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ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA
[Apuntes de Clases]
Entre las deformaciones del sistema democrático, la corrupción política es una de las más graves
porque:
- traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la justicia social;
compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la
relación entre gobernantes y gobernados;
- introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un
progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el
consiguiente debilitamiento de las instituciones;
- distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como terreno
de intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De
este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los
medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos
(DSI, 411)
Parecería que no tiene sentido hablar de la corrupción dentro de un análisis de la relación entre la
ética y la política, pero recobra gran importancia ya que es vox populi decir que la corrupción se
da por la falta de una ética política de gobernantes, funcionarios públicos, organismos económicos
y la sociedad en general.
¿Qué entendemos por corrupción política? A esto responde Pasquino señalando que:
Se designa así al fenómeno por medio del cual un funcionario público es impulsado a actuar
de modo distinto a los estándares normativos del sistema para favorecer intereses
particulares a cambio de una recompensa. Corrupto es, por lo tanto, el comportamiento
ilegal de aquel que ocupa una función en la estructura estatal para favorecer sus intereses
o los intereses de terceros (PASQUINO, 1995, p. 377).
- por cohecho, que es recibir una recompensa para cambiar a su favor el juicio de un
funcionario público;
- el nepotismo, cuando se favorece a familiares e materia de empleo o contratación pública
y no por méritos;
- y el peculado, es decir, la asignación de fondos públicos para uso privado.
Algunos ven estos términos sólo desde el punto de vista de la legalidad o ilegalidad, pero la
pregunta es ¿cuál es la causa?
Raúl Páramo (2012) señala que la corrupción es efecto de la degradación de una nación. El
individualismo feroz es lo que nos ha llevado a la corrupción porque ha roto los lazos de
solidaridad. La considera una patología social.
El grueso de la población ha sido educada en una moral de premios y castigos, es decir sin
reflexión del valor o no valor intrínseco de lo que hacemos. Si se hace un estudio en detalle,
probablemente encontraríamos que los países menos corruptos, más transparentes, cuentan
con una población que no ha sido educada en la ética cristiana, es decir, una ética que tiene
mil coartadas para no asumir responsabilidades, pues de lo que se trata primordialmente es
de esquivar hábilmente el castigo. Y además no está basada, dirigida al otro, digamos
horizontal y concreta, sino como mandato supuestamente de origen divino. Su estructura
es triangulada y vertical (PÁRAMO, 2012 s/p.).
Se entiende por ética pública la parte de la disciplina ética que trata los comportamientos de
los gobernantes y funcionarios públicos en el desarrollo de su trabajo, y tiene por fin lograr
que el servidor público aplique el sentido del deber en beneficio del Estado.
La ética Política (o ética pública) señala principios y normas para ser aplicados en la conducta del
hombre que desempeña una función pública. Se concibe como un área de conocimiento de
contenido universal que agrupa valores y virtudes orientadas por el espíritu de servicio público y
tiene como fuente básica la evolución humana. La ética pública es la ciencia que trata de la
moralidad de los actos humanos en cuanto que realizados por funcionarios públicos; se refiere al
perfil, formación y conducta responsable y comprometida de los hombres encargados de las
cuestiones públicas.
La Ética Pública tiene por objeto conseguir que las personas que ocupen un cargo público lo hagan
con diligencia y honestidad como resultado de la razón, la conciencia, la madurez de juicio, la
responsabilidad y el sentido del deber. Una adopción verdadera de la ética exige un profundo
cambio de concepción, de actitud psíquica, de mentalidad, que logre impedir pensamientos
corruptos.
El objetivo material de la ética en el ámbito público se enfoca a los actos humanos de funcionarios
públicos, esto es, a la rectitud moral de su actuación. La ética busca cultivar la inteligencia en
valores y moderar el carácter de los gobernantes, y si bien esto es importante en cualquier
disciplina lo es más en la política y en la administración pública porque ambas son responsables
de conducir los asuntos de un Estado. Aunque parezca una verdad de perogrullo es conveniente
afirmar, una y otra vez, la necesidad de la ética en los servidores públicos ya que es precisamente
su ausencia la que provoca que muchos de ellos en diferentes instituciones públicas caigan y sigan
cayendo en escándalos de corrupción. Personas sin escrúpulos ocupan cargos importantes del
Estado escudándose además en la imagen de ser hombres respetables u honorables.
