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Teórico n° 1
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Este problema de la legitimación puede presentarse mediante la formulación de
algunas preguntas. Por ejemplo, ¿la obligación que tienen los ciudadanos de obedecer
las leyes tiene alguna justificación racional? ¿O no?, ¿Esta obligación se basa
simplemente amenaza del uso de la fuerza por parte de quienes detentan el poder
político? ¿Hay justificación racional de la obligación de obediencia a las leyes y a los
poderes que las ejecutan? ¿O no hay ninguna? Esta es la pregunta que presenta el
problema de la legitimación del orden político: ¿hay alguna razón que justifique la
coacción estatal con la que amenaza el poder político a los que no cumplen las leyes?
¿el uso de la fuerza que utiliza el Estado está justificado?, ¿o no lo está? ¿Bajo qué
condiciones está justificado? ¿Qué condiciones tiene que cumplir un cuerpo político, un
Estado, para merecer ser obedecido por los ciudadanos, por los súbditos, por aquellos
que tienen presuntamente la obligación de obedecer las leyes? Estas preguntas
conforman el problema de la legitimación del poder político detentado por el Estado.
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novedosa, propia del siglo XVII. Cada autor va a imaginar un estado de naturaleza
distinto, pero en todos vamos a encontrar una descripción de este estado, porque forma
parte del esquema argumental moderno que responde a la pregunta por la legitimidad
racional del poder del Estado.
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El tercer elemento del esquema es el cuerpo político. Cada uno de los habitantes
del estado de naturaleza, mediante este pacto, renuncia al derecho a gobernarse a sí
mismo y se lo transfiere a algo que antes del pacto no existía: el cuerpo político, el
Estado, la república, la sociedad política. Estos son nombres que pueden ser sinónimos
o no. Este es el tercer elemento. La polis no es algo natural, sino el resultado de un acto
voluntario de individuos que antes eran libres e iguales.
Con este esquema, que vamos a estudiar con mucho cuidado con los textos, la
filosofía política hace un giro en el siglo XVII en el sentido de que se opone a la tesis
clásica del animal político y al carácter natural de la polis. La novedad del pensamiento
político moderno es: el ser humano por naturaleza no es político sino que por naturaleza
vive sin institución política. El Estado es un artificio o un artefacto, algo creado por la
voluntad humana. Si no hay pacto, no hay cuerpo político.
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Estudiante: Pero en la práctica no es posible irse del Estado desde uno vive y
elegir cualquier otro alrededor del mundo.
Profesor: Cada autor le va a dar a eso una respuesta distinta. Uno podría decir
que convivir con ese individuo es un peligro para nosotros, que pactamos. Si todos
renunciamos, nos sometemos, nos comprometemos a respetar las leyes. Tal individuo
no, probablemente se transforme en alguien al que vamos a tener que mirar con mucho
cuidado. Tal vez sea un enemigo… Tal vez sea sólo un extranjero, alguien que habita
aquí, pero no tiene los mismos derechos que los ciudadanos. De todas maneras, un
extranjero está sometido a las leyes. Pero si no quiere cumplir las leyes y no se escapa
por la frontera corriendo, puede tener problemas…
Estudiante: ¿El cuerpo político, sacando los matices del buen salvaje de
Rousseau, siempre significa un estado superior al estado de naturaleza?
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estado de naturaleza violento. Examinarán en las clases prácticas el capítulo 13 del
Leviatán, donde queda asimilado al estado de guerra. Nosotros en la primera mitad del
Discurso sobre la desigualdad veremos un estado de naturaleza más bien idílico. El de
Locke podría quizás ubicarse en el medio. Pero en todos los casos tiene que aparecer en
el estado de naturaleza alguna dificultad. Porque de lo que se trata en estos autores no es
de imaginar una utopía prepolítica, sino de justificar -recordémoslo- racionalmente el
poder del Estado. Entonces surgen necesariamente o azarosamente problemas en el
estado de naturaleza.
Esos problemas tienen que ver con las posibles controversias que puede haber
entre los particulares. En el estado de naturaleza, no hay un juez terrenal que resuelva
las controversias. Está Dios allí, pero cada uno en el estado de naturaleza interpreta lo
que Dios quiere a su manera. En definitiva, no hay un juez terrenal al cual recurrir
cuando hay una controversia entre dos particulares. Esa es la ventaja de formar parte de
un cuerpo político: cuando los miembros de ese cuerpo tenemos una controversia entre
particulares, hay un procedimiento preestablecido y vinculante para resolver esa
controversia. De antemano ya estamos sometidos a la resolución que dicte un
magistrado de acuerdo a las leyes preexistentes.
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tener la obligación de obedecer a un superior en la tierra, no tener una instancia por
sobre su poder ante la cual rendir cuentas. El soberano tiene el derecho de mando en
última instancia.
