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2017-2018 1
DIRECCIÓN ESCÉNICA
CURSO SEGUNDO DE INTERPRETACIÓN
PROFESOR
FRANCISCO GARCÍA VICENTE
PROFESOR FRANCISCO GARCÍA VICENTE. DIRECCIÓN ESCÉNICA. 2º CURSO INTERPRETACIÓN. ESAD MURCIA. 2017-2018 2
TEMA 1
EL DIRECTOR DE ESCENA: ORÍGENES, VALORACIÓN Y CONCEPTO.
I.- INTRODUCCIÓN: CARACTERÍSTICAS DEL TEATRO.
De todas sus acepciones, la más acertada para el propósito de la materia que nos
ocupa sería la de considerar al Teatro como la rama del arte escénico relacionada
con la actuación, que representa historias frente a una audiencia usando una
combinación de discurso, gestos, escenografía, música, sonido...Esto es, hablar del
teatro como hecho teatral.
Pero, además, reconocemos como específico al hombre su afán por imitar, por
remedar: la mimesis. Si observamos los bailes de las sociedades primitivas, si nos
detenemos a considerar el enfático mundo de las mitologías o el espectáculo de las
ceremonias religiosas, si miramos a un grupo de muchachos jugar a los soldados o a
los indios, nos encontramos ante la esencia misma de la representación, ante su fuente
primigenia.
En todas las culturas el fenómeno dramático precede al literario o plástico. Parece
lógico: el hombre utiliza el material disponible más próximo: su cuerpo.
Fuentes remotas:
1) El hombre primitivo disfrazado de fiera o imitando sus movimientos o bramidos
para facilitar la caza (animismo). Congraciarse con la naturaleza.
2) Las danzas mímicas del hechicero para congraciarse con Dios (magia).
Animismo y magia (conjuros) son, pues, orígenes vivos y claros. Más tarde, y en un
grado de mayor civilización, en la prehistoria del pueblo griego, los espíritus o
demonios se subordinaron a otros seres superiores, a los dioses. Como demonios del
campo y de la vegetación fueron temidos todavía y, por tanto, imitados por el mago.
Desaparecido el temor quedó únicamente el puro deleite de los espectadores por las
pantomimas. En este periodo se celebraban las danzas de individuos disfrazados de
machos cabríos en honor de Dionisos; el público se interesaba por los sufrimientos
del dios y reía los groseros saltos de los sátiros a los que en otro tiempo había temido;
así brotaron los gérmenes de la tragedia y de la comedia.
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En Grecia, punto de origen y de referencia del teatro occidental, el teatro nace del
culto a Dionisos, dios de los árboles y de los frutos, de las uvas y del vino, de la
vendimia y de la embriaguez. Las Bacantes se reunían en la noche a la luz de las
antorchas y, animadas por la música de flautas, sacrificaban un ternero, cuyo cuerpo
despedazaban, devorándolo después, todavía palpitante, lo que les producía un frenesí
religioso -el entusiasmo o furor dionisíaco-, que las hacía correr por los campos entre
alaridos y movimientos desordenados hasta concluir en toda clase de excesos.
Funciones de la representación.
Así pues, la intervención del director se hizo necesaria porque "frente a un público
cambiante y variado, la obra ya no tiene una significación eterna sino un sentido
relativo, referido al lugar y al momento. Anteriormente, un cierto orden regía los
cambios de la sala y de la escena; ahora, este orden varía con cada espectáculo y
corresponde al director establecer y determinar de qué manera será recibida y
comprendida la obra por el público" (DORT).
"Cada quien recibe de la Fortuna cierto talento natural interior y cierto ámbito exterior;
a cada quién es dado, mediante la más juiciosa combinación de ambos, cierto máximo
de capacidad". CARLYLE: Sartor Resartus.
En los años noventa, la función del director de escena casi ya no es puesta en duda
por nadie, pero al mismo tiempo se ha visto considerablemente trivializada. La
cuestión ya no es, ni siquiera, saber si el director de escena va demasiado lejos o no
llega, si es un maestro de taller o un simple cronometrador- , si la puesta en escena es
una "(a)puesta excesiva". Según Vinaver, hoy más bien todo se inclina "a favor de un
retorno a una mayor modestia y ligereza, con menos arte y más artesanía". Y
ciertamente, todavía encontramos la afirmación, más retorcida que ingenua, según la
cual la mejor puesta en escena debe contentarse con dejar que el texto hable. M.
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Duras reclama que la puesta en escena se atenga a los mínimos: "La interpretación
amputa el texto, no le aporta nada; por el contrario, elimina del texto presencia,
profundidad, músculo, sangre".
1.- Ha puesto fin al sistema de trabajo teatral propio del siglo XIX, basado en el
egocentrismo de la "estrella", sustituyéndolo por el concepto de equipo: actores,
grandes actores quizás, que trabajan en conjunto. Aunque los directores ayudados por
algunos críticos, fueran los principales impulsores intelectuales de esta renovación,
para imponerse hubo de ir acompañada de transformaciones substanciales en la
financiación, organización y difusión del teatro.
2.- Ha unificado la puesta en escena: concepción global del espectáculo en el que los
diferentes elementos escénicos se coaligan armónicamente con una intencionalidad
significativa.
8.- Ha procurado y definido una forma y un estilo propios para cada espectáculo.
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Como dice Ruggero Jacobbi, "esta labor de dirección no es sólo fruto de técnica e
intuición. Presupone un núcleo cultural riquísimo; una verdadera puesta en escena
tiene dentro de sí una suma de nítidas nociones y convicciones sobre la evolución del
teatro, y más aún sobre la propia evolución de la literatura y el sentido general de la
historia humana. El director debe saber siempre colocar el texto y personaje en el
lugar que les compete en un cuadro global que interesa todos los aspectos de la vida.
Aquí emergen fundamentalmente aspectos de etnología, antropología y sociología.
Sin un "background" cultural (pero sobre todo literario e histórico) y sin un cierto
espíritu de universalidad, es imposible que un director pueda actuar con seguridad".
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La responsabilidad en el arte.
Una nueva producción implica nuevos objetivos, nuevos problemas y nuevas
búsquedas. No hay constantes en el arte, ni verdades eternas, pero hay valores eternos
y conceptos absolutos. No existen criterios permanentes, pero existen requisitos
permanentes. Y el primero de estos requisitos es la responsabilidad cívica y social.
¿Qué significa ser un ciudadano digno de su su época? Significa sobre todo estar
vívidamente consciente de la sociedad en que vive, de lo que realmente interesa al
público contemporáneo, de las preguntas a que busca respuesta la gente que hoy
asiste al teatro.
No puede haber teatro sin un director, por que el director es quien traza la senda
creadora en el teatro. Todos y cada uno de los quehaceres del arte escénico, sin
excepción, dependen de él, y él es quien lleva la responsabilidad principal en una
puesta en escena. Él es quien tiene la culpa si la pieza no sirve, si la actuación no es
cabal, si los espectadores se ríen cuando no deben. Él habla en nombre de toda la
compañía de actores, y su opinión, por regla general, es más tenida en cuenta que la
de cualquier actor. Se acercan a él con toda suerte de preguntas referentes a la
producción. Y está obligado a darles respuesta. El director tiene numerosos deberes,
pero también considerables derechos.
Pues bien, ¿Es fácil o es difícil la dirección escénica? La respuesta es: es fácil si se la
atiende meramente como una tarea, un oficio; difícil si se la atiende como un arte. Por
supuesto, aún en el primer caso, hay ciertas cosas que el director tiene que conocer.
Tiene que compensar su falta de talento con una energía e impulso ilimitados, si es
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que no ataja sin reservas su falta de verdadera habilidad asumiendo una pose de
confianza ilimitada en sí mismo, y contrapesar con una buena memoria su falta de
imaginación. Puede hasta gozar entre participantes de la reputación de gran experto.
Pero su prestigio pronto se desvanece y sus éxitos son puramente transitorios.
Resulta absurdo suponer que por el hecho de leer numerosos artículos, libros y
folletos sobre la manera de dirigir una obra dramática y de asistir a un curso durante
dos semanas de dirección escénica -por útiles que éstos puedan ser- pueda llegar
nadie a convertirse en un buen director. A no ser que una persona posea talento
natural para ello, nunca podrá hacerse director, no importa lo mucho que se haya
"atiborrado". Lo más que puede hacer de una persona un esfuerzo consciente, un
talento organizador y una buena organización es convertirla en un "artesano" útil. Sin
embargo, el talento natural desprovisto de conocimiento, buena educación o destreza
para la enseñanza y la organización, escasamente rendirá mejores resultados que el
conocimiento desprovisto de talento.
No es posible enseñar a una persona para que se haga director; lo más que puede
hacerse es ayudar a aquellos que tienen un talento latente para la dirección, de modo
que cultiven sus dotes y las saquen a la luz, sugiriéndoles maneras interesantes para el
tratamiento de una situación particular y poniéndolos en guardia contra posibles
errores. Algunas condiciones personales útiles a la dirección escénica pueden
desarrollarse exitosamente, ampliarse y profundizarse a través de un adiestramiento.
Pero si alguien no tiene oído para la música, jamás podrá volverse un buen cantante.
Y alguien que carezca de los poderes de observación e imaginación, de sentido del
humor, temperamento y un sentido del ritmo, etc., jamás será un buen director.
Una de las principales cualidades que tiene que poseer un director es un sentido
agudo del espectáculo. No importa la pieza que escojamos, este sentido del
espectáculo es absolutamente esencial.
¿Cuál es la esencia de la profesión del director de escena? ¿Qué elementos componen
su grandeza, su dificultad, su encanto y su misterio, sus limitaciones y su poder?
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Thomas de Quincey pensaba que el teatro cobraba vida por que era el único medio
práctico de exponer a un número elevado de personas los escritos de un autor antes de
los días en que fuera universal la costumbre de imprimir y leer libros. El escenario
era una forma de publicación, una forma oral, es cierto. Pero sea como fuere, el teatro
es un medio de comunicación, una forma vívida de contar algo. Como tal ha
sobrevivido, a pesar del hábito de leer, tan ampliamente difundido en nuestros días.
Esto se debe a muchas razones, pero la principal de todas ellas es que, en condiciones
ideales, una representación puede dar vida e iluminar un texto con mucha mayor
habilidad, percepción y fuerza de lo que pueda conseguir el lector corriente. De no
ser así, no existiría justificación para la existencia del teatro.
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Pero ya sea que el efecto propuesto haya de ser viviente o no, la vida del escenario es
pocas veces imprevista, aunque en ocasiones lo parezca, pues sigue una norma y un
designio. Aún cuando se supone que prevalecen en el escenario condiciones caóticas,
ese caos debe estar cuidadosamente organizado y ordenado: o sea, dirigido; de lo
contrario, lo creado será ajeno a la esencia del arte. El arte implica siempre artificio,
la imposición deliberada de forma y significado en algún sector de la experiencia
tomado del desorden de la vida. El director es el funcionario principal que ha de
cuidar que todas las partes discordes de la producción estén ordenadas y fundidas, de
acuerdo con los propósitos de la obra.
Para bien o para mal, en la época moderna ha recaído sobre el director la misión de
ser arquitecto del plan maestro de una producción, así como el ejecutivo que lleva ese
plan a la práctica. Debe ocuparse de cálculos concienzudos y concebir y arreglar sus
planes en forma tal que la producción se mantenga dentro de sus límites fijados, sin
que parezca haber sido planeada. Por eso, debe aparecer ante las miradas de los
espectadores como algo espontáneo, cálido, viviente y nada mecánico. Los actores
deben decir sus parlamentos como si acabaran de improvisarlos, la ilusión de la
"primera vez" y el efecto general deben tener el mismo frescor la noche de la
centésima representación que la primera.