En suma, lo mínimo que se pretende alcanzando un espíritu ético en quienes ocupan cargos
públicos es la adquisición de la responsabilidad para así obtener resultados más efectivos.
3. PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA ACTIVIDAD POLÍTICA.
Indicamos sólo los seis más relevantes y al mismo tiempo, por paradójico que parezca,
reiteradamente violados en los sistemas democráticos.
1°) Principio de la receptividad: Todo político habrá de ser receptivo a las críticas y
quejas de la ciudadanía, formuladas a través de diferentes procedimientos; uno de ellos,
sin duda, los medios de comunicación. Las decisiones de los políticos, para que sean
morales, habrán de tomarse teniendo en cuenta siempre la perspectiva de aquellos que
serán los más afectados. El rechazo directo de las críticas que susciten las decisiones
políticas nos muestra un comportamiento político escasamente receptivo a la voluntad
ciudadana, y, por ende, de dudosa validez moral.
2°) Principio de la trasparencia: Todo político habrá de actuar explicando siempre las
intenciones con las que toma sus decisiones, sacando a la luz pública lo que se pretende
conseguir con ellas, por qué se toman, cómo se van a llevar a término... No han de existir
dobles intenciones en la vida política. Constituye una obligación moral de todo político
decir siempre la verdad a la ciudadanía, no ocultar, tras mensajes ambiguos, intenciones
inconfesables públicamente.
3°) Principio de la dignidad: Todo político habrá de actuar considerando a las personas
implicadas en sus decisiones como fines en sí (Kant) y nunca como meros medios. La
más grave inmoralidad en la que puede incurrir un político consiste en utilizar a las
personas como instrumentos y objetos con los cuales conseguir otros fines, aunque sean
fomentadores del bienestar social. Esta defensa de la dignidad de toda persona, a la que
debe sujetarse cualquier acción política, implica la salvaguarda rigurosa y la promoción
constante de los, derechos humanos, consagrados en las constituciones democráticas.
Argumentaciones y acciones políticas exculpadoras y violadoras de esos derechos, en las
que subyace la legitimidad de servirse de personas (secuestradas, asesinadas, torturadas,
extorsionadas...) para alcanzar otros fines considerados superiores, constituyen
argumentaciones y acciones gravemente inmorales, además de claramente delictivas. Es
este principio moral el que, desde el /cristianismo y la reflexión ética kantiana, mayor
fuerza moralizadora de la práctica política comporta, además de sostenerse en una sólida
base filosófica, que lo convierte en la piedra angular sobre la que se apoya todo el edificio
político-jurídico de nuestra cultura democrática, tal como la enmarca la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
4°) Principio de los fines universales: Todo político habrá de actuar distinguiendo con
suma claridad lo que son intereses personales o partidistas, de lo que constituyen en
verdad fines universales de una comunidad o una nación. Lo cual significa que aquellas
argumentaciones, decisiones o acciones políticas con las que se procura beneficiar, por
ejemplo, electoralmente o económicamente, a un partido político, son inmorales, aunque
no sean por supuesto ilegales; y no digamos si se presentan a la ciudadanía, como suele
suceder, revestidas de un aparente interés general, las que se sabe claramente que son
meras estratagemas para aumentar votos o beneficiar a personas particulares.
5°) Principio de servicialidad: En todo sistema de gobierno hay quienes viven, como
decía Weber, de la política y quienes viven para la política. Los primeros se introducen
en la vida pública y anhelan los cargos políticos como medios para acrecentar sus arcas
particulares; mientras que estos últimos son quienes se entregan a la vida política
como servidores de una causa, ven en el acceso al poder un medio para servir a la
ciudadanía, no muestran apego sospechoso al cargo, y expresan con hechos una
concepción transitoria de la actividad política. Una referencia para medir la altura moral
de un político cabe encontrarla en este espíritu servicial del poder. Por el contrario, una
clara muestra de la inmoralidad política queda patente en todos aquellos que se sirven del
poder para enriquecerse o enriquecer a los suyos.
