad lo que, por la fe, captamos como la
realidad de Jesús. Es obvio que ambas perspec- En primer lugar, diremos con toda franque-
tivas —la que contempla las cosas desde Je- za que amamos a una persona real, la busca-
sús y la que las contempla desde el amor a mos, pensamos en ella, hablamos con ella, nos
Jesús— se condicionan siempre la una a la sentimos cerca de ella, tenemos la sensación
otra y que, por tanto, la descripción de nues- de que nuestra propia vida se halla plasmada
tro amor a Jesús tiene que hacer constante- esencialísimamente, entre otras cosas, por esa
mente que hable también la otra perspectiva. persona, por su pensar y sentir, por su vida,
A tal reflexión no habrá nada que reprochar- por su destino, etc. De la misma manera que
le por ello. amamos a otra persona, así —por lo menos—
amamos a Jesús. La cuestión, por tanto (ya
Amamos a Jesús. Ya hemos considerado
que aquí no tenemos que describir extensa-
antes por qué era eso fundamentalmente posi- mente el amor genuino y personal entre dos
ble, a pesar de todas las limitaciones de tiem- personas en general), consiste únicamente en
po y de espacio. Pero la prueba suprema y saber qué características, qué singularidad y
realmente decisiva de la posibilidad de este radicalismo tendrá este genuino amor humano
amor es que tal amor realmente existe: que a Jesús, y precisamente a Jesús, a diferencia
hay personas que hacen efectivamente que Je- del amor a otras personas.
sús sea el centro de su pensar, de su querer, A esta cuestión podemos tratar de respon-
de su amar, de toda su existencia. De la exis- der, claro está, desde los ángulos más diver-
tencia efectiva de una cosa se deduce, también sos. Aquí partimos del hecho de que, en gene-
en este caso, su posibilidad. Y toda la proble- ral, un amor humano —por muy incondicional,
mática en torno a esa posibilidad tendrá que radical y definitivo que quiera ser— está co-
referirse abiertamente, una y otra vez —por determinado de algún modo por una secreta
difícil que sea analizar tal posibilidad—, a que reserva: el temor del amante de no agradar al
esa posibilidad tiene que existir, porque se ha amado y el temor de que el amado pueda fallar
54 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?
NUESTRA RELACIÓN CON EL 55

en su propio amor, ese amor que es necesario


a la incondicionalidad, a la definitividad y a la
para amarle a su vez a él; el temor horrible
entrega radical y real. No podemos ni necesi-
de amar a una persona en la que finalmente se
tamos reflexionar aquí sobre cómo se supera
ve que no hay en ella, sencillamente, nada que
ese dilema interno que se da en el amor hu-
la haga amable; la amenaza interna de que el
mano, sobre cómo puede darse en un amor hu-
amor ha de ser sin reservas, a pesar de que ese
mano —tal como existe en la vida diaria— la
amor pudiera no ser tan incondicional como
tranquila seguridad de que ese amor permane-
desearía serlo; la cuestión de hasta qué pun-
ce, es definitivo, se logra realmente en su esen-
to es firme ese amor que pretende ser incondi-
cia suprema. De todos modos, vemos por ello
cional, de saber si es sólo un enamoramiento
—al menos hasta cierto punto— lo que signifi-
pasajero, de si no irá languideciendo poco a
ca el amor a Jesús. En él tiene que darse un
poco, matado por el tiempo. Todas estas secre-
amor definitivo en el que se superen las últi-
tas reservas y temores, y otros parecidos, están
mas reservas e inseguridades de todo amor hu-
asociados —confiésese o no— con los amores
mano: un amor que pueda ser realmente in-
humanos a otra persona. Y están asociados de
condicional hasta en lo último y en todas las
manera necesaria e inevitable. Hasta tal punto
dimensiones y que consiga serlo efectivamente.
que, si uno de esos amores terrenos, por su
Puede atribuirse a sí mismo la incondicionali-
voluntad de incondicionalidad y definitividad,
dad y definitividad, el derecho a la inmodera-
pretendiera negar esa amenaza interna, tal
ción y a la ausencia de reservas, porque sabe
amor —en el fondo— traicionaría su propia
que en Jesús, con quien está indisolublemente
esencia. Porque sería inauténtico. Se atribui-
unido, se da la razón de tal incondicionalidad,
ría a sí mismo y al amado una incondicionali-
ya que El es el Dios fiel, y ésa es su propia in-
dad y una validez absolutas que no les corres-
condicionalidad. Claro está que, en nuestra vi-
ponden. Fingiría una seguridad que no posee
da, ese amor a Jesús está siempre en sus co-
en realidad. Angustiado en lo más hondo por
mienzos; nunca es un amor consumado; tiene
esa ficción, se excedería en forzarse a sí
que crecer; tiene que aprender; tiene que con-
mismo.
quistar y ocupar las diferentes dimensiones
Mas, por otra parte, ese amor precisamen- del hombre. Pero, por principio, ese amor a
te, a pesar de su amenaza, a pesar de la cir- Jesús es incondicional y posee ese carácter de
cunstancia de que no puede dar de sí garantía absoluto que es capaz de llenar plenamente al
absoluta, es, no obstante, un amor que tiende hombre y hacer que éste se entregue real y
NUESTRA RELACIÓN CON EL 57
56 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?
y —por decirlo así—, en una eclosión extática,
completamente a Jesús como al único ser sale de sí mismo sin posibilidad de retornar a
amado. sí de nuevo.
Pero aquí, en nuestro contexto, es impor-
tante saber qué condición previa debe tener en
Amor hasta la entrega suprema Jesús ese amor para que sea realmente el amor
radical, incondicional, seguro de sí mismo, que
No es preciso que nos detengamos aquí a no puede extraviarse y que nosotros exigimos
describir ese amor. Dediquémonos, más bien, de nuestro amor a Jesús. Porque hay que de-
a estudiar inmediatamente qué condiciones cir, precisamente, que una persona sólo pue-
previas hacen posible tal amor, para que se de y debe ser amada así, sin reserva alguna,
pueda pensar seriamente en él y pueda existir cuando esa persona tiene una unidad absoluta
tanto en la persona que ama como en Jesús, y definitiva con Dios. A menudo se expresa la
que debe ser amado de esta manera. Porque vehemencia e incondicionalidad de un amor
hay que decir, ciertamente, que tal amor no humano diciendo que el amante tiene la volun-
puede darse en la persona amante sino cuando tad de compartirlo todo incondicionalmente
es sustentado por el poder de la incondiciona- con la persona amada, de identificarse con su
lidad misma de Dios. Eso es lo que quiere de- destino, cualquiera que sea, y de estar dispues-
cir la Teología escolástica cuando afirma: Es- to a ir con ella hasta la más densa oscuridad
te amor salvífico a Jesús tiene lugar en el po- y llegar incluso a la condenación del infierno.
der —y como actuación— de la virtud sobre- Si concebimos esto como la formulación, un
natural infusa del amor divino [la virtud teo- tanto patética, de la incondicionalidad legíti-
logal de la caridad], en el que Dios —por su ma del amor humano, entonces serán válidas
gracia antecedente— es el principio, el garante tales descripciones del amor.
y el sustentador de ese amor del hombre hacia Pero en la seriedad suprema de la realidad
El. El amor a Jesucristo tiene una incondicio- podemos y debemos afirmar: Únicamente po-
nalidad que es precisamente la incondicionali- drá ser amado con amor incondicional y abso-
dad del amor del hombre a Dios, por lo que lutamente desinteresado, que llegue hasta la
requiere la misma gracia divina que se precisa entrega de la última fibra de la propia existen-
para ese amor del hombre a Dios, amor en el cia, aquel que posea aquella pureza, claridad,
que el hombre se entrega a Dios de manera su- incondicionalidad e inamisibilidad que única-
prema y radicalísima, se pone en sus manos
58 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? NUESTRA RELACIÓN CON EL 59

mente se dan allí donde la persona amada está de carácter absoluto), podría amarse también
unida de tal modo con la incondicionalidad, a esa persona con amor incondicional: con ese
pureza, claridad e ilimitación de Dios, que to- amor que parece que reservamos para Jesús.
das esas propiedades divinas se puedan predi- Pensemos, por ejemplo, en María, para ver un
car en verdadero sentido, aunque sea por par- caso de estos. Semejante amor podría ser dis-
ticipación, de esa persona amada. Todo aman- tinto, por otras razones, del amor que recla-
te dice al amado: Yo te amo incondicionalmen- mamos para Jesús (y para El sólo), pero la ar-
te. Pero si este amor no ha de pervertirse por gumentación que acaba de hacerse no sería
esa incondicionalidad, entonces tiene que aso- acertada tampoco, porque hace que la unión
ciar dicha incondicionalidad con una reserva, radical de la persona amada con Dios sea la
porque nadie, sin destruir en el fondo su amor, razón de lo incondicional del amor hacia esa
se atreverá a querer ir con otro al infierno. O persona. ¿Qué hay que decir sobre todo esto?
ese amor, por su carácter incondicional, sabe El carácter definitivo de la unión con Dios
ya que la persona a la que se ha de amar in- de una persona permite, sí, que tenga carácter
condicionalmente ha sido ya aceptada incon- definitivo el amor hacia ella (aunque, por otras
dicionalmente por Dios. Pero tal cosa no la razones, ese amor sea más pequeño que el
sabemos de nadie en este mundo: iinicamente amor que se profesa a otra persona).
de Jesús de Nazaret (o, deduciéndolo de El, lo Pero ¿en qué se basa el carácter definitivo
sabemos también de aquellas personas que con de la unión con Dios que constituye la razón
seguridad le pertenecen y que quedan asumi- para semejante amor? ¡Se basa en la conver-
das en la afirmación que se hace de Jesús). sión de Dios hacia nosotros: esa conversión
que crea amor y que únicamente en Jesús se
ha hecho claramente palpable en el mundo y
Jesús es amado anónimamente se ha hecho irreversible en cuanto a la histo-
ria de la salvación! Porque sólo cuando Dios
Para aclarar un poco y superar una dificul- ha prometido al mundo su amor, haciéndolo
tad que surge en este punto, hay que hacer al- de manera real (y no como un teorema) y en
gunas indicaciones más. Podría objetarse: Si forma para El irrevocable, es ya posible aque-
se llega a saber (sea por el camino que sea) lla fiabilidad incondicional y confianza abso-
que una persona está, de hecho, unida indiso- luta del amor a una persona. Pero esta prome-
lublemente con Dios (por una predestinación sa se ha dado únicamente en Jesús. Para ex-
NUESTRA RELACIÓN CON EL 61
60 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

presarlo teológicamente: La unión entre un entrega incondicional a la otra persona: allí


ser humano y Dios que no sea unión hipostá- —en el fondo— se ama también a Jesús como
tica, «compromete» a Dios —por sí sola— de tal, aun en el caso de que el amante no conoz-
manera sólo condicionada y revocable. Por ca todavía ese Nombre bendito. Pero nosotros,
consiguiente, cuando se ama radicalmente a los cristianos, que podemos llamar por su
una persona porque está unida con Dios, per- nombre a ese Amado originaria y radicalmen-
siste, sin embargo, la reserva a que nos refe- te, nosotros —los cristianos— decimos: Jesús
ríamos; de lo contrario, esa persona es amada de Nazaret. Y cuando se sabe realmente qué
en el marco de un amor absoluto, lo cual es es lo qtie acontece en ese amor; cuando se sa-
legítimo, pero supone (tácitamente) que Dios be a qué condiciones previas se ajusta necesa-
ha incluido a la persona amada dentro de su riamente en la persona amada ese amor, para
promesa absoluta, dada por El en Jesús (y no ser la más monstruosa perversión o el su-
únicamente en El), y debería suponerse real- premo absurdo de la existencia, entonces, en
mente que tal persona ha sido incluida en esa las condiciones previas y presupuestos de tal
promesa (cosa que en esta vida no puede sa- amor en la persona amada, se da ya —en el
berse con seguridad absoluta). Se puede, por fondo— todo lo que la fe cristiana confiesa
tanto, experimentar y ensalzar la incondiciona- acerca de Jesús de Nazaret como de quien
lidad de un amor humano, pero el cristiano existe en unidad absoluta, de índole sustan-
sabe que ese amor se basa, por lo menos «anó- cial, con Dios. Como dijimos, esta afirmación,
nimamente», en la incondicionalidad de la pro- en la que se explica tal correspondencia entre
mesa del amor de Dios hacia los hombres, el amor a Jesús y la realidad de Jesús enuncia-
amor que únicamente en Jesús y sólo por El da en la cristología cristiana, podría y debería
se ha hecho absoluto e irrevocable. tal vez estudiarse ahora más detalladamente.
Pero lo que hemos dicho bastará por el mo-
Quizá pueda decirse todo esto (y acaso hu- mento.
biera que decirlo) de manera más cuidadosa,
exacta y precisa; pero puede decirse también
con brevedad y sencillez: allí donde el amor
puede prescindir realmente, con seguridad de- Abandonarse a la incomprensibilidad de Dios
finitiva y absoluta, de todas las reservas; allí
donde el amor puede vivir realmente hasta el Pero hay que añadir, por lo menos, otra co-
fin su esencia más auténtica y original como sa más. En este amor a Jesús, de índole incon-
NUESTRA RELACIÓN CON EL 63
62 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

en la entrega principalmente en manos de la


dicional y radicalmente única, no sólo sucede incomprensibilidad de Dios, se está diciendo
la consumación del hombre dentro de lo hu- la verdad. Porque todo lo que no se identifica
mano, sino que también acontece precisamente con Dios, es —considerado únicamente en sí
aquel acto de la existencia humana, aquel acto mismo— finito y condicionado y puede ser sus-
que, en último término, es el único incondi- tituido y desplazado por otra cosa; puede ser
cionado y radical, en la cual existencia el hom- amado, pero se le puede rehusar también ese
bre se entrega a Dios y acepta su misteriosa amor, precisamente porque es un ser finito.
incomprensibilidad, eternamente radiante y ra-
Ahora bien, si la suprema incondicionali-
dical. En efecto, el que ama a Jesús ama a Aquel
dad y la absoluta radicalidad de la existencia
cuyo destino quiere él compartir en este amor
humana puede acontecer únicamente en el
y, precisamente al hacerlo así, se entrega al
abandonarse a la incomprensibilidad de Dios,
destino de la muerte de Jesús. Está dispuesto
entonces la afirmación de que se ama a Jesús
a abandonarlo todo, con el Señor moribundo,
definitiva e incondicionalmente, en forma ab-
en manos de la incomprensibilidad de Dios.
solutamente singular, no contiene una contra-
Abandonar todo el mundo y abandonarse a sí
dicción con lo que acaba de decirse. Porque
mismo. Tácitamente y sin condiciones, aunque
precisamente ese Jesús, como el Crucificado y
ese Dios parezca ser más oscuro que el absur-
el Resucitado, es aquel hombre que, por un la-
do, por ejemplo, en Sartre o en Camus, si bien
do, realizó esta capitulación incondicional ante
este acto cristiano de entrega con Jesús a Dios
Dios, y de El, y sólo de El, sabemos con certe-
no es el resultado del puro absurdo, que sólo
za de fe que esa capitulación fue realmente
existe como voluntad de condenación (si es
aceptada, que toda la existencia de ese hombre
que pudiera darse de hecho esa voluntad, lo
ha sido objeto de entrega total y sin reservas
que es de temer que suceda, pero que en últi-
a Dios y que ha sido aceptada por Dios.
mo término no podemos saber), sino que está
siempre iluminado por una luz suprema y ocul- Esto se conoce al creer en Jesús como el
ta y humildemente confesada (como la aceptó Resucitado. El amor incondicional a Jesús,
Jesús, en su abandono por Dios, diciendo que no quiere llegar a nada ni a ninguna parte
« ¡Padre! »). sino a Jesús, y la entrega incondicional del
hombre a Dios, entrega que es lo único abso-
Cuando se afirma que lo absoluto, lo abso- luto de la existencia humana, son —en el fon-
lutamente incondicional, solamente puede acon- do— una misma cosa. Porque este Jesús es el
tecer (si es que puede acontecer en el hombre)
64 ¿OUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

