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Introducción

Introducción
Las trayectorias intelectuales como problema
Mariano Di Pasquale y Marcelo Summo

En los últimos años, el campo de estudios sobre intelectuales y


élites culturales en la Argentina se ha visto enriquecido con nume-
rosos aportes. Estas producciones permitieron historiar y proble-
matizar la figura del intelectual en los escenarios latinoamericano y
argentino, contribuyendo a complejizar el análisis de la relación entre
intelectuales, cultura y política.1 En diálogo con estas contribuciones,
este libro reúne una serie de trabajos cuyo aporte fundamental con-
siste en realizar un recorrido entre los siglos XIX y XX a través de un
enfoque ligado a los estudios de caso en estrecha comunicación con
las investigaciones sobre lo que suele calificarse como trayectorias
intelectuales.2 Estos artículos abordan una dimensión convergente
y amplia teniendo en cuenta las orientaciones de la historia intelec-
tual, la historia cultural, la historia política, la historia de la ciencia,
la historia y la sociología de los intelectuales y la crítica literaria.
A partir de un análisis sobre los recorridos intelectuales en una
frontera en la que las relaciones entre conocimiento, cultura y política
no se caracterizan solamente, como siempre se dice, por la distinción
necesaria, resulta preciso estudiar con la mayor especificidad posible

1
  Sin ánimo de ser exhaustivos, se destacan para el espacio latinoamericano los trabajos
de Rama (1968); Arrosa Soares (1995); Hofmeister y Mansilla (2003); Gilman (2003);
Beigel (2003); Devés Valdés (2000-2003); Díaz Quiñones (2006) y, más recientemente,
Altamirano (2008-2010). Para la Argentina, entre otros, véanse Halperin Donghi (1982);
Myers (1998 y 2003); Baltar (2012); Zimmermann (1994); Altamirano y Sarlo (1997);
Sigal (1991); Neiburg (1998); Terán (1996); Sarlo (2001); Neiburg y Plotkin (2004); Tar-
cus (2007a) y (2007b); Graciano (2008); Vázquez (2011); Fiorucci (2011); Laguarda y
Fiorucci (2012); Miceli (2012).
2
 Cabe aclarar que, en ocasiones, los artículos que aquí presentamos entrecruzan el concepto
de trayectoria con otras aproximaciones como las relacionadas con los relatos de vida, his-
torias de vida, biografías, itinerarios sociales, en muchos casos con usos indistintos.

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las mediaciones, tensiones y confluencias que aparecen entre los que-


haceres del intelectual y los comportamientos del hombre de acción.
En ese sentido, interesa explorar las prácticas que definieron el entor-
no de los intelectuales en su interacción con la cultura y la política.
Esta propuesta se posiciona en la reconstrucción y análisis de las
trayectorias intelectuales. Esto significa recuperar y poner en con-
sideración los aspectos biográficos; los espacios y los momentos de
formación; el universo familiar y laboral; la esfera privada; los epi-
sodios y acontecimientos claves de las historias de vida y experien-
cias personales; los viajes e intercambios culturales y las tramas de
amigos, colaboradores, discípulos y estudiantes, entre otros elemen-
tos que nos parecen centrales a la hora de emprender este nivel de
análisis. Cabe indicar que algunas de estas cuestiones fueron en oca-
siones tratadas por la historiografía tradicional. El problema es que,
en ella, solían aparecer de forma aislada y en clave de anécdota o
de revista. Con el avance historiográfico y el herramental heurístico
disponible, hoy en día aquellos elementos situados en una dimen-
sión más amplia y compleja servirían para reflexionar y comprender
mejor los cambios, rupturas y continuidades en la relación entre
intelectuales, cultura y política. Se coincide con Pierre Rosanvallon
cuando señala que es necesario recurrir cada vez más a la historia
individual de los sujetos, a sus familias, redes y trayectorias y a los
procesos que los afectaron.3 Consideramos que, en lugar de anclarse
en miradas generales, aplicables a todos los casos, resulta impres-
cindible desarrollar la capacidad para construir abordajes singulares
ante situaciones que son singulares, ubicadas en el marco de procesos
sociales, políticos y culturales en los que comparten condiciones de
vida. En la misma línea, Pierre Bourdieu sostiene que “cada sistema
individual de disposiciones es una variante estructural de los otros,
en la que se expresa la singularidad de su posición en el interior de
la clase o grupo y de la trayectoria”.4 Esto implica que reconstruir
las trayectorias intelectuales supone una perspectiva integral de las
posiciones objetivas transitadas y ocupadas por los actores, teniendo
en cuenta la estructura social y el volumen de los bienes simbólicos
acumulados y disponibles, no como una enumeración de aconteci-

  Fitoussi y Rosanvallon (1997).


