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Cuando Dios dio los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí, dijo con voz
potente: “Yo soy el Eterno tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa
de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).
Dios no quiere que pongamos nada por delante de Él. Su deseo es que lo
adoremos sólo a Él. Él debe ser lo primero en nuestra vida.
La Biblia nos narra la historia de dos hermanas, María y Marta, que eran
amigas fieles de Jesucristo. Cuando Cristo las visitó, cada una de ellas quería
servirle de la forma que le parecía más importante. (Lucas 10:38-42)
Servir a otros es algo muy elogiado en la Biblia. Servir es correcto. Pero en
este caso, lo que estaba en juego eran las prioridades.
Escuchar las enseñanzas de Cristo era aún más importante que preparar la
comida.
Muchas personas tienen prioridades en sus vidas, las cuales están llenas de
actividades que los llevan al día a día.
En mateo 6:33 Jesús nos muestra cómo alcanzar esta promesa de bendición
indicándonos que debemos cumplir con dos condiciones para que veamos la
realización de “todas estas cosas os serán añadidas”. Estas son buscad
primeramente el reino de Dios y segundo buscar su justicia.