Crucificado, el que se abandona a la muerte,


a la incomprensibilidad de Dios, y es el que
3
es Aceptado por ello bienaventuradamente. Lo
absoluto del cristianismo es Dios, y lo absolu- Jesucristo,
to de la entrega de la existencia humana a Dios sentido de ia vida
se llama —en el fondo— Jesús de Nazaret; y
ambas son precisamente una misma cosa en
lo que en cristología escolástica llamamos la
unión hipostática de la Palabra [Verbo] eter-
na con la realidad humana de Jesús. Hoy día, la palabra «sentido» es como un
término clave en las reflexiones filosóficas y
religiosas. Si el amor a Jesús no ha de ser un
sentimiento accidental e inocuo, sino el acon-
tecimiento que en nuestra vida significa la sal-
vación, entonces tendrá sentido recoger esta
pregunta acerca del amor a Jesús y, para res-
ponder mejor a ella, transformarla en la pre-
gunta acerca de si Jesucristo es, y en qué sen-
tido lo es, el sentido de nuestra vida. De este
modo podrá quedar más claro lo que significa
amar a Jesús.
Este tema es tan universal que abarca pro-
piamente la totalidad de la fe cristiana. Por
tanto, de esa inmensa totalidad de la fe cris-
tiana diremos tan sólo unas pocas cosas —y
éstas de modo fragmentario y con una selec-
ción que, inevitablemente, será un poco arbi-
traria—; y las orientaremos hacia nuestra pre-
gunta acerca del sentido. Muchas de las cosas
que tal vez podrían y deberían decirse signifi-
66 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 67

cativamente sobre este tema, se omitirán, qui- Finalmente, en una respuesta cristiana a la
zá para desencanto del lector. pregunta acerca del sentido total de la existen-
Como es obvio, trataremos aquí de dar res- cia humana, hay que tener en cuenta de ante-
puesta a nuestro lema a base de toda la fe cris- mano que la respuesta total no nos ahorra la
tiana ortodoxa y normal. Pero no podrá evitar- tarea de buscar respuestas a preguntas parcia-
se el toque innegable de una teología individual les y particulares acerca del sentido. Y no de-
y, por tanto, un poco subjetiva y que no tiene bemos sentirnos decepcionados de que, en esta
la obligatoriedad de las enseñanzas del Magis- historia del acontecer terreno, la respuesta a
terio. Cuando el autor tenga conciencia expre- la pregunta sobre el sentido total no deje de
sa de esta subjetividad, no dejará de señalar- ser siempre muy formalista, no sacie el ham-
lo, como es natural. Pero este toque de teolo- bre insatisfecha de una interpretación concre-
gía individual (en el lenguaje, en la acentua- ta, aunque sea parcial, del sentido. El deseo
ción de determinadas proposiciones de la fe de que el café de la taza esté dulce, no se sa-
cristiana, en la selección y enlace de las ense- tisface mediante la explicación de que Dios es
ñanzas del magisterio cristiano, etc.) puede el Bien infinito que encierra en sí todas las
darse aun en casos en que el autor no se dé dulzuras.
cuenta, o no lo haga notar expresamente para
no ser demasiado prolijo.
Tal vez esta reflexión decepcione a más de 1. La pregunta acerca del sentido
uno, porque no tiene tanto el tono de un himno
triunfal a la respuesta cristiana a la pregunta Al hablar de Jesucristo como del sentido de
acerca del sentido de la vida, sino que señala, la vida, hay que hacer primero algunas aclara-
incluso con claridad, los límites de una res- ciones. Por «sentido» no entendemos, claro es-
puesta cristiana a dicha pregunta. Porque, en tá, relaciones particulares e individuales entre
última instancia, lo único que hace es invitar a realidades que también son particulares, como
confiar ese ansia infinita del hombre por un por ejemplo la relación significativa que pue-
sentido que llene su vida al misterio incom- de apreciarse entre la capacidad para volar y
prensible de Dios, mediante la decisión de una la estructura de las alas de las aves, o también
fe que espera, y a aceptar la entrada en la os- la inteligencia de que una determinada viven-
curidad divina como único amanecer de la luz cia artística tiene sentido en sí misma, legiti-
verdadera. ma su existencia por sí misma y no sólo por
68 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 69

la utilidad que tiene para otra cosa. Por sen- de fe. No obstante, hay que hacer aún dos ob-
tido entendemos aquí el sentido único y total, servaciones sobre este sentido total.
universal y definitivo de toda la existencia hu-
mana. Partimos del supuesto de que existe tal
sentido; de que es conocible en su esencia y Búsqueda de sentido que tiene consecuencias
de que puede realizarse en su existencia.
Este presupuesto no es evidente. Los agnós- En primer lugar, salta a la vista inmedia-
ticos y escépticos dirán, sí, que el hombre ca- tamente que este sentido de la existencia —sen-
mina a través de la finalidad y la significabili- tido total que lo abarca todo y que satisface
dad cuando se fija a sí mismo metas y las rea- todas las exigencias del sentido— no se puede
liza y cuando obtiene resultados que él valora montar pieza por pieza a base de interpreta-
como positivos, satisfactorios y placenteros. ciones parciales del sentido. El intento de tal
Pero no sería posible hallar y alcanzar un sen- interpretación del sentido no haría sino llevar-
tido total y definitivo. La vida se desvanece nos a una serie interminable de interpretacio-
últimamente en el vacío. La pregunta y el an- nes parciales de sentido; cada una de ellas
helo de un sentido definitivo y universal sería, ofrecería sólo la promesa, constantemente in-
desde un principio, carente de sentido. El cris- satisfecha, ele una interpretación del sentido
tiano está convencido de lo contrario. Cree en total. El cristiano busca «fuera» del curso de
la posibilidad de una realización del sentido la historia la interpretación del sentido total,
universal; esa realización es, para él, tarea de y la busca como la vida eterna dada por Dios
su propia libertad mediante la consumación de mismo, aunque esta interpretación del senti-
esa historia del acontecer de su propia liber- do sea, al mismo tiempo, el fruto eterno de
tad; y es al mismo tiempo don de Aquel a esa historia, en la que ésta se sobrepasa a sí
misma. Con ello, el cristiano da una contesta-
quien llamamos Dios; precisamente en esa ac-
ción a su pregunta acerca del sentido total,
ción de buscar la realización de un sentido uni-
junto a la cual sólo sería concebible la simple
versal se nos puede desvelar qué es lo que sig-
renuncia a una respuesta. Ahora bien, aunque
nifica la palabra «Dios».
es «transcendente», la contestación acerca del
Nos llevaría muy lejos ponernos a funda- sentido, por ser la única total, tiene plena sig-
mentar ahora esta convicción básica del cris- nificación para la vida que vivimos aquí y aho-
tiano y a probar que es una convicción digna ra; no debemos dejar tranquilamente a los
70 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 71

visionarios y soñadores la esperanza de eterni- Senlido que se conviene en misterio


dad, como si lo que hemos de hacer aquí no pu-
diera cambiarse por medio de tales sueños me- En segundo lugar, hay que decir que este
tafísicos. En efecto, allí donde el hombre de Dios, a quien el cristiano declara como res-
este tiempo realiza seriamente, en la fe, una puesta a la pregunta acerca de la interpreta-
suprema apertura hacia Dios y hacia su vida ción del sentido total, es el misterio inabarca-
eterna como esperanza propia suya, allí se cam- ble, jamás penetrable, jamás manipulable, y
bia también —en sentido liberador y exonera- lo sigue siendo por toda la eternidad. Aquí no
dor y comunicador de sobria claridad —la re- podemos ofrecer el fundamento en que se ba-
lación del hombre con las realidades y tareas sa esta proposición, que establece que el cono-
del más acá. Tampoco podemos detenernos cimiento del hombre está orientado absoluta-
aquí a exponer esto con más detalle. Pero hay mente, en último término, hacia este misterio
que hacer constar que nuestra búsqueda de y «fracasa» en él (por decirlo así) y únicamen-
sentido, aquí y ahora, por mucho que tenga a te de esta manera halla su satisfacción y cum-
Dios por objetivo, a Dios que domina nuestra plimiento. Damos aquí por supuesta la convic-
experiencia práctica, no es pregunta de especu- ción cristiana acerca de la incomprensibilidad
lación ociosa, sino que tiene consecuencias que de Dios, que subsiste misteriosamente. A esta
son realísimainente palpables. incomprensibilidad, el hombre —en última ins-
Por el contrario, sigue siendo verdad, y hay tancia— sólo puede acercarse con entrega de
que acentuarlo, que nuestra pregunta acerca amor, pero no con un conocimiento que haga
del sentido total tiene como objetivo a Dios, comparecer lo conocido ante el tribunal supre-
el cual no aparece en nuestra experiencia em- mo del conocer.
pírica cotidiana, tal como ésta es definida prin- Ahora bien, si Dios es el misterio infinito,
cipalmente por las ciencias naturales moder- jamás abarcable, entonces la cuestión acerca
nas. Sin embargo, esta definición o deslinde del sentido total desemboca en una extraña cri-
no significa, ni mucho menos, que se dé res- sis: Anhelamos el sentido y, con razón, el sen-
puesta negativa a! problema acerca de la expe- tido total. Pero, en este anhelo, hemos intenta-
riencia metafísico-existencial de Dios: una ex- do (de manera casi involuntaria e irrefleja)
periencia que, por tanto, sea también empírica comprender este sentido como lo «transparen-
en cierto sentido. t a b a y transparentado», como lo aclarado y
que aclara así la oscuridad de nuestra existen-
72 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO. SENTIDO DE LA VIDA 73

cia. Anhelamos luz e involuntariamente nos no convertimos secretamente a Dios en instru-


imaginarnos esa luz, que ha de iluminar y dar mento de nuestra propia autoafirmación.
sentido a todo, al estilo de nuestras propias
luces que utilizamos para andar a tientas en
medio de nuestras tinieblas. Creemos que es 2. La pregunta acerca de Jesús
conocido algo cuando penetramos en las rela-
ciones mutuas de sus pormenores y cuando esa Partiendo de estos presupuestos, hay que
correlación podemos integrarla en la correla- plantearse la pregunta acerca de si Jesucristo
ción más amplia de nuestras necesidades y cu- es, y hasta qué punto lo es, la respuesta cris-
riosidades. Pero no puede tratarse de eso cuan- tiana a la pregunta humana acerca del sentido.
do conocemos a Dios como misterio inabarca- Naturalmente, la respuesta auténtica y últi-
ble; porque esta experiencia del incomprensi- ma a la pregunta acerca del sentido es Dios,
ble no constituye precisamente el lamentable y por cierto en la significación que acabamos
residuo de un conocimiento penetrante, sino de indicar. En la medida en que por Jesucris-
la esencia suprema y originalísima del cono- to entendamos el Logos eterno de Dios, que es
cimiento. de la misma y única naturaleza divina que el
Padre (consustancial con el Padre), la proposi-
Cuando se trata del sentido total y defini-
ción de que Jesucristo es la respuesta suprema
tivo de la existencia humana, y si este sentido
a la pregunta acerca del sentido del hombre
ha de ser el Dios incomprensible, entonces el
es idéntica a la proposición de que Dios es esa
sentido se convierte en el misterio al que hay
respuesta. Jesucristo: El y nadie más y nada
que entregarse calladamente, con amor y ado-
ración, para aproximarse a él. Esta significa- más. Pero, evidentemente, no es ésta la signifi-
ción enteramente distinta, inesperada, no quie- cación de la proposición de que Jesucristo es
re expresar un sentido que nosotros podamos la respuesta a la pregunta acerca del sentido
penetrar, captar y dominar. Este sentido es el del hombre; porque no enunciaría nada nue-
misterio que se apodera de nosotros mismos; vo, característico, específicamente cristiano.
su bienaventuranza se nos regala únicamente Por Jesucristo se entiende, ciertamente, el Lo-
cuando nosotros afirmamos y amamos ese gos eterno de Dios, pero precisamente en cuan-
santo misterio por sí mismo, no por otros; to se hizo carne, como dice San Juan; precisa-
cuando nos entregamos a nosotros mismos y mente en cuanto entró en unidad real, sustan-
74 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 75

cial, con toda la realidad humana de Jesús de lamen te esa humanidad de Jesús en orden a la
Nazaret. verdadera salvación, en orden al sentido total
Nos preguntaremos, por tanto, hasta qué del hombre.
punto este Jesús de Nazaret, como hombre con Claro está que tal pregunta tiene una res-
historia humana concreta, como muerto y re- puesta en i a Sagrada Escritura, en la tradición
sucitado, tiene significación constitutiva (así cristiana y en diversas fórmulas que en parte
lo vamos a formular) para el sentido total de se completan y en parte vienen a decir lo mis-
nuestra vida. Esto no coincidirá sencillamente mo. Y así, se dice: Dios, en la encarnación del
con la proposición de que el Logos eterno es Logos eterno en Jesús de Nazaret, asumió a
el sentido de nuestra vida. Por eso Jesucristo toda la humanidad y con ello, por ser consus-
—en su realidad e historia humanas— no pue- tancial con nosotros [ = de la misma naturale-
de ser del mismo modo el sentido total de za que nosotros], se solidarizó con toda la hu-
nuestra existencia que cuando tal cosa se enun- manidad. El Logos eterno nos redimió en la
cia de Dios. pasión y la muerte obediente de su historia hu-
mana; porque de esta manera dio satisfacción
a la justicia eterna de Dios y fundamentó su
La humanidad de Jesús y el sentido total voluntad salvífica; dio fundamento para que
del hombre Dios, a pesar del pecado de la humanidad, nos
otorgara su gracia perdonadera, que es El mis-
Esta pregunta es, manifiestamente, de sig- mo. Jesús de Nazaret, en cierto modo, es el
nificación fundamental para la fe y la vida acontecimiento histórico que no sólo es sus-
cristiana. Por un lado, Jesucristo —en su hu- tentado —lo mismo que toda la historia— por
manidad— no se identifica sencillamente con el Dios eterno y suprahistórico, sino en el que
Dios, sino que es uno con Dios en unión hipos- Dios mismo actúa con el mundo en el escena-
tática (como se la suele llamar); esta unidad, rio de la historia y padece conjuntamente su
en la que creemos, enuncia al mismo tiempo tragedia. Jesús, por la obediencia de su pa-
la distinción entre la realidad humana y la rea- sión, como persona absolutamente inocente y
lidad divina. Por otro lado, únicamente Dios pura en su amor, nos abrió acceso al Padre,
puede ser el objetivo del sentido final del hom- siendo nosotros pecadores; porque Jesús se
bre. En realidad, es una cuestión acuciante pa- solidarizó enteramente con nosotros.
ra los cristianos la de saber qué significa exac- Tales y parecidas interpretaciones de la
JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 77
76 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?

