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¿La función debe continuar?

(Re)pensando el teatro en tiempos de coronavirus


desde el curso de Dramaturgia 2

© Pontificia Universidad Católica del Perú – Facultad de Artes Escénicas, 2020


Av. Universitaria 1801, San Miguel, Lima 32
Teléfono: (511) 626-5800
E-mail: fares@pucp.pe
Dirección URL: http://facultad.pucp.edu.pe/artes-escenicas
Derechos reservados, prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio,
total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Coordinador de la Edición: Gino Luque


Corrección de Estilo: Jessica Romero
Diseño Gráfico: Diego Acosta
Nota preliminar
Las opiniones discutidas por los estudiantes son completamente de su autoría. La
información presentada en los ensayos tiene la intención de ahondar en las posturas
y experiencias particulares de los estudiantes con respecto a la pandemia actual. Por
ello, no reflejan necesariamente la postura de la Facultad de Artes Escénicas o de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
Índice

Presentación 6
El arte como medio de comunicación y transformación en tiempos
de la pandemia mundial / por Martina Alvarado 8
Hacer un ensayo sobre la situación del teatro durante la pandemia
y no deprimirse en el intento. (Un texto breve para mi parcial de
dramaturgia dividido en tres actos) / por Jano Baca 14
¿Crisis es oportunidad? / por Sant Castello 19
Levantarnos y seguir / por Israel Caleni 22
¿Adaptarse o ir en contra? / por Eliana Córdova 25
Cuarentena, coronavirus, todo lo demás y el teatro. En ese orden /
por Daniela Feijoó 31
Cuando el conflicto es el contacto. Teatro, distancia y coronavirus /
por Lea Freyre 35
Stop. Inhala, exhala, ¿crea? Continúa / por Carlo Mario Pacheco 39
El teatro en la pandemia del siglo XXI desde los ojos de
una millennial / por Yaremís Rebaza 44
El teatro en los tiempos del COVID-19 / por Farah Salaverry 51
Paren todo, continúen en casa / por Paloma Scargglioni 56
No estaba muerto, estaba en cuarentena / por Franco Silva 60
Presentación

En no pocas ocasiones durante estos últimos meses, a propósito de la situación


inédita que estamos viviendo a escala mundial a causa del coronavirus, ha venido a
mí, con cierta inquietante insistencia, el título de una canción que la banda de rock
R.E.M. compusiera hacia finales de la década de 1980 (y que nada tenía que ver, por
tanto, con la actual pandemia): It’s the end of the world as we know it (and I feel fine) [Es el
fin del mundo tal como lo conocemos (y me siento bien)]. Por momentos, el carácter
apocalíptico de la frase ha atravesado mis reflexiones. En otros, sin embargo, a
pesar de la absoluta incertidumbre frente al futuro inmediato (y no tan inmediato)
y a la sensación de fin de una era, he encontrado razones para resistir al pesimismo
y la oscuridad. Así, he transitado, a lo largo de este tiempo, por el miedo, la incredu-
lidad, la rabia, la apatía y la angustia, pero también he experimentado el asombro,
la esperanza y la ilusión. No obstante, más allá de cualquier emoción posible, las
preguntas sobre el futuro han permanecido ahí interpelándome.
Con relación al curso de Dramaturgia 2, que me tocó impartir este semestre,
me he preguntado frecuentemente qué sentido tenía enseñar a las y los estudiantes
unas técnicas de escritura para un tipo de teatro que quizá ya no volvería a existir
(o, al menos, no como lo conocimos hasta ahora). Por más que el curso, tal como yo
lo planteo, esté dedicado al estudio y puesta en práctica de los procedimientos del
denominado drama contemporáneo, me preguntaba si estas formas de escritura,
que se caracterizan por poner en crisis las nociones y principios del drama clásico,
tendrían alguna vigencia en estos tiempos, y, por tanto, qué tan contemporáneas
resultaban, pero, sobre todo, qué tan útiles podrían resultar como herramientas
para contar historias desde el teatro hoy (y también mañana). Me respondía que
debía enseñarlas porque las alumnas y los alumnos debían conocerlas. Pero también
porque les estaba dando a conocer un determinado conjunto de procedimientos
de escritura y los estaba entrenando en su uso para que puedan elegir con qué
quedarse y qué descartar, pero especialmente para que puedan decidir, luego, cómo
emplear estos recursos para contar sus propias historias desde su circunstancia
personal y desde su sensibilidad. Así, si lo contemporáneo, citando a Giorgio Agam-
ben, es lo intempestivo, aquello que mantiene una relación problemática con su
tiempo, el propósito del curso, desde el campo de la escritura teatral, seguía siendo
proporcionar a las alumnas y los alumnos herramientas para que puedan entender
su propio tiempo, pero también para que puedan ir más allá de este.
Precisamente, por ello, de forma paralela a la lectura de textos dramáticos y a
los ejercicios de escritura, me pareció oportuno, hacia la mitad del curso, pedir a las
y los estudiantes que escribieran una reflexión sobre cómo percibían y experimen-
taban la situación del teatro en estos momentos, en los que, al menos en nuestro
medio, no se puede hacer tal como lo habíamos venido haciendo hasta antes de
la pandemia. Las reflexiones resultantes, formuladas a manera de breves ensayos,
están recogidas en este cuaderno virtual. Todas ellas superan, con creces, el ca-
rácter de tarea o asignación de un curso universitario, que fue el marco que las
propició. Son, más bien, testimonios lúcidos, honestos, valientes y comprometidos
de un grupo de artistas en formación que comparten los mismos interrogantes que
nos planteamos, en estos momentos, todas y todos quienes hacemos teatro; que
experimentan los mismos miedos y ansiedades, la misma confusión y la misma
frustración que las y los profesionales del medio; y que ensayan respuestas originales
con sensibilidad, creatividad e ilusión. Reflexionemos, pues, junto con ellas y ellos.
Porque quizá sí que es el fin del mundo (o de un cierto mundo) tal como lo conocía-
mos… y quizá, extrañamente, sí nos debamos sentir bien por ello.

Gino Luque
Coordinador de la Especialidad de Teatro
de la Factultad de Artes Escénicas
Profesor del curso Dramaturgia 2
El arte como medio de comunicación y transformación en tiempos
de la pandemia mundial
por Martina Alvarado

El arte escénico: ¿qué significa? ¿Qué es? Es un medio de comunicación que se


da en un espacio material, en el que vemos a artistas en su materialidad. Es una
forma para expresar un discurso. Es sociedad, comunicación, lenguaje, expresión,
diálogo, realidad, imaginación, sonidos, experiencias, sensibilidad, transforma-
ción y público, entre otros aspectos. Me quiero detener en el último punto mencio-
nado: ¿se puede hablar hoy en día del fin de la existencia del público en las artes
escénicas? Si bien no existe un solo tipo de público para un proyecto escénico, ¿los
que están tras pantallas aún siguen siendo público de teatro? La concepción que te-
níamos sobre lo que era el teatro se difuminó cuando nos sumergimos a un mundo
donde el color de la luz se apagó. ¿Se apagó el teatro? Jamás imaginamos que el telón
se nos cerrara, así como todo allá afuera.
Para Carnevali (2020) el teatro implica estar presente por medio de la fisicalidad.
Más allá de eso, en la actualidad, convivimos con diferentes plataformas digitales y
virtuales, que permiten una transmisión casi inmediata de la información; suponen,
por lo tanto, que las personas se encuentran más pendientes de las redes. El teatro
jamás se fue y jamás se irá, porque existe una teatralidad tanto en nosotros mis-
mos como en la realidad que nos rodea afuera. Aun así, en tiempos de pandemia,
¿cómo es la experiencia teatral? Las compañías, teatros o artistas independientes
han encontrado diversas formas para seguir vivos en una sociedad que parecía irse
para abajo y donde la esperanza se perdía. Los artistas nos empapan de humor y
anécdotas con el propósito de hacer reír a las personas en el confinamiento. Como
señala Rafael Spregelburd (2020), “Los artistas hacemos un trabajo que nos encanta,
entonces siempre queremos trabajar” (p. 112). Esto se evidencia también con los
artistas independientes que plantean formas teatrales en plataformas digitales de
streaming de pago, como Netzun; o en plataformas de acceso gratuito. Por ejemplo,
martina alvarado 9

Mateo Garrido Lecca y otros actores conocidos presentan todos los domingos en
un canal de YouTube videos de humor acerca de la pandemia. ¿Se reirán las gene-
raciones futuras con el humor que estamos creando? ¿O solo será un registro en un
medio digital, que luego pasará al olvido? Quizás nos encontramos en un tiempo en
el que a los artistas no les interesa tanto la posible trascendencia de sus obras en
el tiempo, sino seguir transmitiendo y comunicando contenido para mantenerse
conectados con las personas. Nos encontramos en un momento en el que se busca
hacer reír al público, que se siente atrapado en la soledad del encierro.
El humor también está presente en los memes, como los que se hacen sobre
Martín Vizcarra, presidente del Perú. Muchos lo critican, muchos lo apoyan y
muchos no lo entienden. ¿Asume también el presidente una teatralidad? El sábado
veintitrés de mayo se publicaron lineamientos para aminorar las restricciones de
la cuarentena a nivel nacional. Sin embargo, Vizcarra no fue claro ni específico.
¿Pretendió voluntariamente Vizcarra que los peruanos no entendamos con claridad
su mensaje? ¿Será esa su teatralidad? Al inicio de la pandemia, el presidente daba
mensajes a la nación diariamente, siempre a la hora del almuerzo. Conforme pasaron
los días, cada vez se le oía menos. De modo paralelo, los aplausos, que al inicio de
la cuarentena se escuchaban todas las noches, poco a poco se fueron extinguiendo.
El telón se fue bajando lentamente y de forma silenciosa. ¿Acaso se debe a una falta
de credibilidad hacia el gobierno? Me resulta importante recalcar que esta pande-
mia desnudó lo frágil y desorganizadas que eran ciertas organizaciones, así como
el sistema de salud y el de cultura en el Perú. Día a día, afuera de nuestras casas,
se presenta una nueva teatralidad. Se impuso como norma que un día salgan solo
mujeres; y otro, solo hombres. Progresivamente, empezó a haber más y más per-
sonas en las calles. Entonces, tras pocos días, se suspendió la norma de salida por
género. ¿Atiende el gobierno realmente a las necesidades de su país o simplemente
copia modelos de fuera?
Otro tema importante a atender es la realidad de la informalidad que el Perú
vive. ¿Qué se pensó hacer con este sector de nuestro país? ¿Por qué recién se hicieron
pruebas en los mercados después de dos meses de confinamiento? ¿Supuso un trato
justo? ¿Y los bonos de 380 soles que no llegaban a las familias más vulnerables? Lo
único que produjeron fue la aglomeración de personas en los bancos. Posterior-
mente, se pensó en llevar canastas con alimentos, por lo se designó cierta cantidad
de dinero a las municipalidades para encargarse de esa tarea. Sin embargo, en
muchos casos, hubo corrupción y las autoridades se aprovecharon de las circuns-
tancias, por lo que las canastas tampoco tuvieron la llegada esperada.
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Más allá de todo lo comentado con respecto al contexto en el que nos encontra-
mos, ¿se ha pensado en los artistas en algún momento? ¿Qué importancia tiene la
cultura en nuestro mundo actual? ¿Qué porcentaje de la población representamos
los artistas? Tomando en cuenta la realidad actual y que somos un país en el que el
arte no es valorado por la mayoría de ciudadanos, claramente, el sector de las artes
es al que se le presta menos atención en esta pandemia. En la mayoría de colegios
peruanos, se da mayor importancia a cursos como matemáticas o comunicación, y
los cursos artísticos son vistos como “complementarios”. Si no se incentiva la apre-
ciación del arte desde la educación escolar, ¿cómo pretendemos generar sensibili-
zación al arte en la población adulta? Existen de por sí diferentes prejuicios sociales
con respecto a la labor y el lugar del artista. ¿Será el mismo pensamiento que se
replica en el Gobierno? Es cierto que quizá hay menos personas que se dedican a
las artes que a otras profesiones, pero no por esto tendríamos que ser desatendidos,
menos aún en un Estado democrático que, en principio, debería representar a todos
sus ciudadanos por igual. Como afirma García (2020), una sociedad necesita estar
viva y esto solo se dará cuando volvamos a los escenarios. Por ello, es importante
que las personas le encuentren un valor al arte y a la cultura.
Más allá del momento en el que nos encontramos, el mundo y la historia siguen
cambiando, aunque la economía, nosotros, nuestra libertad y nuestra posibilidad
de creación en contacto con las personas se hayan detenido. Creo que, después de
esta etapa, le daremos más valor a las cosas físicas. Entonces, ¿qué pasará con el
teatro después de la pandemia? ¿Las personas irán? Las personas han pasado ya
casi tres meses frente a pantallas sin poder dialogar. Personalmente, considero que
lo que hace que una sociedad se mantenga viva es la convivencia y co presencia,
como sucede en el teatro.
En el sector de danza, ha habido una ola de clases en vivo de coreógrafos de todas
partes del mundo: ya no tienes que estar en un salón rodeado por treinta personas,
sino que compartes clase con miles de personas en movimiento en sus propias casas.
Claramente, la experiencia no es la misma, pero creo que a veces en la soledad del
aprendizaje también se pueden encontrar diversas cosas y reflexiones, así como
cuestionamientos. Podemos dejar de pensar en compararnos con los demás y en
enfocarnos en nosotros mismos para mejorar. Definitivamente, la tecnología nos
ha ayudado mucho en el encierro: no sé qué haríamos sin ella. Aun así, abunda la
nostalgia por reencontrarnos con los demás.
martina alvarado 11

Si bien la historia es cambiante, también se repite. Pienso que el teatro es cíclico


también. Por ello, creo que, al reencontrarnos después de que acabe la crisis por el
COVID-19, las personas le darán más valor a la fisicalidad y a la presencia en vivo;
si bien no dejaremos de usar plataformas como Netflix, vamos a buscar también
actividades de mayor contacto con los demás.
Frente a los planteamientos creativos que se proponen en estos tiempos, me
planteo diferentes preguntas. En primer lugar, parto de la experiencia del espectador.
¿Diremos que, de ahora en adelante, se hace un nuevo teatro? ¿Qué es el teatro en
estos tiempos de digitalización? ¿Qué es para el espectador el teatro actualmente?
¿Qué tanta importancia se les está dando a las obras virtuales que surgen si tenemos
Netflix? ¿Realmente los espectadores pagarán por ver teatro mediante plataformas
como ZOOM? Incluso si el costo de la “entrada” es simbólico, el tema del pago puede
ser controversial, pues, para ver obras de manera virtual, necesitamos conexión
a internet y esta puede fallar inesperadamente. ¿Es realmente la experiencia del
espectador la misma? La experiencia de escuchar una voz que viene del escenario
no es igual a la de escuchar una voz virtual, que incluso puede parecer robotizada
en ocasiones. La experiencia de ver una obra en casa no es igual a la sensación de
estar en el teatro a oscuras, en silencio, sin distractores. Evidentemente, en casa, el
espectador no dedica toda su atención a la obra; además, se presentan distracciones
familiares y/o laborales: ¿realmente se respetan los horarios laborales del teletra-
bajo? ¿Cuánto tiempo le puede dar una persona al arte? Por otro lado, hay también
aspectos positivos de la experiencia digital para el espectador. Por ejemplo, me-
diante un solo pago, todas las personas presentes en el mismo lugar pueden ver la
obra; en cambio, en la experiencia presencial, cada espectador paga una entrada
correspondiente a su butaca. Entonces, si antes de la pandemia una familia de cinco
personas no podía invertir en ir al teatro, quizá ahora sí.
Por otro lado, viendo la situación desde la perspectiva de la producción, ¿cuánto
porcentaje de la ganancia neta va directamente a las artes en esta época de pan-
demia? ¿Quiénes aún consideran ver una obra como algo prioritario, considerando
que muchas personas se han quedado sin trabajo por varios meses? Otro aspecto
importante concierne a las horas de las obras. Antes de la pandemia, en la mayoría
de casos, las obras se daban entre las 7 y 10 de la noche, a pesar del tráfico infer-
nal de Lima. ¿Cómo pretendíamos que el espectador llegara a las 7:00 de la noche
cuando, en muchas ocasiones, salía de trabajar a las 6:30? Ahora, la transformación
teatral también se refleja en los horarios. Muchas obras que se han presentado con
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anterioridad se están subiendo a plataformas digitales. De este modo, el especta-


