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COVID-19

La Organización Mundial de la Salud ya decretó el alerta mundial ante la


expansión del coronavirus que afectó a más de 6.000 personas y tiene a
más de 20.000 en observación. El contagio, a pesar de las inéditas
medidas de prevención que está tomando el gobierno chino ya saltó las
fronteras y se detectó en varios países.

La magnitud y la oportunidad en que este virus se presenta alentó


indefectiblemente, especulaciones de tono apocalíptico y otras cercanas
a las teorías de la conspiración que hablan de que habría comenzado a
operarse la estrategia para el establecimiento del llamado Nuevo Orden
Mundial.

Los estudiosos y exégetas de la Biblia baten las páginas del Antiguo


Testamento en capítulos de libros como Isaías que profetizan para la
humanidad epidemias, pandemias, movimientos terrestres inusitados y
“señales en el cielo”; un menú esotérico que en estos días se está
verificando en varios lugares del planeta.

El coronavirus aparece por momentos como incontrolable, de hecho,


científicos afirman que ya mutó y que el nuevo virus se puede transmitir a
dos metros de distancia, aún peor, aseguran que el contagio se daría por
los ojos.

Sostienen que el este nuevo virus sería una mutación entre murciélagos
y serpientes de donde se formó un híbrido en el cuerpo de una serpiente
que habría sido consumida en los mercados donde se expenden estos
animales.

Otros, más escépticos sobre finales ordenados por la divinidad sostienen


que estos virus son producto del calentamiento global ya que existen
miles de virus congelados en los glaciares y polos que se liberarían con
el derretimiento de las masas heladas. De ellos, se calcula que 28 son
COVID-19
desconocidos para la ciencia moderna. Algunos ya fueron hallados en los
deshielos del Tibet, por ejemplo.

Por fin, están los que apuestan a que estas pandemias son producto de
un plan prediseñado para reducir la población mundial de manera
drástica, de donde el coronavirus sería fabricado en laboratorios con el
fin de impedir que la humanidad alcance los 11 mil millones de
habitantes, cifra considerada tope para que colapse todo el sistema
mundial, ya que la alimentación, hidratación y oxígeno no sería viables
para tanta gente.

Coincide que el virus se propaga en el momento en que los chinos


comienzan sus vacaciones más grandes y esto moviliza a millones que
se reúnen en terminales de transporte.

Por fin, están quienes afirman que esta pandemia tiene un origen militar-
económico, ya que de propagarse el miedo a recibir productos chinos
esto haría colapsar la economía del gigante asiático: ¿Será acaso el tiro
de gracia de Estados Unidos a su máximo competidor en los mercados,
la China?

Lógicamente, una caída del sistema económico chino afectaría de suyo


su capacidad militar.

Dentro de esta última hipótesis, cabe pensar que también podría tratarse
de un ajedrez político para impulsar de una vez el establecimiento del
llamado Nuevo Orden Mundial, y el hecho de que parta desde un
problema de salud global, facilitaría la implantación del chip biométrico de
salud, con el cual se podría controlar a toda la humanidad.

En síntesis, si se analiza desde el punto de vista teológico, se podría


descartar que sea un virus apocalíptico, ya que el anunciado “fin del
mundo” es una quimera, pues la misma Escritura señala que “Del día y la
COVID-19
hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo el Padre.” (Mt.
224,36).

Más posibilidades tiene de ser veraz alguna estrategia para perjudicar


a China que amenaza convertirse en la próxima potencial mundial, sin
dejar de pensar que la hipótesis del chip generalizado sea un paso más –
el último- en un plan para convertir a todo el orbe mundial en una
gigantesca “Casa del Gran Hermano”.

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