Ya estudiaremos todas estas cuestiones con más cuidado durante el curso y con
los textos. Hoy simplemente quisiera anticipar cómo aparecen los tres elementos de este
esquema en Rousseau.
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guerrero, como lo presenta Hobbes, ni un trabajador, como lo presenta Locke. No es un
animal peligroso, ni un ser laborioso: es más bien un ser inofensivo y haragán. No tiene
una pulsión por trabajar o producir. Y, como cualquier otro animal, no es especialmente
agresivo: se defiende, cuando se tiene que defender y huye, cuando tiene que huir.
Podríamos decir que no tiene una disposición permanente a la guerra. Tampoco hay que
decir que es bueno, al menos en el sentido moral. Es inofensivo simplemente.
Por eso, podemos advertir que en esta figura del hombre natural se encuentran
contenidas dos funciones bien distintas. En la primera lectura que uno hace de la
primera parte del Discurso, uno se encuentra con una función descriptiva del hombre
natural. Esta idea de hombre natural Rousseau la presenta como las características de
una especie entre otras especies. Responde a la cuestión de qué características tiene el
hombre natural que lo distingue de otras especies animales. Dicho de otra manera, si
hiciéramos abstracción de todo lo que el ser humano ha adquirido a lo largo de la
historia y nos quedáramos simplemente con su base, con su fondo natural, ¿qué
distinguiría a esta animal de otros? Por otro lado, ¿qué lo distinguiría de nosotros, los
seres humanos civilizados? Entonces la primera parte del discurso se dedica a hacer un
catálogo de características que distinguen a ese hipotético hombre natural tanto de las
otras especies como de los seres humanos civilizados, socializados, educados, etc.
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texto: es un texto de crítica social. Intenta demostrar que la desigualdad entre ricos y
pobres es injusta. Pero, para eso, necesitamos tener una idea muy clara del hombre
natural, de ese animal que seríamos si no hubiésemos aprendido nada a lo largo de la
historia.
Rousseau presenta este hombre natural como una ficción, no como algo que
haya existido. Con una ficción le alcanza. Esta descripción de la naturaleza humana es
un medio para criticar la sociedad contemporánea, para mostrar las razones de la
necesidad de un cambio social y político. Toda la segunda parte del Discurso está
destinada a explicar cómo fue surgiendo la desigualdad, es decir, cuáles fueron los
pasos que tuvieron que haberse dado, desde aquel hombre originario e independiente
hasta la situación en que nos encontramos ahora. Entonces la primera parte del Discurso
contiene la descripción del hombre natural, la segunda parte contiene la sucesión de
etapas que explican el origen de la desigualdad. De ahí el nombre del discurso: Discurso
sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad.
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Estudiante: ¿Cómo es que se produjo la desigualdad para llegar a la
degradación? ¿La desigualdad está naturalmente dada?
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auténticamente socializados, es decir, organizados políticamente en una sociedad
pública, en una república donde nos autolegislemos.
Estudiante: (Inaudible).
Todos estos autores destacan el hiato que hay entre poder paternal -el poder que
tiene el padre de familia en la familia- y el poder que tiene el soberano en el Estado. Por
eso, es necesaria una justificación de esa potestad, que va a ser el contrato. Al contrario,
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para aquel que sostiene el naturalismo político, el que sostiene que hay jerarquías
naturales, el patriarcalismo es mucho más fácil: crece la familia, se forma una aldea,
crece la aldea, hasta que se funda una polis. Ese esquema del naturalismo político puede
ser utilizado por una posición paternalista, mientras que el contractualismo tiende a
mostrar la diferencia que hay entre los dos tipos de poderes. Por ejemplo, Locke va a
decir que la familia es una sociedad natural; pero la sociedad política es artificial.
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Hasta aquí hablamos del primer elemento, el hombre natural, que sería la versión
rousseauniana del estado de naturaleza originario. Veamos el segundo elemento que
Rousseau comparte con los demás contractualistas: la salida del estado de naturaleza.
Sólo hay una manera de salir del estado de naturaleza: un pacto. ¿Por qué?
Porque sólo el consentimiento del súbdito legitima la obligación de obediencia al
soberano. Esto es así porque, antes del pacto, todos eran iguales de iure: nadie tenía
obligación de obedecer a otro. La única manera de establecer una jerarquía entre seres
iguales es este consentimiento que se llama pacto, consentimiento de obedecer las leyes
civiles o positivas.
