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Universidad Da Vinci de Guatemala

Facultad de Ciencias Jurídicas, Sociales y Relaciones Internacionales

Programa: Doctorado en Derecho Constitucional

Sede: Ciudad de Guatemala

Curso: Análisis de Genero


Lic. Francisco Antonio Monterroso
Catedrático: Magali Quintana
2018
Introducción

Ya son décadas en las cuales se ha dado el reconocimiento y consagración de los


derechos de la mujer (es); ha constituido una de las reivindicaciones de las
democráticas actuales más importantes. Se trata de la afirmación de aquellos
derechos en todos los ámbitos de la vida social; se trata, por tanto, no solo de la
igualdad jurídica entre hombres y mujeres, sino de construir una sociedad en la
que las relaciones entre ambos géneros, en las diferentes actividades sociales,
políticas, económicas, laborales, agrarias, etc., sean equitativas.

Un contexto privilegiado para el estudio e incorporación de ese reconocimiento y


afirmación es, sin duda el ámbito constitucional, sea desde la óptica tradicional del
pacto social o desde el enfoque de una reingeniería constitucional, parece
evidente que la mayor o menor vigencia real de la equidad de género estará
también condicionada por la forma cómo se inserta en el argumento constitucional.
Esta aseveración, no implica caer en una visión jurista de la discriminación social
en función del sexo, debido a que tiene otros contextos como las económicas,
políticas y culturales que, históricamente, han configurado una relación de poder
entre hombres y mujeres que implica inequidad entre unos y otras.

Planteado así el problema y despejado cualesquier maniqueísmo legalista, no


puede negarse, por cierto, que la forma cómo se incorpore el tema de género en la
“Ley Fundamental” propiciará el surgimiento de determinadas condiciones
jurídicas para su posterior procesamiento en las leyes secundarias y
reglamentarias, las que, a su turno, configurarán el escenario operativo, en la
aplicación práctica, de las acciones sociales en procura de la igualdad efectiva
entre hombres y mujeres. No cabe duda, el análisis del tratamiento que la
constitución hace de esta materia es de suma importancia. Y lo es todavía más en
momentos en que se debate una reforma constitucional.
Dada la importancia que el enfoque de género adquiere cuando se ubica en el
marco de las constitucionales, la cuestión de género pasa a primer plano, por lo
que al menos habrán dos razones útiles: una es cualificar nuestra visión del tema
aprovechando las experiencias ajenas y, otra será evaluar alternativas de
redacción del texto constitucional que ayuden a elaborar una versión acorde al
grado de maduración social y en nuestra realidad.

La investigación debería expresar una “taxonomía” constitucional y otra a focalizar


las partes del texto en las que el enfoque de género se torna especialmente
sensible.

Dada la amplitud de temas que forman parte de las definiciones constitucionales,


se decidió, como precisión metodológica, prestar atención al tratamiento que la
constitución hace de la igualdad de género en cuatro materias, consideradas
esenciales: en el ámbito de los derechos fundamentales tomando en
consideración los regímenes familiar, laboral y agrario, considerando que el tema
no se agota ahí la cuestión de género en el derecho constitucional, pero es
indudable que esas materias definen lo esencial o la vida misma; la dimensión
familiar; el trabajo y las condiciones de subsistencia de las personas y el acceso a
la tierra.

No solo la Constitución de Guatemala, así como las constituciones políticas de


Costa Rica, España, Honduras, Panamá y República Dominicana utilizan fórmulas
como las siguientes: “Todo hombre es igual ante la ley...” (Costa Rica, 33) ,2
“Todos los hombres nacen libres e iguales en derechos. Se declara punible toda
discriminación por motivo de sexo, raza, clase y cualquier otra lesiva a la dignidad
humana”. (Honduras, 60), “La ley es igual para todos”

El artículo 2 constitucional, establece que es deber del Estado de Guatemala


garantizar los habitantes de la república, la vida, la libertad, la justicia, la
seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.