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Existe otra diferencia significativa. El plan maestro que para una producción ha
establecido el director debe estar basado en el texto de la obra. El director no está en
libertad de expresarse a sí mismo en forma ilimitada, como hacen los artistas de otros
medios, quienes sacan su inspiración y seleccionan su tema directamente de su libre
imaginación o del infinito mundo de la naturaleza.
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Debe justificar éste el derecho de ejercer ese tipo de autoridad, y el único medio de
lograrlo es demostrar que posee la capacidad de ver en un manuscrito cosas que no
resultan evidentes para el lector corriente, ni pueden discernir en una síntesis total los
distintos colaboradores de la producción. Lo que él puede ser depende de la suma de
factores que constituyen su personalidad: sus conocimientos, su experiencia, su
sensibilidad, sus instintos, y el poder de su imaginación.
Cuando trata una obra moderna de algún autor vivo, aun el director más voluntarioso
y creador tiene que dominar cualquier impulso de dar a la misma significados
diferentes u opuestos a los del autor. Este es dueño del texto, y nadie puede variarlo
sin su consentimiento. Entonces, el director debe limitarse al descubrimiento de la
intención del autor y, una vez descubierta, podrá dedicarse a tratar la producción en
forma tal que esa intención se vea lograda.
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Sin embargo, en el caso de obras revividas, cuando el autor no anda por ahí
defendiendo sus derechos y cuando la obra en cuestión es harto conocida y
frecuentemente presentada, poco se puede hacer para impedir que el director aparte
su atención de lo que el autor quería destacar y adopte un enfoque cuyo propósito
principal sea adaptar y, en caso de necesidad, transformar el texto de modo que
refleje finalmente lo que el director desea y coincida con ello. El esfuerzo principal,
entonces, va dedicado al descubrimiento de significados nuevos, ángulos nuevos,
insistencias nuevas; y todo ello para lograr la creación de una visión fresca, original o
insólita de la vieja obra.
Ni duda cabe de que la presión de la personalidad del director que escoge ejercerla
sobre el material del texto, y más adelante sobre los actores, puede introducir
cambios, y a menudo lo hace, hasta en obras registradas en la Sociedad de Autores.
Las variaciones pueden ser leves o tal vez importantes; todo depende de la fuerza de
voluntad del director. Lo que la producción representa puede ser distinto, mejor o
peor de lo que el creador inicial había pretendido. Lo que debe observarse es que,
salvo en el caso improbable de un director carente de voluntad o de idea propias, algo
del director quedará pegado al producto final tal y como el auditorio llegue a
contemplarlo.
Su contribución a la producción.
Lo que el director agrega a una obra y lo que de sí mismo pone en ella es bastante
difícil de medir con exactitud. Tomemos, por ejemplo, el caso de la revisión de
argumentos. Para determinar la extensión de la influencia del director, en este sector
decisivo, habría que comparar el libreto original, tal como lo recibió el director, con
el guión final, y así se vería cuales fueron los cambios efectuados en él por orden o
iniciativa del director. La misma dificultad se aplica a las representaciones. Sería
necesario asistir a cada lectura, a cada sesión de preparación, a cada ensayo, para
poder descubrir todo lo que ha sido fundamentalmente resultado de la inspiración y
guía del director, y cuanto se debe a la evolución del actor solo, sin ayuda del
director.
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Decir que una obra no parece haber sido dirigida puede ser un cumplido cuando la
obra es de estilo realista, diálogo familiar, y decorado y vestuario contemporáneos.
En tal caso, la forma en que el público admira el trabajo del director se centra en su
admiración por esa cualidad natural, la fluidez, la seguridad y la destreza en la
actuación, que incita a creer que los actores no están interpretando sino portándose
con naturalidad y viviendo sus papeles. En las obras de este tipo, cualquiera estará de
acuerdo en que la dirección se considerará buena cuando logra resultados descritos.
Pero para revivir un drama clásico, poético o ritual, o cualquier obra en que la
verosimilitud no sea el objeto propuesto, el tipo de dirección discreta, tan alabado en
los dramas realistas, no conduciría a nada.
Franco Zefirelli
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La influencia del director puede reconocerse en ellas por todo el estilo, el impulso, la
intensidad y el ritmo de la representación. La habilidad artística de Franco Zefirelli,
como director escenógrafo de la reposición que se hizo en el Old Vic de "Romeo y
Julieta", animó cada una de las partes de esta agilísima producción. Reveló una
belleza y una realidad nuevas.
Pero lo importante es que Zefirelli comenzó a buscar su nuevo enfoque en el texto
mismo y no dentro de su alma. No hay mejor punto del cual partir, especialmente
cuando el director es principiante. Algunos directores son lo suficientemente
concienzudos como para examinar todo el conjunto de la obra del autor, prestando
una atención particular a los análisis y comentarios principales, con el fin de lograr
una perspectiva de su estilo y de su punto de vista general. Cuando uno se inclina
sobre los comentarios y penetra en el contexto histórico de la obra, puede evitar las
deformaciones y aberraciones de significado, que son la consecuencia de un enfoque
personal.
El virtuosismo de un director puede lograr que amplios sectores del auditorio acepten
temas que nunca antes se habían percibido y conceptos de un carácter que jamás
antes había sido pensado en las producciones convencionales u ortodoxas. La
compulsión de convertir "Troilo y Cressida" en un cuento romántico de la guerra civil
norteamericana, o "Julio César" en un panfleto antifascista, debe se comparada con
las ventajas que ofrece el presentar esas obras como el autor -que se supone conocía
el asunto- pretendía que se presentaran, apegándose en todo lo posible a sus
propósitos y conclusiones.
Ahora bien, ya sea que busque significado en la obra o en sí mismo, la preocupación
fundamental del director es la búsqueda.
La lección, para el director en ciernes, es ésta: siempre que la verdad absoluta yace
oculta en el texto -y pocas veces resulta evidente en los buenos-, y siempre que exista
una divergencia de opinión, como suele suceder, entre personas creadoras, respecto a
dónde está y cual es la verdad, prevalecerán los puntos de vista del que tenga más
paciencia, voluntad más fuerte y mayor celebridad.
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Los caminos que conducen al éxito en este campo son múltiples y han sido recorridos
por personalidades muy diversas, que aplican un amplio surtido de métodos técnicos.
Es imposible recomendar un rumbo o un método como superiores a los demás; y es
difícil lograr una generalización significativa acerca de un sistema ideal de
preparación. Tal vez el enfoque más razonable consista en examinar primero algunas
de las cosas que tendrá que hacer un director, contemplando los aspectos en que
habrá de mostrar poder y eficacia. Así, manifestando la naturaleza y dimensiones de
la tarea, la clase de cualidades necesarias para llevarla bien a cabo, saltarán a la vista
por implicación. La esfera de actividad del director se divide en tres partes.
En segundo lugar, salta a la vista que el director debe tener el dominio absoluto de
los temas centrales de su medio: la actuación, el diseño escenográfico, la
Iluminación… Le sirve mejor aún conocer, por lo menos, los elementos básicos de
las varias artes periféricas, que tanto suelen contribuir a la eficacia total de una
producción: la música, la danza, la pintura y la escultura. Tampoco le hará daño tener
nociones, aunque sean superficiales, de los principios de la esgrima, acrobacia,
pantomima y canto. A esas cualidades podemos agregar un conocimiento académico
sólido de la historia del teatro; esto le sirve fundamentalmente para no perder de vista
los estilos de actuación y escenificación en los diversos periodos históricos.
Finalmente, debe tener también inventiva. Gran parte de la inventiva del director se
aplica al movimiento escénico. Debe crearlo para los actores que no disponen de la
capacidad de hacerlo, y confiar en la eficacia y propiedad de los inventos de los que
sí la tienen.
Resumiendo, el oído del director debe ser sensible a todas las modulaciones de la voz
y a las relaciones entre esas modulaciones y el significado que han de expresar. Debe
tener la vista aguda para el parlamento, la masa y la forma, con el fin de que le sea
perceptible la correspondencia entre la actitud física del actor y las emociones que
expresa.; y su sentido de lo pictórico debe ayudar a ordenar a los personajes en el
escenario con rapidez para que las composiciones comuniquen las ideas dramáticas
con fuerza y belleza. Existen otros sectores diversos en que se necesita pericia, como
establecer o revisar el plan básico, o al escoger el elenco debido.
No obstante, pocas veces residen en una sola persona y en proporción todas las
cualidades necesarias para hacer un perfecto director.
Por ejemplo, es cosa poco usual encontrar un director con percepciones sensibles
iguales. En uno estará más completamente desarrollada la vista, en otro el oído.
Aquellos cuya agudeza visual sea superior a los demás sentidos encuentra su mejor
escape en obras que necesitan un acabado de tipo pictórico, el uso de vívidos colores,
composiciones llamativas y movimientos agradables. Estos son los directores-
coreógrafos que, en ocasiones, disfrutan haciendo uso de sus elementos ópticos, y
cuyas producciones más acertadas son las que brindan fundamentalmente a las
miradas del público. Aquellos en quienes predomina el sentido del oído, los maestros
del sonido, se sentirán más naturalmente atraídos por obras cuyo diálogo pueda ser
tratado como una canción. Se apoderarán de los oídos del público, con efectos
vocales líricos, inflexiones musicales y un diálogo cuidadosamente ritmado.
En otros directores, dichas percepciones sensoriales serán tal vez débiles. En cambio,
pueden sentir inclinación por la prueba y el análisis de los resortes del carácter. Estos
son los psicólogos, expertos en profundizar los motivos, los complejos ocultos, los
impulsos interiores y demás. Su sistema de dirección comprenderá grandes
proporciones de análisis complejo, en las cuales explorarán, con los actores, todas las
facetas y dimensiones de los caracteres por representar, persiguiendo sin cejar cada
insinuación y matiz de las relaciones psicológicas entre los personajes, así como en la
historia de sus antecedentes. Sus mayores esfuerzos tenderán a establecer la verdad
de cada una de las caracterizaciones e interconexiones entre la verdad del personaje y
la verdad del intérprete.
Los directores difieren también entre sí. Algunos están mal preparados, por su
temperamento, para tratar acertadamente una comedia, pues carecen de sentido del
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humor. Otros, que sí lo tienen, además de que saben reconocer el absurdo pueden
sentirse incómodos al enfrentarse a un guión que no encierre gran cosa como no sea
melancolía y un final trágico.
Sin embargo, aún cuando aceptemos que el temperamento del director puede asumir
muchas formas y encierra gran diversidad, que las características de la personalidad
de un director, así como sus atributos personales -su oído, su vista, su sentido del
equilibrio, etc.- pueden ser factores limitativos que lo preparan bien para ciertas obras
y mal para otras, hay que señalar que el mejor medio que tiene un director para
desarrollarse, si aspira a la perfección, es descubrir en qué consisten sus puntos
débiles, reconocerlos como tales y, entonces, tratar de reducir esas debilidades
mientras sigue cultivando sus talentos hasta hacer de ellos su fuerza.
A menos que un director padezca algún defecto psíquico, no hay razón alguna por la
cual no pueda adiestrar su vista y hacerla tan fina como su oído. Cualquiera que tenga
cierta habilidad para escenificar arreglos pictóricos excelentes o para inventar puestas
en escena interesantes es capaz también de aprender, si se empeña, los fundamentos
de la psicología y el psicoanálisis y, más aún, de aplicarlos a un contexto teatral.