dor puede elegir en qué momento del día verla. En cambio, en el teatro presencial,
siempre hay un horario fijo.
Otro formato de obras digitales se presenta por medio de plataformas que per-
miten verlas en vivo. A diferencia de lo que ocurre con las películas y los programas
de televisión, que están grabados y editados en una calidad alta, las obras de teatro
aludidas no presentan una alta calidad de imagen. Por ello, a mi parecer, este tipo
de obras no cumplen con las expectativas en relación, sobre todo, a la forma más
que al contenido. Entonces, ¿por qué el espectador seguiría eligiendo pagar por una
baja calidad de resolución de imagen, considerando que también puede acceder a
servicios de transmisión de películas y programas de televisión? Aun así, el teatro
no ha perdido su potencial comunicador, sobre todo desde el contenido que presenta.
Lo más importante de estas indagaciones es pensar en la experiencia del espec-
tador. Esto me lleva nuevamente a casos problemáticos, como comparar las expe-
riencias de obras presenciales frente a cómo serían recibidas potencialmente por
medio de la virtualidad. Por ejemplo, cuando vi la obra Los regalos de la Compañía
de Teatro Físico, me di cuenta de la catarsis que provocaba en los espectadores:
muchas personas se veían conmovidas e incluso lloraban. ¿Se podrá lograr algo si-
milar por medio de una pantalla? Vale reflexionar sobre el contenido que queremos
comunicar al espectador. ¿Queremos que llegue como lo tenemos pensado y definido?
En el teatro presencial, podemos medir y visualizar cómo será la experiencia del
público, pues podemos hacer un análisis previo de las circunstancias en las que se
verá la obra. En cambio, en el teatro en tiempos de pandemia, no sabemos en qué
circunstancias el espectador verá el proyecto escénico. ¿En qué espacio lo verá? ¿Lo
verá solo o en compañía? Sabemos que en la sala no se puede hacer ruido y menos
hablar, excepto en el intermedio. Asimismo, al inicio se menciona que se apaguen
los celulares. Si bien se pueden mencionar este tipo de pedidos en una experiencia
virtual de teatro, ¿qué tanta consciencia tendrá las personas para apagar los celulares
si están en sus casas? Normalmente, se apagan para no distraer a los intérpretes
ni a los demás espectadores con el ruido o la luz de la pantalla. La experiencia tea-
tral virtual puede comunicar, pero no podemos medir qué se comunica finalmente,
pues la experiencia en cada casa será un mundo distinto.
Por último, considero importante que usemos este tiempo para preguntarnos
sobre nuestras ocupaciones: ¿las hacemos por obligación o placer? Vemos a los
artistas reinventándose creativamente, viviendo y moviéndose. Amamos lo que ha-
cemos y, por ello, el arte siempre será un placer. Es lo que nos mantiene en pie, por
martina alvarado 13

lo que el teatro seguirá su camino. Así como transformamos un escenario en una


obra y llegamos a un espectador, el teatro también se va a transformar y llegará a
nuevas audiencias. Queda pensar en cómo será la experiencia del espectador, pero
tomando en cuenta que no podemos controlarla ni medirla.
Finalmente, quizás este tiempo nos lleve a darle más valor a la materialidad de
las cosas y a las cosas simples que tenemos en nuestro alrededor. El teatro es la ma-
terialización de una acción, que es percibida por un espectador. Las experiencias
hoy en día han cambiado por la digitalización, pero jamás se ha perdido la comu-
nicación ni el convivio en el teatro. Como menciona Anne Bogart (2001), “Consi-
dero el teatro como un arte, porque creo en su poder de transformación” (p. 13). La
transformación siempre ha estado en el arte; quizás en este tiempo se está dando de
forma más rápida y drástica, y por la imposición de la coyuntura en la que vivimos.
Quizás la pregunta esté en cómo creamos para el mundo de hoy y el que se viene.
Tengo esperanza en que el teatro renacerá, así como ha sucedido en otros periodos
históricos. Todo se transforma, y el arte y el teatro no son la excepción. Llenemos el
mundo de movimiento artístico en esta época de inmovilidad social.

Referencias bibliográficas
Bogart. A. (2001). La preparación del director [Trad. D. Luque]. Barcelona: Alba Editorial.
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
html
Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf
Hacer un ensayo sobre la situación del teatro durante la pandemia
y no deprimirse en el intento. (Un texto breve para mi parcial de
dramaturgia dividido en tres actos)
por Jano Baca

El martillo (Primer acto)

Cuando empezaba el 2020, yo era de aquellos privilegiados que ya tenía el año


entero programado. Culminaba la carrera este año, iba a terminar de grabar una
novela, empezaría ensayos para un musical grande que se iba a estrenar en junio y
tenía un par de giras al interior del país ya confirmadas. Además, tenía planeados
un par de proyectos independientes para fin de año y muchas ideas en la cabeza
por ser aterrizadas. Vivo en un departamento con mi mejor amigo, que también
es actor; mi novia, que es actriz; y la mejor amiga de mi novia, que es economista
y dibujante (ha hecho un par de afiches de mis proyectos y es muy buena). Este era
un año prometedor. Para ser sinceros, en enero, para mí el coronavirus solo era un
meme sobre las cosas raras que pasan en China.
Recuerdo muy bien el fin de semana en que se anunciaba el inicio del estado de
emergencia en nuestro país. Fue un domingo por la noche. Un par de días antes, el
viernes, me llegó un correo que me avisaba sobre la cancelación de aquel musical
grande. El lunes siguiente, llegó el correo para confirmar que se cancelaba la gira.
Así, los proyectos se fueron suspendiendo. A partir de entonces, creo que se sintió
el martillazo. Es interesante esta figura del martillazo. Lo primero que pienso es
en lo violento del acto cuando uno aplica un martillazo a un clavo. El clavo no es
consciente de la intempestiva fuerza de choque que va hacia él. El clavo solo está
ahí, existiendo. Más o menos así estaba, creo yo, nuestro medio. Todo proyecto,
toda temporada, toda tesis… todo se suspendió de un momento a otro. Ayer, veía
jano baca 15

una entrevista a Eduardo Adrianzén realizada por Carlos Orozco (2020) y me quedé
con una frase muy interesante del dramaturgo: “Esta es la primera vez que se puede
decir que algo nos pasó a todos”.
Cuando el clavo recibe el martillazo, cambia. Tiene dos opciones: o se hunde
profundamente en la superficie que tenía como soporte o se dobla. Yo creo que
nuestro trabajo se hundió doblado. Y no es fatalismo. Muchos otros amigos y yo
no sabíamos qué pasaría. Muchos creían que sería una situación de tres meses en
los que teníamos que adecuarnos, pero pensaban que en el trimestre final del año
todo se retomaría con fuerza. Yo era de los que sospechaba que no iba a ser así. Con
toda posibilidad de trabajo suspendida, pero privilegiado y suertudo, empecé mi
estrategia para estirar mis ahorros. Tenía dos frases en la cabeza: “¿Cómo se me
ocurrió aventurarme a vivir solo de la actuación a los veinticinco años?” “¿Estuve
viviendo solo de la actuación durante un año? ¡Qué bien!”. Ese primer martillazo
fue un shock muy potente para todos y su potencia radica en que no nos dio tiempo
para prepararnos.
Existe un anime llamado Neon Genesis Evangelion, en el que todo el tiempo se
habla y se teme la llegada de un “tercer impacto”. En nuestra realidad, acabábamos
de recibir nuestro “tercer impacto”. Y no había plan de contingencia.

La danza (segundo acto)

En Argentina, Carlos Rottemberg puso afuera de uno de sus teatros la frase


“Bajemos el telón para cuidarnos. Habrá tiempo para volver al teatro”. Además, Ro-
ttemberg afirmó que la temporada 2020 ya tenía que darse por cancelada (Área Uni-
versitaria de Realizaciones Audiovisuales de la Universidad Nacional del Noroeste
de Buenos Aires, 2020). Como en toda profesión, el teatro también tiene distancias
sociales. Como ya he mencionado, el año pasado fue un año de mucha suerte para mí.
También lo fue para mis roommates. Sin embargo, la cuarentena fue evidenciando lo
frágil que es nuestro sector. Lo primero que noté es que, como artistas, en este país
nos hemos acostumbrado a vivir mucho del día a día o, como mucho, del mes a mes.
Logramos vivir de un corto universitario, tres eventos, una temporada en el teatro
y cualquier otro “cachuelo” (o “freelo” para darle más charm). De esa manera,
nuestra vida funciona. Aun con ese ritmo de vida intenso, tenemos tiempo para ex-
perimentar con procesos creativos que nos alimentan el alma, pero no el estómago.
16 ¿la función debe continuar?

Vivimos en la constante búsqueda de enriquecer y ennoblecer nuestro quehacer


cultural. Creo que es el interés básico de un artista. Ya la situación era complicada
antes de la pandemia y ahora lo es incluso más: de la crisis pasamos a más crisis.
¿Qué se hace cuando todo para? De golpe, debes estar metido en tu casa, no tienes
espacio para ensayar... ni siquiera hay un proyecto para ensayar. Se han congelado
eventos y cortos universitarios. La obra en la que te ibas a presentar se cancela un
par de semanas antes de su estreno. Ahora, sabes que ese evento que hiciste el fin
de semana pasado fue el último ingreso económico que habrá en un buen tiempo.
Lo segundo que demostró (y está demostrando) la crisis es que somos necios.
Luego del complejo proceso de adaptación al encierro, apareció, nuevamente, ese
interés por seguir haciendo algo de alguna manera. Mis compañeros de departa-
mento y yo nos embarcamos en un proyecto muy interesante. Ensayamos una obra
en nuestra sala durante dos semanas y la representamos a través de una plataforma
de streaming. Aun así, ninguno de los cuatro, ni si quiera la directora del proyecto
(que nos dirigía a distancia) nos animamos a llamar a la obra “teatro”: y es que falta
ese elemento cinestésico necesario en todo hecho escénico. El teatro puede carecer
de todo menos de público. Sí, el público está también ahora, pero nos mira desde
su casa, incapaz de entregarnos respuesta directa. Y nosotros somos incapaces de
saber si lo que estábamos haciendo estaba en sintonía. No quiero que se me malin-
terprete: el actor no debe trabajar pendiente de la risa o el llanto del espectador en
algún momento determinado de la función. Aun así, vivimos ávidos de ese contacto
invisible, de sentir las respiraciones y las vibraciones de todo ser vivo que se en-
cuentre donde se hace teatro.
Hicimos ese salto al vacío no solo por nuestras ganas de ganar dinero, sino tam-
bién por nuestros deseos de contar algo. En lo poco que llevo en esta carrera, he
descubierto que, si no tienes algo que contar, no tienes nada. No solo tenemos el
afán, sino también la necesidad de contar.
Estoy convencido de que nuestro objetivo no es competir con plataformas de
streaming como Netflix o Amazon Prime, o programas de televisión como Esto es
guerra. Creo que nuestro propósito es empezar a entender cómo va a funcionar esta
situación. Aquella persona que consumía teatro, eventualmente, va a preguntarse
qué estarán haciendo esos actores que iba a ver de vez en cuando en el Teatro Piran-
dello, el Teatro Mocha Graña o el Teatro Ricardo Blume. También se preguntará qué
estarán haciendo los dramaturgos, directores, profesores, luminotécnicos, vestua-
ristas y escenógrafos, entre otros.
jano baca 17

La nueva convivencia (Tercer acto)

Ahora que estamos entrando en este proceso de reactivación económica, debemos


ir con calma. Nuestro país es un gran ejemplo del ensayo y error. Si me preguntan a
mí en qué debemos preocuparnos ahora, tengo dos respuestas.
Por un lado, debemos trabajar ya en un protocolo de bioseguridad. Durante este
periodo de reactivación, las industrias que sacarán ventaja en cuanto a su retorno
serán aquellas que se organicen rápido y presenten ante las autoridades competentes
un protocolo. He escuchado que algunos se están organizando ya en la elaboración
de este para las industrias culturales. Lo aplaudo y lo apoyaré apenas salga. Además,
debemos hacer la bulla necesaria para que haya un verdadero interés político por
la reactivación de nuestro medio. Actualmente, nuestra representación política
tambalea. Nuestra notoriedad a nivel gubernamental (y nacional) se ha debido a un
escándalo terrible. Si creemos que es el único, pecamos de inocentes. Algo se pudre
en Dinamarca y también en ese edificio que está a la altura de la avenida Aviación con
Javier Prado. Es momento de que todos tomemos interés por las políticas culturales.
Tal vez, no queremos participar de ellas, cosa que es válida. Aun así, debemos estar
informados sobre quién está a cargo, quién se está moviendo y quién se está benefi-
ciando a costa del trabajo de tantos otros.
Por otro lado, estas circunstancias deben ser un llamado a unirnos como gremio.
No puede ser que lo único que hayamos tenido en común en años sea el desempleo.
Del entrampamiento en el que nos encontramos hoy en día pueden salir muchas
cosas. Una de ellas debe ser la consciencia de que necesitamos ser una sola voz
para preocuparnos por cortar la informalidad de nuestro trabajo, sentirnos más
protegidos entre nosotros mismos, fortalecer espacios de representación, reforzar
la sostenibilidad de las industrias culturales, y trabajar en instalarnos como una
opción firme y sólida para el consumo de todos. Sueño con la utopía de que en algún
momento una obra de teatro sea una opción a considerar frente al cine, al fútbol y
otras alternativas de entretenimiento masivo. Cuando eso pase, tendremos que
renovarnos. ¿Por qué no intentarlo? Igual de utópica fue la decisión de dedicarse a
las artes escénicas y aquí estoy: más convencido que nunca de que no me equivoqué.
Amo mi trabajo, lo extraño mucho y estoy ansioso por volver a hacerlo.
18 ¿la función debe continuar?