de Dios experimentó personalmente nuestro


significación salvífica de Jesucristo —es decir,
destino y nuestra muerte, y con ello quedan
de su significación y función constitutivas pa-
salvados y redimidos ese destino nuestro y esa
ra el sentido total de nuestra existencia— se
nuestra muerte; el Logos mismo del Padre
encuentran en gran número. 1
tomó sobre Sí nuestro destino con la hipoteca
Pues bien, los enunciados soteriológicos de
del pecado y de Ja muerte, y con ello lo re-
la tradición cristiana (relativos a la redención)
dimió.
pueden clasificarse en dos categorías: los que
más bien se orientan hacia el calcedonismo También en nuestros días se propugna esta
puro y los que más bien se orientan hacia el teoría «neocalcedonense» de la redención, pe-
neocalcedonismo. Lo que queremos decir con ro en la mayoría de los casos, como es natural,
estos tecnicismos teológicos abstrusos es lo sin referirla expresamente al neocalcedonismo.
siguiente: La unidad entre la divinidad y la El enunciado, en sí, es una de las verdades de
humanidad, en cuanto es fundamento para la fe del cristianismo católico, porque contiene,
redención, es entendida por algunos teólogos en sí mismo considerado, la doctrina de la
hasta tal punto como unidad que, aun mante- comunicación de idiomas, es decir, la doctrina
niendo el dogma calcedonense de que en Jesús de que lo que se enuncia acerca del hombre
no se mezclan ni se confunden la divinidad y Jesús hay que enunciarlo también acerca de
la humanidad, consideran el destino de Jesús Jesucristo, que es Dios (esto no quiere decir:
como un destino deparado por Dios para Sí «en cuanto» es Dios). Ahora bien, aparece una
mismo. Interpretan, por tanto, el dogma calce- sutil diferencia, apenas perceptible y, no obs-
donense desde la perspectiva teológica de Ciri- tante, profunda, con respecto a la interpreta-
lo de Alejandría: Dios padeció, el Logos eterno ción «neocalcedonense» antes descrita, en cuan-
to leemos tal enunciado a la luz del «calcedo-
1
Prescindimos aquí de que tales fórmulas —co- nismo» puro de que no se mezclan ni se con-
mo sucede a menudo, y con razón— se puedan di- funden las dos naturalezas.
vidir en enunciados que emplean más bien conceptos
y esquemas ónticos y en enunciados tomados más La interpretación «neocalcedonense», aun
bien de la esfera de lo moral; se dividen, por con-
siguiente, en enunciados acerca de la unidad óntica manteniendo el misterio, desearía entender la
del Logos con la criatura (unidad que, en sí, es con- redención en el sentido de que Dios padeció y
cebida no sólo como presupuesto, sino como el su-
ceso mismo de la salvación) y en enunciados que ha- murió, y de esta manera nos redimió; aunque
blan del sacrificio, de la sangre, de la obediencia, etc., sabe muy bien que esto es un misterio, entien-
en los que se contempla propiamente el aconteci-
miento salvífico. de este enunciado de la «muerte obediente de
Vi! ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO. SENTIDO DE LA VIDA 79

Jesús» como algo que se predica también de ha de ser redimido. Queda redimido por el he-
la divinidad. Ahora bien, el seguidor del czil- cho de haber sido también el destino de Jesús;
cedonisrno puro insistirá, en relación con es- y en El (es decir, en Jesús), se puede y se debe
te punto, en que —aun manteniendo la unión predicar tal destino, con toda razón (en virtud
hipostática entre la divinidad y la humani- de la unión hipostática), del Logos, pero no de
dad— hay que salvaguardar al mismo tiempo modo que esa predicación identifique el sujeto
¡a verdad de que no se mezclan ni confunden y el predicado, la eternidad de la divinidad y
ambas nautralezas; Ja muerte y la finitud per- la pasión de ia humanidad. La unión hipostá-
tenecen únicamente a la realidad creada de tica enuncia aquella unidad singularísima que
Jesús y se hallan del lado de acá de la dis- no se da en ninguna otra parte, que por lo de-
tancia infinita que existe entre Dios y la criatu- más nos es desconocida, que incluye en sí mis-
ra, del lado creado del Dios-hombre, que es ma la distinción, la no confusión [la no mez-
uno; pero el Logos eterno, en su divinidad, cla], que se proclamó como dogma en Calce-
no puede sufrir, como tal, ninguna historici- donia. Por eso, para el teólogo del calcedonis-
dad, ninguna muerte obediente. mo puro sigue existiendo la pregunta acerca
El calcedonismo puro sospecha siempre de la manera en que esa unidad entre Dios y
que la otra soteno! ogía hace secretamente de hombre lleva en sí su función y su significa-
la comunicación de idiomas (entre las dos na- ción redentoras.
turalezas) una identidad de idiomas (de los
idiomas de ambas); se haría que el Dios eter- Del «Cristo pura nosotros» al «Cristo en sí»
no, que se halla por encima de toda la historia,
que no puede padecer, padeciera en sí mismo Queda por investigar por qué somos redi-
(en sentido gnóstico o de Schelling o como midos cuando Dios carga sobre la realidad hu-
quiera que sea); se creería que se redime nues- mana de Jesús nuestra existencia determinada
tro destino trasladándolo a la interioridad mis- por la culpa y la muerte. El destino de Jesús
ma de Dios. El calcedonismo puro (aun admi- es, en sentido verdadero, el destino propio de
tiendo la unión hipostática y, con ello, la posi- Dios; pero esa suerte deja intacta la vida pro-
bilidad de la comunicación de idiomas que, pia de Dios con su suprahistoricidad y su estar
sin embargo, se entiende precisamente en sen- libre de sufrimiento y con su bienaventuranza
tido calcedoner.se) acentuará que la finitud y libre de culpas; porque la realidad de Dios y
la muerte son, ante todo, nuestro destino, que la creaturidad de Jesús permanecen sin con-
(1(1 ¿OUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 81

fundirse ni mezclarse. El «calcedonense puro» sus y su destino, se intenta llegar a compren-


dirá siempre que la santa e «impasible» felici- der lo que significa la unión hipostática. Por
dad de Dios nos ha redimido «formaliter». Eso consiguiente, el camino propuesto conduce
es lo que nos ha redimido, y no algo terreno y del «Cristo para nosotros» al «Cristo en sí»,
finito que, por medio de especulaciones, hu- Para decirlo sencillamente: la unión hipostáti-
biera sido introducido en el interior de Dios ca se comprende como el presupuesto, que en
—como tal—; la muerte de Jesús, sea cual sea sí no es quizás enteramente dilucidable, de lo
el modo en que haya que seguir explicándola, que experimentamos en Jesús, a saber, que El
no puede ser sino la causa de por qué y de es la Palabra [Verbo] última e irrevocable del
qué manera nos permite Dios apropiarnos de perdón y de la promesa con que Dios se nos
su santa e «impasible» felicidad, pero no es ya promete. El dogma cristiano acerca de Jesús
en sí misma (es decir, «formaliter») tal re- como Dios y hombre debe comprenderse co-
dención. mo formulación de la significación salvífica
Aunque aquí hemos sugerido algunas obje- —única e insustituible— de Jesús para noso-
ciones y cierta perplejidad ante la soteriolo- tros; la unión hipostática es, por tanto, el pre-
gía neocalcedonense, no quiere esto decir, ni supuesto que se encierra siempre en éste enun-
mucho menos, que la doctrina de la unión hi- ciado acerca de la significación salvífica de
postática sea la base de la significación sote- Jesús.
riológica, del significado de «redención» del
destino sufrido por Jesús, y que represente un
elemento necesario de la redención misma. 3. Jesucristo, sentido y salvación del hombre
Sigue en pie la pregunta de si no se presta
mejor servicio a la comprensión del dogma Comencemos desde el principio a explicar
cristológico —y también a la comprensión de la significación salvífica —insuperable y defi-
la unión hipostática— cuando se procede en nitiva— que Jesús tiene para nosotros. En Je-
sentido inverso al que es corriente en la teo- sús tenemos a un hombre que vive en actitud
logía tradicional; es decir, cuando no se parte de insuperable cercanía de Dios, en pura obe-
de la divinidad de Jesús, de su unión hipostá- diencia a Dios y, al mismo tiempo, en solidari-
tica, para preguntarse acerca de la realidad de dad incondicional con los hombres, cualquie-
la redención, sino que, partiendo del significa- ra que sea la relación que ellos adopten con
do soteriológico que tienen para nosotros Je- respecto a El. Esta doble solidaridad con Dios
82 ¿OUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS' JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 83

y con los hombres es mantenida incondicional- lación de Sí mismo y en su muetre y resurrec-


mente por Jesús. El destino que de ella resulta ción— la Palabra definitiva e insuperable con
para Jesús es la muerte, en la cual El se entre- que Dios da testimonio de Sí al mundo. Si esto
ga definitiva y totalmente a Dios y a su dispo- se entiende radical y seriamente, contiene ya
sición incomprensible, manteninedo su amor en sí la doctrina tradicional de la unidad sus-
incondicional a los hombres. Ahora bien, en tancial, hipostática, del Logos con la realidad
esta caída en la total impotencia de la muer- humana de Jesús; si aceptamos a Jesús como
te, Jesús es el Afirmado y Aceptado definitiva- la autopromesa irreversible y definitiva de
mente por Dios, v como tal lo experimentamos Dios a nosotros, le confesamos ya como el Hijo
nosotros: como el «Resucitado». (Esta es la fe de Dios, consustancial con El.
cristiana nacida de la experiencia de los dis- ¿Por qué así? Toda realidad creada y finita
cípulos de Jesús y de la Iglesia; pero en este se halla siempre, por sí misma, dentro de .un
lugar no podemos detenernos a justificarla). espacio mayor de posibilidades; junto a este
Por consiguiente, el destino y la persona de tipo de realidad, siempre es posible otra reali-
Jesús tienen, más allá de su humanidad usual, dad, incluso contradictoria; en esa realidad no
una significación particular. Este Jesús decla- se ha establecido nunca Dios, su libre Hacedor,
ra que, con El, el amor de Dios que perdona y de manera definitiva. Todo lo finito, históri-
se entrega se ha vuelto hacia nosotros de ma- co, considerado en sí como tal, sigue siendo
nera definitiva e irrevocable; que el «Reino de retirable, revocable, objeto siempre de una li-
Dios» ha llegado irrevocablemente; que el bertad divina que no se fija nunca definitiva-
triunfo del amor divino perdonador se impone mente por medio de lo finito como tal, ni que
por parte de Dios insuperablemente en la his- tampoco puede hacerlo. Por eso, toda revela-
toria de la humanidad. Dado que este Jesús, ción en la que Dios objetiva y manifiesta su
por su resurrección, ha sido aceptado definiti- voluntad por medio de una palabra creada o
vamente por Dios, queda también reconocido de un suceso histórico, queda abierta hacia
el título que Jesús presenta de que, con El, se adelante, es revisable y provisional.
impone definitivamente y queda legitimada y Algo puramente finito, como tal, es incapaz
sellada la autocomunicación de Dios al mundo, por sí solo, debido a su esencia, de significar
a pesar del pecado y finitud de ese mundo y de una comunicación insuperable de Dios y de
su caída en la muerte. transmitírnosla; seguirá siendo siempre provi-
Pero, entonces, Jesús es —en su interpre- sional ante la infinitud de las posibilidades de
84 ¿QUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS? JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 85

Dios y ante lo soberano de su libertad. Ahora dad de su existencia en la muerte y en la re-


bien, cuando Dios nos comunica su promesa surrección; por eso, su realidad humana, a pe-
de Sí 3nismo como irrevocable y definitiva, en- sar de su historicidad y finitud, no puede ser
tonces la realidad creada, a través de la cua' simplemente algo «añadido» por el Dios tras-
eso acontece, no puede estar sencillamente a cendente, sino que tiene que ser la realidad
igual distancia de Dios que las demás realida- propia de Dios —aunque a nosotros no nos sea
des creadas, sino que tiene que ser de manera dado comprender del todo cómo una realidad
tan singular la realidad misma de Dios que El divina, que es Dios en identidad, puede distin-
se desacreditaría a sí mismo si la sobrepasara guirse de una realidad de Dios, que es Dios por
o superara por su finitud de criatura. asunción, por tanto en unidad sin identidad.
Sólo una realidad finita aceptada por Dios Si estas reflexiones, en su intención funda-
corno su propia realidad puede hacer que su mental y a pesar de la imperfección de sus
puesta en el mundo sea irrevocable. La Pala- fórmulas, están en lo cierto, entonces podemos
bra insuperable de la revelación de Dios para afirmar: Jesús es el Hijo de Dios, consustan-
nosotros tiene que ser la propia realidad de cial con El, y su realidad humana, a pesar de
Dios, porque de lo contrario quedaría prendi- su genuina, libre y humana subjetividad, es la
da en la condicionalidad y superabilidad de lo del Logos eterno de Dios; porque Jesús es
que es finito. Un simple profeta puede hablar, autopromesa de Dios a nosotros: una autopro-
sí, en nombre de Dios; pero la declaración fi- mesa irrevocable, insuperable y definitiva; y
nita que él comunique con sus hechos y con su esto puede únicamente serlo en cuanto que es
palabra sólo podrá proclamar algo que quede el Hijo consustancial.
abierto hacia adelante y sea superable. Única-
mente el Hijo (en el sentido bíblico), que es la
Palabra [el Verbo] de Dios, y que no sólo la 4. La fe en Jesucristo
declara en finitud, puede ser el profeta defini-
tivo, último, insuperable ya. Ahora bien, Jesús Con esto queda claro que es enteramente
afirma que El es la autopromesa definitiva de posible una cristología que parta desde abajo,
Dios: autopromesa incondicional e irreversi- desde la experiencia adquirida con respecto a
ble; y esta interpretación que Jesús da de Sí Jesús; que le experimente a El como nuestra
mismo y ese título que El hace valer han sido salvación (es decir, como la experiencia histó-
confirmados por Dios mediante la definitivi- rica acerca de] Dios que se promete a Sí mis-
¡u; Í.OUE SIGNIFICA AMAR A JESÚS?
JESUCRISTO, SENTIDO DE LA VIDA 11/

mo) y que, a partir de ahí, lleguemos entera- te abismal, en su victoria (llamada «ív.sunvc
mente a los enunciados metafísicos de la cris- ción»), Dios se le ha prometido a Sí mismo y
tología clásica. La proposición de que Jesús le ha prometido su perdón, su propia vida que
es la promesa definitiva con que Dios se nos supera toda perfección de lo finito; si cree que
promete a Sí mismo y la proposición de que esa promesa es —por parte de Dios— incondi-
Jesús es el Logos encarnado de Dios son inter- cional, irreversible, definitiva; que no será sus-
cambiables, con tal de que la primera proposi- tituida ni superada ya por ninguna otra época
ción se entienda radicalmente y la segunda, nueva y que tampoco puede ser superada, por-
acerca de la verdadera unidad entre el Logos que es la última Palabra de Dios; si un cristia-
y la realidad humana de Jesús, se entienda cal- no confía y cree abiertamente en ello y hace
cedónicamente y no monofisitamente (como si que esa esperanza insuperable sea más válida
se tratara de simple identidad). que todas las dudas, escepticismos y reservas,
Hay una cristología ascendente (que parte entonces será cristiano ortodoxo; entenderá
del hombre Jesús) y que viene a parar a la existencialmente la cristología clásica; hallará
cristología descendente clásica (Dios se hace y aceptará realmente a Jesús, rectamente en-
hombre). Con esto se comprende cómo y por tendido, como su salvador.
qué una relación, aparentemente inocua, de
confianza incondicional en Jesús puede con-
tener implícita, de manera total, la cristología
clásica. Y esta relación de confianza es ente-
ramente posible y se le puede pedir a un cris-
tiano normal que no sea teólogo especializado.
A un cristiano así le resulta conveniente y, si
es persona culta, incluso se le puede pedir que
conozca un poco las formulaciones de la cris-
tología clásica. Pero, si le cuesta trabajo y sien-
te que es un esfuerzo metafísico un tanto ar-
duo, no debe considerarse a sí mismo como un
mal cristiano cuya ortodoxia pudiera ponerse
en duda. Si tiene confianza en que en Jesús de
Nazaree, en su vida, en su doctrina, en su muer-
2.a Parte
¿Quién es
tu hermano?