Entonces habría dos tipos de pactos, pero sólo uno legitima. No cualquier
consentimiento legitima: tiene que haber ciertas condiciones. Hace un rato alguien me
preguntaba si era libre el consentimiento que los seres humanos dan en el estado de
naturaleza para formar un cuerpo político. La respuesta fue sí. Pero, cuando uno avanza
en los textos, ve que no cualquier consentimiento da origen a un cuerpo político, a una
república. Eso lo veremos recién en El contrato social. En cambio, en el Discurso sobre
la desigualdad, encontramos la crítica al Estado tal cual como existe, o sea, al pacto
injusto entre ricos y pobres que dio por resultado las instituciones que tenemos en la
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mayoría de los casos. Pero también hay excepciones. En la historia ha habido
repúblicas, dice Rousseau, que sirven como modelo.
Ese proceso quasi-histórico que media entre el hombre natural y el pacto, tiene
distintas características. Ya hemos mencionado que es irreversible la salida del estado
de naturaleza y que la situación actual de la naturaleza humana no es definitiva sino que
está abierta al futuro. Veamos dos características de lo que ocurre entre el estado de
naturaleza originario y la situación anterior al pacto. Veamos, entonces, dos
características de la concepción rousseauniana de la historia, al menos tal como es
presentada en la segunda parte del Discurso.
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es fortuito, es casual, es azaroso. Los cambios en ese proceso no tienen una explicación
necesaria: podrían haber sido de otro modo o no haber ocurrido. Sólo así, parece
entender Rousseau, la voluntad humana es suficientemente libre para estar abierta hacia
el futuro. Todo lo que le ocurrió al ser humano le ocurrió porque lo eligió, decidió en
determinada circunstancia hacer una cosa y no otra. Nada determina a la voluntad
humana. La voluntad humana es libre: este es uno de los principios claves del
pensamiento de Rousseau. La voluntad no está determinada por nada externo. En ese
sentido, el ser humano es responsable de su propia historia: tanto de la historia pasada,
la historia de la degradación de su propia naturaleza, como del remedio a esta
degradación. Es esa apertura al futuro de la que hablábamos antes. Entonces el rechazo
de Rousseau al determinismo histórico es una característica decisiva.
En el siglo XIX reaparece con Hegel una versión de esta solución racionalista al
problema de la teodicea. Ustedes leerán en el Prefacio de la Filosofía del derecho que
Hegel presenta la filosofía como el camino de la reconciliación. Esto significa: criticar
es muy fácil, hacer crítica social es muy fácil. El filósofo se dedica a otra cosa: a
demostrar el núcleo racional de la realidad. De alguna manera es este mismo esquema
de una comprensión racional que nos permite descubrir que el mal o la negatividad es
un momento de la realidad racional. Aunque en Hegel la cosa es un poco más
complicada que en Spinoza…
A nosotros nos interesa saber por qué Rousseau no acepta este esquema
racionalista. Este esquema nos propone descubrir que la desigualdad entre ricos y
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pobres en realidad no es nada criticable, sino algo que hay que entender objetivamente
desde el núcleo racional de la realidad social. Él rechaza esta solución, porque,
justamente, esta solución impide la crítica social. Es decir, la desigualdad entre ricos y
pobres y las consecuencias que tiene esa desigualdad en la naturaleza humana no es algo
que pueda superarse mediante argumentos filosóficos. La naturaleza humana no se va a
restaurar argumentando. El filósofo racionalista lo único que hace con sus argumentos
es racionalizar algo que hay que modificar de otra manera, pero no filosofando.
Estudiante: (Inaudible).
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ciencias y las artes, y las acusa de cómplices del despotismo: son los adornos de las
cadenas.
Profesor: Esta objeción que usted hace aparece décadas después en algunos
simpatizantes de Rousseau que advierten cierta contradicción interna en él, en el sentido
de que está tratando de aclarar racionalmente el problema y hasta qué punto esa
explicación racional no se vuelve cómplice de esto que está explicando.
Sin ir tan lejos, para comprender lo que dice el texto, basta en este momento
introductorio del curso decir lo siguiente: además de la naturalidad de la política, los
antiguos le daban cierta prioridad, en política, a la razón o al conocimiento. Esta
prioridad va a ser rechazada por los modernos. La prioridad la va a tener la voluntad.
En el siglo XVII, uno de los elementos que cambian en la filosfía política es esta
prioridad. Estos autores modernos le dan una prioridad decisiva a la voluntad. Esto es
consecuente con lo dicho antes. Somos libres e iguales por naturaleza. Las otras
facultades nos muestran como desiguales: unos son más inteligentes, más elocuentes,
más fuertes que otros. Pero “yo quiero” lo dice cualquiera. La voluntad nos iguala. El
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poder político se asienta en la voluntad, en ese “yo quiero” o “yo pacto”. Ahí está la
voluntad.
Veamos la segunda versión del pacto, la que aparece en El contrato social. Acá
aparece un segundo pacto que se llama “contrato social”. Aquí no se está estudiando
qué sucedió, cómo aparecieron las normas, mal denominadas “leyes”, que se nos
impusieron, sino que lo que se está estudiando es una cuestión de derecho, es decir, qué
es verdaderamente u na ley. No se trata de lo que ocurrió, sino que encontramos en este
tema una apertura hacia el futuro. Las cosas pueden cambiar y las cosas han sido
distintas en distintos pueblos.