Referencias bibliográficas
Área Universitaria de Realizaciones Audiovisuales (AURA) de la Universidad Na-
cional del Noroeste de Buenos Aires (UNNOBA). (2020, 7 de mayo). Carlos Rot-
temberg. Diálogos en tiempos de pandemia N° 7 [Archivo de video]. Recuperado
de https://www.youtube.com/watch?time_continue=3&v=Fs056nXkiBM&featu-
re=emb_logo
Orozco, C. (2020, 26 de mayo). Eduardo Adrianzén sobre recesión, el futuro de la TV
y la agenda de los medios [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtu-
be.com/watch?v=PZLDbij_Usw
¿Crisis es oportunidad?
por Sant Castello

A lo largo de la historia mundial, han existido miles de crisis de distintas índoles,


tanto a nivel nacional como mundial. Todas las crisis dejan huellas positivas y nega-
tivas, frente a las que la humanidad se adapta, muta, evoluciona y aprende. Debido
a estos cambios, aparecen también nuevas exigencias.
Una crisis muy conocida es la de la bolsa de valores de Nueva York. La economía
mundial tiembla por la crisis de Estados Unidos, la gran potencia económica. Algo
similar ocurrió durante la Primera y Segunda Guerra Mundial: gran parte de los
países europeos y de otras partes del mundo temblaron por lo que comenzó como
un conflicto entre naciones. ¿Qué pasó cuando Chile se enfrentó a Bolivia y Perú
salió en su defensa? ¿Tembló el mundo? Creo que no. Más allá de eso, lo que quiero
resaltar es que las crisis afectaron a quienes les importaba la paz y la calma. Hoy, la
“crisis” del COVID-19 les importa a todos, pues nos hemos visto afectados por ella.
No sabemos si esta crisis acabará en meses o años; en todo caso, dejará una huella
en toda la humanidad: cambiará el comercio, la atención al público, el turismo, el
deporte y el arte.
En estos meses de confinamiento, he escuchado que “ni siquiera los nazis
detuvieron el teatro”. ¿En verdad estamos tan limitados? ¿Hasta dónde puede llegar
la magia del teatro? Los artistas independientes no tenemos trabajo, los proyectos
se han postergado y no recibimos el poco ingreso que teníamos. Nuestras billeteras
dan sin recibir.
El teatro es la interacción en vivo entre el espectador y la historia sobre las tablas,
las emociones que el público recibe por medio de la actuación de actrices y actores,
el juego de luces que maravillan los ojos de las personas en platea, el sonido (cantos,
música, efectos) que viajan por el espacio del teatro. El teatro es todo eso y mucho
más. Entonces, por más espléndida que sea la trama, la actuación o la música que
20 ¿la función debe continuar?

se emplea, ver una obra por medio de una pantalla no es teatro. Nos encontramos
detenidos: la magia del teatro vive en el presente del espacio escénico, en el “ahora”
cuando se da vida a esa historia de ficción.
Es cierto que hay personas que solo van al teatro para pasar el rato y no está
mal. Para ellos es mero entretenimiento. Asistir al teatro no consiste solo en sentarse
a ver la historia que nos cuentan, sino en verse introducido en un mundo irreal
desde el momento en que se apagan las luces y se escucha o ve el primer momento
de la historia en vivo. No intento explicar por qué el teatro es increíble (porque lo
es); lo que busco es resaltar lo importante que es que el teatro sea una experiencia
vivida en carne y hueso frente a un escenario.
Debido al confinamiento, más que nunca ingresamos a las redes sociales, que
nos permiten conectarnos con cualquier parte del mundo, siempre y cuando tenga-
mos una buena conexión a internet. La falta de entretenimiento nos ha convertido
en creadores de entretenimiento: me sorprende la cantidad de talentos artísticos en
las imitaciones que se ven en TikTok, los increíbles tutoriales para hacer un queque
en casa o los divertidísimos videos de bromas a papás. También vemos ahora un
predominio de la educación virtual: es el medio por el que se dan las clases de los
colegios y las universidades, así como talleres de danza, canto, o para aprender a
tocar un instrumento. Las clases virtuales no son novedad: lo nuevo es que ahora
dominan el ámbito educativo. Incluso, estamos haciendo de manera más frecuente
las compras del mercado de manera virtual ¿Será que la opción para comprar de
manera virtual antes de la pandemia nos estaba preparando para esta situación?
¿Qué pasará cuando termine el confinamiento y volvamos a las calles? ¿Será la
presencialidad algo del pasado y solo en muy pocos ámbitos será un requisito? ¿Ya
no requerirá el teatro de presencialidad?
Las aplicaciones nos han permitido “socializar” a distancia. Desde nuestros
hogares, a través de una pantalla, nos divertimos; estudiamos; e, incluso, hemos
visto “teatro” desde el celular, la tablet o la laptop ¿En realidad hemos visto teatro?
A partir de lo que he explicado previamente sobre cómo entiendo el teatro, puedo
decir que, por más obras que he visto en estos meses, no he visto teatro.
El teatro corre el riesgo de perder el poco público que asistía. La sala casi vacía
corre el riesgo de estar totalmente vacía, por más teatro comercial que se haga. El
miedo social se las va a cobrar con las salas de teatro, no sabemos hasta cuándo.
Tal vez en un año podremos volver a pisar las tablas, pero, ¿cuántas butacas se
llenarán? El teatro consiste en la comunicación en vivo entre platea y escenario. Si
no hay platea, ¿qué haremos? Yo no tengo la solución, pero pienso en las primeras
sant castello 21

etapas del teatro, cuando los artistas iban a los pueblos con su arte y montaban es-
cenarios para el público. No es la solución ni digo que lo probemos, sino que a veces
es necesario dar un paso atrás para tomar el impulso que nos permita correr hacia
adelante. Tal vez ahora estemos limitados para hacer teatro en un establecimiento
cerrado y es posible que esta situación dure por muchos meses. Aun así, una crisis
puede ser una oportunidad, si sabemos cómo verla y aceptarla.
Levantarnos y seguir
por Israel Caleni

Por un lado, estaba ella. Ya habían puesto la grabación de la tercera llamada.


Tenía esos nervios normales de un estreno. Por otro lado, estaba él, sentado en su
mueble, escuchando que en China se estaba propagando un nuevo virus por culpa
de alguien que hizo una sopa de murciélago. Ella ya tenía que entrar a escena. Se
equivocó en su primera línea, pero nada le importó; lo solucionó y siguió. Él escu-
chaba otras teorías, como que el virus había sido creado a propósito por Estados
Unidos con el fin de destruir a China. De todas maneras, era un virus tan lejano
que iba a tardar mucho en llegar hasta Perú. La obra transcurría con normalidad.
Ella, a pesar de no estar concentrada, cantó y brilló. Él apagó su televisor y se fue
a dormir. Ella terminó función y se fue a dormir. La única diferencia entre los dos
era que él mañana volvería a prender su televisor, pero ella no volvería a subir al
escenario por tiempo indefinido. Así fue como el coronavirus mató una de sus más
grandes ilusiones.
Desde que tengo uso de razón, mi familia pensó que me dedicaría a algo relacio-
nado a los negocios o la arquitectura. El arte siempre fue un pasatiempo que ocupaba
un taller del colegio o de verano. Claramente, no debía tomar más de mí. Aun así,
internamente, siempre quise estudiar teatro. No sé si quería ser actor. Creo que en
la época entre los trece y dieciséis años lo que quería era ser famoso. En mi aún pe-
queña y errada cabeza, estaba todo claro: actuar era sinónimo de fama, lo cual era
sinónimo de éxito, lo cual era sinónimo de dinero. Mi primer gran choque contra la
realidad fue cuando empecé a estudiar teatro profesionalmente y me di cuenta de
que mis ideas estaban totalmente erradas. Tome consciencia de que la tasa de des-
empleo era muy alta y la probabilidad de vivir netamente de hacer teatro era cada
vez más lejana, y lo que más me asustaba decir era que los actores no tenían trabajo.
israel caleni 23

Después, dejé de tenerle miedo a eso. Ya la industria poco a poco se iba abriendo
con nuevos talentos, más producciones y más personas interesadas en hacer arte.
Sin embargo, siento que todo se vino nuevamente abajo por culpa de este famoso virus.
Creo que ahora vuelvo a tener miedo, quizá incluso más miedo que antes: en este
momento, ya he invertido años de mi vida en una profesión que parece derrumbarse.
Una de las cosas que más disfruto en la vida es el contacto humano. ¿Cómo
seguir con el teatro sin contacto real? No lo sé. Hace unos días, veía un video en
el que salían algunos de los maestros que me formaron en la facultad. Decían que
en muchas escuelas internacionales se dictan clases de teatro por internet, pero,
en nuestra facultad, aún no se ha implementado ese tipo de metodología por la
variedad de puntos de vista sobre la enseñanza y cómo manejarla. En la charla, se
concluía en que es muy difícil hacer o enseñar teatro sin cuerpos vivos, sin cuerpos
presentes que tengan contacto. La energía que se crea al tener cuerpos presentes en
un ensayo o una obra hace que el actor refuerce la acción. ¿Cómo puedo reemplazar
un abrazo, una agarrada de manos, la caricia en el pelo ajeno, un beso, el olor de
otro? No lo sé.
Cuando empezó la cuarentena y estaba encerrado en casa, recuerdo que mi
mamá solía decirme que iban a presentar diferentes obras de teatro por televisión,
que esas obras eran muy buenas y mil cosas más. Yo le decía que no quería verlas.
No me gusta ver teatro por televisión y sé por qué. Si voy a ver algo por televisión,
prefiero que sea una serie o película: tiene mejores efectos, hay muy buenas actua-
ciones, y lo mejor es que está pensada y hecha para el formato de televisión. Me
sentía un poco mal, porque no nacía en mí ver teatro a través de una pantalla. Sigo
creyendo que lo rico del teatro es sentir la presencia de los actores, la energía que
emanan, los errores que puedan cometer y, sobre todo, la sensación indescriptible
que tengo al entrar a un teatro.
Hace unas semanas, me empezó a llegar mucha publicidad de micro obras de
teatro por diferentes plataformas en línea, obras en las que participan muchos de mis
amigos. La idea me encantó, principalmente porque eran mis amigos. Poco a poco, me
di cuenta de que eso también me demostraba que el teatro no había muerto: siempre
que haya gente con ganas de hacer, el teatro seguirá vivo. También me llevó a plan-
tearme otras preguntas: ¿por qué el público escogería ver teatro en línea cuando
puede ver series o películas mucho más elaboradas? ¿Son estas obras en línea en
verdad teatro? ¿Qué me asegura que los intérpretes estén actuando en vivo y no sea
una grabación? Muchas de estas preguntas me llevaban a desistir nuevamente de
24 ¿la función debe continuar?

este formato que se estaba dando. No quiero criticarlo, pues quizá llegaré a hacerlo
en algún momento. Sin embargo, no llega a convencerme del todo. No sé qué tanto
pueda reemplazarse el teatro en su versión original.
En este panorama, no todo tiene por qué ser negativo. Hay dos cosas que me en-
señó el teatro que son necesarias para el mundo entero en estos tiempos de corona-
virus si queremos seguir viviendo. La primera es la empatía; cuando estamos viendo
una obra, nos reímos, nos asustamos y lloramos, porque nos sentimos identificados
con los personajes, porque vemos algo de nosotros en ellos. Se dice mucho que no
venceremos el coronavirus si pensamos solo en el bienestar individual. Todos tene-
mos que ser conscientes y solidarios para poder ganar esta batalla. Sabemos que las
sociedades en las que vivimos nos llevan a ser seres bastante individualistas, más
preocupados por el bien propio que por el bien común; sin embargo, es importan-
te que tengamos una actitud empática entre nosotros, porque de eso dependerá el
bienestar y progreso de todo el Perú. Ser solidarios, escuchar al otro, acompañarlo
en su sufrimiento o ayudarlo es aquello que nos hace humanos y nos enriquece
como personas. La segunda enseñanza del teatro consiste en la apertura de la
vulnerabilidad; a lo largo de la formación en teatro, fui descubriendo que mi mejor
herramienta es saber cuánto me conozco y cuán honesto puedo mostrarme frente
a los demás. A partir de eso, mostramos nuestra vulnerabilidad, que nos hace ricos
como actores y personas. Relaciono este aprendizaje con la situación actual, porque,
como sociedad, siempre nos hemos creído fuertes. Hasta hace no mucho tiempo,
pensábamos que el dinero es que lo que mueve el mundo y que sin dinero no so-
mos nada. Hoy, podemos ver que no somos nada comparados con la inmensidad del
mundo, pues este puede detenernos cuando se le antoje. Entonces, lo primordial es
el derecho a la vida y a la salud. Creo que el lado positivo de esta pandemia es que
nos hace ver que no estábamos yendo por el camino correcto como sociedad, es
decir, nos ha permitido aprender sobre lo valiosos que somos los seres humanos.
Una de las frases que más ronda en mi cabeza en los últimos meses es “Ya nada
volverá a ser como antes”. Tal vez, nada será igual, pero el teatro es poderoso y
volverá, como antes o de manera renovada. El teatro regresará con nuevos cono-
cimientos; y tendremos la conciencia de que, si algo vuelve a pasar y nos tumba,
podremos levantarnos y seguir.
¿Adaptarse o ir en contra?
por Eliana Córdova

“‘Nadie sabe lo que viene’, dice el hombre en el centro del escenario, iluminado
por los cenitales. ‘No tengo ingresos. Todo colapsa. Sin ayuda, aguanto esta situa-
ción más o menos 90 días. ¿Y qué viene después? ¿Qué sigue? ¿Qué será de nosotros?
¿Y de qué se supone que vamos a vivir?’” (Schimmelpfennig, 2020, párr. 6). Mientras
leía los artículos de referencia para escribir este ensayo (Schimmelpfennig, 2020;
Spregelburd, 2020; Carnevali, 2020; García, 2020), me puse a pensar hacia dónde
podría encaminar mi reflexión sobre la situación actual de la pandemia y el futuro
del teatro. Llegué a la conclusión de que tenía que empezar por cómo me siento yo
frente a esta situación para poder entablar una relación con el contexto actual del
ámbito que corresponde a mi carrera: el teatro. A partir de ello, me di cuenta de
que siento exactamente lo mismo a lo mencionado en ese extracto del artículo de
Roland Schimmelpfennig. Creo que ese también es el sentir de muchos artistas
jóvenes y no tan jóvenes.
El COVID-19 llega a nuestro país, declaran cuarentena, nadie entiende qué
sucede y las personas entran en descontrol. Las temporadas teatrales se posponen:
surge más desconcierto. Aparentemente, es una pausa momentánea en el sector
artístico. Sin embargo, se incrementa el miedo. Prolongan la cuarentena. Las
temporadas pasan de ser pospuestas a canceladas. El Ministerio de Cultura no se
pronuncia; y la ansiedad y el estrés se apoderan cada vez más de actores, directores,
dramaturgos, gestores y productores, entre otros. Las redes colapsan. La necesidad
de no parar es latente. ¿Virtualizar el teatro? ¿Se puede virtualizar el teatro? ¿Talle-
res de actuación por ZOOM? ¿Obras de teatro por ZOOM? Artistas independientes
empiezan a generar contenido. Empresas privadas anuncian su regreso con diversas
propuestas virtuales. Y la crisis no para.
26 ¿la función debe continuar?

El futuro es una gran incertidumbre. Sabemos que el teatro no va a morir, por-


que, como dice Alberto Isola, el teatro ha sobrevivido a todo y nunca han podido
con él. El problema es que no sabemos cuándo va a regresar. No hay certeza de nada
y eso genera ansiedad. Sin embargo, toda crisis es una oportunidad, y de la preca-
riedad nace la creatividad, ¿no? O por lo menos para sentir eso es que se habla de
una reinvención creativa. Sin embargo, siguiendo a Carnevali (2020), si bien nunca
terminamos de reinventar nuestro oficio, ¿hasta qué punto lo vamos a reinventar?
Al enfocarnos en lo que está aconteciendo ahora y en un futuro cercano, podemos
observar que ya existen una serie de propuestas de “teatro” virtual y otras que vie-
nen en camino. Sin embargo, tengo sentimientos encontrados con respecto a lo que
acabo de mencionar y me resulta complicado no renegar sobre esta situación.
En primer lugar, el teatro, como dice Schimmelpfennig (2020), es lo opuesto al
aislamiento, porque es un lugar de libertad y diálogo: es donde la gente se reúne. A
través del escenario y del texto, la sociedad entra en un diálogo consigo misma. Por
lo tanto, es absurdo y hasta ridículo pretender virtualizarlo. El teatro es un hecho vivo
y presencial. Es la manifestación física de algo que necesita del contacto, y, sobre
todo, del convivio entre actor y espectador. Eso no existe a nivel virtual. Entonces,
¿por qué se cree que se está ofreciendo teatro por ZOOM? ¿Acaso esta especie de
virtualización de un convivio se considera teatro? ¿Realmente estas propuestas en
las que hay dos o más actores interactuando por ZOOM, a partir de las diferentes
situaciones que plantean, pueden ser consideradas teatro? Esta cuestión me resuena
todo el tiempo.
Al mismo tiempo, pienso que necesitamos trabajar. Más allá de cómo uno concibe
el teatro y todas las cuestiones que surgen por esta nueva manera de abordarlo, el
desempleo momentáneo o indefinido para unos y otros nos lleva a reinventarnos y
generar contenido con las herramientas que nos ofrece el mundo virtual. Así como
decía Alberto Isola en una entrevista que le hizo Denise Arregui (2020) en su nue-
vo programa #EnConstrucción, uno tiene que “embrace” la situación que estamos
atravesando. Como señala Isola, en un principio, uno siempre se resiste al cambio,
pero, después de un tiempo, terminas aceptándolo, porque es necesario. Tenemos
que plantearnos la pregunta: ¿adaptarse o ir en contra de esto? De todas maneras, la
necesidad de hacer nos obliga a adaptarnos, ya sea por una necesidad económica o
por una necesidad más personal relacionada al hecho de no sentirse inútiles en es-
tas circunstancias; en otras palabras, tenemos la necesidad de sentir que podemos
contribuir a través de nuestro arte. Menciono esto porque creo que es importante
eliana córdova 27