Las siguientes páginas contienen esencialmente el


texto de una conferencia que pronuncié el 10 de no-
viembre de 1980 ante los estudiantes y profesores
católicos de la Universidad de Graz. El tema anun-
ciado era el de la fraternidad, tema central, por otra
parte, del «Katliolikcntag» de la diócesis de Graz-
Seckau.
El margen de una hora que se me había dado ya
constituía, de por sí, una gran limitación. ¿Qué se
puede decir en tan breve tiempo sobre un tema tan
vasto y tan importante?
Quien lea el texto de esta conferencia, refundido
ahora para su publicación, comprenderá por qué me
limito a estudiar tan sólo unos cuantos aspectos, es-
cogidos un poco al azar, de todos cuantos sugiere
la pregunta: «¿Quién es tu hermano?». Pienso que
la indulgencia del lector también formará parte de-
esa fraternidad que en la Iglesia hemos de ofrecer
unos a otros.
Karl Rahner
1
Presupuestos

1. Del amor a Dios y del amor a ios hombres

Cuando, partiendo de la pregunta «¿Quién es tu Lo primero será dar algunas indicaciones


hermano?», se ve uno precisado a estudiar el tema acerca de la relación fundamental existente en-
de la fraternidad cristiana —en su esencia y en sus tre el a m o r a Dios y el a m o r a los h o m b r e s .
posibilidades y dificultades actuales'—, tiene uno an- En la comprensión cristiana habitual, q u e
te sí un tema tan ilimitado y tan general que, a la se manifiesta por ejemplo en la predicación y
hora de hacer la inevitable selección, se corre un en la enseñanza de la religión (admitiendo, cla-
gran peligro de hablar precisamente sobre algo que ro está, que hay excepciones), se contempla
tul vez no sea lo que el lector espera. Podría suce- muy superficialmente tal relación. Al h o m b r e
der entonces que el lector se sintiera defraudado por se le pide una recta relación salvífica con Dios,
la obra y, frustrado, la dejara de lado. Es un riesgo que es descrita s u m a r i a m e n t e como a m o r a
evidente que, sin embargo, asumo plenamente. Dios sobre todas las cosas. Esta relación exige
En primer lugar, haremos algunas reflexiones teo- luego el cumplimiento de los m a n d a m i e n t o s
'<>a¡c(i:; de carácter general sobre el tema (cap. 1). de Dios, sin lo cual no se puede a m a r de ver-
Señalaremos después el hecho de que, para esta fra- dad a Dios. Entre dichos m a n d a m i e n t o s se en-
ternidad cristiana, la situación de hoy es enteramen- cuentra también el del a m o r al prójimo.
te nueva (cap. 2). Y finalmente, de aquellos presu- En esta m a n e r a de c o m p r e n d e r las relacio-
puestos y esta situación, deduciremos una serie de nes entre el a m o r a Dios y el a m o r al prójimo,
conclusiones (cap. 3) para la vida cristiana concreta. puede parecer este último como algo relativa-
mente obvio y también, no obstante, como al-
go muy difícil, de m a n e r a que dicho a m o r se
considere —en la vida práctica— como prueba
del a m o r a Dios. Pero esa es u n a m a n e r a muv
<)?. ¿QUIEN ES TU HERMANO?
PRESUPUESTOS 9:!

superficial de comprender las relaciones entre por Dios y se pierda a sí mismo realmente den-
el amor a Dios y el amor al prójimo. tro del Misterio inefable al que se entrega vo-
luntariamente.
F.l amor a Dios como lo único y total El hombre alcanza su perfección en el único
acto total de su existencia, amando a Dios por
En primer lugar, es casi inevitable que se ser El quien es. Pero esta perfección tan sólo
comprenda ya mal la esencia del amor a Dios se alcanza cuando no es ella lo que se busca,
cuando dicho amor se considera como cumpli- sino que se busca a Dios. En tanto que ese
mienlo de un precepto particular junto a otros amor constituve la totalidad de cuanto realiza
preceptos. De la misma manera que no se com- la existencia humana, no hay nada que sea
prende bien a Dios cuando se le considera co- más obvio que él, porque sólo la totalidad, y
mo una realidad partícula)', como una reali- no una parte, puede explicarse y hacerse com-
dad parcial dentro de Ja suma de todas las rea- prensible a sí misma. En tanto que este amor
lidades, así tampoco se puede depreciar el es la entrega a Dios, al Misterio jamás abarca-
amor a Dios como si lucra una obra particular ble y que permanece por toda la eternidad,
junto a muchas otras obras que se realizan en este mismo amor, tan obvio, es también in-
la existencia humana. El amor a Dios es la to- comprensible, es decir, no puede disociarse en
talidad de la libre realización de la existencia elementos que, uno por uno, podrían compren-
humana. derse mejor. Cuando desde el pulpito se ensal-
El amor a Dios no es, en último término, el za el amor a Dios como la condición para la
contenido de un mandamiento particular, sino salvación, entonces no se piensa en una acción
que es a un mismo tiempo el origen y la meta particular del hombre, sino en la única auto-
de todos los mandamientos particulares. Y rrealización total, la cual es obvia e incompren-
únicamente será lo que tiene que ser cuando sible al mismo tiempo, y en la que el hombre
Dios sea amado por sí mismo; es decir, no se expropia a sí mismo para entregarse a Dios.
cuando se viva el amor de tal forma que el Cuando se reflexiona sobre esto y, al mismo
hombre, por el cumplimiento de unas concre- tiempo, se descubre uno a sí mismo como pura
tas prestaciones que él se auto-exige, se afirme subjetividad vuelta hacia sí misma, que quiere
y se perfeccione a sí mismo, sino cuando, en venir a parar constantemente a sí misma, en-
ese amor, el hombre —sin buscarse a sí por tonces ese amor a Dios por ser El quien es, esa
encima de todo— salga de sí, se olvide de sí evasión de la cerrada estrechez de nuestra pro-
<M ¿QUIEN ES TU HERMANO? PRESUPUESTOS 95

pia existencia se nos manifiesta necesariamen- Esta relación de condicionamiento m u t u o ,


te como el milagro que, al fin y al cabo, sólo de inclusión recíproca, no debe entenderse, cla-
el propio Dios puede regalarnos. Si esperamos ro está, en el sentido de un h u m a n i s m o secula-
la salvación de todos los h o m b r e s , lo que es- rizado, como si el a m o r a Dios fuera un término
peramos, entonces, es ese milagro inefable del pasado de moda, u n a expresión mitológica que
a m o r de Dios a nosotros: u n Dios q u e nos re- sirviera p a r a designar el a m o r al p r ó j i m o : u n a
gala lo que es el único acto salvífico de nues- expresión de la que podría hoy prescindirse
t r a vida. E s t o hay que esperarlo aun en con- cuando se quisiera h a b l a r de u n a m o r ri-
t r a de todas las apariencias de u n egoísmo ma- guroso y desinteresado al h o m b r e . Dios es
sivamente pecador (o altamente sublime, si se más que un h o m b r e , infinitamente más. Es el
quiere) p o r parte del h o m b r e . Deberemos te- Dios que se halla p o r encima de toda realidad
ner en perspectiva este verdadero a m o r a Dios h u m a n a y que ha de ser a m a d o en adoración.
c u a n d o nos preguntemos acerca de la relación Y, no obstante, se da una relación m u t u a entre
entre el a m o r a Dios y el a m o r al prójimo; pre- el a m o r a Dios y e! a m o r al prójimo, por c u a n t o
cisamente ese amor, y no u n a determinada que ambos se condicionan de veras mutuamen-
prestación moral individual. te. No hay a m o r a Dios que no sea ya en sí mis-
mo a m o r al prójimo y que, sin la práctica de
este último, pueda ¡legar a serlo realmente.
Relación mutua en ¡re el amor a Dios y Sólo quien ama al prójimo puede saber quien
el amor al prójimo es realmente Dios. Y a fin de cuentas, sólo
quien ama a Dios p o d r á (que lo haga de ma-
Pues bien, el a m o r a Dios tiene relación con nera refleja o no, es ya o t r a cuestión) darse
el a m o r al prójimo no sólo p o r q u e este último incondicionalmente a la otra persona y no con-
ha sido preceptuado por aquél y, en cierto mo- vertirla en medio para la afirmación de sí
do, hace las veces de ensayo práctico del mis- misino.
mo. La relación es mucho más estrecha: el Si, por consiguiente, en el a m o r incondicio-
a m o r a Dios y el a m o r al prójimo se condicio- nal al prójimo se da ya conjuntamente el a m o r
nan m u t u a m e n t e ; el a m o r al prójimo no es a Dios, ello no significa ni m u c h o menos u n a
sólo una o b r a exigida p o r el a m o r a Dios y mengua o falsificación del verdadero a m o r al
subsiguiente a ese amor, sino que en cierto sen- prójimo. Dios no hace la competencia ai hom-
tido es u n a condición que ¡o precede. bre, sino que Dios es quien hace que se pueda
96 ¿GUIEN ES TU HERMANO? PRESUPUESTOS 1)7

comprender al hombre, quien le da su suprema 2. La unidad entre los sentimientos y la acción


significación y dignidad radical, estando al
mismo tiempo de manera muy íntima dentro Para la antropología católica hay unidad y
del hombre y descollando infinitamente por diversidad entre los sentimientos y la acción.
encima de él. La ex-sistencia* hacia Dios es la Por acción se entiende aquí un acto concreto,
interioridad más íntima del hombre. Cuando el especificable y controlable, que racionalmente
hombre es amado con una orientación hacia se puede deslindar, describir y organizar. Los
Dios, es amado en su supremo ser y esencia; y sentimientos significan, en último término, la
cuando el hombre se abre realmente en el amor relación única y total del hombre con Dios y
al prójimo, se da para él la posibilidad de sa- con el prójimo. Los sentimientos y la acción no
lir de sí mismo con verdadero amor, para amar se pueden separar entre sí ni tampoco son
a Dios.
idénticos. Los sentimientos supremos lo son
Propiamente, habría que reflexionar con mu- realmente cuando se concretan en una acción,
cha exactitud y perspicacia acerca de esta re- sin que por ello sean absolutamente palpables
lación mutua entre el amor a Dios y el amor
y controlables a posteriori en sí mismos. Lo
al prójimo para comprender lo que es la fra-
que ocurre, más bien, es que en tal acción los
ternidad cristiana. Si dicha fraternidad, en úl-
sentimientos llegan a su manifestación (una
tima instancia, no es más que un término dis-
manifestación que es absolutamente necesaria
tinto para designar el amor al prójimo, y si di-
cho amor al prójimo encierra en sí el misterio para ellos) y llegan también a un ocultamien-
del amor a Dios, que es la totalidad de la ver- to, ya que, en su necesaria objetivación en he-
dadera actuación de la existencia, entonces hay chos, no pueden ser captados ni determinados
que pensar también en esa incomprensibilidad, adecuadamente por la reflexión del autor de la
que es evidente, cuando hablemos en lo suce- acción ni por los demás observadores.
sivo acerca de la fraternidad cristiana. A causa de esta relación de unidad y dife-
rencia que hay entre los sentimientos y la ac-
* «Ex-sistencia» (en alemán, Ek-sistenz) es un ción, no pueden contemplarse una «ética de los
término inspirado en la filosofía de Heidegger y tiene sentimientos» (o «de las intenciones», como se
el significado de «salir extáticamente de sí para en-
tregarse a la verdad del ser» (en este caso, a Dios). dice a veces) y una «ética de las obras» como
Hay un juego de palabras, casi intraducibie, entre dos magnitudes que en último término fueran
«salir de sí en éxtasis» y permanecer en la «interio- idénticas, o entre las que uno pudiera escoger.
ridad más íntima» (Nota del Traductor).
98 ¿QUIEN ES TU HERMANO? PRESUPUESTOS 99

Y por eso, en lo que se refiere al amor al pró- rimenta constantes y nuevas sorpresas y des-
jimo, a la fraternidad cristiana no le resulta cubre incesantemente exigencias y tareas para
lícito tampoco efectuar una elección entre la el amor al prójimo, ese amor que está vivo en
«ética de los sentimientos» y la «ética de las ella. Son tareas con las que la Iglesia no había
obras». Los sentimientos [ = las intenciones] contado hasta entonces, sobre las que no había
no pueden prescindir de la acción, pero tampo- predicado desde el pulpito en los buenos tiem-
co pueden compensarse mediante obras. pos antiguos, y cuyo peso va entrando poco a
poco en la conciencia del mundo cristiano.
Este hecho es, en el fondo, consecuencia
3. La fisonomía histórica del amor al prójimo
evidente de la historicidad del hombre y de la
verdadera historicidad de la Iglesia y de su
El amor al prójimo muestra una verdadera
predicación del Evangelio. No basta con abrir
historicidad que ha de realizarse en actos. El
sencillamente el Evangelio para leer en él de
amor concreto al prójimo adquiere incesante-
manera clara y distinta lo que hoy día tienen
mente en la historia, por necesidad, nuevas y
que hacer el amor al prójimo y los sentimien-
distintas formas, según sean las diferentes per- tos cristianos de fraternidad. Pero existe un
sonas y las diferentes situaciones históricas. tradicionalismo que piensa, más o menos ex-
Ahora bien, si la historia no es sencillamente presamente, que tan sólo tiene que conceder a
un «desarrollo» de lo dado anteriormente y que las exigencias del amor al prójimo aquello que
ya se conocía, sino que ofrece incesantes sor- siempre se había predicado expresamente. Aho-
presas, entonces habrá que decir lo mismo con ra bien, en realidad se anuncian hoy día tareas
respecto a la historia del amor cristiano al pró- y exigencias de amor al prójimo que hace cien
jimo. También este amor entra constantemen- años no se habían mencionado nunca en nin-
te en situaciones históricas completamente in- guna carta pastoral y que, no obstante, son tan
esperadas, con las que no había contado hasta obligatorias como las antiguas exhortaciones a
entonces, y que no se dan tradicionalmente en no robarle al prójimo. Las exigencias de la no-
el lenguaje cristiano-religioso usual ni se si- violencia cristiana, de la protección del medio
guen trasmitiendo en ese lenguaje. Hay verda- ambiente, de la planificación familiar respon-
dera historicidad en el amor cristiano al pró- sable, de la asistencia sanitaria, de la responsa-
jimo. Por eso, también en esto la Iglesia expe- bilidad política, etc., podrían ser —por lo me-
100 ¿QUIEN ES TU HERMANO?

nos— tan imperativas como los preceptos par-


ticulares del amor al prójimo, sobre los cua-
2
les antes se reflexionaba y predicaba por con-
siderarlos el contenido del mandamiento del
La situación
amor al prójimo.

1. Nueva situación de la fraternidad cristiana

Dice así la primera proposición, bien senci-


lla, de nuestras reflexiones propiamente tales
sobre el amor cristiano al prójimo: La frater-
nidad cristiana ha entrado hoy día en una nue-
va fase histórica, de lo cual es ya somero indi-
cio la elección del término «fraternidad», en vez
de «amor al prójimo».
Cuando se dice que la fraternidad cristiana
ha entrado hoy día en una nueva situación his-
tórica, no es posible cronometrar exactamente
cuándo ha comenzado ese «hoy día». Una nue-
va fase histórica se abre camino tal vez lenta-
mente, se anuncia de antemano por muchas co-
sas y —aunque en el fondo se dé ya clarísima-
mente— no se presenta de tal modo que toda
la Iglesia, a una, pueda verla muy reflejamente
como nueva. Lejos de eso, el pasado no se ex-
tingue por las buenas, sino que sigue estando
presente en sus elementos (que perviven nece-
saria o fácticamente), encubriendo a la concien-
102 ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA SITUACIÓN 103

cia de los hombres —una conciencia de breve cristiana. El cambio de situación de la frater-
duración— la novedad de la situación. nidad cristiana, que viene determinado por la
Ahora bien, para la Iglesia hay cambios ma- nueva situación general de la actualidad, pue-
yores y cambios menores de situación que no de caracterizarse tal vez de dos maneras. Es la
sólo modifican la situación profana exterior de situación de una humanidad global y unifica-
la Iglesia, sino que constituyen momentos in- da; y es también la situación de una nueva cla-
ternos de una transformación histórica ecle- se de interioridad del hombre.
sial (aunque permanezca toda su identidad
esencial). La transición de la Iglesia del judeo-
cristianismo al cristianismo gentílico, el cam- La humanidad se va unificando más y más
bio de la Iglesia que pasó de la patrística a la
cristiandad medievo-occidental, así como el Vivimos en una situación en que la huma-
ejemplo del penoso cambio de la Iglesia que nidad se va unificando en grado cada vez ma-
comienza con la Ilustración, son cambios de yor y se va concentrando más y más. Esto no
situación de índole muy profunda. Entre estos significa, en absoluto, que este mundo histórico
cambios se cuenta lo que se designa con el nom- del hombre, que se va haciendo más y más un
bre de democracia en una época racional y téc- solo mundo, signifique un mundo armónico y
nica y en la unidad cada vez más intensa de la pacífico, con la interdependencia global de to-
civilización mundial; lo que significa la eman- das las realidades culturales del pensamiento y
cipación de la mujer, y muchas otras cosas de las ciencias naturales profanas y de la téc-
más. Estos cambios de situación van abriéndo- nica. Antes al contrario: en un mundo en que
se camino poco a poco; en algunas circunstan- las distintas historias de los pueblos y de las
cias tropiezan con fuerte resistencia, incluso culturas no están ya separadas por espacios va-
dentro de la Iglesia (principalmente por parte cíos y por tierras de nadie, las situaciones con-
de un sector muy tradicional del cristianismo flictivas llegan a ser incluso mucho más peli-
de la Iglesia), e incluso, cuando logran impo- grosas y amenazadoras que en tiempos ante-
nerse, se amalgaman con residuos de tareas an- riores.
teriores que hay que seguir realizando. Pero existe una unidad de la humanidad que
Esta situación actual de la Iglesia, que aquí se ha ido formando lentamente en nuestra era
no podemos detenernos más a describir, tiene moderna. La invasión de los mongoles o la
también gran importancia para la fraternidad amenaza que constituía el sitio de Viena por los
104 ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA SITUACIÓN 105

