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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PUERTO RICO

COLEGIO DE ARTES Y HUMANIDADES


DEPARTAMENTO INTERFACULTATIVO DE TEOLOGIA Y FILOSOFIA

La fe en el desarrollo humano

Por: Celyana Moreno Santiago

THEO 633: Dignidad de la Persona Humana


Dr. Rvdo. Padre Luis Jiménez Rodríguez
Documento contra el plagio

Por la presente yo, Celyana Moreno Santiago, estudiante de THEO 633 Dignidad de la Persona
Humana, sección 001 del Dr. Luis Jiménez Rodríguez, S.J., afirmo que NO cometí plagio ni
me copié de trabajos de otros en este trabajo titulado La fe en el desarrollo humano que
entrego hoy.

Conozco que de haber cometido una de dichas infracciones recibiré la penalidad descrita en el
prontuario entregado al comienzo del semestre, la cual es como sigue:

Integridad académica: Se espera de todos los estudiantes el cumplimiento de un código de ética que
incluye la prohibición del plagio, la copia de trabajos de otros estudiantes o copiarse durante el
examen. De faltar a este código de ética el estudiante no pasará este curso y podrá ser suspendido de
la Pontificia Universidad Católica por un semestre (sanción menor) o expulsado permanentemente de
la PUCPR (sanción mayor). (Normas, Políticas Institucionales y Reglamento de Estudiantes, página
39).

Firma del estudiante: Fecha: 24 de octubre de 2019

Firma del profesor: Fecha:


La fe en el desarrollo humano

Introducción

El ser humano es en la creación, la criatura con el más alto nivel de complejidad en la


escala evolutiva pues su cerebro le permite realizar funciones ejecutivas y desarrollar habilidades
cognitivas, así como también gozar de una inteligencia espiritual. Según el filósofo Francesc
Torralba Roselló (citado por Bosch, 2017) gracias a la inteligencia espiritual el ser humano es
capaz de interrogarse por el sentido de su existencia, el por qué y para qué, le da la capacidad de
tomar distancia de la realidad circundante, le faculta a adentrarse en el conocimiento de sí mismo
y le capacita a construir valores para vivir conforme a ellos. El pensamiento religioso conduce a
una reflexión consciente que provee, en última instancia, razón y significado para la vida, en la
que se trata de dar respuestas a preguntas de sentido último de la vida, que se relacionan también
con una determinada moralidad y exigen respuestas. (Kohlberg, 1980; Smith, 1986 citado por
Quesada, B. y Gómez, M., 2017).

“Y dijo Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza, y manden los
peces del mar y las aves del cielo, y en los animales domésticos y todas las alimañas terrestres.
Creo, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y hembra los
creó.” (Génesis 1, 26-27) El Creador exalta al ser humano entre todas las criaturas como la única
con capacidad de divinizarse, la única con la capacidad de reflejar las cualidades de quien lo creó
en el entorno material que le rodea. “De todas las criaturas visibles sólo el hombre es capaz de
conocer y amar a su Creador, es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí
misma. Sólo el ser humano está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida
de Dios. No es creado para vivir como simple criatura sino para ser persona. Para este fin ha sido
creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad.” (Gaudium et spes)

No obstante, “Precisamente por su dignidad única y por estar dotado de inteligencia el ser
humano es llamado a respetar lo creado con sus leyes internas.” (Laudato si) “Si el ser humano
es imagen de Dios, él debe inspirarse en la acción de este, es decir, sin espíritu de dominación,
favoreciendo el desarrollo armonioso de la creación, donde cada especie tiene un rol específico”.
Según Christoph Theobald (citado por Jiménez, s.f) está llamado enfocarse en el valor de la
creación para no hacer un mal uso de los bienes del mundo. El ser humano fue creado con el
regalo de la libertad, pero toda libertad debía tener límites para que todo en la creación pudiera
mantener el balance perfecto y lo más importante mostrar el amor al Creador a través de la
obediencia, sumisión y confianza al que todo provee. La imagen de ese límite a la libertad se nos
presenta como el árbol del conocimiento del bien y del mal, los primeros en habitar la tierra
desafían a Dios y cruzan la línea del respeto entre lo terreno y lo divino. Todo lo que estaba
ordenado en el ser humano, la armonía y la paz que Dios había provisto se pierde. El ser humano
abre la puerta a las concupiscencias del mundo perdiendo la amistad con su Creador. Al perderlo
se aleja de su amor y al alejarse de su amor se deshumaniza.