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igualdad)-contrato social. Este otro pacto permite superar la degradación de la
naturaleza humana, la desigualdad entre ricos y pobres, mediante la soberanía popular.
El pueblo soberano reordena la propiedad: la distribuye bajo otros criterios que no son
necesariamente los que se habían dado en la distribución anterior al pacto inicuo.
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Esta voluntad tiene tanta primacía en Rousseau, mucho más que en otros autores,
porque es una voluntad sin mácula, sin pecado original, que no está condicionada por la
insuficiencia. La acción humana presente, futura y pasada no está condicionada por el
pecado original, en Rousseau. En cambio, en otros autores uno puede encontrar una
forma secularizada de esa deficiencia de la voluntad. En Rousseau, no. La voluntad
humana es suficiente tanto para degradarnos, lo hicimos a lo largo de la historia, como
para superar la degradación. Entonces la voluntad no está condenada a la insuficiencia.
Ahora bien, esta voluntad que permite recuperar la naturaleza humana no es una
voluntad individual sino que es una voluntad general, una voluntad política, una
voluntad de un pueblo, una voluntad colectiva. Es la voluntad de un pueblo que está
dispuesto a hacer cualquier cosa para garantizar la autolegislación.
Aun siendo tan moderno Rousseau con esta prioridad fuerte de la voluntad, sin
embargo vemos aparecer en él cierto ideal antiguo y clásico de virtud republicana en el
sentido de la prioridad de lo público frente a lo privado, la continuidad entre ser un buen
hombre y ser un buen ciudadano. “Primero, lo público”, un buen hombre piensa así. En
Rousseau no hay una separación típicamente moderna entre moral y derecho. Él en este
punto se mantiene fiel a la visión clásica. Ser un buen hombre es asumir, día a día, las
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responsabilidades que asumió al transformarse en ciudadano: está dispuesto a dar todo
para garantizar la libertad de su pueblo.
¿Alguna pregunta?
Ahora vamos a dedicarnos a ver cómo aparece todo lo que dije en los textos
mismos. El Discurso sobre la desigualdad (1755) muchas veces es denominado el
Segundo discurso. Esto nos indica que Rousseau escribió un discurso anterior: el
Discurso sobre las ciencias y las artes ( 1750). En varios sentidos están emparentados
estos textos. Un sentido muy biográfico es la motivación de Rousseau, que en ambos
casos es un concurso organizado por la Academia de Dyon. En el primer caso, el propio
Rousseau nos cuenta en su escrito autobiográfico, las Confesiones, que iba a visitar a
Diderot, que estaba preso. Él iba caminando por el campo, se había comprado un diario
para protegerse del sol y hojearlo. En una parada del camino, debajo de un árbol,
encuentra el aviso del concurso literario. La Academia de Dyon llamaba a un concurso
de ensayos que respondieran a la siguiente pregunta: si el progreso de las ciencias y las
artes ha contribuido a corromper o depurar las costumbres de los seres humanos. Según
nos cuenta Rousseau, en ese momento, cuando leyó la pregunta, se iluminó. Se le
ocurrió en un instante todo el contenido del discurso que escribió luego. Llega a ver a
Diderot a la cárcel y le cuenta esto. Diderot lo entusiasma para que escriba el discurso y
se presente.
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primer discurso, gana y la Academia le otorga un premio. Esto lo hace famoso: pasa a
ser un filósofo. “Filósofo” es el término de la época para “enciclopedista”.
Las ciencias y las artes, dice Rousseau en ese primer discurso, hacen que los
seres humanos amen cierto tipo de esclavitud, la esclavitud de la que son víctimas los
pueblos civilizados. Acá aparece la antinomia fundamental del pensamiento
rousseauniano. Por lado, está la simplicidad, la honestidad, la libertad del hombre
natural; por otro lado, la corrupción del hombre civilizado, las apariencias de virtud en
las que vive el hombre civilizado. Esas apariencias de virtud son promovidas y
alimentadas por las ciencias y las artes.
El hombre natural, tal como sería si fuese solamente un simple animal, es un ser
independiente que se tiene enteramente a sí mismo, libre, que no depende por naturaleza
de ningún otro particular. Las ciencias y las artes han fomentado nuevas necesidades,
presuntos progresos, que no han hecho más que atrofiar las capacidades naturales de los
seres humanos. En ese sentido, los productos de las ciencias y las artes nos hacen
dependientes de esos productos, comenzamos a necesitarlos. Antes de los progresos,
esta dependencia no existía.
