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Presentación 6
El arte como medio de comunicación y transformación en tiempos
de la pandemia mundial / por Martina Alvarado 8
Hacer un ensayo sobre la situación del teatro durante la pandemia
y no deprimirse en el intento. (Un texto breve para mi parcial de
dramaturgia dividido en tres actos) / por Jano Baca 14
¿Crisis es oportunidad? / por Sant Castello 19
Levantarnos y seguir / por Israel Caleni 22
¿Adaptarse o ir en contra? / por Eliana Córdova 25
Cuarentena, coronavirus, todo lo demás y el teatro. En ese orden /
por Daniela Feijoó 31
Cuando el conflicto es el contacto. Teatro, distancia y coronavirus /
por Lea Freyre 35
Stop. Inhala, exhala, ¿crea? Continúa / por Carlo Mario Pacheco 39
El teatro en la pandemia del siglo XXI desde los ojos de
una millennial / por Yaremís Rebaza 44
El teatro en los tiempos del COVID-19 / por Farah Salaverry 51
Paren todo, continúen en casa / por Paloma Scargglioni 56
No estaba muerto, estaba en cuarentena / por Franco Silva 60
Presentación
Gino Luque
Coordinador de la Especialidad de Teatro
de la Factultad de Artes Escénicas
Profesor del curso Dramaturgia 2
El arte como medio de comunicación y transformación en tiempos
de la pandemia mundial
por Martina Alvarado
Mateo Garrido Lecca y otros actores conocidos presentan todos los domingos en
un canal de YouTube videos de humor acerca de la pandemia. ¿Se reirán las gene-
raciones futuras con el humor que estamos creando? ¿O solo será un registro en un
medio digital, que luego pasará al olvido? Quizás nos encontramos en un tiempo en
el que a los artistas no les interesa tanto la posible trascendencia de sus obras en
el tiempo, sino seguir transmitiendo y comunicando contenido para mantenerse
conectados con las personas. Nos encontramos en un momento en el que se busca
hacer reír al público, que se siente atrapado en la soledad del encierro.
El humor también está presente en los memes, como los que se hacen sobre
Martín Vizcarra, presidente del Perú. Muchos lo critican, muchos lo apoyan y
muchos no lo entienden. ¿Asume también el presidente una teatralidad? El sábado
veintitrés de mayo se publicaron lineamientos para aminorar las restricciones de
la cuarentena a nivel nacional. Sin embargo, Vizcarra no fue claro ni específico.
¿Pretendió voluntariamente Vizcarra que los peruanos no entendamos con claridad
su mensaje? ¿Será esa su teatralidad? Al inicio de la pandemia, el presidente daba
mensajes a la nación diariamente, siempre a la hora del almuerzo. Conforme pasaron
los días, cada vez se le oía menos. De modo paralelo, los aplausos, que al inicio de
la cuarentena se escuchaban todas las noches, poco a poco se fueron extinguiendo.
El telón se fue bajando lentamente y de forma silenciosa. ¿Acaso se debe a una falta
de credibilidad hacia el gobierno? Me resulta importante recalcar que esta pande-
mia desnudó lo frágil y desorganizadas que eran ciertas organizaciones, así como
el sistema de salud y el de cultura en el Perú. Día a día, afuera de nuestras casas,
se presenta una nueva teatralidad. Se impuso como norma que un día salgan solo
mujeres; y otro, solo hombres. Progresivamente, empezó a haber más y más per-
sonas en las calles. Entonces, tras pocos días, se suspendió la norma de salida por
género. ¿Atiende el gobierno realmente a las necesidades de su país o simplemente
copia modelos de fuera?
Otro tema importante a atender es la realidad de la informalidad que el Perú
vive. ¿Qué se pensó hacer con este sector de nuestro país? ¿Por qué recién se hicieron
pruebas en los mercados después de dos meses de confinamiento? ¿Supuso un trato
justo? ¿Y los bonos de 380 soles que no llegaban a las familias más vulnerables? Lo
único que produjeron fue la aglomeración de personas en los bancos. Posterior-
mente, se pensó en llevar canastas con alimentos, por lo se designó cierta cantidad
de dinero a las municipalidades para encargarse de esa tarea. Sin embargo, en
muchos casos, hubo corrupción y las autoridades se aprovecharon de las circuns-
tancias, por lo que las canastas tampoco tuvieron la llegada esperada.
10 ¿la función debe continuar?
Más allá de todo lo comentado con respecto al contexto en el que nos encontra-
mos, ¿se ha pensado en los artistas en algún momento? ¿Qué importancia tiene la
cultura en nuestro mundo actual? ¿Qué porcentaje de la población representamos
los artistas? Tomando en cuenta la realidad actual y que somos un país en el que el
arte no es valorado por la mayoría de ciudadanos, claramente, el sector de las artes
es al que se le presta menos atención en esta pandemia. En la mayoría de colegios
peruanos, se da mayor importancia a cursos como matemáticas o comunicación, y
los cursos artísticos son vistos como “complementarios”. Si no se incentiva la apre-
ciación del arte desde la educación escolar, ¿cómo pretendemos generar sensibili-
zación al arte en la población adulta? Existen de por sí diferentes prejuicios sociales
con respecto a la labor y el lugar del artista. ¿Será el mismo pensamiento que se
replica en el Gobierno? Es cierto que quizá hay menos personas que se dedican a
las artes que a otras profesiones, pero no por esto tendríamos que ser desatendidos,
menos aún en un Estado democrático que, en principio, debería representar a todos
sus ciudadanos por igual. Como afirma García (2020), una sociedad necesita estar
viva y esto solo se dará cuando volvamos a los escenarios. Por ello, es importante
que las personas le encuentren un valor al arte y a la cultura.
Más allá del momento en el que nos encontramos, el mundo y la historia siguen
cambiando, aunque la economía, nosotros, nuestra libertad y nuestra posibilidad
de creación en contacto con las personas se hayan detenido. Creo que, después de
esta etapa, le daremos más valor a las cosas físicas. Entonces, ¿qué pasará con el
teatro después de la pandemia? ¿Las personas irán? Las personas han pasado ya
casi tres meses frente a pantallas sin poder dialogar. Personalmente, considero que
lo que hace que una sociedad se mantenga viva es la convivencia y co presencia,
como sucede en el teatro.
En el sector de danza, ha habido una ola de clases en vivo de coreógrafos de todas
partes del mundo: ya no tienes que estar en un salón rodeado por treinta personas,
sino que compartes clase con miles de personas en movimiento en sus propias casas.
Claramente, la experiencia no es la misma, pero creo que a veces en la soledad del
aprendizaje también se pueden encontrar diversas cosas y reflexiones, así como
cuestionamientos. Podemos dejar de pensar en compararnos con los demás y en
enfocarnos en nosotros mismos para mejorar. Definitivamente, la tecnología nos
ha ayudado mucho en el encierro: no sé qué haríamos sin ella. Aun así, abunda la
nostalgia por reencontrarnos con los demás.
martina alvarado 11
Referencias bibliográficas
Bogart. A. (2001). La preparación del director [Trad. D. Luque]. Barcelona: Alba Editorial.
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
html
Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf
Hacer un ensayo sobre la situación del teatro durante la pandemia
y no deprimirse en el intento. (Un texto breve para mi parcial de
dramaturgia dividido en tres actos)
por Jano Baca
una entrevista a Eduardo Adrianzén realizada por Carlos Orozco (2020) y me quedé
con una frase muy interesante del dramaturgo: “Esta es la primera vez que se puede
decir que algo nos pasó a todos”.
Cuando el clavo recibe el martillazo, cambia. Tiene dos opciones: o se hunde
profundamente en la superficie que tenía como soporte o se dobla. Yo creo que
nuestro trabajo se hundió doblado. Y no es fatalismo. Muchos otros amigos y yo
no sabíamos qué pasaría. Muchos creían que sería una situación de tres meses en
los que teníamos que adecuarnos, pero pensaban que en el trimestre final del año
todo se retomaría con fuerza. Yo era de los que sospechaba que no iba a ser así. Con
toda posibilidad de trabajo suspendida, pero privilegiado y suertudo, empecé mi
estrategia para estirar mis ahorros. Tenía dos frases en la cabeza: “¿Cómo se me
ocurrió aventurarme a vivir solo de la actuación a los veinticinco años?” “¿Estuve
viviendo solo de la actuación durante un año? ¡Qué bien!”. Ese primer martillazo
fue un shock muy potente para todos y su potencia radica en que no nos dio tiempo
para prepararnos.
