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Así es el cerebro del futbolista

Lo más importante para un jugador de fútbol es su corteza motora,


una región del cerebro situada en el lóbulo frontal, su porción más
anterior

Gareth Bale celebra la Champions que ganó el Real Madrid al Atlético el


pasado 24 de mayo de 2014, en Lisboa. MANU FERNANDEZ AP

Lejos de ser algo tan simple como dar patadas a un balón hasta que éste se cuela
en la portería, el fútbol es una compleja actividad humana en la que participa
todo el cerebro. A la hora de moverse en el terreno de juego, lo más importante
del futbolista es su corteza motora, una región del cerebro situada en el lóbulo
frontal, su porción más anterior. Los millones de neuronas que contiene esa
región se organizan en diferentes zonas con funciones sucesivas y subordinadas,
una para planificar los movimientos que requiere cada jugada, otra para organizar
las secuencias correctas de los mismos y otra finalmente para hacer llegar a los
músculos las órdenes necesarias para ejecutar esos movimientos. El cerebelo,
otra importante parte del cerebro situada en su parte posterior, ayuda a que los
movimientos a realizar por el futbolista estén bien coordinados y sean precisos.
Pero la corteza motora no planifica los movimientos a ciegas, pues se basa para
ello en las cortezas posteriores del cerebro, la parietal, la occipital y la temporal,
que permanentemente le envían información sobre el estado del cuerpo y sus
miembros, y sobre la visión y los sonidos del terreno de juego, los demás
futbolistas, el entrenador y el público. Esa información permite a la corteza
motora corregir permanentemente los movimientos del futbolista en cada jugada
cuando estos son erróneos o poco certeros. Además, la corteza motora no decide
por su cuenta los movimientos a realizar, pues para ello recibe continuamente
instrucciones de la corteza prefrontal, la parte más evolucionada y anterior del
cerebro humano, encargada de dirigir el pensamiento, resolver conflictos, tomar
decisiones y planificar el futuro. Es en esta otra parte del cerebro donde el
jugador decide la jugada a realizar y prevé las siguientes.

El cerebelo ayuda a que los movimientos a realizar por el


futbolista estén bien coordinados y sean precisos

En general, cuando aprendemos un hábito o actividad motora, es la corteza


cerebral quien más trabaja, pero cuando hemos practicado mucho y dominamos
ese tipo de comportamiento la corteza cerebral deja de ser imprescindible y
toman el control de la situación otros circuitos de neuronas que se encuentran
bajo ella, en el interior del cerebro. Son los llamados ganglios basales: el pálido,
el putamen, el caudado, la sustancia negra, además del cerebelo, que sigue siendo
importante. Es por eso que cuando una misma jugada o regate se ha hecho
muchas veces deja de ser una conducta dirigida por el pensamiento y la voluntad
y pasa a ser una conducta refleja u automática, controlada por esos núcleos y
estructuras subcorticales.

¿Qué hace de un individuo un buen futbolista?

En la calidad de un jugador intervienen muchos factores, algunos innatos y otros


adquiridos con la experiencia. La herencia biológica puede proporcionar a un
jugador facultades perceptivas y de ejecución motora que le permitan coordinar
sus movimientos mejor que lo hacen otros. Esas mismas cualidades mejoran
también con la práctica. También es posible que algunos jugadores tengan más
capacidad que otros para mejorar con la práctica sus habilidades innatas. Ni que
decir tiene por otro lado, que en la calidad de un jugador interviene también la
inteligencia general del mismo, y sus inteligencias práctica, creativa y emocional,
basadas todas ellas en factores tanto heredados como aprendidos.

La inteligencia de todo tipo puede hacer que algunos jugadores sean más capaces
que otros para intuir la mejor jugada a realizar o para averiguar las intenciones
del contrario, en cada situación del juego. Todo ello sin olvidar la motivación que
tenga el jugador por el fútbol y el éxito en el mismo, lo que a su vez está muy
condicionado por sus experiencias y su educación tempranas. Los genios del
fútbol, como los de otras profesiones, resultan siempre de predisposiciones
genéticamente heredadas que el ambiente adecuado y una práctica intensiva
acaban desarrollando.

¿Qué factores afectan al rendimiento?

Aparte del indiscutible estado físico, la ejecución y el rendimiento en el fútbol


requieren un determinado estado cerebral. Muy poca activación es malo y mucha
activación también. Lo ideal es un estado intermedio de activación emocional, ni
pocos ni demasiados nervios. El público interviene siempre modificando el
estado emocional del futbolista. Nada de público o de ánimos es malo. Excesiva
presión también. Pero todo eso depende mucho de cada jugador, de su propia
reactividad emocional y de su personalidad.

Algunos jugadores se desmoralizarán por un gol en contra y eso disminuirá su


rendimiento. Otros, con más inteligencia emocional, pueden utilizar el fracaso
para reanimarse analizando enseguida las causas del mismo y las maneras de
cambiar el comportamiento inmediato para obtener mejores resultados. El estado
de ánimo, además, se contagia mucho y es muy importante para el éxito. Cuando
ves a los demás preocupados intuyes que hay razones para ello, al igual que si los
ves contentos. Sin olvidar tampoco la motivación añadida que pueden causar las
primas y el percibir o imaginar las consecuencias futuras de una victoria o una
derrota.

Los genios del fútbol resultan siempre de predisposiciones


genéticamente heredadas que el ambiente adecuado y una
práctica intensiva acaban desarrollando

Asegurado un buen estado físico y suficiente motivación para ganar, lo más


importante para la victoria es la percepción que los jugadores tienen de su rival.
Cuando éste se percibe cómo invencible o muy difícil de vencer disminuye
considerablemente su rendimiento. Cuando el rival se percibe como inferior,
igual o superable el rendimiento se incrementa. Todo aquello, incluyendo los
ánimos de la afición, que contribuya a que los jugadores sientan que pueden
ganar es psicológicamente muy importante. En definitiva, una percepción
positiva de la situación mejora la motivación de los jugadores y proporciona
activación a sus cerebros para rendir más. Todo esto por lo que se refiere al
cerebro del jugador. Otro día podríamos hablar también del cerebro de los
seguidores y aficionados.

Ignacio Morgado Bernal es director del Instituto de Neurociencias de la


Universidad Autónoma de Barcelona, autor de “Cómo percibimos el mundo: una
exploración de la mente y los sentidos” (Barcelona: Ariel 2012)

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