3

  Bourdieu (2007), 98.


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mientos biográficos, sino como una suerte de tramas que enlazan


las sucesivas posiciones.
Este enfoque busca entonces pensar el problema de las tra-
yectorias intelectuales recuperando la singularidad de los actores,
sin perder de vista que estas voces se pluralizan, se diversifican, se
transforman y recorren circuitos más extensos donde la cultura y la
política se articulan sin nitidez ni transparencia.
Tal aproximación es relevante porque pone en relieve los ni-
veles de injerencia y penetración de los intelectuales en la sociedad
civil y los procesos de construcción de poder, no centrando el análi-
sis exclusivamente en la producción textual y en los diálogos que se
producen entre sus obras sucesivas y respecto de las de los colegas,
sino también por considerar esas producciones condicionadas por
múltiples posiciones subordinadas resultantes de sus trayectorias de
vida. Así, pues, resulta importante considerar la cuestión de las tra-
yectorias como un problema en sí mismo con diversas derivaciones,
siendo este parte constitutiva de los estudios sobre estos actores.
En tiempos de profesionalización de la política y especialización
del trabajo de la “gente del saber”, interesa poner el foco en sus dis-
cursos e interpelaciones, sus estrategias de legitimación, sus orien-
taciones y faros de referencia y su praxis político-social a los efectos
de echar luz sobre las características y lógicas del espacio cultural na-
cional y de contribuir a una historia de la vida intelectual argentina.
A partir de los estudios de caso que se presentan nuestra inten-
ción no es en absoluto la de estructurar un relato único; nos importa
aportar al debate incorporando diversas líneas de exploración cen-
tradas en temas y problemas distintos relacionados con los avatares
de los intelectuales que nos ocupan, sin desatender la diversidad y
la particularidad de sus experiencias personales.
Esta compilación posee un ordenamiento de tipo cronológico.
Comienza abordando el problema de los hommes des lettres en los
años posteriores a la Revolución de Mayo. En su artículo, Mariano
Di Pasquale analiza la trayectoria de Juan Manuel Fernández de
Agüero para mostrar un caso de apropiación del discurso de la Ideó-
logie, específicamente los saberes de Desttut de Tracy y su difusión
en el marco de la Universidad de Buenos Aires entre 1822 y 1827.
Para ello, el autor centra su atención en los textos que confeccionó
el profesor Fernández de Agüero identificando los conceptos clave

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que moldearon su discurso, sobre todo los referentes a las cuestiones


morales y metafísicas. Estos proponían una renovación de la forma-
ción escolástica en materia de enseñanza filosófica, más evidente que
la retórica ilustrada. A su vez, estudia el vínculo de la Ideólogie con
el gobierno rivadaviano y su intención de conformar una nueva élite
dirigente orientada a los principios republicanos. Por último, Di Pas-
quale demuestra que el proceso de difusión de esta corriente francesa
y las controversias generadas por las nuevas enseñanzas provocaron
un impacto en la opinión pública no exento de tensiones y conflictos.
El tema de los recorridos intelectuales durante la primera mitad
del siglo XIX se enriquece con otros aportes, que colocan en primer
plano los intercambios interpersonales de saberes entre el Viejo y
el Nuevo Mundo a través del contacto epistolar. Rosalía Baltar se
centra en los “letrados rivadavianos”, expresión acuñada por la autora
para referirse a un grupo de profesionales italianos que arribaron a
Buenos Aires a partir de 1820 y se conectaron al circuito intelectual,
periodístico y político porteño. Entre ellos se destacan Carlo Zucchi,
Pedro de Angelis, Giuseppe Venzano, Ottaviano Fabricio Mossotti,
Giovanni Grilenzoni y Giovanni Battista Cuneo. Prestando especial
atención a la correspondencia originada entre Zucchi y los mencio-
nados connacionales, estudia y repara en la condición de emigrados,
las implicancias de los viajes, el estilo narrativo y las inclinaciones
artísticas, los itinerarios intelectuales en Europa y América, la re-
lación y contactos con la política de turno, entre otros registros de
análisis. La autora demuestra que este grupo de cultores de las belle
arti no podría ubicarse completamente en un registro cultural ilus-
trado ni romántico, quedando a mitad de camino entre ambos, en
un espacio ambiguo y confuso. Con ello, contribuye a flexibilizar, por
un lado, la rigidez historiográfica acerca del papel que tuvieron los
emigrados durante la gobernación de Rosas; por el otro, rompe con
los moldes que la historiografía tradicional solía establecer ajustan-
do las etapas de la historia política vernácula a un único sistema de
pensamiento preponderante.
El problema de la circulación de ideas y su gravitación en la vida
intelectual se complejiza a la hora de estudiar otras matrices de pen-
samiento y sus conexiones específicas con ciertas redes internacio-
nales de producción de saber. Mercedes Betria analiza el Fragmento
preliminar al estudio del derecho, de Juan Bautista Alberdi, reparando