Existe un anime llamado Neon Genesis Evangelion, en el que todo el tiempo se
habla y se teme la llegada de un “tercer impacto”. En nuestra realidad, acabábamos
de recibir nuestro “tercer impacto”. Y no había plan de contingencia.
Referencias bibliográficas
Área Universitaria de Realizaciones Audiovisuales (AURA) de la Universidad Na-
cional del Noroeste de Buenos Aires (UNNOBA). (2020, 7 de mayo). Carlos Rot-
temberg. Diálogos en tiempos de pandemia N° 7 [Archivo de video]. Recuperado
de https://www.youtube.com/watch?time_continue=3&v=Fs056nXkiBM&featu-
re=emb_logo
Orozco, C. (2020, 26 de mayo). Eduardo Adrianzén sobre recesión, el futuro de la TV
y la agenda de los medios [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtu-
be.com/watch?v=PZLDbij_Usw
¿Crisis es oportunidad?
por Sant Castello
se emplea, ver una obra por medio de una pantalla no es teatro. Nos encontramos
detenidos: la magia del teatro vive en el presente del espacio escénico, en el “ahora”
cuando se da vida a esa historia de ficción.
Es cierto que hay personas que solo van al teatro para pasar el rato y no está
mal. Para ellos es mero entretenimiento. Asistir al teatro no consiste solo en sentarse
a ver la historia que nos cuentan, sino en verse introducido en un mundo irreal
desde el momento en que se apagan las luces y se escucha o ve el primer momento
de la historia en vivo. No intento explicar por qué el teatro es increíble (porque lo
es); lo que busco es resaltar lo importante que es que el teatro sea una experiencia
vivida en carne y hueso frente a un escenario.
Debido al confinamiento, más que nunca ingresamos a las redes sociales, que
nos permiten conectarnos con cualquier parte del mundo, siempre y cuando tenga-
mos una buena conexión a internet. La falta de entretenimiento nos ha convertido
en creadores de entretenimiento: me sorprende la cantidad de talentos artísticos en
las imitaciones que se ven en TikTok, los increíbles tutoriales para hacer un queque
en casa o los divertidísimos videos de bromas a papás. También vemos ahora un
predominio de la educación virtual: es el medio por el que se dan las clases de los
colegios y las universidades, así como talleres de danza, canto, o para aprender a
tocar un instrumento. Las clases virtuales no son novedad: lo nuevo es que ahora
dominan el ámbito educativo. Incluso, estamos haciendo de manera más frecuente
las compras del mercado de manera virtual ¿Será que la opción para comprar de
manera virtual antes de la pandemia nos estaba preparando para esta situación?
¿Qué pasará cuando termine el confinamiento y volvamos a las calles? ¿Será la
presencialidad algo del pasado y solo en muy pocos ámbitos será un requisito? ¿Ya
no requerirá el teatro de presencialidad?
Las aplicaciones nos han permitido “socializar” a distancia. Desde nuestros
hogares, a través de una pantalla, nos divertimos; estudiamos; e, incluso, hemos
visto “teatro” desde el celular, la tablet o la laptop ¿En realidad hemos visto teatro?
A partir de lo que he explicado previamente sobre cómo entiendo el teatro, puedo
decir que, por más obras que he visto en estos meses, no he visto teatro.
El teatro corre el riesgo de perder el poco público que asistía. La sala casi vacía
corre el riesgo de estar totalmente vacía, por más teatro comercial que se haga. El
miedo social se las va a cobrar con las salas de teatro, no sabemos hasta cuándo.
Tal vez en un año podremos volver a pisar las tablas, pero, ¿cuántas butacas se
llenarán? El teatro consiste en la comunicación en vivo entre platea y escenario. Si
no hay platea, ¿qué haremos? Yo no tengo la solución, pero pienso en las primeras
sant castello 21
etapas del teatro, cuando los artistas iban a los pueblos con su arte y montaban es-
cenarios para el público. No es la solución ni digo que lo probemos, sino que a veces
es necesario dar un paso atrás para tomar el impulso que nos permita correr hacia
adelante. Tal vez ahora estemos limitados para hacer teatro en un establecimiento
cerrado y es posible que esta situación dure por muchos meses. Aun así, una crisis
puede ser una oportunidad, si sabemos cómo verla y aceptarla.
Levantarnos y seguir
por Israel Caleni
Después, dejé de tenerle miedo a eso. Ya la industria poco a poco se iba abriendo
con nuevos talentos, más producciones y más personas interesadas en hacer arte.
Sin embargo, siento que todo se vino nuevamente abajo por culpa de este famoso virus.
Creo que ahora vuelvo a tener miedo, quizá incluso más miedo que antes: en este
momento, ya he invertido años de mi vida en una profesión que parece derrumbarse.
Una de las cosas que más disfruto en la vida es el contacto humano. ¿Cómo
seguir con el teatro sin contacto real? No lo sé. Hace unos días, veía un video en
el que salían algunos de los maestros que me formaron en la facultad. Decían que
en muchas escuelas internacionales se dictan clases de teatro por internet, pero,
en nuestra facultad, aún no se ha implementado ese tipo de metodología por la
variedad de puntos de vista sobre la enseñanza y cómo manejarla. En la charla, se
concluía en que es muy difícil hacer o enseñar teatro sin cuerpos vivos, sin cuerpos
presentes que tengan contacto. La energía que se crea al tener cuerpos presentes en
un ensayo o una obra hace que el actor refuerce la acción. ¿Cómo puedo reemplazar
un abrazo, una agarrada de manos, la caricia en el pelo ajeno, un beso, el olor de
otro? No lo sé.
Cuando empezó la cuarentena y estaba encerrado en casa, recuerdo que mi
mamá solía decirme que iban a presentar diferentes obras de teatro por televisión,
que esas obras eran muy buenas y mil cosas más. Yo le decía que no quería verlas.
No me gusta ver teatro por televisión y sé por qué. Si voy a ver algo por televisión,
prefiero que sea una serie o película: tiene mejores efectos, hay muy buenas actua-
ciones, y lo mejor es que está pensada y hecha para el formato de televisión. Me
sentía un poco mal, porque no nacía en mí ver teatro a través de una pantalla. Sigo
creyendo que lo rico del teatro es sentir la presencia de los actores, la energía que
emanan, los errores que puedan cometer y, sobre todo, la sensación indescriptible
que tengo al entrar a un teatro.
Hace unas semanas, me empezó a llegar mucha publicidad de micro obras de
teatro por diferentes plataformas en línea, obras en las que participan muchos de mis
amigos. La idea me encantó, principalmente porque eran mis amigos. Poco a poco, me
di cuenta de que eso también me demostraba que el teatro no había muerto: siempre
que haya gente con ganas de hacer, el teatro seguirá vivo. También me llevó a plan-
tearme otras preguntas: ¿por qué el público escogería ver teatro en línea cuando
puede ver series o películas mucho más elaboradas? ¿Son estas obras en línea en
verdad teatro? ¿Qué me asegura que los intérpretes estén actuando en vivo y no sea
una grabación? Muchas de estas preguntas me llevaban a desistir nuevamente de
24 ¿la función debe continuar?
este formato que se estaba dando. No quiero criticarlo, pues quizá llegaré a hacerlo
en algún momento. Sin embargo, no llega a convencerme del todo. No sé qué tanto
pueda reemplazarse el teatro en su versión original.
