Sunteți pe pagina 1din 3

LA HUMILDAD

  

Tratar el tema de la humildad es complicado debido a que el que más o el


que menos de nosotros tiene arrestos de orgullo humano que es la
contrapartida de la humildad. Este orgullo lo tratamos de disculpar con
argumentos que nos favorezcan frente a la poca humildad que demostramos.
Jesús enseñó y practicó la humildad. Dijo además: "El que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mateo 23.12).

El apóstol Pablo, a quien muchos incrédulos sindican como un hombre de


humildad fingida "con un orgullo a flor de piel", escribió para los cristianos de
Colosas: "Vestíos, pues ... de humildad, de mansedumbre, de
paciencia..." (Colosenses 3.12). El vestirse significa "cubrirse". En verdad la
humildad encierra una actitud mental. Es "la virtud que consiste en el
conocimiento de la propia inferioridad" (Diccionario Ideológico). "Una virtud
contrapuesta al orgullo" (Diccionario de la Biblia). La humildad no es
cobardía ni debilidad. El orgullo refleja debilidad; mientras que muchas veces
el desplegar humildad requiere valor y fortaleza.

En la Biblia, en el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce


"humíllate" significa literalmente "pisotéate". En Proverbios 6.3
leemos: "...vé, humíllate..." (pisotéate). En otras palabras, echa a un lado tu
orgullo, reconoce tu error, endereza tus asuntos. En el Nuevo Testamento, en
Colosenses 2.18 y 23, aprendemos que no todos los que aparentan humildad la
tienen genuinamente. Algunos de aparente humildad pueden ser orgullosos
tenaces. Su humildad aparente les sirve para conseguir lo que desean.

La humildad verdadera impide que la persona manifieste vanidad, orgullo,


en mucho de los aspectos de su vida (1 Juan 2.15-17). El cristiano revestido de
humildad no atrae indebida atención a sí mismo ni a sus aptitudes. Su
humildad contribuye a que trate a otros con consideración y comprensión. En
la iglesia de Cristo existen y han existido hombres predicadores del evangelio
de Cristo ejemplos de humildad cristiana. Puedo citar a Juan Wolfe, que hizo
su trabajo para el Señor Jesús acá en la tierra muchos años con toda humildad
y luego se fue con Dios.

¿Cómo ve Dios a los humildes? El profeta Samuel pensó que Dios había
escogido a Eliab para ser rey de la nación hebrea. Pero Dios le dijo: "No
mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho;
porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que
está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" (1 Samuel 16.7).

El escogido por Dios fue David, un hombre fiel y humilde (1 Samuel 13.14;


16.4-13). Dios en verdad se opone a los altivos, orgullosos, pero da bondad
inmerecida a los humildes (Santiago 4.6). El Salmo 138.6 dice que Dios es
excelso, y atiende al humilde y al altanero los ve de distancia.

No debe extrañar al cristiano que Dios espere de él humildad. Es una de sus


cualidades divinas. David al ser salvado por Jehová de sus enemigos cantó:
"Tu propia humildad me hará grande". La humildad de Dios mostrada
ejerciendo misericordia para con el mundo pecaminoso, ofreciendo a su Hijo
Jesucristo en la cruz para librar al hombre del pecado, fue una demostración
de humildad, de amor (Romanos 5.8; 8.20-21).

Cuando Jesús dijo: "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla


será enaltecido", no fue una simple retórica. La noche antes de ir a la cruz,
Jesús lavó los pies a los apóstoles, y así rindió un servicio que acostumbraban
a dar sólo los esclavos (Juan 13.2-5). No es raro entonces que el apóstol Pablo
aconsejara a los filipenses que consideraran a los demás superiores a ellos y
que desplegaran una actitud humilde como la de Jesucristo.

Si el Padre y el Hijo han manifestado humildad divina, aquellos que


deseamos su aprobación debemos mostrar la humildad cristiana. Muchos
misioneros norteamericanos y también predicadores nativos sufren la crítica
por carecer de la humildad requerida por Cristo, por no ejercitarla cuando
necesita ser mostrada y ejecutada. La arrogancia y el orgullo son
características de los que carecen de la sabiduría de Dios. Si hemos llegado a
ese nivel debemos pedir perdón de Dios en oración y hablar a quienes hemos
ofendido con nuestra arrogancia y orgullo. Y si tenemos ideas grandiosas en
cuanto a nosotros mismos, tenemos que recordar el consejo de
Pablo: "Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los
humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión" (Romanos 12.16). Este
consejo, que forma parte de los deberes cristianos, está dado precisamente a
los que seguimos a Cristo, porque el cristiano no está exento de sufrir el
perjudicial orgullo y la vanidosa arrogancia.

La humildad nos beneficia en el sentido que impide que nos jactemos de


nosotros mismos como muchas veces lo hacemos. Así no incomodamos a
nadie, y evitamos la vergüenza personal, si nuestros logros no los han
impresionado. Debemos jactarnos en Dios y no en nosotros mismos (1
Corintios 1.31). La Biblia nos enseña que la humildad nos ayuda a obtener
guía divina. Daniel se humilló ante Dios y buscó guía y entendimiento.
Cuando Esdras se dispuso conducir fuera de Babilonia al pueblo de Dios con
muchas riquezas para embellecer el templo de Jerusalén, dictó un ayuno para
que el pueblo se humillara delante de Dios. El resultado fue que durante el
viaje Dios los protegió. Debemos mostrar humildad genuina en nuestro
trabajo de predicar el evangelio y no tratar de cumplir con nuestra propia
sabiduría y fuerza las responsabilidades que Dios nos ha dado.
La humildad es prenda de respeto. Los cristianos humildes respetan a su
prójimo de otras nacionalidades, razas y antecedentes. Pedro dijo: "En verdad
comprendo que Dios no hace acepción de personas" (Hechos 10.34).
Convertir almas a Cristo debe ser un trabajo llevado a cabo con humildad y
respeto para con aquellos que no conocen la verdad que les hará libres. Amor
y paz son signos de la humildad. No se lucha con hermanos en la fe en
esfuerzos por establecer supuestos derechos. El apóstol Pablo hacía sólo
aquello que era edificante y no molestaba la conciencia de los hermanos
(Romanos 14.19-21; 1 Corintos 8.9-13).

El ropaje de la humildad cristiana nos ayuda a aceptar y soportar la


disciplina. "Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y
camino de vida las reprensiones que te instruyen" (Proverbios 6.23). El
escritor de Hebreos también escribió: "Y habéis ya olvidado la exhortación
que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la
disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el
Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo" (Hebreos
12.5-6).

No hay duda alguna que la humildad cristiana hará que el Reino de Dios en


la tierra, la iglesia de Cristo, se engrandezca acorde a la voluntad de Dios y su
fundador, Cristo Jesús. "Humillaos delante del Señor, y él os
exaltará" (Santiago 4.10). Así sea.

S-ar putea să vă placă și