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En el Discurso sobre las ciencias y las artes, Rousseau se concentra en esta
antinomia enfrentando, por un lado, el ideal republicano, del ciudadano espartano, del
ciudadano romano a, por otro lado, un tipo de subjetividad domesticada, debilitada,
atrofiada por el progreso científico, tecnológico, el refinamiento artístico, etc. Entonces,
tenemos, por un lado, una virtud clásica, política, que favorece determinado tipo de
subjetividad y de lazo civil de pertenencia comunitaria; por otro lado, esta subjetividad
moderna, dependiente, cómplice de la opresión.
La polémica generada por el texto está registrada, en parte, por las cartas que
Rousseau escribe y contesta. Ya en esa polémica empiezan a aparecer algunos
elementos que van a ser elaborados sistemáticamente en el Discurso que nosotros
vamos a estudiar. Por ejemplo, la idea de que la fuente del mal es la desigualdad. La
desigualdad produce, por un lado, miseria y, por el otro, acumulación de riquezas. Las
riquezas son las condiciones donde se generan tanto el lujo como el ocio. El lujo es una
condición de las bellas artes y el ocio es una condición de la ciencia (sólo quien dispone
de tiempo libre puede dedicarse al conocimiento científico). Entonces la condición del
desarrollo de las ciencias y de las artes es la desigualdad, no sólo social sino también
política. La expresión de la época es el despotismo. O sea, las ciencias y las artes tienen
como mecenas al despotismo: los déspotas permiten y promueven que existan las
ciencias y las artes. En última instancia, la fuente de todos los males es la desigualdad.
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otro lado, la voluntad humana como creadora de esas instituciones. Ya destacamos esta
función central que ocupa la voluntad en el pensamiento de Rousseau. Entonces, de la
voluntad humana surge tanto la enfermedad como el remedio. Las instituciones han
modificado y degradado la naturaleza humana. Han hecho del ser humano un ser
dependiente de otros seres humanos, de la satisfacción de pseudo-necesidades, de
pasiones que no son naturales, etc… Ese conjunto de elementos negativos tiene su
origen en la voluntad humana. Pero en ella también está el remedio, la posibilidad de
superar esa situación. El remedio puede venir de la voluntad, no de la razón. En
Rousseau todo se juega en la voluntad.
El título del texto responde a las dos partes de la pregunta. La pregunta era cuál
es el origen de la desigualdad y si está autorizada por la ley natural. Entonces el texto de
Rousseau se titula Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre
los hombres. Esos fundamentos remiten a una cuestión normativa: responden a la parte
de la pregunta referente a la autorización. ¿Está la desigualdad autorizada por la ley
natural?
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humanos, como las leyes positivas, aquellas que están en los códigos. Por lo tanto, esa
ley natural no rige solamente para los súbditos de un Estado particular, sino que esa ley
natural rige para todos los seres humanos, según esta tradición. Esta ley son ciertos
deberes morales que valen para toda la humanidad. La Academia preguntaba si la ley
natural, cuyo legislador no son los seres humanos sino la divinidad, autoriza la
desigualdad entre los hombres.
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Profesor: La que administran los tribunales. Se distingue a veces entre derecho
positivo y derecho natural. El derecho positivo es aquél que encontramos en las leyes
que dicta el Congreso. Ese derecho es aplicado por un conjunto de organismos, que en
nuestra Constitución forman parte del poder judicial, encargados de aplicar ese derecho
positivo a los casos particulares donde hay controversias. Eso se llama “administración
de justicia” también. Hay una justicia positiva. En cambio, justicia natural tiene como
criterio una “ley natural”. No es una ley dictada por el poder legislativo de un pueblo
particular, sino una ley cuyo legislador no es humano -si queremos plantearlo en
términos de un legislador. Cada iusnaturalista tiene su versión sobre esto. Es algo que
preexiste a la modernidad esta discusión. En la época estaba muy difundida la idea de
que este derecho natural es racional, e incluso independiente de ese presunto legislador
divino. Las leyes naturales eran consideradas como normas que emanan de la razón
humana, que no dependen de la voluntad humana sino de la razón humana, se las
llamaba “dictados de la recta razón”. Ustedes van a ver en Hobbes cómo se conjuga una
cosa con la otra. También van a ver cómo Rousseau no está muy convencido de ese
derecho natural racional. Ya veremos por qué.
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elogio, a la que pertenece todavía este texto, y otra fase conflictiva, porque estos elogios
no son suficientes para ablandar a las autoridades de la República de Ginebra. De hecho,
parece que los elogios de esta “Dedicatoria” no cayeron muy bien a las autoridades
ginebrinas, porque quizás se los tomaron como si se tratara de una ironía…
Como dije, este elogio no resultó muy bien recibido por las autoridades. En esa
época Rousseau estaba negociando su vuelta a Ginebra. De joven se había ido y había
tenido un largo camino por distintas partes de Europa, como una persona pobre,
haciendo cualquier tipo de trabajo y teniendo distintos tipos de empleadores y mecenas.