recalcar que es necesario aceptar nuestra realidad para poder transformarla, sobre
todo cuando los artistas nos encontramos tan vulnerables en un contexto que nos
pone a prueba día a día.
“No podemos hacer teatro, pero sí podemos actuar”, menciona dos veces Miguel
Iza durante una conversación con Alejandra Guerra como parte de las transmisio-
nes que realiza casi a diario por medio del canal del Colectivo Del Bardo (2020), li-
derado el mismo Miguel Iza. Tras mencionar esta frase, Alejandra Guerra se queda
pensando y dice “Sí, es cierto. No podemos hacer teatro, pero sí podemos actuar. La
cuestión está en el cómo.” Esta conversación se llevó a cabo a inicios de abril. Am-
bos, así como muchos, todavía consideraban y/o sentían ajena la idea de participar
o producir un taller o una “obra” virtual.
¿Cómo se ensaya virtualmente? ¿Monólogos en vivo? ¿Hacemos lecturas dramati-
zadas por ZOOM o cualquier otra plataforma? ¿Qué pasa con la enseñanza del teatro
en la modalidad virtual? Se supone que la actuación radica en el trabajo con el otro,
la intuición, la escucha y la interacción. Entonces, ¿es posible hacerlo de manera
virtual? ¿Qué posibilidades surgen? Definitivamente, en este contexto, nacen nuevos
lenguajes, nuevas expresiones actorales y nuevos géneros. El arte y la tecnología se
alían para transformar el dolor, la incertidumbre, la pena, la ansiedad en libertad
creativa. Todo se transforma. Cambia el contenido. Cambia la forma. Por más que
Carnevali (2020) diga que reducir el teatro a un fenómeno audiovisual es lo peor
que se puede hacer, lamentablemente, es lo que nos toca. Cambian los espacios, o,
mejor dicho, adaptamos nuestro espacio en pro de generar espacios de comunidad
e interacción. Surge la imposibilidad de ejercer nuestra propia humanidad, porque
desaparece el contacto y esa acción que nos permite reconocernos constantemente
en el otro. El contacto ha cambiado y ahora nos relacionamos a distancia.
Hoy en día, casi finales de mayo, este fenómeno de reinvención creativa ya es
tangible. Hay propuestas de todo tipo. Hay obras cortas en vivo a través de diver-
sas plataformas virtuales, tanto sobre temas relacionados al contexto actual como
sobre otro tipo de temas. Hay lecturas dramatizadas en vivo y otras grabadas. Hay
videos de canciones de musicales grabados por los actores desde sus casas. Y, de
seguro, irán surgiendo nuevas propuestas. La enseñanza virtual se ha focalizado en
talleres de voz, de monólogos, de dramaturgia, de canto. Hay cursos dirigidos a ni-
ños, jóvenes y adultos. Nada puede reemplazar al hecho teatral en sí ni la enseñanza
presencial de algo tan vivencial como el teatro, pero, al menos, esta es la forma de
no perder contacto con él momentáneamente.
28 ¿la función debe continuar?

Más allá de lo que vivimos ahora, ¿qué va a pasar cuando todo esto termine?
¿Realmente va a terminar esta situación? ¿Qué va a pasar cuando exista la posibi-
lidad de volver a las salas? Creo que, cuando exista la posibilidad de hacer teatro
de manera presencial y vivencial en un futuro quizá un poco lejano, van a surgir
nuevas formas de hacer teatro y va a haber espectadores con nuevas necesidades.
Así como ahora se están encontrando nuevos lenguajes, nuevas formas de contacto
y nuevos espacios a nivel virtual, más adelante aparecerán innovaciones cuando
nos reencontremos de manera presencial. Va a ser parte del proceso de adapta-
ción a la nueva cotidianidad que va a dejar el coronavirus. El aforo en las salas
no será el mismo, y la interacción con el público y la distribución del espacio en
las salas cambiarán.
En la transmisión del Colectivo Del Bardo (2020) previamente comentada se
mencionó también el teatro de calle como espacio de creación. Miguel Iza señalaba
que, en un escenario ideal, podría concretarse algún proyecto de teatro callejero
si se contara con ayuda de las distintas municipalidades. Si bien tanto Alejandra
Guerra como Miguel Iza recalcaban que estaban proponiendo ideas “al aire”, es im-
portante plantearlas para estar preparados a lo que vendrá. Otro punto curioso que
mencionaron sobre el quehacer actoral fue el tipo de actores y actrices que vamos
a ser después de la pandemia. No era algo en lo que había pensado antes, pero le
encontré mucho sentido. Como actores, estamos al servicio de la obra; nuestra fun-
ción radica en contar historias que tienen incidencia en lo social de alguna u otra
manera. Así como el teatro se reinventa, también lo hace uno como ser humano. Eso
repercute directamente en nuestro trabajo. También los directores y dramaturgos,
que son agentes importantes en un proceso creativo, van a tener otras motivaciones,
visiones e intereses que van a influir en cómo van a desempeñar su oficio.
Creo que también es importante reflexionar sobre cómo esta situación nos afec-
ta netamente como comunidad teatral. Somos conscientes de que somos un grupo
reducido. Aun así, muchas veces no se considera que nuestra comunidad está di-
vidida también en grupos muy diferentes; en ese sentido, hay tanto artistas con
diferentes privilegios, así como una población significativa que se encuentra ex-
tremadamente vulnerable. Las condiciones en las que se hacía teatro en Lima an-
tes de la pandemia ya eran de por sí muy distintas entre producción y producción;
por ejemplo, en algunas producciones, los actores recibían sueldo fijo y pagos por
ensayos, mientras que en otras la ganancia económica dependía únicamente de la
taquilla. La mayoría de compañías y grupos de teatro, sobre todo cuando son inde-
pendientes, suelen depender de auspicios externos o la participación en concursos
eliana córdova 29

de ayudas económicas para poder obtener financiamiento para sus obras. Entonces,
en las condiciones en las que nos encontramos, ¿qué pasa con muchos artistas de
nuestro sector, que viven de cada producción? ¿Alguien se ha puesto a pensar en
ellos? Además del caso limeño, ¿qué pasa con el teatro en provincia?
Últimamente, no solo ha aumentado el número de artistas, sino también el
número de colectivos, compañías y grupos teatrales. Ahora, por el contexto en el
que nos encontramos, se encuentran desempleados indefinidamente y tampoco
tienen la certeza de tener las mismas oportunidades que antes cuando culmine la
pandemia, porque la demanda y el consumo de productos culturales se va a reducir.
Probablemente, lo poco que se consuma va a ser lo más conocido, que es el teatro
comercial. ¿Qué pasará con el sector independiente? ¿Cómo se puede lidiar con la in-
certidumbre de la incertidumbre? El Ministerio de Cultura no se pronuncia. Van más
de sesenta días sin respuesta. Nosotros también estamos en situación de emergencia.
Sin embargo, como de costumbre, parece que no somos prioridad.
Finalmente, pienso en qué tanta relevancia va a tener el sector cultural y espe-
cíficamente el teatro. ¿Qué teatro le va a ser útil a la sociedad? O, mejor dicho, ¿va
a ser útil el teatro en la sociedad post pandemia? ¿Cuáles van a ser realmente las
prioridades de los distintos grupos sociales después de la crisis económica que esta-
mos atravesando? ¿Consumir teatro o cualquier manifestación artística va a ser una
prioridad? ¿O va a ser un privilegio sectorizado? Estas interrogantes me remiten a
Schimmelpfennig (2020) y García (2020) cuando mencionan que los teatros están
habitados por fantasmas. Tal vez puede ser una visión desalentadora pensar en los
teatros vacíos tras la pandemia. En todo caso, no podemos lidiar con el miedo que
nos invade actualmente y que va a condicionar nuestras acciones cuando podamos
volver a reunirnos. Lo más triste es que va a ser un miedo a nosotros mismos, a nues-
tra misma especie, a nuestra interacción como seres vivos, a nuestra humanidad.
Ese va a ser el gran enemigo del teatro.

Referencias bibliográficas
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cia-temps-coronavirus/
30 ¿la función debe continuar?

Colectivo Del Bardo. (2020, 24 de abril). El arte después de la crisis. Conversando


con Miguel Iza y Alejandra Guerra [Archivo de video]. Recuperado de https://
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García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
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Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf
Cuarentena, coronavirus, todo lo demás y el teatro. En ese orden
por Daniela Feijoó

Tengo veintitrés años y en los dos últimos años me fue muy bien en el rubro
laboral. Y, de repente, todo paró. Hay momentos en los que me pregunto si necesi-
tábamos, como mundo, una pausa; y mi respuesta es siempre sí. Sin embargo, nadie
se la imaginaba de esta manera: no se ha resumido a una pausa para la reflexión,
sino que ha traído consigo el peligro de perder vidas. Además, ha conllevado a
problemas económicos y sociales, pues carencias que van desde lo íntimo a lo
macrosocial se han visto destapadas. De repente, todo se empieza a desestabilizar,
el pánico se apodera de la situación, y la desesperación se vuelve protagonista con
el paso de los días.
El orden de importancia (en todo caso, desde lo que puedo percibir) de los asun-
tos de esta crisis es el siguiente: en primer lugar, se encuentra la cuarentena. El
punto de conversación de la mayor parte de la población es la extensión o levanta-
miento de la cuarentena, más allá del virus. El segundo punto, lógicamente, es el
virus y todo lo que ha acarreado. Entre las consecuencias, se encuentran trabajos
inactivos, y, por ende, personas y sectores en crisis. Dentro de la larga lista de ru-
bros afectados, existe uno que es parte de nuestra cultura, aunque en la práctica no
se le reconoce el mérito debido y, al parecer, es una de las últimas preocupaciones:
el teatro.
El teatro es más que un acto de representación. Incluso, me atrevería a tomar
las herramientas utilizadas en el teatro para entender este confinamiento. El teatro
es estar presente. En este momento, uno, dentro de sus cuatro paredes, no puede
evitar dar una vuelta al pasado e intentar proyectarse al futuro; por ello, es
necesario darnos cuenta de que el “aquí” y el “ahora” son lo único que podemos
transformar. Además, debemos tener todos nuestros sentidos abiertos para captar
cualquier señal de alerta, como sucede en el teatro. Otro de los puntos importantes
32 ¿la función debe continuar?

es el accionar. Al individuo le suceden cosas: la clave está en cómo reacciona ante


ellas y qué acciones realiza concretamente para conseguir un objetivo. Esa es la
ruta que varios estamos tomando en esta cuarentena.
Esos puntos nos sirven en la vida diaria, pero, ¿y en el teatro en sí? Salas cerradas,
estrenos pospuestos, temporadas y ensayos cancelados todo el año. Tales medidas
se toman, porque el teatro congrega gente, lo que no necesariamente cumple con
la orden de distanciamiento. Por eso, en estos tiempos, ronda la pregunta sobre la
posible extinción del teatro por estas circunstancias. Yo pienso que no. Al menos, el
coronavirus no lo hará. El ser humano se encuentra en constante cambio: aunque
ahora haya sido casi obligado a ello, el cambio, finalmente, lleva a la evolución. El
teatro va a evolucionar. Por el momento, tener respuestas sobre cómo es incierto,
porque en estos momentos todo lo está siendo. Estamos viviendo el presente con
mucha carga de incertidumbre, sin ser conscientes de que en un futuro habremos
estado en el camino de la evolución para nuevas formas de expresar, y nuevas
formas de incluir y hacerle justicia al tiempo. Ahora, nos encontramos buscando
maneras de mantener el teatro y sentirlo vivo, de recibir ese momento de magia
que los que hacemos y consumimos teatro conocemos. La diferencia es que, como
siempre, no podemos ignorar nuestro contexto.
A su vez, es interesante pensar en cómo nos va a dejar esta situación como socie-
dad y seres humanos. Sin duda, dejará material potente para dramaturgos, actores
y actrices, que son tanto generadores de historias, así como seres sensibles. Esto
pondrá a prueba a todos los artistas: será un desafío hablar de un tema que todo el
mundo conoce y ha vivido, evitando ser repetitivo y generando nuevas preguntas,
más allá de todas las que nos hemos planteado durante el confinamiento.
Más allá de esas perspectivas, está también la cara no tan esperanzadora de
la moneda, que abraza a muchos artistas desempleados. Antes de la pandemia, el
mercado teatral era ya complicado, por lo que ahora, en medio de una crisis, las
dificultades no hacen más que intensificarse. Se ha dejado de lado a todo el personal
que normalmente trabaja en una sala abierta. La situación se vuelve más desespe-
ranzadora al ver la cantidad de artistas independientes que existen en el medio,
sumada al desamparo y descuido por parte del Gobierno hacia las artes. Entonces,
nos topamos con más interrogantes: ¿en verdad se le está dando importancia al arte
en nuestra sociedad y a los que trabajamos en este sector? Ahora, el verdadero reto
para nosotros es sobrevivir en este contexto.
daniela feijoó 33

En las últimas semanas, se ha visto mucha producción virtual, que va desde


material de obras de teatro disponibles para descargar y obras en línea que han
surgido en este espacio de confinamiento, así como nuevos formatos para contar
historias. Definitivamente, estas formas no se comparan a la mística que proyecta
la presencia de un escenario y sus butacas, sino que, a mi parecer, responden a la
necesidad por no perder el contacto ganado con el público y generar ingresos. De
cierta manera, estos formatos apelan a la añoranza del pasado, de lo que se podía
disfrutar antes de que el virus llegara a nuestras vidas. Es una forma de hacernos
creer que estamos ahí sin estar. Y esto es lo que más me preocupa. Al inicio, comenté
que el teatro no se va a extinguir, al menos no por el coronavirus. Sin embargo, con-
centrar todo el material en la red, y buscar formas infinitas de producir de manera
audiovisual utilizando la denominación “teatro” o lo que se le asemeje sí nos pue-
den llevar de forma peligrosa por dos caminos: deformar la experiencia del teatro,
o inyectar y acumular el interés por tener la experiencia del mismo. Hay que recor-
dar que somos la generación Z, en su mayoría, los que manejamos el mundo de las
redes. Por ende, somos los que estamos consumiendo principalmente este tipo de
contenido. También me atrevo a decir que somos los que están dejando (y aquí me
incluyo) que el teatro y toda expresión que requiera desprenderse por un segundo
de la realidad para hacer una introspección se extinga. En ese sentido, el acceso a
información masiva por medio de internet (característico de esta época) y la cua-
rentena no son una buena combinación.
Debo aceptar que las primeras semanas o, incluso, hasta el primer mes decidí
tomarme la cuarentena como un descanso, sin ignorar lo que la situación implica.
Asumí ese tiempo para reencontrarme, pues, por el ritmo tan rápido con el que
vivimos, es normal que a veces nos perdamos un poco. Así, pude hacer una vis-
ta rápida del pasado, apreciar lo que he venido construyendo y agradecer por las
oportunidades. Sin embargo, la escritura de este ensayo coincide con un periodo
de más de sesenta días de confinamiento, en el que he tenido tiempo para darle
vueltas a todo lo mencionado previamente. He tenido días de mucha producción y
creatividad que he sabido aprovechar. Por otro lado, también he tenido momentos
de vértigo, sobre todo después de producir varias cosas y seguir encerrada. El no
encontrar un rumbo a veces me invade. En momentos como estos, me pregunto qué
debería hacer con mi arte en esta época, no tanto desde un punto personal, sino a
nivel social. ¿Debería hacer algo? ¿Debería darme espacio para no hacer nada si no lo
quiero hacer? ¿Tengo cierta responsabilidad como artista por promover y preservar
el arte en esta época de cuarentena? Pienso que sí, pues es el campo en el que me
34 ¿la función debe continuar?

desarrollo y no quiero que se extinga, pero ¿qué tanto espacio debo darme sin sen-
tirme culpable? Es decir, ¿a cuánta gente realmente le está moviendo ese deseo y no
solo la necesidad de generar ingresos para el día a día?
Esta situación nos está poniendo a prueba a todos: a nuestra resistencia, nues-
tras pasiones y convicciones. ¿Qué tanto estamos dispuestos a dar o no dar para
contribuir al pozo del bien común? De repente, algunas de las cosas que tenían todo
el sentido del mundo dejaron de tenerlas. Después de esto, ¿tendremos realmente
la capacidad de sacar algo productivo que no quede solo en palabras teñidas por
el momento? ¿Le daremos más importancia a los asuntos relacionados a nosotros
mismos y primaremos nuestro bienestar? El arte tiene la virtud de hacerme confiar
en que la respuesta será afirmativa.
Cuando el conflicto es el contacto. Teatro, distancia y coronavirus
por Lea Freyre

