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-Al principio no hice nada, porque estamos acostumbrados a ver parejas que
discuten y después se calman o alguno de los dos se va y listo– dice casi como
una declaración de principios uno de los mozos de Plaza del Carmen, el bar
restaurante de Rivadavia y avenida La Plata, que prefiere la reserva de su nombre.
El sábado, cerca de las 16, Gabriela Alejandra Parra entró al local ajena a las pujas
de los que trabajan allí por ver Fútbol para Todos o Pasión de Sábado. Ni siquiera
se percató de “La vida en vivo”, el slogan sugerente en la pantalla de un canal de
aire.
***
El sábado, la subeditora de la revista Anfibia, Marcela Dato, tenía que comprar una
bombita en la ferretería de Chaco y avenida La Plata. Iba relajada, con tiempo para
mirar ropa y pasar después por Plaza Del Carmen. Quería comprar medialunas,
pero cuando le faltaban veinte metros para llegar a la puerta, empezó a ver a
hombres y mujeres con las caras desencajadas, huyendo.
–Se caían, se agarraban de la cabeza, los más chiquitos lloraban abrazados a sus
madres. Era una locura. Nunca había visto algo igual.
Marcela vive a tres cuadras de esa confitería y piensa que el cruce de avenida La
Plata y Rivadavia siempre late como una bomba de tiempo, como que algo va a
suceder en cualquier momento. El colegio, el local de comidas rápidas enfrente,
las veredas sucias, los pibes tirados en la calle, los manteros. Una zona de muchos
robos y de tránsito intenso: avenida La Plata llega hasta Pompeya, suficiente para
que la atraviesen unas cinco líneas de colectivo más la estación Río de Janeiro, del
subte A.
***
El mozo que no quiere decir su nombre cuenta que cuando Parra se paró para irse,
Bajeneta tomó el abrigo como para ayudarla a ponérselo y al tenerla cerca empezó
a atacarla. Al verlo, asegura que se mandó porque creyó que le pegaba, pero al
acercarse vio que la estaba acuchillando. Parra quedó en el suelo y su agresor
quiso escaparse entre la gente que gritaba y corría. Sólo un hombre intentó
frenarlo. Le dio un sillazo que rompió la vidriera de la esquina.
Según comentarios de los pocos que no se movieron del lugar, un cliente forcejeó
para detener a Bajeneta, que no fue una silla sino una mesa la que reventó los
vidrios, que el asesino saltó el ventanal y corriendo cruzó Rivadavia. Mientras, se
acuchillaba. En el zaguán del comercio Cavallino. Ropa para damas, uno de los
más tradicionales de la zona, se desplomó.
***
“Disculpen las molestias. Nos están matando”, decía el cartel. El sábado, a una
semana del crimen, un grupo de mujeres autoconvocadas intervinieron el espacio
público donde el acto de morir asesinada pudo convivir junto a la fila para entrar al
cine de mitad de cuadra. Artistas jóvenes, performers y activistas decidieron salir.
“Por tercera vez, a denunciar la violencia de género que se cobra nuevas víctimas
fatales cada 30 horas. No nos vamos a quedar calladas. Tocan a una y
respondemos todas”, advertía su convocatoria.
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Roxana Sandá
CRONISTA
Silvia Gabarrot
FOTOGRAFO
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Martes 13 junio de 2017 ® Todos los derechos reservados. Anfibia - Crónicas y Relatos de no ficción.