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en ciertas marcas surgidas a partir de lecturas que este realizaba. En


particular, rastrea las que derivan de las novedades filosóficas de re-
vistas internacionales como Le Globe. La contribución de Betria es-
triba en analizar cómo, a través de estas intensas relaciones culturales
no siempre consideradas en una dimensión amplia, Alberdi encon-
tró fundamentos o insumos clave para pensar y reflexionar sobre el
régimen rosista. Como indica la autora, Juan Manuel de Rosas se
vuelve el “objeto de estudio” de esta empresa intelectual y, con ello,
aparece un intento de construcción de un nuevo lenguaje para la ela-
boración del Derecho y un ensayo de establecer una ciencia política
desconocidos hasta ese “momento romántico”.
El período rosista deja sin resolver la cuestión de la asociación
política y la elaboración de una Constitución Nacional, preocupa-
ción central de los autores románticos. Al respecto, Federico Medi-
na examina los escritos de la década de 1850 del jujeño Escolástico
Zegada, clérigo cuya figura posee un grado de impacto que excede
el caso local, porque puede pensarse como un modelo representa-
tivo del complejo proceso de intervención que van adquiriendo las
fórmulas de los debates intelectuales a nivel regional y sus tensiones
con el ámbito nacional en formación. El autor demuestra cómo el
discurso de Zegada estuvo atravesado por dos temáticas: por un lado,
la “República enlutada”, que identificaba las prácticas del rosismo;
por el otro, la “República deseada”, que fijaba las gestiones del go-
bierno de Urquiza y, al mismo tiempo, proyectaba sus expectativas
de futuro. Lo cierto es que, según Medina, Zegada se sentía parte de
esta última patria y, aun más, buscaba –a través de la construcción de
la heroicidad de Urquiza– convencer a los jujeños, sus feligreses, de
que también eran miembros de esa comunidad, ahora liderada por
el vencedor de Caseros. Los convocaba a imitar su ejemplo y, con
ello, a colaborar “cada uno en su posición” con el progreso de la pa-
tria, donde la religión católica era un elemento de vital importancia.
El final del siglo XIX y la irrupción del XX produjo la preocu-
pación por un nosotros en sintonía con los debates respecto de la
identidad nacional que atañen al proceso de consolidación del Esta-
do-nación. Karina Vásquez se ocupa de delinear las características
generales de la revista Martín Fierro en la medida en que se adentra
en el análisis de un aspecto poco explorado de esta: las formas en
que es posible apreciar allí la persistencia y transformación de cier-