Llegar, encontrar tu asiento, ojear la revista Folk, saludar a alguien a la distan-


cia con quien podrías intercambiar unas breves palabras al salir, ver el escenario,
imaginar todo lo que puede pasar ahí esta noche, saber que lo que imaginas no se
acerca a lo que estás por presenciar. Tercera llamada. Entran las últimas personas a
paso acelerado. Risas, conversaciones y celulares que se están apagando. Las luces
de la sala se van poco a poco. Escuchas un caballo relinchar y una caída. Llega una
última pareja algo avergonzada, que se sienta en la última fila. Terminan de encen-
derse las luces en el escenario y entra una muchacha vestida de hombre: “Hipogrifo
violento / que corriste parejas con el viento, / dónde, rayo sin-” Suena un celular,
un bendito celular en el teatro. Te arruinaron la entrada de Rosaura. Volteas a ver
quién es y frunces el ceño Alguien emite un grosero “Shhhh”. Finalmente, el celular
se apaga y volvemos a sumergirnos en el sueño del teatro.
Esta vez, nada de eso pasó: solo cogiste tu celular o tu laptop, y te sentaste a ver
una grabación de La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca. Nada te interrumpió
realmente, pues pudiste poner pausa y retroceder las veces que quisiste. ¡Oh, gran
video teatro! ¿Gracias por alejarnos de las interrupciones de los desconsiderados
teléfonos celulares durante la función...? En verdad, cuánto darías por sentir esa in-
dignación por aquella persona que, sentada a unos metros de ti, ha olvidado (quiero
creer) apagar su celular. Quieres sentirlo, porque están juntes. Lo interesante de esa
visita al teatro también es que nunca se repetirá, así vayas a ver todas las funciones.
La magia del teatro está en el presente, en el convivio, la conexión, el contacto
humano que se eterniza en una vivencia única cada vez que somos parte de él.
¿Y ahora? Imposible estar en grupos de más de cinco personas. El toque de que-
da, el distanciamiento social… y que ni se nos ocurra abrazar a alguien. Convivio.
No te abrazo hoy para abrazarte mañana. Está bien, pero, ¿y el teatro? Si vemos
indispensable el convivio para que se dé el rito teatral, ¿qué está pasando (y pasará)
36 ¿la función debe continuar?

con el teatro en tiempos de distanciamiento social? La verdad es que, a pesar de


que no se pueda en estricto hacer teatro debido a que no podemos estar juntes, se
están gestando y presentando nuevas e interesantes formas de diálogo entre una
resistencia virtual teatral y les consumidores de entretenimiento. ¿Podemos llamar
teatro a las grabaciones de funciones, al video teatro interactivo o al video Live
de Instagram?
Para poder problematizar las formas de lo que quiero llamar “resistencia virtual
teatral”, primero quisiera repasar algunas partes esenciales de lo que llamamos
“teatro”. Hace un par de años, cuando éramos libres para tener talleres presenciales
con invitados internacionales, tuve la suerte de ser parte de un taller de performance
con Juan Domínguez. Ya sé, performance: eso no es teatro. Aun así, con Juan entendí
uno de los puntos más importantes (creo ahora) sobre el convivio entre personas,
ya sean actrices, espectadores, técnicos de luces y acomodadores, entre otros: la
complicidad de estar juntes presenciando un hecho irrepetible. La complicidad en
el sentir miedo o deseo, o en el reír o llorar tan cerca une del otre. La complicidad
en el saber que todes hemos vivido ese pedazo de intimidad en una sala oscura
durante quince o noventa minutos. La complicidad de quien se conmueve, de quien
se revoluciona, de quien asume el reto, de quien no se convence, de quien acepta,
de quien cuestiona. Todes ahí, en una misma sala, experimentamos miles de cosas:
diferentes, similares, pero juntes. El inicio de una conversación, de una idea, de un
cambio, de un suspiro. Así, revolucionades ante un acto vivo, ante la belleza mis-
ma de la muerte. Compartimos un pedazo de vida: vemos como se presenta ante
nosotres y lo vemos morir momento a momento, puesto que es irrepetible. En un
complot que realizamos en el taller con Juan (del que no estoy permitida hablar)
sentí la importancia de les otres. En un mismo espacio, comprendí que, incluso si
no hablábamos o nos mirábamos, todes estábamos viviendo lo mismo, de diversas
maneras, pero juntes y estábamos conectándonos.
Es difícil pensar que esa conexión ocurra a través de una cámara y una pantalla.
Es imposible que sea la misma conexión en verdad. Y claramente es muy difícil afir-
mar que las obras que se están presentando en línea sean teatro como lo conocemos.
Sin embargo, hay que detenernos en ese punto. “Como lo conocemos…” Claramente,
esta situación pandémica es bastante nueva para nosotres. No hemos vivido algo
similar en este mundo globalizado y capitalista que conocemos. O, como lo hemos
conocido. Todo está cambiando. Como ha dicho recientemente Zizek (2020), la caída
del capitalismo se está dando de manera radical y lo triste es que necesitábamos
esta catástrofe para llegar a eso. El coronavirus ha logrado lo que miles de grupos
lea freyre 37

activistas no han logrado con respecto a la contaminación ambiental en tantos


años. El coronavirus está logrando que repensemos las necesidades que creíamos
básicas e incluso nos está haciendo reconsiderar el modelo explotador de trabajo
que propone el capitalismo. ¿Por qué ha logrado esto? Porque la amenaza es el con-
tacto de quien sea, en donde sea. No se puede ver ni diferenciar: la amenaza está
en todos lados. Así, el terror se instaura una vez más en nosotres. La particularidad
de este es que esta vez es tan grande que incluso impide que nos juntemos clandes-
tinamente, como se hacía en tiempos de guerra. Quizás al terror lo acompaña una
gran responsabilidad; y lo motiva algún tipo de amor, que es el amor a la vida. No
te abrazo, porque te amo, porque quiero cuidarte. Ese podría ser uno de los slogans
de la cuarentena.
Volviendo a nuestro tema principal, ¿qué pasa ahora con el teatro? No lo sabemos.
Aun así, podemos detenernos a mirar lo que está sucediendo ahora y especular.
El contenido en línea es extensísimo, inagotable. Las personas de teatro, con to-
das esas ganas que tenemos de conectar y transformar, estamos utilizando las he-
rramientas para crear nuevas formas de encontrarnos en línea: por video teatro,
Live, teatro por ZOOM u otras formas que vayan apareciendo. No son el teatro que
conocíamos, pero, si algo persiste del teatro, es su espíritu transgresor. Carnevali
(2020), en relación al teatro en los tiempos de coronavirus, hace una observación
interesantísima sobre el uso del lenguaje en nuestras vidas, y la normalización de
un estado de emergencia o de guerra a través del lenguaje que usamos. También nos
recuerda que el teatro trasgrede. Esto parte de la misma etimología de la palabra
“teatro”, que viene de “observar” en griego antiguo. Es claro que lo que sucede en
el teatro no es mera observación, pues las más íntimas emociones se ven también
implicadas. Tomando en cuenta ese espíritu transgresor y transformador, ¿espera-
mos seguir viendo solo el teatro que conocemos? Algo que me queda claro es que
las resistencias virtuales teatrales, que estamos presenciando y a las que tanto les
reclamamos por no ser teatro, están aquí para buscar ese contacto que nos pare-
ce ahora tan lejano. Buscan hallar esa complicidad que tanto disfrutamos y, sobre
todo, están aquí para recordarnos, entre tanta virtualidad, nuestra humanidad.
Cuando el peligro es el contacto, la pérdida de libertad es aún más grande que
en tiempos de guerra. Si bien la experiencia del video teatro no es la experiencia
teatral, ¿qué podemos hacer sino explorar y explotar las herramientas que tenemos
para asir en nuestras manos la libertad para encontrarnos y conectarnos, así sea
a través de una pantalla? Esta pandemia, este conflicto del contacto y el distancia-
miento es un bajón. Si algo sabemos los teatristas es que el conflicto siempre va a
38 ¿la función debe continuar?

estar presente, y tenemos todas las herramientas para enfrentarlo y superarlo con
lo que nos depare el futuro: siempre con el corazón en la mano y los brazos abiertos,
anhelando esa conexión y complotando para resistir.
La ausencia del contacto quizás nos haga reflexionar sobre cuáles son las conexio-
nes que queremos, que necesitamos y que nos nutren. Quizás las circunstancias nos
pongan en perspectiva y nos hagan priorizar el contacto que nos saque del estado de
aletargamiento, el contacto que nos haga sentir vives. Espero que así comencemos a
tener relaciones más sanas con nuestro entorno; que busquemos ser cada vez más
cercanes de las maneras que valen la pena; que usemos nuestro tiempo en aprender,
mejorar y amar; que prioricemos la belleza y el amor antes que el consumo. Quizás
todas estas cosas maravillosas pasen cuando reconsideremos la importancia del
contacto y quizás nos encontremos con la sorpresa de que, en unos meses, cuando
la pesadilla de la pandemia acabe, los teatros estarán llenos de personas que han
entendido la importancia de estar presentes.
Sigamos resistiendo. Nos vemos en el teatro.

Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
Zizek, S. (2020). El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill. En P. Amadeo
(Ed.), Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 21-
28). La Plata: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio).
Stop. Inhala, exhala, ¿crea? Continúa
por Carlo Mario Pacheco

Nos pusieron pausa a la vida. Alguien (o algo) agarró el control remoto univer-
salmente universal y presionó el botón de pausa. Todos nos quedamos estáticos
por un momento con rostros de asombro, terror o incertidumbre. El virus logró
lo inlograble: puso en pausa (al menos por un momento) nuestro agitado ritmo
de vida. También nos despojó de algunos derechos y nos exigió un estilo de vida
diferente al que estábamos acostumbrados.
¿Estábamos? Debería decir “estamos acostumbrados”, porque, en realidad, es
solo un momento para muchos. Para algunas personas la usurpación de derechos
fundamentales ha sido cosa de todos los días. La diferencia esta vez consiste en que
todos tenían que someterse al confinamiento, un estado del cual todavía no sabemos
cuándo saldremos: parece no tener fin.
Sin embargo, poco a poco, el mundo ha vuelto a andar. Ha sido en cámara lenta,
y, como no podía ser de otra manera, el arte y el teatro también se hicieron presentes.
Hablar de la situación actual del teatro me conflictúa. De golpe y muy intempestiva-
mente, uno puedo gritarse a sí mismo: “¡¿Por qué estudiaste una carrera que no sirve
para nada?!” Luego, me tengo que recordar que solo se trata de estos momentos.
Desde nuestra perspectiva contemporánea utilitarista, en “estos momentos” el teatro
es inútil, pues asumimos que todo debe tener una función concreta. En realidad, el
teatro nos da mucho: nos acerca, nos motiva, nos afecta, nos conflictúa. Quizá en
“estos momentos” no puede hacerlo, pero en otros momentos lo hizo y lo volverá a
hacer definitivamente en el futuro.
Aun así, son “estos momentos” los que nos tocan vivir; no los “otros momentos”,
correspondientes al añorado futuro. Para entonces, quizá todo haya vuelto a la nor-
malidad y esta etapa de crisis quede como una anécdota muy necesaria para recor-
darnos que nada es eterno. O quizá no. Quizá todo cambie para siempre.
40 ¿la función debe continuar?

Como actores, buscamos el cambio. Analizamos el cambio de un personaje,


el giro en la trama, el cambio de espacio o simplemente buscamos esa obra que
significa algo distinto para cada uno. No puedo mentir: me gusta el cambio. Me gusta
que las cosas cambien. Aun así, ¿cuánto cambio puedo tolerar? Más allá de que me
guste el cambio, si absolutamente todo cambia, habrá algo que seguramente no
me cuadrará. Justamente, hay algo en el cambio que está pasando el teatro que no
me cuadra.
El teatro virtual, o teatro por streaming, ha sido una respuesta a cómo hacer
teatro durante este confinamiento. Cuando lo comparamos con el que conocíamos
(hablo en pasado y como si hubiera muerto, porque coincido un poco con los que di-
cen que el mundo que conocíamos ha dejado de existir), tenemos altas expectativas.
Antes de que aparecieran diferentes obras de teatro virtual, al inicio de la cuaren-
tena, me dije “¿Qué sigue ahora? ¿Teatro por ZOOM?” Reí. Dos semanas después…
sucedió exactamente eso.
Hay algo que es indudable: la vida en aislamiento aburre. El ser humano bus-
ca ser excitado y emocionado de diferentes maneras. Como se menciona en una
famosa película en la que reviven dinosaurios solo para el entretenimiento del ser
humano, Life finds a way. Y era obvio que el teatro encontraría una manera, porque
lo necesitaba. Porque lo necesitábamos.
Ahora, nos encontramos en el apogeo de las obras por ZOOM. Hay quienes opinan
que no es teatro y hay quienes no dudaron, como Los Productores u Odisea 2020, y
se embarcaron en la aventura. Honestamente, ¿importa saber en este momento si
es teatro o no? ¿No es acaso necesario desfogar esta teatralidad reprimida que como
artistas indudablemente tenemos? Finalmente, la teatralidad no solo la tenemos los
artistas, sino todos en este mundo.
Cuando el escenario se transformó y se volvió lo que sea que queríamos que sea,
plataformas como TikTok lograron ser una vía de escape para ese instinto teatral
del ser humano. ¿Alguien se ha detenido a ver esos videos desde esta perspectiva?
No tengo una cuenta en la aplicación, pero algunos amigos en otras redes sociales
me brindan una ventana para espiar ese “pseudo teatro”. Esos videos están llenos
de actuación, interpretación, teatralidad y vida. Revelan ese actor o actriz que todos
llevamos dentro. Ese “pseudo teatro” y su teatralidad lograron que mi generación
encuentre ese gusto por performar ante un público; finalmente, el teatro lo llevamos
todos, de una manera u otra.
carlo mario pacheco 41

Si una aplicación como esta hizo que todos en el mundo se volvieran en “pseudo
actores”, es evidente que el gremio artístico tenía que responder con un material
de “calidad”. Lo pongo entre comillas, porque, lamentablemente, la calidad de las
obras por ZOOM se ve directamente afectada por la calidad de la resolución de la
cámara que se usa al grabar, o la calidad de la conexión a internet (tanto de los
intérpretes como de los espectadores). Más allá de eso, el teatro virtual ha nacido
por una necesidad de expresarse y para poder pagar las cuentas para sobrevivir.
El rubro artístico fue uno de los muchos que se vio realmente en crisis por la
incertidumbre económica que significa la cuarentena. Sin embargo, este gremio en
particular podía generar material, aunque esté encerrado en su casa. Entonces, ¿por
qué no? Este por-qué-no-generar-algo es lo que me genera sentimientos encontrados.
Si bien se puede lograr un producto muy bueno por ZOOM o cualquier plataforma,
hay personas, como yo, que, por mucho que nos guste el cambio, siempre vol-
veremos y añoraremos el teatro antes de la pandemia: una experiencia en vivo y
en directo.
Quizá sea anticuado al pensar que el teatro te ayuda a comprender, empatizar y
ser consciente del mundo de otras personas. Entiendo que el teatro ha evolucionado
a lo largo del tiempo y, después de las circunstancias en las que nos encontramos, lo
seguirá haciendo. Simplemente, como todo en la vida, se trata de un gusto personal:
prefiero ir a un teatro y sentarme a ver una historia que refleja (o no) mi sociedad de
manera presencial; me gusta intentar ver la interpretación del actor para trata de
descifrar su línea de pensamiento, y que me haga sonreír, enamorarme o sentirme
perturbado. Quiero deleitarme con todo lo que una puesta tiene para ofrecer, pues
quiero verme involucrado en la historia. A través de una pantalla, no logro sentir
eso: no logro sentirme parte de la historia, no siento que es el reflejo de una sociedad.
Luego, recuerdo que mi sociedad ya no es la misma, pues me aferro a algo que dejó
de existir. Por ende, esta nueva sociedad merece un teatro diferente: un teatro que,
evidentemente, no será el mismo; un teatro al que me tendré que adaptar y por el
que tendré que cambiar. No tiene nada de malo, solo que me tomará tiempo.
Por eso, para mí es complicado hablar del teatro virtual: en primer lugar, hasta
ahora, no he tenido el placer (o el disgusto) de ver una obra en ese formato: en
segundo lugar, intento (énfasis en el “intento”) no prejuzgarlo. Me gustaría poder
disfrutar del consumo de este teatro, aunque sea virtual, tanto como disfruto hacer
el que estoy acostumbrado. Ahora mismo, sonrío de nuevo porque sé que quizá por
eso no me engancho con el teatro por ZOOM: hasta ahora no lo he hecho ni lo he
visto. Cuando lo haga, si es que lo hago, me daré cuenta de otro mundo y de otra
42 ¿la función debe continuar?

