En la clase pasada expusimos algunas ideas centrales de "Sobre sentido y referencia".
Dejamos para esta clase una de esas ideas: la distinción entre pensamiento y representación. Es una de las líneas maestras de la filosofía de Frege, desde Los Fundamentos... hasta "El pensamiento", por lo que merece una exposición sistemática. Como se recordará, en la introducción a Los fundamentos... se enuncian tres principios básicos que según Frege siempre habrán de seguirse; uno de ellos es la separación entre lo subjetivo y lo objetivo, paralela a la separación entre lo psicológico y lo lógico. En "Sobre sentido y referencia", estas dicotomías alcanzan un fundamento sólido con la elaboración de la distinción entre sentido y referencia, ya que a partir de esta teoría bidimensional del significado, se obtiene una noción de sentido que remite a una instancia objetiva de la estructura lógica del pensamiento, asociada al lenguaje y esencial para el vínculo entre este y lo real, sea esta realidad puramente formal o abstracta, como ocurre en la matemática, o empírica, dada en el espacio y el tiempo. Al ser una dimensión abstracta y objetiva del pensamiento, el sentido es distinguible de las representaciones a través de las que se lo capta en un acto judicativo concreto. Mientras las representaciones son concretas posesiones de las mentes, los sentidos no requieren que una mente los capte para ser lo que son. En todo caso, los sentidos son intersubjetivos según se conjetura en el siguiente pasaje de "Sobre sentido y referencia": "Nadie podrá negar, en efecto, que la humanidad posee un tesoro común de pensamientos que traspasa de una generación a otra (...) No hay inconveniente entonces, en hablar lisa y llanamente del sentido, mientras que en el caso de la representación hay que agregar, en rigor, a quién pertenece y en qué momento. Quizá se podrá objetar que, tal como con la misma palabra un individuo conecta una representación y otro otra, así también una persona puede unir a ella este sentido y otra aquel sentido. Sin embargo, en este caso la diferencia radica solo en el modo de conexión". Hay aquí ideas claras y fundamentales, pero mezcladas con otras potencialmente problemáticas. (La distinción será retomada y profundizada en el texto en estudio: "El pensamiento", para lo cual se requiere por parte de ustedes su lectura, a partir de la guía que se incluye más abajo). Veamos lo claro y lo no tan claro en la crucial distinción fregeana. Comencemos por identificar cuatro tesis distintas sobre la representación, que en Frege aparecen algo mezcladas: (1) el concepto de representación implica siempre una atribución, en un esquema como "representación de S", donde ese es una variable para cualquier sujeto; (2) el concepto de representación implica siempre un contenido dado en un esquema como "representación-de-y" o "representación de y", donde "y" está por ese contenido; (3) (1) remite a la identidad numérica, no a la cualitativa. Es decir, una representación es siempre algo que alguien tiene, tal que su identificación es una función de su identidad numérica, de modo que no puede haber dos poseedores para una misma representación, aunque nada impide concebir una identidad cualitativa de una representación, tal que esa identidad cualitativa sea reconocida como la misma por dos o más poseedores, aunque es claro que nunca es numéricamente la misma - pero tampoco es la misma para dos actos de representación de un mismo sujeto - ; (4) una representación depende de lo empíricamente dado, porque al remitir a una mente o a un cuerpo, remite al tiempo - o al tiempo y al espacio - . En relación al sentido, Frege pretende, en principio justificadamente, que no se aplican ninguna de estas cuatro tesis. Por el contrario, pareciera que los sentidos no requieren atribución a un poseedor, no se dan en el espacio y el tiempo, pueden estar vacíos de referencia y no es relevante la distinción entre identidad numérica y cualitativa respecto de ellos. En suma, los sentidos y las representaciones son tan radicalmente distintos, porque pertenecen a mundos distintos: abstracto o conceptual el de los sentidos; concreto o fenoménico el de las representaciones. Sin embargo, ya podemos apreciar un primer problema: en términos cualitativos, las representaciones pueden ser intersubjetivas. A este borramiento parcial de la frontera trazada por Frege, se agrega el problema que aparece en relación a la historia del Dr. Lauben en el texto "El pensamiento", y que podrán apreciar al leer el texto. Lo curioso de lo que al respecto afirma Frege, es que en relación a los nombres propios, hay un sentido