En este panorama, no todo tiene por qué ser negativo. Hay dos cosas que me en-
señó el teatro que son necesarias para el mundo entero en estos tiempos de corona-
virus si queremos seguir viviendo. La primera es la empatía; cuando estamos viendo
una obra, nos reímos, nos asustamos y lloramos, porque nos sentimos identificados
con los personajes, porque vemos algo de nosotros en ellos. Se dice mucho que no
venceremos el coronavirus si pensamos solo en el bienestar individual. Todos tene-
mos que ser conscientes y solidarios para poder ganar esta batalla. Sabemos que las
sociedades en las que vivimos nos llevan a ser seres bastante individualistas, más
preocupados por el bien propio que por el bien común; sin embargo, es importan-
te que tengamos una actitud empática entre nosotros, porque de eso dependerá el
bienestar y progreso de todo el Perú. Ser solidarios, escuchar al otro, acompañarlo
en su sufrimiento o ayudarlo es aquello que nos hace humanos y nos enriquece
como personas. La segunda enseñanza del teatro consiste en la apertura de la
vulnerabilidad; a lo largo de la formación en teatro, fui descubriendo que mi mejor
herramienta es saber cuánto me conozco y cuán honesto puedo mostrarme frente
a los demás. A partir de eso, mostramos nuestra vulnerabilidad, que nos hace ricos
como actores y personas. Relaciono este aprendizaje con la situación actual, porque,
como sociedad, siempre nos hemos creído fuertes. Hasta hace no mucho tiempo,
pensábamos que el dinero es que lo que mueve el mundo y que sin dinero no so-
mos nada. Hoy, podemos ver que no somos nada comparados con la inmensidad del
mundo, pues este puede detenernos cuando se le antoje. Entonces, lo primordial es
el derecho a la vida y a la salud. Creo que el lado positivo de esta pandemia es que
nos hace ver que no estábamos yendo por el camino correcto como sociedad, es
decir, nos ha permitido aprender sobre lo valiosos que somos los seres humanos.
Una de las frases que más ronda en mi cabeza en los últimos meses es “Ya nada
volverá a ser como antes”. Tal vez, nada será igual, pero el teatro es poderoso y
volverá, como antes o de manera renovada. El teatro regresará con nuevos cono-
cimientos; y tendremos la conciencia de que, si algo vuelve a pasar y nos tumba,
podremos levantarnos y seguir.
¿Adaptarse o ir en contra?
por Eliana Córdova
“‘Nadie sabe lo que viene’, dice el hombre en el centro del escenario, iluminado
por los cenitales. ‘No tengo ingresos. Todo colapsa. Sin ayuda, aguanto esta situa-
ción más o menos 90 días. ¿Y qué viene después? ¿Qué sigue? ¿Qué será de nosotros?
¿Y de qué se supone que vamos a vivir?’” (Schimmelpfennig, 2020, párr. 6). Mientras
leía los artículos de referencia para escribir este ensayo (Schimmelpfennig, 2020;
Spregelburd, 2020; Carnevali, 2020; García, 2020), me puse a pensar hacia dónde
podría encaminar mi reflexión sobre la situación actual de la pandemia y el futuro
del teatro. Llegué a la conclusión de que tenía que empezar por cómo me siento yo
frente a esta situación para poder entablar una relación con el contexto actual del
ámbito que corresponde a mi carrera: el teatro. A partir de ello, me di cuenta de
que siento exactamente lo mismo a lo mencionado en ese extracto del artículo de
Roland Schimmelpfennig. Creo que ese también es el sentir de muchos artistas
jóvenes y no tan jóvenes.
El COVID-19 llega a nuestro país, declaran cuarentena, nadie entiende qué
sucede y las personas entran en descontrol. Las temporadas teatrales se posponen:
surge más desconcierto. Aparentemente, es una pausa momentánea en el sector
artístico. Sin embargo, se incrementa el miedo. Prolongan la cuarentena. Las
temporadas pasan de ser pospuestas a canceladas. El Ministerio de Cultura no se
pronuncia; y la ansiedad y el estrés se apoderan cada vez más de actores, directores,
dramaturgos, gestores y productores, entre otros. Las redes colapsan. La necesidad
de no parar es latente. ¿Virtualizar el teatro? ¿Se puede virtualizar el teatro? ¿Talle-
res de actuación por ZOOM? ¿Obras de teatro por ZOOM? Artistas independientes
empiezan a generar contenido. Empresas privadas anuncian su regreso con diversas
propuestas virtuales. Y la crisis no para.
26 ¿la función debe continuar?
recalcar que es necesario aceptar nuestra realidad para poder transformarla, sobre
todo cuando los artistas nos encontramos tan vulnerables en un contexto que nos
pone a prueba día a día.
“No podemos hacer teatro, pero sí podemos actuar”, menciona dos veces Miguel
Iza durante una conversación con Alejandra Guerra como parte de las transmisio-
nes que realiza casi a diario por medio del canal del Colectivo Del Bardo (2020), li-
derado el mismo Miguel Iza. Tras mencionar esta frase, Alejandra Guerra se queda
pensando y dice “Sí, es cierto. No podemos hacer teatro, pero sí podemos actuar. La
cuestión está en el cómo.” Esta conversación se llevó a cabo a inicios de abril. Am-
bos, así como muchos, todavía consideraban y/o sentían ajena la idea de participar
o producir un taller o una “obra” virtual.
¿Cómo se ensaya virtualmente? ¿Monólogos en vivo? ¿Hacemos lecturas dramati-
zadas por ZOOM o cualquier otra plataforma? ¿Qué pasa con la enseñanza del teatro
en la modalidad virtual? Se supone que la actuación radica en el trabajo con el otro,
la intuición, la escucha y la interacción. Entonces, ¿es posible hacerlo de manera
virtual? ¿Qué posibilidades surgen? Definitivamente, en este contexto, nacen nuevos
lenguajes, nuevas expresiones actorales y nuevos géneros. El arte y la tecnología se
alían para transformar el dolor, la incertidumbre, la pena, la ansiedad en libertad
creativa. Todo se transforma. Cambia el contenido. Cambia la forma. Por más que
Carnevali (2020) diga que reducir el teatro a un fenómeno audiovisual es lo peor
que se puede hacer, lamentablemente, es lo que nos toca. Cambian los espacios, o,
mejor dicho, adaptamos nuestro espacio en pro de generar espacios de comunidad
e interacción. Surge la imposibilidad de ejercer nuestra propia humanidad, porque
desaparece el contacto y esa acción que nos permite reconocernos constantemente
en el otro. El contacto ha cambiado y ahora nos relacionamos a distancia.
Hoy en día, casi finales de mayo, este fenómeno de reinvención creativa ya es
tangible. Hay propuestas de todo tipo. Hay obras cortas en vivo a través de diver-
sas plataformas virtuales, tanto sobre temas relacionados al contexto actual como
sobre otro tipo de temas. Hay lecturas dramatizadas en vivo y otras grabadas. Hay
videos de canciones de musicales grabados por los actores desde sus casas. Y, de
seguro, irán surgiendo nuevas propuestas. La enseñanza virtual se ha focalizado en
talleres de voz, de monólogos, de dramaturgia, de canto. Hay cursos dirigidos a ni-
ños, jóvenes y adultos. Nada puede reemplazar al hecho teatral en sí ni la enseñanza
presencial de algo tan vivencial como el teatro, pero, al menos, esta es la forma de
no perder contacto con él momentáneamente.
28 ¿la función debe continuar?
Más allá de lo que vivimos ahora, ¿qué va a pasar cuando todo esto termine?
¿Realmente va a terminar esta situación? ¿Qué va a pasar cuando exista la posibi-
lidad de volver a las salas? Creo que, cuando exista la posibilidad de hacer teatro
de manera presencial y vivencial en un futuro quizá un poco lejano, van a surgir
nuevas formas de hacer teatro y va a haber espectadores con nuevas necesidades.
Así como ahora se están encontrando nuevos lenguajes, nuevas formas de contacto
y nuevos espacios a nivel virtual, más adelante aparecerán innovaciones cuando
nos reencontremos de manera presencial. Va a ser parte del proceso de adapta-
ción a la nueva cotidianidad que va a dejar el coronavirus. El aforo en las salas
no será el mismo, y la interacción con el público y la distribución del espacio en
las salas cambiarán.
En la transmisión del Colectivo Del Bardo (2020) previamente comentada se
mencionó también el teatro de calle como espacio de creación. Miguel Iza señalaba
que, en un escenario ideal, podría concretarse algún proyecto de teatro callejero
si se contara con ayuda de las distintas municipalidades. Si bien tanto Alejandra
Guerra como Miguel Iza recalcaban que estaban proponiendo ideas “al aire”, es im-
portante plantearlas para estar preparados a lo que vendrá. Otro punto curioso que
mencionaron sobre el quehacer actoral fue el tipo de actores y actrices que vamos
a ser después de la pandemia. No era algo en lo que había pensado antes, pero le
encontré mucho sentido. Como actores, estamos al servicio de la obra; nuestra fun-
ción radica en contar historias que tienen incidencia en lo social de alguna u otra
manera. Así como el teatro se reinventa, también lo hace uno como ser humano. Eso
repercute directamente en nuestro trabajo. También los directores y dramaturgos,
que son agentes importantes en un proceso creativo, van a tener otras motivaciones,
visiones e intereses que van a influir en cómo van a desempeñar su oficio.
