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El autor
En la época de Vivaldi, Venecia gozaba una floreciente vida cultural. Su elevado prestigio
musical era debido a los músicos de las generaciones anteriores, A. y G. Gabrielli,
Monteverdi, Cavalli. La música florecía en las iglesias (especialmente San Marcos), las
escuelas de música de los cuatro ospedali (instituciones caritativas que tomaban a su cargo
niñas espósitas, inválidas e hijas de familias indigentes), los palacios de los nobles y los
teatros. En la Venecia del siglo XVIII vivían músicos de la talla de Legrenzi, Lotti,
Caldara, Gasparini y los talentosos diletantes Tomasso Albinoni y Benedetto Marcello;
pintores tales como Ricci, Piazzetta, Tiepolo y Canal (Canaletto); y los escritores Zeno y
Goldoni.
La fama de Vivaldi como violinista y compositor no tardó en correr por toda Europa. Fue
apodado il prete rosso (el cura rojo) por el color de su cabello y de su sotana; según
Goldoni, en Venecia era más conocido por ese apelativo que por su verdadero nombre.
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Los cuatro hospicios venecianos eran el Hospicio de las Mendigas, Hospicio de las
Incurables, el “Ospedaletto” y el Hospicio de la Piedad (Ospedale della Pietà), que sólo
aceptaban mujeres, que eran educadas bajo la protección de nobles, prelados y
comerciantes. El estudio de la música tenía un rol muy importante en esa educación: las
jóvenes estudiaban canto y también aprendían a tocar distintos instrumentos. Las más
avanzadas formaban orquestas y coros que en días festivos interpretaban conciertos y
oratorios. La excelencia de estos conjuntos era muy apreciada por los venecianos y los
numerosos visitantes extranjeros que entonces acudían a la ciudad. Varios compositores
importantes (Legrenzi, Lotti, Caldara, Gasparini y Galuppi) enseñaban en esos hospicios y
escribían para sus alumnas. En el de la Piedad (donde se aceptaban especialmente hijas
ilegítimas) éstas se destacaban como instrumentistas mientras que en los otros tres la
música vocal era el fuerte de las discípulas. Vivaldi fue nombrado el la Piedad a fines de
1703, primero maestro de coro y luego profesor de violín y director musical, puesto que
mantuvo ininterrumpidamente hasta 1717, aunque su relación con esa institución, con
varios intervalos, duró hasta 1740. A esas actividades pedagógicas e instrumentales Vivaldi
agregó la de compositor. Hasta 1713, escribía solamente música instrumental, pero en ese
año comenzó a escribir para teatro y estrenó “Ottone in Villa” en Vicenza.
Esos años fueron de gran importancia para el desarrollo artístico de Vivaldi, quien comenzó
su carrera de compositor ofreciendo sus opus I (12 sonatas a tres) y II (12 sonatas para
violín y continuo) a uno de los grandes músicos del momento, Arcangelo Corelli. Su
individualidad como compositor ya despunta en el opus III (12 conciertos para diversos
números de violines, solistas, cuerdas y continuo), que intituló “L´Estro Armónico).
Encontró un “laboratorio” ideal para poner en práctica sus singulares ideas musicales en la
orquesta del hospicio, cuyo nivel artístico elevó y con la cual podía ensayar todo el tiempo
que quisiera, probar nuevas instrumentaciones y realizar todos los cambios que considerase
necesarios.
Desde 1718 hasta 1722 Vivaldi interrumpió sus actividades en el hospicio de la Piedad.
Durante ese período compuso varias óperas y viajó por Italia supervisando sus montajes en
distintas ciudades. Parece que permaneció tres años en Mantua (1720 - 22) como maestro
de capilla del príncipe land – grave de Hesse-Darmstadt (puesto que luego desempeñaría
otro gran violinista y compositor, Pietro Locatelli). En 1723 regresó a Venecia y se las
arregló para reducir sus actividades pedagógicas para consagrar más tiempo a la
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composición. Entre 1725 y 1735 se vio frecuentemente interrumpido por sus viajes. En
1740, posiblemente desilusionado por la falta de comprensión de los venecianos, dejó
Venecia y se trasladó a Viena, donde murió a fines de julio de 1741. A pesar de haber
ganado una fortuna durante su vida, los gastos que le causara su mala salud y su
generosidad hicieron que muriera en la pobreza.
La obra
Vivaldi compuso prácticamente para todos los géneros musicales: conciertos (no solo para
violín sino que también para otros instrumentos o combinaciones instrumentales), sonatas,
cantatas, óperas, etc. La mayoría de sus obras no han sido publicadas y pueden ser
encontradas principalmente en los legados de Giordano y Foa en la biblioteca de Turín, y
también en la biblioteca sajona del estado de Dresde. Algunas otras composiciones están
diseminadas en otras bibliotecas.
