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CATENARIA - Gestión del Conocimiento

E D I C I Ó N – No. 1 8 - S E P T I E M B R E - 2 0 0 7

¿QUIÉN QUIERE SER PROFESOR?


Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl

La última semana de septiembre tuve la suerte de asistir a la magnífica conferencia “El lenguaje de la
Innovación” impartida por José Luís Larrea, Presidente de Ibermática, una de las principales
empresas españolas de Tecnología y Conocimiento, como le gusta denominarse. Que el principal
ejecutivo de una empresa de TICs (que años atrás fue Consejero de Economía y Hacienda del
Gobierno Vasco), hable apasionadamente durante 1:30 horas de Innovación y de Conocimiento sin
dedicar un solo minuto a la tecnología, el mercado o los beneficios, demuestra que todavía hay
esperanza y no todo está perdido. Hay 3 cosas que señaló José Luis muy apropiadas para esta
columna: La primera es que para innovar, hay que ver la vida “con los ojos de un niño”. La segunda
es que uno de sus objetivos es que todos los gerentes de su empresa hagan clase en la universidad
ya que la mejor manera de aprender es cuando tienes que enseñar a otros. La tercera es que el juego
es una magnífica forma de aprender porque en un corto espacio de tiempo permite condensar
muchas de las experiencias (muchas de ellas irracionales) que ocurren en la dinámica habitual de
una empresa y extraer valiosísimas conclusiones. De hecho narró con entusiasmo la gran cantidad de
enseñanzas que se pueden extraer observando a un equipo de baloncesto. Precisamente, durante
muchos años, yo jugué a baloncesto de forma más o menos seria y siempre he reconocido todas las
competencias que aprendí sobre la cancha que ni el colegio ni la universidad fueron capaces de
enseñarme: Trabajo en equipo, liderazgo (sobre todo si eres entrenador), comunicación, resolución
de problemas y conflictos, toma de decisiones, estrategia, perseverancia, motivación, compromiso,
manejo de la frustración,… ¿Cómo aborda el colegio o la universidad estas competencias? ¿Podría
un profesor enseñármelas?

Todo esto me lleva a reflexionar sobre qué ocurre para que los adultos deseen volver a mirar la vida
como los niños o para que quieran jugar en lugar de tomarse la vida tan en serio ¿Qué pasa con la
Educación? ¿Qué podemos aprender de los niños? ¿Qué sucede en el colegio para que el niño
pierda cosas tan valiosas? Y en concreto ¿Qué influencia tienen los profesores en este proceso? La
vida no es sueño, como decía Calderón de la Barca, la vida es juego. Desde que nacemos hasta que
entramos al colegio, el juego se convierte en nuestra principal y casi única estrategia de aprendizaje,
en la manera a través de la que vamos aprendiendo habilidades y competencias de alta complejidad
como andar, hablar o leer. Sin embargo llega el colegio, el mundo cambia, el juego solo aparece
fugazmente durante los recreos y los niños miran el reloj impacientes, sin poder aguantar las ganas
de que termine la clase para salir a jugar con sus amigos. Y ya como adultos, el juego sigue formando
parte importantísima de muchas de las cosas que nos apasionan, entre ellas el deporte.

Esta misma semana, un par de anécdotas me llamaron mucho la atención. Una compañera de trabajo
me confesaba esta frase que su hijo, matriculado en un prestigioso colegio privado, le espetó días
atrás: “No quiero ir al colegio, no aprendo nada, aprendo más viendo en la televisión el Discovery
Channel”. Excepto en el colegio, ya no existe ningún ámbito donde los clientes vayan obligados a
recibir un servicio que no han solicitado, no quieren y sobre el que apenas pueden opinar.
Charlando sobre qué aprendimos en el colegio, un alto directivo me comentaba que durante su etapa
escolar, debió cambiar de colegio 5 veces y lo más valioso que rescata de esa época fue que tuvo
que aprender constantemente a adaptarse a nuevos entornos, hacer relaciones, socializar y salir
adelante cada 2 años.

En este número del newsletter, y en el siguiente, mi intención es hacer un breve análisis sobre cómo
ha ido evolucionando la percepción del rol de los profesores por parte de la sociedad, desde el
Pasado, la situación del Presente y lo que nos espera en el Futuro.

La mayoría de las personas que conozco que estudiaron para ser profesor, se dedican actualmente a
actividades que no tienen nada que ver con hacer clase frente a un grupo de niños. Las razones son
múltiples: La vocación de enseñar se va frustrando al enfrentar cada año los mismos rituales: niños
desmotivados, asignaturas monótonas y desactualizadas, padres poco comprometidos,
administración hostil, escaso reconocimiento social… Por si fuera poco, el sueldo de un profesor roza
en muchas ocasiones lo miserable y ya sabemos que no sólo de pan vive el hombre.