asociado a ellos que depende de un conocimiento directo del referente, y que cuando este es uno mismo, el poseedor del nombre, ese sentido es intransferible, es decir, no es intersubjetivo y solo puede ser identificado por aquel que lo capta, por lo que hay un símil con el vínculo que la mente establece con sus representaciones. ¿Se trata de una confusión de Frege o hay aquí una cuestión surgida de la distinción conceptual, sea cual fuere la teoría que se sustente? Frege podría no haber sostenido su curiosa aplicación de su teoría del sentido a la autorreferencia personal, al afirmar que solo se capta en ese acto de autorreferencia, pero cabría aun tener que responder a una cuestión independiente, que es la que motivará la teoría de Russell, como veremos: ¿cómo se asocian los sentidos a los nombres propios, esto es, a las expresiones aplicadas para denotar definidamente un individuo? ¿También respecto de ellos cabe hablar de tesoro de la humanidad e intersubjetividad garantizada? Vimos que Frege, en el texto de "Sobre sentido y referencia" citado, distingue entre sentido y representación diciendo que, aunque ambos pueden variar con el uso que diferentes usuarios del lenguaje, en aquellos varía una conexión o asociación, no el sentido mismo, mientras que las representaciones varían ellas mismas. Esta distinción dista de ser clara, como el propio texto fregeano "El pensamiento" pone de manifiesto. (Sin embargo, está claro que la mismidad se supone para el lenguaje como tal. Volveremos sobre este último punto cuando nos ocupemos del Wittgenstein de Investigaciones filosóficas). A diferencia de lo sostenido en el artículo de 1892, en el de 1918 cuya lectura tienen indicada, Frege sostiene la relatividad de los sentidos mismos de las referencias de los nombres propios. ¿A qué serían relativos? Al modo en que cada hablante los comprende. Si bien se podría intentar asumir que no hay cambio sustantivo con lo sostenido en "Sobre sentido y referencia", que como vimos adjudica la relativización a una asociación o conexión - lo que tampoco es en sí mismo claro, si es que no se habla de un elemento psicológico que lo emparentaría con la representación -, no se puede disimular la, por así decir, disonancia que introduce al afirmar "cada persona está dada a sí misma de una manera particular y originaria, como él no le está dada a ninguna otra persona". Y si se quisiera aislar por extravagante esta afirmación, de todos modos en el argumento Frege se acerca al Russell de la teoría de las descripciones definidas, al decir que el sentido varía según el usuario de un nombre propio lo haga en presencia del referente, o en función de la descripción definida a partir del cual lo identifique. En resumen, desde la perspectiva de Frege, los hablantes tienen "ideolectos" que luego asocian o "traducen", por así decir, al lenguaje natural compartido. Quizá ya era esta una doctrina de "Sobre sentido y referencia", pero en todo caso allí el énfasis para diferenciar sentido o pensamiento de representación, sigue de cerca el contraste entre lo relativo al sujeto y lo objetivo independiente de todo sujeto, distinción que se presenta problemática en el texto que ahora estamos considerando. Problemática sí, aunque no perdida. El instrumento maestro que posee Frege para mantener este contraste estratégico entre, por un lado, lo objetivo e independiente de nosotros - rasgo de lo real - y por otro, aquello que siendo dependiente de nosotros podría reducirse a una representación sin correlato objetivo alguno, es su concepción de la verdad. Porque en el artículo de 1918 Frege acepta a la verdad como una propiedad peculiar, única, que remite al pensamiento como una realidad independiente de la mente, a diferencia de las representaciones, que no lo son. Este punto lo desarrolla a través de un fascinante argumento contra la tesis de que todo es como un sueño, una representación generalizada, sin correlato real. Es interesante notar que para lograrlo, debe afirmar que ese sentido por el cual cada uno se da a sí mismo como siendo el que es, da un yo que tiene representaciones, pero que no puede él mismo ser identificado con ninguna representación. (La pregunta crítica aquí, es si esto es algo más que un enunciado gramatical, en el sentido wittgensteiniano, pero lo veremos más adelante). Entonces, hay una trabazón esencial entre las nociones fregeanas de pensamiento, yo y verdad en el Frege de la madurez - quizá próximo en algunos aspectos a la filosofía de Husserl, pero esto sería motivo de una compleja investigación comparativa sistemática entre ambas obras tomadas en su conjunto y en