turcos hace trescientos años, fueron grandes inanidad. Podríamos preguntarnos cuáles son
acontecimientos de la más honda significación los diversos elementos que han contribuido a
para nuestra historia occidental, pero no fueron esta unificación de la humanidad. Podríamos
factores reales e inmediatos que tuvieran im- mostrar cómo, con tal unificación de la huma-
portancia decisiva en la historia del sudeste nidad, se da también, por vez primera, un hu-
asiático. Hoy día, un acontecimiento histórico manismo más universal y umversalmente acep-
en cualquier punto de la tierra tiene su peso y tado (al menos en sus ideas y exigencias) y có-
su importancia, para bien o para mal, en cual- mo pudo llegar a hacerse la proclamación de
quier otro espacio histórico. Hoy se da en la los llamados «derechos humanos», que tan sólo
humanidad una fuerza centrípeta que compri- en nuestros días se ha convertido en verdadero
me los diversos espacios culturales e históricos, programa para la Iglesia.
convirtiéndolos —aunque en distinto grado—
en un solo espacio común de existencia para to-
dos los hombres. La fraternidad en una nueva Iglesia
Podríamos referirnos a la historia de la universal
construcción de la torre de Babel, en el Géne-
sis, para hacer ver claramente que la separa- En esta nueva situación de la humanidad se
ción de los pueblos fue, para la teología de la da también una nueva situación de la Iglesia y
historia del Antiguo Testamento, un método de su fraternidad. La Iglesia puede y debe ser
providencial de la dirección divina de la histo- ahora realmente la Iglesia universal, en el sen-
ria para impedir de antemano que la rebelión tido actual de la palabra, y vivir así su frater-
contra Dios fuera una decisión de los hombres nidad en forma enteramente nueva y original.
con carácter de fenómeno humano universal. Y A partir del siglo XVI, y coincidiendo con la
podríamos partir de ahí para preguntarnos qué corriente del colonialismo europeo, la Iglesia
significa teológicamente el hecho de que esta se dedicó efectivamente a su tarea de misión
humanidad, que primero había estado dispersa, universal. Pero hasta nuestros días, y de un
haya vuelto ahora a alcanzar la unidad de la modo ciertamente no culpable y hasta inevita-
interdependencia de todos con respecto a to- ble, el cristianismo que la Iglesia deseaba co-
dos; de forma que hoy, por ejemplo, el ateísmo municar al mundo lo estuvo trasmitiendo, más
organizado se haya convertido en la religión ofi- o menos (en la práctica, que no en la teoría),
cial del Estado en vastos territorios de la hu- como artículo europeo de exportación. Los hcr-
IDO ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA SITUACIÓN 107

manos de países que quedaban fuera de Occi- judaismo y al Occidente, y su centro en Roma.
dente eran tratados —si bien involuntariamen- Pero la fraternidad, como exigencia cristiana,
te— como los niños menores de edad dentro conlleva también hoy día la tarea de hacer
de una familia. Se les enseñaba teología latina, efectiva una Iglesia universal que lo sea de
se les daba una liturgia latina, se edificaban en veras.
Japón iglesias neogóticas, se les hacía cantar Es verdad que en el Concilio Vaticano II (y
himnos religiosos europeos, se les proporciona- en todo lo que anteriormente estuvo orientado
ba obispos europeos o se elegían en Roma obis- hacia él) se comenzó ya a cumplir esta tarea.
pos indígenas, pero cortados por patrones eu- Por primera vez estuvo congregado en un con-
ropeos. cilio un episcopado mundial; por primera vez,
Hubo en todo ello, seguramente, buena in- representantes de prácticamente todos los pue-
tención. Y además, fue algo inevitable en buena blos y culturas de la Tierra cooperaron activa-
parte. No obstante, los europeos, que también mente en las decisiones de la Iglesia. La teolo-
somos siempre cristianos pecadores, hemos de gía dejó de ser la teología neoescolástica del si-
admitir que en todo esto hubo, al mismo tiem- glo XIX y de la primera mitad del siglo XX.
po, su buena parte de arrogancia europea y de Al renunciar al latín como la verdadera lengua
sentido de superioridad. Pero hoy, en la época de la Iglesia para todo el mundo, ha quedado
de una humanidad integrada que pretende reco- ya expedito básicamente el camino para un plu-
nocer a todos sus miembros la igualdad de ralismo en la liturgia: un pluralismo que tiene
derechos y la mayoría de edad, la Iglesia no que existir, si la única Iglesia universal se com-
puede seguir siendo ya una Iglesia europea que pone de hermanos que gozan realmente de los
exporta a todo el mundo productos cristiano- mismos derechos y de iglesias particulares que
occidentales. Sino que tiene que llegar a ser gozan también de iguales derechos. Pero en la
realmente Iglesia universal. Y la realización de marcha hacia el desmantelamiento del predo-
esta tarea consiste en una nueva forma de fra- minio occidental en toda la Iglesia, hay toda-
ternidad cristiana que viene dada hoy día por vía mucho camino por recorrer.
nuestra situación y que debe reinar en las igle- Existen incluso peligros y síntomas de un
sias y en los hombres, todos los cuales cons- movimiento de retroceso en esta evolución de
tituyen una sola Iglesia. Para ello no hace falta la Iglesia hacia una universalidad efectiva. El
negar ni oscurecer la unidad de la Iglesia, sus nuevo Código de Derecho Canónigo corre peli-
orígenes en todo el mundo, que se remontan al gro de ser un código eclesiástico romano para
1UB ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA SITUACIÓN 109

Lodo el mundo. Las iniciativas de las grandes veras que todos los miembros de la Iglesia go-
iglesias particulares (en Latinoamérica, en el cen de igualdad de derechos.
Oriente asiático, en África) consistentes en con-
templar y realizar sus nuevas tareas —propias
de ellas— para que el cristianismo esté verda- 2. Un mundo de intercomunicación
deramente acul tur izado, y en asumir una nue-
va responsabilidad sociopolítica, parece que en Creo que otra nota característica de la fra-
Roma encuentran más sordina que estímulo. ternidad cristiana que viene dada por la situa-
Una fraternidad que acoge confiadamente ción actual es la mayor posibilidad de que ha-
en la única Iglesia a los individuos y a las igle- ya intercomunicación entre los hombres de hoy.
sias particulares, que no los vigila con recelo, No es fácil expresar claramente lo que quiero
que les permite realizar formas concretas de lo decir con ello, y tal vez me falta para expresar-
cristiano (formas que tal vez a los europeos lo un término conciso y significativo.
nos extrañan al principio y nos parecen casi in-
comprensibles), una fraternidad así tiene to-
davía muchas tareas que cumplir para que los El acercamiento de los otros
sentimientos fraternos en la Iglesia se traduz-
can suficientemente y se objetiven en hechos Si reflexionamos sobre las posibilidades que
reales. existían antes y de las que los hombres dispo-
Por muy extraño que suene, la consecuen- nían para intercambiar los contenidos de su
cia de la uniformación del mundo —como si- conciencia (con conocimiento y libertad), no
tuación profana de la Iglesia— es un mayor podremos negar que tales posibilidades eran
pluralismo dentro de la Iglesia, porque sólo muy limitadas si se las compara con las actua-
él realiza de veras la igualdad de derechos de les. Había mucha gente que no sabía leer ni
todos los fieles y de todas las iglesias particula- escribir. No había periódicos ni mucho menos
res. La uniformidad europea de la Iglesia, que existían otros medios de comunicación entre
quizá fuera inevitable en otros tiempos, tiene los individuos. Además, la amplitud de los co-
que ceder su puesto a una genuina unidad de nocimientos, por muy grande c importante que
la Iglesia universal. Ahora bien, esta unidad no fuera el viejo saber de los sabios de la antigüe-
es realizable sino cuando los sentimientos fra- dad, era enormemente pequeña en comparación
ternales, sin arrogancia paternalista, hacen de con todo lo que se sabe hoy día objetivamente
110 ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA SITUACIÓN m

desde todas las ciencias y con todo lo que uno más cosas, y de manera más intuitiva, acerca
puede asimilarse subjetivamente. Se han des- de sus hermanos de tierras lejanas,, acerca de
arrollado mucho y se han afinado los medios su vida, de sus tareas y dificultades, que lo que
de investigar las subjetividades de las perso- podía saber un cristiano medio de tiempos an-
nas. Las vías de acceso a la conciencia del otro teriores; y sabe todo eso por sus lecturas, por
están mucho más abiertas que antes. El hom- la voz de la radio, por las imágenes de la te-
bre de hoy día se ha hecho más comunicable, levisión, por sus viajes al extranjero. Si sabe
porque es más lo que se puede enunciar de él. más cosas acerca de esos hermanos lejanos, en-
Pero en este terreno ocurre lo mismo que en tonces puede ayudarles más intensamente con
otros, a saber: que las nuevas posibilidades que la oración, con ayuda financiera, con un inte-
se abren son objeto de abuso, más que de buen rés real y más claramente manifestado por su
uso. De todas las posibilidades de intercomuni- vida cristiana y eclesial. Estas nuevas posibili-
cación que existen hoy día, se abusa inmediata- dades de fraternidad dentro de la Iglesia sig-
mente para la masificación del hombre, para nifican mayor responsabilidad de realizar de
el control refinado de la conciencia universal veras, con la mayor intensidad posible, los as-
por poderes que no tienen sentido de la res- pectos de esa fraternidad que hoy son posibili-
ponsabilidad que les incumbe, para el lavado dades y, por tanto, tareas.
anónimo de cerebro que se lleva a cabo aun
en las sociedades aparentemente democráticas.
En el buen aprovechamiento de estas posi- Encuentro fraternal
bilidades, los cristianos van renqueando detrás
de lo que otros hacen. El «aparato de propa- Pero yo creo que, además de las posibilida-
ganda» (digámoslo así) de la Iglesia parece que des de intercomunicación fraternal que se aca-
está muy pasado de moda. Aquí lo único que ban de indicar, existen otras muy distintas que
nos interesa es la pregunta acerca de la posi- se traducen en la necesidad de la cercanía mu-
bilidad de hacer que esos nuevos medios pro- tua y que exigen la satisfacción de esa necesi-
duzcan eficazmente una intercomunicación más dad. Desde luego, en el amor recíproco se die-
amplia e intensa que esté al servicio de una fra- ron ya antes formas muy intensas de cercanía
ternidad más honda y viva. Claro está que hay e intercomunicación humana. Pero, en compa-
ya principios de eso. Un cristiano de hoy día ración con las posibilidades de hoy, tales po-
que viva un poco la vida de la Iglesia, sabe sibilidades de antes eran muy limitadas en mu-
112 ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA SITUACIÓN 11.1

chos aspectos. Antes, en muchos sentidos, era da más que una vez, que es irrepetible; y sólo
obligado permanecer unos junto a otros y su- de esta manera hace una aportación definitiva
frir juntos, guardando más silencio y en forma para que sea realidad la comunión de los san-
más callada que hoy día; más aún, se desarro- tos, que no es la aglomeración por docenas de
lló a menudo la religión y la espiritualidad una mercancía llamada «especie humana». Pe-
cristiana como la posibilidad de permanecer ro todo esto no excluye que exista hoy día una
lo más posible a solas con Dios. Y así, situación en la que tiene nuevas posibilidades
hoy día surge la pregunta acerca de la y adquiere nueva urgencia una sublime frater-
posibilidad de que las potencialidades mo- nidad como comunión, realizada concretamen-
dernamente desarrolladas de intercomunica- te, del Espíritu y del amor.
ción social sean también eficaces para un in- En la Iglesia y en su espiritualidad hay tal
tercambio fraternal de espiritualidad personal, vez posibilidades a este respecto, en las que
para encontrar la voluntad individual de Dios hoy ni siquiera pensamos. Si en la esfera so-
con respecto a la propia vida, para comunicar cial profana nos incumben tareas de socializa-
y transmitir genuina entereza cristiana y los ción del hombre que todavía no se han realiza-
consuelos del Espíritu de Dios. La oración co- do en absoluto (sin que por eso haya que ser
mún en grupos carismáticos es, ciertamente, socialista), entonces quizá puedan darse tam-
una forma posible de cultivar esta fraternidad bién en la Iglesia formas de una sociedad espi-
cristiana: una forma que, aunque por princi- ritual superior que son prácticamente desco-
pio ha sido siempre posible, ha adquirido nue- nocidas para la reflexión de nuestra conciencia
vas posibilidades por la situación nueva de las y que serían capaces de sublimar también
actuales posibilidades de intercomunicación y, aquellas formas de intercomunicación eclesial
por tanto, ha adquirido nueva urgencia. que ya conocemos y por las que a menudo su-
Es verdad que hay siempre una última y frimos. Se concibe perfectamente, además, que
exclusiva responsabilidad y tarea, que procede hayamos descuidado y dejado que se atrofien
de aquella libertad que ya no es participable formas de intercomunicación y de convivencia
ni transferible, y que constituye una de las no- eclesial (por ejemplo, en la liturgia y en las cos-
tas esenciales necesarias de la espiritualidad tumbres eclesiales) que conocíamos, evidente-
cristiana, en la que cada individuo, con todo su mente, por tradición, pero que subestimábamos
amor al prójimo y a través precisamente de ese en su significado para una auténtica interco-
amor, debe llegar a ser esa persona que no se municación fraternal.
114 ¿QUIEN ES TU HERMANO?