Todo director digno de ese nombre descubrirá a la larga el método de dirección y los
procedimientos técnicos que le son propios. Estos estarán fundamentados en hábitos
personales y en sus inclinaciones como artista o artesano. Si es sensible, éstas
revelarán sus puntos fuertes y disimularán sus faltas o deficiencias. Mientras avanza,
deberá conservar el rumbo de su adiestramiento o estudio que lo prepare mejor para
aprender el modo de adaptarse, junto con su método, a las exigencias especiales de
cada guión, sin tomar en cuenta cuál sea su tipo, su estilo o su moda. El propósito por
alcanzar es la excelencia y la flexibilidad. Solo podrá conseguirla cuando haya
dominado todos los instrumentos de entendimiento, percepción e imaginación que
posee, y siga enriqueciéndolos por medio de la experiencia.
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Ciertas escenas de esta naturaleza, notoriamente las “escenas tableau” de las obras del
siglo XIX y otras, como la escena del tribunal del acto primero, escena segunda, de
“Hamlet”, o en “El mercader de Venecia”, el juicio de Shylock, en la sala del
tribunal, ganan mucho de su efecto sobre el público por la composición plástica.
Estas escenas, que durante algún momento son estáticas, exigen una actitud y
disposición (colocación) de los actores minuciosamente cuidada, y en relación con el
decorado y el espacio escénico.
Estas áreas tienen diferentes grados de fuerza; mientras más cercanas y más en línea
recta queden en relación al punto centro promedio de patio de butacas, mayor fuerza
cobran y mayor énfasis tienen en la expresión dramática. Si dividimos el escenario
en planos horizontales desde la embocadura hasta la pared del fondo del escenario, o
sea, en planos paralelos a la línea de embocadura, aquellas áreas que caigan dentro
de los límites de estas franjas o planos irán aumentando en fuerza de expresión a
medida que se acercan más a dicha línea y al público. Estas franjas se conocen con
el nombre de "términos", de ahí que en el léxico teatral hablemos de primer término,
segundo término, y así sucesivamente hasta llegar al fondo del escenario. El primer
término es el más cercano al público y comienza inmediatamente detrás del telón de
boca.
Si tomamos como ejemplo una obra promedio, dividiremos el escenario en seis
áreas, como se observa en la imagen.
Se hace claro, pues, que el significado del agrupamiento, es decir, lo que con él se
pretende expresar al público, determina su disposición.
No obstante, hay escenas de alguna longitud entre dos personajes que pueden hacerse
estáticas en su agrupamiento si el director no toma las precauciones necesarias para
evitarlo. Dos escenas de “Casa de muñecas” pueden servir de ilustración. En el acto
primero, la señora Linde y Nora mantienen una escena más bien larga entre ellas. Dos
grandes actrices podrían, tal vez, representar esta escena con gran efectividad,
mientras permanecen sentadas en las mismas posiciones toda la escena. Con actrices
menos competentes sería aconsejable que el director variara el agrupamiento,
inventando algún movimiento que rompa la monotonía. En el acto segundo, Nora y el
Doctor Rank tienen una escena análoga que, a cargo de actores poco experimentados,
se haría estática si no se estudia cuidadosamente el movimiento escénico.
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Hay que dejar, sin embargo, sentada una advertencia: La tendencia del director no
experimentado, y aún la del experimentado que trabaja con actores sin experiencia, es
la de excederse en el movimiento escénico que aplican a la obra. La falta de
movimiento conduce sin duda a lo estático y monótono, pero el exceso de él puede
distraer y desviar la atención. Comúnmente, esta tendencia a emplear demasiado
movimiento que distrae la atención del público nace de la desconfianza, tanto del
director como de los actores, en el poder del texto recitado.
Lo que se necesita para dar variedad a estas escenas es que los actores la representen
con la debida intensidad. Una simple inclinación hacia delante en la silla, mostrando
intensa atención, o el volver la cara al personaje que esté enfrente, puede ser todo lo
que se necesite para variar la escena. Los gestos, expresiones de la cara, posturas del
cuerpo, además de andar, pueden ser un medio de dar variedad a los agrupamientos.
En escenas íntimas como las citadas, en las cuales las relaciones psicológicas entre
los personajes son muy importantes, el exceso de movimiento escénico puede ser
muy perjudicial. Por otra parte, los directores experimentados han podido observar
que la introducción de algún movimiento ingenioso en tales escenas puede superar las
deficiencias de la caracterización y el recitado de los actores incipientes.
Cada obra tiene una serie de escenas importantes que son las que dan el clima y,
generalmente, incluyen un número de personajes y una considerable actividad física.
Al planearlas y combinar sus agrupamientos, el director debe considerar la cuestión
de su emplazamiento en el escenario, es decir, la zona en que cada una de ellas debe
escenificarse. El problema de la variedad y el del énfasis entran aquí, al igual que en
otras combinaciones de agrupamiento y movimiento de personajes. Una escena clave
que el público tiene que captar, si es que ha de poder seguir el desarrollo de la acción,
perderá evidentemente mucho si se la escenifica en una zona remota del fondo del
escenario, y a la inversa, ganará efectividad si se la emplaza en un espacio del frente.
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Es posible, sin embargo, para actores bien logrados, superar esa desventaja por medio
de una buena dramatización pantomímica y medios vocales efectivos.
Ahora bien, incluso a los mejores actores se les debe evitar la desventaja de un mal
emplazamiento de la escena, salvo en el caso en que el significado y la variedad lo
exijan. Con un planeamiento ingenioso y una cuidadosa consideración del significado
y efecto de las diversas escenas, puede el director utilizar la totalidad del escenario y
lograr la necesaria variedad, cuidando de emplazar las sucesivas escenas sin sacrificar
la fuerza de las más importantes, utilizando las zonas menos ventajosas para escenas
que son de mera rutina, tales como las introductoras y de transición, y reservando las
más ventajosas para las escena significativas. No se eche en olvido que una escena de
entrada puede ser también culminante y de gran significado. En general, las escenas
de comedia cuyo éxito depende en gran parte de un íntimo contacto con el público,
son más efectivas cuando se representan en el frente; en tanto que las escenas de
emoción y serias pueden ser emplazadas más al fondo.
En suma, de cuanto venimos diciendo, se deduce claramente que el planeamiento del
movimiento escénico, para crear las coordenadas espaciales adecuadas y la
disposición de los grupos de figuras humanas en el escenario exigen una clara
comprensión del significado y efecto de la escena. Las combinaciones y distribución
de los grupos en escena no se realizan como si se tratara de bellos cuadros vivos; la
composición se emplea esencialmente para expresar los significados y crear los
efectos que las escenas de la obra proponen. Es otro de los recursos por medio de los
cuales las obras representadas rinden su efecto sobre el público.
un paso, una velocidad en sus movimientos y un ritmo que nos permite distinguirlos,
las obras y las escenas tienen dentro también su ritmo y velocidad distintivos.
Por velocidad se quiere expresar la medida de rapidez o lentitud que preside a los
movimientos escénicos y al parlamento de los actores.
Las comedias, escenas cómicas, escenas de excitación o tensión, exigen, en general,
una mayor velocidad que las tragedias, las escenas serias o aquellas relativamente
faltas de tensión. Las comedias ligeras y las farsas se representan más eficazmente a
un paso rápido, piden velocidad de ametralladora. En cambio, los dramas
psicológicos y las obras serias perderían su eficacia si fueran representadas a esa
marcha. Pero incluso estas obras pueden ser representadas demasiado lentamente, lo
que es un mal mayor que el de hacerlo con rapidez. A veces, los directores de
aficionados tratan de compensar las deficiencias de la habilidad de sus actores
acelerando la velocidad de la representación y más de una vez es el único recurso que
les queda. En general, el director debe determinar la velocidad que sea más eficiente
para la interpretación de la obra y tratar de alcanzarla.
Con frecuencia habrá que ensayar primeramente con lentitud la acción escénica para
determinar la pauta de movimientos y tiempos, aplicándose después el adecuado
tempo y ritmo. Es útil para los actores con coordinación defectuosa contar el número
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La regulación de los tiempos del recitado o de los parlamentos es, asimismo, tan
importante como la del movimiento escénico en toda representación y absolutamente
indispensable en la representación cómica.
El ritmo es la pauta del tiempo y, por lo tanto, se aplica lo mismo al movimiento que
a la palabra. También queda claro que cada personaje de una obra puede tener un
signo distintivo que contribuye a su caracterización. Asimismo, las escenas tienen sus
pautas rítmicas y en algunas de ellas contribuyen notablemente a producir el efecto
apetecido; es decir, que en tales escenas, una parte importante del efecto depende del
ritmo, lo que no ocurre en otras, en las que aunque siempre esté presente no es
definitivamente determinante.
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La escenografía.
La puesta en escena exige un ámbito dramático, el
llamado espacio escénico, y éste, a su vez, una
El objeto teatral.
Las cosas que han vivido durante largo tiempo con una persona, revelan algo de su
personalidad, ya que parecen impregnadas del verdadero colorido espiritual del
carácter de su propietario. Todo el mundo ha visto alguna vez una habitación en la
cual un solo objeto o combinación de objetos, un cuadro, un jarrón o una silla,
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El mobiliario, por tanto, debe ser apropiado al lugar y a la época. La combinación, así
como la selección del mobiliario, contribuyen a lograr la expresión de los personajes,
el temperamento y la atmósfera. Afortunadamente, las indagaciones históricas y
arqueológicas de épocas pasadas han sido tan extensas, que el director puede disponer
en cualquier biblioteca de referencias abundantes así como de material ilustrativo.
El vestuario y la escenificación.
A veces se olvida que el vestuario sólo tiene sentido sobre un organismo viviente;
para el actor, no sólo es un ornamento y un embalaje exterior, sino también una
relación con el cuerpo; puede servir tanto al cuerpo en su capacidad de adaptarse al
gesto, al desplazamiento, a la actitud del actor, como para comprimir este cuerpo
sometiéndolo a la gravedad de los materiales y de las formas, encorsetándolo.
De este modo, el vestuario participa sucesivamente, y a veces simultáneamente, del
ser viviente y de la cosa inanimada; asegura la transición entre la interioridad del
locutor y la exterioridad del mundo objetual puesto que no únicamente habla el
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vestuario, sino también su relación histórica con el cuerpo. El vestuario debe ser, a la
vez, materia sensual para el actor y signo sensible para el espectador.
La iluminación.
el extremo más bajo del espectro es el color más silencioso y profundo. El púrpura es
un violeta suntuoso que significa realeza y dignidad.
El blanco expresa candor, inocencia, pureza. Es delicado, tranquilo y armoniza bien
con los colores fríos. Cuando es mezclado con un color puro, reduce éste en croma y
también en cualidades sensoriales; las del blanco son siempre positivas.
El negro establece un contraste excelente con los colores y armoniza mejor con los
cálidos. Es tristeza, muerte, desolación y sus cualidades son negativas.
Cada color tiene su individualidad que actúa sobre las reacciones y emociones
humanas. Cada color, bien utilizado, puede servir para rectificar apariencias de
tamaño o espacio y corregir deficiencias de arquitectura.
2.1. Características.
El movimiento escénico forma parte de la producción artística convencional y no
natural del teatro. El director que lo propone y el actor que lo adopta y ejecuta deben
ser conscientes de que se construye para ser observado por el espectador. Por lo tanto,
su elaboración concreta tendrá presente:
1) Que no es natural. Aunque el movimiento tenga como referente inmediato el
que se realiza en la vida cotidiana, está construido para lograr unos resultados
escénicos: establecer una significación, equilibrio, ritmo y tipificación determinados.
Está pues sujeto a normas y convenciones emanadas de leyes, sobre todo en el teatro
a la italiana, y de la condición material del hecho teatral.