su evolución respectiva - .En cuanto a la verdad, una tesis fregeana muy importante es esta: "con cada propiedad de una cosa va conectada una propiedad de un pensamiento: la propiedad de la verdad". Ahora bien, para llegar a esta conclusión, Frege ofrece una teoría de la proposición y su vínculo con la predicación de verdad, pues lo que dice es que, por caso, cuando capto el sentido de la proposición 5 es un número primo, reconozco su verdad, es decir, no puedo atribuir la propiedad ser un número primo al número 5 sin que, por ese solo acto de pensamiento o juicio, reconozca que la proposición "5 es un número primo" es verdadera. Esto había sido observado por Frege en "Sobre sentido y referencia", pero allí lo usó para argumentar que la verdad no es una propiedad sino un objeto; ahora aparece para, al contrario, destacar que la verdad es una propiedad peculiar asociada a la estructura lógica de los pensamientos. Es el modo de mantener separados los rasgos psicológicos de los rasgos lógicos de los pensamientos. El juicio es un acto en el que estas dimensiones se mezclan, pero eso no obsta para reconocer que su índole es heterogénea: lógica en cuanto a la verdad, psíquica o en general empírica en cuanto a su materialidad representacional. El instrumento imprescindible para lograr esta separación es la proposición como aquello de lo que cabe preguntar por su verdad o falsedad. Es decir, el argumento de Frege es que si una representación es considerada verdadera, lo es en virtud de su adecuación para, precisamente, representar algo a lo que refiere. Hay un ejemplo notable del que se vale Frege: la equivalencia de valor entre cierta cantidad de oro y cierta cantidad de dinero. Está claro, nos dice, que la comparación material entre la moneda de oro y un billete de dinero, como respecto de una imagen que se compara en algún aspecto con un objeto, no tiene ninguna relevancia para establecer su valor. Es decir, el valor se establecería como la corrección de un intercambio o sustitución, podríamos decir, en virtud de una realidad en parte - o totalmente según sea la concepción que se tenga - -convencional. Lo mismo pasa con el valor de verdad: decir que un pensamiento es verdadero, es decir que una proposición expresada por una oración refiere a ese valor. En el ejemplo anterior, lo expresaríamos de esta forma: "el pensamiento de que 5 es un número primo" es verdadero, si y sólo si "5 es un número primo", donde ser un número primo es el concepto referido por el predicado "número primo", y bajo él cae el objeto 5, referido por el numeral "5". Ahora bien, el realismo de Frege radica en sostener que es objetivo e independiente de nuestro juicio en tanto una representación suya - el nivel en donde se dan cita lo psicológico y lo convencional -, el hecho de que el objeto 5 caiga bajo el concepto ser un número primo; eso no es convencional sino una realidad que se descubre. Y es aquí donde el lenguaje alcanza su auténtica importancia en el tipo de filosofía, el analítico, para el que Frege terminará siendo un abuelo fundador, porque según esta perspectiva, no podemos captar y transmitir pensamientos, esto es, equivalencias de la verdad, sino valiéndonos de algún medio representacional, esto es, el lenguaje. Pero lo fundamental radica en que sería la verdad lo que convertiría una representación en una proposición, es decir, en la expresión de un pensamiento. Para ello, debo considerar solo su estructura lógica, no sus elementos materiales. Bueno, con lo desarrollado en las tres clases dadas hasta aquí, queda presentada la concepción del lenguaje en Frege, en las dimensiones que de este interesa a este abordaje cognoscitivo del mismo: su estructura semántica. Resuelvan la guía que sigue antes de comenzar el estudio de la filosofía de Russell.
Cuestionario Frege
1. Identifique y exponga el objetivo fundamental de esta investigación lógica del
pensamiento desarrollada por Frege en el artículo de referencia. 2. ¿Cuál es el sentido con el que usa Frege "lógica" aquí? Desarrolle las distinciones implicadas 3. ¿Qué es la verdad para Frege y qué papel estratégico le otorga a este concepto en su investigación? 4. exponga la concepción del pensamiento que propone Frege, y el modo en que lo vincula con el lenguaje. 5. Reconstruya la argumentación fregeana en favor de que "no todo es representación". A partir de esa argumentación, ¿qué es lo real como algo distinto a las representaciones? 6. Responda a la cuestión, enfocándola en las consideraciones fregeanas sobre la conciencia, el yo, el tiempo, utilizando para ello lo que llamaremos "la historia del Dr. Gustav Lauben"