“Las cuatro estaciones” son los primeros conciertos que forman el opus VIII (“Il Cimento
dell´Armonia e dell´Invenzione” – “La lucha entre la Armonía y la Invención”). Cada uno
de ellos está precedido por un soneto “clave”. Se desconoce el nombre del poeta, pero bien
pudo haber sido el propio Vivaldi. Cada soneto tiene una letra adjunta a cada episodio que
se repite en el punto de la partitura que representa ese mismo episodio. Además Vivaldi dio
una “clara explicación de todo lo que se representa en ellas” (las estaciones), según le
escribiera el conde Wenceslao de Marzin, dedicatario del opus VIII – o sea que el
compositor agregó esas notas explicatorias para clarificar estos conciertos. Estos, notables
por la precisión de sus descripciones y detalles, uno de los principales ejemplos de la
llamada música programática y que sigue siendo una de la más grandes composiciones de
ese género.
La fecha de la composición del opus VIII no es conocida: Vivaldi nunca fechaba sus
manuscritos y tampoco lo hacían sus editores. En la dedicatoria, escrita en 1725, Vivaldi se
disculpa al conde porque éste ya conoce “Las cuatro estaciones”. Posiblemente el opus VIII
incluye conciertos escritos para distintas ocasiones, pero que comparten un alto grado de
imaginación y destreza compositiva.
“Las cuatro estaciones” ha sido escrita para violín solista, primeros y segundos violines,
cello y continuo. Los cuatro conciertos que integran la obra constan de tres movimientos:
dos allegros y un movimiento lento que los separa. Se trata de verdaderos conciertos para
violín, en los que el solista se luce en las secciones entre los tuttis, donde puede hacer gala
de la brillante técnica vivaldiana.
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El Programa
LA PRIMAVERA – CONCIERTO Nº 1
cuya ilustración continúan los violines. El tutti siguiente se denomina “Fuentes Murmurantes”; estas son las
frases que le corresponden:
sugeridas en principio por las cuerdas más agudas y finalmente por los cellos y contrabajos antes que el sujeto
principal haga una breve reaparición. La sección inmediata se titula “Truenos y Relámpagos”
La orquesta parece enfrentar la tormenta que se avecina, logrando finalmente disiparla. El violín solista
sugiere la vacilante luz de los relámpagos, un tanto empañada por efecto de las nubes. Vuelve el tema inicial
indicando que ha pasado la tormenta. Vivaldi utiliza nuevamente el título “Canto de los pájaros” y dispone
que el trío de violines ilustre las frases siguientes:
El movimiento concluye con triunfantes exposiciones del tema inicial a plena orquesta, interrumpidas por el
violín solista para recordar el episodio del Céfiro.
Es tan hermoso, el solo arioso del segundo movimiento que las explicaciones que puedan intentarse serán
siempre insuficientes. Su título principal es: “El pastor durmiendo”: el solista se encarga de representarlo, en
tanto que “Murmullo del follaje” determina la intervención de los violines en figuras que se mueven
dulcemente. “Ladridos del perro” es la parte correspondiente al bajo continuo a cargo de la viola, que se
desplaza con dos notas repetidas a cada compás.
Encabeza el episodio estas tres líneas del poema:
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F – Y sobre el florido y agradable prado,
el dulce murmullo de follaje y plantas
duerme el pastor al lado de su fiel perro.
“Danza pastoril”, a modo de siciliana, comprende el tercer movimiento y produce el rústico efecto sugerido
por las líneas finales del soneto:
EL VERANO – CONCIERTO Nº 2
Considerado en conjunto, el verano parece no ser época feliz. El propio Vivaldi nos lo hace ver así en su
soneto y en su concierto. El movimiento inicial lo tituló “Languidez que da el calor” y puso bajo la
responsabilidad de la orquesta la tarea de ilustrarlo mediante la exposición de figuras vacilantes, dóciles y
languidescentes.
Luego, en “El cucú”, el solista imita el canto del pájaro en cuestión, en tanto el soneto continúa de este modo:
Esta sección concluye con un tutti y una breve exposición del tema inicial. A continuación de escucha el
arrullo de “La tórtola” seguido por los trinos y reclamos de “El jilguero”, contemplándose así la mención que
Vivaldi hace de los pájaros, reflejada en las siguientes palabras de su soneto:
C – La tórtola y el jilguero
“Dulce céfiro” es la parte que viene a continuación, a la que sigue “Boreas”. Ambas responden a estas frases:
Este agitado episodio finaliza con una breve alusión al tema “languidescente”. Entra nuevamente el violín
solista y da curso a la ejecución de “El llanto del pastor”, que es la ilustración musical de estas palabras.
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Un movido y presagiante tutti pone fin al movimiento. El adagio continúa interpretando la lamentosa
situación del pastor, según lo dicen estas líneas:
Vivaldi titula “Moscas y tábanos” a las figuras acompañantes. A éstas les sigue “Truenos”, nombre que el
compositor da a la sección de notas que se repiten con rapidez. Estos motivos, de los insectos y de los truenos,
forman alternativamente el acompañamiento del movimiento.
La tormenta estalla de inmediato en el imponente Finale, denominado “Clima impetuoso de verano”.