2) Se realiza para que el público entienda el significado de la escena. La regla
básica es que todo el movimiento que se produzca debe tener significación; por el
contrario, no debe haber en el escenario movimiento alguno carente de significación.
Para alcanzar su adecuada condición significante se tendrá en cuenta lo que carezca
de significación y lo que deba ser reforzado o amplificado.
3) Está pendiente del funcionamiento focalizador del ojo humano, de tal modo
que el movimiento también está sujeto a ciertos principios conocidos que permiten
atraer la atención del espectador y eviten la monotonía visual (escasez de
movimiento, cuadros escénicos prolongados, uso frecuente de las mismas zonas de
actuación, fórmulas repetitivas, movimientos innecesarios...) al tiempo que le pueden
proporcionar distintos planos visuales.
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2) Debe respetar en todo momento las líneas visuales, tanto de la escena (la de
los actores) como la del espectador: Hay que procurar al realizar el
movimiento no estar cubierto ni cubrir a otro y guardar las suficientes
distancias entre los actores.
3) Debe triangular las posiciones escénicas cuando intervienen más de dos
actores en la acción, para focalizar y componer la escena.
4) Debe utilizar la totalidad del espacio de una representación para lograr
mayor profundidad y eludir el aplanamiento y la monotonía repetitiva.
5) Debe ejecutar ciertos desplazamientos como giros, entradas y salidas,
maneras de pisar y caminar, acto de sentarse y levantarse, agrupamientos…,
según determinadas convenciones que buscan mayor claridad, fluidez y
expresividad. Por ejemplo:
a) En las vueltas el actor debe buscar el ángulo más corto. Si es de 180º
se girará normalmente por el lado del público.
b) Las entradas y salidas deben estar hechas con limpieza, variedad y
contraste, y ser medidas para que los parlamentos se digan lo más
cerca posible de sus puntos de origen.
c) La entrada de un personaje siempre tiene una gran importancia
dramática ya que añade un efecto de expectativa o sorpresa. No debe
obstaculizarse la entrada por la presencia de otros personajes u
objetos (sofás, mesas…).
d) Cruces: Al objeto de que no se pierda el contacto visual con el
público, por lo general, el personaje que habla pasa por delante y no
por detrás, ya que el personaje activo es casi siempre el elemento más
dramático para la escena.
e) Dos personajes no deben moverse al mismo tiempo y menos si es en
la misma dirección o en direcciones exactamente opuestas, salvo que
se intente conseguir un efecto cómico. Lo normal es que dos actores
que tengan que moverse al mismo tiempo lleven caminos distintos y
velocidades distintas.
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a) Objetivo narrativo:
El propósito del movimiento escénico es ayudar al público a comprender la
acción de la obra mediante la descripción (narración) de los hechos y la
determinación de las relaciones entre los personajes, sea cual sea su naturaleza. Como
dice H. CLURMAN el movimiento escénico «es la extensión física, a través de
actividades menores, de la acción principal, en cada uno de los pasajes o ‘tiempos’
de cada escena».
Los movimientos narrativos (también denominados básicos 1, en contraposición
a los secundarios y compositivos), son los que sirven para contar la fábula de la obra,
el relato, la historia que nos mantiene en la intriga planteada. Son, en definitiva, los
que exige el texto en un determinado momento para no interrumpir la continuidad
dramática. Muchas veces la naturaleza técnica de estos movimientos es la de focalizar
el centro de interés, es decir, dirigir la atención del público hacia el actor/personaje
que en ese momento lleva la acción, aún cuando en determinadas puestas, también
sirva para crear una serie de composiciones pictóricas que permitan proporcionar
atmósfera e ilustren el tono artístico o histórico de la obra. Hay que vigilar en estos
casos que los movimientos secundarios no distraigan la atención y que no se
produzcan movimientos innecesarios que dificulten el entendimiento y desarrollo de
lo que sucede en la escena.
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b) Objetivo accional:
“La función fundamental del teatro es representar movimiento, el inexorable
progreso de la acción”. (JORGE II, Duque de Meiningen). La acción de la
obra está indisolublemente ligada al movimiento: no se puede accionar (salvo
que la acción sea interna) sin moverse y viceversa. La acción, aunque se parta
del texto, sólo se encarna en el escenario. Como dice CLURMAN « El
espectador tiende a acordarse de lo que hizo tal o cual actor en determinado
momento, por encima de lo que dijo».
que, en su opinión, pueden obligar al espectador a advertir éste diálogo, tal como lo
escuchan el director y los intérpretes» (MEYERHOLD).
Una de las principales tareas del director consiste pues en buscar en el texto las
‘líneas del movimiento’: parlamentos, frases y hasta palabras que le parecen exigir
cierto gasto de energía física a medida que se van diciendo y que con movimiento
parecen más elocuentes, positivas, enfáticas y “conformes al tipo” que sin él. J. A.
HORMIGÓN señala que, en los casos en que el movimiento proviene del texto
mismo, las motivaciones pueden ser:
a) Emanadas del contenido de los diálogos en su sentido primario, en la
medida que indican acciones concretas.
b) Consecuentes con las indicaciones específicas establecidas por el autor en
sus didascalias (en lo que PAVIS define como “prepuesta en escena”). El
director tendrá que explotar lo que realmente implican como fundamento
motivador bajo su capa superficial o prescindir de las que son meramente
ilustradoras.
c) Procedentes del sentido profundo y no literal del diálogo: descubren
procesos de comportamiento ambiguo y enmascarado del personaje. Este
procedimiento es particularmente relevante cuando desvela sus
contradicciones ocultas entre lo que dice y lo que hace.
d) Motivaciones que emanan de acciones creadas por el director de forma
autónoma al sentido primario del texto con el objeto bien de que su
aportación le confiera un significado más potente, bien porque le da sentido
al dotarlo de una acción concreta y no arbitraria que el diálogo no contiene
en sí mismo.
Finalmente, B. BRECHT estableció una regla por la cual los desplazamientos
de los actores sólo han de producirse en los “puntos de giro”: “la relación espacial
entre los personajes se modifica (cambia) solamente en los puntos de giro”. Si bien
la regla puede parecer rígida, al menos se debe considerar en el sentido de que los
puntos de giro siempre deben estar acentuados, para lo cual se ha de modificar el
arreglo básico de los personajes.
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personaje dice y se interroga por lo que hace. Todo ello lo transcribe mediante
gráficos y notas en su libro, utilizando diferentes códigos y formas que acaban siendo
absolutamente personales, pero que en síntesis parten siempre del mismo principio:
establecer cuándo un personaje se desplaza, si es por algo que dice o por lo que dice
el otro; si es por su silencio o por el silencio de otro. Después introducirá las
modificaciones que el curso de los ensayos le descubra, añadirá nuevas reflexiones a
sus primeras propuestas, conservará otras en su mente sólo para el recuerdo.
▭ mesa
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S silla
• posición de un personaje
TEMA 3
EL TRABAJO DEL DIRECTOR ANTERIOR A LOS ENSAYOS
1.- Las relaciones texto - puesta en escena.
El texto es la primera en el orden cronológico del desarrollo de las diferentes
operaciones dramáticas, y de ella emanan las otras. El teatro comienza con un texto
escrito, generalmente en diálogo, que se destina a la escena, ya que virtualmente
incluye una representación. El texto puede estar convenientemente estructurado y
contar con los elementos propios de un género literario dramático, pero puede tratarse
también de un texto ubicable en géneros específicos diferentes tales como el
narrativo, el poético, el articulismo o el epistolar.
Sin embargo no por ello deja de existir un “texto propiciador”, aunque solo sea en su
dimensión verbal o como idea generadora de la acción escénica en toda la
complejidad de sus elementos expresivos. La mayor parte de los espectáculos que se
han realizado y se realizan, tienen su antecedente en una obra perteneciente a la
literatura dramática.
A lo largo del siglo XX, se fueron imponiendo y definiendo las diferencias entre
texto y representación: el primero se concibe como estructura literaria que reposa en
ciertos principios dramatúrgicos, la segunda es una creación artística que se inscribe
en el conjunto de las artes espacio-visuales.
El texto dramático se perfila, pues, como una creación con caracteres específicos en
el conjunto de las creaciones artísticas y literarias; se afirma como proceso de
comunicación específico, que se inicia con la creación, se formula mediante un texto
escrito en el que cabe distinguir un “texto literario” destinado a la lectura y un “texto
espectacular” destinado a la representación, como aspectos simultáneos de una forma
única; y finalmente “tiene unas formas peculiares de recepción, porque, además de
palabra, es espectáculo y, frente a otros espectáculos, tiene palabras, ya que
mantiene en escena el diálogo” (Bobes Naves).
Leer una nueva obra es una aventura, feliz o infortunada, según los casos. El director
aprende a tiempo a contemplar esa experiencia con un optimismo prudente y el
empeño de no permitir que una superabundancia de malos guiones empañe el
convencimiento de que el que está a punto de leer podría ser una obra maestra.
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Hace falta mucho más valor para escoger un nuevo libreto, que no ha sido estrenado
aún, basándose en la opinión personal de uno, que una obra conocida cuyo valor ha
sido proclamado por los elogios impresionantes de los críticos. El director de teatro
aficionado deberá ponderar, sin embargo, los defectos de una nueva obra y
compararlos con el resto y la oportunidad que representa el probar un terreno
inexplorado, etc. A veces, los nuevos escritos suelen despertar un interés más agudo
que las obras viejas y quizás demasiado conocidas.
Al estudiar cualquier libreto, nuevo o viejo, el director debe ser positivo y receptivo,
no crítico en el sentido negativo de la palabra, o por lo menos no excesivamente
crítico. En ese momento conviene probar y percibir atributos, no detenerse ante los
defectos. Es corto el número de obras grandes que hay en el mundo. Pedir que toda
obra nueva soporte favorablemente la comparación con Hamlet, El jardin de los
cerezos, La muerte de un viajante, Un tranvía llamado deseo o Tartufo, es el mejor
medio para mantener un teatro en la oscuridad. Es muchísimo más práctico, y
probablemente mejor, buscar y hallar un término entre lo ideal y lo posible, lo
perfecto y lo alcanzable.
intelectual; pero también deberá permitir que, de ser posible, la obra lo afecte
emocionalmente. Por que el teatro hace primero un llamado a los sentimientos, y
después al intelecto. Las ideas de una obra pueden interesar muchísimo al sector del
público que piensa, y sin embargo, las pasiones que despierte serán lo que le dé el
efecto al nivel de la masa. Las ideas, cuando son populares y estimulantes, agregan
dimensión y profundidad. El director que permita que la obra hable a su corazón al
mismo tiempo que a su cabeza, seleccionará sin duda más adecuadamente que quien
se muestre ciego a esta ambivalencia de la atracción teatral.
Puede encontrar casi tantas razones legítimas para escoger una obra como número de
obras lea. Puede ofrecer una oportunidad a su mejor actor, brindar la economía de un
solo decorado, tener un escenario espléndido, una idea potente, un buen argumento,
un clímax tormentoso o un final conmovedor. Cualquiera de estas razones puede
justificar su elección, pero las probabilidades de éxito son más grandes cuando el
libreto brinda varias de ellas en vez de una sola.Una caracterización juiciosa, un tema
oportuno, una trama interesante y todo lo que agregue un interés acumulativo a la
corriente de sucesos y cree un sentimiento de anticipación respecto al resultado, son
factores operantes que conducen a la aceptación.