En la intelectualidad y espiritualidad de la
sociedad profana y de la Iglesia ha habido has-
3
ta nuestros tiempos una subjetividad que, casi
obviamente, descansaba y se cerraba (y hasta Conclusiones
se encerraba) en sí misma, que se consideraba
en cierto modo a sí misma como absoluta, y
que sentía que la sociabilidad, a flor de piel,
de los hombres en la Iglesia era una turbia 1. E! riesgo de la verdadera fraternidad
concesión, más que una genuina realización de
la vida espiritual. Aunque propiamente no pre- El amor cristiano al prójimo, la fraterni-
tendemos ser «socialistas espirituales» dentro dad, adquiere una categoría y una dignidad en-
de la Iglesia, no podemos afirmar que esta teramente distintas cuando se vive como forma
mentalidad individualista del siglo XIX, que concreta del amor personal a Dios, en vez de
se dio también mucho en la Iglesia como cosa entenderla simplemente como una obligación
evidente, goce de la promesa de validez y per- exigida secundariamente: como una obligación
manencia eternas. La espiritualidad interna y impuesta por Dios en un mandamiento. En
originaria no tiene en sí nada que ver con la nuestro vivir cristiano corriente parece como
subjetividad autárquica. El individuo que pien- si, en el fondo, uno mismo tuviera que procu-
se que hoy día le basta consigo mismo y con rarse su propia salvación simplemente por me-
desempeñar su tarea cristiana del modo más dio de la oración, de la recepción de los sacra-
aislado posible (siguiendo, eso sí, el estilo de mentos, de la participación en la eucaristía, evi-
la Iglesia de la era moderna), tal vez no tenga tando los pecados o borrándolos, y con este fin
por qué cambiar su modo de proceder, pero al hubiera que evitar grandes violaciones de la
menos sí deberá dejar abierto a otros el espa- obligación que uno tiene con respecto al pró-
cio para un estilo de vida distinto, incluido lo jimo. Pero ¿no aparece la vida cristiana a una
espiritual: para un estilo de vida más fraterno. luz enteramente distinta cuando el axioma «Sal-
va tu alma» se entiende —espontáneamente y
sin quererlo— como «Salva a tu prójimo»?
Cuando contemplamos lo que es la vida
cristiana corriente, nos parece que en la con-
ciencia moral normal del cristiano predomina
116 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 117

la idea de que hemos amado al prójimo cuando de fraternidad, porque este término se presta
no le hemos hecho nada malo y cuando hemos menos que la expresión «amor al prójimo» a ser
cumplido aquellas exigencias objetivas que se erróneamente entendido como exigencia de que
nos pueden plantear justificadamente. Pero, en se realice una obra que dispense al corazón de
realidad, el «mandamiento» cristiano del amor su tarea suprema, entonces podemos afirmar
al prójimo, en su unidad con el mandamiento tranquilamente que con la fraternidad —en su
del amor a Dios, exige que se haga pedazos el necesaria unidad con el amor a Dios— se ex-
propio egoísmo; que se supere la idea de que presa la totalidad única de la tarea de todo el
el amor al prójimo, considerado en el fondo, hombre y del cristianismo.
es tan sólo una razonable reglamentación de Pero, entonces, el término de «fraternidad»
nuestras exigencias mutuas y que pide única- tendría que defenderse del malentendido senti-
mente que se dé y se reciba en forma armóni- mental y barato de que sería una exigencia que
ca. De hecho, el amor cristiano al prójimo no pondría a la conciencia cristiana normal en un
alcanza su verdadera esencia sino cuando ya estado de considerable inquietud. Tendríamos
no se hacen cálculos, sino que vence la pron- que preguntarnos horrorizados: ¿He amado yo
titud para amar sin recompensa, cuando en el alguna vez sin hallar resonancia, recompensa,
amor al prójimo se acepta también la necesi- reconocimiento, autosatisfacción de ese amor?;
dad de la cruz. ¿con la horrible sensación de estar haciendo el
Cuando se comprende realmente la unidad tonto, de estar llevándome un chasco, de que
entre el amor a Dios y el amor al prójimo, este se estaban aprovechando de mí? Estas expe-
último abandona su carácter de precepto par- riencias y pruebas del amor desinteresado no
ticular que exige la realización de una obra bien son, ciertamente, todo lo que hay en el amor,
definida y controlable, para adoptar la condi- el cual puede ser en sí una experiencia serena
ción de un acto existencial total en el que —en y placentera. Pero allí donde el hombre, en su
la totalidad de nuestra vida— sentimos una exi- amor, no puede soportar callada y como espon-
gencia y superexigencia totales, y así, y sólo así, táneamente incluso sus amargas decepciones,
conseguimos la libertad más alta que hay: la tendrá que preguntarse a sí mismo si no estará
libertad de vernos libres de nosotros mismos. tal vez confundiendo el verdadero amor con un
Si, entonces, entendemos el amor al prójimo y egoísmo vividor que sabe comportarse muy de-
la fraternidad como dos términos que en el fon- centemente; porque el verdadero amor hace al
do significan lo mismo, y si preferimos hablar hombre verdaderamente desinteresado y le
118 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 119

mueve a echarse en brazos de la incomprensi- Fraternidad dentro de la Iglesia


bilidad de Dios. Por consiguiente, la fraternidad
bien entendida es una palabra muy peligrosa. Vivimos ahora en una Iglesia universal. Y
esta Iglesia universal no está cortada a la me-
dida de nuestro gusto individual, de la menta-
2. La apertura de la fraternidad lidad del subjetivismo individualista y tardío
del siglo XX. Hay ya demasiados europeos, y
Otra conclusión que se desprende de la au- sobre todo africanos, latinoamericanos, etc.,
téntica fraternidad —junto a muchas otras que con su mentalidad no nos caen simpáticos
igualmente importantes— es la superación de a nosotros (europeos occidentales, seguidores
la mentalidad sectaria en nuestra subjetividad de un individualismo tardío), pero que en la
religiosa. Cuando un industrial de Munich de- Iglesia una tienen el mismo derecho de ciuda-
claraba una vez que iba a darse de baja en la danía que nosotros. Su mentalidad, querámos-
Iglesia porque los obispos bávaros querían in- lo o no, se refleja de tal modo en la Iglesia una,
troducir otra festividad religiosa que él consi- que también nosotros nos vemos afectados por
deraba un error desde el punto de vista de la ella. Esto nos resultará a menudo desagradable,
economía nacional, tal declaración muestra que sobre todo si esa mentalidad extraña se expe-
no se ha comprendido en absoluto lo que son rimenta y se concibe a sí misma —involunta-
el cristianismo y la Iglesia; que únicamente se ria e inocentemente— como la cosa más natu-
entienden como servicio de asistencia para sa- ral y como sencillamente católica, aunque no
tisfacer las necesidades religiosas individuales; lo sea tan sencillamente. El culto mañano en
que no se ha entendido que la fraternidad, que Polonia se siente a sí mismo como algo que se
es la que constituye la Iglesia, exige que cada da sencillamente con la fe católica y, por tanto,
cual se desprenda de sí mismo. Porque la fra- como algo que es válido siempre y en todo lu-
ternidad no está interesada últimamente en el gar, por lo que tratará de hacer sentir su in-
propio provecho, sino que, con amor, afirma al fluencia en toda la Iglesia, aunque tal culto
otro por encima de todo provecho propio; y de mañano pueda resultar extraño en algunos as-
este modo construye unidad y, en definitiva, pectos a nuestra individualidad y despierte en
Iglesia; y afirma a la Iglesia, aunque ésta no nosotros considerable resistencia.
le produzca ventajas. Por tanto, si queremos vivir la fraternidad
en la Iglesia, tenemos que superar estas difi-
120 ¿QUIEN ES TU HERMANO?
CONCLUSIONES 121

cuitados. Porque la fraternidad exige precisa-


Por difícil que nos resulte, vivimos hoy día
mente que aceptemos al otro con su propia
en la Iglesia universal concreta, con sus condi-
mentalidad, aunque ésta nos resulte extraña y
cionamientos históricos, entre ellos la provisio-
no tiene, sencillamente, por qué imponerse en
nalidad del momento en que esa Iglesia univer-
nombre de una fe católica que obliga a todos.
sal se encuentra ahora, por lo que no ha llegado
Podemos recibir la impresión de que muchos
aún a una fase futura y mejor. En esta Iglesia
jóvenes de hoy día exigen radicalmente más fra-
tenemos que vivir. Y tenemos que estar dis-
ternidad para la sociedad profana, pero que,
puestos a soportar en Roma un curialismo ita-
con sus ruidosas protestas contra cosas que no
liano, que es la cosa más natural para nuestros
les van, siguen difundiendo en la Iglesia un
hermanos de allí, aunque nosotros debamos ser
individualismo extrañamente pasado de moda;
respetados, a nuestra vez, como hermanos y
y lo consideran como un derecho obvio.
tengamos derecho a manifestar claramente en
Evidentemente, hay mil cosas en la Iglesia tales cuestiones nuestros deseos, preocupacio-
que a uno no le van. Pero ¿por qué han de nes y dolores.
caernos bien necesariamente? Si la Iglesia tu-
Para decirlo sinceramente, entre los intelec-
viera que ser exactamente como a uno le pa-
tuales alemanes católicos hay no pocos que
rece bien, ¿qué harían entonces los otros? Los
sienten que el Papa, hoy día, es demasiado po-
italianos, por ejemplo, que, tal vez por suerte
laco. Pero ¿por qué el Papa no iba a poder ser
para ellos y también para nosotros, no son de-
polaco? ¿Por qué iba él a tener que realizar el
masiado meticulosos en cuestiones jurídicas. O
truco (imposible, al fin y al cabo) de que en
los sudamericanos, que en el culto a la Virgen
su estilo de gobierno no aparezca su origen,
quizá tienen menos en cuenta que nosotros los
que tiene repercusiones inevitables sobre la
límites que teóricamente impone la cristología.
realidad objetiva? El hecho de que tengamos
¿Acaso nosotros, sin darnos cuenta, no corre-
en cuenta todo esto, con generosidad fraternal,
mos peligro de caer en un descarado individua-
no quiere decir ni mucho menos que estemos
lismo y egoísmo, con el que queremos vivir en
obligados a elogiar como sabiduría suprema
la Iglesia y enderezar las cosas a nuestro gus-
todas las medidas de gobierno de un Papa. Y
to? A un obispo que, quizá incluso con un poco
los fanáticos del Papa en la Iglesia (¡perdónen-
de razón, «no nos cae bien», ¿lo tratamos como
me la expresión!) no deben tomar a mal que
a hermano con quien tenemos que convivir para
haya alguien que acepte el Papado con un poco
bien o para mal?
menos de entusiasmo, pero de manera indiscu-
122 ¿QUIEN ES TU HERMANO? 123
CONCLUSIONES

tibie, y manifieste con sinceridad sus particu- modo, represente concreta, palpable y audible-
lares diferencias de opinión. Esta tolerancia mente la conciencia moral universal de la hu-
mutua es también uno de los elementos de esa manidad una, que hoy día vive más necesaria-
fraternidad dentro de la Iglesia que hoy ne- mente que nunca en unidad? En esta cuestión
cesitamos. no se trata de preguntar en teoría si nosotros,
como católicos, podemos atribuir teóricamente
al papado semejante función, y en qué sentido
Excursus fraternal podemos hacerlo y con sujeción a qué límites.
Sino que se trata, más bien, de saber hasta
En relación con todo ello, permítaseme una qué punto el papado ejerce o puede ejercer de
pequeña digresión que no pertenece estricta- hecho tal función en un mundo secularizado.
mente al tema. Quizá sea útil a alguien para Por otra parte, el reconocimiento de hecho
que sienta, con respecto al Papa y al papado de tal función no es sólo posible para los que,
una fraternidad que, en la práctica, no sea sólo en sentido teológico y dogmático, aceptan el
conclusión, sino también preámbulo de la con- papado. La función de tal representación, una
vicción dogmática sobre el derecho y autoridad vez que se diera de hecho, podría ser recono-
del papado. cida también por los que no son católicos en
Podríamos imaginarnos perfectamente que, sentido teológico, de la misma manera que, por
en una Iglesia universal que lo es de hecho, den- ejemplo, uno que no sea cristiano puede con-
tro de una historia universal global que se ha siderar importante también para el mundo no
unificado, el papado podría adquirir, en la rea- cristiano la significación moral del Consejo
lidad, una función positiva completamente nue- Mundial de Iglesias con sede en Ginebra.
va que no ha tenido hasta ahora, que andamos Partiendo de este supuesto, no afirmamos
buscándola hoy tal vez instintivamente, sin en- aquí todavía que los Papas modernos ejerzan
contrarla en ninguna parte, y que con esperan- ya suficientemente esta función de representa-
za y paciencia podríamos atribuirla al papado ción de la conciencia moral universal. Pero en
como consecuencia concreta y expresión —aquí el papado, más que en ninguna otra instancia
y ahora— de lo que, como católicos, creemos del mundo, se da de hecho la posibilidad (cuya
acerca del papado. realización podremos tal vez acelerar un tanto
Para decirlo con más claridad: ¿Dónde exis- a base de paciencia, de oración y de otras mu-
te hoy día, en el mundo, alguien que, en cierto chas maneras) de que un Papa —en mucho ma-
124 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 125

yor grado que hasta ahora— encarne la fun- 3. Misión cristiana de la fraternidad
ción de representación de la conciencia moral
universal y sea reconocido en esta función aun Otra conclusión que se deduce de la situa-
por los que no reconocen la sustancia dogmá- ción actual para la fraternidad cristiana con-
tica del papado. Algo así se comprende perfec- siste, por trivial que pueda parecemos, en que
tamente y parece muy de desear, porque tal los cristianos tenemos que encariñarnos con la
concentración concreta y tangible de la con- misión universal de la Iglesia.
ciencia moral universal (si se la reconoce) sería No hace falta decir que esa misión univer-
muy saludable y no podría ser ejercida por las sal ha de llevarse a cabo hoy día de manera
Naciones Unidas, porque éstas (que son la con- diferente que en el siglo XIX, en el que la mi-
centración de los intereses y de sus diferencias) sión podía beneficiarse de la expansión y del
no representan en el mundo tal conciencia mo- colonialismo europeo y no podía evitar por
ral, sino precisamente la necesidad de ésta. completo hacerlo así. Pero está claro también
Otra cuestión es si el papado actual podría con- que, hoy, la misión universal, la evangelización,
tribuir (y cómo podría hacerlo) a encarnar tal es y ha de ser sobre todo una tarea de toda la
función. Ahora bien, el papado —en su mani- Iglesia en un mundo que se ha unificado; que,
festación— tendría que aparecer claramente no por lo tanto, nuestra fraternidad cristiana no
como el Patriarcado de Occidente que ha esta- puede limitarse al vecino de al lado ni al jar-
blecido sucursales en todo el mundo, sino, des- dín contiguo, sino que tiene dimensiones ver-
de un principio y claramente, como la represen- daderamente universales, porque la situación
tación y el principio de unidad de la Iglesia concreta de nuestra fraternidad actual se ha
universal como tal. hecho, querámoslo o no, universal.
Como dijimos, este «excursus» acerca de Asimismo es evidente que nuestra fraterni-
una hipotética posibilidad del papado futuro, dad cristiana no puede orientarse únicamente
y acerca de nuestra esperanza al respecto, no al bienestar terreno de nuestro prójimo más le-
es sino una breve observación incidental, pero jano, a conseguir el derecho y la justicia en la
que está relacionada con la cuestión de la fra- sociedad profana, sino también a la auténtica
ternidad que el cristiano debe sentir también salvación de ese prójimo, a que llegue hasta él
hacia el Papa. la promesa incondicional e infinita que Dios
hace de sí mismo a través de la tangibilidad
histórica de Jesucristo. Cuando, hoy día, los
126 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 127

cristianos jóvenes se empeñan con razón en la ca y, por tanto, también una teología política.
lucha por la libertad y la justicia social en todo No hace falta que expliquemos aquí lo que es
el mundo, no deberían olvidar que esta frater- la responsabilidad social y política y su ejer-
nidad universal no ha de detenerse allí donde, cicio, es decir, la Política. Tampoco es preciso
precisamente, comienza la unidad suprema de que tomemos parte en la controversia sobre lo
la humanidad: en Dios y en su gracia por me- que es la «teología política», sobre si es o no
dio de Jesucristo. Pudiera ser que, hoy día, una necesaria, y sobre las relaciones que guarda
confesión y un compromiso explícitos en favor con la teología en general. Si nos pronuncia-
de la libertad y la justicia en todo el mundo mos a favor o en contra de una teología políti-
fuera ya el primer paso, absolutamente necesa- ca en sentido propio, hemos de saber, desde
rio, para la evangelización. Pudiera ser que ese luego, qué es lo que se entiende por este con-
primer paso no se diera acertadamente sino en cepto. Pero aquí nos contentaremos con refle-
forma de acto totalmente desinteresado en fa- xiones más sencillas.
vor de la fraternidad humana. Pero esto no Existía antes una sociedad más o menos es-
excluye la responsabilidad fraterna de cada tática, que se modificaba sólo muy lentamen-
cristiano por la misión universal y la evange- te y de manera casi imperceptible en sus es-
lización explícita. El católico no debería aver- tructuras reales. Y apenas se reflexionaba so-
gonzarse hoy de sentir ese interés por la mi- bre su esencia y, principalmente, sobre su mu-
sión universal; su responsabilidad con respec- tabilidad y los cambios que debía experimen-
to al mundo entero no debe cesar allí donde tar. De ahí nacía el que las tareas de la frater-
comienza precisamente el cumplimiento del nidad cristiana que expresamente se contempla-
encargo supremo de su Iglesia. ban estuvieran también fijas estáticamente y
se redujeran, por tanto, más o menos, a las
relaciones privadas o privatizadas de un indi-
4. Dimensión social de la fraternidad viduo con otro individuo.
Hoy día ya no ocurre eso. Vivimos en un
Otra conclusión de la fraternidad cristiana, mundo dinámico en el que la sociedad no se
tal como ésta debe practicarse en la situación limita sólo a existir —la sociedad que es el cas-
actual, consiste en entender que de la esencia tillo fuerte de nuestra vida privada—, sino que,
de esa fraternidad cristiana brotan necesaria- de forma más o menos irrefleja, experimenta
mente una responsabilidad política, una Políti- los cambios de la historia. Vivimos en una so-
128 ¿QUIEN ES TU HERMANO?
CONCLUSIONES 129