EL OTOÑO – CONCIERTO Nº 3
Parecería que en el concierto precedente la tormenta no hubiera alcanzado una representación adecuada pese a
los efectos sugeridos, ya que “Otoño” da comienzo con un festivo movimiento: “Baile y canto de campesino”,
relacionado con las frases siguientes:
El violín solista acentúa el ambiente de fiesta mediante la repetición del tema inicial en pausas dobles.
El vino hace su inevitable aparición y Vivaldi se divierte pintando primero “Un borracho”, y poco después,
“Borrachos”. Estas son las frases de esa parte del soneto:
La música, para demostrar los distintos estados de ebriedad, pone de relieve motivos de carácter indeciso y
con cambios rítmicos en las partes del solista y de la orquesta. De tanto en tanto tienen lugar breves arrebatos
de la interminable danza y de la francachela.
A continuación, un larghetto denominado “Borrachos dormidos” sirve de ilustración a estas palabras:
y el movimiento concluye con el tutti del motivo original del canto y de la danza.
Finalmente, en el segundo movimiento sucumben todos. Vivaldi volvió a llamar “Borrachos dormidos” a esta
sección que responde a las frases siguientes:
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D – Hace que todos abandonen bailes y canciones
la atmósfera permeada de placer
y la estación invita a todos
a gozar de un dulcísimo sueño.
Las cuerdas tocan en sordina y el movimiento concluye sobre una nota larga, sostenida, plena de suspenso que
sirve de introducción al último movimiento llamado “La caza”.
Todos los ruidos y llamados son presentados, alternativamente, por el solista y por la orquesta, hasta que:
El solista es quien tiene a su cargo reseñar los rodeos y virajes, escuchándose al mismo tiempo el tema de “La
caza”, repetido tras cada esfuerzo por escapar que hace el animal perseguido.
Finalmente, la presa:
Este episodio también corre a cargo del solista. Vivaldi ha puesto en la partitura toda la dramática emoción
que exigen sus propios versos. Nuevamente aparece en el tutti el tema de “La caza”, con el cual concluye el
concierto.
EL INVIERNO – CONCIERTO Nº 4
El primer movimiento no es de carácter melodioso propiamente dicho. Vivaldi impone a su música todo el
dramatismo de sus versos que pintan al hombre en pugna con los elementos. Fríos acordes de corcheas
interpretan esta frase:
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B – Ante el severo soplido del horrible viento
La orquesta y el solista alternan los temas del “Frío” y del “Viento” hasta que el tutti, en rápidas notas
repetidas, anuncia otro episodio: “Correr y golpear los pies a causa del frío”. Aquí el solista interpreta la
carrera mientras el tutti va marcando cada paso. Vivaldi denomina “Ruidos que hace el viento” a los trémolos
de la orquesta al final de esta sección. Su relación con el soneto está en las palabras siguientes:
La sección concluye con breves reexposiciones de los motivos del “Frío” y del “Viento”.
En el episodio siguiente el violín imita el castañetear de los dientes al interpretar esta parte del soneto:
Nuevas citas de los episodios precedentes dan fin al movimiento sobre una nota temblorosa.
En el segundo movimiento Vivaldi explota el sentimiento placentero, compartido por todos, de saberse
cobijados al calor del hogar mientras, fuera de la casa, el frío y la lluvia hacen estragos.
La única parte de carácter distinto en este arioso corresponde al episodio “Lluvia” y aparece anotada sobre la
sección destinada a los violines. Estos sostienen un pizzicato que se extiende hasta el final, representando la
lluvia interminable que suele suceder a los períodos de frío en el invierno de Italia.
El finale comienza con:
La música imita los cortos y cautelosos pasos que se dan cuando se anda sobre un elemento tan resbaladizo
como el hielo o la nieve. En el momento en que el andar se hace verdaderamente peligroso, el caminante
acorta el paso y tienta al suelo. La orquesta interpreta sus movimientos cambiando de improviso las
semicorcheas por corcheas. Esta parte ha sido titulada “Caminar lento y con temor” y su correspondencia con
el soneto está determinada en estas frases:
Pero, a veces, el caminante se impacienta por tanta lentitud y abandona la cautela. Esto no es aconsejable y
Vivaldi lo dice en su soneto:
La orquesta interpreta este trance con toda exactitud, por medio de escalas descendentes y grupos variables de
fusas. Vivaldi denomina al episodio “Caer al suelo” y el soneto continúa:
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L – Hasta que éste se rompa o se deshaga
La música pinta esta escena con cortos pasajes seguidos de una pausa para dar la impresión del ruido que hace
el hielo al rajarse. El episodio siguiente es “Siroco”, ese desagradable viento cargado de humedad que Vivaldi
describe de este modo:
Para interpretar esta sección denominada “Bóreas y demás vientos”, la música disminuye su velocidad hasta
llegar al lento, al que suceden rápidos pasajes de fusas a cargo del solista.
El soneto concluye de este modo:
Esto nos recuerda que, después de todo, el invierno tiene también sus compensaciones, si bien muchas de
ellas se dan al abrigo del hogar.