La ética política, vista desde la vertiente moral inherente a la actividad pública, a nuestro
juicio habrá de centrarse, entre otros, en dos amplios objetivos: Por un lado, en la
búsqueda teórica de variados principios éticos, que emanarán principalmente de la
filosofía moral y política. Desde ellos se ha de ofrecer una concepción integral y
dignificadora de la persona, una justificación y revisión de los derechos humanos, y una
mayor legitimación moral del sistema democrático. Por otro lado, la ética política
también tendrá que ser capaz de considerar con penetración orientadora tales principios,
cotejándolos con las dinámicas de la vida pública, a fin de comprobar si esta se deja o no
valorar por ellos. Con ambos objetivos la ética política podría contribuir modestamente
a la revitalización moral del sistema democrático y, por ende, a una mejor defensa de la
dignidad de la persona, siempre amenazada por la vorágine del poder.
4. FUNDAMENTOS BÁSICOS PARA EL SERVIDOR PÚBLICO
El servidor público es aquella persona que presta sus servicios al Estado o a la administración
pública. Desempeña una función de servicio por lo que es necesario exigirle el estricto
cumplimiento de sus obligaciones, así como el respeto a los derechos e intereses de los
gobernados (Naessen H. 2012 s/p).
La teoría política señala que hay tres cualidades que deben poseer los que han de desempeñar
Cargos públicos: la primera es la “lealtad para la constitución establecida”; la segunda, “capacidad
para las responsabilidades del cargo”, la tercera, “poseer virtud y justicia” (Aristóteles; Política,
Libro V, 1309b).
De los tres requisitos para saber gobernar tal vez la tercera es la más difícil de alcanzar, pues se
requiere un profundo conocimiento, tiempo, voluntad y paciencia
La ética es acción. Es práctica pura. No se estudia ética para quedarse en la abstracción, en el deber
ser. Se aspira a su conocimiento no para ser santo sino para practicar el bien en cada acto. El
político, el verdadero, gobierna para su gente, se aleja de las pasiones y vive con dignidad. Utiliza
el poder como un instrumento para hacer el bien. El hombre apto para dirigir una ciudad consagra,
más que cualquier otro, sus esfuerzos para hacer reinar la virtud. Antiguamente se decía que la
auténtica gloria de un gobernante depende del progreso moral que alcancen sus gobernados.
En la cultura clásica romana, de aquellos que ejercían la política con ética, se decía que tenían
“Decorum”. Que un político tuviera decorum era garantía de ser reservado, discreto, cortés y que
actuaría de manera correcta. Algunos principios que acompañan al político y al funcionario con
decorum son los siguientes:
a) Autoridad. La teoría política enseña que la autoridad es la facultad o potestad que tienen
los gobernantes para mandar mediante tareas que beneficien a los gobernados. Cuando la
autoridad no se entiende como servicio a un bien común dicha acción se corrompe y se
transforma en despotismo. El despotismo es una forma de poder antipolítico. Cuando el
poder va acompañado de autoridad resulta una acción eficaz en orden a procurar el
incremento de bien en aquellos a quienes se dirige.
b) Honor. Entendido como el reconocimiento a las acciones emprendidas que tengan algún
mérito. Busca la estima de los demás. Tiene que ver con las obras buenas que realice un
individuo. Un hombre malo no podría merecer honor, siendo éste el premio a la virtud que
se otorga a las personas con buena fama. El honor es tan importante que algunas personas
hacen de éste su principio en la vida, sin embargo, a pesar de ser una virtud es por pocos
aspirado, pues al parecer “a la mayoría de los hombres les mueve más la avidez de riqueza
que de honores” (Aristóteles; Política, Libro VI, capítulo 4, 1318 b). El honor es una virtud
que deben poseer aquellos elegidos en los cargos públicos. De no ser así, al tratar asuntos
de mucha importancia ocasionarán graves daños al Estado. Si los cargos públicos son
honores del Estado, quien ocupe un cargo público tiene el deber de honrarlo, y la mejor
manera de hacerlo, es emprendiendo obras que sean dignas de elogio. Cuando el principio
de honor lo adquieren los miembros que integran un gobierno, sin duda éstos realizarán
obras que beneficien a todo el Estado, generando a su vez el reconocimiento de ser un
“buen gobierno”.