He conversado con algunos profesores para conocer de primera fuente cómo ven ellos mismos su
profesión, si se sienten valorados y disfrutan haciendo su trabajo. He preguntado a algunos jóvenes
cuál es la profesión que pretenden ejercer en el futuro y los resultados son lapidarios; ninguno
manifiesta el más mínimo interés por ser profesor.

El Pasado
Tiempo atrás, era común escuchar que las personas más importantes de un pueblo eran: El Alcalde
(poder político), el Cura (poder divino), el Policía (poder militar), el Médico (poder del conocimiento
“mágico”) y el Profesor (poder del conocimiento intelectual). El profesor era una figura respetada ya
que poseía algo que casi nadie tenía al acumular un saber enciclopédico: conocimiento. Un profesor
era una persona de prestigio y evidentemente, dentro del aula decidía sobre el destino de los alumnos
lo que le otorgaba un poder absoluto.

Nadie discutía que existía un cuerpo de conocimientos (currículum) que había que aprender, la
función del profesor era enseñarlos y la del alumno era estudiarlos y la forma de verificar si eso
estaba ocurriendo eran los exámenes. Todos los niños estudiaban exactamente las mismas
asignaturas, al mismo ritmo y la escuela tenía sospechosas similitudes con una fábrica (en este caso
de producción de seres humanos, todos iguales). La autoridad era posiblemente la principal
característica de esa época. Si en una fábrica, los jefes pensaban y ordenaban qué hacer y los
obreros ejecutaban el trabajo, el aula reproducía esa realidad a su imagen y semejanza con el
profesor mandando y los alumnos obedeciendo.

Existía un círculo vicioso formado por clases con un mínimo de 30 alumnos que giraban alrededor de
un profesor que impartía “clases magistrales” que no eran otra cosa que monólogos donde los niños
sólo hablaban cuando se les preguntaba (y trataban de usted al profesor). La educación era una
competición donde unos ganaban y otros perdían lo que es un veneno mortal porque obliga a que
todo se organice alrededor de las notas. Desde luego, no se premiaba el pensamiento original, la
innovación ni se motivaba a conocer más y menos aún a aprender de si mismo.

Que la educación tenía graves problemas fue algo denunciado con vehemencia por personajes poco
sospechosos de hablar a la ligera como Platón, Kant, Montaigne, Locke, Dewey, Descartes o Einstein
pero quizás esta sea la frase más contundente “Estoy seguro que la razón por la que surgen tantos
idiotas de nuestras escuelas es porque no tienen ningún tipo de contacto con nada útil para la vida
diaria” atribuida a Petronio en el año… ¡¡66 antes de Cristo!!

Para ejemplificar esta realidad, les regalo una exquisita historia medieval que mi compañero de
newsletter y maestro Roger Schank escribió hace algunos años:

“érase una vez un reino invadido por dragones: Sus habitantes estaban aterrorizados y para poner
remedio a esta desesperante situación, decidieron diseñar un nuevo currículo académico y preparar a
sus mejores jóvenes para combatirlos. La mejor Universidad del país fue la encargada de entrenar a
los jóvenes guerreros en el arte de matar dragones. La Universidad seleccionada contaba con un
claustro de profesores con amplios conocimientos sobre multitud de aspectos que serían muy útiles
para los futuros cazadores de dragones. Así que el claustro se reunió y formó un comité responsable
del diseño del curriculum de un Master en Caza de Dragones (MCD). Este comité estaba compuesto
por los profesores mas sabios de la Universidad y por tanto incluía profesores del área de Ciencias y
del área de Letras. Había también representación del mundo de las Leyes y el Derecho, de Economía
y Administración de Empresas y de Medicina. Por supuesto, no podía faltar la facultad de Ingeniería y
la de Humanidades. De un grupo tan erudito, formado por los mejores y mas brillantes, solo podía
esperarse lo mejor a la hora de instruir a aquellos que quisieran aprender a matar dragones.