ciedad que ha convertido el cambio social y de las estructuras sociopolíticas y cuando se


sociopolítico en el verdadero tema de sus re- pone el máximo empeño en que se respete una
flexiones y actividades. No sólo determinamos ley fundamental de constante vigencia, vemos
nuestra existencia privada dentro de un siste- que la situación sociopolítica está sometida
ma fijo de coordenadas de la sociedad, sino que siempre al cambio y al devenir, y en ello in-
modificamos nosotros mismos ese sistema de cumbe una responsabilidad política a todos y
coordenadas. En consonancia con ello, corres- cada uno de los cristianos, aunque tales cam-
ponde al amor al prójimo y a la fraternidad un bios se produzcan lentamente y sin llamar la
campo que hasta ahora no le había correspon- atención. Por eso no debemos pensar que la
dido: el campo de la política propiamente tal, tarea de los cristianos pueda consistir única-
la responsabilidad por los principios estructu- mente en defender las estructuras sociales y
rales de la sociedad que han de permitir una situaciones que ha habido hasta ahora. Pudiera
vida humana digna y una genuina vida cristia- ocurrir que un cristiano, desde una postura
na en una sociedad adecuada para ello. Esta cristiana muy íntima, fuera conservador en tal
responsabilidad ya no puede ser asumida hoy o cual aspecto, y que, por ideas básicas teóri-
día —a diferencia de lo que ocurría antes— cas, o también por libre decisión que le corres-
por sólo unos pocos, sino que recae sobre to- ponde legítimamente, defendiera la permanen-
dos los miembros de la sociedad. Por eso es cia de determinadas realidades sociales. Puede
una tarea que pesa de manera especial, ya que, ser conservador en gran medida, y no tiene que
en mayor grado que antes, hay que asumirla avergonzarse de ello. Pero lo que no debemos
sobre el terreno de varias decisiones posibles hacer los cristianos es obrar como si la diná-
entre las que hay que escoger y, por lo tanto, mica del cambio sociopolítico fuera simplemen-
ya no es asunto simplemente de la inteligencia te asunto de otros, y pensar que la única tarea
deductiva, sino de la libertad misma como tal. cristiana consiste en defender las estructuras
La política, hoy día, ya no es tarea exclusiva sociales actuales, que, lo mismo que las futu-
de una «autoridad a la que se debe sumisión» ras, se hallan bajo el pecado, la finitud y la
y que ha recibido para ello un indiscutible decepción del hombre.
mandato de Dios, sino que es responsabilidad, Nadie, probablemente, formulará una alter-
aunque en mil formas diferentes, de todos y nativa tan simple. Pero puede dar la impre-
cada uno de los cristianos. sión de que, entre nosotros los católicos, se
Incluso cuando existe la deseable estabilidad halla subliminarmente difundida la mentalidad
130 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 131

de que el cristiano es obviamente conservador. pudiéramos tener la impresión de que Pío IX


¿No es verdad, acaso, que todas o muchas de había sido más prudente en 1848 que en 1870
las cosas realizadas a partir de la Ilustración y de que no debería haberse dejado impresio-
han topado, al menos al principio, con la en- nar tanto por el torpe anticlericalismo de los
conada resistencia de los cristianos o del epis- liberales de entonces, ¿seremos menos buenos
copado o del Papa? ¿Podrá explicarse todo ello católicos si deducimos conclusiones de esas ex-
por la única razón de que lo nuevo, por su periencias y, en todos los ámbitos de la vida
propia culpa, apareció siempre en determina- eclesial y social, sabemos elegir, con más pru-
das formas o amalgamado con determinadas dencia y visión más amplia, entre las diversas
ideologías que provocaron la lógica protesta de posibilidades de adoptar una decisión en mate-
los cristianos? ¿O se explica todo diciendo ria social, cuando estamos viendo que en la
—con humildad cristiana— que la providencia Iglesia hay más tolerancia fraternal que antes
de Dios asigna a cada uno su propio papel en en Jo que respecta a la libertad de opinión?
el concierto sinfónico mundial, escuchado úni- De ahí se deduce también la justificación de
camente por los oídos de Dios, y que por tanto la teología política, que no se propone sen-
no debemos protestar a veces de que, a partir cillamente exponer una doctrina cristiana acer-
de la Ilustración, se haya asignado al cristianis- ca de la sociedad y de la economía, sino que
mo eclesial el papel de conservador, papel que, también (junto a muchos otros objetivos) pre-
por lo demás, es indispensable para la sinfonía gunta a la doctrina propiamente teológica cuá-
divina de la historia universal? ¿O será prefe- les son las repercusiones de los sistemas e ideo-
rible omitir todas las profundas justificaciones logías, en su fisonomía concreta, nacidos de la
de cuanto han hecho la Iglesia y la mayoría de historia de las ideas y de la política social, que
los cristianos durante estos dos últimos siglos han influido en el desarrollo de la doctrina
en materia de política social, y decirnos, con cristiana. Tal pregunta, que abarca, con su crí-
espíritu de autocrítica, que en esos tiempos la tica de las ideologías, todo el ámbito de la teo-
Iglesia y los cristianos no sólo fueron laudable- logía, determina ya de por sí una teología polí-
mente conservadores, sino también, no raras tica y la justifica, aunque aquí no podemos de-
veces, inmovilistas y reaccionarios, y que tal tenernos más a exponer todos sus aspectos.
mentalidad no debe continuar sin más? Si un Una de las exigencias de la tolerancia fraternal
Vicente Palloti (beatificado) dijo una vez que consiste en dejar hablar a esa teología política.
Pío IX tenía telarañas en los ojos; si nosotros No deberíamos rechazarla a priori con irrita-
132 CONCLUSIONES 13.1
¿QUIEN ES TU HERMANO?

ción, por el afán de descubrir en todas partes rancia fraternal con sus adversarios, y de lograr
revolucionarios y modernistas. que esa fraternidad incluya también el saber
En los siglos XIX y XX hay suficientes esperar con serenidad, incluso contra toda es-
ejemplos que muestran que la falta de crítica peranza.
con respecto a las ideologías sociales presu- El cristiano de hoy tiene una responsabili-
puestas tácitamente y dominantes entre los dad política como no ha tenido en tiempos
cristianos —esas ideologías que dejan sentir su anteriores. Hay ciertamente en esta sociedad
influencia en la teología y la política de la y en la Iglesia gobernantes cuya autoridad no
Iglesia— ha conducido a funestas decisiones. tiene que ser respetada necesariamente en cada
La renuncia a los Estados Pontificios ¿tuvo caso. Pero la fraternidad, por estar desapare-
necesariamente que hacerse en tiempo de ciendo el espíritu de sumisión a la autoridad,
Pío XI? ¿Fue preciso mantener durante tanto tiene que dejarse sentir hoy día más intensa-
tiempo en Italia el «non expedit»? ¿Fue nece- mente en el estilo concreto de gobierno de la
saria la oposición de Pío X a los sindicatos Iglesia. Y tengamos en cuenta que el respeto a
cristianos en Alemania? ¿Fue inevitable que el la autoridad de gobierno se basa —en el caso
integrismo político, en tiempos de Pío X, dejara de la Iglesia— en una fraternidad más exten-
sentir su influencia durante tanto tiempo y de sa y profunda, porque existe para todos un
manera tan poderosa? ¿No podrían haber tra- mismo Señor y una misma y única gracia.
tado en Roma a Teilhard de Chardin con un
poco más de fraternidad? Estas y otras pre-
guntas vienen a la mente y constituyen el tras- 5. Fraternidad en la comunidad
fondo de la pregunta acerca de la tarea y legi-
timidad de la teología política, aunque esta Las conclusiones siguientes de las reflexio-
teología no deba ocuparse exclusivamente de nes fundamentales se refieren principalmente
la política ideológica interna de la Iglesia. al segundo aspecto que hemos destacado en la
Como es natural, los propugnadores de una situación actual: a posibilidades nuevas de in-
teología y de una política que opinan que hay tercomunicación, a accesos nuevos a la interio-
que defenderse, en la Iglesia, contra una teolo- ridad subjetiva recíproca.
gía y una política que les parecen sospechosas Hoy día, gracias a que la intercomunicación
de ideología y reaccionarias, se hallan también, es más fuerte, puede haber una fraternidad
a su vez, bajo la exigencia de ejercer una tole- mucho más intensa que antes; incluso en lo
134 ¿QUIEN ES TU HERMANO?
CONCLUSIONES 135

propiamente religioso existe también la posi-


y nuestro hospital y que contamos con la Se-
bilidad, más aún, la necesidad real de interiori-
guridad Social. Para decirlo con otras pala-
dad y sentimientos fraternales. Pensemos tan
bras: hay ciertamente entre nosotros muchas
sólo cómo muchos desean ardientemente las
funciones que una comunidad cristiana de base
llamadas comunidades de base, hasta llegar a
puede ejercer en otros países del mundo, pero
las «comunidades integradas». En ellas se tien-
que entre nosotros son llevadas a cabo por so-
de a establecer comunidades en las que no sólo
ciedades y organizaciones profanas y que entre
se logre que muchas personas vean atendidas
nosotros, por consiguiente, apenas tienen que
en el culto dominical sus necesidades religio-
ver con una comunidad cristiana de base. Aho-
sas privadas gracias al servicio de la Iglesia
ra bien, esto no quiere decir que, gracias a la
(aunque permaneciendo al mismo tiempo en
fuerza imaginativa cristiana del amor y de la
aislamiento religioso unas de otras), sino que
fraternidad, no puedan descubrirse muchas ta-
se quiere llevar conjuntamente, unos con otros,
reas y funciones para una comunidad cristiana
el peso de la vida, mediante motivaciones cris-
de base, porque en una sociedad que se está
tianas. Se quiere, a impulsos de una inspira-
haciendo cada vez más anónima y burocrática,
ción cristiana, convivir con verdadera fraterni-
las personas han de vivir en mayor aislamiento
dad, experimentar la unidad de unos con otros
y en desamparo y abandono solitario con res-
y vivirla activamente.
pecto a muchas necesidades e indigencias, en
Hay que poner en guardia, desde luego, con-
las que no puede ayudarles ni la sociedad pro-
tra el afán de dejarse llevar por la nostalgia
fana ni la comunidad parroquial corriente de
de una vida sencilla y querer copiar simplemen-
hoy día: en muchas necesidades e indigencias
te las comunidades de base de Latinoamérica.
en las que ni el dinero ni la administración
Cuando, en la jungla brasileña, el único que
civil pueden ayudar, sino únicamente el cora-
puede ayudar en las enfermedades es el her-
zón del vecino fraterno.
mano cristiano que vive en la vecindad, por-
que el médico o el hospital están demasiado Hasta qué punto seguirá viviendo el hombre
lejos, o quizá cuestan demasiado dinero, enton- de hoy en el individualismo de la era moderna,
ces se da allí obligatoriamente una situación o hasta qué punto querrá dejarse integrar vo-
de vecindad y comunión cristiana que, práctica- luntariamente en una comunidad de base, es
mente, no hace al caso para nosotros, que te- seguramente una cuestión que entre nosotros
nemos a la vuelta de la esquina nuestro médico debiera tantearse primero experimcntalmentc
v a la que sospechamos que se pueda respon-
136 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 137

der con diversas soluciones. (Así, se dieron an- fraternamente a impulsos de un mismo Espí-
tes los numerosos estilos de vida de las órdenes ritu, que es quien edifica la Iglesia.
religiosas, que diferían mucho unos de otros
y que tan sólo en la edad moderna tendieron
hacia una uniformidad común). También den- 6. Fraternidad confesante
tro de un cristianismo vivido radicalmente y
con carácter genunino —y suponiendo que se Junto con esta consecuencia y exigencia
den las mismas condiciones preliminares de existe también una posibilidad de ejercer unos
orden social— son posibles muchos estilos de sobre otros una responsabilidad fraterna. Es
vida, sobre todo teniendo en cuenta que, den- una posibilidad que raras veces descubrimos y
tro de una diferenciación social profana de los aprovechamos. Se trata del deber de confesar
hombres, será también distinto el correspon- con alegría y espontaneidad nuestra fe: deber
diente dominio cristiano de la pertinente si- que no vemos ni aprovechamos en la medida
tuación, y que incluso la fraternidad cristiana en que deberíamos hacerlo.
no exige sin más un estilo igualitario de vida Por lo general, seguimos actualmente siendo
por parte de todos los que viven en una co- unos individualistas religiosos con mentalidad
munidad. Por eso es de suponer que la Iglesia muy poco fraternal, y tenemos la impresión de
futura no se compondrá simplemente de co- que precisamente lo religioso hay que encerrar-
munidades integradas. Pero esto no cambia lo en la silenciosa interioridad del corazón y
en nada el hecho de que la situación actual vivirlo a solas, sin decir nada de ello al herma-
hace posible y necesaria una mayor intercomu- no y la hermana. Podemos tener incluso la im-
nicación de índole religiosa; que las comuni- presión de que aun en las órdenes religiosas
dades de base son necesarias también entre crece, en vez de disminuir, este mutismo reli-
nosotros; que las comunidades parroquiales gioso. Claro que tanto en Ja Iglesia como en la
tienen que transformarse, dejando de ser cir- vida pública ciudadana hay ejemplos de todo
cunscripciones de la administración eclesial di- lo contrario. En efecto, hay movimientos reli-
rigida desde arriba y áreas de servicio para giosos y sectas fuera de la Iglesia que confiesan
atender las necesidades religiosas puramente in- con gozo sus creencias y lo hacen con tanto
dividualistas, para convertirse en verdaderas desenfado y en voz tan alta que asombran y
comunidades en las que los cristianos vivan amedrentan incluso a quien no quiere ocultar
bajo el celemín la luz de su vivir cristiano. Pero,
138 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 13a

en general, predomina en nuestra sociedad un que constituye la más íntima fuerza y luminosi-
extraño mutismo religioso, especialmente allí dad de la propia vida.
donde ese mutismo no encubre una novedad Recuerdo todavía la situación en que me vi
sorprendente ni una fe extraña. ¡Cuántos pa- en el aeropuerto de Nueva York cuando, en
dres se avergüenzan de orar con sus hijos! medio de todo aquel barullo, se me acercó un
¿Dónde existe el diálogo religioso fuera de la empleado del aeropuerto vestido de uniforme
propaganda agresiva de las sectas religiosas? El y, arrodillándose en medio del gentío que pa-
diálogo religioso no está «de moda» hoy día; saba a su lado, me dijo: Bless me, Father!
se avergüenza uno de él; lo encuentra uno fuera (« ¡Padre, bendígame! »). Tanta espontaneidad
de lugar; es un diálogo indiscreto. Pero ese mu- religiosa (yo casi diría: tanto descaro religioso)
tismo es absurdo, en el fondo. no hay por qué imitarlo. Pero el sentimiento
Claro está que hemos de tratar de hablar obvio de comunicar a sus hermanos y hermanas
religiosamente de tal manera que ese lenguaje un poquito de sus motivaciones cristianas su-
religioso tenga cierta probabilidad de ser com- premas, de sus angustias y dificultades y de lo
prendido por los no creyentes y llegue hasta que a uno le hace feliz, eso también tendría
ellos, cosa que es muy difícil y que no se ejer- que formar parte hoy de esa fraternidad cris-
cita suficientemente en la Iglesia, porque ésta tiana que actualmente es posible y constituye
opina en exceso que hay que aferrarse absoluta una exigencia.
y exclusivamente a las fórmulas religiosas tradi- Antiguamente sí se daba esa espontaneidad
cionales, porque de lo contrario existiría el pe- entre los hermanos cristianos para hacerse con-
ligro de oscurecer o de echar a perder la sus- fidencias unos a otros. No sólo en el confesio-
tancia de la fe. No tenemos por qué hablar con nario o en el sofá del psicoterapeuta se atrevía
el tono apasionado de un reaccionario conserva- uno a salir de sí y confiarse a otro, a ponerse
dor internamente amargado, que corre peligro en sus manos. Ignacio de Loyola, antes de su
de abusar de la fe en Dios para defender sus conversión, era un militar un tanto violento y
posesiones burguesas. Pero existen también había tenido sus aventuras amorosas y sus ex-
una auténtica espontaneidad del discurso reli- cesos nada edificantes (en compañía de un her-
mano suyo clérigo: todo ello muy «medieval»,
gioso, una apertura fraternal y un gozo de con-
como se ve). Pero tenía que entrar en combate
fesar realmente testimoniales y que reflejan el
con los franceses y, antes de la batalla, no había
deseo de hacer partícipes a otros de aquello
a mano ningún sacerdote. Entonces hizo con-
140 ¿QUIEN ES TU HERMANO? CONCLUSIONES 141