Tal vez decida seguir adelante con el libreto después de su primera lectura, tal vez
después de haberlo leído diez veces. Todo depende de la calidad del texto y de su
propio temperamento. Dicen que Elia Kazan leyó J.B. por lo menos doce veces antes
de aceptar dirigirlo.
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tragedia a muchas obras que no fueron escritas en Grecia durante el siglo V a.C., ni
en la Inglaterra o España del Renacimiento y Barroco, aun cuando admiten a unas
cuantas de otros periodos si imitan estrechamente los modelos aceptados o se basan
en las teorías de Aristóteles sobre la tragedia. Pero no existe definición absoluta para
ese término, y parece un exceso de cautela negar su aplicación a algunas obras
modernas que se someten en forma general a los requisitos manifestados más arriba,
salvo que no están escritas en verso y están pobladas por personajes de la vida
cotidiana.
Comedia es una palabra que ha llegado a aplicarse en su sentido más estricto a obras
cuyo propósito es más amplio que la simple diversión. Describe un estilo literario no
desprovisto de pensamiento o de un comentario tajante, cuyo tono dominante -de no
ser exactamente jocoso- es por lo menos benigno o caricaturesco, satírico o
humorístico. Algunas comedias humanas y otras semejantes, con temas serios,
también se califican como dramas, lo cual significa un tipo híbrido llamado en otros
tiempos tragicomedia.
Aparte de lo conveniente que resulta tener clasificados los géneros, suele servir de
ayuda a los actores que han comenzado a vacilar en su comprensión del fundamento
de una obra, recordarles el significado del término que la califica y mostrarles
específicamente en qué forma se somete a las características del tipo, aún cuando esto
deberá manejarse con cautela. Si se acentúa demasiado el hecho de que se trata de
una tragedia, por ejemplo, la actuación puede volverse solemne donde habría de
mostrar otra actitud.
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B- Estilos teatrales.
Dos términos amplios se emplean para señalar la diferencia entre las obras que
intentan dar la ilusión de realidad y las que no lo pretenden. Si una obra tiende
evidentemente a representar la experiencia humana, normal y cotidiana, en decorados
naturales, y si los personajes hablan una conversación que tiene el sonido de lo
corriente, ese estilo se llama realista o naturalista. Por otra parte, si es un reflejo
abstracto o convencional de la actividad humana, francamente artificial o bromista,
que se atiene muy poco a la forma auténtica de expresión o comportamiento y si los
decorados sólo sugieren los lugares reales en vez de representarlos, se dice que la
obra es de estilo irrealista o teatralista.
Los actores hablan, actúan y se mueven exactamente como se espera que lo hagan los
personajes de la vida real. Pero no importa: lo que hacen y dicen, las cosas que les
suceden y el orden en que ocurren esas cosas forman parte de un plan de composición
estrictamente organizado. No existe la menor duda de que Ibsen se esforzó por crear
ilusión, pero jamás lo hizo de modo que pudiera interferir en el logro de situaciones
dramáticas o dificultarlas y se aseguró de que esas situaciones fueran reconocidas por
el público.
Partiendo de la norma de Ibsen, una obra puede avanzar, estadísticamente hablando,
hacia uno de los extremos opuestos; hacia el naturalismo o hacia el convencionalismo
de la obra "Bien hecha".
“Los bajos fondos” de Gorki, suele citarse con mucha frecuencia como ejemplo de
este estilo. Difiere de la norma de Ibsen por que no posee argumento principal,
ningún relato relacionado ni foco dramático particular. Desprovisto de argumento
central, no contiene personajes en los cuales se pueda centrar por mucho rato el
interés, y el autor evita deliberadamente emplear un bosquejo estructural consistente.
Esto, por supuesto, está de acuerdo con su propósito, el cual consiste en mostrar el
mundo de pesadilla de los barrios bajos de Rusia, con su caos, su falta de ambición,
su suciedad y su brutalidad. Para reproducir exacta y honradamente ese caos y esa
falta de objeto en la vida, el medio de expresión también tenía que ostentar esas
mismas características, o por lo menos así pensaban los naturalistas, aún a riesgo de
que las obras parecieran deshilvanadas e informes.
Tampoco aquí hay papeles principales. Cada una de las personas de la obra no es un
personaje teatral, sino un individuo, ni más ni menos importante que cualquier otro.
Por eso se puede decir que en una obra naturalista, cada hombre o mujer tiene su
propio argumento, así como cada quien tiene su vida individual. No se considera
necesario relacionar esos argumentos con los demás, aún cuando, evidentemente,
resultan inevitables algunas interconexiones.
La palabra naturalismo se ha aplicado con mayor frecuencia a las obras de teatro que
tratan de miembros hundidos de la sociedad, sin embargo, cuando se aplica en gran
parte ese método dramático para obras que tratan de las clases superiores -como en el
caso de Chejov- el resultado se llama impresionismo.
El simbolismo, presente en muchos estilos, impera por completo en aquel que lleva
su nombre. Las obras místicas de Maeterlinck emplean la asociación simbólica para
conjurar imágenes de muerte, noche y silencio. Yeats emplea máscaras, música y
ritual para diferenciar más este estilo de los lugares comunes, en verdad, también de
algunas cosas de la naturaleza que resultan demasiado claras.
Los personajes del drama expresionista son, más que individuos, tipos grandes,
generales y simpáticos, y las obras escritas en este estilo manifiestan cualesquiera
mensajes que encierren acerca del hombre en términos generales, más que mediante
un grafismo específico y personal. Las características de los actores se
despersonalizan mediante máscaras o maquillaje, el movimiento es mecánico, el
paisaje deformado, a menudo con la intención de sugerir cómo aparecen las cosas a
las miradas del personaje principal; todo ello se combina para expresar la vida
moderna bajo el efecto de la máquina.
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Una vez que se ha identificado el estilo de una obra, el director puede establecer una
base de comparación con otras de carácter similar y, armado de este conocimiento,
hallarse en una posición mejor que la que tendría de no ser así para determinar el plan
de producción más adecuado a la misma.
Como cada obra es única, esos valores varían muchísimo. En una, puede ser más
importante lo que se dice que el modo en que se expresa; en otra, el estilo puede
superar al tema; y otras más, la habilidad del dramaturgo al construir las secuencia de
la intriga será mucho mayor que su capacidad para transmitir un mensaje. El director
debe decidir en qué reside la fuerza principal de un libreto y convertirla en capital
creativo. Si existen deficiencias, deberá tomar medidas para disimularlas y llamar la
atención del auditorio hacia valores más fuertes.
El contenido incluye - la trama, - la tesis o significado y - las caracterizaciones.
En los géneros menores teatrales, esos sucesos externos son más o menos lo único
que tiene el director para trabajar. Esto se debe a que el dramaturgo ha colocado el
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acento en lo que hacen los personajes, con sus puños, brazos, piernas y rostros, y no
el por qué lo hacen. El propósito del melodrama es crear "suspense" y hacer
estremecerse a los espectadores; por eso coloca a los personajes en situaciones
peligrosas, en que está en juego la vida y no un principio. La emoción toma la
precedencia, dejando atrás la verdad psicológica, y los personajes tienden a servir de
peones o tipos corrientes colocados en situaciones difíciles, no tanto por su culpa
como porque son parte de un medio ambiente arbitrario, creado para producir un
máximo de efectos emocionantes, aunque comunes y corrientes.
En estos dos tipos el director debe jugar limpio, o sea marcar bien los parlamentos,
fijar el momento de la mímica y mantener un tiempo vivaz. Para disimular el
mecanismo y hacer que lo increíble parezca posible, sin duda deberá acelerar el
ritmo y elevar el volumen, a fin de que los momentos culminantes resalten mejor. Las
exigencias que deberá satisfacer su mente creadora son más técnicas que estéticas o
filosóficas, aun cuando puede hacer falta muchísima imaginación para inventar
pantomimas cómicas en la farsa y conservar el suspense en el melodrama. Es mucho
mejor aprovechar los ensayos para ejercicios de precisión que para poner a prueba las
psicológicas y desenterrar motivaciones ocultas y subconscientes.
El tema universal de todo el teatro es el hombre. Pero el tema esencial de una obra
describe algún aspecto o condición particular de la conducta de hombres y mujeres tal
como se revelan en un ámbito específico y en un tiempo y lugar igualmente
determinados. Relatar el tema de una obra consiste en describir la idea general,
penetrante e informativa, que ilustra, diseca o proclama. Es el tópico que las acciones
del argumento afirman.
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Es frecuentísimo que una obra haga una exposición acerca del tema, y entonces la
intriga servirá para poner a prueba o demostrar esa exposición, o para demostrarla de
tal modo que se pueda sacar una conclusión confirmándola o refutándola. Esa
conclusión es la tesis o lección. Macbeth y la locura de su esposa sugieren que lo que
Shakespeare intentaba agregar era que la ambición manifiesta que lleva al crimen
obtiene su merecido castigo.
La gata sobre el tejado de cinc caliente se propone demostrar que grandes sectores de
nuestra sociedad acaudalada se hallan corrompidos y que sus componentes están
mutilados o enfermos, tanto en el sentido moral como en el físico. La triste
conclusión parece ser que no hay salvación.
Hay que entender que estas generalizaciones no deben tomarse dogmáticamente, pero
sea como fuere, es evidente que ningún director puede permitirse el lujo de
embarcarse en una producción sin llegar a una decisión mental determinada,
primeramente respecto a si su obra tiene o no un tema, una tesis, una exposición y
una conclusión y, de tenerlas, escribir o definir con la mayor exactitud posible lo que
son. Puede equivocarse, pero es esencial para su lugar y su función como director,
que toma la decisión respecto a la intención del dramaturgo y la identificación del
partido que ha asumido la obra. Si no logra hacerlo, no tendrá principio intelectual
PROFESOR FRANCISCO GARCÍA VICENTE. DIRECCIÓN ESCÉNICA. 2º CURSO INTERPRETACIÓN. ESAD MURCIA. 2017-2018 76
que lo guíe ni base lógica fundamental para iniciar la producción por sí mismo. Y sin
tal base, el propósito de la obra sólo podrá evidenciarse al espectador por casualidad.
La falta de propósito y la confusión de muchas representaciones puede achacarse a la
incapacidad del director para presentar a su elenco la imagen del verdadero tema de
la obra y de lo que el dramaturgo pretendía expresar con él.
Una obra puede tener diversos temas y muchos estratos de significado, del mismo
modo que se encierran diversos temas en una sinfonía. Siendo así, el director debe
entenderlos todos; pero no existe ley que le obligue a tratarlos todos con la misma
insistencia. A él le corresponde escoger entre esos muchos temas los pocos que le
parezcan de mayor importancia. Su elección determinará el sesgo de su producción.
Gran parte de nuestro deleite al presenciar la reposición de obras consiste en ver los
temas que han sido subrayados y los que han sido suprimidos. Hay que ver el número
de conclusiones válidas que pueden sacarse de una obra como La muerte de un
viajante, en la cual varias tesis, importantes todas, constituyen un todo y forman la
obra casi independientemente de la intriga.
Conciencia, comprensión, claridad mental: todas estas cosas deben acentuarse desde
el principio como materiales necesarios del arte del director, antes que el instinto, la
intuición o el sentimiento subjetivo. No cabe duda de que son muy necesarias en esa
fase preparatoria, que incluye el análisis del significado del tema.
El director que sabe lo que le incumbe tomará las medidas necesarias para aislar esas
ideas y proporcionar a cada una de ellas cierto espacio escénico. Para tener todos sus
temas en el camino recto y asegurarse de que causen el debido efecto en el auditorio,
puede escoger las escenas que encierran referencia a cierta idea específica y
destinarles cierta zona de actuación, o relacionar de alguna forma la parte material de
la acción con su fundamento psicológico.