Aunque fue creado de manera única y semejante a Dios deberá luchar por no posicionarse
de forma reinante sino como un colaborador de la creación continua. Vivirá un proceso personal
de crecimiento en búsqueda de posicionarse en el mundo como una criatura de valor. Le tocará
sobrevivir en una sociedad llena de individuos pasando por procesos de desarrollo
completamente distintos uno del otro y encima de todo le tocará compartir un hogar llamado
planeta el cual reaccionará a las acciones, muchas veces desacertadas, de quienes fueran dejados
como sus administradores. Sin duda alguna la creación entera reaccionará para poder manejar,
sobrellevar y solucionar un proceso de evolución compartida que pondrá la razón humana en
serios momentos de crisis que conducirán a una sensación de vacío y desorientación que solo
hallarán solución a través de la fe.

Necesidad de Amor

En las primeras etapas de la vida, el sentido de lo espiritual comienza en la familia. Las


emociones y valores espirituales o morales son la prolongación de la relación entre el individuo y
su familia. Los padres o encargados son la representación. Lo que el niño hace es el modelaje de
su entorno próximo. “El desarrollo del yo que implica el descubrimiento de lo ajeno, del mundo
exterior, la adquisición del lenguaje y perfeccionamiento en la expresión de las propias ideas y
sentimientos, el dominio motor, la mejora en el pensamiento operativo, y en el control de las
emociones, el logro de la libertad personal implica el condicionante psíquico más evidente en
este proceso.” (Quesada, B., Gómez, M., 2017)
Con una naturaleza dañada es muy difícil amar. Los tiempos actuales del hombre son
tiempos duros donde la familia, seno en el cual el ser humano debiera vivir su primera
experiencia con el Amor, se ha trastocado por el egocentrismo del individualismo. Seres
humanos nacen y ni siquiera sus nombres tienen un significado para sus vidas. Muchos seres
humanos son “producto” de la concupiscencia de la carne, una mala planificación, así lo
entienden así crecen, con una deformación de su propósito creada por argumentos de una
sociedad naturalmente dañada. Esto ha desencadenado en civilizaciones altamente materialistas,
cuya inteligencia espiritual no ha sido abonada adecuadamente, lanzando al liderato de las
naciones seres humanos que despliegan su autocomplacencia e ignoran a sabiendas el bien
común. Aún con toda esta tristeza y angustia espiritual, la autorealización del hombre se
encuentra en la cúspide de su pirámide de necesidades (Maslow citado por Quesada, B y Gómez,
M). Para poder llegar a esta hará uso de sus herramientas concebidas durante su desarrollo para
alcanzarla.

No todo está perdido para el ser humano pues Dios instala su infinito amor en las
capacidades, a veces, escondidas del ser humano para poder llegar a él. El Catecismo de la
Iglesia Católica nos explica que, a través del ser humano, Dios une el mundo espiritual y el
mundo material. Un mundo material que está en continuo desarrollo donde el Espíritu de Dios
permite que de su interior pueda brotar siempre algo nuevo. (Laudato si) Claramente nos
presenta una creación dinámica en la que el ser humano participa de forma especial al no tener
una vida automatizada como las demás criaturas. Su capacidad de razonar le permitirá divisar
rutas de soluciones ante las encrucijadas y retos de la vida. El ser humano tiene el privilegio de
vivir cada fase de su desarrollo de forma plena y consciente. Puede mirar su presente, hacer
referencia de su pasado y forjar un futuro. Tiene la capacidad de manejar sus acciones, así como,
contemplar los frutos de estas. En el transcurso de la vida tomará buenas y malas decisiones que
afectarán su propio desarrollo, el de su entorno cercano y, tarde o temprano, toda una
comunidad. Las decisiones del ser humano lamentablemente pueden crear estructuras de pecado
que atentan en contra de la dignidad humana y como consecuencia perder la amistad que Dios le
ofreció y la armonía con su comunidad pues el pecado contra Dios lleva a pecar contra el
hermano. Estas estructuras pueden crear paredes en las que el ser humano se sentirá atrapado,
pero tarde o temprano sentirá el mal olor de sus desechos y sentirá al fin la necesidad de
restaurarse.