lesión de sus pecados a un compañero de ar- a orar por otra persona, las peticiones que se
mas. No tenemos por qué imitar esa confesión hacen de tal intercesión ¿serán únicamente res-
hecha a un laico, aunque a veces pudiera ser tos fosilizados de épocas anteriores que se si-
tan espiritual y beneficiosa como una confesión guen transmitiendo porque así lo aconseja la
sacramental, que fácilmente corre peligro de costumbre, pero que, en el fondo del corazón,
degenerar en un acto legalista. Pero este pe- ya no se toman en serio? Una misa de «ré-
queño ejemplo nos muestra que antes había quiem» por un difunto, si se examinan las co-
mucha más intercomunicación espiritual que sas honradamente, ¿acaso es algo más que una
ahora entre los hermanos cristianos: algo que de esas ceremonias tradicionales que se perpe-
entonces se hacía como lo más natural y que túan en una sociedad religiosa a pesar de que
ahora se consideraría indiscreto exhibicionismo hayan perdido hace ya mucho tiempo su espí-
religioso. ritu y su vida?
Cuando los cristianos tienen sentimientos Hay muchas otras tareas parecidas en las
religiosos íntimos, pueden comunicárselos unos que, en medio de la vida cotidiana, se encuen-
a otros, en la medida en que sea razonable. Se- tran y coinciden la espiritualidad y el amor al
guramente, en el futuro habrá diversos estilos prójimo. Lo único que hay que hacer es des-
de esta comunicación confesante; uno podrá cubrirlas.
sentir más gozo en manifestarse que otro;
pero, en general, debería cundir hoy en la Igle-
sia este gozo espontáneo de confesar los senti-
mientos religiosos unos cristianos con otros, y
también frente al mundo profano.
Además de la posibilidad de intercomunica-
ción fraternal que hemos examinado hasta aho-
ra principalmente, hay también otras posibili-
dades que hemos descuidado. ¿Nos atrevemos
a solicitar a otra persona sus oraciones y toma-
mos realmente en serio esta petición tan tradi-
cional? Un intelectual culto que se sigue consi-
derando cristiano ¿ora realmente ñor su her-
mano? Las promesas en el sentido de que se va
Epílogo.
Sobre el misterio de la
fraternidad desinteresada

Hemos mencionado muchas ocasiones con-


cretas en las que se puede ejercitar la frater-
nidad, el amor cristiano al prójimo, y hemos
dado al respecto buenos consejos que a menu-
do han podido parecer bastante banales y ob-
vios y como exigidos por el sentido común.
Mas, para terminar, vamos a evocar una vez.
más el misterio de esta fraternidad; misterio
insondable, porque se identifica propiamente,
aunque sólo en un determinado aspecto, con la
totalidad de la existencia humana.
Tan sólo en la fraternidad el hombre se en-
cuentra realmente con el hombre en cuanto tal,
porque un mal encuentro priva siempre a una
persona de captar dimensiones esenciales en la
otra persona, cegándola para que no vea tales
dimensiones. Ahora bien, el hombre, en último
término es un misterio; mejor dicho, es el mis-
terio. Porque el hombre no llega a ser él mismo
sino cuando, con apertura ilimitada, se aban-
dona libremente —como pregunta infinita— en
manos del misterio inabarcable al que llama-
114 ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA FRATERNIDAD DESINTERESADA 145

inos Dios. Y se abandona con confianza y amor. de los dos sujetos por medio del amor al próji-
Así que el misterio del hombre se halla condi- mo, por medio de la fraternidad.
cionado por el misterio de Dios y fundamen- Ahora, a este elogio casi patético y encare-
tado en El, a quien últimamente se puede cido del amor al prójimo hay que añadir en se-
experimentar no por un conocimiento que quie- guida algo que es originalmente cristiano, algo
ra hacer conquistas teóricas, sino tan sólo en el que resulta extraño. Hay o, por lo menos, es
milagro del amor. Este hombre tiene que ocu- concebible que se desarrollen antropologías su-
parse, en el amor al prójimo, de este otro hom- blimes y que además se consideren a sí mismas
bre. Este amor al prójimo hace que la persona como caminos hacia la perfección humana, en
que ama se entregue a la otra persona no sólo las que acontecen parecidos encuentros de dos
en cuanto a esta o aquella propiedad percepti- infinitudes misteriosas dentro del misterio in-
finito por excelencia —llamado Dios— y que
ble y manipulable (la utilidad, el rendimiento
tal vez se denominan «amor al prójimo» o que
objetivo, lo vitalmente agradable, lo estética-
alcanzan tal amor al prójimo en su auténtica
mente encantador, etc.), sino en su totalidad,
y sublime esencia. Pero tales antropologías,
como «sujeto», con toda su magnitud imposi-
como caminos cíe vida, estarán siempre en pe-
ble de abarcar con la mirada, con la amplitud ligro de entender esa intercomunicación com-
sin límites de una conciencia y una libertad in- pleta de dos misterios infinitos, ese beso de dos
deslindables, con su decisión de abandonarse eternidades, como algo que, para la vida nor-
en Dios. Y este amor al prójimo acepta también mal de las personas corrientes, significa tan
al otro como este sujeto concreto que es, in- sólo un pequeño ejercicio preparatorio que,
calculablemente misterioso. El amor al prójimo como tal, puede volver a ser dejado de lado
es la interpenetración mutua de dos de estos por el Señor de la historia.
misterios, en los que está presente el misterio Una antropología de esta índole, emprendi-
por excelencia —Dios—, que consiguientemen- da por cuenta propia, se atreverá a pensar
te hace en definitiva irreconociblcs todos los —comprensiblemente— que aquello a lo que
límites entre esos dos sujetos, ya que al menos ella tiende y ensalza con énfasis es un aconte-
lo que denominamos cristianamente «gracia» cimiento que se ha producido en unos cuantos
hace que Dios mismo, como tal, sea el destino santos, héroes, sabios sublimes, guras y místi-
interno del sujeto finito, y de este modo llega cos, mientras que las personas corrientes —mu-
Dios a ser un destino interno en el intercambio chas, demasiadas— se quedan rezagadas deses-
146 ¿QUIEN ES TU HERMANO? LA FRATERNIDAD DESINTERESADA 147

peradamentc. Parece que una antropolgía «su- de los hombres, a los que llevan penosamente
blime» está condenada forzosamente a ser para su vida y cuyos horizontes parecen horrible-
una clase selecta. Parece que, en lugar de esa mente estrechos y parecen estar impulsados
sublime fraternidad de sujetos infinitos, para únicamente por la angustiosa y mezquina soli-
las personas normales no queda más que la citud por su propia vida. La antropología cris-
despotcnciada fraternidad de una decorosa con- tiana no excluye tampoco a éstos; tiene el in-
vivencia mutua en la que las personas única- verosímil optimismo de que también en ellos
mente se comuniquen en tal o cual esfera de- puede acontecer aquel amor, y tiene que aconte-
terminada de lo útil y, en alguna medida, de cer y de hecho acontece: ese amor que la más
lo agradable, pero no en su infinito ser de sublime antropología ensalza y jamás puede
sujetos. Esto es comprensible, porque tal an- sondear.
tropología autónoma de fraternidad sublime Cuando se contempla lo que, según la sen-
cuenta únicamente con las posibilidades del sibilidad humana, es a menudo una masa tan
hombre limitado, y no con el poder de la gra- horriblemente burda de personas cuya corrien-
cia de Dios y de su autocomunicación, la cual
te se arrastra con fatiga y torpor a través de
realmente puede hacer que las posibilidades in-
la historia, entonces podría uno pensar con ver-
finitas se conviertan en realidades plenas.
dadera resignación y escepticismo que en ese
La antropología de la fraternidad cristiana
fango de egoísmo y tosquedad se dará rarísi-
sabe hacerlo mejor. Tiene el inverosímil coraje
de afirmar acerca del hombre la más inverosí- mas veces, si es que se da alguna vez, el mila-
mil sublimidad y de cxigírsela como posible, gro de ese amor sublime. Pero el cristianismo
sin caer en el «elitismo». La teología cristiana está convencido (prescindimos aquí de la cues-
de la fraternidad está convencida de que esta tión de los niños que mueren antes del uso de
fraternidad de la comunicación infinita de dos razón y de otros casos que se pueden subsumir
subjetividades ilimitadas, abarcada y sustenta- en éste, porque en definitiva no sabemos ni
da por el misterio absoluto del Dios infinito, necesitamos saber nada acerca de esta cues-
puede darse en todos los que son personas. Y tión) el cristianismo, decíamos, está convencido
está convencida de que tal fraternidad es una de que en cada una de esas personas «adoce-
tarea posible para todos, y de que es incluso nadas», entre las que también nos contamos
una tarca santa y exigida insexorablementc y, nosotros, se da el acontecimiento insondable de
por tanto, exigida también al promedio normal semejante amor, a no ser que la persona se
148 ¿QUIEN ES TU HERMANO? !.A FRATERNIDAD DESINTERESADA 149

haya perdido, sencillamente, por su propia y conceptos inevitablemente patéticos que noso-
personal culpa. tros hemos utilizado aquí inevitablemente, cía
Este optimismo cristiano, opuesto a la arro- ro que sin llegar con ello a la realidad, que
gancia de todos cuantos creen constituir una siempre es mayor y más honda que todo cuanlo
«élite», tal vez no ha reflexionado hasta ahora pueda decirse con tan enfáticas palabras.
suficientemente acerca de cómo puede produ- Es perfectamente comprensible, por lo de-
cirse ese milagro en una persona corriente, por- más, que aun en la vida más mediocre haya
que se ha considerado con demasiada frecuen- instantes que permitan (no de un modo reflejo,
cia la cuestión de la salvación de los hombres pero no por ello menos real) la presencia de
con ayuda de modos legalistas de pensar, cre- semejante amor. Incluso en el transcurso de la
yendo que la salvación y la perdición acaecían más vulgar de las vidas burguesas, absorta en
por el cumplimiento de unos cuantos manda- las preocupaciones de la vida cotidiana (entre
mientos particulares, cumplimiento que propia- las que se cuentan también nuestras actividades
mente tiene poco que ver con esta consecución culturales), de uno u otro modo siempre se dan
del amor supremo: del amor supremo de unos esos instantes en los que, en cierta manera, se
con otros y con Dios. Ahora bien, este optimis- interrumpe ese tipo de ajetreo; se producen
mo cristiano puede y debe oponerse a la idea grietas y aberturas que permiten vislumbrar un
de la «clase selecta» en la conciencia de fe del aparente vacío (el infinito, en realidad); lo
cristianismo, aunque dicho optimismo no sepa único que en apariencia es real se convierte en
demasiado cómo se puede representar como punto de partida y marco de referencia para la
posible lo que él, lleno de confianza, afirma. mirada —perdida en ese infinito— de la con-
Pero se puede reflexionar también sobre al- ciencia y de la libertad; y deja de existir aque-
gunas cosas que, al menos remotamente, nos llo de lo que exclusivamente se ocupa el hom-
permitan comprender que en nuestra vida co- bre «sensato y realista». Y lo que es aún más
tidiana, que aparentemente sólo es insípida y importante: probablemente en toda vida hu-
mísera, puede acontecer entre nosotros —po- mana se dan de vez en cuando momentos en
bres burgueses— ese milagro de amor inmen- los que el razonable amor a lo cotidiano, que
so. Tal milagro tiene que ser, desde luego, un apenas puede distinguirse de un «sensato»
acto de libertad consciente, pero no por ello egoísmo, se ve de pronto frente a la allernativa
es preciso que el hombre lo realice de manera de amar sin esperar correspondencia, de con-
explícita y reflexiva y que lo acompañe de esos fiar ciegamente, de arriesgarse a algo que apa-
LA FRATERNIDAD DESINTERESADA i'.i
150 ¿QUIEN ES TU HERMANO?

rentemeníe no es más que una aventura absur- de lanzamiento» (si se nos permite lfiin.ulo
da y que no puede producir beneficio alguno. así) sea demasiado exigua y apenas se dcsi.i
En tales momentos la libertad del hombre que sobre la trivialidad de lo cotidiano. IYi<>
se ve ante la siguiente alternativa: o se es pru- estas pequeneces (en términos bíblicos, el vaso
dentemente cobarde y se echa atrás y no se de agua al sediento), como la palabra de alien-
arriesga o, de lo contrario, con atrevida con- to pronunciada junto al lecho del enfermo, 3a
fianza (lo cual es aparentemente absurdo y, sin renuncia a una pequeña y mezquina ventaja, in-
embargo —¡oh milagro!—, ocurre a veces), se cluso frente a aquel cuyo egoísmo le hace a uno
arriesga uno, sin seguridad de ningún tipo, a enfurecerse, y otras mil insignificancias de la
amar de veras, en el auténtico sentido de la pa- vida diaria pueden constituir la modesta apor-
labra. Entonces ya no hay terreno alguno cuya tación a través de la cual se haga efectivo el
firmeza pueda comprobarse previamente; la li- auténtico carácter de la fraternidad desintere-
bertad se arriesga más de lo que una fría y sada, que es la verdadera proeza de la vida.
calculadora sensatez podría aprobar: se arries- La fe cristiana tiene el convencimiento de
ga a sí misma y arriesga al propio sujeto, ca- que únicamente el amor a Dios y al hombre
yendo en lo insondable, en lo ilimitado, en don- —que es más que un mandamiento y que el
de habita Dios, a quien, en último término, sólo ejercicio de un deber— conduce al hombre a la
se puede experimentar en esa caída sin fondo. salvación; que ese amor constituye la totalidad
Naturalmente, esa libertad, en su caída en pi- de la Ley y los Profetas; que puede darse in-
cado al misterio insondable de Dios, no piensa cluso en la humildad de una rutinaria cotidia-
ni por un momento en sí misma; porque, evi- neidad, en la cual —y de un modo perfecta-
dentemente, esa caída, en definitiva, es origina- mente inadvertido— puede incluso tener lugar
da, posibilitada e iniciada por Jo que denomi- aquella suprema renuncia y entrega a Dios que
namos 3a «gracia de Dios», que es lo único que nos permite participar en la última y definiti-
proporciona gratuitamente la libertad necesa- va proeza de Jesús en la cruz. La fraternidad,
ria para dar ese salto incondicional. Pero todo que se sustenta y se realiza en el amor a. Dios,
ello no cambia en absoluto el hecho de que se- es lo más elevado que pueda darse. Y esta su-
mejante nrilarirc de libertad y amor infinitos prema elevación es la posibilidad que se ofrece
y, consiguientemente, de fraternidad, pueda a todo ser humano.
acontecer en medio de la vulgaridad de la vida
cotidiana. Puede qvie en este punto la «rampa

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