En la reunión de planificación del currículum, todos estuvieron de acuerdo en que cada una de las
facultades y cada profesor tenían algo importante que aportar. Los profesores de la facultad de
Economía y Administración de Empresas manifestaron su preocupación respecto de la necesidad que
futuros cazadores de dragones comprendieran cómo financiar una expedición de caza de dragones,
además supiesen lo importante de escribir un buen plan de negocios para comercializar a posteriori la
historia y lecciones derivadas de tan exitosa misión. Incluso se planteó el porcentaje que le debiera
corresponder a la Universidad de los derechos exclusivos para llevar las experiencias adquiridas a un
libro y al cine. La Facultad de Ingeniería quería estar segura que los estudiantes-guerreros supieran:
interpretar mapas, construir puentes (cuando fuera necesario) y disparar proyectiles. La Facultad de
Humanidades, por su parte, era consciente de que resulta viable razonar con los dragones, y propuso
un curso para aprender a hablar Dragonés y Cómo Negociar con Dragones. La Facultad de Derecho
se ocupaba de todo lo relacionado con los derechos de los dragones y las potenciales demandas y
querellas, por lo que sugirió un curso de Introducción al Derecho para los nóveles guerreros. La
Facultad de Artes quería asegurarse que el gran público fuese capaz de conocer cómo eran los
dragones en realidad, por lo que propuso sendos cursos de fotografía y dibujo. La Facultad de
Ciencias deseaba aprender sobre los hábitos y la historia evolutiva de los dragones, por lo que
propuso un curso básico de biología y evolución para los estudiantes del Master. La Facultad de
Medicina estaba preocupada por que los estudiantes no supieran, llegado el momento decisivo, cómo
matar un dragón, lo que era perfectamente posible si no eran capaces de entender la constitución
física de los dragones, por lo que un curso de anatomía era imprescindible.

Como ya hemos mencionado, esta Universidad era la más prestigiosa en la Tierra.


Consecuentemente, sus académicos estaban muy ocupados trabajando en Proyectos de
Investigación financiados con fondos públicos y gubernamentales y además viajando por el mundo
dictando conferencias o trabajando como consultores y asesores de empresas y ONGs. En realidad,
enseñar no era una tarea que les gustase demasiado y odiaban tener que desarrollar nuevos cursos
ya que significaba mucho tiempo y esfuerzo. Estaban dispuestos a crear algunos cursos nuevos, pero
la verdad, los cursos de postgrado para Master nunca fueron una prioridad. Por tanto, decidieron
escoger cursos del currículum existente que pudieran ser útiles para los futuros cazadores de
dragones. De ésta forma los estudiantes obtendrían una educación general amplia y global que les
sirviese adecuadamente. Cuando terminaron, este fue el Currículum que diseñaron:

Primer Semestre:
Introducción al Dragonés
Conceptos Legales Básicos
Introducción a la Fotografía
Introducción a la Anatomía
Fuerza y Materiales

Segundo Semestre:
Introducción al Dragonés II
Libertades Civiles y Derechos Animales
Introducción al Dibujo
Anatomía de los Dragones
Física de los proyectiles

Todos estuvieron de acuerdo que sin duda habían creado un magnífico currículum, pero resultaba
difícil cubrir todo lo necesario en un Master de un año, por lo que decidieron ampliar el Master en
Caza de Dragones a un programa de dos años. Este fue el currículum que acordaron para el segundo
año:

Tercer Semestre:
Negociación Básica
Historia Militar
Introducción a la ética
Biología Evolutiva
Introducción a la Cartografía

Cuarto Semestre:
Introducción a la Ciencia Política
Marketing Básico
Finanzas Básicas
Introducción a la Informática
Logística
Todo el claustro de profesores, los académicos miembros del comité y los asesores consultados
acordaron que el MCD contaba con un excelente currículo, completo y bien equilibrado y cubría todo
lo que un estudiante necesitaría saber. Se reclutó un grupo de veinte estudiantes para el MCD
quienes se graduaron al cabo de dos años, la mayor parte de ellos con muy buenas calificaciones.
Los jóvenes entusiastas, al día siguiente de la ceremonia de graduación se lanzaron a la aventura de
combatir a los dragones.

Tres de ellos fueron incapaces de recaudar fondos para financiar su expedición y tuvieron que
dedicarse a otras actividades. Otros cinco de los restantes formaron un equipo de cazadores de
dragones, pero tuvieron muchos problemas de convivencia y les resultó muy difícil trabajar juntos.
Uno de los integrantes del equipo mató a un compañero y los tres restantes le mataron a él. Luego,
huyeron y nunca mas volvió a saberse de ellos (hoy se encuentran prófugos y buscados por la
INTERPOL.)

Los restantes doce fueron más exitosos. Formaron tres equipos de cuatro, bien financiados y donde
las relaciones eran buenas y reinaba el espíritu de trabajo en equipo. Desafortunadamente, el primero
de estos equipos nunca pudo encontrar un dragón al que matar, pese a que dedicaron mucho tiempo
a su búsqueda.