Creo que también es importante reflexionar sobre cómo esta situación nos afec-
ta netamente como comunidad teatral. Somos conscientes de que somos un grupo
reducido. Aun así, muchas veces no se considera que nuestra comunidad está di-
vidida también en grupos muy diferentes; en ese sentido, hay tanto artistas con
diferentes privilegios, así como una población significativa que se encuentra ex-
tremadamente vulnerable. Las condiciones en las que se hacía teatro en Lima an-
tes de la pandemia ya eran de por sí muy distintas entre producción y producción;
por ejemplo, en algunas producciones, los actores recibían sueldo fijo y pagos por
ensayos, mientras que en otras la ganancia económica dependía únicamente de la
taquilla. La mayoría de compañías y grupos de teatro, sobre todo cuando son inde-
pendientes, suelen depender de auspicios externos o la participación en concursos
eliana córdova 29
de ayudas económicas para poder obtener financiamiento para sus obras. Entonces,
en las condiciones en las que nos encontramos, ¿qué pasa con muchos artistas de
nuestro sector, que viven de cada producción? ¿Alguien se ha puesto a pensar en
ellos? Además del caso limeño, ¿qué pasa con el teatro en provincia?
Últimamente, no solo ha aumentado el número de artistas, sino también el
número de colectivos, compañías y grupos teatrales. Ahora, por el contexto en el
que nos encontramos, se encuentran desempleados indefinidamente y tampoco
tienen la certeza de tener las mismas oportunidades que antes cuando culmine la
pandemia, porque la demanda y el consumo de productos culturales se va a reducir.
Probablemente, lo poco que se consuma va a ser lo más conocido, que es el teatro
comercial. ¿Qué pasará con el sector independiente? ¿Cómo se puede lidiar con la in-
certidumbre de la incertidumbre? El Ministerio de Cultura no se pronuncia. Van más
de sesenta días sin respuesta. Nosotros también estamos en situación de emergencia.
Sin embargo, como de costumbre, parece que no somos prioridad.
Finalmente, pienso en qué tanta relevancia va a tener el sector cultural y espe-
cíficamente el teatro. ¿Qué teatro le va a ser útil a la sociedad? O, mejor dicho, ¿va
a ser útil el teatro en la sociedad post pandemia? ¿Cuáles van a ser realmente las
prioridades de los distintos grupos sociales después de la crisis económica que esta-
mos atravesando? ¿Consumir teatro o cualquier manifestación artística va a ser una
prioridad? ¿O va a ser un privilegio sectorizado? Estas interrogantes me remiten a
Schimmelpfennig (2020) y García (2020) cuando mencionan que los teatros están
habitados por fantasmas. Tal vez puede ser una visión desalentadora pensar en los
teatros vacíos tras la pandemia. En todo caso, no podemos lidiar con el miedo que
nos invade actualmente y que va a condicionar nuestras acciones cuando podamos
volver a reunirnos. Lo más triste es que va a ser un miedo a nosotros mismos, a nues-
tra misma especie, a nuestra interacción como seres vivos, a nuestra humanidad.
Ese va a ser el gran enemigo del teatro.
Referencias bibliográficas
Arregui, D. (2020, 17 de mayo). En construcción. Alberto Isola [Archivo de video].
Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=J3lzpQkb1HU
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
30 ¿la función debe continuar?
Tengo veintitrés años y en los dos últimos años me fue muy bien en el rubro
laboral. Y, de repente, todo paró. Hay momentos en los que me pregunto si necesi-
tábamos, como mundo, una pausa; y mi respuesta es siempre sí. Sin embargo, nadie
se la imaginaba de esta manera: no se ha resumido a una pausa para la reflexión,
sino que ha traído consigo el peligro de perder vidas. Además, ha conllevado a
problemas económicos y sociales, pues carencias que van desde lo íntimo a lo
macrosocial se han visto destapadas. De repente, todo se empieza a desestabilizar,
el pánico se apodera de la situación, y la desesperación se vuelve protagonista con
el paso de los días.
El orden de importancia (en todo caso, desde lo que puedo percibir) de los asun-
tos de esta crisis es el siguiente: en primer lugar, se encuentra la cuarentena. El
punto de conversación de la mayor parte de la población es la extensión o levanta-
miento de la cuarentena, más allá del virus. El segundo punto, lógicamente, es el
virus y todo lo que ha acarreado. Entre las consecuencias, se encuentran trabajos
inactivos, y, por ende, personas y sectores en crisis. Dentro de la larga lista de ru-
bros afectados, existe uno que es parte de nuestra cultura, aunque en la práctica no
se le reconoce el mérito debido y, al parecer, es una de las últimas preocupaciones:
el teatro.
El teatro es más que un acto de representación. Incluso, me atrevería a tomar
las herramientas utilizadas en el teatro para entender este confinamiento. El teatro
es estar presente. En este momento, uno, dentro de sus cuatro paredes, no puede
evitar dar una vuelta al pasado e intentar proyectarse al futuro; por ello, es
necesario darnos cuenta de que el “aquí” y el “ahora” son lo único que podemos
transformar. Además, debemos tener todos nuestros sentidos abiertos para captar
cualquier señal de alerta, como sucede en el teatro. Otro de los puntos importantes
32 ¿la función debe continuar?
desarrollo y no quiero que se extinga, pero ¿qué tanto espacio debo darme sin sen-
tirme culpable? Es decir, ¿a cuánta gente realmente le está moviendo ese deseo y no
solo la necesidad de generar ingresos para el día a día?
Esta situación nos está poniendo a prueba a todos: a nuestra resistencia, nues-
tras pasiones y convicciones. ¿Qué tanto estamos dispuestos a dar o no dar para
contribuir al pozo del bien común? De repente, algunas de las cosas que tenían todo
el sentido del mundo dejaron de tenerlas. Después de esto, ¿tendremos realmente
la capacidad de sacar algo productivo que no quede solo en palabras teñidas por
el momento? ¿Le daremos más importancia a los asuntos relacionados a nosotros
mismos y primaremos nuestro bienestar? El arte tiene la virtud de hacerme confiar
en que la respuesta será afirmativa.
Cuando el conflicto es el contacto. Teatro, distancia y coronavirus
por Lea Freyre
estar presente, y tenemos todas las herramientas para enfrentarlo y superarlo con
lo que nos depare el futuro: siempre con el corazón en la mano y los brazos abiertos,
anhelando esa conexión y complotando para resistir.
La ausencia del contacto quizás nos haga reflexionar sobre cuáles son las conexio-
nes que queremos, que necesitamos y que nos nutren. Quizás las circunstancias nos
pongan en perspectiva y nos hagan priorizar el contacto que nos saque del estado de
aletargamiento, el contacto que nos haga sentir vives. Espero que así comencemos a
tener relaciones más sanas con nuestro entorno; que busquemos ser cada vez más
cercanes de las maneras que valen la pena; que usemos nuestro tiempo en aprender,
mejorar y amar; que prioricemos la belleza y el amor antes que el consumo. Quizás
todas estas cosas maravillosas pasen cuando reconsideremos la importancia del
contacto y quizás nos encontremos con la sorpresa de que, en unos meses, cuando
la pesadilla de la pandemia acabe, los teatros estarán llenos de personas que han
entendido la importancia de estar presentes.
Sigamos resistiendo. Nos vemos en el teatro.
Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
Zizek, S. (2020). El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill. En P. Amadeo
(Ed.), Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 21-
28). La Plata: ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio).
Stop. Inhala, exhala, ¿crea? Continúa
por Carlo Mario Pacheco
Nos pusieron pausa a la vida. Alguien (o algo) agarró el control remoto univer-
salmente universal y presionó el botón de pausa. Todos nos quedamos estáticos
por un momento con rostros de asombro, terror o incertidumbre. El virus logró
lo inlograble: puso en pausa (al menos por un momento) nuestro agitado ritmo
de vida. También nos despojó de algunos derechos y nos exigió un estilo de vida
diferente al que estábamos acostumbrados.
¿Estábamos? Debería decir “estamos acostumbrados”, porque, en realidad, es
solo un momento para muchos. Para algunas personas la usurpación de derechos
fundamentales ha sido cosa de todos los días. La diferencia esta vez consiste en que
todos tenían que someterse al confinamiento, un estado del cual todavía no sabemos
cuándo saldremos: parece no tener fin.