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tos temas americanistas que identifican a la nueva generación inte-


lectual surgida con la Reforma Universitaria. La autora demuestra
que, si bien la adscripción internacional resultaba fundamental a la
hora de legitimar la introducción de nuevos lenguajes poéticos, no
menos relevantes resultarían las preguntas sobre qué constituye lo
propio y sobre cómo utilizarlo para construir una voz propia, origi-
nal y potente que coloque a la literatura argentina en el canon de la
cultura universal.
Su hipótesis es que, al interior de la publicación, la vocación
internacional poseía un límite concreto fijado por los contactos que
sumaban los diferentes colaboradores, a la vez que la tensión hacia
un nuevo nacionalismo cultural no se sostenía sin conflictos. Según
la autora, ante esos problemas, el tópico americanista –ya consoli-
dado para 1925 por los contactos que abre la Reforma Universitaria
de 1918– permitía legítimamente afirmar la particularidad, sostener
una serie de redes que favorecían la difusión de la revista y, al mismo
tiempo, evitar o posponer la discusión en torno a un “pasado común”
que no todos los participantes de Martín Fierro se mostraban dis-
puestos a rescatar.
El surgimiento del peronismo y su gestión de la cultura com-
plejizó las relaciones entre el orden político y los intelectuales. Sin
entrar en el estudio de las controversiales políticas culturales y edu-
cativas de los dos primeros gobiernos de Perón, Guillermina Geor-
gieff pasa revista a algunas de las ideas expresadas en los discursos
del líder justicialista respecto al rol de los intelectuales. En esa línea,
y a manera de contrapunto, otorga lugar al análisis de las posturas
asumidas por algunos intelectuales que adhirieron al régimen pero-
nista y que se mantuvieron en sus filas hasta la caída del gobierno
en 1955. Tales son los casos del filósofo Carlos Astrada, el político
John William Cooke y el escritor Leopoldo Marechal.
Georgieff muestra en su artículo que Perón llama a los intelec-
tuales con dos tipos de interpelación. Una muy fuerte y constante
que los convocaba a participar en tanto “expertos” en el proceso de
modernización del Estado y las estructuras socio-económicas del
país y otra, intermitente y ambigua, que los ubicaba como produc-
tores y agentes de circulación de valores y nociones comunes con-
cernientes al ordenamiento social. Para la autora, el líder justicialista
ensayó maneras disímiles de pensar el rol de los intelectuales en el

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tramado de su proyecto nacional, las cuales fueron desde la invitación


–más allá de sus adscripciones ideológicas– a organizarse y participar
en el Estado hasta a operar como actores necesarios para la cons-
trucción de una cultura nacional. En ese sentido, Perón se dirigió a
los intelectuales peronistas primero dándoles cierta autonomía de
acción, para pasar en un segundo momento a encuadrarlos en la la-
bor de difundir su doctrina. Claramente, fue en este último aspecto
en el que los conflictos se hicieron por demás evidentes y, a la hora
de analizar los casos de Astrada, Cooke y Marechal, la autora de-
muestra que el llamamiento no tuvo respuestas unívocas y que estos
intelectuales que adhirieron al movimiento justicialista se sintieron
convocados por algunas y no por todas las propuestas de Perón.
El “peronismo clásico” motorizó un proceso de profesionaliza-
ción intelectual bajo amparo y protección estatal que creó espacios
en los que confluyeron intelectuales provenientes de diversas tradi-
ciones y culturas políticas. Estos apoyaron, desde distintas posiciones
y con diferentes grados y matices, la “revolución nacional” peronista.
Al respecto, Marcelo Summo se ocupa de explorar la matriz polí-
tico-intelectual que elaboró Jorge Abelardo Ramos para pensar la
realidad latinoamericana y el proceso histórico en el cual se inscribe.
Sus objetivos específicos son los de analizar sus interpretaciones en
torno a la “cuestión nacional”, el problema de la cultura y el rol de
los intelectuales para las colonias y “semicolonias” que componen la
región. Las fuentes que analiza son los artículos periodísticos pu-
blicados por Ramos en los diarios La Prensa y Democracia durante
la segunda presidencia de Juan D. Perón, en los cuales se expresó
su adscripción, en términos de un “apoyo crítico”, a los regímenes
caracterizados por él como “revoluciones nacionales”, entre ellos el
justicialista. Summo demuestra que durante ese período el joven
Ramos no cuenta en su matriz político-intelectual con una teoría
acabada de la nación latinoamericana, sino más bien con un conjun-
to de aproximaciones interpretativas, las que aparecen en su obra, la
mayoría de las veces, bajo la forma de una tensión teórica. En ese
sentido, Ramos fue pensando el problema de la nación en paralelo al
de la cultura y los intelectuales, a la vez que ajustando o modifican-
do sus interpretaciones en la medida en que variaba su orientación
política frente a las diversas coyunturas. Por último, el autor muestra
detalladamente cómo, en la medida en que Ramos revisa y critica la

