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He conocido ríos:
ríos antiguos y crepusculares.
Mi alma se ha vuelto profunda como los ríos.
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The River no tiene trama concreta y se divide en las siguientes partes: La pri-
mavera, El meandro, El rápido, El lago, Las cascadas, El remolino, La orilla, Las
dos ciudades, El mar --con un prólogo y un epílogo-o La coreografía, construida
a base de solos, dúos y conjuntos, explora las cualidades del agua en movimiento,
que une y separa, acaricia con suavidad y lacera con violencia. Las personas tam-
bién pueden ser lugares y el río afecta a la vida de ambos: en el dúo «Las dos ciu-
dades», éstas son un hombre y una mujer, más un tercer elemento invisible, el cons-
tante fluir de una corriente que parece interponerse entre ellos. Las posibilidades son
infinitas y la música, excitante, llena de energía.
Retirado Alvin Ailey de la escena, su actividad como coreógrafo y director de
sus bailarines no cesó jamás. Además, se convirtió en un prestigioso profesor, im-
partiendo clases a alumnos de todo el mundo en su nueva sede (desde 1979) del Edi-
ficio Minskoff, igualmente en Nueva York. Su compañía continuó sus actuaciones
incansablemente y Alvin, que al no bailar ya se había vuelto grueso y panzudo, di-
rigía los movimientos en los ensayos relajadamente desde su silla.
En sus coreografías no parece existir el miedo, debido quizá a su fe religiosa tan
enraizada como era la de Duke Ellington. DeCÍa Duke con respecto a su obra Night
Crea tu re (<<Lacriatura nocturna») que su composición retrata ese monstruo noctur-
no que a todos nos aterroriza encontrar en solitario, hasta que nos damos cuenta de
que el monstruo «también baila el boogie-woogie», Alvin, por supuesto, montó
Night Creature dentro de su ciclo de coreografías sobre Ellington; sus actitudes son,
en cierta forma, similares y su sentido del humor sutil e inolvidable.
Por lo general, los recitales de la compañía de Alvin Ailey solían incluir algún
solo independiente. La danza en solitario fue una pasión en él desde siempre: en
1962 se coreografió un largo solo con música de Samuel Barber, Hermit Songs; en
1971 le montó a Judith Jamison otro, Cry (<<Grito») sobre música de Alice Coltra-
neo Ha habido otros. A veces, el solo breve es la historia concentrada de una perso-
na, la existencia diaria de un ser humano de condición humilde abstractizada hasta
los límites de lo comprensible, sólo con algunas sugerencias concretas que hilan la
acción. Otras veces es la pura expresión de un sentimiento, no necesariamente de so-
ledad, sino más bien de recogimiento íntimo. Incluso los conjuntos reflejan en oca-
siones este recogimiento, como aquel momento emocionante de Revelations en que
los brazos extendidos de los bailarines, sobre un fondo oscuro, descienden entre-
cortadamente como alas que se pliegan en la noche.
Cuando veías bailar a la compañía de Ailey, comprendías además 10 que hay tras
la poesía de los negros americanos y las palabras adquirían de repente todo su sig-
nificado, como las de Langston Hughes en sus Variaciones sobre un Sueño:
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Compañía de Alvin Ailev
en «Masekela Language»
( 1969).