En estas formulaciones la igualdad de género se ubica en un plano abstracto, en


el que se invisibiliza a la mujer. El concepto de hombre o persona impropiamente
se expande hasta hacerse sinónimo de humanidad, dentro del cual se subsume a
la mujer. En última instancia, esta operación semántica no es sino la expresión de
la discriminación en el terreno del lenguaje. Con normas constitucionales de esta
clase, las prácticas sociales discriminatorias en contra de las mujeres pocos frenos
jurídicos, o ninguno, enfrentarán a su paso.

Aspecto que se hace relevante en el artículo 3 constitucional en el cual se


establece que, El Estado garantiza y protege la vida humana desde su
concepción, así como la integridad y seguridad de la persona.

Indudablemente en un plano de abstracción el concepto de persona se traduce a


hombres y mujeres como seres humanos, personas y habitantes de un país. La
invisibilidad abarca a ambos géneros, produciéndose un reconocimiento implícito
de la igualdad. Aspecto que puede traducirse en que todas las personas son
iguales ante la ley para el goce de los derechos no podrán establecerse
restricciones que se basen en diferencias de nacionalidad, raza, sexo (genero) o
religión.

Las constituciones de Chile, Colombia, Brasil, Paraguay, México, Nicaragua,


Guatemala, Alemania y de Cuba contienen textos en los que se consagra
explícitamente la igualdad de género.

Este tipo de enfoque se expresa en normas como “La mujer y el hombre tienen
iguales derechos y oportunidades…” (Colombia, 43) o “El varón y la mujer son
iguales ante la ley” (México, 4).

El hombre y la mujer tienen iguales derechos civiles, políticos, sociales,


económicos y culturales” (Paraguay, 48). Con ligeras variantes se encontrarán
otras normas en Brasil (5. I), Guatemala (4), Alemania (3) y Cuba (44).

En el caso de Francia, la constitución de 1958 no legisla sobre el tema que nos


ocupa. No obstante, en el Preámbulo de 1946 se consagra la igualdad de género
cuando establece que “La ley garantiza a la mujer, en todos los dominios,
derechos iguales al hombre”.
No cabe duda, en este grupo de países la igualdad de género alcanza una
consagración formal en las normas constitucionales.

Por su parte el artículo 47 constitucional, establece que, el Estado garantiza la


protección social, económica y jurídica de la familia, promoverá su organización
sobre la base legal del matrimonio, la igualdad de derechos entre cónyuges, la
paternidad responsable y el derecho de las personas el elegir libremente el
número y esparcimiento de sus hijos.

En el artículo se establece una predominancia del género masculino en la


gramática castellana la cual se basa en reglas ortodoxas de la Academia de la
Lengua. Y donde se establece una forma de desarrollar el enfoque de género,
debido a que se generaliza la expresión cónyuges, debiendo expresar el hombre y
mujer, el enfoque de género en materia familiar debería tener más signos
alentadores parece mostrar la equidad de género. De hecho no existe un solo
caso en el que el enfoque constitucional pueda ser catalogado como abstracto,
aunque resulta conveniente dejar dicho que esto puede deberse más a la
imposibilidad de invisibilizar a la mujer en un escenario en el que ineludiblemente
debe hablarse de ambos géneros que a una vocación irrefrenablemente igualitaria.

Si bien no existe un tratamiento masculino, sin embargo, el artículo 53 que se


refiere a la maternidad lo regula en que la maternidad tiene la protección del
estado, el que velará en forma especial por el estricto cumplimiento de los
derechos y obligaciones que de ella se deriven

Este tipo de redacción en las constituciones debe tener mayor cuidado al


momento de construir las oraciones, ya que, de no hacerlo, podrían generarse
situaciones complicadas a la hora de aplicarse en la práctica de los textos legales
ordinarios.

La constitución de Guatemala, así como la de Chile, Perú, Uruguay y Alemania se


limita a legislar sobre la protección estatal de la familia y al matrimonio. La
protección se particulariza en los niños, la madre y los ancianos como los
miembros de la familia en situación de riesgo. Al establecer esta protección a favor
de la madre, indirectamente, de manera implícita, se está estableciendo también
un régimen de superación de la inequidad entre el hombre y la mujer. Las formas
utilizadas son las siguientes:

Está claro, en todo caso, que familia y mujer no son sinónimos. Y que una cosa es
proteger a la madre por la función reproductora dentro de la célula familiar y otra
muy distinta es ubicar en planos equivalentes a la mujer -en sí y por sí misma- y al
hombre.