Sin embargo, poco a poco, el mundo ha vuelto a andar. Ha sido en cámara lenta,
y, como no podía ser de otra manera, el arte y el teatro también se hicieron presentes.
Hablar de la situación actual del teatro me conflictúa. De golpe y muy intempestiva-
mente, uno puedo gritarse a sí mismo: “¡¿Por qué estudiaste una carrera que no sirve
para nada?!” Luego, me tengo que recordar que solo se trata de estos momentos.
Desde nuestra perspectiva contemporánea utilitarista, en “estos momentos” el teatro
es inútil, pues asumimos que todo debe tener una función concreta. En realidad, el
teatro nos da mucho: nos acerca, nos motiva, nos afecta, nos conflictúa. Quizá en
“estos momentos” no puede hacerlo, pero en otros momentos lo hizo y lo volverá a
hacer definitivamente en el futuro.
Aun así, son “estos momentos” los que nos tocan vivir; no los “otros momentos”,
correspondientes al añorado futuro. Para entonces, quizá todo haya vuelto a la nor-
malidad y esta etapa de crisis quede como una anécdota muy necesaria para recor-
darnos que nada es eterno. O quizá no. Quizá todo cambie para siempre.
40 ¿la función debe continuar?
Si una aplicación como esta hizo que todos en el mundo se volvieran en “pseudo
actores”, es evidente que el gremio artístico tenía que responder con un material
de “calidad”. Lo pongo entre comillas, porque, lamentablemente, la calidad de las
obras por ZOOM se ve directamente afectada por la calidad de la resolución de la
cámara que se usa al grabar, o la calidad de la conexión a internet (tanto de los
intérpretes como de los espectadores). Más allá de eso, el teatro virtual ha nacido
por una necesidad de expresarse y para poder pagar las cuentas para sobrevivir.
El rubro artístico fue uno de los muchos que se vio realmente en crisis por la
incertidumbre económica que significa la cuarentena. Sin embargo, este gremio en
particular podía generar material, aunque esté encerrado en su casa. Entonces, ¿por
qué no? Este por-qué-no-generar-algo es lo que me genera sentimientos encontrados.
Si bien se puede lograr un producto muy bueno por ZOOM o cualquier plataforma,
hay personas, como yo, que, por mucho que nos guste el cambio, siempre vol-
veremos y añoraremos el teatro antes de la pandemia: una experiencia en vivo y
en directo.
Quizá sea anticuado al pensar que el teatro te ayuda a comprender, empatizar y
ser consciente del mundo de otras personas. Entiendo que el teatro ha evolucionado
a lo largo del tiempo y, después de las circunstancias en las que nos encontramos, lo
seguirá haciendo. Simplemente, como todo en la vida, se trata de un gusto personal:
prefiero ir a un teatro y sentarme a ver una historia que refleja (o no) mi sociedad de
manera presencial; me gusta intentar ver la interpretación del actor para trata de
descifrar su línea de pensamiento, y que me haga sonreír, enamorarme o sentirme
perturbado. Quiero deleitarme con todo lo que una puesta tiene para ofrecer, pues
quiero verme involucrado en la historia. A través de una pantalla, no logro sentir
eso: no logro sentirme parte de la historia, no siento que es el reflejo de una sociedad.
Luego, recuerdo que mi sociedad ya no es la misma, pues me aferro a algo que dejó
de existir. Por ende, esta nueva sociedad merece un teatro diferente: un teatro que,
evidentemente, no será el mismo; un teatro al que me tendré que adaptar y por el
que tendré que cambiar. No tiene nada de malo, solo que me tomará tiempo.
Por eso, para mí es complicado hablar del teatro virtual: en primer lugar, hasta
ahora, no he tenido el placer (o el disgusto) de ver una obra en ese formato: en
segundo lugar, intento (énfasis en el “intento”) no prejuzgarlo. Me gustaría poder
disfrutar del consumo de este teatro, aunque sea virtual, tanto como disfruto hacer
el que estoy acostumbrado. Ahora mismo, sonrío de nuevo porque sé que quizá por
eso no me engancho con el teatro por ZOOM: hasta ahora no lo he hecho ni lo he
visto. Cuando lo haga, si es que lo hago, me daré cuenta de otro mundo y de otra
42 ¿la función debe continuar?
perspectiva que quizá sea interesante: quizá deba intentar hacer este nuevo teatro,
jugar con la cámara y ver esos pequeños rectángulos del ZOOM (Spoiler alert: todos
lo haremos, aunque sea una vez).
Solo estoy resistiéndome a lo inevitable. Como mencionan diferentes personajes
ligados al medio, hablar del futuro del teatro es muy incierto. Como dramaturgo en
formación, ¿a qué clase de espectador escribiré luego de esta pandemia? Como actor
en formación, la respuesta es más sencilla: quiero encontrar un texto, una situación,
un personaje o un evento que me motive luego de esta pandemia. Encontrar “algo
que”, algo “fuera de”. Debo recordar que también es posible encontrar algo dentro
de mí.
El fin del mundo me apasiona. Lo apocalíptico es una idea excitante y lo posta-
pocalíptico más aún, porque significa que el ser humano sobrevive y persiste, como
pasa en el teatro. Quizá esto se debe a que mi generación aún no se enfrentaba a
algo que parecía al fin del mundo, hasta ahora. Hoy en día, atravesamos una de las
primeras trabas que nos marcarán inolvidable e indudablemente no solo en mi ge-
neración: mientras escribo esto, a mi hermana, profesora licenciada, le rebajan el
sueldo a la mitad sin ningún aviso previo ni justificación; mi padre es conectado a un
tanque de oxígeno, quizá debido al virus, y no sabe si verá el final de este confina-
miento; y mi hermano, a mi derecha, trabaja horas extras quizá para sentir que como
generación es lo único que nos queda por hacer: trabajar y no parar. No podemos
parar. Frente a esta pandemia, nadie puede parar.
Desde mi posición privilegiada y optimista de estudiante de actuación en una
universidad particular, solo me queda pensar en cómo puedo aportar al teatro des-
pués de esto; luego, pienso en cómo puedo llevar esas ideas a la práctica para hacer-
las realidad. Busco la manera de seguir creando y haciendo. Podría detenerme. No
poner pausa, sino stop. Respirar hondo y pensar en otras perspectivas, porque no
quiero solo hacer por hacer. Pensábamos que el arte era invencible y eterno; y aquí
estamos, confinados, pero encontramos soluciones a problemas. Podríamos parar.
Podríamos mandar a la mierda esa necesidad de buscar soluciones y solo parar.
Pero no podemos, porque no queremos. Y no lo vamos a hacer, porque pensamos
siempre en planes de acción. Acción. Aún en la parálisis, el cerebro no se detiene,
como no se detiene nuestro instinto creativo. Escribo tres líneas y mi cerebro se
vuelca hacia una historia emocionante para contar. Vuelvo a este escrito y, tres
minutos después, la esperanza de escribir más obras de teatro me inunda.
carlo mario pacheco 43
Al igual que yo (y es por eso que las comienzo a entender), muchas personas
no se pudieron quedar quietas; por eso, comenzaron a hacer obras por ZOOM.
Comenzaron a idear radio novelas, que me gustan más que el teatro virtual; talleres
de actuación virtual, de acento neutro, de interpretación de monólogos. Su motiva-
ción no solo fue recibir ingresos, sino también permitir que el arte continúe. Como
generación joven, no podemos desaprovechar esa energía que nos inunda. Sería
un crimen.
Mi generación también debería entender más a las demás generaciones: las que
pasaron más situaciones como esta, las que han vivido más. Es fácil exigir soluciones
a esas generaciones, pero ellas pueden y tienen todo el derecho de estar perdidas
en una gran incertidumbre también. Podemos exigir respuestas, pruebas que nos
iluminen, y nos “hagan creer” que la solución es rápida y existente. Y también pue-
de que no sea así, porque también podemos crearlas sin importar la generación a la
que pertenezcamos; y aquí incluyo a los artistas de todas las generaciones también.
Juntos debemos aprender.
Hoy, estamos juntos más que nunca, porque estamos separados. Juntos vivimos
a la espera, si es podemos llamar a lo que nos sucede “vivir”. Estamos confinados en
casa por el bien de los demás y, no olvidemos, también por el nuestro. El teatro está
vacío por el momento, pero nos espera y nosotros a él. No te preocupes: volveremos.