Respecto a las caracterizaciones, hablaremos más adelante en el apartado del trabajo
del director con el actor sobre los personajes.
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5.-Estructura y significado.
El entendimiento de la estructura básica de una obra y las razones por las que el
dramaturgo las escribió tal como lo hizo puede ayudar al director a lograr una
comprensión mejor de lo que significa. En las obras bien compuestas existe una
mezcla y una interacción recíproca entre forma y contenido, especialmente en el
sombreado del significado y las sutilezas del énfasis. A veces es posible llegar a una
conclusión, por ejemplo, acerca de la importancia relativa de una de las ideas
dramáticas de una obra, partiendo de su posición material en el marco de la historia, o
también observando la cantidad de preparación o de aplazamiento que antecede a su
descubrimiento, lo cual a su vez afecta su colocación dentro de la intriga.
Dividir una obra en actos es el modo usual para señalar los puntos de interrupción
lógica de la historia. Lo que contienen habitualmente son fases unificadas y
homogéneas del desarrollo de la acción que lleva a los personajes hasta un punto
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Aún cuando esta práctica haya pasado de moda, tiene por lo menos la virtud de
recordarnos que cada acto encierra su identidad especial y representa un segmento
total y específico de progresión teatral en el desarrollo del argumento.
Si el dramaturgo no proporciona un título que explique el tema de cada acto, no será
malo que lo haga el director. Es un medio de ayudarse y de ayudar a los actores a
mantenerse en el camino principal de la intriga. Los actores muestran tendencia a
dejarse dominar por los detalles desde que comienza el periodo de ensayos. Para
evitar que los árboles no les dejen ver el bosque, el director puede, mediante el
empleo de títulos, hacer que su atención se concentre en la estructura orgánica maciza
de la obra, no sólo al iniciar los ensayos sino mientras éstos avanzan, ya que una
ejecución técnica perfecta en la actuación de una escena tiene poca importancia, o
ninguna, si no está perfectamente relacionada con el asunto principal y el tema mayor
del acto entero, y oscuramente relacionada con ellos.
Lo que Ibsen indicaba con sus títulos eran las tres partes esenciales de casi cualquier
intriga convencional. "Los apuros de Nora" es exactamente el tema del acto y
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Así pues, se ve que los actos, junto con sus temas, son divisiones esenciales en el
espaciamiento de la estructura mecánica de la obra. Los actos son la estructura básica.
Cuando hablamos de estructura de la intriga, queremos decir los episodios o
sucesos empleados para contar el argumento, considerados en relación con el orden
que tiene la secuencia de los episodios.
Como la secuencia del tiempo es continua en la acción de Casa de muñecas, la intriga
puede calificarse de lineal, o sea que el principio, el medio y el final de la acción
principal aparecen en el mismo orden que los sucesos que se siguen en progresión
lógica mediante la operación de la ley de causa y efecto. Ibsen, haciendo uso de la
más simple de todas las fórmulas teatrales, ha puesto cada parte de su historia -el
principio, el medio y el final- en actos separados.
Acto I: El comienzo.
Acto II: El final del comienzo.
Acto III: El medio.
Acto IV: El comienzo del final.
Acto V: El final.
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Es posible plantear este tipo de estructura ortodoxa de una obra con una certidumbre
casi mecánica. El comienzo presenta la complicación; se introducen los personajes,
se describe la situación, y se inicia el paso hacia la acción siguiente, y en ese
momento es precisamente cuando empieza el cambio en la situación original o
cuando alguien comienza a cambiarla.
Debido a que el escribir es un arte, y por lo tanto no está sometido a leyes de ninguna
clase como se supone que lo está cualquier ciencia, los sucesos de una intriga no
tienen forzosamente que seguir un orden en el tiempo, ni siquiera la secuencia lógica
de causa y efecto. El dramaturgo no tiene que comenzar por el principio de una
acción. Si así lo quiere, puede comenzar al terminar una larga serie de acciones y
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retroceder, como hace Sófocles en Edipo Rey, o comenzar en el medio o hacia el final
y avanzar y retroceder al mismo tiempo, como hace Arthur Miller en La muerte de un
viajante. Esas obras emplean lo que se llama estructura algebraica de intriga, en
oposición a la estructura lineal.
El teatro ha sido por tanto tiempo un coso en el cual los rebeldes se oponen a
cualquier tipo de formalismo, que no es asombroso tropezar con algunos dramaturgos
-entre ellos Samuel Beckett en Esperando a Godot - que nos niegan hasta la más leve
oportunidad de conocer la causa de la situación fundamental o de las relaciones entre
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Casi siempre se aislará cada pulsación en su propia escena, y cada una de esas
subdivisiones secundarias, cuidadosamente examinadas, podrá aparentemente
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Las cimas y los valles del contorno estructural de una obra son la guía del director, y
éste debe seguirlos fielmente, para que la edificación emocional completa de una
representación no se eche a perder. Debe ajustar el paso, el ritmo, el timbre vocal, el
número de movimientos y la velocidad de éstos, en la más exacta proporción posible,
con los puntos culminantes y sus contrapartidas. Si respeta la forma exterior de la
obra, sabrá cuando aumentar la tensión emocional y cuando aflojarla.
Si una obra contiene una gradación principal, el director debe medir y ordenar las
secundarias de tal modo que no opaquen o excedan en tensión a la principal. Esta
última le proporciona un punto final o pináculo, el cual debe quedar subordinado al
grado de la emoción, antes y después.
Esperamos que el diálogo llegue a alguna parte, que cumpla cierto propósito. Debe
arrojar luz sobre un personaje, aclarar la trama, subrayar una tesis, agregar el
suspenso, crear cierto ambiente. Acerca de esto último debemos señalar que, aunque
el diálogo proporcione materiales para crear o conservar cierta atmósfera, no tiene el
poder de crearla sin ayuda. El ambiente es consecuencia o creación del modo en que
se expresan los parlamentos, tanto como del sentido que éstos encierran.
En muchos casos, tal vez en los más, el sentido es dado por la inflexión de la voz, la
cual a su vez es consecuencia del estado emocional del que habla. Por eso es tan
importante para un director saber por qué habla de esa forma un personaje como
comprender lo que está diciendo. De ahí su preocupación constante por las actitudes,
los motivos y los sentimientos personales de los personajes en cualquier momento.
El discurso teatral se extiende desde la prosa más lisa y sin adornos hasta el verso
más ceremonioso o profusamente adornado, con matices incontables entre ambos
extremos. Lo bueno que sea depende de lo bien que sugiere el rumbo que está
tomando la escena. Debe haber un fin discernible a la vista y, por el camino, señales
que puedan guiarnos.
7.1.- La ironía.
Cuando se expresa deliberadamente, una réplica irónica tiene doble significado: el
personaje que la dice quiere indicar otra cosa; y la persona a quien se dirige puede
reconocer solamente el significado aparente. Esto será tal vez casual, inofensivo y
carente de implicaciones derogatorias o amenazantes; pero tratándose de teatro serio,
el significado sobrentendido es generalmente sombrío. El procedimiento es igual
tanto en comedia como en tragedia.
La ironía se encuentra cuando hay cierta diferencia entre los conocimientos que
pueden tener los personajes presentes de una situación dada, como en los casos
anteriores, aún cuando puede existir cierto grado de incertidumbre sobre si el que
habla comprende y tiene conciencia de que está creando un efecto irónico. Lo
importante es aquí que el público lo reconozca como tal.
La ironía puede encontrarse presente dentro de una situación o una acción en que no
ha sido reconocida hasta la conclusión, como cuando un personaje hace todo lo
posible para lograr un propósito específico y al final descubre que había errado sus
cálculos y que obtiene resultados diferentes.
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7.3.- Inversión.
Si el progreso de la acción de una obra puede compararse con una lancha en la que
viaja el héroe, navegando por un río en dirección a cierto destino específico, y si ese
destino representa ya sea triunfo o desastre para él, cualquier acontecimiento o
circunstancia que provoque el naufragio de la canoa y su viaje en dirección opuesta
es una inversión dramática. En un cambio de buena a mala fortuna o, al revés, de
mala a buena.
La inversión puede ser sólo temporal, como cuando la lancha ha sido atrapada entre
remolinos y ha girado un buen rato antes de reanudar su rumbo inicial; o puede ser un
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7.4.- Descubrimiento.
A semejanza de la inversión, un descubrimiento teatral puede ser repentino o
prolongado. Puede ser tan recto y sencillo como el reconocimiento de la identidad de
alguno. Muchas obras importantes son viajes de descubrimiento hacia la respuesta a
la eterna búsqueda de sí mismo; "¿Quién soy yo"? y "¿De dónde vengo?", son
preguntas perennes en el teatro, aun cuando podrían expresarse en forma distinta,
desde "¿Cuál es la respuesta, Ben?", de Willy Loman, hasta "¿Cuál es mi falta?
¿Qué he hecho?", de J.B.
7.5.- Prefiguración. (prevenir con el gesto o la palabra algo que puede suceder)
“¡Hedwig, no toques esa pistola! Recuerda que hay una bala dentro del cilindro…”
El uso tosco y pasado de moda que hace Ibsen de este procedimiento en El pato
silvestre nos puede parecer divertido ahora, pero no hay que olvidar que es mejor
prefigurar algo que nada, a menos que el objetivo no sea el suspenso, sino la sorpresa.
Aquí resulta demasiado obvio, como un letrero que señala el camino para que
Hedwig agarre la pistola más adelante; un director moderno tendría que hacer algo
para suavizarlo. Más sutil es Ibsen en Espectros. La primera vez que vemos al pastor
Manders en la obra, nos lo muestra tratando de escapar de la lluvia. Pero si se
contempla en la perspectiva que de él ha trazado Ibsen, esa acción inicial expresa
claramente la naturaleza toda del hombre, por que es de esos que no quieren o no
pueden enfrentarse a realidades desagradables, ya se trate de simples contratiempos,
como al comienzo, de la verdad acerca del libertinaje del capitán Alving o del
desastroso matrimonio de su esposa.
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Estos ejemplos, más o menos evidentes de por sí, de los elementos de la técnica de
escribir son, para el director, lo mismo que las escalas de un pianista. Debe saber qué
hacer con ellas y reconocer lo eficaces que pueden resultar ante el público si son
debidamente explotadas. Después de saber todo esto, el director debería estar
preparado para desarrollar sus planes de presentación en términos de medio, o sea
mediante actores que evolucionan en el escenario y expresan con sus voces las
palabras del texto.
TEMA 4
EL TRABAJO DEL DIRECTOR DURANTE LOS ENSAYOS
1.- El trabajo con el actor.
El director, especialmente en teatro no comercial, tiene a su cargo toda persona que
se relacione de algún modo con la producción de un espectáculo, pero emplea la
mayor parte de sus energías y tiempo con los actores. El buen director, en el teatro
profesional, en el académico y en el de aficionados, es un maestro de representación
y un entrenador de actores. Un director, por lo tanto, debe conocer el arte y la técnica
de la representación y debe saber cómo impartir estos conocimientos en forma de
sacar de ellos el mejor partido.