perspectiva que quizá sea interesante: quizá deba intentar hacer este nuevo teatro,
jugar con la cámara y ver esos pequeños rectángulos del ZOOM (Spoiler alert: todos
lo haremos, aunque sea una vez).
Solo estoy resistiéndome a lo inevitable. Como mencionan diferentes personajes
ligados al medio, hablar del futuro del teatro es muy incierto. Como dramaturgo en
formación, ¿a qué clase de espectador escribiré luego de esta pandemia? Como actor
en formación, la respuesta es más sencilla: quiero encontrar un texto, una situación,
un personaje o un evento que me motive luego de esta pandemia. Encontrar “algo
que”, algo “fuera de”. Debo recordar que también es posible encontrar algo dentro
de mí.
El fin del mundo me apasiona. Lo apocalíptico es una idea excitante y lo posta-
pocalíptico más aún, porque significa que el ser humano sobrevive y persiste, como
pasa en el teatro. Quizá esto se debe a que mi generación aún no se enfrentaba a
algo que parecía al fin del mundo, hasta ahora. Hoy en día, atravesamos una de las
primeras trabas que nos marcarán inolvidable e indudablemente no solo en mi ge-
neración: mientras escribo esto, a mi hermana, profesora licenciada, le rebajan el
sueldo a la mitad sin ningún aviso previo ni justificación; mi padre es conectado a un
tanque de oxígeno, quizá debido al virus, y no sabe si verá el final de este confina-
miento; y mi hermano, a mi derecha, trabaja horas extras quizá para sentir que como
generación es lo único que nos queda por hacer: trabajar y no parar. No podemos
parar. Frente a esta pandemia, nadie puede parar.
Desde mi posición privilegiada y optimista de estudiante de actuación en una
universidad particular, solo me queda pensar en cómo puedo aportar al teatro des-
pués de esto; luego, pienso en cómo puedo llevar esas ideas a la práctica para hacer-
las realidad. Busco la manera de seguir creando y haciendo. Podría detenerme. No
poner pausa, sino stop. Respirar hondo y pensar en otras perspectivas, porque no
quiero solo hacer por hacer. Pensábamos que el arte era invencible y eterno; y aquí
estamos, confinados, pero encontramos soluciones a problemas. Podríamos parar.
Podríamos mandar a la mierda esa necesidad de buscar soluciones y solo parar.
Pero no podemos, porque no queremos. Y no lo vamos a hacer, porque pensamos
siempre en planes de acción. Acción. Aún en la parálisis, el cerebro no se detiene,
como no se detiene nuestro instinto creativo. Escribo tres líneas y mi cerebro se
vuelca hacia una historia emocionante para contar. Vuelvo a este escrito y, tres
minutos después, la esperanza de escribir más obras de teatro me inunda.
carlo mario pacheco 43

Al igual que yo (y es por eso que las comienzo a entender), muchas personas
no se pudieron quedar quietas; por eso, comenzaron a hacer obras por ZOOM.
Comenzaron a idear radio novelas, que me gustan más que el teatro virtual; talleres
de actuación virtual, de acento neutro, de interpretación de monólogos. Su motiva-
ción no solo fue recibir ingresos, sino también permitir que el arte continúe. Como
generación joven, no podemos desaprovechar esa energía que nos inunda. Sería
un crimen.
Mi generación también debería entender más a las demás generaciones: las que
pasaron más situaciones como esta, las que han vivido más. Es fácil exigir soluciones
a esas generaciones, pero ellas pueden y tienen todo el derecho de estar perdidas
en una gran incertidumbre también. Podemos exigir respuestas, pruebas que nos
iluminen, y nos “hagan creer” que la solución es rápida y existente. Y también pue-
de que no sea así, porque también podemos crearlas sin importar la generación a la
que pertenezcamos; y aquí incluyo a los artistas de todas las generaciones también.
Juntos debemos aprender.
Hoy, estamos juntos más que nunca, porque estamos separados. Juntos vivimos
a la espera, si es podemos llamar a lo que nos sucede “vivir”. Estamos confinados en
casa por el bien de los demás y, no olvidemos, también por el nuestro. El teatro está
vacío por el momento, pero nos espera y nosotros a él. No te preocupes: volveremos.
Volveremos, porque aún no nos cansamos de jugar. Volveremos, porque lo necesi-
tamos. Volveremos, porque te extrañamos. Sea cual sea la razón, vamos a volver.
Con una marca, con experiencias aprendidas, con personas que ya no estarán, con
dolor, con amor y con pasión. Y será cuestión de respirar hondo y seguir adelante.
El teatro en la pandemia del siglo XXI desde los ojos de una millennial
por Yaremís Rebaza

Seis de la tarde. Es el tiempo de ocio. Hoy no hay clases ni prisa por hacer algún
trabajo. Los ojos están cansados de Netflix. No hay harina ni mantequilla: descarto
la repostería amateur. Hoy tampoco aparecieron las ganas de ejercitar. Podría ver
una película, pero no hay alguna que en estos momentos extrañe y no estoy de
ánimos para cansarme solo leyendo diferentes sinopsis. En mi celular aparece un
mensaje: “Teatro por ZOOM. Compra tu acceso a solo veinte soles para el streaming
de…” “Tu sofá, tu butaca”. Se me para el corazón un momento. Continúo viendo el
vídeo de una amiga bailando un trending de TikTok.
Extraño el teatro. Extraño ver a la gente actuar en vivo. Extraño el vértigo que
empieza en mi estómago y llega hasta mi garganta cada vez que, con toda su huma-
nidad, las actrices y los actores propician un viaje de emociones y sentimientos al
contar una historia. Extraño también validarlos, sentir rechazo o ser su cómplice
con mi suspiro, risa, palabra, aplauso, calor. Extraño ser espectadora y responder.
Extraño ser parte de una obra de teatro. Esa nostalgia la descifro, la reconozco y la
asevero, porque soy actriz y extraño también estar del lado del escenario.
Por ello, ahora puedo confesar mi inicial rechazo a las iniciativas de teatro por
ZOOM: ¿por qué llamarlo “teatro” si no hay convivio, no se genera un viaje sensorial,
no se establece diálogo entre el intérprete y la audiencia, ni hay una conexión
espacio temporal entre el artista y el público? ¿De verdad se puede reconocer a este
tipo de experiencia como teatro? Por ahora, aguantaré mi añoranza y diré que sí
es posible llamar “teatro” a la experiencia virtual para aplaudir todo el esfuerzo
que hay detrás de estas producciones, y desearles a las implicadas y los implicados
en este tipo trabajo prosperidad a fin de mes. Felicito esas iniciativas, y admiro la
resiliencia de los y las artistas comprometidos/as con ellas. Ahora que lo pienso, tal
vez deba yo también empezar a hacer algo así, pues tenemos que seguir creando y
trabajando. Sin embargo, en este preciso momento, no puedo hacerlo: mañana hay
yaremís rebaza 45

clases por ZOOM y no me provoca estar tanto tiempo sentada frente a un monitor.
Decido que hoy no veré ninguna obra de “teatro virtual”. Tampoco mañana. Creo
que más me provocaría hacer una videollamada para poder ser parte de una inte-
racción a distancia. Ya la curiosidad y el cariño por algunos colegas me sorprenderá
comprando entradas para una de esas producciones los próximos días.
Si bien soy una actriz en formación, paradójicamente, tengo un interés limitado
por presenciar estos experimentos virtuales. Entonces, me pregunto qué tan intere-
sado en ese tipo de experiencia podría estar alguien que sea ajeno al oficio teatral.
Por un lado, pienso en los seguidores fieles de determinadas casas productoras, que
justamente lo son gracias a sus privilegios económicos. Por otro lado, pienso en los
curiosos, aburridos de sus rutinas, que también viven en condiciones acomodadas.
Más allá de esos potenciales espectadores, ¿quién más podría estar interesado en
el teatro virtual? La idea de pagar para ver por medio de la pantalla a extraños que
hacen cosas extrañas resulta morbosa; quizá el morbo pueda causar interés, pero
no sé si lo suficiente para seducir y fidelizar a grandes masas. En todo caso, ya será
un asunto del que se ocuparán los encargados y las encargadas de la administración
y marketing de las producciones de teatro.
Más allá del teatro virtual, como señala Carnevali (2020) con respecto al teatro
en tiempos del coronavirus, existe un tipo de ficción que rodea la cotidianeidad de
cada uno y una en su encierro particular. Entiendo que este tipo de ficción puede
ser una fuente de entretenimiento personal y grupal, que además es eficaz, inme-
diato y gratuito. Estas facilidades de acceso podrían ser contraproducentes para
los agentes del sector cultural que pretendían generar ganancias económicas con
sus proyectos.

La teatralidad en la cotidianeidad. ¿Aliada o rival?

En nuestra sociedad posmoderna, globalizada y tecnológica, todos y todas son


o pueden ser generadores de contenido; todos y todas pueden entretener desde sus
redes sociales. En estos tiempos de aislamiento social, como auxilio a la monotonía,
la imaginación y la creatividad se apoderan de muchos, y la ficción aparece por
doquier. Como señala Carnevali (2020), la teatralidad está viva y vigente para todas y
todos hoy más que nunca; y lo mejor es que se puede registrar y compartir. Entonces,
¿quién quiere ver las nuevas propuestas de teatro virtual cuando uno mismo puede
protagonizar su propia historia?
46 ¿la función debe continuar?

No, no es lo mismo. Entre las muchas la diferencias que hay en estos formatos,
la que sobresale es la finalidad. Justamente, el teatro es teatro por sus aspiraciones
trascendentales. De hecho, estoy siendo injusta en compararlo con contenido ba-
nal. La audiencia cibernética ya está acostumbrada a ver por medio de una pantalla
a extraños que hacen cosas extrañas bajo determinado código y de forma gratuita.
Por su parte, el teatro busca siempre aludir a la vulnerabilidad del otro y trastocarla.
En este contexto de cuarentena, en el que la estabilidad emocional de muchos de-
pende de un hilo, me parece difícil atraer un público.
Sin embargo, viendo el lado positivo, mientras más pasan los días, más acos-
tumbrados y menos angustiados estaremos las personas para arriesgar y aceptar
distintas propuestas creativas para consumir. Se trata de un acuerdo implícito de
reconciliación con las nuevas tecnologías nacidas por este mundo apocalíptico.
Aunque sean tiempos en los que quizás se requiera lo opuesto, creo que los creadores
debemos apuntar a transgredir la comodidad. En todo caso, el asunto está en ir
probando. Quizás, podemos aliarnos con las técnicas del cine para establecer una
mejor relación por medio de la cámara; incluso, ha empezado a surgir una tendencia
híbrida de teatro cinematográfico.
Entonces, las nuevas formas de hacer teatro se plantean como una opción al
lado de la interacción por medio de las redes sociales, videojuegos y demás platafor-
mas virtuales de entretenimiento en el infinito mundo de internet. Esta pandemia
genera una oportunidad para ganar más presencia en este terreno. Esto, sumado a
la ficción en la cotidianeidad que rodea a las mentes inquietas en estos días, segura-
mente provocará mayor entusiasmo en la exploración de nuevos lenguajes e ideas.
Al fin y al cabo, las distintas corrientes del teatro de las que hablamos en clases o en
conversatorios nos evidencian que han nacido siempre de la resistencia.
Por otro lado, se necesitan ideas que se puedan monetizar. Sí, no puedo dejar de
evidenciar mi preocupación por la crisis económica de muchos y muchas artistas
independientes. Al fin y al cabo, el teatro sigue siendo un oficio, por lo que el artista
espera beneficiarse económicamente para comer y vivir con dignidad. Puede sonar
frívolo e, incluso, puede parecer que no le permito al teatro consolidarse como un
fin en sí mismo. Entiendo su naturaleza artística y creativa, pero me cuesta no pensar
en las particularidades del contexto peruano. Sería ideal que el consumo de produc-
ción teatral sea un derecho libre de costos para las ciudadanas y los ciudadanos, y
que una entidad estatal se encargue de retribuir adecuadamente los salarios de los
yaremís rebaza 47

artistas trabajadores. Sin embargo, eso está muy lejos de acercarse a la realidad
peruana e, incluso en ese escenario, probablemente no todos serían recompensados.
Finalmente, la incertidumbre es un mal indestructible.

Más allá de los escenarios

Es totalmente urgente la reivindicación del rol de las artes escénicas desde la


perspectiva del Estado. La concepción de las artes en vivo van más allá del mero
entretenimiento. Este es un punto que parece ser reconocido en las bases de los
concursos nacionales auspiciados por el Ministerio de Cultura, pero, en la práctica
diaria, las artes escénicas no se ven valorados en todas sus dimensiones.
Desde que inició la cuarentena y todas las actividades culturales pararon, el
Ministerio de Cultura ha carecido de iniciativa, acción y conocimientos adecuados
para sobrellevar la crisis. Nunca, en los diez años de existencia del Ministerio de
Cultura y con sus catorce ministros, los agentes culturales han encontrado repre-
sentación por dicha entidad estatal. Por eso, desde las redes sociales se han armado
movimientos para ingeniar estrategias que les ayuden a sobrellevar la crisis, como
el Movimiento de Grupos de Teatro Independiente del Perú, la Red de Creadorxs y
Gestorxs- Perú y el Movimiento Independiente de Artes Escénicas del Perú. A través
de reuniones por ZOOM, encuestas, foros de debate y otros medios, se han logrado
organizar miles de artistas de distintas procedencias para formular propuestas y
solicitar apoyo del Estado. Paradójicamente, la distancia nos ha unido. Si bien se
dice que “la unión hace la fuerza”, este lema carece de sentido si no hay acción por
parte de la ley. Aun así, al menos por ahora los artistas están empezando a hacer
notar sus reclamos por medio de la notoriedad que les están dando algunos noticie-
ros estelares.
En el conversatorio vía ZOOM organizado el 26 de mayo por el Teatro La Plaza ti-
tulado “El Teatro, más que un escenario, más que solo entretenimiento”, se compar-
tieron reflexiones que considero importantes sobre el rol del teatro en la sociedad.
En más de una ocasión, el moderador preguntó a las artistas invitadas1 qué estaban
haciendo sus respectivos grupos en estos tiempos de confinamiento. Por su parte,
mediante sus respuestas, las invitadas daban a entender que la validación del teatro
no se resuelve en el producto. El teatro es también constructor de comunidad por
su rol en la educación, y por la forma en que colabora en la creación de memoria,
ciudadanía e identidad. De alguna manera, las artistas invitadas enfatizaban estos

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Paloma Carpio, Claudia Tangoa, Ana Correa, María Teresa Zúñiga y Sara Paredes.
48 ¿la función debe continuar?

aspectos para alentar a los trabajadores en cultura y para que nos reconciliemos
con nuestro oficio en esta situación que quizás ha deslegitimizado la importancia
del arte. Ahora, pensar en la reactivación del sector de las artes escénicas supone
como primera urgencia el planteamiento de un protocolo.