Volveremos, porque aún no nos cansamos de jugar. Volveremos, porque lo necesi-
tamos. Volveremos, porque te extrañamos. Sea cual sea la razón, vamos a volver.
Con una marca, con experiencias aprendidas, con personas que ya no estarán, con
dolor, con amor y con pasión. Y será cuestión de respirar hondo y seguir adelante.
El teatro en la pandemia del siglo XXI desde los ojos de una millennial
por Yaremís Rebaza
Seis de la tarde. Es el tiempo de ocio. Hoy no hay clases ni prisa por hacer algún
trabajo. Los ojos están cansados de Netflix. No hay harina ni mantequilla: descarto
la repostería amateur. Hoy tampoco aparecieron las ganas de ejercitar. Podría ver
una película, pero no hay alguna que en estos momentos extrañe y no estoy de
ánimos para cansarme solo leyendo diferentes sinopsis. En mi celular aparece un
mensaje: “Teatro por ZOOM. Compra tu acceso a solo veinte soles para el streaming
de…” “Tu sofá, tu butaca”. Se me para el corazón un momento. Continúo viendo el
vídeo de una amiga bailando un trending de TikTok.
Extraño el teatro. Extraño ver a la gente actuar en vivo. Extraño el vértigo que
empieza en mi estómago y llega hasta mi garganta cada vez que, con toda su huma-
nidad, las actrices y los actores propician un viaje de emociones y sentimientos al
contar una historia. Extraño también validarlos, sentir rechazo o ser su cómplice
con mi suspiro, risa, palabra, aplauso, calor. Extraño ser espectadora y responder.
Extraño ser parte de una obra de teatro. Esa nostalgia la descifro, la reconozco y la
asevero, porque soy actriz y extraño también estar del lado del escenario.
Por ello, ahora puedo confesar mi inicial rechazo a las iniciativas de teatro por
ZOOM: ¿por qué llamarlo “teatro” si no hay convivio, no se genera un viaje sensorial,
no se establece diálogo entre el intérprete y la audiencia, ni hay una conexión
espacio temporal entre el artista y el público? ¿De verdad se puede reconocer a este
tipo de experiencia como teatro? Por ahora, aguantaré mi añoranza y diré que sí
es posible llamar “teatro” a la experiencia virtual para aplaudir todo el esfuerzo
que hay detrás de estas producciones, y desearles a las implicadas y los implicados
en este tipo trabajo prosperidad a fin de mes. Felicito esas iniciativas, y admiro la
resiliencia de los y las artistas comprometidos/as con ellas. Ahora que lo pienso, tal
vez deba yo también empezar a hacer algo así, pues tenemos que seguir creando y
trabajando. Sin embargo, en este preciso momento, no puedo hacerlo: mañana hay
yaremís rebaza 45
clases por ZOOM y no me provoca estar tanto tiempo sentada frente a un monitor.
Decido que hoy no veré ninguna obra de “teatro virtual”. Tampoco mañana. Creo
que más me provocaría hacer una videollamada para poder ser parte de una inte-
racción a distancia. Ya la curiosidad y el cariño por algunos colegas me sorprenderá
comprando entradas para una de esas producciones los próximos días.
Si bien soy una actriz en formación, paradójicamente, tengo un interés limitado
por presenciar estos experimentos virtuales. Entonces, me pregunto qué tan intere-
sado en ese tipo de experiencia podría estar alguien que sea ajeno al oficio teatral.
Por un lado, pienso en los seguidores fieles de determinadas casas productoras, que
justamente lo son gracias a sus privilegios económicos. Por otro lado, pienso en los
curiosos, aburridos de sus rutinas, que también viven en condiciones acomodadas.
Más allá de esos potenciales espectadores, ¿quién más podría estar interesado en
el teatro virtual? La idea de pagar para ver por medio de la pantalla a extraños que
hacen cosas extrañas resulta morbosa; quizá el morbo pueda causar interés, pero
no sé si lo suficiente para seducir y fidelizar a grandes masas. En todo caso, ya será
un asunto del que se ocuparán los encargados y las encargadas de la administración
y marketing de las producciones de teatro.
Más allá del teatro virtual, como señala Carnevali (2020) con respecto al teatro
en tiempos del coronavirus, existe un tipo de ficción que rodea la cotidianeidad de
cada uno y una en su encierro particular. Entiendo que este tipo de ficción puede
ser una fuente de entretenimiento personal y grupal, que además es eficaz, inme-
diato y gratuito. Estas facilidades de acceso podrían ser contraproducentes para
los agentes del sector cultural que pretendían generar ganancias económicas con
sus proyectos.
No, no es lo mismo. Entre las muchas la diferencias que hay en estos formatos,
la que sobresale es la finalidad. Justamente, el teatro es teatro por sus aspiraciones
trascendentales. De hecho, estoy siendo injusta en compararlo con contenido ba-
nal. La audiencia cibernética ya está acostumbrada a ver por medio de una pantalla
a extraños que hacen cosas extrañas bajo determinado código y de forma gratuita.
Por su parte, el teatro busca siempre aludir a la vulnerabilidad del otro y trastocarla.
En este contexto de cuarentena, en el que la estabilidad emocional de muchos de-
pende de un hilo, me parece difícil atraer un público.
Sin embargo, viendo el lado positivo, mientras más pasan los días, más acos-
tumbrados y menos angustiados estaremos las personas para arriesgar y aceptar
distintas propuestas creativas para consumir. Se trata de un acuerdo implícito de
reconciliación con las nuevas tecnologías nacidas por este mundo apocalíptico.
Aunque sean tiempos en los que quizás se requiera lo opuesto, creo que los creadores
debemos apuntar a transgredir la comodidad. En todo caso, el asunto está en ir
probando. Quizás, podemos aliarnos con las técnicas del cine para establecer una
mejor relación por medio de la cámara; incluso, ha empezado a surgir una tendencia
híbrida de teatro cinematográfico.
Entonces, las nuevas formas de hacer teatro se plantean como una opción al
lado de la interacción por medio de las redes sociales, videojuegos y demás platafor-
mas virtuales de entretenimiento en el infinito mundo de internet. Esta pandemia
genera una oportunidad para ganar más presencia en este terreno. Esto, sumado a
la ficción en la cotidianeidad que rodea a las mentes inquietas en estos días, segura-
mente provocará mayor entusiasmo en la exploración de nuevos lenguajes e ideas.
Al fin y al cabo, las distintas corrientes del teatro de las que hablamos en clases o en
conversatorios nos evidencian que han nacido siempre de la resistencia.
Por otro lado, se necesitan ideas que se puedan monetizar. Sí, no puedo dejar de
evidenciar mi preocupación por la crisis económica de muchos y muchas artistas
independientes. Al fin y al cabo, el teatro sigue siendo un oficio, por lo que el artista
espera beneficiarse económicamente para comer y vivir con dignidad. Puede sonar
frívolo e, incluso, puede parecer que no le permito al teatro consolidarse como un
fin en sí mismo. Entiendo su naturaleza artística y creativa, pero me cuesta no pensar
en las particularidades del contexto peruano. Sería ideal que el consumo de produc-
ción teatral sea un derecho libre de costos para las ciudadanas y los ciudadanos, y
que una entidad estatal se encargue de retribuir adecuadamente los salarios de los
yaremís rebaza 47
artistas trabajadores. Sin embargo, eso está muy lejos de acercarse a la realidad
peruana e, incluso en ese escenario, probablemente no todos serían recompensados.
Finalmente, la incertidumbre es un mal indestructible.
1
Paloma Carpio, Claudia Tangoa, Ana Correa, María Teresa Zúñiga y Sara Paredes.
48 ¿la función debe continuar?
aspectos para alentar a los trabajadores en cultura y para que nos reconciliemos
con nuestro oficio en esta situación que quizás ha deslegitimizado la importancia
del arte. Ahora, pensar en la reactivación del sector de las artes escénicas supone
como primera urgencia el planteamiento de un protocolo.
Nota. Meme publicado en la página de Facebook de Memes Teatreros. Tomado de “Es el deba-
te de estos tiempos, amiguitos. Ese y el por qué la ministra de Cultura aún no renuncia (o hace
alguito)”, por Memes Teatreros, 2020 (https://www.facebook.com/MemesTeatreros/photos
/a.1061866824237702/1423800854710962)
Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
50 ¿la función debe continuar?
el plato más importante de la cena de fiestas de los humanos (pp. 91-92). Apuesto a
que, en estos momentos, la gran mayoría de nosotros nos identificamos con el pavo,
ya que normalizamos los grandes momentos que tuvimos en nuestro día a día en
vez de tomarlos como maravillosos detalles que acontecían en nuestra vida. Como
se suele decir, “no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos”. Después de esta
experiencia, ¿apreciaremos los pequeños momentos de la vida o caeremos en la
misma rutina de antes?