Los dos instrumentos del arte del actor teatral son la voz y el cuerpo. Cuando el actor
hace una gira, representando en diferentes teatros cada semana, comprende entonces
perfectamente la influencia de la dimensión del teatro sobre sus técnicas. Las técnicas
íntimas y delicadas apropiadas para la proyección de un papel en un pequeño teatro
de escenario circular se pierden totalmente en un gran teatro con capacidad para tres
mil personas. Uno de los factores que hacen que un actor experimentado se mantenga
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lozano noche tras noche, en gira, es el darse cuenta de que está representando su
papel y de que lo hace de manera diferente ante cada público que lo escucha, de
acuerdo con el estímulo más o menos exigente que le llega del mismo. Sin darlo a
conocer, observa a su público, guía sus reacciones y las utiliza para construir nuevos
efectos. La falta de esta capacidad es uno de los rasgos que distinguen al aficionado
del profesional. El actor principiante se encuentra con tantos problemas en la mera
interpretación de su papel y en los movimientos del escenario, que se le escapan estos
matices del público, si el director no le recuerda constantemente que está
representando ante aquél.
La acción del director respecto al personaje supone la travesía del análisis a las
conclusiones, de la especulación a la concreción, de lo esbozado a lo definido, de la
imagen mental a la realidad escénica. Esta relación se traduce en el tránsito a través
de una serie de etapas incluidas en el proceso de puesta en escena.
1ª fase:
El autor elabora un texto formado por diálogos y didascalias, pero el personaje
dramático es sólo una entidad virtual que no alcanza su existencia y expresión
concreta sino en una representación concreta, que precisa de un actor que habite el
espacio físico y conceptual de la puesta en escena. El director, en esta primera fase,
debe descubrir y comprender el sentido que el autor dio a su discurso literario teatral
y al de cada uno de sus personajes.
2ª fase:
La segunda fase es fundamentalmente analítica y documental y sobre todo, supone
la adopción de una actitud mucho más definida respecto al sentido de la fábula y de
los diferentes personajes. Parte de la lectura contemporánea y sincrónica del texto
teatral que va a ser puesto en escena. Es evidente que en este proceso los personajes
se sienten directamente implicados. En esta fase, previa a la utilización de los medios
escénicos, se establecen ya rasgos substanciales que permitirán abordar el proceso de
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la práctica teatral sobre unas bases que representan un bagaje conceptual y un punto
de partida.
3ª fase:
Supone la actividad práctica propiamente dicha, en el proceso de construcción
del personaje. Es un periodo de aplicación y búsqueda, de confrontación también;
aplicación de los análisis y conclusiones que previamente se han elaborado.
Búsqueda de la mayor eficacia en su aplicación pero también en el descubrimiento de
nuevos matices que den un perfil más nítido y complejo al personaje. Confrontación
en la medida en que este tiempo de trabajo que se corresponde con el de los ensayos,
propicia el choque creativo entre el director de escena y el actor, el afán de
convencer, el intercambio de opciones, y debe saldarse con la síntesis aparentemente
resolutoria.
4ª fase:
El personaje ante el público. El personaje como realidad existente en el espacio y
tiempo de la representación. En el momento en que ésta se inicia, es decir cuando su
existencia escénica se produce, el director pierde toda capacidad de intervención y
pasa al actor la absoluta responsabilidad en la construcción del personaje.
Sin embargo, las posibilidades de intervención no han concluido para el director, por
que sabe que todo personaje teatral es montable y desmontable, y que entre
personajes y público se establece una comunicación cómplice. Nosotros hablamos
hoy de un emisor/personaje que convierte su discurso en mensaje, que es captado por
el receptor/público, dentro de un contexto y mediante la utilización de un código.
Hoy sabemos también que es el espectador quien instaura su propia semiosis y
determina el sentido que confiere el espectáculo como discurso significante. Por ello,
el proceso de construcción del personaje no queda nunca detenido, en la medida en
que las circunstancias que contextualizan cada representación son diferentes y las
relaciones emisor/personaje - receptor/espectador, se modifican igualmente.
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En esta afirmación hay bastante de verdad. La elección del elenco es el primer paso
para la interpretación de una obra en la práctica.
El "casting" se resuelve fundamentalmente a través de pruebas o lecturas. Inclusive si
se les suele pedir que lean a actores conocidos, especialmente a instancia de los
autores. La lectura de partes es, para el actor, casi como venderse en público, algo
desagradable y perturbador, a menos que no tenga demasiada experiencia y esté
deseoso de "abrirse camino".
Un factor primordial en el "casting", que sin embargo con mucha frecuencia se pasa
por alto, es que el proceso no debe concentrarse solamente en las partes individuales
sino en las características de la compañía, entendida como un todo. Uno puede
elegir el elenco para una obra actor por actor, y cada uno de ellos puede ser el
adecuado para cada papel, pero a la vez no funcionar en conjunto con los otros. Un
actor puede ser excelente, pero sencillamente no "cuajar" con otros igualmente
dotados.
La unidad a conseguir tiene que ver con el entorno social y cultural, con el tipo de
entrenamiento que haya tenido el actor, con su técnica e ideales artísticos.
En resumen: la elección de actores no tendrá mayor sentido a menos que uno haya
determinado cómo se conecta cada uno de los personajes con la columna vertebral de
la obra, con su estilo. Y para entender mejor esa conexión es menester volver al
estudio del texto, lo que debe ser permanente, desde el primer momento en que el
director acepta el trabajo.
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Los que no poseen esta recia personalidad ni este raro talento para crear caracteres
objetivos, integran el tercer grupo, formado por actores especializados en tipos
determinados. Esto no significa que sean actores inferiores o de menor calidad
artística. El hecho de que aparezcan incluidos en este grupo no puede atribuirse a su
disposición artística, sino a las exigencias del público y a las actuales circunstancias.
Hay otro grupo, el de las "estrellas", que no incluimos entre los actores por que no
actúan propiamente, sino que se limitan a exhibir su atractiva personalidad, usando el
papel que han de interpretar como vehículo para sus fines personales.
métodos de los actores para conseguirlo varían ampliamente. Algunos actores son
altamente intuitivos y trabajan por sugestión más que por análisis directo; otros, más
intelectuales, descomponen primero el papel que tienen que representar en todos sus
detalles para después construir su personaje de conjunto.
El director puede ayudar a unos y otros explicando, tan claro como le sea posible, la
clase de personaje requerido por la acción de la obra, y destacando los rasgos
específicos con que el autor ha dotado al personaje y ha hecho posibles sus acciones.
A medida que va conociendo al actor, puede sugerir rasgos subsidiarios y maneras
que realcen la caracterización y ayuden a prestarle vida en el escenario. Debe cuidar,
sin embargo, de no imponer una interpretación demasiado rígida del papel, pero sí
alentar al actor a desarrollar el personaje a medida que va penetrando en él.
5.1. Procedimientos:
1.-Un buen procedimiento de compenetrarse con un personaje es, como ya se ha
sugerido, preguntarse qué es lo que necesita. ¿Cuáles son sus deseos? ¿Qué es lo que
persigue? ¿Qué impulsos o necesidades lo mueven? A veces es fácil darse cuenta de
cual es el deseo o impulso, pero difícil compenetrarse con él. Por ejemplo, Fedra,
movida por una culpable pasión hacia su hijastro, ilustra este punto. Su culpable
deseo, como la ambición de Macbeth, conducen a un terrible torbellino interno. En
ciertos casos, especialmente en personajes de menor importancia , el deseo o impulso
interno no es el factor central para la caracterización, pero a veces ayuda al actor el
hecho de imaginar este impulso para ese papel. Desde luego, el impulso interno
atribuido al personaje ha de ser concordante con el papel que en la obra haya de
desarrollar. En otros casos, como ocurre con Blanche Dubois, en "El tranvía...", es
impulsada por el ansia de una pasada cultura aristocrática con la que trata de
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3.- Hay también otro procedimiento que ayudará al actor a realizar su personaje: es
determinar sus actitudes y reacciones ante los otros personajes de la obra, e
identificarse con ellas. Pueden ser completamente indiferentes ante unos; abierta o
secretamente hostiles ante otros; y ante otros aún, tener sentimientos de simpatía y
amistad en diversos grados. El actor debe intuir estas variadas relaciones, aunque a
veces sea difícil expresar en términos claros por qué una persona reacciona ante otra
en la forma en que lo hace. Estas reacciones de ser humano a ser humano son el
material básico del drama; de ahí que el actor deba entenderlas, sentirlas y utilizarlas.
4.- Otro medio de lograr la caracterización es, en los comienzos, puramente externo y
consiste en compenetrarse con el personaje practicando sus andares, maneras,
posturas, gestos y voz y vistiéndose con los trajes correspondientes. Se puede
empezar a conseguir el sentido del papel que ha de interpretarse, andando,
permaneciendo en pie y hablando como el personaje lo haría en vida. Pero el actor no
debe contentarse solo con lo externo del personaje. Tiene que hacer que lo externo lo
conduzca a lo más interno de la naturaleza de su personalidad.
Los actores pocos maduros pueden experimentar alguna dificultad para saber cómo
entrar en la caracterización de una obra. Estas dificultades quedan eliminadas en gran
parte, en las obras contemporáneas, gracias a la amplia descripción de los personajes;
un examen diligente de los mismos, haciéndose las preguntas necesarias, servirá para
descubrirlo. Tal vez una ordenada serie de preguntas sirva como método para
descubrir la naturaleza de un personaje. Unas respuestas serían obvias; otras más
difíciles; y en ciertos casos algunas de las preguntas no serán de aplicación, por no
ser pertinentes.
1.- ¿Cuál es el sexo, edad y aspecto físico del personaje?
2.- ¿Cuál su clase o posición social?
3.- ¿Cuál es su actitud o disposición habitual?
4.- ¿Qué emociones manifiesta a través del texto y la acción de la obra?
5.- ¿Qué es lo que desea y por qué se esfuerza? ¿Cuáles sus impulsos internos?
6.- ¿Cuáles son sus relaciones con otros personajes? ¿Qué es lo que le atrae y ante
qué siente antipatía?
7.- ¿Qué piensan de él los otros personajes? ¿Qué actitudes toman hacia él?
8.- ¿Cómo piensa? ¿Qué ejemplos de deliberación aparecen en su papel?
¿Conducen su pensamiento y su sentir directamente hacia la decisión y la acción?
9.- ¿Qué decisiones toma? ¿Son éstas de carácter moral o meramente expeditivo?
10.- ¿es un personaje simpático o antipático?
11.- ¿Es un personaje esencialmente noble y admirable? ¿Ordinario, aunque
admirable? ¿O es esencialmente ridículo y cómico? ¿Es una combinación de lo
serio y lo cómico?
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En resumen, podemos decir que los elementos de que disponen el director y el actor
para definir la figura teatral, según los psicólogos, son tres:
1.- El fisiológico, ya que el aspecto físico del personaje está relacionado con su
actitud hacia la vida, con su aspecto psicológico.
2.- El sociológico: clase social, vida familiar, recursos económicos, ocupación,
convicciones políticos, credo religioso, lugar dentro de la sociedad, aspectos
intelectuales, sus estudios, intereses, aficiones, grado de inteligencia...
3.- El psicológico, que es el resultado de los elementos anteriores. Es, por decirlo
así, la tercera dimensión del personaje: su estado mental, temperamento, si es
introvertido o extrovertido, si se comunica pronto con personas extrañas, si tiene
muchos amigos, si se enamora fácilmente o qué grado de intervención mantiene
en una conversación, etc.
Una clara comprensión de las respuestas a estas preguntas por parte del director y el
actor, debería proporcionar una sólida base sobre la que éste último pueda edificar,
con su imaginación, una convincente encarnación física del personaje.