“Lo que la Revelación divina nos dice coincide con la experiencia. El ser humano, en
efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente agobiado por
muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador.” “Toda la vida humana, la
individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal,
entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el ser humano se nota incapaz de dominar con eficacia
por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aprisionado entre cadenas.”
(Concilio Vaticano II, Gaudium et spes). Las acciones pueden llegar a deshumanizar al ser
humano y la deshumanización lleva a atentar en contra de la propia dignidad. Le lleva a perder la
amistad con Dios y eso definitivamente será una gran desgracia. El amor, dada a la infinidad de
experiencias buenas y malas será visto desde muchas perspectivas diferentes. Por tanto, no será
tan fácil llegar al corazón del hombre. Pero aun así “Dios, que es amor y creó al hombre por
amor, lo ha llamado a amar.” (Mateo 19,6) El ser humano solo encontrará su plenitud y su
humanidad por el Amor. Son los actos de amor los que construyen al hombre. Es el amor lo
único capaz de sanar las heridas del espíritu humano, a través de la empatía, la caridad, el
perdón…es el amor lo único que puede conectar ese lazo de confianza sobrenatural, llamado fe.

La asimilación de la fe

“Parto de este hecho inicial, fundamental: que cada uno de nosotros, lo quiera o no, se
encuentra enlazado a todo lo que le rodea por todas sus fibras materiales, orgánicas, psíquicas.
No sólo se halla atrapado en una red, sino que se ve arrastrado por la corriente de un río. Por
todas partes a nuestro alrededor no hay más que enlaces y corrientes. Nos encadenan mil
determinismos, pesan sobre nuestro presente mil herencias, mil afinidades padecidas nos
dislocan y nos acosan hacia un fin ignorado. En medio de todas estas fuerzas que interfieren, el
individuo no aparece más que como un centro imperceptible, un punto de vista que ve, un centro
de repulsión y de atracción que siente, que busca y que da bandazos, que escoge entre las
innumerables energías que a través de él irradian, que busca y que confunde, que torna sobre sí y
se orienta para captar más o menos y en sentidos diversos, la atmósfera activa que le baña y en la
que él es un punto singular y consciente…. Y así es la condición exterior que nos ha sido dada;
nos hallamos, por así decirlo, mucho más fuera de nosotros en el tiempo y en el espacio, que,
dentro de nosotros mismos, desde el instante en que vivimos: la persona…” (Teilhard, citado por
Sequeiros, 2016) Teilhard nos presenta una visión del ser humano que vive un constante
dinamismo de experiencias en un mundo material que lo despega de su condición divina. Para
Teilhard es importante que el hombre amplíe su razonamiento y despierte a su deber con el
universo. En la medida que el ser humano va dejando de poner su felicidad en lo material y eleva
su dignidad va liberando el espíritu, va abriendo las puertas al amor y en esta liberación va
descubriendo y fortaleciendo su fe.

“No somos seres humanos atravesando una experiencia espiritual; somos seres
espirituales viviendo una experiencia humana”. (Teilhard) El ser humano es una criatura que a
pesar de haber sido creada con mayores habilidades y dignidad no es perfecta y el tema de la fe
no es uno que asimile con facilidad. Según Benedicto XVI, “la fe no es un hecho natural,
cómodo, obvio: al ser humano le hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que
me libere de lo mío, para darme gratuitamente lo suyo.” Ciertamente, el proceso de
abandonarnos a algo que a primera vista es una imagen abstracta de difícil procesamiento no es
algo que fluye con facilidad en un cerebro que razona partiendo de lo palpable. En el ambiente
religioso se habla también de la fe como un don, un regalo, incluso es considerada como una de
las tres virtudes teologales. Entendiendo por virtud, un hábito adquirido por actuar en orden al
bien, se deduce que la fe podrá ser adquirida tras la disposición del espíritu en obrar con bondad.
Santo Tomás de Aquino expresa que la fe de los hombres queda sellada en sus acciones.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, “La fe es una adhesión personal del hombre
entero a Dios que se revela. Comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la
Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y sus palabras.” Una imagen para
este texto sería ver a la fe como la conciencia que responde al razonamiento de la inteligencia
espiritual del ser humano. La conciencia es el entendimiento o conocimiento que un ser vivo
tiene de su propia existencia y de su capacidad para actuar sobre su entorno.  Es lo que sentimos
al tener contacto con nuestra realidad, y está nutrida por nuestro sistema de creencias adquirido
en la cultura que nos ha tocado vivir. De igual forma la fe del ser humano es esa capacidad de
entender la realidad desde la perspectiva de Dios y actuar conforme a la sabiduría que se
adquiere de cada experiencia de vida. No llega como una ráfaga de viento que nos sacude y se
queda para siempre, sino que nace y se desarrolla partiendo de las experiencias espirituales
vividas a lo largo de la vida.