Varios países decidieron dar un paso adelante, avanzando de la protección en


favor de la madre a la consagración de la igualdad entre ambos géneros dentro de
la familia. Aquí la mujer vale por sí misma y no por su función reproductora,
aunque en esta condición no deja de protegérsela. La equidad de género se
delinea, al menos formalmente, en los dos planos: en la relación hombre-mujer y
en la función biológica de madre.

El enfoque de género en materia laboral, en este tema la constitución tiene


normas que reconocen en forma abstracta la igualdad laboral de género; cuando,
si bien se implica al género femenino en la disposición legal, al utilizarse en la
redacción únicamente o preponderantemente el masculino, se invisibiliza a la
mujer, se subsume a ésta en lo masculino, debido a que el artículo 104
constitucional establece que, el trabajo es un derecho de la persona y una
obligación social , el régimen social se organiza conforme a principios de justicia
social. El artículo nuevamente invisibiliza a la mujer pero que, no obstante, en sus
alcances la involucran. Además de la utilización de un lenguaje neutro, sin carga
de uno u otro género, la redacción aparece asociada a la prohibición de cualquier
discriminación por razón de sexo. Debido a ello la igualdad de género se visualiza
con mayor objetividad que en el caso anterior.

La consagración explícita de la igualdad laboral de género -que debería traducirse


en la práctica en igualdad de oportunidades para mujeres y hombres- se produce
cuando el texto constitucional disponiendo que unas y otros deben merecer el
mismo trato.
Ecuador, Brasil, Paraguay, Venezuela, Cuba, y Guatemala poseen constituciones
con esta orientación.

Por otro lado el enfoque de género en materia agraria, se traduce en un nuevo


criterio de diferenciación: la presencia o ausencia de un régimen agrario especial
en la estructura de las constituciones. Esta separación resulta útil porque, como
regla general, son los países en los que se produjeron reformas agrarias y/o
grandes movimientos sociales campesinos en los que esa rica experiencia se
tradujo en regímenes agrarios especiales como parte de la sistemática
constitucional interna. Los hechos sociales, en definitiva, son los que determinan
mayor riqueza normativa. Debe recordarse, además, que en la mayoría de estos
casos, junto al régimen agrario o dentro de él, se encuentran asimismo normas
particulares destinadas a las comunidades y pueblos indígenas.

Existe una razón adicional que recomienda prestar mayor atención a las
constituciones políticas con regímenes agrarios especiales, especialmente a
aquellas que reconocen a las poblaciones indígenas pautas de organización social
y de administración y distribución de la tierra propias: en esos países la mujer
indígena enfrenta, además de las discriminaciones comunes soportadas con las
mujeres urbanas o de adscripción étnica occidental, las que le impone la
comunidad indígena tradicional, entre las que sobresalen las severas restricciones
que le impiden a la mujer viuda o “divorciada” acceder a la tierra con plenitud de
derechos. Se trata entonces de detectar si los regímenes agrarios especiales
ayudan a modificar el contenido de género de las constituciones.

Las Constituciones con régimen agrario especial son dentro de las que se
encuentran las de Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela, Panamá,
Honduras, Nicaragua, Guatemala, México, República Dominicana y Cuba.

Estas 13 constituciones con capítulos agrarios especializados pueden


diferenciarse en dos subgrupos: a)- once legislan sobre comunidades indígenas y
régimen agrario haciendo abstracción de la cuestión de género (Bolivia, Perú,
Ecuador, Venezuela, Panamá, Honduras, Nicaragua, Cuba, México, R.
Dominicana y Guatemala) y b)- solo dos abordan la temática consagrando
explícitamente la igualdad entre hombres y mujeres (Brasil y Paraguay).

