Si Delsarte llegó a la historia de la danza de manera insospechada, lo mismo le
ocurrió a Loie Fuller. Nacida en San Francisco en 1862, no fue exactamente una bai- larina, sino más bien una artista de gran talento. Contribuyó al desarrollo de la dan- za en 10 que se refiere propiamente a su presentación. Apareció en Europa antes que Isadora Duncan y que Ruth Saint-Denis y sus innovaciones, a medida que recorría los diferentes países, causaron una profunda revolución estética. Loie Fuller no estudió danza. Desde su infancia tuvo contacto con el público, con pequeñas apariciones en escena recitando o representando breves papeles en co- medias de aficionados. Su debut un poco más profesional 10 hizo en Chicago con Búfalo Bill y quedó tan satisfecha con estas actuaciones que decidió comenzar es- tudios de música; pronto la contrataron para cantar en Fausto, en la Hooley's Ope- ra House de Chicago. Después volvió al teatro con varias comedias, donde inter- pretaba papeles de chico y más tarde fue contratada para interpretar una serie de vaudevilles, cuyas representaciones la condujeron a Londres. .. Fue en esta ciudad donde, un poco por casualidad, empezó su carrera de artista internacional. Un empresario de Nueva York quiso poner en escena en 1889 una obra de Charles Hoyt, Quack, Doctor en Medicina. Durante los ensayos (en Améri- ca) Hoyt tuvo la idea de añadir una escena al final de esta obra, en la cual el doctor Quack tenía que hipnotizar a una viuda. Loie Fuller se aprovechó de esta ocasión; pidió al electricista que pusiese luces verdes en la rampa y al director de la orques- ta que tocara en esos momentos con sordina. Lo que no sabía era qué ropa ponerse, cuando encontró en un baúl una falda de tela ligera, larga, de seda blanca que un ofi- cial hindú le había regalado una vez. El día del estreno, en una pequeña población cercana a Nueva York, ocurrió el incidente. Como la falda era muy larga y se la pisaba, la cogió con ambas manos por los lados y empezó a caminar y a correr de esta manera por todo el escenario, hasta que del público surgió un grito: «Una mariposa, una mariposa.» Siguió corriendo agi- tando la falda y girando, hasta que surgió otro grito: «Una orquídea.» Así fue cómo empezó a pensar en la manera de impresionar al público utilizando luces y telas. Después del estreno neoyorquino (en un teatro propiedad de Oscar Harnmerstein), la Fuller se puso a experimentar en su casa delante del espejo: su carrera estaba de- cidida. En el Teatro Casino de Nueva York Loie diseñó, para la obra El Tío Celéstin, una serie de danzas utilizando faroles con cristales de colores colocados en distintos án- 137 loi« Fuller.
gulos de la escena. consiguiendo efectos desconocidos hasta entonces. Como otras
bailarinas empezaban a robarle las ideas. escogió un grupo fijo de luminotécnicos. entre los que se encontraba su hermano Burt, yen 1892. animada por sus éxitos. de- cidió probar fortuna en París. Cuando ~e presentó en la Ópera para ser contratada no quisieron hacerlc caso, por lo que se dirigió al Folies Bergere, donde alcanzó un éxi- to inimaginable. Uno de sus números más famosos era la Danza del Fuego, bailada sobre un cristal iluminado por debajo. cuyos efectos inspiraron a Toulouse-Lautrec. Pintores, arquitectos. escritores solicitaban su colahoración y Loie se sumergió de lleno en la intelectualidad y el arte parisinos de finales de siglo. Rodin y Alejan- dro Durnas fueron sus amigos, así como los esposos Curie. El descubrimiento del radio, con sus irradiaciones luminosas, la dejó tan fascinada que montó su propio la- boratorio, en el que se prepararon «sales fluorescentes», con las cuales sus vestidos dibujaban fantásticos efectos sobre la oscuridad de los escenarios. En 1900 Loie tuvo su propio teatro en la Exposición Universal de París. Aquí tu- vo la idea de prolongar sus brazos con bastones, consolidando nuevos descubri- IJR mientas ante el público que la contemplaba admirado: entre él se encontraba Ruth Saint-Denis. Tras numerosas actuaciones en Londres, en los Estados Unidos y du- rante la Guerra Mundial, en el frente para los soldados americanos, Loie presentó en 1925 su espectáculo El Mar en la Exposición de Artes Decorativas de París, con el que influenció las ideas de uno de los espectadores, e! pintor Pave! Tchelitchev, quien muy pronto pasaría a colaborar con los Ballets Rusos de Diaghilev. La FuIler había abierto una escuela, donde organizaba con sus alumnas unas fun- ciones llamadas Les Féeries Fantastiques de Loie Fuller y en sus últimos años, las actuaciones de esta artista decrecieron en frecuencia, pero no en ideas. Su espectá- culo final se presentó en Londres en 1927. Este era un Ballet de Sombras, influen- ciado por los nuevos experimentos cinematográficos (Loie había intervenido en pe- lículas experimentales ya en 1905), en el que sólo se veía la silueta de los bailarines, de manera que, al igual que en el cine en relieve, dichas sombras parecían proyec- tarse estereoscópicamente sobre los espectadores. El I de enero de 1928 Loie Fuller moría en París. Mujer de gran generosidad, realizó numerosos esfuerzos para ayudar, entre otros a Isadora Duncan. En su autobiografía, Isadora escribió sobre Loie Fuller: «Ante nuestros ojos se convirtió en orquídeas luminosas de muchos colores, en flor sub- marina de oscilantes movimientos. en lila de forma espiral: era toda la magia de Merlín, el embrujo de la luz, el color, la forma fluida. '¡Qué genio más extraordina- rio!»