(Todo esto lo pueden leer en sus Confesiones) . Con el impulso que le da el renombre del
Primer discurso al parecer intenta volver a Ginebra. Entonces, muchos especialistas han
interpretado este elogio como una carta de presentación: “Aquí estoy yo, el que ha
ganado un concurso de la Academia de Dyon. Soy ciudadano de Ginebra y estoy
orgulloso de serlo, porque Ginebra tiene la mejor constitución posible.”
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el encargado de determinar qué asuntos tenían que pasar al Consejo General. Por
último, un consejo ejecutivo, que era el Consejo de los Veinticinco.
Rousseau, tres años después de publicar este discurso, ante este artículo de la
Enciclopedia, escribe una carta pública a d’Alembert y presenta esa carta como
imprescindible. Todo el mundo sabe que él es ginebrino, que él es colaborador de la
Enciclopedia y, si no dijera nada, sus conciudadanos creerían, dice él, que comparte la
posición de d’Alembert, cuando no es así. En esa carta, discute la interpretación del
cristianismo calvinista que está haciendo d’Alembert bajo la forma “nuestros pastores
son buenos cristianos, no son ningunos deístas”.
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Por otro lado, defiende la prohibición del teatro. Lo hace con argumentos muy
interesantes. Es muy recomendable leer este texto. Rousseau examina diversas obras del
clasicismo francés, del teatro francés del siglo XVII. Pregunta qué es lo que puede
aprender un ciudadano libre de esas obras. La respuesta es nada. No es un problema de
cómo son los actores, sino que el contenido sirve simplemente para degradar
moralmente al ser humano. No hay nada valioso en ese teatro. Así defiende a las
autoridades ginebrinas, tanto religiosas como políticas, contra los dichos de d’Alembert.
Vamos al texto. ¿En qué consiste el elogio del Discurso sobre la desigualdad?
Dijimos que Ginebra es presentada aquí como una república ideal. Gracias a su
constitución, combina felizmente la igualdad natural con la desigualdad artificial, el
hecho de que hay quienes ordenan y quienes obedecen. Las mejores máximas de la
política han sido captadas en la Constitución ginebrina, porque han podido prever
muchos problemas, muchos abusos de poder, y los han evitado.
“Si hubiera tenido que escoger el lugar de mi nacimiento, habría escogido una
sociedad de grandeza limitada por la extensión de las facultades humanas, es decir, por
la posibilidad de ser bien gobernada y en la que, bastando cada cual a su empleo,
nadie hubiera estado obligado a encomendar a otro las funciones de que estaba
encargado; un Estado en el que, conociéndose todos los particulares entre sí, ni las
maniobras oscuras del vicio ni la modestia de la virtud hubieran podido substraerse a
las miradas y el juico del público, y en el que el dulce hábito de verse y conocerse
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hiciera del amor a la patria el amor por los conciudadanos antes que el amor por la
tierra.”
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que haya ciertas barrearas naturales que impidan la tentación de la conquista por parte
de los vecinos. Esta idea de proporción es una idea clásica que encontramos ya en la
Política de Aristóteles y que aquí Rousseau retoma como uno de los componentes de la
república ideal
Leo el párrafo 3:
Profesor: Aquí aparecen dos figuras que, para Rousseau, tienen que identificarse:
el soberano y el pueblo. El soberano es aquél que tiene el derecho al mando en última
instancia, aquél que no tiene que rendir cuentas a ningún otro juez terrenal, humano. El
interés del soberano en la república ideal coincide con el interés del pueblo.
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Hay una facultad, que sólo tienen los ciudadanos reunidos, una facultad
cuasi-cognitiva, que es la facultad de identificar el bien común. Esa facultad no la tiene
ningún particular, va a decir Rousseau en El contrato social. Entonces este derecho de
legislar es un derecho de todos los ciudadanos en la república ideal. En eso consiste ser
ciudadano. Son los propios ciudadanos los que establecen las condiciones (léase
“leyes”) en las cuales van a estar obligados a vivir como súbditos, como particulares.
Legislar consiste en determinar cuáles son las condiciones obligatorias y jurídicamente
vinculantes para todos de la vida en común.
Ahora bien, Rousseau dice en el párrafo 3, que leí hace un momento, que se trata
de “un gobierno democrático, sabiamente moderado”. Aquí no entra en demasiadas
precisiones, pero vamos a ver que en El contrato social Rousseau va a distinguir
soberano de gobierno. El soberano es el poder legislativo; el gobierno es el poder
ejecutivo. La moderación consiste en que el pueblo legisla pero no gobierna. Ese gran
consejo, el Consejo General de Ginebra, legisla, pero luego la ejecución o aplicación de
esa legislación, es decir, la conducción política de la república, la llevan a cabo
magistrados elegidos por el pueblo. Pero no nos adelantemos tanto.