c) Justicia. La justicia tiene que ver con un bien para otro. Es la práctica de la virtud total
para con otro. A pesar de ser la justicia un bien para el Estado y un elemento importante de
la política, no es fácil ponerla en práctica. En ocasiones, los encargados de ejercerla la
descuidan o la dejan de lado, lo que da origen a que haya muchos agravios sobre todo para
los más débiles. El hecho de que se omita tiene un precio: el sufrimiento humano. Los
sufrimientos vienen en distintas formas: pobreza, desempleo, hambre, dolor, muerte. Pero
lo peor es que estos sufrimientos se perpetúan y crecen. El observar tanto dolor en los
gobernados habla de la impotencia de los gobernantes del olvido que han hecho de la
justicia. Conviene recordar la frase de San Agustín “Sin la justicia qué son los reinos sino
unos grandes latrocinios.”
d) Libertad. El hombre libre es aquel que puede gobernarse por sí mismo y es capaz de
dominar sus apetitos y pasiones por medio de la razón. Y esto no lo hace por reprimirse
sino porque ha pasado a un nuevo nivel de conciencia. La libertad va acompañada de ciertos
elementos, implica cierta sabiduría, poseer algunos conocimientos, tener educación.
Respecto a la libertad de los pueblos, la teoría política sostiene que hay dos condiciones
para que un Estado sea llamado como tal, estas son: “riqueza y libertad” (Aristóteles,
Política, Libro III, capítulo 12, 1283 a). La riqueza proporciona la autosuficiencia, la
libertad concede la soberanía, autonomía e independencia. Es responsabilidad de los
representantes del Estado evitar que el pueblo caiga en la esclavitud. Si un gobierno
esclaviza a su propia comunidad es un gobierno tirano. Cuando se gobierna un pueblo se
pretende, no que éste viva como esclavo, sino que sea libre.
e) Prudencia. Es una disposición de la acción que va acompañada de una deliberación con
respecto a lo que puede ser benéfico o nocivo para el hombre. La prudencia se enfoca a los
casos particulares, se manifiesta en el saber, en la experiencia y en la capacidad de obrar.
Se basa en el principio racional el cual reflexiona y elige lo que es mejor para
posteriormente manifestarlo en la práctica. El hombre prudente tiene la capacidad para
decidir convenientemente asesorado por el principio de la recta razón. “Es prudente no
aquel que tan sólo posee la norma recta de conducta, sino que también obra asesorado por
un principio racional, por lo que considera ser lo mejor... al hombre prudente le
corresponde llevar a la obra lo que es recto” (Aristóteles, Gran ética, p. 158-159)
EFICACIA: Capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera, hacer las cosas correctas",
es decir; las actividades de trabajo con las que la organización alcanza sus objetivos, actividad,
fuerza y poder para el actuar de todo servidor público, observando siempre la mejor opción
para aplicar los recursos del pueblo, en virtud de su precariedad para hacerlos rendir, cuidarlos,
vigilarlos y optimizarlos. Entenderla como la acción cumplida oportuna y ajustada cabalmente
al propósito, en cada ámbito específico en aras de cumplir con las funciones de la forma más
óptima y en el menor tiempo posible. Implica una capacidad de repuesta en la función acorde
con la responsabilidad social que se tiene
LEALTAD: Acto de adhesión intelectual del servidor público hacia las actividades que le son
encomendadas para alcanzar los objetivos de la institución. Adhesión por convicción que
requiere tener el servidor público para con la institución en la que colabora.