Finalmente, crearon una compañía que se dedica a entrenar y formar cazadores de Dragones.

El segundo equipo efectivamente encontró un dragón. Desgraciadamente, eso ocurrió por que el
Dragón les encontró a ellos primero. Trataron de razonar con la bestia, pero sólo uno de ellos pudo
recordar suficiente Dragonés como para hacerse a entender (ya que había pasado más de un año
desde el curso de Introducción al Dragonés). Sin embargo, el graduado que hablaba Dragonés fluido,
era el único que no superó el curso de Negociación. Logró enojar enormemente al Dragón al exigirle
insistentemente y de malas maneras que no echase fuego mientras negociaban. El Dragón se comió
a los cuatro miembros del equipo.

El tercer equipo también encontró al Dragón y lo combatió. Desgraciadamente, nunca antes habían
tratado de luchar con un Dragón y la bestia resultó ser mucho más rápida y con una llama mucho más
caliente de lo que ninguno de ellos hubiese imaginado. El Dragón persiguió a uno de los miembros
del equipo, lo capturó y lo lanzó por un precipicio, luego procedió a fundir primero las armas y luego el
cuerpo del segundo miembro del equipo. Los otros integrantes no tenían idea de cómo entablar un
combate siendo sólo dos (sus tácticas siempre consideraban un equipo de cuatro), por lo que
negociaron su rendición: Actualmente manejan las relaciones públicas del Dragón.

Esta fábula ofrece muchas conclusiones, mis 2 favoritas son:


Para enseñar a otros a cazar dragones, primero tienes que saber cazarlos tú. Ningún miembro del
claustro de profesores cumplía con este “simple” requerimiento.

¿Dónde estaba el Dragón durante el Master? Los alumnos nunca tuvieron ocasión de enfrentar a un
dragón real a lo largo de los 2 años. Curioso, ¿no es cierto?

Me tomé la molestia de analizar el currículum del año 2007 de la carrera de Derecho de la misma
universidad en que yo estudié y al igual que ocurrió hace casi 20 años, no encontré rastro de
dragones por ninguna parte. No debiésemos olvidar el proverbio Zen que dice “El propósito de
aprender es poner en práctica lo aprendido”

Imaginad que por un momento nos transportásemos en un viaje hacia el pasado y aterrizásemos en
la Edad Media. ¿En qué podríamos trabajar?¿De qué nos servirían los múltiples conocimientos que
tenemos hoy? ¿Y si una persona de la Edad Media llegase a nuestro mundo del 2007, qué podría
hacer? Para hacer cualquier cosa, necesitamos saber y para saber hay que aprender pero sobre
todo, cosas útiles.

Un periódico de negocios publicaba una estadística que indicaba que un Directivo que se cambia de
empresa tarda alrededor de 1 año en aportar valor a su nueva empresa. Los que contratamos jóvenes
recién salidos de la universidad, sabemos que tendremos que esperar unos 2 años hasta que
empiezan a ser productivos ya que desconocen las tareas más elementales del mundo laboral:
apenas saben gestionar a un cliente, preparar propuestas comerciales, innovar la oferta de servicios o
productos de su empresa, negociar con un proveedor, gestionar un proyecto, liderar un equipo de
trabajo, dirigir una reunión, etc. Sabiendo que lo que les espera al terminar la dilatada vida estudiantil
es simbólicamente “jugar al fútbol”, cuando llegan el primer día a trabajar confiesan que nunca antes
habían visto ni jugado con una pelota. La culpa no es suya, el problema es que sus profesores solo
les pueden enseñar a ser… profesores pero difícilmente a adquirir las habilidades que requieren las
empresas por 3 razones:
El currículum no contempla aprender este tipo de “competencias”
Aunque el currículum las incluyese, la mayoría de profesores no las dominan
Aquellos pocos que las dominan, no saben cómo enseñar a otros para que las aprendan

Parece mentira que nadie asuma la responsabilidad de modificar drásticamente el currículum escolar
y universitario que representa un mundo que ya dejó de existir. Nadie se atreve a denunciar que el
90% de las Matemáticas o la Historia que se enseña no sirven de nada al 90% de las personas (que
además hoy no las pueden recordar) mientras que nadie puede prosperar en la vida sin saber cómo
Colaborar y Trabajar con otros o sin saber Vender.

Hoy, entrar en un aula no significa dar un paso hacia el futuro más bien hacia el pasado. Mientras un
profesor decida tu futuro, no se verá a sí mismo como proveedor de un servicio. Sin embargo, soy
optimista, vienen tiempos mucho mejores, sobre todo para los profesores y para sus alumnos.

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