En el primer subgrupo se ubican los textos constitucionales que se limitan a


institucionalizar la reforma agraria o a reconocer y proteger a las comunidades
indígenas y a sus modalidades tradicionales de organización social, incluidos los
mecanismos de administración y distribución de la tierra, sin pronunciarse sobre la
situación de la mujer y, menos, sobre la igualdad de género.

En varios de estos países es tan abstracto el contenido de las normas agrarias o


pro-indígenas que, lejos de proteger a las mujeres, terminan consagrando su
discriminación. En todo caso, la generalidad en la que se mueven esas
disposiciones no permite vislumbrar la situación de la mujer en la comunidad. Ese
parece ser el caso de los siguientes mandatos constitucionales:

Artículo 89. Las Comunidades Campesinas y las nativas tienen existencia legal y
son personas jurídicas. Son autónomas en su organización, en el trabajo comunal
y en el uso y la libre disposición de sus tierras…. (Perú)

La misma concepción denotan las Cartas Fundamentales de México (27. VII y


XVII), Ecuador (84), Guatemala (66 y 67), Bolivia (171), Panamá (118 y ss),
Honduras (345), Cuba (19 y 20) y Nicaragua (89).

El texto del artículo 66 constitucional guatemalteca establecer que, Guatemala


está formada por diversos grupos étnicos entre los que figuran los grupos
indígenas de ascendencia maya, el estado reconoce, respeta y promueve sus
formas de vida, costumbres, tradiciones, formas de organización social, uso del
traje indígena entre hombres y mujeres, idiomas y dialectos.

El artículo 67 establece que, las tierras de las cooperativas, comunidades


indígenas o cualesquiera otras formas de tenencia comunal o colectiva de
propiedad agraria, así como el patrimonio familiar y vivienda popular, gozan de
protección especial del Estado, de asistencia crediticia y de técnica preferencia,
que garantice su posesión y desarrollo, a fin de asegurar a todos los habitantes
una mejor calidad de vida.
Por su parte el artículo 68 constitucional establece que, mediante programas
especiales y legislación adecuada, el Estado proveerá de tierras estatales a las
comunidades indígenas que las necesiten para su desarrollo.

El hecho es que tanto nuestra constitución como de otros países, desplieguen


enfoques abstractos de la cuestión de género, parece mostrar que la existencia
del régimen constitucional agrario-indígena por sí solo no evita textos
predominantemente masculinos. Lo que podría estar mostrando que la realización
de una reforma agraria no necesariamente implica solución o avances en la lucha
contra la discriminación de género; conclusión esta extraída, conviene recordarlo,
sólo desde los textos constitucionales.

El balance final sobre la constitución vigente es desalentador en el enfoque de


género, tanto en el ámbito de los derechos fundamentales, como en los regímenes
laboral y agrario, su orientación es conservadora, se mueve entre concepciones
abstractas y el reconocimiento implícito de la equidad de género. Únicamente en
materia familiar el actual texto constitucional consagra explícitamente la igualdad
entre la mujer y el varón. Debido a ello, un paquete mínimo de reformas a ser
introducidas en el texto

Se debe considerar que el Estado de Guatemala ha realizado algunos esfuerzos


en favor de la dignificación de mujer y erradicar la discriminación en el tema,
teniendo como ejemplo el cumplimiento del marco legal -Ley de Dignificación y
Promoción Integral de la Mujer- donde se realizó la evaluación interna y externa de
la Política nacional de promoción y desarrollo de las mujeres guatemaltecas entre
los años 2001-2006, primer ejercicio de este tipo en la historia de la administración
pública de Guatemala. Los resultados de esa evaluación fue la actualización de
dicha política.