Tener fe es fundar la existencia solamente en Dios, sujetarse en Dios para construir toda
la vida. La llegada de la fe como conciencia espiritual se va dando poco a poco a través de la
experiencia, la educación espiritual y el testimonio de aquellos que han obtenido respuestas a sus
preguntas existenciales. Tal como decía P. Martín Ponce de León, la fe no es una adquisición
definitiva. Es un proceso de búsqueda permanente que nos abre camino y acompaña nuestros
pasos a través de la historia. (Lumen Fidei)

Las etapas de la fe a través del desarrollo humano

Las dimensiones de la fe concuerdan muy bien con los elementos que deben de darse en
el desarrollo del ser humano de manera general. Según estudios de la psicología para el
desarrollo de la fe se necesitan elementos cognitivos, emotivos y conductuales para que el
cerebro procese como valioso una experiencia espiritual. “En cualquier realidad humana
intervienen tres elementos comunes que aparecen igualmente en la experiencia religiosa: El
elemento cognitivo, como conocimiento de los hechos religiosos, el acercamiento a las distintas
religiones y comprensión de sus implicaciones, el elemento afectivo, que se presenta como las
respuestas que se pueden producir por el fenómeno religioso tanto ser de acercamiento o de
rechazo y el elemento comportamental que engloba la experiencia religiosa.” (Quesada, B. y
Gómez, M., 2017)

Inspirados por la teoría del desarrollo de Piaget quien postula que los conceptos de
desarrollan en una secuencia necesaria según la edad y que son determinados por la interacción
de factores en el patrón evolutivo surgen diversas teorías del pensamiento religioso. Fueron
varios los teólogos y psicólogos dedicados a estudiar el fenómeno. Entre estos: Ronald Goldman,
David Elkind, Bailey Gillespie y James Fowler, entre otros, siendo este ultimo el mas
considerado por su propuesta de los estadios de la fe. Para la década del 80, Fowler ofreció un
modelo evolutivo sobre la conciencia de fe, en el que los primeros cuatro estadios están basados
en los primeros cuatro estadios del desarrollo humano según Piaget. A continuación, una visión
general de la propuesta:
Estadio 0: Pre-estadio en esta etapa se reciben las bases de la fe mas temprana. La que se forma
en la relación del ser humano con sus padres.

Estadio 1: (3-7 años) Fe intuitiva, se caracteriza por procesos imaginarios productivo. Aparece
la fascinación por la fantasía y despiertan las emociones morales.

Estadio 2: (años de escuela primaria) Fe mítica-literal, en esta edad la fe toma forma de historia,
drama o mito. El pensamiento operatorio-concreto se encuentra en desarrollo por tanto la lógica
de los niños comienza a separar lo real y factico de la ficción y creencias.

Estadio 3: (adolescencia) Fe sintética-convencional, la experiencia del sujeto se expande mas


allá de la familia, La fe tiene que sintetizar valores y datos. Las relaciones interpersonales se
correlacionan con el deseo intenso de una relación personal con Dios en la que se sientan amados
y conocidos profundamente.

Estadio 4: (adultez joven) Fe individuativa-reflexiva, para alcanzar este estadio el individuo


debe reconocer su propia identidad y diferenciar sus convicciones de las del resto. Los
compromisos son escogidos conscientemente y sometidos a juicio crítico. Es un estadio
demitologizante pues los símbolos, rituales, mitos y creencias pasan por el filtro del
cuestionamiento y reconstitución de significados.

Estadio 5: (mediana edad) Fe conjuntiva, en esta el sujeto reintegra elementos de su fe infantil.


Reúne los símbolos con los significados conceptuales.

Estadio 6: Se conoce como el estadio universalizante de la fe. Es muy poco común. Los
universalizantes han completado el proceso de descentralización de sí mismos y comienzan a
ver, valorar y a partir de Dios antes que de sí mismos. Los que lo alcanzan demuestran un
compromiso por el amor y la justicia de forma consistente.

Este último estadio es similar al concepto de autorealización de Maslow donde los valores
adquiridos a este momento incluyen: el amor incondicional, el altruismo, la alegría interna, el
amor por la naturaleza y el sentido de sabiduría.