Protocolo, protocolo, protocolo

En una entrevista realizada por el comunicador Carlos Orozco (2020), el dra-


maturgo y escritor Eduardo Adrianzén expresó extensamente y de manera casi
dramática, pero con mucho sentido, su visión sobre la industria teatral. Según
Adrianzén, el sector recién se podrá reactivar a partir del año 2021. Para él tratar
de convencer al público mayor de cincuenta años que entre a una sala sería declarar
una batalla ya perdida. Es claro: la gente no se quiere morir. Me pareció muy certero
que contemplara al fiel público joven del teatro alternativo como la población a la
cual apuntar al momento de plantear una producción en un futuro próximo. Ha
habido también otro tipo de propuestas de reactivación, como la presentada por el
grupo de teatro Maguey, que plantean acompañar con arte y juegos teatrales a los
niños y niñas cuando salgan a jugar a las calles.
Más allá de las propuestas, creo que vale la pena hacer esfuerzos por garantizar
las medidas sanitarias de precaución al público, para que así podamos convencer a
los potenciales espectadores de que estamos comprometidos con su seguridad. Por
ejemplo, en Europa, ya circulan algunas imágenes de teatros que están tomando
medidas de seguridad, como representar obras con menos de la mitad del aforo
regular. Podríamos tomar referentes foráneos como modelos sobre lo que pode-
mos hacer. Quizás se puede administrar parte de los 50 millones de soles que el
Gobierno está destinando a los artistas afectados por la crisis para cuestiones tan
puntuales como comprar y repartir galones de alcohol en gel para todos los centros
culturales del país.
Como mencioné anteriormente, lo positivo de esta emergencia ha sido la crea-
ción de redes entre las y los artistas, y creadores de todo el Perú. Por medio de
estas, se busca revertir la situación de desamparo en que muchos se encuentran y
dar a conocer la gran cantidad de expresiones artísticas en todo nuestro territorio
nacional. Aunque en un inicio no he sido muy optimista ante este panorama, puedo
reconocer oportunidades que emergen en distintos ámbitos que valdría la pena
empezar a registrar.
yaremís rebaza 49

Hacer este trabajo me ha permitido reconocer mis tendencias, indagar más en


mis preocupaciones y reflexionar sobre mis aspiraciones. Sigo conflictuada con el
concepto del teatro y preocupada por su situación. También pienso que mi conflicto
interno podría haberse resumido en un meme, así que, siendo coherente con mi
espíritu contemporáneo, cito a continuación un meme que no es de mi autoría.

Nota. Meme publicado en la página de Facebook de Memes Teatreros. Tomado de “Es el deba-
te de estos tiempos, amiguitos. Ese y el por qué la ministra de Cultura aún no renuncia (o hace
alguito)”, por Memes Teatreros, 2020 (https://www.facebook.com/MemesTeatreros/photos
/a.1061866824237702/1423800854710962)

Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
50 ¿la función debe continuar?

Memes Teatreros. (2020, 27 de mayo). Es el debate de estos tiempos, amiguitos. Ese


y el por qué la ministra de Cultura aún no renuncia (o hace alguito) [Foto de
Facebook]. Recuperado de https://www.facebook.com/MemesTeatreros/photos
/a.1061866824237702/1423800854710962
Orozco, C. (2020, 26 de mayo). Eduardo Adrianzén sobre recesión, el futuro de la TV
y la agenda de los medios [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtu-
be.com/watch?v=PZLDbij_Usw
El teatro en los tiempos del COVID-19
por Farah Salaverry

Durante el presente, vivimos en el pasado, esperando que en tiempos futuros


nuestra vida vuelva a ser como lo era antes. Nuestros sueños, metas, planes y anhelos
quedaron en espera. Se cerró el telón; estamos en un intermedio, que no sabemos
cuándo acabará. El mundo, nuestro principal escenario, por ahora está vacío.
Muchos empezamos la temporada con buena cara, esperanza y ganas de mo-
tivar a los demás para llevar esta nueva etapa llena de incertidumbre de la mejor
manera. Sin embargo, mientras el tiempo pasa y la situación continúa, surge un
titubeo en la actitud de muchos de nosotros. Ya no queremos sonreír. Extrañamos
con locura sentir la brisa del mar sobre nuestra piel. Queremos volver a tener ese
dolor de panza tan fuerte de tanto reírnos con nuestros amigos, y disfrutar amenas
charlas interminables con un vino o una cerveza helada; esas charlas en las que
hablábamos de todo: de lo que nos sucedió en el día; de las obras que acabábamos
de ver; de futuros planes y viajes; de recomendaciones de los libros que nos prestába-
mos de la biblioteca, y que pudimos leer tocando las hojas y sintiendo ese olor a viejo.
Contábamos los días para ir a los estrenos que más esperábamos. Programábamos
almuerzos familiares fuera de casa un domingo. Estábamos acostumbrados al sol
que nos daba en la cara mientras estábamos atascados en el característico tráfico
limeño. Todos esos momentos eran parte de nuestro día a día. Muchos no los apre-
ciamos como debimos, pues, creíamos que todo seguiría igual: como dice el zorro
en El Principito, “Lo esencial es invisible a los ojos”.
El autor argentino Rafael Spregelburd (2020) explica el cambio de circunstan-
cias que estamos viviendo por la pandemia de una forma más concisa a partir de
una analogía con el pavo. Como señala Spregelburd, el pavo recibe buena comida
durante un total de treinta días. Por ello, asume que recibirá la comida diariamen-
te. En el día 31, abre el pico para recibir la ración como de costumbre. Sin embargo,
se encuentra con una lamentable sorpresa: recibe una trágica muerte, pues será
52 ¿la función debe continuar?

el plato más importante de la cena de fiestas de los humanos (pp. 91-92). Apuesto a
que, en estos momentos, la gran mayoría de nosotros nos identificamos con el pavo,
ya que normalizamos los grandes momentos que tuvimos en nuestro día a día en
vez de tomarlos como maravillosos detalles que acontecían en nuestra vida. Como
se suele decir, “no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos”. Después de esta
experiencia, ¿apreciaremos los pequeños momentos de la vida o caeremos en la
misma rutina de antes?
Hay personas que sobrellevan la situación de una forma distinta, pues males que
ya tenían desde antes, como la ansiedad, depresión u otros trastornos, empeoran
con esta coyuntura. También somos testigos de polémicas opiniones; por ejemplo,
al ver el resurgimiento de la naturaleza mientras el ser humano está encerrado,
muchos piden que tomemos consciencia para que el cambio ambiental se mantenga.
Por otra parte, muchos trabajos se realizan ahora de manera virtual, por lo que, de
esa forma, muchos pueden subsistir económicamente.
Frente a ello, ¿dónde quedan los artistas, sobre todo aquellos que basaban su
trabajo en el contacto humano? Aquellos artistas que hace un par de meses lucha-
ban por que su profesión sea tomada en serio y que tenían que realizar hasta tres
trabajos distintos por día para subsistir fueron los primeros en usar su talento a
través de diversas plataformas para que las personas puedan distraerse de la dura
realidad que estamos atravesando. Esas profesiones tan menospreciadas pasaron
a ser aclamadas. En redes sociales, pudimos encontrar un sinnúmero de covers,
canciones de autoría propia, monólogos, grabaciones de montajes pasados, cla-
ses o tutoriales de diversos temas destinadas a todas las personas que no estaban
acostumbradas a vivir en el encierro. Al inicio, estas actividades se realizaban con
buena voluntad y de forma gratuita, con la recompensa de los aplausos virtuales.
Pronto, los artistas se dieron cuenta de que no se puede vivir de la buena fe, y que
el regreso a la presencialidad y a las temporadas pospuestas se aleja cada vez más.
Por este motivo, constantemente, están en la búsqueda de nuevas formas de in-
gresos y se enfrentan a diversos problemas para conseguirlo. El público ya no quiere
gastar en algo que obtuvieron de forma gratuita días atrás. Además, se encuentran
otros medios con los que tienen que competir, como los influencers que hacen videos
de TikTok, reality shows que vuelven a la televisión… ahora, en cualquier parte,
se pueden encontrar diferentes expresiones de teatralidad que compiten con sus
propuestas. Los artistas también se han enfrentado a ser juzgados por pedir un bono
económico debido a la imposibilidad por generar ingresos en estos momentos. Ante
esa situación, vimos dos bandos: por un lado, estaban los que apoyaron dicha
farah salaverry 53

solicitud; por otro lado, como algunos portavoces del pedido fueron artistas famosos,
llovieron duras críticas sin considerar que dichas figuras usaron su alcance para
hacer llegar las preocupaciones de otros artistas que no tienen las mismas posibi-
lidades de ser escuchados. Otra adversidad a la que se enfrentan varios artistas es
la presión bajo la que se encuentran para crear nuevo material, ya sea de danza,
pintura, escritura, actuación e improvisación. Muchos utilizamos como fuente de
inspiración el día a día, la naturaleza y distintos eventos que acontecían en nuestra
cotidianeidad. Sin embargo, la ansiedad, el estrés y los demás límites del encierro
nos generan rechazo a la creación sobre nuestra realidad actual, por lo que buscamos
mediante la ficción una forma de escape.
En estas circunstancias, nos enfrentamos constantemente a remolinos de
sentimientos, pues nos vemos afectados por pasar la cuarentena en una sociedad
desigual, o por la muerte de un ser querido debido a esta fuerte pandemia y no po-
der tener un cierre con esa persona por protocolos de seguridad. Estas situaciones
pueden generar sentimientos que estamos acostumbrados a rechazar o reprimir. Si
bien estos sentimientos pueden llevarnos al bloqueo creativo, también pueden ser
utilizados como fuente de inspiración para crear una realidad alterna, pues el arte
puede ser un medio de canalización y expresión de sentimientos negativos. De esta
forma, se puede confrontar a un público saturado de información y opiniones con
respecto a la coyuntura actual.
Creo que este tipo de creaciones tendrán un valor fundamental en nuestra
sociedad. La ficción que usualmente nos permite escapar de nuestra realidad en la
actualidad adquiere un sentido más potente, pues el público necesita olvidar por un
momento el contexto en el que se encuentra. Por otro lado, las próximas creaciones
que se realicen a partir de lo que estamos viviendo servirán como archivo escénico.
Serán fuentes históricas que relaten lo que sucedió, para que futuras generaciones
tengan conocimiento de lo que significó vivir en este tiempo.
En un artículo con respecto a la pandemia actual, Rafael Spregelburd (2020)
señala que “Los espectadores desde sus sofás tenderán a creer que vieron la obra,
cuando lo correcto sería decir que ‘estuvieron en la obra’” (p. 94). Eso me hace pensar
en el duro momento que estamos viviendo en las artes escénicas, ya que, entre sus
principales componentes, se encontraban la realización “en vivo”, y la experiencia
subjetiva y sensorial del espectador que podía elegir en qué aspecto centrar sus sen-
tidos. Las posibilidades de hacer teatro con estas características se han anulado en
la actualidad, al menos momentáneamente. Ahora, al ver una obra registrada por
un medio audiovisual, miramos exactamente un plano decidido por alguien más.
54 ¿la función debe continuar?

Muchos están devastados, porque sienten que ya nada será como antes y guardan
luto. En cambio, otros consideran que el teatro debe reinventarse y adaptarse a la
nueva realidad que estamos atravesando. Evidentemente, existen muchas otras
posturas y, así como todos los artistas, yo he formulado mi propia hipótesis.
Particularmente, creo que los artistas poseen una sensibilidad característica.
Lo que diferencia esta sensibilidad de la de las demás personas es la necesidad de
los artistas por contarla, opinar sobre ella y manifestarla a través del arte. Por ello,
necesitan ser escuchados. Entonces, estoy segura de que los artistas volverán a su
público. Ya son escuchados por sus seguidores por medio de las plataformas vir-
tuales y, lenta y progresivamente, empezarán a ser vistos por públicos pequeños de
manera presencial. Al volver a la presencialidad, los artistas se enfrentarán a obs-
táculos, como el temor del público por volver a espacios compartidos; la comodidad
a la que las personas se están acostumbrando en sus hogares y al tenerlo todo al
alcance de su sofá; o la competencia con otros lugares dedicados al entretenimiento
que volverán a funcionar, como sucederá eventualmente también con el cine. Aun
así, las artes escénicas volverán: volverá el teatro, la danza, la música en vivo y
la performance. Tendremos más convenios, alianzas, intercambios laterales de
experiencias y alcance a nueva información. También creo que habrá temporadas
de mucha creatividad para diferentes gustos y con acogida, porque los espectadores
volverán en busca de la humanidad que las artes escénicas brindan. Y no volverán
solos, pues traerán consigo a los amigos y familiares que extrañaron en estos tiempos
de encierro.
Como sostiene Ignacio García (2020), “La tradición en las artes escénicas pasa
por artistas comprometidos que sean capaces de liderar una vuelta a los teatros
llena de sentido” (párr. 15). El telón se levantará, se realizarán nuevas creaciones y
nuestra humanidad resaltará. Aun así, las cosas no volverán a ser como antes: todo
cambiará, mejorará, y volverá hecho con sinceridad, amor y prevención. Tengo la
esperanza de que todo esto sucederá. Como se realizará de manera lenta, los artis-
tas debemos preparar el terreno futuro. Por ello, tenemos que continuar creando; y
hablando con verdad, como lo hacen Schimmelpfennig (2020) o Spregelburd (2020) al
reflexionar con franqueza sobre la situación del teatro en la actualidad; o Carnevali
(2020), al recordar con tono nostálgico el teatro anterior a la pandemia; o García
(2020), al reafirmar con tono esperanzador nuestro compromiso como artistas para
movilizar al público y terminar con este mal sueño. No dejemos que las circunstan-
cias actuales nos quiten nuestra esencia.
farah salaverry 55

El mundo escénico tiene un historial de constantes batallas contra estereotipos y


preconcepciones por parte de la sociedad. Estamos acostumbrados a luchar. Hemos
podido subsistir a muchos obstáculos para hacernos un lugar cada vez más estable.
Este momento pasará, el telón subirá nuevamente, los artistas saldremos a las calles
y nos apropiaremos de este mundo que seguirá girando. Y las luces del escenario
seguirán brillando, los artistas seguirán creando y el teatro seguirá andando.

Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
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Schimmelpfennig, R. (2020, 14 de mayo). La función no puede continuar. [Trad. A.
Jacome]. El País. Recuperado de https://elpais.com/cultura/2020/05/13/babe-
lia/1589378593_908757.html
Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf
Paren todo, continúen en casa
por Paloma Scargglioni