Veamos qué dice el párrafo. Allí vuelve Rousseau sobre esta idea de legislación
dándole un matiz decisivo, por la relación entre ley y libertad, que ya anticipamos. Dice
Rousseau:
“Habría querido vivir y morir libre, es decir, sometido de tal modo a las leyes
que ni yo ni nadie pudiera sacudir su honroso yugo; ese yugo saludable y dulce que las
cabezas más altivas llevan tanto más dócilmente cuanto que están hechas para no
llevar ningún otro.”
Profesor: Acá Rousseau dice que vivir y morir libre es estar sometido a las leyes.
El hombre libre es aquél que no está sometido a ningún otro particular, es aquél que
tiene esa cabeza altiva.
Ser libre es estar sometido a la ley, según Rousseau. Uno podría preguntarse por
qué ser libre es estar sometido. La respuesta remite a esta concepción de la libertad, que
podemos llamar republicana. Ser libre significa no estar sometido a la voluntad de otro
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particular, como le ocurre, por ejemplo, al esclavo. El esclavo está sometido a la
voluntad del amo, por lo tanto, no es libre. Ser libre es ser libre de la voluntad de un
amo, es no estar dominado. La libertad, según la concepción republicana es
comprendida como ausencia de dominación. Es una concepción muy distinta a la que
ustedes encontrarán en Hobbes. Entonces ser libre es no estar sometido a la voluntad
arbitraria de otro particular.
Profesor: La primera respuesta sería sí. Pero si uno se detiene un poco y piensa
mejor las cosas, hay que tener mucho cuidado con esa diferenciación (liberal) entre
libertad negativa y libertad positiva (propuesta, con esos términos, por Isaiah Berlin).
Porque quizás dentro de la “libertad positiva” haya distintos elementos. Desde una
perspectiva liberal se ha hecho esa diferenciación para mostrar que la única libertad
valiosa es la negativa, mientras que la otra conduce a cierta forma de totalitarismo. Yo
más bien distinguiría entre libertad como no interferencia o ausencia de obstáculos
externos y libertad como ausencia de dominación. La respuesta a su pregunta depende
un poco de qué entendamos por la expresión “libertad positiva”.
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Dejando de lado los ejemplos, puede resultar útil para dar una respuesta más elaborada
que la que acabo de darle.
Profesor: Es una buena pregunta. Acá también la respuesta puede llenar un libro.
Una primera parte de una respuesta introductoria sería que aquí estamos hablando de la
libertad política. Uno podría decir que está la libertad del salvaje y está la libertad del
ciudadano. La libertad política o del ciudadano es autonomía. El ciudadano se da a sí
mismo su propia ley; el salvaje, no.
De todas maneras, si uno aplica lo que acabo de decir antes, uno podría decir que
la independencia del salvaje, que es la característica fundamental del hombre natural
rousseauniano, es la ausencia de dominación. El hombre natural es independiente, no
depende de la voluntad de otro hombre natural. Veremos que en la primera parte del
Discurso Rousseau dice que no tiene sentido pensar que estos hombres naturales
pudieran dominar a otros. Y da una serie de argumentos. Si uno acepta la descripción
del hombre natural que da Rousseau, esos argumentos tienen sentido. Pero, en principio,
el hombre natural es libre de la misma manera que el ciudadano en cuanto que ninguno
de los dos está sometido a la libertad arbitraria de otro particular. El ciudadano es tan
independiente de la voluntad arbitraria de otro particular como lo es el hombre
natural. (Esta es la respuesta a su pregunta) La diferencia es que en las condiciones
actuales, del hombre civilizado, la única forma de ser libre es autolegislarse, es darse a
sí mismo la propia ley. Habíamos dicho que el hombre natural es irrecuperable. No
podemos volver a caminar en cuatro patas. Entonces, para ser independientes, para no
ser esclavos, para no depender de la voluntad arbitraria de un igual, la única forma es
ser ciudadanos, ser políticamente autónomos. El hombre natural y el ciudadano, ambos
son libres, en el sentido de que no dependen de otros particulares. A diferencia de los
que no son libres, esto es, aquellos que están socializados, pero no son ciudadanos de
una república. Estos últimos están sometidos a normas que han sido elaboradas
mediante un procedimiento en que no han tenido participación directa.
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Hay algunos pasajes en el que Rousseau dice que el hombre natural está
sometido a una ley, la ley natural. Está bien, no se la dio él, pero es la ley de su
naturaleza, es la ley apropiada a su voluntad. No se la dio conscientemente pero está
inscripta en sus sentimientos…
Las leyes a las que está sometido un hombre libre tienen que haber sido
aprobadas por el ciudadano; si no, no son leyes. Una norma que no tiene aprobación
directa de los ciudadanos no es una ley. Pero la propuesta de esas normas como
proyectos de ley proviene de otro lado. En esta dedicatoria, proviene de los magistrados.