La Política nacional de promoción y desarrollo integral de las mujeres 2008-2023


fue aprobada por Acuerdo Gubernativo en diciembre de 2007. Sin embargo, tuvo
una corta vigencia, ya que fue reemplazada por la política nacional de promoción y
desarrollo integral de las mujeres y el plan de equidad de oportunidades 2008-
2023, aprobada por Acuerdo Gubernativo en noviembre de 2009.
Como resultado de los esfuerzos de país en el tema se realizaron reformas a las
leyes ordinarias como por ejemplo a los artículos 11, 12 y 13 del Código de
Trabajo, el cual estableció prohibiciones para los patronos. Se eliminó en la Ley de
Clases Pasivas Civiles del Estado, la obligación a las mujeres de contribuir al
régimen más tiempo que los hombres, al solicitar el otorgamiento de pensión por
jubilación y por los períodos pre y post natal en que no había cotizado. Se
modificaron varios artículos del Código Civil. En el artículo 412 se eliminó la
discriminación contra los hijos e hijas de madres solteras, permitiendo a la madre
soltera inscribirlos con sus dos apellidos. El artículo 109 que confería al cónyuge
varón la representación conyugal, y que salvo excepciones calificadas, se
otorgaba al cónyuge mujer fue modificado permitiendo la representación por igual
a ambos cónyuges. Fue derogado el artículo 114 que regulaba que el marido
podía oponerse a que la mujer se dedicara a actividades fuera del hogar. También
se derogó el artículo 133 que establecía la administración del patrimonio conyugal
por la mujer, sólo en casos de impedimento del marido, teniendo en la actualidad
ambos cónyuges iguales derechos y obligaciones.

Se efectuaron modificaciones a normas discriminatorias contra la mujer en el


Código Penal, que tenían vinculación con el Código Civil. Al lograrse la
modificación, se derogó tácitamente la norma del Código Civil.

Así mismo, el Estado de Guatemala como miembro de una comunidad


internacional y preocupada por reforzar el sistema de reconocimiento de los
derechos de la mujer, se adhirió a la Convención interamericana para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, conocida como Belem do Pará,
aprobada por la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, el
6 de septiembre de 1994. En Guatemala fue aprobada por el Presidente el 22 de
diciembre de 1994; ratificada en el Congreso el 4 de enero de 1995 por el Decreto
No. 69-94 y vigente a partir del 3 de mayo de 1995. Los artículos 1 y 2 definen que
se entiende por violencia contra la mujer y los ámbitos en que puede tener lugar
(familia, comunidad y Estado). En el artículo 7, literales d, f, y g así como el
artículo 8, literales c y h, se adjudican obligaciones específicas al Organismo
Judicial. En el artículo 7, literales c, e y h se señalan las obligaciones específicas
al Organismo Legislativo.

Con el objetivo de desarrollar las disposiciones de esta Ley, se emitió el


Reglamento respectivo, Acuerdo Gubernativo 831-2000. Éste facilita la
presentación, trámite, resolución y registro de las denuncias, a fi n de asegurar la
efectividad inmediata de las medidas de seguridad. El acuerdo regula la creación
de la Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia Intrafamiliar
(Conaprevi). Lo más importante que contiene esta normativa es la enumeración de
medidas de seguridad (Artículo 7) en donde el Organismo Judicial desempeña un
rol fundamental como responsable de otorgarlas.

En relación con el fortalecimiento de mecanismos institucionales, han sido creados


consejos consultivos, oficinas y unidades de género en diferentes Ministerios y
Fondos. Tal es el caso del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación
(Maga), donde el tema fue asumido políticamente, al haberse mencionado en los
informes y planes estratégicos, así como en lo técnico, donde se asumieron las
responsabilidades planteadas en la Política. En otros casos, como el del Ministerio
de Ambiente y Recursos Naturales (Marn), se posibilitó la existencia de una
política para la equidad de género en el área de ambiente. Otras instancias de la
mujer en organismos del Ejecutivo son: la Unidad de Asesoría sobre Aspectos de
la Mujer de la Sepaz y, hasta el 2008, el Propevi, adscrito a la Sosep. Las dos
instituciones que reportaron mayor número de acciones sobre la mujer y género
fueron los Ministerios de Educación y Salud. En el primer caso, tuvo una sola
acción dirigida focalmente a las mujeres, el Programa de becas para niñas y
nueve acciones, que tienen efectos importantes para las mujeres, en temas que
van desde la prevención contra el VIH/sida hasta las radios educativas, en donde
se emiten contenidos sobre equidad de género. En el Ministerio de Salud, la
mayoría de sus acciones van dirigidas específicamente a las mujeres, pero tiene
menor cantidad de programas generales que tengan efectos importantes en esa
materia. Entre ellas, pueden observarse todas aquellas que guardan relación con
mortalidad materna, salud reproductiva y prevención de cáncer, entre otras.
Los cuatro programas con objetivos generales pero que tienen efectos importantes
para la mujer o la equidad de género son: el Programa Nacional de Salud
Reproductiva, el de Seguridad Alimentaria y Nutricional, el de Salud Mental y el de
VIH y sida. El que dichas instancias tuvieran un mayor número de acciones no
quiere decir que las mismas representen un peso mayor en el cuadro de sus
actividades (Gomáriz y Jovel, 2007:156-157).

