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6to semestre D
1914 fue año oscuro y conflictivo. Por una parte, supuso el fin abrupto de uno de los
periodos más prósperos y calmos en Europa (“La belle époque”, como se designa en
francés); por otra, marcó el inicio un suceso en extremo trágico, sangriento y
desesperanzador que dejaría una cicatriz permanente en la historia: La Primera Guerra
Mundial.
Los motivos que desencadenaron este conflicto fueron diversos. Podemos hablar de
nacionalismos radicales, intereses económicos y tensiones geopolíticas. De igual forma,
podemos mencionar las rivalidades comerciales, el creciente desarrollo de la industria
armamentística, y ya bien (pero bien) al final, el asesinato de Franz Ferdinand.
El homicidio del archiduque austrohúngaro significó la excusa perfecta para dar inicio a
una guerra de escala mundial. Las potencias, ya antes comprometidas mediante tratados, se
formaron en dos grandes coaliciones: Alemania, Austro-Hungría e Italia (que
posteriormente cambiaría de bando) integraron la llamada «Triple Alianza», mientras que
Reino Unido, Francia y Rusia conformaron la «Triple Entente». Con el paso del tiempo,
ambos bloques sufrirían anexiones: el Imperio Otomano y Bulgaria tomarían partido por las
Potencias Centrales; Japón, Rumania y Estados Unidos se unirían a los Aliados.
El conflicto bélico (que estaba previsto a durar unas cuantas semanas) se extendió
considerablemente. Durante cuatro terribles años se luchó con fusiles, tanques, cañones,
gases venenosos y demás armas letales. En cierto punto, con el aumento exorbitante de
bajas y el empleo de miles de kilómetros de trincheras, la guerra se enquistó.