“El Señor siempre camina con nosotros y a menudo nos acompaña de la mano, para
guiarnos, para que no cometamos errores en este difícil viaje. De hecho, aquellos que confían en
Dios saben bien que la vida de fe no es algo estático, ¡sino que es dinámico! La vida de fe es un
viaje continuo, para avanzar hacia etapas siempre nuevas, que el Señor mismo indica día tras día.
Porque es el Señor de las sorpresas, el Señor de las novedades, pero de las noticias reales.” (S.S.
Francisco, 2019)

El lenguaje de la fe

“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree
en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3,16) La revelación es el acto por el cual
Dios dispone revelarse a sí mismo y dar a conocer su voluntad mediante la cual los hombres por
medio de Cristo tienen acceso al Padre y participan de su naturaleza divina. Es el anuncio del
amor de Dios a los hombres mostrado en una relación de amistad. La revelación se ha dado a la
humanidad en la creación, la historia de la salvación y en Cristo como la culminación. La
aceptación de esta revelación es la base de la fe. “Yo soy la luz, y he venido al mundo para que
todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas”. (Juan 12,46)

La revelación llega al ser humano a través de aquellos encuentros personales con Dios en
los cuales se experimenta la plenitud de su amor y su sostén. Estas experiencias se dan a través la
caridad, el contacto con el amor incondicional y en la contemplación a la vida de Cristo. Todas
estas experiencias se convierten en lenguaje al momento de ser compartirlas pues toda
experiencia de amor debe ser inmediatamente compartida ya que la experiencia de uno es la
experiencia de todos. (Evangelii Gaudium) Este lenguaje es el que permite a la iglesia poder
enseñar e iniciar en la fe. El lenguaje de la fe nos ayuda a identificar, describir, clarificar y
entender las experiencias religiosas. La fe es un don sobrenatural de Dios, para creer, el ser
humano necesita el auxilio interior del Espíritu Santo. (CIC) Así que la fe viene como resultado
de escuchar el mensaje, y el mensaje que se escucha es la palabra de Cristo. (Romanos 10,17)
Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, porque después seremos capaces de
remover los montes. Y hay tantas cosas que remover... en el mundo y, primero, en nuestro
corazón (San JoséMaría Escribá de Balaguer)."La fe es un gusto anticipado del conocimiento
que nos hará bienaventurados en la vida futura" (S. Tomás de A., Compendium theologiae, CIC).

De este gusto anticipado se valió Dios para guiar al pueblo de Israel y reeducarlos
con una pedagogía hacia la libertad. Dios les mostró un futuro de paz y realización como
pueblo, una tierra de abundancia. Por esa tierra caminaron por 40 años a través del desierto
entre pruebas, guerras, conflictos, a veces con confianza, otras veces por herencia familiar
hasta llegar. En ese proceso Dios mostró su amor, su protección, su firmeza, su justicia, su
misericordia, su poder, su maestría y su fidelidad. Dios educa desde la realidad de cada ser
humano. Dios se mantiene en contacto con su creatura amada porque la conoce “la niña de
sus ojos. "En tierra extranjera lo encontró, en el rugiente caos del desierto. Lo educó, lo
alimentó, lo cuidó como la niña de sus ojos. Como un águila incita a su nidada, revolotea
sobre sus polluelos, así El desplegó sus alas y los tomó, y los llevó sobre su plumaje. Sólo el
Señor lo llevó a su destino. No estaba con él ningún dios extranjero". (Dt 32, 10-12)

El lenguaje de la fe cristiana se transmite a través de: la biblia, las predicaciones, el credo, la


doctrina, el catecismo, entre otras. Sin embargo, este lenguaje encuentra sus limitaciones frente
al misterio de Dios. La fe es un acto voluntario: “Nadie debe ser forzado a abrazar la fe contra su
voluntad. Porque el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza” (Dignitatis humanae). Los
actos humanos van a estar motivados por el fin último. El fin ultimo de cada ser humano depende
de la perspectiva con la que aprecia su vida y ese aprecio a la vida va a ser el resultado del
aprendizaje obtenido de sus experiencias. Por tanto, para poder direccionar la mirada del ser
humano hacia Dios como su fin último se debe guiar su perspectiva del presente para que pueda
comprender que todo acontecimiento es un proceso de formación espiritual que lo acercará más y
más a su presencia.