Otros dos ministerios con trayectoria en trabajo e instancias a favor de las mujeres
y equidad de género han sido el Ministerio de Trabajo y el Ministerio de
Agricultura, Ganadería y Alimentación (Maga). En el Ministerio de Trabajo tiene en
su estructura la Onam como entidad adscrita además de la Oficina de
Capacitación de la Mujer Trabajadora. Ambas instancias desarrollan acciones en
materia de derechos laborales de las mujeres trabajadoras, aunque Onam cubre
un área más amplia. Por su parte el Maga tuvo una Unidad de género que
actualmente ya no funciona. Sin embargo, desarrolló esfuerzos para organizar a
las mujeres rurales, facilitar el acceso a la tierra, impulsar proyectos productivos y
diversificar las oportunidades de empleo e ingresos para ellas mediante
capacitación profesional. Elaboró la Política agropecuaria 2000-2004, que plantea
el eje de política: Equidad de género y promoción de las mujeres y juventud
rurales en el Maga.

Es de hacer notar que efectuar una modificación a la Constitución Política de la


República de Guatemala, para incluir el sistema de género, es sumamente
complicado por ello los esfuerzos han sido llevados a cabo por el ordenamiento
legal ordinario del país. Sin embargo, aún falta mucho para incluir de manera
efectiva una dimensión de género en todas sus instituciones, políticas, procesos
de planificación y de adopción de decisiones. Pero sobre todo el asignar los
recursos necesarios para que puedan cumplir con su mandato y contar con la
información estadística desagregada que permita el monitoreo de las acciones
realizadas.

En relación con los cambios a nivel de participación de las mujeres en los


procesos electorales, observamos que se registró un 64.4% de aumento de
mujeres empadronadas. El contraste es significativo al pasar a la elección. En las
últimas elecciones, se duplicó el número de diputadas al pasar de cuatro a ocho,
mientras que el número de diputaciones ocupadas por los hombres descendió.
Respecto a las diputaciones distritales se registraron diez ocupadas por mujeres
frente a 117 ocupadas por hombres y los procesos han ido avanzando, las
mujeres ocuparon 11, y los hombres 116. En cargos de Alcaldías y Corporaciones
Municipales se tuvo 184 ocupadas por mujeres frente a 3,281 por hombres en el
año 2003. En el año 2007, 119 ocupadas por mujeres y 2,407 por hombres.

De esa manera, en las elecciones realizadas, la proporción de mujeres electas


como diputadas solo ha superado el 10% en 1995 y 2007. Aún menor es la
proporción de mujeres indígenas que han ocupado escaños en el Congreso. En
este sentido, un caso excepcional e histórico sucedió en 1995, cuando tres de 15
mujeres electas al Congreso eran indígenas, sobre un total de 80 diputados. En
cuanto al nivel local, se observan lentos avances, pues en 1995 se eligió a cuatro
alcaldesas y en 2007 a seis, de un total de 332 municipios. En suma, las mujeres,
siguen estando sumamente subrepresentadas en todos los niveles del sistema
político formal, y esta situación representa un gran desafío para la autonomía de
las mujeres y para la calidad de la democracia guatemalteca (Segeplan, 2006 y
2010).
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