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tradición marxista para pensar la realidad latinoamericana, transita a


la vez un camino político-intelectual que lo conduce a la fundación,
junto a otros autores, de una nueva tradición, la de la posteriormente
llamada “izquierda nacional”.
La transición democrática trajo consigo un fuerte cuestiona-
miento en términos autocríticos del rol del intelectual en las décadas
anteriores, a la vez que puso en cuestión su vínculo con la política,
fundamentalmente su subordinación a los proyectos revolucionarios
y la politización de la cultura. En su artículo, Martina Garategaray
explora las orientaciones de ciertos “intelectuales de izquierda” a
partir del análisis de dos revistas emblemáticas de los años ochen-
ta, representantes de los imaginarios peronista y socialista: Unidos
y Punto de Vista. Su hipótesis sostiene que en las páginas de ambas
publicaciones quedaron las marcas de ciertas operaciones político-
ideológicas que supusieron un nuevo compromiso por parte de esos
intelectuales con la política. En esa línea, la autora afirma que tanto
los miembros de Unidos como los intelectuales nucleados en Pun-
to de Vista se pronunciaron por mantener la “autonomía crítica” y la
distancia entre la política y la crítica cultural, a la vez que reconoce
que mantenerse en esos bordes no les resultó nada sencillo. Para la
autora, en los años ochenta el “compromiso crítico” pareció ser la
fórmula que mejor les saldaba a esos intelectuales sus “deudas” con
el pasado reciente y la que les permitía moverse con cierta soltura
entre la política y la cultura, aunque sin resolver del todo las tensio-
nes que tal definición producía. Según Garategaray, esta orientación
independiente, aunque a veces de apoyo, permitió que Punto de Vista
diera el suyo al gobierno de Alfonsín hasta las leyes de Punto Final
y Obediencia Debida y que Unidos justificase, a partir de la conso-
lidación menemista, su ruptura con el peronismo.
El abrupto final de la última dictadura militar obligó a la nueva
administración estatal a redefinir su relación con los intelectuales y
estos a su vez tuvieron que reordenar sus posiciones al interior del
campo político-cultural. El contexto permitió el acercamiento de
ciertos expertos a la política profesional, tejiéndose así un nuevo tipo
de relación entre política, cultura e intelectuales.
Cristina Basombrío analiza el itinerario de Carlos S. Nino –es-
pecialista en filosofía del derecho y destacado docente universitario
tanto en el país como en el exterior–, quien formó parte como cola-

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borador del gobierno de Raúl Alfonsín. ¿En qué consistió la origi-


nalidad de su pensamiento académico?, ¿en qué medida este pensa-
miento lo condujo a asumir un compromiso con la realidad social?,
¿por qué optó por apoyar a Alfonsín?, ¿de qué redes de intelectuales
participó y cuáles contribuyó a formar?, ¿cómo colaboró con el go-
bierno alfonsinista?, constituyen algunos interrogantes que intenta
responder la autora. Para ello, Basombrío explora la vinculación entre
el pensar y el actuar, entre la producción de ideas y saberes y los in-
tersticios y relaciones entre esas cuestiones y el pragmatismo propio
de la política. En tal sentido, la contribución principal de la autora
radica en precisar las causas y la modalidad del encuentro y la con-
fluencia entre el proyecto ideológico de Nino y el político de Alfon-
sín, como así también sobre la forma de articulación en la práctica
de los espacios académicos y políticos por los que ambos transitaron.
En definitiva, el conjunto de investigaciones que forman parte
del presente libro buscan generar un ámbito de debate en torno a los
problemas que presenta el abordaje del papel de los intelectuales y
su articulación con los espacios político y cultural, como así también
en los intersticios entre ambos. Estos aportes reflexionan en torno
a la interacción de ciertos actores que, en mayor o menor intensi-
dad, se vieron ligados –en distintos momentos y coyunturas– al acto
reflexivo y de intervención pública respecto del poder político y el
mundo cultural desde la primera mitad del siglo XIX hasta finales
del siglo XX.

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Trayectorias singulares, voces plurales

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