Es el año 2020 y por primera vez me encuentro fuera de los cursos a los que me
inscribí, no por créditos aprobados o por no conseguir vacante, sino por una crisis
que se remonta a finales del 2019 en Wuhan, China. Esta crisis, a través de vuelos y
memes, ha llegado hasta Lima, Perú, por lo que se han cancelado desde quincena de
marzo todos los planes que teníamos. El mundo entró en una especie de “stop”. Es
el año 2020 y estamos aislados, varados, detenidos, suspendidos y hasta encerrados.
Es la primera crisis que la generación a la que pertenezco vive. Probamos la in-
certidumbre y nos permitimos cuestionar acerca de nuestra situación en un futuro
cercano. Intentamos acomodarnos o aferrarnos a alternativas, creencias y reflexio-
nar acerca de qué que le va a pasar al teatro. Schimmelpfennig (2020) describe una
imagen directa y clara sobre “el fin del teatro”: señala que el estado de la labor del
artista corresponde al del aislamiento y el vacío proyectado en numerosas viviendas.
El dramaturgo alemán nos retrata en el encierro, mientras frotamos nuestros telé-
fonos y esperamos alguna nueva noticia sobre la crisis (párr. 13), ya sea por una pizca
de esperanza o para desviar la atención del momento en el que estamos. Más allá
de las razones, nos encontramos esclavizados a la tecnología. Con respecto a este
punto, coincido con Schimmelpfennig, pues, desde hace décadas, existe una suerte
de “prisión tecnológica”: se ve en los celulares, esos aparatos ligeros y rectangulares
que han ido evolucionando; y son capaces de distraer a personas de cualquier edad,
pues funcionan como medio de culturización y ocio. Es una plataforma en la que el
teatro puede seguir existiendo, pero no el “antiguo” teatro, del que Schimmelpfennig
se despide. Ya que estamos en un momento de cambio, hay que buscar formatos que
las pantallas soporten.
Schimmelpfennig (2020) también aborda la determinación del artista inde-
pendiente, cuya ocupación siempre ha continuado por más apremiante que sea el
percance. Esto debe servir como motivo para alcanzar una reinvención del teatro
paloma scargglioni 57

y arriesgarse a probar diversos formatos. En ese sentido, la migración a las plata-


formas virtuales en busca de espacios donde el teatro pueda sobrevivir no tiene que
ser descartada. Será menester luchar contra la “tiranía de las redes sociales”, como
la llama García (2020, párr. 16), pues la inserción del teatro en dichos espacios de-
pende de la existencia de un público/espectador al otro lado de la pantalla para que
la obra cobre sentido.
Boal (2002) define al teatro como el “lenguaje humano por excelencia” (p. 33).
Desde su perspectiva, para que haya teatro, debe haber un actor que use su cuerpo
para realizar acciones relacionadas a la vida cotidiana, mientras es observado por
otras personas. Boal sostiene también que todos los seres humano son potenciales
actores, porque “hablan, andan, expresan ideas y revelan pasiones” (p. 21) en la
vida diaria; asimismo, señala que todos somos potencialmente espectadores por
naturaleza. Finalmente, el teatro requiere de esas capacidades, pues es “el arte de
vernos viéndonos” (p. 33).
Además de considerar estos aspectos fundamentales del teatro, considero que
es importante hablar del cambio y cómo el ser humano debe estar preparado para
adaptarse. Como ventaja, disponemos actualmente de diferentes medios tecnoló-
gicos que nos permiten mantenernos conectados, como los mensajes de voz o las
videollamadas que nos permiten comunicarnos rápida y fácilmente con diferentes
personas de lugares distintos del mundo. Por ello, los artistas han aprovechado
herramientas, como las videollamadas, para seguir generando este arte de hacer y
observar, que convierte a los participantes en actores y espectadores. En ese sentido,
el teatro podría existir por medio de las pantallas, mientras los teatros se encuentren
cerrados hasta nuevo aviso.
Siguiendo esa línea, creo que Schimmelpfennig (2020) tiene razón al señalar
que el teatro, tal como los conocemos, se suspenderá de manera prolongada. Eso no
significa que el teatro tenga que morir y ser conservado como una pieza de museo
del arte del siglo XXI y épocas pasadas. Mientras los vínculos físicos y las actividades
en el exterior se ven limitados, aumentan las actividades en el hogar. Gracias a la
tecnología, se pueden hallar más de mil maneras para invertir el tiempo. Como
menciona Spregelburd (2020), ante las situaciones de crisis, la humanidad ha tenido
que adaptarse y el COVID-19 no es la primera enfermedad que provoca una crisis
de gran magnitud. A lo largo de la historia, se repiten los patrones, solo que con de-
talles distintos. Por eso, como dice Spregelburd, nacen nuevos contenidos y nuevos
modelos de espectadores; y el humor evoluciona de acuerdo a la época, por lo que
las risas (nerviosas, de compromiso o explosivas) nunca van faltar. En ese sentido,
58 ¿la función debe continuar?

como señala el autor argentino, el teatro es resiliente: se trata de un arte que siem-
pre ha buscado espacios para poder existir y, sin darnos cuenta, probablemente la
humanidad ya se ha encontrado antes buscando nuevas maneras para mantener al
teatro vivo.
El vínculo entre el actor y el espectador puede ser uno de los retos fundamen-
tales que los artistas de teatro pueden empezar a plantearse. ¿Qué tan necesario
es que los espectadores los estén viendo en tiempo real, al día siguiente o años
después? ¿Qué tipo de ángulos o encuadres podemos disponer para componer una
imagen mucho más clara? Tomar herramientas audiovisuales podría estimular el
juego y la experimentación para la performance de lo virtual. Al tener plataformas
con alcance tan veloz, es un buen momento para dialogar con nuestros seguidores
para transmitirles la idea de que el “show no ha dejado de continuar”: se trata de
uno de los tantos cambios que ha habido en el teatro y que ahora vivimos desde la
comodidad de nuestras casas. Los actores y las actrices que recién comienzan y
tienen pocos seguidores tendrán como desafío llegar a ser mediáticos y convertirse
en teatristas virtuales. Así, veremos cómo se desarrollan diferentes competencias
de creatividad en redes.
Más allá de los cambios por venir, el teatro no se va a desligar de lo ocurrido an-
tes de la pandemia. Es necesario seguir estudiando la historia de las artes escénicas
a través del tiempo, porque no se debe olvidar la esencia del teatro, ni mucho menos
sucumbir ante el objetivo de crear contenido vacío que garantice cierta solvencia
económica.
En conclusión, ante la frase “todo tiempo pasado siempre fue mejor”, cabe
recordar lo que el teatro ha mostrado como esencia: su sobrevivencia a través de
generaciones y diferentes contextos culturales. Las producciones podrán quedar
suspendidas por algunos meses y se seguirán buscando soluciones para que los
artistas subsistan. Más allá de eso, el artista siempre encontrará manera de hacer
teatro, con o sin público, luz, dinero, conflictos políticos, crisis, o pandemias.

Referencias bibliográficas
Boal, A. (2002). Juegos para actores y no actores [Trad. M. J. Merlino]. Barcelona: Alba
Editorial.
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
html
paloma scargglioni 59

Schimmelpfennig, R. (2020, 14 de mayo). La función no puede continuar. [Trad. A.


Jacome]. El País. Recuperado de https://elpais.com/cultura/2020/05/13/babe-
lia/1589378593_908757.html
Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf
No estaba muerto, estaba en cuarentena
por Franco Silva

La emergencia sanitaria por el COVID 19 nos ha cambiado. Ha hecho que nos


adaptemos a un modo de vida que difícilmente imaginamos al empezar el año 2020.
Los teatros han cerrado, las grabaciones se han pausado, y lo que nos queda es
el recuerdo de lo que fue y lo que no volverá a ser. Sin embargo, a diferencia de
lo propuesto por algunos autores sobre este tema (García, 2020; Schimmelpfennig,
2020; Spregelburd, 2020; Carnevali, 2020), quisiera hacer una reflexión más espe-
ranzadora. Eso no significa que evada lo evidente o le quite peso a lo complicado de
la situación. Es más: no creo estar en contra de lo que mencionan dichos autores en
sus reflexiones. Sin embargo, sí encuentro en ellas un sentimiento derrotista: siento
que hablan como si el teatro hubiese muerto y solo viviéramos del mito.
Escribo esta reflexión desde mi proceso personal como artista en cuarentena.
En ese sentido, mi opinión parte desde mis preocupaciones, miedos e inseguridades;
por otra parte, también hablo desde mis hallazgos y esperanzas por volver a seguir
viviendo y aprendiendo del teatro; y desde todo lo que implica ser artista o actor/
creador, como suelen decir nuestros maestros en la facultad.
Quisiera empezar diciendo que el teatro no está muerto ni se ha detenido, pero si
se está reinventando. En esta cuarentena, después de un par de semanas encerrado,
algunas interrogantes recurrentes nos aquejan. Y digo “nos”, porque son también
preguntas que se hacen figuras como Rafael Spregelburd (2020): ¿qué se puede ha-
cer? ¿Cómo se puede hacer teatro en estos momentos? Finalmente, las personas que
actúan, escriben y dirigen necesitan de un público que vea sus obras, así como una
paga que justifique el esfuerzo y dedicación puesta en la realización del montaje.
Antes de seguir con las preguntas, debo señalar que no tengo las respuestas. Es
más, me sigo haciendo esas preguntas y las sigo averiguando en el camino.
franco silva 61

Además, ¿cómo debería tomar este momento un estudiante de teatro que recién
empieza a encontrar un camino en el teatro? Se me ocurrieron miles de ideas. Pensé
en abrir un taller pequeño de teatro, seguir escribiendo obras, repasar mis líneas
de un proyecto audiovisual que está parado, crear un podcast y hasta conversar con
unos amigos para poder formar una compañía teatral. Algunas de esas ideas se
hicieron realidad; otras están en camino de realizarse. Sin embargo, a estas alturas
de la cuarentena, me pongo a pensar si antes de la pandemia le hubiera dedicado
el mismo tiempo que ahora a los proyectos que estoy haciendo. Con esto no quiero
decir que prefiero la cuarentena a la vida anterior: para nada. Después de momen-
tos de bajón y ansiedad, quisiera ver al teatro como un futuro esperanzador, no
como una realidad apocalíptica. También, así como señala Carnevali (2020), no me
gustaría caer en lo inevitable; es decir, no me gustaría hablar de un teatro postapo-
calíptico que refleje de manera literal el encierro y la terrible situación a la que nos
somete. Quizá incluso no querré hablar de eso en un buen tiempo. Lo que sí quiero
es pensar que me estoy preparando para llegar a crear.
No sé cuánto durará la pandemia, ni el aislamiento, ni los teatros cerrados. Más
allá de eso, creo que vale la pena pensar en cómo se puede seguir viviendo del teatro
en cuarentena. Ahora, hay nuevas búsquedas por mantener el teatro a flote, que
dependen de una cámara. Pueden ser grabaciones o transmisiones en vivo. Incluso, en
muchas de las transmisiones, solo se usa como herramienta un celular, que permite
realizar diferentes funciones: grabar, editar, transmitir, y promocionar. Y todo al
alcance de la mano. Aun así, ¿es esa es la mejor opción? Creo que no. Creo que es
una herramienta de emergencia. Antes de la pandemia, los celulares servían para
utilizar las redes sociales. Muchos grupos, compañías teatrales y proyectos audio-
visuales, entre otros, dependen de las redes sociales para darse a conocer. Por más
que a veces se odie, invertir en publicidad en redes es un mal necesario. Más allá
de eso, me pongo a pensar si, en estas circunstancias, es el mejor medio para crear.
¿Hemos estado preparados y preparadas para una situación como esta? Como dice
Spregelburd (2020), nos tomaron como “pavos” (p. 92): hemos sido engordados por
un mundo que nos mantenía convencidos de la existencia del futuro, así que no
nos esperamos el problema. Sin embargo, la emergencia nos deja y refleja una ola
de problemas. Problemas que estaban ahí. Problemas que posiblemente habíamos
ignorado, pero ahora se hacen más presentes. Problemas en los que no habíamos
pensado y que ahora nos golpean la cara. Ahora que nos encontramos en esta situa-
ción, ¿debemos quedarnos con los brazos cruzados? Aunque me equivoque, quiero
pensar y seguir apostando por un rotundo no.
62 ¿la función debe continuar?

En esta cuarentena, lo que más ha saltado a relucir es lo audiovisual, concre-


tamente, el arte de ser grabado que no necesariamente es cine. Spregelburd (2020)
dice algo que quisiera analizar con más detalle:
El teatro filmado es- ciertamente-una porquería. Si no existieran el cine o la
televisión lo miraremos con algo de cariño, pero lo cierto es estos han desarro-
llado ya unas gramáticas ya aprendidas (como el pavito de Hume) mediante las
cuales ahora miramos inevitablemente ese teatro filmado. Esa sombra de con-
vivio reducida a una patilla con olor a alcohol en gel. La cámara muestra lo que
puede, pierde lo que no debería perder el ojo el espectador, elige por nosotros
sin dejarnos opción (p. 94)
Me parece interesante este comentario, pues, aunque Spregelburd considera
que estos intentos por hacer teatro audiovisual son bastante precarios, evidencia
que existen y que parten de códigos aprendidos. Lo que más me llama la atención
de este fragmento es cuando se dice que “la cámara muestra lo que puede y pierde
lo que no debería perder”. Ante ello, me pregunto si no somos conscientes de la
plataforma con la que estamos trabajando. Por años, he visto series y películas, y
las he comparado con el teatro. Aunque la actuación teatral es la madre de la actua-
ción e implica prepararse por medio del entrenamiento de diferentes habilidades
que enriquezcan la escena, se trata de un campo distinto al de actuación para la
cámara. El director de teatro proyecta su visión de lo que quiere expresar la obra.
El cine lo hace en otra plataforma. Mientras que en el teatro proyectamos más la
voz, en el cine la cámara se acerca más a los actores. Mientras que en el teatro se
realizan cambios de iluminación, en el cine se proyectan cambios de escena. Son
dos lenguajes distintos, sutilmente diferentes. Aun así, me pregunto por qué antes
no se habían juntado o se habían dejado juntar.
He visto grabaciones de obras de teatro y, desde mi perspectiva, creo que hay
unas mejores que otras. ¿A qué se debe? Definitivamente, el presupuesto es un factor.
Otro factor importante es una mayor dirección en cuanto a lo requerido por el teatro.
Recuerdo que la primera obra teatral que vi no fue en un teatro: fue en el canal
HBO a medianoche. Fue la grabación de Rent desde Broadway. Se trata de una pro-
ducción envidiablemente precisa, cuya grabación no creo que encaja en lo que dice
Spregelburd cuando señala que “el teatro filmado es una porquería”. Además, ahora,
se presentan obras musicales por televisión en vivo. Se tratan de eventos televisados
que atraen a miles de personas. Entonces, ¿qué nos falta? Definitivamente, hay
mucho camino por recorrer, pero justamente el hecho de que hay trabajo por hacer
me da esperanza.
franco silva 63

No solo hay que trabajar en encontrar la forma de grabar y proyectar la visión


de una obra teatral con la ayuda de una cámara, sino también en juntar y comple-
mentar dos manifestaciones artísticas tan hermosas como el cine y el teatro. ¿Qué
opciones existen para lograrlo? Tiene que haber mejores proyecciones en escena,
que deben dialogar con los actores y las actrices sin ser un marco meramente
decorativo. Además, se tienen que utilizar mejores cámaras, mejores enfoques, y
mejores plataformas de transmisión y de recaudación de dinero. Sé que ahora todos
los actores y todas las actrices no podemos reunirnos presencialmente, pero, como
dice el dicho, “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Lo único
que me preocupa es que, pasada esta emergencia, olvidemos lo reflexionado; y solo
se escriba una obra postapocalíptica para conmemorar el hecho, pues no se nos
ocurrió nada más que lo mismo de siempre. Con la tecnología, hay posibilidad de
llegar a un público mayor, pues se puede proyectar una obra para todo el que tenga
internet. Eso no significa que el teatro deba ser gratis. El teatro, como cualquier
trabajo, requiere esfuerzo y dedicación: ensayos en horarios difíciles, ser multi-
funcional y dedicarse a más cosas que solo actuar. Lo sabemos y lo aceptamos,
porque lo queremos. Es una relación tóxica a la cual nos queremos aferrar. Como
artista (digo “artista”, pues, como otras personas del rubro, no me dedico a una sola
función), desde antes de la cuarentena, buscaba la forma de entrar al campo tea-
tral escribiendo, mostrando mis obras, actuando y dirigiendo, sin necesariamente
esperar que me llamen para un papel. Ahora, la cuarentena ha dejado entrever
muchas posibilidades, quizá no inmediatas, pero que no debemos desaprovechar.
Dicho todo esto, recalco que, por medio de este texto, busco compartir mi
opinión y no pretendo dar sentencias definitivas. Así como he llegado a entender
las posibilidades que tengo para seguir desarrollándome, muchos compañeros y
muchas compañeras deben haber pensado en otras formas de mantener vivo el arte
teatral. Definitivamente, es un gran camino por recorrer. Quizá mañana haya más
teatro en todo el mundo a un precio que pueda ser accesible para todos los bolsillos
y se cree la famosa cultura de públicos que tanto nos falta en este país, pues sin
público no hay función. Entonces, adaptémonos y lleguemos a los lugares a los que
sea necesario ir.
Finalmente, al teatro: no has muerto ni has dejado de funcionar; solo nos has
dado la posibilidad de pensar en más opciones para proyectarte. Eso significa que
podremos volver a la magia de estar en un teatro, y presenciar y sentir las emo-
ciones que nos evoca el teatro en vivo. El teatro en vivo va a seguir, porque es otra
calidad de experiencia y creo que este arte justamente se basa en sensibilizar las
64 ¿la función debe continuar?

experiencias. El teatro en vivo y en un teatro va a volver, aunque sea de manera


diferente. Soy optimista y pienso que volverá mejor, sobre todo por estas nuevas
ideas que todos y todas vamos a dar. Quizá con esto se pueda llegar a un punto en
donde el teatro nunca ha estado, al menos no en el Perú y no para la mayoría de
compañías teatrales. Quizá podamos generar una mejor forma de vida para los
actores y actrices, que no suponga depender únicamente de la fama televisiva para
que sus obras teatrales sean vistas y que permita convertir este arte en un trabajo
que sea justamente remunerado como cualquier otro.

Referencias bibliográficas
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