Ellos le proponen normas al consejo legislativo, para ver si el consejo vota a favor y se
transforman en leyes. En El contrato social, ese elaborador de proyectos tiene otra
caracterización. Aparece allí la figura del legislador originario. Pero tenemos en ambos
textos la idea de que el pueblo no elabora el proyecto de ley, sino que ésteviene de
afuera.
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Porque el pueblo tiene esa exclusividad: es el único sujeto que quiere necesariamente el
bien común.
En el parágrafo 6, hay algo que habría que compatibilizar un poco con lo que
dijimos sobre la perspectiva general de Rousseau. Me refiero a eso de que el remedio
viene de la voluntad y de que la historia humana está abierta hacia el futuro. Aquí
Rousseau hace como cierta reivindicación de la antigüedad de las leyes. Esto, a primera
vista, podría parecer chocante. Pero yo entiendo que es compatible.
“No habría querido habitar una república de nueva institución, por buenas que
fueran las leyes que pudiera tener, por miedo a que, no conviniendo a los nuevos
ciudadanos el gobierno, constituido quizás de modo distinto a como sería necesario en
aquel momento, o los ciudadanos al nuevo gobierno, el Estado quedara sujeto a
perturbaciones y a la destrucción casi desde su nacimiento.”
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Entonces el momento de la constitución es un momento riesgoso, porque hay
una gran posibilidad de equivocarse. El ejemplo que pone son los alimentos. Alimentos
que resultan nutritivos para un individuo pueden ser venenosos para otro. Lo mismo
ocurre en esta relación entre la constitución y la naturaleza de los cuerpos políticos.
Cada cuerpo político tiene sus características, así como cada individuo tiene sus
características biológicas. La antigüedad de las leyes garantiza esa adecuación.
“Venimos bien con estas leyes”, de eso se alegra un ginebrino. “Calvino ya legislo, ya
tenemos la constitución; no necesitamos hacer experimentos legislativos, es peligroso.”
En el Contrato, va a aparecer otro recurso hacia el futuro de cómo lograr esa
adecuación. Pero aquí la antigüedad está garantizando la adecuación. Lo importante es
la adecuación, no la antigüedad: la antigüedad es sólo un garante.
Una ley antigua vale hoy porque la queremos hoy en una república, no vale
porque nuestros ancestros la quisieron. Cuando nos reunimos en la asamblea, los
ciudadanos la podemos derogar. Si cambió la situación y vemos que la ley ya no es
apropiada, la derogamos. Como somos ciudadanos, podemos derogarla: no le tenemos
que rendir cuentas a nadie para hacerlo. Una ley antigua conserva su validez porque la
queremos hoy. Eso significa que somos autónomos. Si no decimos nada contra ella, eso
es como si la volviéramos a votar nuevamente, aunque tenga un par de siglos. Respecto
de las leyes, ocurre eso. También respecto de la constitución necesariamente tiene que
ocurrir eso, dice Rousseau en El contrato social. La voluntad general rousseauniana no
es un poder constituido, como nuestro parlamento, es una asamblea constituyente. La
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primera moción que vota una asamblea es si se sigue con la misma constitución o si se
cambia. Antes de discutir nada, se decide eso: la constitución o la forma de gobierno.
“Habría huido sobre todo por necesariamente mal gobernada de una república
en que el pueblo, creyendo poder prescindir de sus magistrados o no dejarles más que
una autoridad precaria, se hubiera reservado imprudentemente la administración de
los asuntos civiles y la ejecución de sus propias leyes. ”
Una republica mal gobernada es una república donde hay una democracia mal
moderada. Es una democracia a secas en la cual el pueblo no sólo legisla sino también
gobierna. Rousseau dice que esa democracia necesariamente va a ser mal gobernada.
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Profesor: Es decir, no en una voluntad sino en la realización de esa voluntad. El
magistrado aplica la voluntad general, de la cual son artífices el conjunto de ciudadanos.
Estudiante: (Inaudible).
Profesor: Hay una discusión. Por un lado, está la cuestión de los principios, que
va a aparecer en El contrato social; por otro lado, están los ejemplos históricos donde
esos principios se aplican, en algún sentido sí y en otro sentido no. Desde la perspectiva
de los principios, son todos los habitantes mayores de edad capaces de pactar. Si uno
mira los ejemplos históricos, vemos algunos problemas. Por ejemplo, los romanos
tenían esclavos.
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La clase próxima seguimos con el Prefacio y empezamos con la Primera Parte
del Discurso sobre la desigualdad.
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