Hay personas que sobrellevan la situación de una forma distinta, pues males que
ya tenían desde antes, como la ansiedad, depresión u otros trastornos, empeoran
con esta coyuntura. También somos testigos de polémicas opiniones; por ejemplo,
al ver el resurgimiento de la naturaleza mientras el ser humano está encerrado,
muchos piden que tomemos consciencia para que el cambio ambiental se mantenga.
Por otra parte, muchos trabajos se realizan ahora de manera virtual, por lo que, de
esa forma, muchos pueden subsistir económicamente.
Frente a ello, ¿dónde quedan los artistas, sobre todo aquellos que basaban su
trabajo en el contacto humano? Aquellos artistas que hace un par de meses lucha-
ban por que su profesión sea tomada en serio y que tenían que realizar hasta tres
trabajos distintos por día para subsistir fueron los primeros en usar su talento a
través de diversas plataformas para que las personas puedan distraerse de la dura
realidad que estamos atravesando. Esas profesiones tan menospreciadas pasaron
a ser aclamadas. En redes sociales, pudimos encontrar un sinnúmero de covers,
canciones de autoría propia, monólogos, grabaciones de montajes pasados, cla-
ses o tutoriales de diversos temas destinadas a todas las personas que no estaban
acostumbradas a vivir en el encierro. Al inicio, estas actividades se realizaban con
buena voluntad y de forma gratuita, con la recompensa de los aplausos virtuales.
Pronto, los artistas se dieron cuenta de que no se puede vivir de la buena fe, y que
el regreso a la presencialidad y a las temporadas pospuestas se aleja cada vez más.
Por este motivo, constantemente, están en la búsqueda de nuevas formas de in-
gresos y se enfrentan a diversos problemas para conseguirlo. El público ya no quiere
gastar en algo que obtuvieron de forma gratuita días atrás. Además, se encuentran
otros medios con los que tienen que competir, como los influencers que hacen videos
de TikTok, reality shows que vuelven a la televisión… ahora, en cualquier parte,
se pueden encontrar diferentes expresiones de teatralidad que compiten con sus
propuestas. Los artistas también se han enfrentado a ser juzgados por pedir un bono
económico debido a la imposibilidad por generar ingresos en estos momentos. Ante
esa situación, vimos dos bandos: por un lado, estaban los que apoyaron dicha
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solicitud; por otro lado, como algunos portavoces del pedido fueron artistas famosos,
llovieron duras críticas sin considerar que dichas figuras usaron su alcance para
hacer llegar las preocupaciones de otros artistas que no tienen las mismas posibi-
lidades de ser escuchados. Otra adversidad a la que se enfrentan varios artistas es
la presión bajo la que se encuentran para crear nuevo material, ya sea de danza,
pintura, escritura, actuación e improvisación. Muchos utilizamos como fuente de
inspiración el día a día, la naturaleza y distintos eventos que acontecían en nuestra
cotidianeidad. Sin embargo, la ansiedad, el estrés y los demás límites del encierro
nos generan rechazo a la creación sobre nuestra realidad actual, por lo que buscamos
mediante la ficción una forma de escape.
En estas circunstancias, nos enfrentamos constantemente a remolinos de
sentimientos, pues nos vemos afectados por pasar la cuarentena en una sociedad
desigual, o por la muerte de un ser querido debido a esta fuerte pandemia y no po-
der tener un cierre con esa persona por protocolos de seguridad. Estas situaciones
pueden generar sentimientos que estamos acostumbrados a rechazar o reprimir. Si
bien estos sentimientos pueden llevarnos al bloqueo creativo, también pueden ser
utilizados como fuente de inspiración para crear una realidad alterna, pues el arte
puede ser un medio de canalización y expresión de sentimientos negativos. De esta
forma, se puede confrontar a un público saturado de información y opiniones con
respecto a la coyuntura actual.
Creo que este tipo de creaciones tendrán un valor fundamental en nuestra
sociedad. La ficción que usualmente nos permite escapar de nuestra realidad en la
actualidad adquiere un sentido más potente, pues el público necesita olvidar por un
momento el contexto en el que se encuentra. Por otro lado, las próximas creaciones
que se realicen a partir de lo que estamos viviendo servirán como archivo escénico.
Serán fuentes históricas que relaten lo que sucedió, para que futuras generaciones
tengan conocimiento de lo que significó vivir en este tiempo.
En un artículo con respecto a la pandemia actual, Rafael Spregelburd (2020)
señala que “Los espectadores desde sus sofás tenderán a creer que vieron la obra,
cuando lo correcto sería decir que ‘estuvieron en la obra’” (p. 94). Eso me hace pensar
en el duro momento que estamos viviendo en las artes escénicas, ya que, entre sus
principales componentes, se encontraban la realización “en vivo”, y la experiencia
subjetiva y sensorial del espectador que podía elegir en qué aspecto centrar sus sen-
tidos. Las posibilidades de hacer teatro con estas características se han anulado en
la actualidad, al menos momentáneamente. Ahora, al ver una obra registrada por
un medio audiovisual, miramos exactamente un plano decidido por alguien más.
54 ¿la función debe continuar?
Muchos están devastados, porque sienten que ya nada será como antes y guardan
luto. En cambio, otros consideran que el teatro debe reinventarse y adaptarse a la
nueva realidad que estamos atravesando. Evidentemente, existen muchas otras
posturas y, así como todos los artistas, yo he formulado mi propia hipótesis.
Particularmente, creo que los artistas poseen una sensibilidad característica.
Lo que diferencia esta sensibilidad de la de las demás personas es la necesidad de
los artistas por contarla, opinar sobre ella y manifestarla a través del arte. Por ello,
necesitan ser escuchados. Entonces, estoy segura de que los artistas volverán a su
público. Ya son escuchados por sus seguidores por medio de las plataformas vir-
tuales y, lenta y progresivamente, empezarán a ser vistos por públicos pequeños de
manera presencial. Al volver a la presencialidad, los artistas se enfrentarán a obs-
táculos, como el temor del público por volver a espacios compartidos; la comodidad
a la que las personas se están acostumbrando en sus hogares y al tenerlo todo al
alcance de su sofá; o la competencia con otros lugares dedicados al entretenimiento
que volverán a funcionar, como sucederá eventualmente también con el cine. Aun
así, las artes escénicas volverán: volverá el teatro, la danza, la música en vivo y
la performance. Tendremos más convenios, alianzas, intercambios laterales de
experiencias y alcance a nueva información. También creo que habrá temporadas
de mucha creatividad para diferentes gustos y con acogida, porque los espectadores
volverán en busca de la humanidad que las artes escénicas brindan. Y no volverán
solos, pues traerán consigo a los amigos y familiares que extrañaron en estos tiempos
de encierro.
Como sostiene Ignacio García (2020), “La tradición en las artes escénicas pasa
por artistas comprometidos que sean capaces de liderar una vuelta a los teatros
llena de sentido” (párr. 15). El telón se levantará, se realizarán nuevas creaciones y
nuestra humanidad resaltará. Aun así, las cosas no volverán a ser como antes: todo
cambiará, mejorará, y volverá hecho con sinceridad, amor y prevención. Tengo la
esperanza de que todo esto sucederá. Como se realizará de manera lenta, los artis-
tas debemos preparar el terreno futuro. Por ello, tenemos que continuar creando; y
hablando con verdad, como lo hacen Schimmelpfennig (2020) o Spregelburd (2020) al
reflexionar con franqueza sobre la situación del teatro en la actualidad; o Carnevali
(2020), al recordar con tono nostálgico el teatro anterior a la pandemia; o García
(2020), al reafirmar con tono esperanzador nuestro compromiso como artistas para
movilizar al público y terminar con este mal sueño. No dejemos que las circunstan-
cias actuales nos quiten nuestra esencia.
farah salaverry 55
Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
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Schimmelpfennig, R. (2020, 14 de mayo). La función no puede continuar. [Trad. A.