Aplicadas al teatro, estas categorías deberían permitir observar qué tipo de espacio
(fijo/móvil) ha elegido la puesta en escena, cómo ésta codifica espacialmente las
distancias entre los actantes, entre los actores y los objetos o entre el escenario y la
sala. En tanto que mimesis de la interacción social, el teatro reproduce estas leyes
espaciales y todo cambio de códigos es significante. Más que centrarse en la
observación de los espacios reproducidos, la proxémica debería evaluar qué distancia
(psicológica/simbólica y no meramente geométrica) separa el escenario de la sala, de
qué modo la puesta en escena opta por acercar o alejar la sala del escenario, y con
qué fines estéticos e ideológicos. Veríamos entonces de qué manera el gesto, la voz y
la iluminación son capaces de modular esta distancia y crear efectos de sentido.
La puesta en escena teatral toma partido por un cierto tipo de relaciones espaciales
entre los personajes/actores, y lo hace en función de su psicología, su estatus social,
su sexo, etc. Cada estética escénica posee un código proxémico implícito y la forma
de visualizarlo a partir de las relaciones espaciales y rítmicas entre los actores influye
en la lectura del texto (su enunciación) y su recepción.
a) La voz.-
Veamos algunos de los objetivos a cumplir:
El primero y más persistente es el de la efectiva proyección o emisión de la voz. La
proyección implica no solo la apropiada fuerza, tono alto y dirección correcta del
parlamento, sino también el timbre, proporción y fraseo.
Las voces de timbre alto son, en general, más difíciles de entender que las de tono
bajo. Por eso las voces de mujeres y niños de este tipo tienen que ser especialmente
entrenadas en la fonetización y fraseo. Cuando un actor levanta su voz en un
parlamento emotivo, entra casi siempre este problema de proyección. Si el actor tiene
que hablar fuerte, sus palabras han de ser especialmente bien pronunciadas y
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fraseadas, para que sean entendidas. De ahí que el director tenga que estar siempre en
guardia contra la ininteligibilidad de tales escenas.
Para resumir, las cualidades de una buena voz serían: suficiente fuerza, claridad y
pureza del tono, una agradable y eficaz altura, flexibilidad, calidad vibrante y
resonancia tímbrica, claridad de articulación y buena dicción, buen manejo de los
ritmos y tiempos de la frase, y disciplina emocional respecto a las necesidades de la
escena.
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b) El cuerpo.-
Aquí, el problema del director de escena consiste en lograr que el actor use su cuerpo
como vehículo metafórico que exprese una idea dramática. Dentro del apartado del
cuerpo debemos distinguir entre el gesto, el movimiento y las acciones. Como ya
nos hemos referido en anteriores apartados al gesto y al movimiento en temas
anteriores, centraremos ahora la atención en las acciones.
Las acciones.
El personaje es lo que hace en escena. Harold Clurman considera que “cualquier
espectador, hablando de una obra que le ha gustado, siempre mencionará qué hizo
tal o cual actor en determinado momento. El hacer queda grabado más
indeleblemente en la memoria que lo dicho".
Uno de los propósitos principales de los ensayos consiste pues en determinar lo que
cada actor hará en cualquier momento de la obra. Lo que hagan y el aspecto que
presenten dependerá inevitablemente de lo que sientan. El problema metodológico
surge si estos sentimientos (emociones) deben ser definidos antes de ser expresados,
o si bien han de surgir, y se han de comprender, a través de la acción. De cualquier
manera los directores están de común acuerdo en no hacer mucho caso y no respetar
las didascalias que el dramaturgo pudiera hacer en este sentido, y considerar
únicamente como material de trabajo lo que se desprende de los parlamentos.
- Prosiga de manera ordenada de una tarea a otra. Cualquier cosa aprendida por
repetición es difícil de olvidar y de sustituir por otra.
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Todos los actores ya han leído el texto previamente por su cuenta. Ahora van a leerlo
juntos por primera vez.
Habitualmente, la primera lectura debe ser neutra o blanca, y es una lectura no
interpretada, donde los actores deben leer el texto con la mayor corrección
gramatical. Posteriormente, se irán realizando las lecturas intencionales, con o sin
interrupciones.
10.2.- De pie.
De cualquier manera está clara la necesidad de hacer todos los ensayos que se puedan
en el escenario de un teatro, y de alejarse cuanto antes de la mesa, para poder dar
movimiento a la obra. La construcción de una obra de teatro debe ser progresiva y lo
mismo pasa con el mejoramiento de los actores hasta que dominen su caracterización,
sus parlamentos y su mímica.
Es muy natural que hasta ese momento la atención del actor se haya concentrado en
sus parlamentos, su papel y sus movimientos. Las sesiones individuales dirigidas
tienden a concentrar más hacia dentro de su interés. Entonces surge la necesidad de
desviar la insistencia hacia el trabajo en relación con los demás personajes, y en
ajustar su interpretación a la de ellos. Hay que prestar atención muy especial a las
sucesiones alternas de intensidad y alivio, a medida que las escenas avanzan de la
graduación ascendente a la descendente.
Hay otros métodos de ensayar totalmente distintos del descrito. Parece existir uno en
que el director se limita a dos o tres páginas del texto por ensayo, y las perfecciona
totalmente, sin volver a verlas antes del ensayo general. Aun cuando semejante
procedimiento parece sobrecargar a los pobres actores, que no tienen oportunidad de
ensayar de nuevo y refinarse, nadie puede rechazarlo sin haber comprobado los
resultados que produce en la representación, por poco prometedor que parezca
semejante método.
responsabilidad del director respecto a que cada acto, tomado como unidad, encierre
su unidad propia, su curso y la consistencia de su efecto; y que esa unidad y ese curso
se reconozcan de un acto a otro cuando la obra se contempla en conjunto.
También existe el importante asunto de dirigir la atención del auditorio hacia el actor
debido, en el momento oportuno, y esto es algo que sólo puede lograrse en los
ensayos de conjunto. Una buena dirección lleva la mirada del espectador hacia el
actor que está a punto de hablar y la mantiene en constante movimiento, de un
momento a otro, hacia el personaje más interesante de la escena. Ralph Richardson
brindó el cumplido más alto que se puede hacer a su director, John Gielgud, cuando
escribió: "Bajo su dirección, siempre he descubierto, tal vez al cabo de poco tiempo,
que he terminado en buena postura para mi mejor parlamento y que me he borrado
misteriosamente del foco de atención cuando no era deseado; no pido más."
11.3.-Ajuste final.
Los ensayos de terminación deben emplearse, además de para lograr el paso, tempo y
ritmo, para dar fluidez y un retoque final a los demás aspectos de la representación.
Para este propósito es esencial disponer del vestuario y utilería adecuados, y si es
posible, que los ensayos sean realizados en el escenario del teatro. En el supuesto de
que cada una de las partes de movimiento hayan sido completamente dominadas con
anterioridad a estos ensayos, nos darán la oportunidad de unirlas en un deslizante
movimiento continuo, en una acción que fluye libremente. En los primeros pasos de
estos ensayos de terminación habrá que detener de vez en cuando a los actores y
hacerlos repetir alguna parte de movimiento, pero en los ensayos finales habrá que
conducir los actos sin interrupciones. Sólo de esta manera podrán el director y el
reparto llevar a buen término la gradual y fácil construcción de la obra que se
persigue. El director o su ayudante, en estos últimos pasos, tendrán que redactar notas
de los cambios y mejoras y ponerlos en conocimiento de los actores al final de cada
acto o de cada periodo de ensayo. Si en esta fase se observa que alguna escena o parte
de movimiento requiere un retoque de consideración, no por ello se detendrá la
marcha del ensayo, sino que se dispondrá un momento adecuado destinado a
corregirlos.
Antes de iniciar estos ensayos deberá ajustarse la instalación de las luces, preparar las
notas sobre iluminación y espacio sonoro y perfeccionar los cambios de decorado. Si
no se han hecho estos preparativos, desde luego los ensayos serán tediosos y
agotadores. En estas circunstancias, el director técnico tendrá que entrenar a su
personal y técnicos dentro del tiempo de los ensayos.
Habrá que dedicar dos sesiones a los aspectos técnicos de la producción, los cuales
irán seguidos por un mínimo de tres ensayos con trajes.
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El primero de los ensayos con decorados se lleva a cabo en ausencia de los actores.
Su propósito es dar a los técnicos y tramoyistas la oportunidad de familiarizarse con
su cometido, practicar los movimientos, enfocar debidamente los elementos
luminosos y reconocer los apuntes de la luminotecnia. En una operación bien
organizada, el director habrá revisado las exigencias de la iluminación con el
diseñador y el director técnico, y habrá aprobado todo el esquema por adelantado, en
espera del primer ensayo técnico. Se puede aconsejar al diseñador, al director técnico
y a los operadores del tablero de luces, que se encuentren presentes durante varios
ensayos de recorrido, para poder estudiar la colocación de los actores, establecer la
ubicación de las zonas importantes de actuación y estar enterados de cualesquiera
efectos luminosos especiales que sean convenientes.
En este primer ensayo con decorados, el director deberá esforzarse para disponer de
sustitutos que vayan asumiendo movimientos y posiciones, pues de lo contrario se
corre el riesgo de iluminar el decorado y no a los actores.
exacta de la escena, y en ese caso los actores tendrían que ensayar la escena completa
con su tempo exacto normal. Salvo en esas ocasiones, los actores podrán no decir sus
líneas lo mismo que en la representación real, aun cuando suele ser mejor que
efectúen todos sus movimientos por orden, de modo que se pueda asegurar que
estarán convenientemente iluminados en todo momento. Cuando se emplea
iluminación lateral, habrá que ajustar las posiciones, para evitar que en una escena
entre varios actores uno de ellos haga sombra en la cara de su interlocutor.
El ensayo con decorado debe incluir la práctica de las secuencias iniciales y finales
de cada acto, o siempre que caiga el telón o que se efectúe un oscuro. De haber
música, la indicación se da antes de comenzar a oscurecer la sala. Las luces de ésta
pueden quedarse a media intensidad durante un momento y así el público podrá tomar
asiento. Entonces se van apagando las luces de la sala, después de la batería, y
finalmente se da la señal de levantar el telón.
Hay que decir al elenco que no debe esperarse la perfección en el primer ensayo con
vestuario, y el director no debe perder los estribos cuando anden mal las cosas, a
PROFESOR FRANCISCO GARCÍA VICENTE. DIRECCIÓN ESCÉNICA. 2º CURSO INTERPRETACIÓN. ESAD MURCIA. 2017-2018 118
pesar de todo lo previsor que haya sido. Debe proceder con calma, encontrar la causa
de cualquier error y, una vez encontrada, hacer las enmiendas necesarias. Para eso
son los ensayos.
Resulta desmoralizador para los actores verse sometidos a una serie de recorridos y
una sucesión de ensayos con vestuario sin que el director haga algunos comentarios.
Si no ha podido acumular un buen número de observaciones halagadoras o de crítica
para sus actores después de cada uno de los recorridos, es señal de que considera la
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En cambio, cuando los apuntes del director contribuyen a que los efectos se logren
mejor, a que se esclarezca más el significado, a que la caracterización se perfeccione
y a que aumente la sutileza de la oportunidad y el movimiento, se despierta una
sensación de progreso y logro y los apuntes se reciben con agradecimiento.
De todo lo dicho se infiere que el adecuado ensayo de una obra supone algo más que
el mero hecho de reunir un elenco y la lectura del texto sobre el escenario. Un
programa de ensayos debidamente planeado representa una serie de etapas
progresivas en el aprendizaje y dominio de la producción. Por eso el director tendrá
que saber de antemano qué es lo que habrá de hacerse en cada etapa. No puede, como
es natural, conocer las capacidades exactas de los actores hasta que no haya trabajado
con ellos como individuos y como grupo; de ahí que deba ajustar su programa de
ensayos, incluso los periodos de ejercitación, a medida que los mismos se desarrollan.
SOBRE EL TEMA 2:
SOBRE EL TEMA 4: .