La humanidad a lo largo de la historia ha definido como su fin último, a largo plazo e


inmediato, ser feliz. Para muchos sentirse realizado es sinónimo de autorrealización. Existen
diferentes tipos de felicidad: La primera es el placer, aquella sensación que es inmediata pero
fugaz. La segunda es la Ego-comparativa, aquella en la que la satisfacción llega por sobrepasar a
otro. Estos dos son modelos de felicidad presentes y promovidos en la sociedad, pero altamente
defectuosos. El catecismo nos enseña que el ser humano siempre estará en busca de la felicidad
porque está en su naturaleza. “Nuestro deseo natural de felicidad es de origen divino. Dios lo ha
puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el Único que lo puede satisfacer”.
(CIC) Como bien dice la palabra, es un deseo, puesto por Dios, para atraernos hacia Él. Por
tanto, solo Dios podrá llenar al ser humano de felicidad. Según Santo Tomas, “la felicidad es el
más perfecto de los bienes y en consecuencia, es el fin último y mejor” Por esta afirmación de
que la felicidad es lo más perfecto para los hombres entonces solo otro ser perfecto sería capaz
de otorgarla que sería Dios. 

El tercer tipo de felicidad es la contributiva. Esta llega con los actos de servicio hacia los
otros. Y el cuarto tipo la felicidad trascendental, esta felicidad la busca el ser humano desde que
es niño: la verdad, justicia, belleza, hogar, amor. “¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Es porque
al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz. Haz que te busque para que viva mi alma, porque mi
cuerpo vive de mi alma  y mi alma vive de Ti” (San Agustín)

La formación de un ser humano se da a través de la educación informal y formal siendo esta


ultima la que debe conceptualizar y organizar el conocimiento para así, entender esa realidad
circundante en la que se da la educación informal. Por tanto, es importante el acceso a la
catequesis y a los demás medios de formación en la fe. Sobre todo, es importante que la iglesia
tome en cuenta la pedagogía de Dios que nunca duda de ver la realidad concreta del hombre para
poderlo reconstruir. La Declaración Gravissimum Educationis expresa que además de la familia
tener una responsabilidad en la educación, “el deber de la educación corresponde a la Iglesia no
sólo porque debe ser reconocida como sociedad humana capaz de educar, sino, sobre todo,
porque tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvación, de comunicar a
los creyentes la vida de Cristo y de ayudarles con atención constante para que puedan lograr la
plenitud de esta vida. La Iglesia, como Madre, está obligada a dar a sus hijos una educación que
llene su vida del Espíritu de Cristo y, al mismo tiempo, ayuda a todos los pueblos a promover la
perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para
configurar más humanamente la edificación del mundo”. Pero entendiendo que el respeto a la
dignidad requiere un respeto a la libertad, las estrategias pedagógicas de toda catequesis deben
cuidarse de reflejar cualquier actitud de imposición ya que el ser humano tiende a rechazar lo
impuesto.

Jesucristo utilizó su palabra para llevar la buena nueva pero acompañada de su palabra
estaban sus obras y testimonio de gracia, plenitud y libertad a través de la convivencia social.
Jesús educaba hacia la dignidad humana e incluso examinaba y criticaba aquellas prácticas que
motivaban la exclusión de ciertos sectores de la comunidad. Su práctica era totalmente inclusiva,
llamaba a todos a vivir en comunidad. Cuestionaba al rico y valoraba la sabiduría del pobre. Su
lenguaje era sencillo y adaptado a la realidad de la comunidad en la cual caminaba. Siendo
maestro se mostraba claramente humano, cercano, paciente, sensible, misericordioso, inspiraba
confianza, solidaridad, gratuidad, mansedumbre, ternura y muchas otras cualidades, pero
principalmente era en su persona el mejor ejemplo de vivir en fe. Sus palabras y actitudes
despertaban el corazón humano al entusiasmo de seguir a Dios y volver a sus mandatos. Es
importante que la iglesia mantenga vigente la pedagogía de Dios. La iglesia debe cuidarse de no
volverse una falsa educadora, debe mantener su actitud de servicio y seguir el ejemplo de Jesús
quien vino a servir y no a ser servido.
Referencias:

Catecismo de la Iglesia Católica, http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html

Concilio Vaticano II, Gaudium et spes (sobre la Iglesia en el mundo actual)


http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vatii_const_1
9651207_gaudium-et-spes_sp.html

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https://www.cuerpomente.com/psicologia/desarrollo-personal/4-etapas-vida-sus-crisis-
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