Jacome]. El País. Recuperado de https://elpais.com/cultura/2020/05/13/babe-
lia/1589378593_908757.html
Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf
Paren todo, continúen en casa
por Paloma Scargglioni
Es el año 2020 y por primera vez me encuentro fuera de los cursos a los que me
inscribí, no por créditos aprobados o por no conseguir vacante, sino por una crisis
que se remonta a finales del 2019 en Wuhan, China. Esta crisis, a través de vuelos y
memes, ha llegado hasta Lima, Perú, por lo que se han cancelado desde quincena de
marzo todos los planes que teníamos. El mundo entró en una especie de “stop”. Es
el año 2020 y estamos aislados, varados, detenidos, suspendidos y hasta encerrados.
Es la primera crisis que la generación a la que pertenezco vive. Probamos la in-
certidumbre y nos permitimos cuestionar acerca de nuestra situación en un futuro
cercano. Intentamos acomodarnos o aferrarnos a alternativas, creencias y reflexio-
nar acerca de qué que le va a pasar al teatro. Schimmelpfennig (2020) describe una
imagen directa y clara sobre “el fin del teatro”: señala que el estado de la labor del
artista corresponde al del aislamiento y el vacío proyectado en numerosas viviendas.
El dramaturgo alemán nos retrata en el encierro, mientras frotamos nuestros telé-
fonos y esperamos alguna nueva noticia sobre la crisis (párr. 13), ya sea por una pizca
de esperanza o para desviar la atención del momento en el que estamos. Más allá
de las razones, nos encontramos esclavizados a la tecnología. Con respecto a este
punto, coincido con Schimmelpfennig, pues, desde hace décadas, existe una suerte
de “prisión tecnológica”: se ve en los celulares, esos aparatos ligeros y rectangulares
que han ido evolucionando; y son capaces de distraer a personas de cualquier edad,
pues funcionan como medio de culturización y ocio. Es una plataforma en la que el
teatro puede seguir existiendo, pero no el “antiguo” teatro, del que Schimmelpfennig
se despide. Ya que estamos en un momento de cambio, hay que buscar formatos que
las pantallas soporten.
Schimmelpfennig (2020) también aborda la determinación del artista inde-
pendiente, cuya ocupación siempre ha continuado por más apremiante que sea el
percance. Esto debe servir como motivo para alcanzar una reinvención del teatro
paloma scargglioni 57
como señala el autor argentino, el teatro es resiliente: se trata de un arte que siem-
pre ha buscado espacios para poder existir y, sin darnos cuenta, probablemente la
humanidad ya se ha encontrado antes buscando nuevas maneras para mantener al
teatro vivo.
El vínculo entre el actor y el espectador puede ser uno de los retos fundamen-
tales que los artistas de teatro pueden empezar a plantearse. ¿Qué tan necesario
es que los espectadores los estén viendo en tiempo real, al día siguiente o años
después? ¿Qué tipo de ángulos o encuadres podemos disponer para componer una
imagen mucho más clara? Tomar herramientas audiovisuales podría estimular el
juego y la experimentación para la performance de lo virtual. Al tener plataformas
con alcance tan veloz, es un buen momento para dialogar con nuestros seguidores
para transmitirles la idea de que el “show no ha dejado de continuar”: se trata de
uno de los tantos cambios que ha habido en el teatro y que ahora vivimos desde la
comodidad de nuestras casas. Los actores y las actrices que recién comienzan y
tienen pocos seguidores tendrán como desafío llegar a ser mediáticos y convertirse
en teatristas virtuales. Así, veremos cómo se desarrollan diferentes competencias
de creatividad en redes.
Más allá de los cambios por venir, el teatro no se va a desligar de lo ocurrido an-
tes de la pandemia. Es necesario seguir estudiando la historia de las artes escénicas
a través del tiempo, porque no se debe olvidar la esencia del teatro, ni mucho menos
sucumbir ante el objetivo de crear contenido vacío que garantice cierta solvencia
económica.
En conclusión, ante la frase “todo tiempo pasado siempre fue mejor”, cabe
recordar lo que el teatro ha mostrado como esencia: su sobrevivencia a través de
generaciones y diferentes contextos culturales. Las producciones podrán quedar
suspendidas por algunos meses y se seguirán buscando soluciones para que los
artistas subsistan. Más allá de eso, el artista siempre encontrará manera de hacer
teatro, con o sin público, luz, dinero, conflictos políticos, crisis, o pandemias.
Referencias bibliográficas
Boal, A. (2002). Juegos para actores y no actores [Trad. M. J. Merlino]. Barcelona: Alba
Editorial.
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
html
paloma scargglioni 59
Además, ¿cómo debería tomar este momento un estudiante de teatro que recién
empieza a encontrar un camino en el teatro? Se me ocurrieron miles de ideas. Pensé
en abrir un taller pequeño de teatro, seguir escribiendo obras, repasar mis líneas
de un proyecto audiovisual que está parado, crear un podcast y hasta conversar con
unos amigos para poder formar una compañía teatral. Algunas de esas ideas se
hicieron realidad; otras están en camino de realizarse. Sin embargo, a estas alturas
de la cuarentena, me pongo a pensar si antes de la pandemia le hubiera dedicado
el mismo tiempo que ahora a los proyectos que estoy haciendo. Con esto no quiero
decir que prefiero la cuarentena a la vida anterior: para nada. Después de momen-
tos de bajón y ansiedad, quisiera ver al teatro como un futuro esperanzador, no
como una realidad apocalíptica. También, así como señala Carnevali (2020), no me
gustaría caer en lo inevitable; es decir, no me gustaría hablar de un teatro postapo-
calíptico que refleje de manera literal el encierro y la terrible situación a la que nos
somete. Quizá incluso no querré hablar de eso en un buen tiempo. Lo que sí quiero
es pensar que me estoy preparando para llegar a crear.
No sé cuánto durará la pandemia, ni el aislamiento, ni los teatros cerrados. Más
allá de eso, creo que vale la pena pensar en cómo se puede seguir viviendo del teatro
en cuarentena. Ahora, hay nuevas búsquedas por mantener el teatro a flote, que
dependen de una cámara. Pueden ser grabaciones o transmisiones en vivo. Incluso, en
muchas de las transmisiones, solo se usa como herramienta un celular, que permite
realizar diferentes funciones: grabar, editar, transmitir, y promocionar. Y todo al
alcance de la mano. Aun así, ¿es esa es la mejor opción? Creo que no. Creo que es
una herramienta de emergencia. Antes de la pandemia, los celulares servían para
utilizar las redes sociales. Muchos grupos, compañías teatrales y proyectos audio-
visuales, entre otros, dependen de las redes sociales para darse a conocer. Por más
que a veces se odie, invertir en publicidad en redes es un mal necesario. Más allá
de eso, me pongo a pensar si, en estas circunstancias, es el mejor medio para crear.
¿Hemos estado preparados y preparadas para una situación como esta? Como dice
Spregelburd (2020), nos tomaron como “pavos” (p. 92): hemos sido engordados por
un mundo que nos mantenía convencidos de la existencia del futuro, así que no
nos esperamos el problema. Sin embargo, la emergencia nos deja y refleja una ola
de problemas. Problemas que estaban ahí. Problemas que posiblemente habíamos
ignorado, pero ahora se hacen más presentes. Problemas en los que no habíamos
pensado y que ahora nos golpean la cara. Ahora que nos encontramos en esta situa-
ción, ¿debemos quedarnos con los brazos cruzados? Aunque me equivoque, quiero
pensar y seguir apostando por un rotundo no.
62 ¿la función debe continuar?
Referencias bibliográficas
Carnevali, D. (2020). L’emergència del teatre en temps del coronavirus [Trad. A.
Arribas]. Pausa, (42). Recuperado de http://www.revistapausa.cat/emergen-
cia-temps-coronavirus/
García, I. (2020, 22 de abril). No olvides que es comedia nuestra vida. El País. Re-
cuperado de https://elpais.com/cultura/2020/04/13/babelia/1586794615_903378.
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Schimmelpfennig, R. (2020, 14 de mayo). La función no puede continuar. [Trad. A.
Jacome]. El País. Recuperado de https://elpais.com/cultura/2020/05/13/babe-
lia/1589378593_908757.html
Spregelburd, R. (2020). El año del cochino. En P. Amadeo (Ed.), La fiebre. Pensamiento
contemporáneo en tiempos de pandemia (pp. 89-117). La Plata: ASPO (Aislamien-
to Social Preventivo y Obligatorio). Recuperado de https://www.elextremosur.
com/files/content/23/23821/la-fiebre-aspo.pdf